20 minutos

I

En este capítulo, el narrador recuerda una vez en su infancia cuando estuvo enfermo y su madre le prometió llevarlo al campo. Juntos, se perdieron en una carretera que ascendía entre barrancos y se adentraba en la sierra. Llegaron a un valle y vivieron en una casa que parecía desmoronarse. El narrador recuerda el olor a heno y estiércol, las vacas negras y pavorosas, y a una mujer oscura que daba de comer a las gallinas. También recuerda a un niño golpeando una lata vacía. Sin embargo, todo esto es solo un recuerdo borroso. Lo que aún vibra en el narrador es la vida en el campo, bajo el cielo y sobre la tierra.

Un día, la madre del narrador lo lleva a casa de los Abel, unos parientes lejanos que viven en un lugar solitario y sombrío al pie de las montañas. La casa es cuadrada y maciza, con ventanas que brillan como llamaradas al sol de la tarde. En el jardín crece la maleza en un desorden de plantas y enredaderas. La madre del narrador lo deja con los niños Abel, advirtiéndole que son malos. El narrador se siente incómodo y temeroso, pero decide ser valiente. La criada de la casa lo lleva a buscar a los niños y los encuentra jugando en el río. Después de un momento, los niños siguen jugando y el narrador se queda solo en una pared ruinosa sobre las aguas verdinegras. Intenta unirse a los juegos oscuros de los niños, pero fracasa. Los niños Abel tienen un lenguaje propio que solo ellos comprenden. Finalmente, cuando los adultos vienen a buscar al narrador, siente alegría por ser liberado. En el camino de regreso a casa, la madre le dice que ha sido valiente. El narrador nunca vuelve a ver a los Abel, pero siempre desea volver y conocer la verdad de todo aquello.

II

En este capítulo, el protagonista continúa su viaje por carretera y se adentra en la sierra. Se detiene en un pueblo melancólico donde no encuentra alojamiento, pero finalmente es llevado a la casa de los Abel por Lázaro, el guardián. La casa está en mal estado y vive hacinada con la viuda Delia y sus hijos. El médico rural, Eloy, también se encuentra allí y muestra un comportamiento extraño y nervioso. Durante la cena, el protagonista observa la dinámica familiar y la tensión entre los hijos de Delia y Eloy. Finalmente, el protagonista se instala en una habitación fría y desnuda, donde reflexiona sobre la situación y se da cuenta de lo ridículo que es todo.

III

En este capítulo, el narrador cuenta que finalmente Lázaro ha decidido alquilarle la casa de los Abel. Lázaro y su esposa le comunicaron esta noticia con miradas evasivas. Durante el camino hacia la casa, el narrador observa la iglesia con su torre chamuscada y la Virgen de barro sin brazos. Lázaro explica que la iglesia se incendió, pero no sabe quién fue el responsable. Al llegar a la casa, Lázaro habla mal de los Abel y abre la verja con dificultad. El narrador siente un malestar al ver caer las hojas secas de los arbustos. Dentro de la casa, todo está enmohecido y lleno de telarañas y polvo. La mujer de Lázaro abre las ventanas y muestra las habitaciones, que tienen muebles viejos y cortinas raídas. El narrador encuentra una fotografía de una joven llamada Valba Abel y pregunta quién es. La mujer de Lázaro comenta que Valba era la cuarta de los hermanos Abel y que estuvo interna en un colegio hasta los trece años. El narrador explora la casa y recuerda al médico, quien también deseaba entrar en ella. El narrador menciona las conversaciones con Eloy, quien hablaba de los habitantes del pueblo y de su vida en la aldea. Eloy describía la dura vida de los campesinos y sus amores trágicos. El narrador reflexiona sobre las palabras de Eloy y su propia comprensión de la vida en el pueblo.

IV

En este capítulo, el narrador pasa días sin acercarse al pueblo ni ver a nadie. La casa se vuelve cada vez más inhóspita, pero decide ir a la aldea una noche. Encuentra a Eloy solo en la taberna, quien le cuenta sobre la muerte de un hombre llamado Servando y le invita a presenciar el entierro al día siguiente. El narrador paga y se va, pero Eloy lo alcanza y le confía un secreto: en el sótano de la casa hay una bodega llena de botellas de vino. El narrador visita el sótano con Eloy, quien le muestra las botellas y le entrega la llave. Sin embargo, el narrador decide guardarla en secreto. Luego, el narrador menciona a los hermanos Abel y su relación con la casa. Eloy destruye una fotografía de los hermanos y el narrador se va cuando la mujer de Lázaro le informa sobre la enfermedad de una niña. El narrador reflexiona sobre la historia de los Abel y encuentra libros y cuartillas escritas en la habitación. En la última página, firmada por Valba Abel, el narrador lee algo que no se menciona.

