Los milagros del vino

45 minutos

1

En este capítulo, se describe el ambiente invernal en la ciudad de Corinto, donde la tranquilidad reina durante la noche. Podalirio, sentado en la terraza del Asclepion, contempla la ciudad dormida y se sumerge en sus recuerdos de infancia en Siracusa. Fue entregado al templo de Asclepio como ofrenda de agradecimiento por la curación de su padre, quien había enloquecido. Podalirio se convirtió en sacerdote y presenció numerosas curaciones milagrosas en el santuario de Epidauro. Sin embargo, a pesar de su fe, a veces duda de la capacidad del dios para curar a todos. El capítulo termina con Podalirio rezando en el santuario y pidiendo la protección de Asclepio.

2

En este capítulo, Podalirio se despierta de un sueño en el que discutía con el hierofante, su superior en el culto de Asclepio. Aunque normalmente evita discutir con él, en este sueño se permitió expresar lo que realmente pensaba. Mientras tanto, en el patio, se escucha una disputa entre mujeres. Su esposa lo despierta y le informa de que unas mujeres lo están buscando. Podalirio se viste y baja al patio, donde encuentra a dos mujeres ricas que han traído ofrendas al templo, incluyendo habas. El hierofante se niega a aceptar las habas y expulsa a las mujeres del templo. Podalirio intenta mediar, pero el hierofante se enfurece y se va corriendo. Las mujeres se marchan, dejando las ofrendas excepto las habas. Podalirio se siente cansado de la actitud del hierofante y decide irse, dejando a su esposa sorprendida.

3

En este capítulo, Podalirio camina por las afueras de Corinto, absorto en sus pensamientos y preocupaciones. Ignora a las personas que se le acercan y a los leprosos que le piden bendiciones. Camina por senderos y sube colinas hasta llegar a una fuente donde se refresca y recupera la calma. Desde allí, contempla la ciudad y el mar, y recuerda el oráculo de Delfos. Luego, se dirige hacia la montaña y llega al templo de Afrodita en la cima de la Acrocorinto. Allí, presencia la ceremonia de desvelamiento de la estatua de la diosa y se emociona. Después, se encuentra con Eos, quien lo invita a su casa en la acrópolis. En la casa, Podalirio se siente reconfortado y Eos le pregunta qué le ha sucedido. Él le cuenta sobre su disputa con el hierofante y ella estalla en risas. A pesar de todo, se siente feliz de estar con Eos y se entregan a su amor.

4

En este capítulo, Podalirio despierta en la cama junto a Eos, quien lo mira con alegría. Comentan sobre cómo Eos ha conservado su belleza a lo largo de los años y ella le confiesa que, a pesar de su apariencia, envejecer le preocupa. Eos le explica que en la Acrocorinto hay muchas mujeres mayores que ya no pueden salir de la ciudad y que su única ocupación es servir a las jóvenes. Podalirio le asegura que ella es diferente y que su inteligencia la ayudará a encontrar la felicidad. Se besan y disfrutan de su compañía.

Luego, el capítulo retrocede en el tiempo y narra cómo Podalirio conoció a Eos en una procesión en honor a Adonis. Las mujeres lloraban y golpeaban sus pechos desnudos mientras llevaban una balsa con la imagen de Adonis al mar. Podalirio se enamora de Eos, quien sonríe en lugar de llorar como las demás mujeres. Después de la procesión, Podalirio sigue a Eos hasta la fuente de Anfitrite, donde la observa con admiración. Un hombre le advierte que Eos no es fácil de conquistar, pero Podalirio no se rinde y finalmente se encuentran. Eos le reprocha por no haber hecho su ofrenda a la diosa Citera y le promete ayudarlo.

5

En este capítulo, Podalirio decide regresar a su casa después de pasar dos noches en la Acrocorinto. Antes de despedirse, Eos le propone ir al extremo norte de la montaña para ver salir el sol. Caminan en silencio junto a un grupo de hieródulas que cantan el himno a Helios. Cuando el sol sale, las mujeres lanzan sus antorchas como ofrenda y regresan a la montaña. Eos y Podalirio se quedan contemplando la vista y hablan sobre su relación. Podalirio expresa su descontento con su vida y su pérdida de fe en los dioses. Eos le dice que debe aceptar su destino y valora lo que tiene. Finalmente, se despiden y Podalirio se va con una sensación de alivio y sabiduría.

6

En este capítulo, Podalirio regresa a su casa y encuentra a su esposa, Nana, a su hijo y a su nuera mirándolo con lástima. Nana le explica que el hierofante está enfermo a causa del disgusto y no se ha levantado desde el incidente en el mercado. A pesar de las recomendaciones de su hijo, Nana continúa quejándose de las habladurías en Corinto. Podalirio reflexiona sobre sus errores y se disculpa con su esposa por haberle causado sufrimiento. Decide ir a casa de Epafo para pedir perdón, a pesar de las advertencias de Nana. Al llegar, es recibido por la esposa del hierofante, quien lo recibe con desprecio. Erictonio, el esclavo del hierofante, le aconseja a Podalirio que se marche de Corinto para restaurar la honra de Epafo. El hierofante se muestra enfadado y herido por los insultos de Podalirio. Erictonio continúa acusando a Podalirio de conspirar para ocupar el puesto de Epafo. Podalirio niega las acusaciones y trata de defenderse, pero se siente atrapado en la situación. Finalmente, Epafo le ordena que se vaya de Corinto para que pueda creer en su inocencia.

7

En este capítulo, Podalirio le cuenta a Nana que el hierofante no está dispuesto a entrar en razón y que teme que no le perdone. Nana se lamenta de tener que abandonar Corinto y Podalirio le dice que encontrarán la manera de salir adelante en otra ciudad. Nana se enfada al mencionar Sicilia y le da un cocimiento de hierbas para tranquilizarlo. Ella le dice que ha llegado el momento de tomar una determinación y que debe enfrentarse al hierofante. Podalirio se niega a usurpar el puesto de Epafo y Nana le reprocha por su indecisión. Ella le aconseja que acuda al gobernador Galión como amigo para encontrar una solución. Podalirio acepta el consejo y decide ir a ver a Galión. Nana se alegra y le pide que no acepte el cargo de hierofante. Podalirio le pide que no hable con nadie sobre el tema y decide descansar antes de ir a ver a Galión. Nana le prepara la comida y le enciende un brasero en el dormitorio.

8

En este capítulo, se describe la ciudad de Corinto, situada en la provincia romana de Acaya, como un lugar de gran importancia y fama debido a su libertad de costumbres y su ubicación estratégica entre el Mediterráneo oriental y occidental. Aunque la ciudad fue saqueada y despoblada por los romanos, fue reconstruida y se convirtió en una colonia romana con el nombre de Laus Iulia Corinthiensis. El gobernador de Acaya, Lucio Junio Galión, se hace amigo de Podalirio, el sacristán del Asclepion, y juntos discuten sobre la filosofía y la vida en la ciudad. Podalirio confiesa a Galión que ha sido denunciado por el hierofante del Asclepion por insubordinación y desacato. Galión tranquiliza a Podalirio, asegurándole que la denuncia no le causará ningún daño y que el hierofante probablemente se arrepentirá y retirará los cargos. Ambos deciden dar un paseo por los campos y visitar la tumba de Diógenes de Sínope, filósofo cínico. Galión sugiere a Podalirio que él debería ser el nuevo hierofante del Asclepion, ya que es una persona serena y virtuosa, y que esto resolvería muchos de sus problemas. Podalirio se muestra reticente, pero finalmente accede a ir a la casa de Galión para tomar una copa de vino y reflexionar sobre la situación.

9

En este capítulo, Podalirio se encuentra caminando por la orilla del mar en medio de la oscuridad y la angustia. Siente un profundo sentimiento de soledad y abandono, recordando el día en que su padre lo entregó a los sacerdotes de Epidauro cuando era solo un niño. En su desesperación, llama a su madre y las olas se calman, creyendo que la encontrará al cruzar el mar. Sin embargo, se va agotando y las sombras y la profundidad amenazante lo rodean. Pide ayuda a Asclepio, pero solo aparecen criaturas enviadas por Posidón. Finalmente, se hunde en el mar y siente la presencia de Hades. En ese momento, escucha una voz conocida y se encuentra con Eos, quien lo abraza y le dice que debe regresar. Sin embargo, Eos se va volviendo fría y le dice que debe irse porque su esposa, Nana, lo espera. Podalirio despierta de una pesadilla y se da cuenta de que ha vomitado en la cama. Nana y su hijo Egimio entran a la habitación y Nana lo regaña por su comportamiento. Lo ayuda a levantarse y lo lleva a su alcoba, donde se acuestan juntos. Nana muestra compasión por él y lo consuela, pero también le recrimina por sus acciones. Finalmente, se reconcilian y se duermen juntos.

