Fiesta al Noroeste

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Capítulos

I

En este capítulo, Dingo, el titiritero, viaja en su carro junto a su caballo y sus perros amaestrados. Se acercan a la comarca de Artámila, donde Dingo creció y huyó de la pobreza. Dingo recuerda su infancia en Artámila, un lugar hostil y poco agradecido. Al acercarse al pueblo, Dingo atropella accidentalmente a un niño que llevaba comida a su padre pastor. Dingo se siente culpable y decide llevar al niño en brazos hasta el pueblo. En el camino, el mudo, el hermano de Dingo, tiene un ataque de miedo y cae al suelo. Dingo continúa su camino y llega a la plaza central del pueblo, donde su carro se ha estrellado. Los niños del pueblo se acercan y saquean el carro. Dingo se da cuenta de que los niños de Artámila son como él cuando era niño, creciendo en la pobreza y la falta de oportunidades. Dingo decide buscar a Juan Medinao, un hombre del pueblo que podría ayudarlo.

II

En este capítulo, conocemos a Juan Medinao, un hombre que ha heredado la Baja Artámila debido a la usura ejercida por su abuelo. A pesar de ser el dueño de la casa y las tierras, Juan se siente ajeno a ellas. En un Domingo de Carnaval, mientras rezaba, es interrumpido por el alguacil y un guardia que le informan que han detenido a un saltimbanqui que ha causado un accidente. Resulta que este saltimbanqui es Dingo, quien le robó las monedas de plata a Juan cuando eran niños. Dingo le pide ayuda en los juicios y un préstamo para empezar de nuevo. Juan accede y lo lleva a su casa. Después, Juan decide ir a velar al hijo de Pedro Cruz, uno de sus pastores, quien ha sido herido por el saltimbanqui. En la casa de Pedro Cruz, Juan se siente culpable y resentido por la muerte del niño y la actitud de las mujeres del pueblo. Finalmente, la madre del niño comienza a moler café mientras llora.

III

En este capítulo, se narra la infancia de Juan Niño, hijo de Juan Padre y Salomé. Desde pequeño, Juan Niño vive en un ambiente de soledad y miedo, marcado por la ausencia de su padre y la presencia de una madre que sufre de problemas mentales. La infancia de Juan Niño está llena de temores y recuerdos traumáticos, como la violencia de su padre y la presencia de Salomé, una mujer que le atrae y aterra al mismo tiempo. A medida que crece, Juan Niño desarrolla una fe en Dios y una esperanza de redención para su padre y para sí mismo. Sin embargo, la muerte de su madre, que se suicida, lo sumerge en una profunda tristeza y soledad. En ese momento, Juan Padre muestra arrepentimiento y culpa por la muerte de su esposa, y Juan Niño, a pesar de no perdonarlo, encuentra en su dolor una fuerza para enfrentar la vida. El capítulo termina con Juan Niño acariciando la cabeza de su padre, consciente de que llevará consigo el peso del perdón y la compasión hacia los demás.

IV

En este capítulo, Dingo se encuentra siendo arrestado y llevado a la Artámila Central para ser procesado. Juan Medinao, su antiguo amigo, ha venido a prometerle su apoyo. Dingo le reprocha por haberle robado su libertad y su vida al escapar con el dinero. A pesar de esto, Dingo perdona a Juan y le agradece por su ayuda. Mientras son llevados en un carro, Juan promete seguir apoyando a Dingo y conseguir su fianza. Dingo se aleja sonriente, mientras Juan siente una ira violenta. Luego, se encuentra con el médico y el cura, y Juan experimenta una sensación de satisfacción al ver al joven sacerdote. Juan se acerca al cura y le ofrece confesarse, explicando las dificultades que enfrenta para asistir a misa y comulgar debido a la distancia.

V

En este capítulo, Juan Medinao confiesa al cura que es un hombre soberbio y que la soberbia ha dominado su vida en muchas ocasiones. Recuerda que a los diez años tuvo conciencia por primera vez de su soberbia, cuando su padre lo sacó de Artámila y lo llevó a un colegio lejos de allí. Durante cinco años en el colegio, Juan Niño se sintió diferente y distante de los demás, sin tener amigos y sin ganarse el afecto de los maestros. Durante las vacaciones, se quedaba en la casa jugando en el granero y manteniéndose alejado de los demás. Durante ese tiempo, no recuerda haber visto a su hermano, pero a veces pensaba en él y prefería pensar que estaba muerto. Un día, Juan Padre le habla de Pablo Zácaro, el hijo de Salomé, y Juan Niño se da cuenta de que su hermano está vivo. Esto le causa un dolor intenso y un nuevo deseo de conocerlo. Decide buscarlo y lo encuentra en la era, donde los niños se burlan de él. Juan Niño se da cuenta de que está preso allí, junto a su hermano, y decide quedarse y vencer a Pablo Zácaro. El perro lo sigue ladrándole a lo lejos.