V

En este capítulo, la narradora reflexiona sobre su próxima partida de la casa y recorre cada rincón por última vez. Encuentra objetos que le traen recuerdos de su familia, como un violín roto que solía tocar su hermano Gus. No quiere envejecer en esa casa y decide dejar que la maleza crezca en el jardín. Sueña con su antigua ama de llaves, Paula, y la ve como un viejo capitán gobernando la casa. Aunque la gente del pueblo se escandaliza porque no visita el cementerio donde están enterrados sus padres y Paula, ella siente que su vida y la de ellos están dentro de la casa. Recuerda los regaños de Paula y las manchas de tinta verde en la mesa de la cocina. También menciona a Eloy, un hombre que solía mirar hacia las ventanas de la casa desde el barranco. La narradora se cuestiona por qué la llegada y la partida, el principio y el fin están tan cerca. Recuerda a Aldo, su hermano mayor, quien era el administrador de las fincas y era dueño de todo. Aldo era exigente y cruel, pero nadie lo obligó a llevar esa vida, él la eligió. Aldo sacó a la narradora del colegio y la llevó a casa. La narradora describe el viaje a casa y cómo Aldo se despojaba de la ciudad. Llegan a casa y la narradora se da cuenta de que su hermano Juan no ha regresado. El primer año en casa es melancólico y la narradora escucha a sus hermanos jugar en el piso de arriba. Aldo siempre está ocupado y a veces se encierra en su despacho a escribir. La narradora describe la vista del barranco desde las ventanas de la casa y cómo le da miedo. A veces baja al bosque de chopos con su hermana pequeña y busca a su hermano Tavi, pero él siempre se escapa al pueblo. La narradora se siente inútil y quiere ser útil, pero Paula la desanima. La narradora también describe sus visitas a la iglesia del pueblo y cómo las mujeres la miran con rencor. Después de la misa, la narradora busca a su padre y a sus hermanos. Su padre está leyendo y Aldo y Tavi están sentados a su lado. La narradora describe la actitud de sus hermanos durante la misa y cómo a veces se siente incómoda en la iglesia. A la salida de la iglesia, las chicas del pueblo la miran y murmuran. La narradora menciona a Emelina, una mujer del pueblo que siempre habla de su madre y la invita a su casa. La narradora la evita porque no le gusta que le toque la cara y no le interesan sus cosas. Emelina le dice que es poco femenina y le da una galleta rancia. La narradora se pregunta por qué no va a visitarla y le dice que debe sentirse sola.

VI

En este capítulo, Valba comienza a observar a su hermanita con curiosidad, ya que Paula le ha dicho que debe educarla. Valba nota que la niña se entretiene llevando y trayendo cacharritos llenos de agua. También guarda una caja de bombones vacía donde guarda tijeras, cintas de colores y papel de estaño. Valba recuerda que cuando ella tenía cinco años, solía ir al bosque con los chicos a hacer hornos de barro. Las criadas del pueblo a veces discuten entre ellas, pero siempre se unen para murmurar de Paula, ya que las obliga a levantarse temprano y a ir bien peinadas. A Valba nunca la miran de frente y un día escucha que la encuentran muy fea. Paula coloca un retrato de mamá en el cuarto de Valba, pero ella lo guarda en un cajón de la cómoda boca abajo, ya que mamá era muy diferente. Su padre dice que Valba debe ir al colegio, pero luego se olvida. Valba espera con ansias la Navidad y recuerda las Nochebuenas anteriores. En el colegio, la Navidad se celebra de manera especial, pero en su casa es desigual. A menudo, los días de Navidad están marcados por las cacerías y las visitas de los hombres a casa. Valba decide que este año celebrarán una Navidad mejor que nunca. Juan llega a casa y cuenta muchas cosas sobre la granja donde ha estado trabajando. Nuestro padre le propone que se quede a cargo de la hacienda, pero Juan rechaza la oferta, ya que no le gusta la ganadería ni la granja. Después de una discusión entre Juan y Aldo, Paula comenta que en esa casa nunca habrá paz. Luego, Valba recuerda cuando eran niños y jugaban en la escalera. Valba también menciona que Juan y ella están escribiendo una novela juntos. Valba decide que van a celebrar una Navidad especial y le propone a la pequeña que adornen la mesa de Nochebuena juntas. La niña acepta y guardan en secreto su plan. Más tarde, Valba encuentra a la niña mirando por la ventana las primeras nieves y le propone que adornen la mesa juntas. La niña le muestra un "Nacimiento" que ha encontrado y juntas recortan estrellitas de plata para decorar el mantel. Después de la cena, Aldo, Gus, Tito, Juan y Valba se quedan solos y se sientan juntos frente al fuego. Valba sale al jardín y se asoma al pozo, sintiendo que la infancia está lejos y que está creciendo.

VII

En este capítulo, finalizan las vacaciones y Aldo regresa de los establos con la noticia de que están incomunicados debido a la nieve que impide el paso del coche de línea a la sierra. Todos se ven obligados a quedarse en casa, viviendo como una tribu sin contactos exteriores. Tito expresa su deseo de ser un gitano de verdad, lo cual obsesiona a Aldo. Aldo constantemente critica a Juan, quien sufre por su pusilanimidad. Gus instala su taller en el último piso y su melancolía contrasta con la juventud ruidosa de Tito. Tito es descrito como un enigma, a veces cariñoso y otras veces burlón y cínico. A pesar de eso, es imposible no adorarlo. Tito ayuda a despejar la nieve frente a la casa y luego se une a una fiesta en la cocina con las criadas. Tito baila con una chica llamada Nina y se besan apasionadamente. Días después, Nina es despedida por Paula por ser encontrada besando el embozo de la cama de Aldo. Con el deshielo, el puente de madera es arrastrado por la crecida del río. Gus se vuelve loco con sus proyectos artísticos y Tito no sabe qué camino seguir. Los hermanos visitan una mina y observan el trabajo de los obreros. El tiempo pasa y los hermanos siguen siendo los mismos niños jugando con piedras y barro. Tavi comienza la escuela y se va de casa. Gus se vuelve loco con sus proyectos artísticos y Tito no sabe qué camino seguir. Los hermanos visitan una mina y observan el trabajo de los obreros. El tiempo pasa y los hermanos siguen siendo los mismos niños jugando con piedras y barro.