10

En este capítulo, el procónsul Galión se ausenta temporalmente de Corinto y Podalirio se alegra por el cese de las fiestas y el regreso a la rutina en el templo. Sin embargo, la relación entre Podalirio y el hierofante Epafo sigue tensa después del incidente de las habas. Podalirio espera que con el tiempo los rencores se disuelvan, pero Nana, su esposa, sospecha que el esclavo Erictonio ambiciona el cargo de sacristán. Podalirio considera absurdas estas sospechas. Unos meses después, Podalirio ve la oportunidad de hacer las paces con Epafo durante las fiestas de Higea. Intenta hablar con él cuando Erictonio no está presente, pero se encuentra con Epafo escondido en el laurel sagrado. Después de un tenso encuentro, Epafo accede a hablar con Podalirio sobre las fiestas. Podalirio solicita permiso para bajar la estatua de Asclepio al atrio durante las festividades, pero Epafo se muestra reacio. La discusión se intensifica y Epafo acusa a Podalirio de emborracharse con el procónsul. Podalirio decide terminar la disputa y regresar a casa, pero Epafo cambia de actitud y se arrodilla, suplicando a Podalirio que no le quite su puesto. Podalirio niega tener intenciones de ocupar el cargo y trata de calmar a Epafo, pero este último se muestra confuso y desesperado. Podalirio decide llevar a Epafo al templo y pedir la intervención de Asclepio. Sin embargo, Epafo se niega y huye, gritando que Podalirio tiene un demonio. Podalirio lo persigue y se encuentran con un grupo de fieles que presencian la escena. Podalirio les explica la situación y pide su ayuda para detener a Epafo. Juntos logran capturarlo y lo llevan al templo para realizar un exorcismo. Luego, la esposa de Epafo y el esclavo Erictonio también son poseídos y sometidos al mismo ritual. Podalirio decide informar a las autoridades sobre lo sucedido y se dirige al tribunal para hacer su declaración. El magistrado escucha atentamente y ordena que se envíen guardias al templo para vigilar la situación.

11

En este capítulo, toda la ciudad de Corinto se entera de lo sucedido en el Asclepion y se propagan exageraciones y rumores sobre los demonios que poseyeron al hierofante, su esposa y su esclavo. La gente se obsesiona con el tema y se congrega alrededor del templo para presenciar los acontecimientos extraordinarios. El sacristán, Podalirio, se esconde en su casa y se niega a enfrentar la curiosidad de la gente. El magistrado llega al templo y pide inspeccionarlo, por lo que el sacristán se ve obligado a abrir la puerta. Al entrar, encuentran al hierofante despierto y atado, y la multitud se asombra. El sacristán decide desatar al hierofante y se da cuenta de que su esposa y su esclavo también están despiertos. Sin embargo, el hierofante afirma que su esposa y su esclavo han muerto y que despertó junto a sus cadáveres. El sacristán comprueba que están vivos y decide cuidar de ellos para que se recuperen. El magistrado y los guardias se marchan, y el sacristán advierte a los tres que no deben hablar de lo sucedido. Después de una discusión, el sacristán impone su autoridad y les ordena que se vayan a casa. Finalmente, el sacristán y su esposa se sientan junto al fuego, agotados, y ella muestra admiración por su valentía. Sin embargo, el sacristán le advierte que no debe hablar de lo sucedido y se marcha de la casa por tres días para pensar.

12

En este capítulo, Eos y Podalirio están sentados junto a las murallas de la Acrocorinto, admirando la belleza del mundo. Eos le dice a Podalirio que no le sorprende lo que le ha contado sobre los demonios, ya que ella cree que él es un ser superior con un alma pura y bondadosa. Podalirio confiesa que mintió sobre los demonios y que todo fue una invención para librarse de los problemas que le causaban. Eos le reprocha su incredulidad y le dice que hay presencias invisibles que actúan en el mundo. Podalirio explica que no cree en los espíritus dentro del hierofante, pero que sí cree en su existencia. Eos le recuerda que el exorcismo que hizo funcionó y que ahora podrá ayudar a mucha gente. Podalirio se siente consolado por las palabras de Eos y juntos se dirigen a la casa de ella. En el camino, se encuentran con Nice, quien les informa de que todos en el monte ya saben sobre los demonios y están deseando ver a Podalirio para contarle sus problemas.

13

En este capítulo, un emisario de Epidauro llega al Asclepion y Nana se sobresalta al recibirlo. Ella le cuenta a su esposo, Podalirio, sobre la visita del hombre misterioso. Podalirio decide hablar con él y Nana le advierte que no revele la verdad sobre el exorcismo realizado en el Asclepion. El emisario resulta ser Axión, un antiguo alumno de Podalirio en Epidauro. Axión le cuenta a Podalirio que el procónsul Galión ha informado al gran hierofante de Epidauro sobre los problemas en el Asclepion y la locura de Epafo. Axión ha sido enviado para investigar la situación y preparar el terreno antes de la llegada del gran hierofante a Corinto. Podalirio confiesa a Axión sobre el exorcismo y la situación con Epafo. Nana interrumpe la conversación y evita que Podalirio revele más detalles. Axión le informa a Podalirio que el gran hierofante vendrá a Corinto para poner orden en el Asclepion. Axión visita a Epafo y su familia y concluye que están locos y deben irse del Asclepion antes de la llegada del procónsul. Axión le ordena a Epafo que se vaya en nombre del sumo sacerdote de Epidauro.

14

En este capítulo, Nana despierta a Podalirio antes del amanecer para informarle de que se van. Podalirio, que no ha dormido en toda la noche, se siente apesadumbrado por la partida. A pesar de la reticencia de Nana, Podalirio decide despedirse y se dirige a la casa del hierofante. Allí se encuentra con su hijo Egimio y se despide de él antes de acercarse al carro donde están Epafo y su esposa. Sin embargo, el hierofante se muestra enfadado y le desea la muerte a Podalirio. Dos días después, Corinto se prepara para recibir al gran hierofante de Epidauro. La ciudad está engalanada y la gente espera ansiosa su llegada, esperando un milagro de curación. Podalirio también está presente en la plaza, nervioso por haber usurpado el cargo de hierofante. El procónsul de Roma le pide que se siente a su lado, a pesar de la resistencia de Podalirio. Finalmente, el gran hierofante llega a la plaza en un carro tirado por bueyes blancos y se realiza una ceremonia de bienvenida. Después, la comitiva se dirige al Asclepion, donde el sumo sacerdote inspecciona todo el lugar. Se ofrece un banquete en el patio y el hierofante decide hospedarse en la casa de Podalirio.

15

En este capítulo, el gran hierofante de Epidauro, Tereo, y Podalirio, salen temprano por la mañana para tener una conversación privada. Caminan por los campos entre Corinto y el mar, disfrutando del amanecer y la tranquilidad. Podalirio admira y respeta al hierofante, quien tiene una apariencia venerable y misteriosa. Podalirio le cuenta a Tereo sobre sus dificultades en Corinto y el incidente con los espíritus y el exorcismo. Tereo escucha en silencio y luego le sugiere a Podalirio que podría haberse deshecho de Epafo aprovechando su amistad con el procónsul romano. Podalirio explica que le resultaba doloroso hacerlo. Tereo reflexiona sobre los tiempos difíciles que están viviendo y la decadencia que se avecina. Podalirio expresa su descontento con el imperio romano y la falta de paz. Tereo le recuerda que todo sucumbe y que la sucesión de imperios es cíclica. Podalirio llora y expresa su tristeza por la falta de esperanza en el presente. Tereo le dice que su añoranza es una ilusión y le insta a quedarse en el Asclepion, ya que es necesario para el culto de Asclepio. Podalirio duda de su fe y Tereo le recuerda que los fieles lo necesitan y que ha demostrado su habilidad para expulsar demonios. Finalmente, deciden regresar al Asclepion y Tereo confirmará los poderes de Podalirio.

16

En este capítulo, Podalirio disfruta de la tranquilidad del amanecer en Corinto, observando el paisaje desde la terraza. Sin embargo, es interrumpido por la voz de su esposa, Nana, quien le reprocha por estar pensando en lugar de ocuparse de sus responsabilidades. Nana le informa que una mujer ha llegado temprano al templo con su hijo enfermo y espera ver a Podalirio. El sacerdote se dirige al templo y atiende a la mujer y su hijo, quienes han sufrido los ataques de un espíritu maligno. Podalirio examina al muchacho y determina que sufre de la "enfermedad sagrada", una condición en la que los espíritus infernales se enamoran de personas hermosas. A pesar de sus esfuerzos, el sacerdote sabe que es difícil liberar al joven de esta enfermedad. Realiza un ritual y coloca una serpiente sobre el pecho del muchacho mientras duerme. Luego, Podalirio regresa a su casa y comparte un momento tenso con Nana, quien le reprocha por no ocuparse de su hijo, Egimio. Nana sugiere que Egimio se convierta en su ayudante en el templo, pero Podalirio se muestra reacio. La discusión se interrumpe cuando Egimio llega a casa y Nana le informa que su padre ha aceptado que lo ayude en el templo, lo que llena de alegría al joven.

17

En este capítulo, Egimio observa atentamente a su padre, Podalirio, mientras este prepara medicamentos en el pequeño cuartucho del Asclepion. El cuarto está lleno de jarrones, recipientes, utensilios y hierbas medicinales. Podalirio explica a su hijo la importancia de ser un buen herborista para ser un buen curador. Mientras trabajan, escuchan voces en el patio y descubren a Cranón, un soldado sin piernas, y su esclavo. Cranón le cuenta a Podalirio que ha tenido un sueño en el que recuperaba sus piernas y le pide al sacerdote que interprete el sueño y realice un sacrificio a Asclepio para que le devuelva las piernas. Podalirio intenta explicarle que los sueños pueden ser engañosos, pero Cranón se enfada y exige que se haga el sacrificio. Finalmente, Podalirio accede a hacerlo y Cranón se va a buscar los animales para el sacrificio. Podalirio, agotado y preocupado, le pide a Egimio que le traiga un jarro de elixir de artemisa.