VI

En este capítulo, Juan Niño observa a su padre, Juan Padre, quien se encuentra retenido en casa debido a un accidente. Juan Padre es extravagante y despilfarrador, lo cual indigna a Juan Niño, quien es ahorrativo y reservado. Juan Padre organiza una fiesta en la que invita a los jornaleros a beber vino en el patio de la casa. Juan Niño observa desde su habitación y piensa en cómo él dominará a los trabajadores cuando sea su turno de dirigirlos. También observa a su hermano Pablo Zácaro, quien es generoso y amable con los demás. A pesar de su actitud distante, Pablo es querido por las personas y los animales. Un día, Juan Padre le compra a Pablo uno de los cachorros de mastín que había llevado al río para ahogar. Juan Niño se enfada y confronta a Pablo, pero este le devuelve el dinero y se va. Juan Niño siente una mezcla de admiración y resentimiento hacia su hermano. Más tarde, Juan Niño y Dingo, su amigo, se encuentran con un carro de comediantes en la plaza del pueblo. Dingo se emociona y le dice a Juan Niño que se irán juntos con ellos. Sin embargo, Juan Niño siente miedo y no comparte el entusiasmo de Dingo. Después de presenciar la función de los comediantes, Juan Niño se siente desilusionado y se aleja de la plaza. Al día siguiente, Juan Niño descubre que Dingo y Perico se han ido. Juan Niño se siente culpable por haber robado dinero a su padre y reza por su perdón. Finalmente, Juan Niño encuentra un lugar vacío junto al chopo, donde Dingo y Perico solían reunirse, y se da cuenta de que han desaparecido.

VII

En este capítulo, Juan Medinao reflexiona sobre su vida condicionada por la presencia de su hermano, Pablo Zácaro. Recuerda cómo lo conoció cuando era niño y cómo su amor y su influencia han sido una carga para él. Juan Medinao se ha convertido en un hombre solitario y distante, viviendo como novicio de una religión que va hacia sí mismo. Sin embargo, su hermano Pablo se ha convertido en un hombre fuerte y decidido. Un día, Juan Medinao descubre que Pablo está construyendo una choza en el bosque y se enfrenta a él. Pablo explica que quiere tener su propia casa y vivir de acuerdo a sus propias decisiones. Juan Medinao se enfurece y desea la muerte de su hermano. Después de este encuentro, Juan Medinao se da cuenta de que su amor por Pablo es como un cáncer y decide tomar medidas drásticas para separarse de él. Primero, estrangula a su perro, que fue un regalo de Pablo, y luego organiza una huelga de los jornaleros en su campo para alejar a Pablo de su vida. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, Juan Medinao no puede olvidar a su hermano y sigue buscándolo. Finalmente, descubre que Pablo se ha enamorado de una chica de la aldea y ha decidido irse a la ciudad con ella. Juan Medinao intenta convencer a Pablo de que regrese, pero su hermano se niega y afirma que no puede vivir entre ellos. Juan Medinao se siente derrotado y se casa con Delia, la chica que estaba enamorada de Pablo. Sin embargo, su matrimonio es infeliz y Juan Medinao se da cuenta de que siempre estará separado de su hermano. En un intento desesperado por olvidar a Pablo, Juan Medinao confiesa sus pecados al cura y recibe la absolución.

VIII

En este capítulo, se describe el entierro del niño de Pedro Cruz. La madre suplica al viejo doctor que no estropee al niño, pero él la aparta bruscamente. El cuerpo del niño está descompuesto y el hedor invade la habitación. El viejo doctor enciende un puro y empieza a quitar las cintas y las flores de papel que cubren el cadáver. La madre sufre al ver la cabeza del niño golpearse contra el suelo mientras el médico lo manipula. El curita reza los responsos y Juan Medinao lo observa desde la sombra. Afuera, los niños de la aldea esperan impacientes y juegan en el barro. Cuando sacan al muerto, las vecinas le vuelven a poner flores en la boca. Los niños forman un cortejo y Juan Medinao y Pedro Cruz lo presiden. En el campo, un grupo de niños se sube a la tapia con caretas encontradas en el baúl del titiritero, pero Pedro Cruz los ahuyenta a pedradas. El médico come un bocadillo y el curita reza. Meten al niño en una caja de madera y la cierran con dificultad. El médico se limpia la boca y se hurga entre los dientes. Los niños arrojan tierra y piedras a la fosa, y Pedro Cruz, no acostumbrado a esto, grita y huye. Las mujeres lo miran mientras los responsos continúan. Los niños enderezan las cruces caídas y el viejo doctor escribe el protocolo de la autopsia.

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