VIII

En este capítulo, el narrador se acerca a la aldea con curiosidad y un poco de temor. Observa a las muchachas del pueblo, cuya juventud ha sido extirpada y se ven doblegadas y vencidas. En el pueblo, los hombres y los animales trabajan juntos en el campo, sin descanso ni dulzura. A veces cantan, pero solo cuando están borrachos. La época de la siega es la más alegre, con niños pequeños manchados de vino y risas. Sin embargo, la suciedad y la desesperanza están presentes en todo momento.

El narrador también se da cuenta de cómo Emelina persigue a los hombres del pueblo, especialmente a Aldo, quien finge ignorarla. Emelina busca a Paula para quejarse de la ingratitud de los demás. Un día, Emelina llama al narrador para mostrarle cómo ha amortajado al niño de la molinera, dejándolo igual que al Niño de Praga.

El narrador reflexiona sobre cómo todos en el pueblo están aplastados por monstruosidades invisibles y están atados por cadenas. Siente un impulso violento de escapar y, a veces, desea morir allí mismo. También se menciona la muerte del maestro y el fin de las clases de Juan. A pesar de tener cerca de dieciséis años, Juan es bajo y tímido. El narrador cree que Juan ha aprendido mucho del maestro.

El narrador también describe la falta de médico y maestro en el pueblo. El médico nuevo no tiene casa y nadie quiere darle alojamiento. Tito se acerca a la gente del pueblo y se hace amigo de los mineros. Esto causa tensiones con Aldo, quien lo critica por relacionarse con ellos. Tito defiende a los mineros y dice que no se les puede juzgar sin conocerlos.

Finalmente, el narrador y sus hermanos hacen una excursión a Peniveco. Encuentran a dos pastores, uno de ellos medio idiota y el otro un niño. El niño, llamado Millán, muestra una alegría desbordante y comparte su comida con Juan. Aldo se burla de Juan por beber de un caldero de cobre que Millán le ofrece. Al regresar, Aldo carga al narrador sobre su espalda y corre hacia el bosque, riendo y sin hacer caso de Juan.

IX

En este capítulo, Juan comienza a sentirse enfermo y experimenta fiebres inexplicables que lo debilitan. Su piel se oscurece y sus ojos reflejan un creciente terror. El narrador, preocupado por su hermano, lo acompaña en su enfermedad. Un día, el médico llega a la casa y sospecha que Juan tiene fiebre de Malta, por lo que se realizan análisis de sangre. Mientras tanto, Eloy, un médico mediocre, se introduce en la vida de la familia y entabla largas conversaciones con Juan. Aunque el narrador no confía en él, Eloy revela su interés por Juan y su deseo de ser escuchado. El narrador siente antipatía hacia Eloy y no entiende por qué se queda en el pueblo si no le gusta. Eloy comparte su historia de pobreza y sacrificio, pero el narrador no logra comprenderlo. En una tarde lluviosa, el narrador se adentra en el bosque y experimenta una sensación de opresión y ensueño. Recuerda las historias que ha escuchado sobre la vida en el pueblo y reflexiona sobre todo lo que aún desconoce. También recuerda los dientes rotos de Eloy.

X

En este capítulo, la narradora describe cómo Juan continúa con sus proyectos a pesar de su enfermedad y cómo ella guarda rencor hacia Aldo por ser la causa de la enfermedad de Juan. Recuerda que la pequeña de la familia siempre intentaba llamar la atención, pero nadie le prestaba mucha atención hasta que se enteran de que aún no ha hecho la Primera Comunión. Todos se sorprenden y empiezan a hacer planes para la ceremonia, pero la niña se consume en una impaciencia dolorosa. La narradora accede a ir a la iglesia con ella, a pesar de que ya está nevando. La niña explica dónde se sentará en la iglesia y cómo será todo. Mientras caminan por las calles del pueblo, encuentran a Eloy, quien les cuenta que ha muerto una niña y se enfurece porque no pudo hacer nada para evitarlo. Luego, entran en la iglesia y la niña reza mientras Eloy y la narradora la acompañan en silencio. Después, Eloy habla sobre la iglesia y su valor en comparación con la vida de los habitantes del pueblo. En casa, Juan espera impaciente a Eloy, quien examina su pierna y no dice nada sobre su dolencia. Gus, por su parte, se encierra en su taller y anuncia que dejará la pintura. La narradora reflexiona sobre su relación con Gus y siente la necesidad de protegerlo. Llega la nieve y Eloy no puede ir a casa todos los días. La narradora recuerda cómo ella y Eloy se enfrentaban en peleas de fuerza y cómo ella admiraba su fuerza pero también sentía antipatía hacia él. Aldo organiza una cacería de jabalí y los hombres regresan con la presa. En la cocina, se celebra la victoria y se prepara la carne del jabalí. La narradora reflexiona sobre su relación con Eloy y su miedo a ser arrastrada por su existencia limitada. Finalmente, Eloy se va con los hombres y la narradora se queda contemplando a la pequeña dormida.