18

En este capítulo, Galión y Podalirio están sentados frente a la tumba de Diógenes. Podalirio está preocupado porque tiene que hacer un sacrificio que no tiene nada que ver con la verdadera medicina de Asclepio. Galión le dice que no se preocupe y que cumpla con su oficio sin sentirse culpable. Podalirio se queja de la superstición y Galión le dice que no se preocupe por eso y que deje que la fe de la gente haga su trabajo. Luego, deciden ir a una taberna en el puerto para beber vino y bailar. En la taberna, Galión y Podalirio se emborrachan y se divierten. Galión baila y Podalirio intenta bailar pero no puede seguir el ritmo. Luego, Eos, una hetera de Afrodita, aparece y se lleva a Podalirio afuera. Caminan por la playa y hablan sobre el culto de Isis. Luego se besan y se acuestan en la arena. Se quedan dormidos bajo la luna.

19

En este capítulo, Podalirio se encuentra perdido en la oscuridad de la noche mientras intenta encontrar el camino de regreso a Corinto. Desesperado y agotado, se topa con un carro oscuro y sucio que se detiene frente a él. Sin embargo, descubre que no es el carro de Galión y que está vacío, excepto por la estatua de Asclepio sentada en el asiento. De repente, un ser demoníaco sin piernas se sube al carro y comienza a atacar a Podalirio. A pesar de su lucha, no puede deshacerse del demonio y finalmente salta del carro, solo para encontrarse sumergido en el mar. Agarrándose a la estatua de Asclepio, Podalirio nada en busca de tierra firme y finalmente llega a una playa. Allí, es recibido por Eos, quien le dice que ha estado dormido y que ha tenido una pesadilla. Después de bañarse juntos, deciden regresar a Corinto. En el camino, Eos le cuenta la historia de Osiris e Isis y le pide a Podalirio que se encargue de embalsamarla después de su muerte. Aunque al principio se muestra reacio, finalmente accede a su petición. Al llegar a Corinto, presencian la ejecución de un ajusticiado y Eos se asusta. Se despiden y cada uno sigue su camino. Podalirio regresa a casa, donde Nana le informa que el joven acosado por el demonio se ha ahogado. Podalirio queda devastado por la noticia.

20

En este capítulo, Podalirio se despierta en la cama después de una noche de sueño inquieto. Su esposa, Nana, lo llama varias veces para que se levante. A pesar de su desagrado, Podalirio decide quedarse en la cama y fingir que acaba de despertar. Nana le informa que hay mucha gente importante esperando en el templo para presenciar un sacrificio que él debe realizar. El soldado Cranón, que perdió las piernas en la guerra, ha llegado al templo con su familia y esclavos, trayendo animales para el sacrificio. Cranón cree que Asclepio le devolverá las piernas a través del sacrificio. Podalirio se siente abrumado por la situación y se niega a cumplir con las expectativas de la gente. Sin embargo, Nana lo convence de que debe hacer el sacrificio para evitar problemas. Podalirio se prepara y se dirige al templo, donde la gente espera con entusiasmo. El toro que se utilizará en el sacrificio entra en el templo descontrolado y causa destrozos. Finalmente, el fuego se controla y Podalirio y Galión salen del templo. La gente está indignada con Cranón por su elección del toro. Podalirio le dice a Cranón que debe aceptar que no recuperará sus piernas y que todos deben dejar ir las cosas en la vida. La gente se va decepcionada y Podalirio se siente desolado.

21

En este capítulo, Podalirio y su hijo Egimio van al mercado del ágora en Corinto para comprar los materiales necesarios para el Asclepion. Deciden comprar una tela de damasco de color sangre para hacer un nuevo velo para la imagen del dios. Mientras están en el mercado, una mujer llamada Ródope se acerca a Podalirio y le pide hablar con él. Ródope le cuenta que ha presenciado un suceso extraño en el que dos hombres se hicieron pasar por dioses y realizaron milagros en la ciudad de Listra. Estos hombres eran mensajeros divinos y habían curado a un hombre cojo. Ródope está preocupada porque su esposo, Titio Justo, está obsesionado con estos hombres y pasa mucho tiempo en la sinagoga judía escuchándolos. Ella le pide a Podalirio que hable con su esposo y descubra si ha caído bajo el influjo de los judíos o si realmente ha presenciado un milagro divino. Podalirio se muestra intrigado por la historia y promete hablar con Titio y el judío. Antes de irse, Ródope le pide a Podalirio que mantenga todo esto en secreto.

22

En este capítulo, se narra la historia de Baucis y Filemón, dos ancianos piadosos que vivían en una pequeña cabaña en Frigia. Un día, Júpiter y Mercurio se presentaron en forma humana y buscaron alojamiento, pero todas las puertas les fueron cerradas, excepto la de Baucis y Filemón. Los ancianos los recibieron con amabilidad y les ofrecieron comida y descanso. Los dioses se dieron cuenta de la humildad y generosidad de Baucis y Filemón, y decidieron recompensarlos. Les revelaron su verdadera identidad y les dijeron que iban a destruir la comarca impía, pero que ellos serían salvados. Los ancianos siguieron a los dioses hasta la cima de una montaña y, desde allí, vieron cómo toda la región quedaba sumergida bajo el agua, excepto su humilde cabaña, que se transformó en un templo. Los dioses concedieron a Baucis y Filemón su deseo de morir juntos y los convirtieron en sacerdotes del templo. Con el paso de los años, los ancianos se transformaron en árboles, pero aún podían comunicarse. La historia termina con Podalirio reflexionando sobre la existencia de los dioses y la naturaleza de las historias mitológicas.

23

En este capítulo, Galión le cuenta a Podalirio sobre las historias que los judíos están propagando acerca de un dios venido a la Tierra. Galión explica que los judíos creen en la llegada de un Mesías, un ungido que gobernará sobre los hombres. Podalirio muestra escepticismo y compara estas historias con los mitos de los reyes divinos. Galión menciona que algunos judíos afirman que el Mesías ya ha llegado y que ha resucitado de entre los muertos. Podalirio se muestra intrigado y desea hablar con los judíos para obtener más información. Galión le aconseja que siga su curiosidad y que vaya a Delfos para escuchar su propia voz. Podalirio acepta hablar con los judíos, pero se muestra indeciso sobre ir a Delfos. Termina diciendo que irá a la biblioteca para aclarar sus ideas.

24

En este capítulo, Podalirio regresa al Asclepion después de pasar horas en la biblioteca buscando respuestas a sus preguntas. En su camino, ve una bandada de aves volando hacia el sur y siente el aroma del verano que se desvanece. Al llegar a su casa, se encuentra con una carreta que lleva un cadáver tapado con un sudario blanco y rodeado de flores marchitas. Aparece la enana Nice, cubierta de negro, y le revela que el cadáver es el de Eos, quien se había envenenado. Podalirio se lamenta por no haber sabido antes y se culpa por no haber estado allí para ella. Nice le explica que Eos quería ser embalsamada y había contratado a un egipcio para hacerlo, pero temía que la estafaran. Eos confiaba en Podalirio para asegurarse de que se cumplieran sus deseos. Podalirio se niega a hacerlo, pero Nana, su esposa, se ofrece a llevar el cuerpo al egipcio. Finalmente, la carreta parte con el cuerpo de Eos y Podalirio se queda lamentándose mientras se pierde en la oscuridad.

25

En este capítulo, Podalirio se encuentra sentado en la terraza del Asclepion, contemplando el paisaje nocturno de Corinto. A pesar de la belleza de la luna y las estrellas, se siente abrumado por la tristeza y la confusión. Su mente está llena de recuerdos de Eos, pero solo le traen dolor. En ese momento, Nana, su esposa, se acerca y le ofrece un manto para abrigarse, pero Podalirio no muestra gratitud. Nana le ruega que coma y descanse, pero él no le presta atención. Podalirio expresa su desesperación por no poder recrear la belleza y la alegría que Eos le brindaba. Nana intenta consolarlo, pero él se siente incomprendido. Finalmente, Podalirio revela su deseo de emprender un viaje en busca de algo desconocido. Nana se muestra desconcertada por su extraño deseo, pero lo apoya y le ofrece comida reconfortante.

26

En este capítulo, Podalirio y su hijo Egimio están paseando y conversando en el patio del Asclepion después de pasar todo el día elaborando medicamentos. Durante su conversación, Podalirio siente la necesidad de contarle a su hijo sobre su lejano pasado. Egimio le pregunta por su abuelo, a lo que Podalirio responde que muchos de esos recuerdos son borrosos para él. Sin embargo, decide contarle la historia de su padre, Ericteo, quien servía en el templo de Apolo y enloqueció al obsesionarse con el rostro de una ninfa reflejada en las aguas de una fuente. Podalirio explica que su padre quedó como ausente, llorando y riendo sin motivo, perdido en sus pensamientos. Luego, Podalirio reflexiona sobre cómo la locura de su padre era como una ceguera de la mente, una incapacidad de ver el mundo al estar obsesionado con lo divino. Egimio escucha atentamente, aunque no comprende del todo. Podalirio continúa contando que su padre cayó al mar en su locura, pero fue salvado por Asclepio. Como agradecimiento, ofreció a su primogénito, Podalirio, para ser sacerdote en Epidauro. Podalirio muestra a Egimio una tablilla con una inscripción que prueba su don para Asclepio. Emocionados, padre e hijo se miran y Egimio expresa su deseo de ir a Epidauro para aprender todo lo que se enseña allí. Sin embargo, Podalirio decide que debe hacer ese viaje solo y que Egimio debe quedarse a cuidar del Asclepion.