XI

En este capítulo, Valba narra cómo Tavi, un amigo suyo, llega al pueblo y se muestra fascinado por el mundo subterráneo de las minas. Además, menciona al ingeniero recién llegado, a quien llaman el rey de los gnomos. Tito, otro de los hermanos de Valba, se burla de él y de su nieta, Jacqueline. Valba y Aldo, su hermano mayor, deciden ir a visitar a Jacqueline a la Casa Grande. Valba se siente incómoda al hablar con una chica y no sabe qué decirle. Jacqueline le cuenta que está enfadada con su abuelo por haberla llevado a vivir allí. Valba se da cuenta de que Jacqueline está llena de anhelos y se alegra de que haya venido a su casa. Comienza así una amistad entre ellas, ya que ambas se sienten solas. Jacqueline se enamora de Tito, pero él apenas le presta atención. Valba intenta consolar a Jacqueline y le cuenta que todos los hermanos están dispersos y que su casa es solitaria. Por último, Gus se va a la ciudad sin que nadie se dé cuenta.

XII

En este capítulo, llegan fuertes lluvias que desbordan el río e inundan el prado. Las aguas son cobrizas y espesas, arrastrando ramas y troncos. Aldo no está en casa y Tito se queda en casa debido al mal tiempo. Tito está nervioso y se comporta de manera extraña, persiguiendo a los demás con risas locas. Se menciona que Tito está involucrado en la distribución de hojas clandestinas y se insinúa que está enamorado de la hija de un capataz. Tito revela que quiere ser abogado, lo cual sorprende a los demás. Mientras tanto, el agua sigue subiendo y Eloy llega empapado. Tito le ofrece quedarse junto al fuego, pero Eloy se sienta junto a la narradora. Hay un momento de intimidad entre ellos, pero luego la narradora siente una sensación de rechazo hacia Eloy. Luego, se produce una inundación y todos se apresuran a desalojar la casa. Desde arriba, la narradora ve cómo el agua arrastra troncos y piedras. Finalmente, Aldo regresa y se descubre que la puerta del zaguán ha resistido bien.

XIII

En este capítulo, el narrador recuerda su fascinación por los carros trashumantes que solían pasar por su aldea. Estas personas, que llevaban una vida nómada, detenían su camino en la aldea y realizaban representaciones teatrales en una gran cuadra. A pesar de su apariencia alegre, el narrador se da cuenta de que estas personas llevan consigo dramas y desdichas ocultas. Durante una de estas funciones, el narrador se da cuenta de que su hermano Tito y Jacqueline están cada vez más cercanos, lo que le causa incomodidad. Además, Eloy, un hombre pelirrojo y gritón, se muestra cada vez más interesado en el narrador, lo que también le incomoda. Durante la función, Eloy comienza a reír de manera estruendosa, lo que provoca la risa de los demás espectadores y la desaparición del payaso del escenario. Después de la función, Eloy le revela al narrador que su hermano Juan quedará cojo para siempre y le pide que se lo diga. Al día siguiente, el narrador confronta a su padre sobre esta situación y él le explica que es hora de que comprenda muchas cosas y encuentre su lugar en el mundo. El narrador se siente resentido por las palabras de su padre y busca a Juan para contarle la noticia. Juan reacciona con indiferencia y el narrador se siente culpable por haberle dado esa noticia. A partir de ese momento, Juan comienza a leer mucho y se vuelve más perspicaz en la observación de los demás. La relación entre los hermanos se vuelve tensa y el narrador se cuestiona el propósito de su vida en la aldea.

XIV

En este capítulo, el narrador describe las festividades anuales del pueblo. Desde la mañana, el viento trae la música de la fiesta, que tiene un encanto especial a pesar de la tormenta. Sin embargo, al acercarse, la música se reduce a un ruido de platillos y trompetas en el quiosco de la plaza. Jacqueline, que no conoce estas festividades, quiere ir para ver a las chicas bailar. El narrador y Jacqueline se suben a un banco para tener una mejor vista, y ven a las parejas bailando torpemente en medio de las piedras. El narrador menciona la presencia de un músico tocando el violín, y cómo esto representa un progreso desde el año anterior. Sin embargo, Jacqueline se escandaliza cuando el narrador le dice que lo único que entiende de la fiesta son los borrachos.

En casa, la hija del narrador está a punto de hacer su Primera Comunión. Jacqueline comienza a hacerle preguntas y la niña responde con entusiasmo. El narrador observa en silencio y luego patea un tronco en el suelo, avergonzándose de su acción. Más tarde, la niña le pide un velo blanco para su Primera Comunión, y el narrador busca uno que usó en su propia Primera Comunión. Juntos, encienden un fuego en la sala y se unen a Juan y Tavi. Sin embargo, la alegría se convierte en tristeza cuando Tavi llora por su cojera y las campanas de la iglesia comienzan a sonar angustiadas.

El narrador y su padre salen corriendo hacia la iglesia en llamas. La gente del pueblo intenta apagar el fuego, pero es inútil. El narrador se pregunta por qué la gente llora y blasfema, y por qué no llueve. Después de presenciar la caída de la figura del Padre Eterno desde la iglesia en llamas, el narrador regresa a casa y encuentra a su padre en el jardín. El padre pregunta qué ha sucedido y el narrador le dice que la iglesia ha ardido. El padre se conmueve profundamente y el narrador lo ve de manera ridícula, solo como una peluca. El padre pregunta quién prendió fuego a la iglesia, pero nadie sabe nada.

Los días pasan y la pregunta de quién fue el responsable del incendio se vuelve cada vez más fuerte. Los mineros son señalados como los culpables y el nombre de Tito Abel comienza a surgir. El narrador nota que Tito se vuelve más melancólico y se aleja de casa. Un día, cuando los mineros apedrean las ventanas de la casa, el padre del narrador estalla en furia y culpa a Tito por no haberle hecho caso cuando le advirtió sobre la falsa amistad de los mineros. Tito se va y el narrador encuentra una hilera de muñecos de papel medio quemados en el fuego. El párroco comienza a oficiar misa en las escuelas y el recuerdo del incendio comienza a desvanecerse.

XV

En este capítulo, Valba narra cómo se siente agobiada por la presencia de Juan y Eloy en la casa, quienes la molestan con sus voces y risas inoportunas. Además, Juan descubre que Valba aún guarda el recuerdo de Tito y se burla cruelmente de ella. A raíz de esto, Juan comienza a esclavizar a Valba y a exigirle cosas. Por otro lado, Tavi empieza a sentir vergüenza de su familia y decide hacerse marino. Valba se siente herida y humillada cuando Jacqueline le confiesa que Aldo está enamorado de ella. Valba no entiende el amor y se siente confundida. Además, Valba se da cuenta de que no conoce realmente a sus hermanos ni a la gente del pueblo. Valba se siente frustrada y empieza a odiar a su familia. Jacqueline decide irse a la ciudad y le pide a Valba que vaya con ella. Valba se siente sola y desorientada. Valba y Eloy comienzan una relación, pero Valba se siente vacía y no encuentra sentido en el amor. Luego, su padre muere mientras suben a Peniveco y Valba experimenta una profunda tristeza y soledad. Aldo lleva el cuerpo de su padre de regreso a la casa y se muestra afectado por su muerte. La gente del pueblo llora la muerte de su padre, pero Valba se siente distante y despreciativa hacia ellos.

XVI

En este capítulo, Aldo se sienta frente a su mesa y escribe cartas a Gus y Tito. Durante tres noches seguidas, la jauría llora mirando a la luna y Paula también solloza en algún rincón de la cocina. La casa, las tierras y la hacienda son repartidas entre los siete hermanos según el testamento. En una reunión, todos se sienten incómodos y responsables. El narrador no puede dejar de pensar en la imagen de la casa destrozada en siete montones de escombros y se pregunta qué harán con su parte de vigas y cortinas. Aldo es el único que se resiste y continúa cuidando la tierra con amor y ternura. A veces, Aldo huye en su caballo rojo, quizás en busca de su corazón o de Dios. El narrador se da cuenta de que si no fuera por Aldo, no sabría qué hacer con su parte de la herencia. El narrador no soporta a Eloy y decide escaparse al lugar donde murió su padre. Allí, mira al cielo y se siente pequeño e ignorante frente a los astros. No sabe nada de sí mismo ni de los demás. Un día de otoño, decide llevar a la pequeña al colegio en la ciudad. La niña se resiste, pero el narrador insiste. Mientras esperan el autobús, el narrador siente que algo suyo se queda encerrado en la casa y tiene miedo. Finalmente, el autobús llega y se van hacia la ciudad.

XVII

En este capítulo, la protagonista llega a la ciudad y se dirige al colegio donde su hermana está internada. Al ver el edificio y el jardín, recuerda su propia llegada al colegio y cómo la superiora la recibió. Observa a su hermana y nota una vena en su cuello, pero no logra decirle nada antes de que entre al colegio. Luego, la protagonista camina por la ciudad, disfrutando de la libertad y la emoción de estar sola. Observa las calles, las tiendas y las personas que pasan a su lado. Siente frío y decide entrar a una taberna a comer. Después, decide ir a visitar a su hermano Gus, quien es pintor. Al llegar a su taller, se encuentra con que vive con una escultora y se siente incómoda. Gus le muestra su trabajo y ella decide marcharse. Luego, camina por la ciudad junto a Gus y se despide de él antes de llegar a la casa de Jacqueline. Al entrar al edificio, la protagonista se encuentra con la doncella y espera en un salón. Observa los detalles de la habitación y recuerda momentos de su infancia. Finalmente, baja las escaleras y se encuentra con Gus nuevamente, quien la acompaña hasta la casa de Jacqueline y le cuenta que Tito, un amigo de la familia, está involucrado en negocios de automóviles. La protagonista se despide de Gus y se adentra en la casa de Jacqueline.