27

En este capítulo, Podalirio se encuentra con Ródope en el camino hacia la biblioteca. Ródope le explica que iban al Asclepion para hacer un sacrificio a Asclepio. Podalirio se muestra curioso por los gallos que llevan consigo. Ródope explica que en Frigia las mujeres caminan descalzas y que considera importante ir al templo con reverencia. Luego, Ródope le revela a Podalirio que el judío del que le había hablado se hospeda en su casa debido a problemas en la sinagoga. Podalirio muestra interés y Ródope le pide ayuda y consejo. Podalirio accede a ir a su casa para escuchar lo que tienen que decir. En el camino, Ródope le explica que han preparado un banquete en su casa. Podalirio muestra su desinterés por los festines, pero accede a quedarse. Al llegar a la casa de Titio Justo, se encuentran con una reunión animada. Podalirio se siente decepcionado al ver que los invitados son personas comunes y corrientes. Ródope le suplica que no se vaya y le asegura que son personas normales a pesar de sus creencias. Finalmente, Podalirio accede a quedarse y escuchar lo que tienen que decir. Saoul, el judío, comienza a hablar y explica que han encontrado al dios desconocido, el creador del mundo y de todo lo que hay en él. Podalirio muestra su escepticismo y se marcha de la reunión. Antes de irse, Lucius le entrega un rollo de pergamino con la vida de ese hombre del que querían hablarle. Podalirio acepta leerlo.

28

En este capítulo, Podalirio se encuentra leyendo un maravilloso texto que le provoca una gran emoción. Las lágrimas brotan de sus ojos mientras lee y se pregunta si lo que está escrito podría ser verdad. En ese momento, su esposa Nana entra en la habitación y lo encuentra en ese estado. Ella se preocupa por él y le pregunta si no puede dormir debido a los recuerdos de una mujer que lo atormenta. Podalirio le explica que está emocionado por lo que ha leído y que necesita tomar una determinación. Nana se preocupa aún más y piensa que Podalirio está pensando en quitarse la vida. Sin embargo, él le explica que se refiere a emprender un largo viaje por mar. Nana se angustia y le suplica que no lo haga. Podalirio le asegura que no tiene intención de suicidarse y que necesita realizar este viaje. Nana se preocupa por su esposo y le sugiere que vayan al templo a dormir. Podalirio se acuesta y trata de olvidar sus pensamientos. Al día siguiente, su hijo Egimio lo despierta y le informa que Nana se ha envuelto en una piel de oveja y está en el templo del Asclepion. Podalirio va al templo y encuentra a Nana diciendo que está tratando de librarse de los demonios que han entrado en su vida. Podalirio intenta convencerla de que no hay demonios, pero Nana se niega a salir de la yacija. Podalirio se desespera y Egimio decide preparar un cocimiento de flor de artemisa. Podalirio intenta desliar la piel de oveja de Nana, pero ella se niega a salir. Nana afirma que los demonios existen y que están persiguiendo a Podalirio.

29

En este capítulo, Podalirio decide ir a la casa de Lucius para hablar con él sobre el manuscrito que le había prestado. Ródope le informa que Lucius está en el despacho de su marido y deciden ir a dar un paseo para poder hablar con más tranquilidad. Durante el paseo, Podalirio expresa su emoción por la historia del manuscrito y cómo ha despertado en él ciertas intuiciones. Lucius confirma que también ha experimentado lo mismo al leer la historia. Ambos médicos coinciden en que la historia es diferente a todo lo que han leído antes y que representa una nueva forma de mirar hacia lo divino. Discuten sobre los milagros y cómo la historia relata la liberación de las personas de sus sufrimientos. Lucius le regala el manuscrito a Podalirio y le cuenta que está escribiendo su propia versión de la historia. Podalirio le pide una copia y Lucius le dice que puede quedarse con el manuscrito original. Podalirio expresa su deseo de viajar a Palestina para comprobar por sí mismo si la historia es cierta. Lucius le da indicaciones sobre cómo llegar allí y le asegura que encontrará las respuestas que busca. Podalirio decide partir hacia Palestina.

30

En este capítulo, Podalirio camina por las afueras de Corinto, absorto en su tristeza y nostalgia por Eos. De repente, ve la Acrocorinto iluminada por la luna y siente frío por la separación. Grita el nombre de Eos, pero solo obtiene silencio como respuesta. Decide caminar hacia la montaña en busca de algún recuerdo de su amada. Al llegar a la cima, contempla la ciudad y siente que nada le importa en este mundo. En ese momento, Afrodita aparece y le ofrece su adoración a cambio de un regalo. Podalirio se entera de que Eos está muerta y enterrada, lo que lo lleva a llorar amargamente. Afrodita se burla de él y le advierte que no se rebele contra los dioses. Luego, le muestra un ánfora con la sangre de la Gorgona, que puede resucitar a Eos. Podalirio se emociona y se postra ante la diosa. Sin embargo, Eos aparece y revela que no ha resucitado y que la sangre de la Gorgona no sirve de nada. Eos golpea a Afrodita con una escoba y la convierte en arena. Podalirio se sorprende, pero Eos le dice que los dioses son polvo que se lleva el viento. Luego, le aconseja que vaya a Palestina para encontrar su verdad y barrer sus propios demonios. Podalirio se entristece por la separación, pero finalmente despierta de su sueño y se da cuenta de que ha tenido una pesadilla. Su esposa le pregunta si ha estado bebiendo con el procónsul Galión.

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En este capítulo, Nana está preparando el equipaje de su marido, Podalirio, quien está a punto de partir a Judea. Nana le pregunta sobre el clima en ese lugar, pero él no le presta atención. Nana se enfada y le dice que tendrá que llevar comida. Podalirio le responde que llevará suficiente dinero y comprará lo que necesite. Nana se entristece y le suplica que no se vaya, pero él insiste en que necesita hacer ese viaje. Nana le propone que lleve a su hijo Egimio, pero Podalirio se niega. Luego, llega Ródope, una mujer que busca a Podalirio para pedirle ayuda. Le cuenta que los judíos de Corinto han arrestado a Saoul y lo acusan de violar sus leyes. Podalirio decide ir a hablar con Galión para interceder por Saoul. Mientras caminan, Nana aparece alterada y persigue a Ródope, pero Podalirio la detiene. Finalmente, Podalirio intenta tranquilizar a Nana y le pide que tenga calma ante todas las situaciones complicadas que ocurren en su casa.

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En este capítulo, Galión muestra desinterés por el conflicto entre los judíos mientras Podalirio intenta explicárselo. Galión considera que los judíos son aficionados a complicarse la vida y no le interesa su religión. Podalirio menciona un manuscrito que le ha impresionado y que habla de un hombre injustamente condenado en Jerusalén. Galión no cree en esas historias y aconseja a Podalirio que disfrute de la vida. Al día siguiente, se lleva a cabo el juicio de Saoul en Corinto. Sostenes, el jefe de la sinagoga, acusa a Saoul de inducir a la gente a adorar a Dios de manera contraria a las leyes y costumbres judías. La multitud se exalta y se señala a varios presentes como seguidores de Saoul, incluyendo a Podalirio. Antes de que Saoul pueda defenderse, Galión interviene y rechaza el caso, considerándolo una disputa religiosa. Galión abandona el tribunal y la multitud se enfurece con Sostenes. Podalirio elogia a Galión y luego se forma un alboroto en el ágora, donde los mencionados por Sostenes son agredidos por la multitud.

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En este capítulo, Podalirio regresa al Asclepion y se entera de que su esposa, Nana, ha ido a la casa de Titio Justo para pedir explicaciones sobre el juicio en el que mencionaron el nombre de Podalirio. Nana está convencida de que Ródope, una mujer a la que considera amante de Podalirio, está detrás de sus problemas. Podalirio se preocupa por la reacción de Nana y se dirige rápidamente hacia la ciudad. Sin embargo, al llegar a la casa de Titio Justo, se sorprende al encontrar a Ródope, su esposo y los huéspedes Saoul y Lucius aparentemente felices y tranquilos. Ródope explica que Nana llegó llena de celos y rabia, pero después de discutir con ellos, se calmó y se fue a casa. Podalirio se siente confundido pero acepta la situación. Todos se sientan a comer y beber para celebrar el "milagro" que ha ocurrido. Durante la conversación, Lucius habla sobre el amor y la filosofía de los griegos, explicando que el amor puede sanar los corazones y llevar a la felicidad. Podalirio sigue siendo escéptico, pero se alegra de estar allí y escuchar las palabras de Saoul sobre el amor.

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En este capítulo, Podalirio se asoma a la ventana de su habitación y ve una columna de humo negro que sale del Asclepion. Baja rápidamente y encuentra a Nana quemando las pieles de oveja en una hoguera. Nana explica que ya no sirven para nada y que expulsar a los malos espíritus no es tan difícil como pensaban. Podalirio observa la escena y se da cuenta de lo ridículo de la situación, riéndose junto a su hijo Egimio. Nana les dice que deben empezar a plantearse la vida de otra manera y los deja para ir al templo. Dentro del templo, Podalirio hace una libación y derrama incienso delante del altar. Reza plegarias mágicas y le pregunta a Asclepio si es diferente a los demás dioses. Luego, Podalirio reflexiona sobre los dioses y concluye que todos son enemigos que dominan a los hombres. Siente miedo y culpa por sus pensamientos y se avergüenza de haber estado rodeado de superstición e hipocresía. Considera prender fuego al santuario, pero no se atreve. Además, piensa en su hijo y en la situación de su familia. Concluye que luchar contra los dioses es grandioso pero imposible de ganar, ya que los dioses creados por el hombre llevan en sí mismos exigencias tiránicas.