XVIII

En este capítulo, Jacqueline recibe a la narradora con alegría y le cuenta que su madre ha cambiado mucho y ahora quiere mucho a Tito. La narradora siente celos de Jacqueline y se pregunta quién es ella para hablar del alma de su hermano. Sin embargo, luego se da cuenta de que son hermanos y que la sangre los une. La narradora describe a Alicia, la madre de Jacqueline, como una mujer que se repite constantemente. También descubre que Alicia no quiere a Jacqueline. En cuanto a Tito, la narradora se sorprende de su papel de novio oficial en la casa de Alicia y de cómo Jacqueline lo acapara. Un día, la narradora y Tito hablan a solas y él le confiesa que no quemó la iglesia. La narradora se siente avergonzada de haber dudado de él. Tito también le cuenta que Gus, su hermano, se dedica a pintar neumáticos. La narradora se siente atraída por Gus y lucha contra el deseo de ir a su taller. Conoce a un chico rubio y menudo que juega al bridge con Alicia y sus amigas. Jacqueline lo desprecia y lo considera neurasténico. Alicia describe a la narradora y a Tito como gente que vive de la tierra.

XIX

En este capítulo, la narradora recibe una invitación de su hermano Gus para su próxima exposición. Sin entender por qué le envía una invitación impersonal, decide ir a verlo. Al llegar al taller de Gus, no encuentra a nadie y decide esperarlo en la escalera. Mientras espera, lee los títulos de los cuadros de Gus y siente una gran admiración por él. Escucha ruidos y finalmente aparece un hombre llamado Galo, quien le explica que Gus le pidió que lo encerrara en el taller por un tiempo. La narradora se sorprende al descubrir que Galo no es amigo de su hermano y que Gus parece estar loco. Galo muestra algunos bocetos de Gus y luego se va. La narradora se queda a solas con Gus, pero él la trata con frialdad y le pide que se vaya. La narradora se va y se encuentra con Jacqueline, quien le revela que Galo es el hermano pequeño de su abuelo y que tiene un taller de restauración de cuadros. Tito y Alicia también se burlan de la exposición de Gus, lo que enfurece a la narradora y rompe la invitación. El capítulo termina con un silencio incómodo entre los hermanos.

XX

En este capítulo, la protagonista narra su aburrimiento y monotonía en la ciudad gris donde vive. Recuerda los tediosos bailes en el viejo Casino, donde solía ir con Jacqueline. A pesar de ridiculizarlos, ella era asidua a ellos. La protagonista se sentía atraída por Galo, un hombre misterioso del que apenas recuerda su voz. Un día, decide ir a su taller a pesar de las advertencias de Jacqueline. Al llegar, Galo la recibe amablemente y le muestra su trabajo de restauración. La protagonista se siente decepcionada al no encontrar nada humano en su taller. A pesar de esto, Galo la invita a cenar y ella acepta. Durante la cena, la protagonista se siente incómoda con la charla de Galo y se pregunta por qué está allí. Al regresar a casa, Jacqueline la espera despierta y le pregunta dónde estuvo. La protagonista se ríe y se va a dormir, pensando en la ventana iluminada por el amanecer.

XXI

En este capítulo, el protagonista se despierta en un día frío y siente una angustia inmensa. Los tejados de la ciudad están grises y el reloj de la Colegiata se ve inexpresivo a través de los cristales. Jacqueline, la mujer con la que está, comienza a toser y el protagonista recuerda a Galo con rebeldía, sintiendo que esto no es lo que buscaba. A pesar de esto, siente una llama interna que lo quema hipócritamente.

A la luz del día, los recuerdos llegan desnudos y pálidos, y el protagonista se jura a sí mismo que no convertirá este sentimiento en un templo. Sin embargo, una granizada comienza a caer y parece que también cae dentro de su pecho. La tristeza que lo baña tiene algo dulce, algo que nunca había experimentado antes. Siente un suave gemido en su respiración y se dice a sí mismo que no se dejará dominar por un amor sin rumbo.

Jacqueline sigue tosiendo y lo mira con inquietud. Le dice que no se siente bien y se queda en la cama. Alicia entra a verla y comienza a hablar sobre las imprudencias de Jacqueline. De repente, Jacqueline se agita y acusa al protagonista de haberse portado mal la noche anterior. Alicia comienza a reírse y a ridiculizar los celos del protagonista. Jacqueline llora histéricamente y el protagonista se da cuenta de que Alicia ha adivinado sus sentimientos y lo odia. Jacqueline se da la vuelta y llora como una niña nerviosa.

Alicia suspira y dice que ya no sabe cómo tratar a Jacqueline. Cuando se va, Jacqueline toma la mano del protagonista y le pide perdón, diciendo que no puede soportar estos días grises. El protagonista recuerda cuando Jacqueline le dijo que estaba cansada de vivir sola y siente compasión por ella.

Después, el protagonista se encuentra con sus hermanos Tito y Gus en una exposición. Los tres se sienten atraídos mutuamente y se aíslan del resto de la gente. El protagonista menciona una carta que Aldo ha escrito y los tres hermanos se retiran a otra habitación para leerla. La carta habla sobre la situación en la tierra y sobre Juan, quien ha decidido hacerse fraile. Los hermanos reflexionan sobre las decisiones de Juan y se preguntan qué significa todo esto.

Después de leer la carta, los hermanos se separan y el protagonista se da cuenta de que Tito y Alicia están engañando a Jacqueline. Siente un asco hacia ese amor cobarde y pusilánime. Sale a la calle y se pregunta por qué Tito y Alicia no proclaman su amor en voz alta. Encuentra a Galo y entran a un café. El protagonista se da cuenta de que todos los demás están definiéndose, menos él. Galo le dice que debería sonreír más a menudo y la besa en la boca.

XXII

En este capítulo, los días pasan y Alicia se preocupa por la salud de su hija Jacqueline, quien muestra signos de fiebre y cambios de humor repentinos. Mientras tanto, el narrador se encuentra con Tavi, quien le informa que ha llegado el momento de las vacaciones de Navidad y planea ingresar a la Academia Naval una vez que apruebe el curso. El narrador bromea sobre las supuestas aficiones de Tavi al estudio y sugiere que sería más poético que se fuera como polizón en un barco. Tavi revela que ha visitado a Gus, quien ha vendido todos sus cuadros y ahora tiene las paredes llenas de carteles. También menciona que Gus ha estado llorando en la calle. Después de una discusión, Tavi revela que ha visitado a la hija del narrador y le pide que la lleve a casa durante las vacaciones. El narrador se siente amargado por la situación y reflexiona sobre la dificultad de separarse de su pasado. Luego, el narrador visita una iglesia en la víspera de Año Nuevo y experimenta sentimientos de pequeñez y amargura. Más tarde, lleva a Jacqueline al hotel donde Tito vive y la deja esperando mientras asiste a una fiesta en casa de Alicia. Durante la fiesta, el narrador se encuentra con Galo y reflexiona sobre su amor por él. Finalmente, el narrador descubre que Tito y Alicia han estado juntos en una habitación del hotel y se da cuenta de que ha dejado a Jacqueline sola. El narrador y Tito suben a buscar a Jacqueline, quien ha quedado dormida en un sillón. Tito decide quedarse con ella y el narrador encuentra una tarjeta de felicitación que Jacqueline ha modificado, tachando la palabra "hermanos".

XXIII

En este capítulo, Jacqueline se encuentra cansada y triste en el sillón, mientras observo cómo la luz la ilumina. Todos los amigos de Alicia ya se han ido de la casa. Jacqueline tiene los ojos cerrados y la boca entreabierta, respirando rápidamente. Tal vez ella es feliz, tal vez sufre más que yo.

Finalmente, comienza a nevar y corro hacia el balcón para abrirlo. Jacqueline se despierta quejándose y me pide que cierre el balcón debido al frío. Cierro el balcón, pero siento la furia y el ardor dentro de mí. Me siento a su lado y le revelo cómo su madre y Tito la han estado engañando durante mucho tiempo. No puedo recordar cómo lo dije, pero fue sin suavidad. Recuerdo cómo me miraba con sus ojos transparentes. Luego, llega un momento en el que ya no queda nada más que decir y el silencio se vuelve denso.

Le pregunto si está dormida y mi voz tiembla a pesar mío. Ella voltea la cabeza hacia el otro lado y parece orar, sus hombros se agitan ligeramente. Me inclino sobre su rostro, pero ella se ríe de una manera en la que parece que no tiene alma.

No fue hasta que vi sus manos pálidas y endurecidas que comprendí que le había causado una herida en su vida. Se levanta y se apoya en el cristal, como si solo le importaran los copos de nieve.

Por dos veces entra en la habitación de Alicia, quien está acostada con una bolsa de hielo en la cabeza. Pero Jacqueline no acierta o no quiere decir nada, solo la mira y hay un grito en sus ojos más intenso que el de una voz humana.

Me vence un sueño pesado y me quedo dormida boca abajo. Cuando despierto, Jacqueline ya se ha ido. La nieve se ha derretido en la calle, solo queda un brillo de escarcha en los troncos.

Jacqueline ha dejado una carta para Alicia, pero ella la rasga y la quema en el fuego. Alicia comenta que Jacqueline es una chica juiciosa y ha decidido volver con su abuelo. Alicia también decide marcharse, pero no sabe a dónde ir. Su madre le dice que no diga tonterías y que las echará de menos ahora que Jacqueline se ha ido.

Alicia sonríe y su madre se inclina hacia ella, diciendo que es una chica inteligente y que se merece a Galo. Así que Jacqueline ha vuelto a la sierra con el gnomo.

XXIV

En este capítulo, la niebla espesa sube por el río, borrando los contornos de la ciudad. Galo recibe hojas de papel impresas que tiraba al suelo sin mirarlas. El protagonista se detiene junto a un farol y descubre que Gus hablará en un mitin. Aunque no entiende por qué Gus hablará, decide ir a escucharlo. Alicia ridiculiza a Gus y dice que se convertirá en misionero. Al día siguiente, el protagonista visita a Tito y encuentra a Gus y a la pequeña cenando juntos. El protagonista le pregunta a Tito si piensa escuchar a Gus, pero Tito dice que Gus no hablará. La pequeña revela que Tavi no irá a ver la comedia de Gus. El protagonista decide ir sola y encuentra a muchos hombres en un local. La sala se llena de gente y el protagonista ve a Gus en el escenario junto a una mujer joven. Gus comienza a hablar y el protagonista se pregunta qué puede decirle a aquellos hombres. El protagonista ve a Tito y a Galo en la audiencia. Al final del acto, el protagonista ve a Gus siendo golpeado y a Tito marchándose. Galo lo lleva lejos de la escena y el protagonista reflexiona sobre la familia y la libertad.