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En este capítulo, Podalirio se prepara para embarcar en un viaje. En el puerto de Cencreas, se despide de Nana y Egimio, quienes le acompañan hasta el barco. Sin embargo, la partida se retrasa debido a la carga y a la espera de unos pasajeros. Mientras esperan, deciden sentarse a descansar en la sombra de un emparrado cerca de una taberna. En ese momento, llega un grupo de amigos de Podalirio, liderados por Ródope. Le traen comida y regalos para el viaje. Después de conversar, se acerca el procónsul Galión en su ostentoso carro y se despide de Podalirio, revelando que también se marchará de Corinto. Ambos reflexionan sobre la vida y la importancia de seguir adelante. Luego, Nana pide a Podalirio que la acompañe a un lugar cercano, donde le muestra el sepulcro de Eos, la hija de ambos. Finalmente, regresan al puerto y Podalirio se despide de su familia y amigos antes de subir al barco. El barco parte y deja atrás a Nana y los demás, quienes se despiden agitando las manos.

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En este capítulo, conocemos a Aristeo Podalirio, un griego de Siracusa que es hierofante servidor del dios Asclepio en Corinto. Aristeo viaja a Galilea en busca de una mujer llamada Susana, quien supuestamente ha tenido contacto con un hombre que ha resucitado. Aristeo llega a Séforis, una hermosa ciudad griega, y pregunta por Susana. Un chico lo lleva a la casa de Susana, pero resulta ser un lugar donde se vende vino. Aristeo se encuentra con un anciano llamado Gabinio, quien resulta ser el tío de Susana. Gabinio lo lleva a su casa y le ofrece vino y comida. Aristeo le cuenta que conoció a Lucius en Grecia y que este le habló de Susana. Gabinio le dice que Susana está en el campo y que podrá verla al día siguiente. Aristeo cena y descansa después de su largo viaje.

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En este capítulo, Podalirio despierta en una habitación desconocida después de varios días de viaje. Se da cuenta de que finalmente ha llegado a su destino y se levanta para explorar la casa. Encuentra una sala en la que había cenado la noche anterior con el anciano Gabinio. Luego, se encuentra con el criado de Gabinio, quien le informa que su amo está en los huertos. Podalirio sigue al criado y llega a un amplio espacio abierto con árboles frutales y viñedos, donde encuentra a Gabinio trabajando en la tierra. Después de presentarse, Gabinio le indica el camino hacia la viña y le dice que Filipo lo acompañará. Podalirio y Filipo montan en mulas y comienzan el descenso hacia la viña. Durante el viaje, pasan por diferentes paisajes y se detienen a descansar en un arroyo seco, donde los pastores hablan sobre Susana en su lengua nativa. Finalmente, llegan a la villa donde vive Susana, pero descubren que ella ha ido a visitar a sus parientes. Podalirio espera en la casa y es atendido por los criados, quienes le ofrecen comida y bebida. Luego, llega el administrador de la casa, Epidio, y entabla una conversación con Podalirio. Epidio le advierte que Susana no suele hablar sobre el pasado y que no está interesada en satisfacer la curiosidad de la gente. Finalmente, Susana regresa a la casa y Podalirio le entrega una carta de Lucius. Susana se muestra distante pero hospitalaria y se retira a descansar. Epidio le ofrece a Podalirio un lugar para descansar y le informa que pronto anochecerá.

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En este capítulo, Podalirio se encuentra en la villa de Susana, sumido en pensamientos oscuros y cuestionando su decisión de haber viajado a este país lejano. Susana se acerca a él y, sin decir nada, se sienta a su lado. Podalirio se disculpa por haber llegado sin avisar y teme ser una molestia. Susana le asegura que entiende su curiosidad y le cuenta que Lucius también estuvo allí para recabar información. Podalirio confiesa que no sabe qué esperar de ella y Susana se muestra molesta por las expectativas que Lucius pudo haber creado. Ella se describe como una mujer madura, soltera y dedicada a hacer vino, lejos de ser una mujer santa o una profetisa. A pesar de la actitud fría de Susana, Podalirio intenta cambiar de tema y le pregunta sobre el clima en la región. Susana le explica que la vendimia ha terminado y ahora se dedican a la elaboración del vino. Susana reflexiona sobre su vida en la casa de Séforis y cómo encuentra satisfacción en su trabajo en la viña. Podalirio le revela que tiene esposa, hijo y nieta en Corinto, y que sirve en un templo como asclepiada. Susana relaciona la profesión de Podalirio con su interés por los milagros y él admite que siempre ha sentido curiosidad por ellos. Susana le pregunta por qué ha emprendido un viaje tan largo solo para saber si existen los milagros, y Podalirio le explica que es difícil de explicar. A pesar de sus diferencias, ambos acuerdan hablar sin prejuicios y se muestran dispuestos a conocerse mejor. Susana advierte a Podalirio que no espere narraciones fantásticas o sucesos maravillosos en Galilea, ya que es un lugar como cualquier otro. Podalirio agradece su comprensión y empieza a sentir que podrán entenderse. Susana bromea diciendo que en ese lugar todos trabajan a sueldo y Podalirio se muestra dispuesto a hacer lo que ella mande.

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En este capítulo, una mujer pequeña, delgada y débil se acerca a Podalirio, un médico, para contarle sus penas. Le explica que nació con un cuerpo desastroso y que caminar le resulta muy difícil. A pesar de su apariencia, siempre sonríe. La mujer le pide a Podalirio que alivie sus dolores, pero él le dice que no tiene sus medicinas. Aun así, decide intentar ayudarla. Podalirio busca hierba de Aquiles y captura una serpiente para usar en su tratamiento. Después de darle los remedios a la mujer, ella se siente aliviada y agradecida. Al día siguiente, la mujer le trae un panal de abejas como agradecimiento. Podalirio se siente culpable por haber abusado de la miel y por no poder hacer más por la mujer. Esa noche, tiene un extraño encuentro en un estado entre el sueño y la vigilia, donde una voz le dice que la vida no es una deuda, sino un regalo. Al despertar, se da cuenta de que solo fue un sueño. Luego, una tormenta se desata y Podalirio grita por Zeus. El criado le explica que solo es una tormenta y todos salen a recoger las uvas. Susana le dice a Podalirio que el mejor vino es un don, pero hay que luchar mucho para ganárselo.

40

En este capítulo, Podalirio pasa la mañana deambulando por los alrededores, sintiéndose cansado y confundido. Recuerda un extraño sueño que tuvo la noche anterior y se encuentra con Susana, quien se ofrece a acompañarlo en un paseo por las tierras. Mientras caminan, llegan a un bosque donde encuentran las ruinas de un antiguo templo dedicado al dios Pan. Susana explica que su familia se convirtió al judaísmo y que ahora siguen todas las leyes y purificaciones necesarias para producir vino que pueda ser consumido por los judíos. Podalirio se siente atraído por Susana y le confiesa que ha perdido la fe, pero que aún desea recuperarla. Susana lo comprende y lo lleva a beber agua de una fuente cercana. Mientras bebe, Podalirio observa a Susana y se pregunta sobre su vida y los misterios que guarda.

41

En este capítulo, Susana lleva a Podalirio a la bodega de la hacienda. Allí, le explica cómo se elabora el vino y le muestra las tinajas donde se fermenta y decanta. Susana le advierte que el vino nuevo y el vino viejo no deben estar juntos, ya que pueden afectarse mutuamente. Luego, Susana le ofrece a Podalirio probar el penúltimo mosto, que es espeso y brillante. Después de beberlo, Susana le explica que las uvas deben ser soledas al sol para que el vino sea de buena calidad. Podalirio se emociona y bebe más vino, mientras Susana le cuenta sobre las propiedades curativas del vino. Luego, Susana lleva a Podalirio a otra bodega más antigua, donde las tinajas descansan en perfecto orden. Susana le cuenta una antigua leyenda caldea sobre un rey que descubrió el vino por accidente y cómo este líquido cambió su vida.

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En este capítulo, después de terminar las tareas de la vendimia, el valle se sume en un silencio y una triste quietud. Podalirio pasea por la viña y regresa a la casa para encontrarse con Susana, quien lo recibe con lágrimas en los ojos. Después de un momento de silencio, entran a la casa y ella le sirve una cena especial. Durante la cena, Susana le cuenta a Podalirio sobre las bodas en su tierra y cómo la vida es diferente a lo que uno imagina. Luego, ella le cuenta la historia de un pretendiente viejo y loco que quería casarse con ella, pero ella se burló de él y lo rechazó. Sin embargo, él la acosó y ella tuvo que luchar para deshacerse de él. Aunque logró alejarlo, él la maldijo y desde entonces su vida ha sido difícil. Susana no quiere contarle más detalles esa noche, pero promete hacerlo en el futuro. Podalirio se siente preocupado y le pide que le cuente todo, pero ella insiste en que ya es tarde y que tendrán tiempo para hablar en el invierno.

43

En este capítulo, Susana le cuenta a Podalirio cómo su vida cambió después de la maldición de Tiquio. Aunque su abuelo intentó tranquilizarla, el miedo y las maldiciones la atormentaron durante mucho tiempo. Después de la muerte de su familia, Susana se encontró sola y desorientada, pero todo cambió cuando conoció a Pisto, un hombre apuesto y astuto que se ofreció a ayudarla con sus negocios. Susana se enamoró perdidamente de él y puso todos sus asuntos en sus manos. Sin embargo, descubrió que Pisto ya estaba casado y su mundo se derrumbó. Susana se sintió maldita y desamparada, recordando los conjuros de Tiquio y sintiéndose en poder de los demonios.

44

En este capítulo, Podalirio le pregunta a Susana sobre el vino que están bebiendo, llamado mulsum. Susana explica que el mulsum se hace mezclando el mejor mosto de uvas con miel de excelente calidad en una proporción específica. Podalirio prueba el vino y lo encuentra dulce, espeso y aromático. Susana le cuenta que el mulsum es conocido por ser un reconstituyente y que algunas personas han logrado una excelente vejez bebiéndolo. Luego, Podalirio reflexiona sobre cómo la vida puede ser diferente a lo que uno esperaba y cómo enfrentar el mal que se presenta en nuestras vidas. Susana comparte su experiencia de haber sido engañada por su ex pareja y cómo se dejó llevar por sus demonios. Podalirio le pide que le hable de sus demonios y ella relata cómo se sintió después de la ruptura y cómo se dejó llevar nuevamente por su ex pareja cuando este regresó. Podalirio comenta sobre el sufrimiento injusto y cómo puede hacer tambalear la fe en los dioses. Luego hablan sobre el miedo y la incertidumbre de la vida. Podalirio menciona la historia de Edipo y cómo su destino no pudo ser evitado. Susana menciona la historia de Jonás y el pez gigante como una reflexión sobre los milagros. El capítulo termina con Susana prometiendo contarle todo a Podalirio.

45

En este capítulo, la narradora recuerda cómo todo comenzó en una boda a la que fue invitada. Aunque al principio sospechaba que solo querían que les regalara vino, se dio cuenta de que la invitación era sincera. Durante la boda, su amiga Juana le susurra que mire hacia los hombres, y la narradora se encuentra con un hombre llamado Yeshúa que le llama la atención. A pesar de su belleza, la narradora no confunde la juventud con la belleza y siente que en la sonrisa de Yeshúa hay algo especial. Juana le explica que Yeshúa es el nieto de Ana, una mujer que solía trabajar para la familia de la narradora. La narradora observa a Yeshúa mientras baila y se pregunta a qué se dedica. Juana le dice que ha estado en el desierto con un hombre llamado Juan, pero la narradora no lo ve como un mendigo predicador. La narradora expresa su deseo de hablar con Yeshúa, pero teme hacer el ridículo.

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En este capítulo, Podalirio se despierta en medio de la noche y percibe un intenso olor a fritura. En la oscuridad, escucha una voz de mujer que resulta ser Eos, quien está friendo dulces de harina cerca de una pequeña hoguera. Podalirio se sorprende al verla vestida con la túnica de Afrodita y le pregunta qué hace allí. Eos le explica que vino a enseñarle cómo hacer dulces bien cocinados, ya que Susana le dijo que nunca había probado unos tan buenos como los de la boda. Podalirio se da cuenta de que esto tiene que ver con la antigua sabiduría griega y la cocina. Sin embargo, Eos le recuerda que no pueden estar juntos debido a un abismo entre ellos. Luego, aparece la corneja de Apolo, quien advierte a Podalirio que se está metiendo en problemas. Podalirio se pone a llorar y le pregunta a Eos sobre el destino del género humano y si los dioses pueden bajar a la Tierra. Eos le dice que debe tomar la vida de otra manera y que debe aprender a cocinar dulces. Finalmente, Eos se despide y desaparece, dejando a Podalirio en su habitación en Séforis, donde se da cuenta de que todo fue un sueño. Se levanta y va a la cocina, donde encuentra a Susana y las mujeres preparando dulces para la fiesta de Janucá. Susana le ofrece probar uno de los dulces.

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En este capítulo, Susana enciende las nueve velas del candelabro de plata de manera pausada y delicada, mientras Podalirio disfruta de los dulces fritos. Podalirio pregunta qué es Janucá y qué se celebra en esta fiesta. Susana le cuenta la historia de cómo los judíos fueron oprimidos por el imperio sirio y cómo Judah el Macabeo lideró la lucha para recuperar el Templo de Jerusalén. Después de limpiar y purificar el Templo, encendieron el candelabro y el aceite milagrosamente duró ocho días. Durante esos ocho días, los judíos celebraron la restauración del Templo. Podalirio no entiende por qué los judíos no aceptaban la civilización griega, ya que él considera que la cultura griega es luminosa y enriquecedora. Susana explica que los judíos valoran una vida austera y dedicada al servicio divino, mientras que los griegos buscan la belleza y la excelencia en las artes y los dioses. Los judíos más fieles a la ley se oponían a la influencia de las costumbres griegas y sirias en su territorio. Podalirio cuestiona por qué no se puede admirar la belleza, y Susana explica que la verdadera belleza se encuentra en la sabiduría divina y no en la apariencia superficial. Para conmemorar la victoria sobre las fuerzas griegas, los judíos celebran Janucá y encienden velas por la noche para mostrar que pueden encontrar la luz de la verdad incluso en la oscuridad. Podalirio expresa su desesperanza en momentos de oscuridad, y Susana le dice que la oscuridad es solo una ilusión y que los demonios se mueven libremente en ella. Susana menciona que encontrar a alguien que sea luz para uno es lo más maravilloso en la vida. Podalirio habla sobre la belleza de los niños y cómo reflejan la pureza de espíritu. Susana destaca la importancia de mantenerse como un niño para no alejarse de Dios y menciona que hay hombres y mujeres que poseen luz internamente. Podalirio y Susana hablan sobre el amor y cómo puede ser ciego y engañoso, pero también puede ser una fuente de luz pura.

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En este capítulo, Susana y Podalirio caminan por un sendero cerca de la ciudad de Séforis. Susana explica que Yeshúa fue su luz en una época oscura llena de poderes diabólicos, injusticias y maldades. Juana, amiga de Susana, la acercó a Yeshúa después de una boda donde lo vio comer dulces fritos y bailar a la luz de la luna. Antes de contar cómo fue su encuentro con Yeshúa, Susana explica la situación en Galilea en aquel tiempo.

Juana, prima lejana de Susana, se casó con Cusa, uno de los hombres más influyentes del palacio de Antipas. En Galilea, las familias ricas estaban emparentadas para mantener su poder y tierras. Susana explica que estas familias eran descendientes de los tiempos perversos de Herodes el Grande, marcados por el odio y la violencia. Herodes cometió muchos asesinatos y provocó revueltas en su reino. Después de su muerte, su hijo Antipatro también fue ejecutado y Arquelao se convirtió en el nuevo sucesor.

Herodes Antipas se instaló en Séforis y embelleció la ciudad. Susana y su familia prosperaron gracias a Antipas, ya que eran bodegueros y perfumistas. Herodes controlaba muchas fuentes de riqueza, como las plantaciones de bálsamo y los impuestos sobre las especias y otros negocios. En la corte de Herodes, se extendió la afición a los perfumes y se estableció un gran mercado de esencias y ungüentos.

A pesar de la opulencia de la corte, Susana señala la ironía de que este reino, corrompido por los demonios, oliera tan bien.

49

En este capítulo, la narradora comienza hablando sobre el origen del nombre de su ciudad, Séforis, que significa "pájaros". Los habitantes de Séforis siempre han tenido una fascinación por los pájaros y disfrutan de reunirse con amigos para beber y conversar. La narradora recuerda cómo, cuando era joven, se maravillaba al ver a su abuelo vestirse elegantemente para la cena. A medida que creció, ella misma comenzó a emular a sus antepasados, disfrutando de las noches de luna llena en el patio de su casa, bebiendo vino y escuchando versos y canciones. Sin embargo, con el paso del tiempo, todo se vuelve monótono y cansado. La narradora reflexiona sobre la muerte de su abuelo y cómo se enfrenta a la realidad de la vida y la inevitabilidad de la muerte. Después de la muerte de su abuelo, la narradora se encuentra a sí misma envejeciendo y asumiendo la responsabilidad de todo. A pesar de su éxito en la hacienda y su enamoramiento de Pisco, su felicidad se ve truncada por el engaño y la pérdida de su amado. La narradora se sumerge en la sospecha y la oscuridad, experimentando una sensación de aburrimiento y soledad. Se siente atrapada en sí misma y lucha contra los demonios de la nada y la abulia. La narradora describe esta oscuridad como una cárcel de demonios mudos y sordos.

50

En este capítulo, Podalirio contempla la noche en Séforis y siente una mezcla de placer y duda sobre la existencia de la verdad. Susana se une a él y comparten un momento de silencio mientras contemplan la luna. Susana le ofrece vino y Podalirio siente el impulso de preguntarle algo, pero decide ser paciente. Susana comenta que pronto será primavera y Podalirio comienza a recordar momentos de su vida en Corinto y se pregunta cómo estarán sus amigos. Susana comienza a hablar sobre su propia experiencia de sentirse engañada por la vida y perder la fe en el amor. Se recluyó en su casa y se sintió atrapada por siete demonios: miedo, soledad, tristeza, abulia, desesperanza, incredulidad y deseo de morir. Un día, en medio de una gran ansiedad, se acercó a un pozo y escuchó la voz de la muerte llamándola. En ese momento, invocó al Eterno y encontró la cordura para no hacer algo irracional. Susana interrumpe su relato y Podalirio expresa su comprensión y comparte su propia experiencia de sufrir angustia y darse cuenta de que la vida está llena de pesares. Susana sonríe al sentirse comprendida y explica cómo la oscuridad interior puede degradar a una persona y destruir su capacidad de dar y recibir afecto. Podalirio explica que emprendió este viaje debido a sus propios demonios y la tristeza que lo acompañaba.