XXV

En este capítulo, Tito le informa a la narradora que Gus está en la cárcel por ser un agitador. Aunque Tito muestra cierta satisfacción por la situación de Gus, la narradora decide ir a visitarlo. Juntos, se dirigen a la cárcel, que les recuerda a un colegio sucio y absurdo. En el patio de la cárcel, esperan a que les den el número de celda de Gus. Mientras esperan, la narradora observa a Tito y reflexiona sobre su vida sin problemas ni amarguras. Finalmente, encuentran a Gus y hablan a través de las rejas. Juan, el hermano de la narradora, también está en la cárcel y se acerca a ellos. Aunque hay un momento de tensión, Juan muestra una actitud pacífica y firme. Después de la visita, se despiden de Juan y regresan a casa. La narradora reflexiona sobre la distancia que los separa a todos y sobre la importancia de ser auténtico. También contempla la noche y se plantea vivir su vida sin esperar el amor de un hombre.

XXVI

En este capítulo, Alicia está en casa con dos amigas y un chico rubio. Alicia está resfriada y no sale de casa. Empieza a hablar con una de sus amigas sobre Galo, quien se va de la ciudad. Alicia cuenta cómo era Galo cuando lo conoció y cómo ha cambiado desde entonces. Alicia se siente estúpida y habla de cómo Galo es un triunfador pero que la juventud ya está lejos. Después, la narradora, Valba, se siente angustiada y decide ir al piso desmantelado de Galo para entender su amor por él. Sin embargo, se da cuenta de que no tiene derecho sobre él y que no tiene nada que hacer allí. Valba se siente desesperada y piensa en la monotonía de la vida. Decide ir a casa de Alicia para escribirle una carta, pero luego la rompe y decide irse en un auto de línea hacia la sierra. Mientras avanza en el auto, Valba reflexiona sobre su regreso a la tierra y su dolor interior. A pesar de todo, Galo sigue vibrando en su ser mientras avanza hacia la sierra blanca de nieve.

XXVII

En este capítulo, Valba regresa a casa y se encuentra con Paula, quien la recibe con desconfianza. Valba pregunta por Aldo y Paula le cuenta que está obsesionado con Jacqueline, una chica de la mina. Valba se preocupa por su hija pequeña, pero Paula le dice que no pudo traerla debido a la nieve. Valba insiste en saber dónde está Aldo y Paula le dice que está trastornado por Jacqueline. Valba se enfada y Paula la lleva a su habitación, donde la desnuda y la trata bruscamente. Valba se queda dormida escuchando el galope del caballo de Aldo. Los días pasan y Aldo se muestra distante y con los ojos enrojecidos. Valba deambula sin rumbo y se encuentra con Eloy, quien le cuenta que Jacqueline persigue a Aldo. Valba se niega a casarse con Eloy y se ríe de la propuesta. Aldo llega y anuncia que se casará con Jacqueline. Valba se burla de ellos y se encierra en su habitación. Aldo y Jacqueline se casan en la escuela y reparten caramelos a los niños. Valba le pide a una criada que limpie el Cristo de la pared y se encierra en su habitación todo el día. En la aldea, el hijo del herrero toca la guitarra hasta el amanecer.

XXVIII

En este capítulo, Valba narra cómo Jacqueline y Aldo deciden abandonar el pueblo y mudarse a la ciudad. Al principio, Valba no cree que esto sea cierto, pero luego los ve partir en una vieja tartana. Valba se siente abandonada y traicionada por su hermano Aldo, quien siempre había mostrado amor por la tierra. Valba regresa a casa y encuentra la puerta de Aldo abierta, lo que le causa angustia. Luego, Valba corre hacia la iglesia, pero descubre que está en ruinas. En su regreso a casa, se encuentra con dos frailes y cierra los ojos para no verlos desaparecer. Lázaro comienza a hacerse cargo de las fincas y Valba se siente perdida y sin rumbo. Tito, el otro hermano de Valba, regresa y trae consigo alegría y proyectos para mejorar la tierra. Valba siente una mezcla de envidia y gratitud hacia Tito. La cosecha florece y Tito es feliz, pero Valba se debate entre amarlo o aborrecerlo. El verano llega y Valba se siente cada vez más aislada y adormecida. Valba también menciona que Tavi ha ingresado a la Academia y que ella se interna en el bosque para disfrutar de su soledad.

XXIX

En este capítulo, Aldo regresa a casa una noche y es recibido por la jauría de perros ladrando. Tito y el narrador bajan al zaguán para ver qué sucede. Aldo ha vuelto con una mirada de furia en sus ojos y no muestra alegría ante la noticia de la boda de Tito y Jacqueline. Tito intenta bromear y celebrar, pero Aldo lo aparta con violencia. Aldo se da cuenta de que Jacqueline ama a Tito y que él ha perdido tanto a ella como a la tierra. El narrador siente una mezcla de amor y odio hacia Aldo y corre hacia él, pero Aldo lo aparta y sube las escaleras. Tito lo sigue y comienza una discusión en la que Aldo le dice que puede quedarse con Jacqueline, pero que la tierra es solo suya. Aldo se enfurece y baja para buscar su escopeta. Dispara dos tiros a Tito, matándolo. El narrador cae de rodillas y se moja el rostro con la sangre de Tito, sintiendo una extraña caricia.

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