51

En este capítulo, Susana narra un sueño en el que su abuelo le pide ayuda desesperadamente, pero ella no logra entenderlo. Al despertar, se entera de que su amiga Juana ha llegado a su casa con noticias emocionantes sobre un hombre llamado Yeshúa que está realizando milagros en Galilea. Aunque Susana se muestra escéptica al principio, Juana le cuenta cómo ha presenciado cómo Yeshúa ha curado a personas enfermas y poseídas por demonios. Juana insiste en que Susana debe ir a ver a Yeshúa para que la cure de sus demonios internos. Sin embargo, Susana se niega y las dos amigas terminan peleando. En ese momento, Susana interrumpe su relato y Podalirio se muestra emocionado por la historia. Susana decide no continuar contando más esa noche y le asegura a Podalirio que tendrán tiempo para hablar en primavera. Luego, ambos se sorprenden por la aparición de una lechuza, pero Susana le resta importancia al suceso.

52

En este capítulo, Podalirio tiene un sueño en el que es visitado por Eos, la diosa de los brillantes y resplandecientes ojos. Eos le explica que Zeus le ha permitido visitarlo, pero no le ha dado autorización para traer luz consigo. Podalirio se muestra escéptico y piensa que Eos está tratando de engañarlo. Finalmente, Eos se hace visible con la ayuda de una pequeña llama y Podalirio queda maravillado por su presencia. Eos lleva un casco adornado y una escoba en lugar de una lanza. Después de una conversación irónica, Eos revela que ha adoptado a la lechuza como su ave compañera en lugar de la corneja, ya que la lechuza es silenciosa y observadora. Eos también se caracteriza como Medea, destacando la fortaleza y la inteligencia de las mujeres. Después de desaparecer, Podalirio despierta y contempla el paisaje. Susana pasa por allí y le sonríe.

53

En este capítulo, Susana y Podalirio recorren el mercado de Tiberíades, lleno de olores y bullicio. Podalirio pregunta por los perfumistas y Susana le explica que hay otro mercado dedicado exclusivamente a los perfumes. Se dirigen hacia allí y atraviesan calles con puestos de comida y músicos. Llegan al mercado de perfumes, donde conocen a Yashup, un maestro perfumista. Él les muestra diferentes esencias, como el incienso, la mirra, el cedro y el bálsamo. Susana y Podalirio aprenden sobre las propiedades y usos de cada perfume. Después de la visita, deciden comer en una taberna y disfrutan de pescado y vino. Caminan por la orilla del lago, admirando la belleza del paisaje. Susana le cuenta a Podalirio cómo todo comenzó en ese lugar. Terminan el día contemplando la puesta de sol.

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En este capítulo, la protagonista narra cómo Juana intentó convencerla de ir al encuentro de Yeshúa, pero ella decidió quedarse en la villa. Sin embargo, la tristeza, el miedo y la soledad la abrumaron, por lo que decidió dirigirse hacia Séforis. Allí, paseó por el mercado, los alrededores del teatro y las plazas vacías, recordando su vida pasada. Finalmente, se acercó a la puerta del palacio donde vivía su amiga Juana y decidió llamar.

Juana, sorprendida y feliz, la recibió y juntas emprendieron un viaje por media Galilea, preguntando por Yeshúa en cada pueblo y aldea que visitaban. La gente les contaba sobre los milagros que había realizado y Juana le pedía a la protagonista que creyera en él. Sin embargo, ella seguía incrédula y confundida.

Continuaron su viaje hacia la llanura de Genesaret, donde la gente celebraba la cosecha con júbilo y acción de gracias. Antes de llegar a Tiberíades, les informaron que Yeshúa ya se había marchado en una barca con algunos seguidores, sin rumbo conocido. A pesar del cansancio, la protagonista decidió regresar a Séforis, pero Juana se negó y les prepararon un lugar para pasar la noche cerca del agua.

Mientras cenaban en silencio, Juana observaba el mar y afirmaba que Yeshúa estaba en alguna de las barcas de pescadores. La protagonista se quejaba de haberse dejado convencer y Juana le recordaba que necesitaba liberarse de sus demonios. Luego, se durmieron y la protagonista tuvo un sueño inquietante en el que creyó escuchar los pasos de su abuelo y lo llamó. Juana se despertó asustada y la protagonista le dijo que solo había sido una pesadilla.

Después, Juana confesó haber soñado con sus seres queridos difuntos y relacionó esto con los hechos extraordinarios que estaban sucediendo con Yeshúa. La protagonista no lograba sentir lo mismo y pensaba que Juana estaba más cautivada por la belleza de Yeshúa que por sus palabras y milagros. Juana se enojó y le dijo que sus demonios le impedían creer.

La protagonista se dio cuenta de la verdad en las palabras de Juana y comenzó a llorar desconsoladamente, sintiéndose avergonzada de sí misma. Juana la consoló y le aseguró que al día siguiente todo se aclararía. Aunque la protagonista no podía verlo en ese momento, Juana confiaba en que el Eterno estaba obrando con su Espíritu maravilloso.

55

En este capítulo, Susana relata a Podalirio su experiencia en el lago de Galilea. Ella y su amiga Juana estaban en el lugar cuando la gente comenzó a correr hacia la orilla, gritando el nombre de Yeshúa. Juana empujó a Susana hacia las barcas y, sin darse cuenta, Susana se encontró con el agua hasta las rodillas. Juana la animó a nadar, pero Susana se asustó al darse cuenta de que había olvidado cómo hacerlo. Finalmente, unos hombres la rescataron de las aguas y la llevaron a bordo de una de las barcas. Susana se sintió avergonzada por la situación y maldijo a Juana por haberla arrastrado a ella. Luego, Susana escuchó a Juana gritar el nombre de Yeshúa y se cubrió el rostro avergonzada. Después de perder el conocimiento, Susana despertó en la orilla del lago y Juana le explicó que no se había ahogado. Susana cuenta a Podalirio que la gente que presenció el incidente le hizo muchas preguntas sobre su curación. Ella reflexiona sobre cómo Yeshúa se preocupaba sinceramente por los pobres y los considerados moralmente fracasados. Susana y Juana siguieron a Yeshúa por diferentes aldeas, presenciando cómo él se acercaba a los necesitados y les anunciaba el amor del Eterno. Susana describe cómo Yeshúa se unía a aquellos que habían perdido todo y cómo esto era algo novedoso y sorprendente para la gente.

56

En este capítulo, Juana y la narradora regresan al mar de Galilea vestidas como mujeres pobres para encontrarse con Yeshúa. Al verlas, Yeshúa se ríe y les pregunta por qué van vestidas así. Ellas le explican que quieren ser dignas de sus enseñanzas y seguirlo. Yeshúa les dice que no es necesario que se disfracen y que le gustaban sus vestidos. Juana le pregunta si es porque son mujeres, pero él responde que solo quiere que sean felices. Las personas que están presentes empiezan a insultarlas y a pedir que se vayan, pero Yeshúa las defiende y les dice que no hay nada de malo en que ellas también quieran seguirlo. Luego, Yeshúa compara a las mujeres con un mercader que encuentra una perla de gran valor y con un pescador que encuentra un pez grande y hermoso. Finalmente, Yeshúa les permite quedarse con él, pero les pide que vuelvan a sus casas y se vistan de fiesta.

57

En este capítulo, Podalirio y Susana regresan de un paseo y se detienen cerca de la casa para sacar agua del pozo. Admiran los racimos de uvas que crecen en las cepas y discuten sobre cuál uva produce el mejor vino. Susana explica que las uvas pequeñas y doradas, aunque no sean las más grandes, son las más adecuadas porque su jugo es espeso, aromático y lleno de fortaleza. Podalirio se sorprende y reflexiona sobre cómo las apariencias pueden engañar. Susana menciona que Yeshúa, un sabio y maestro excepcional, tenía una visión de la vida diferente a los demás. Podalirio comenta que muchas veces los seres humanos se pierden a sí mismos y la mayor desgracia es ser un extraño para uno mismo. Susana comparte su experiencia de cómo Yeshúa la ayudó a encontrar su verdadera identidad y menciona una historia que él le contó sobre una moneda perdida que representa a uno mismo. Podalirio se siente aliviado al escuchar estas palabras y comenta que ha pasado parte de su vida entre demonios, tratando de ayudar a las personas poseídas. Susana menciona los diferentes métodos utilizados para curar a los poseídos, pero se sorprende de cómo Yeshúa era capaz de expulsar a los demonios solo con su voz. Susana luego relata un encuentro en Gerasa, donde un hombre endemoniado se acerca a Yeshúa y le suplica que no lo atormente. Yeshúa le pregunta su nombre y los demonios responden que son muchos. Luego, los demonios le piden a Yeshúa que les permita entrar en una piara de cerdos en lugar de arrojarlos al abismo. Yeshúa lo permite y los cerdos corren hacia el mar y se ahogan. Las autoridades y los vecinos presencian esto y le piden a Yeshúa que se vaya de la aldea por miedo a más hechos extraordinarios.

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En este capítulo, Podalirio y Susana caminan por la ladera de Séforis, sorteando la pendiente y adentrándose en una vegetación densa. Podalirio le pregunta a Susana a dónde la está llevando, pero ella se disculpa por no recordar bien el camino. Continúan caminando hasta llegar a un claro donde hay árboles retorcidos. Susana se adentra en la vegetación y encuentra una pequeña cueva. Susana explica que este lugar está consagrado a Adonai, el Pastor, y que solían venir aquí las mujeres de Séforis a llorar por él. Susana comparte sus recuerdos de su primer amor, un pastor llamado Erebo, y cómo se enamoró perdidamente de él. Sin embargo, su abuelo le reveló que Erebo era su hermano ilegítimo y ella nunca volvió a verlo.

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En este capítulo, Podalirio se encuentra en el patio trasero de la casa de Séforis, disfrutando de la tarde junto a los demás hombres que han llegado atraídos por el vino y el ambiente festivo. Mientras tanto, el viejo Gabinio se acerca a Podalirio y le pregunta si volverá pronto a Grecia. Podalirio responde que le gustaría quedarse con Susana para siempre. Gabinio comenta que Susana es una mujer inteligente y que las mujeres son diferentes a los hombres, ya que han luchado mucho y han sabido desprenderse de las fieras en su interior. Podalirio expresa su preocupación por la aparente indefensión de Susana, pero Gabinio le asegura que en esa casa ya no se teme a la muerte y que el mayor enemigo es el miedo. Después de esta conversación, Gabinio se retira y cae la noche. Susana aparece y anuncia que se acerca la vendimia, lo que provoca el silencio y la atención de todos los presentes. Susana les pide que disfruten de la fiesta, ya que pronto tendrán que trabajar duro. Podalirio la observa con curiosidad y alegría, pero también con confusión.

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En este capítulo, Podalirio y Susana conversan en el jardín de la casa de la viña. Susana enciende lámparas mientras Podalirio la observa. Hablan sobre el verano y la felicidad en la vida. Susana menciona que ha olvidado los demonios del pasado pero guarda recuerdos luminosos. Podalirio le pregunta si hay más por contar y ella confiesa que aún no ha contado lo más importante. Podalirio le suplica que le cuente, pero Susana duda de poder transmitirle todo lo que le sucedió. Hablan sobre los sentimientos y la dificultad de expresar ciertas vivencias. Susana se levanta y se dirige a una palmera en el jardín, invitando a Podalirio a sentarse junto a ella. Susana comienza a hablar sobre la dificultad de ser mujer en un mundo donde son vistas como propiedad del hombre. Habla sobre el amor y el sufrimiento de las mujeres. Podalirio la escucha con tristeza y vergüenza. Susana continúa hablando sobre su encuentro con el rabí Yeshúa y cómo él era diferente a los demás maestros, siendo amigo de las mujeres. Susana destaca la libertad que sentía al estar con él y la plenitud que encontraba en su compañía.

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En este capítulo, Susana narra el encuentro sorpresivo que tuvo con Yeshúa en su casa durante la vendimia. Ella estaba en el lagar cuando alguien le avisó de la presencia del rabí. Susana salió corriendo a su encuentro y lo encontró refrescándose junto a la noria. Yeshúa estaba solo, lo cual era extraño ya que siempre lo acompañaban sus parientes. Susana le preguntó si nadie había venido con él y él respondió que necesitaba caminar solo y meditar. Después de conversar sobre la cosecha y otros asuntos, la gente del pueblo acudió a ver al rabí, pero Susana decidió que lo dejaran descansar. Ella se encargó de lavarlo y cuidarlo, y le ofreció comida. Yeshúa le contó que había estado caminando por los desiertos y que necesitaba descansar. Susana le pidió que se pusiera una túnica nueva que tenía guardada, pero él se negó. Finalmente, Susana decidió perfumar los pies de Yeshúa con un costoso perfume y él aceptó. Yeshúa le pidió a Susana que guardara ese perfume para su sepultura, ya que debemos vivir como si pudiéramos dejar este mundo en cualquier momento. Después de besarse, Yeshúa se retiró a dormir.

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En este capítulo, Susana Podalirio le cuenta a su amigo Podalirio por qué Yeshúa no aceptó la túnica que ella le ofreció. Caminan juntos por la orilla del mar de Galilea, cerca de la aldea de Cafarnaún, y disfrutan del paisaje y el silencio. Susana explica que después de aquel incidente, pasaron algunas semanas y luego ocurrió un desastre que complicó las cosas. Luego de refrescarse en una fuente y descansar en la casa de unos conocidos, continúan su conversación. Susana le cuenta que Yeshúa pasó unos días en su casa, durmiendo, comiendo y paseando por la viña. Aunque ella se mantenía a distancia, notaba que él estaba pensativo y triste. Después de tres días, Yeshúa le anuncia que se irá al día siguiente. Susana se entristece y le ofrece vino, pero él no quiere beber. Sin embargo, después de un rato, deciden beber juntos y se vuelven eufóricos. Durante esa noche, Susana y Yeshúa comparten sus vivencias y pensamientos. Susana le pregunta si la conocía antes de aquel encuentro en la orilla del mar, y Yeshúa le responde que sí, que la había visto muchas veces. Susana le confiesa que lo ve diferente pero a la vez semejante a cualquier hombre, y le pide que le cuente todo lo que le sucede. Yeshúa abre su corazón y le cuenta que se siente agotado por las voces y las falsedades que lo rodean, pero que sigue cumpliendo su misión de curar a los enfermos y transmitir el amor del Eterno. Al terminar de contarle todo esto, un viento acariciador sopla y Susana, emocionada, maldice todo lo que considera falso en este mundo. Yeshúa la mira con lágrimas en los ojos, pero luego se ríe y le dice que no es para tanto.

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En este capítulo, la narradora relata cómo el rabí Yeshúa deja la casa de la viña y se dirige hacia el valle, caminando hacia el sol naciente. La narradora se siente tranquila al verlo alejarse, pero aún está embriagada por los sueños que ha tenido bajo el cielo estrellado. Siente nostalgia por la pasión y el espíritu puro del rabí, y reconoce su carácter divino.

La narradora decide seguir a Yeshúa y lo encuentra cerca de Cafarnaún. Describe la sensación de libertad que experimenta al unirse a su grupo de seguidores, quienes son llamados "amigos" por el rabí. Juntos, vagan por la Galilea de los gentiles, disfrutando de la naturaleza y realizando milagros para sanar a los enfermos y expulsar a los demonios.

Yeshúa enseña a través de parábolas y metáforas, utilizando elementos de la naturaleza para transmitir sus mensajes. Habla de la importancia de no acumular riquezas materiales y de confiar en el Padre celestial para proveer nuestras necesidades. Sus enseñanzas traen consuelo a mujeres como la narradora, quienes han sido criadas en la obsesión por el dinero y las posesiones.

La narradora también destaca la libertad que Yeshúa muestra al no seguir estrictamente las reglas del sábado judío y al enfrentarse a los poderosos y a los fariseos hipócritas. Sin embargo, ella comienza a percibir una tensión creciente en el ambiente y siente una desazón. Siente que Yeshúa ya no es libre y que está siendo arrastrado por una misión cada vez más exaltada.

A medida que la narradora intenta expresar sus temores a Yeshúa, siente que algo sobrehumano se interpone entre ellos. Él ya no quiere escuchar y parece consumido por un fuego espiritual que lo impulsa hacia adelante. Algunos lo consideran loco y sus enemigos difunden rumores maliciosos de que está poseído por demonios.

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En este capítulo, Podalirio camina por la orilla del mar en medio de la oscuridad y la angustia. Llama desesperadamente a alguien para que lo recoja y, de repente, el mar se calma y una barca se acerca a él. En la barca se encuentra Eos, quien lo abraza y lo lleva a un lugar desconocido. En el camino, se encuentran con Morfeo, el dios de los sueños, y otros seres mitológicos. Luego, desembarcan en una costa oscura y silenciosa, donde Tánatos, la Muerte, los sigue. Eos se queda con Tánatos mientras Podalirio continúa caminando y se encuentra con la tumba de su amada. Desconsolado, abre el frasco de Pandora y se sumerge en un estado de paz y felicidad. Luego, la serpiente de Asclepio, símbolo de la medicina, aparece y lo reconforta. Finalmente, Podalirio despierta y se encuentra con Susana, quien lo cuida y le explica que han caminado demasiado.

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En este capítulo, Podalirio espera impacientemente la llegada de la noche para continuar escuchando la historia de Susana. Finalmente, después de la cena, Susana comienza a relatar su experiencia en Jerusalén durante la celebración de la Pascua.

Susana y Juana salieron de Séforis rumbo a Jerusalén con un grupo de familiares y sirvientes. Después de cuatro días de viaje, llegaron a Betania, donde se encontraron con numerosos parientes y amigos del rabí Yeshúa. Aunque él aún no había llegado, todos esperaban ansiosos su llegada y hablaban maravillas de él.

Al día siguiente, llegó mucha más gente a Jerusalén y se levantaron tiendas y campamentos. Por la noche, recibieron al rabí Yeshúa con cantos y palmas. Susana y Juana le entregaron el vino que tanto le gustaba y compartieron una alegre cena al aire libre.

Después de la cena, Susana se acercó a Yeshúa y le entregó una túnica que había traído para él. Yeshúa prometió ponérsela al día siguiente, ya que había sido invitado a cenar en la casa de un fariseo.

Al día siguiente, Susana y Juana se hospedaron en casa de unos parientes en Jerusalén. Estos parientes eran dos ancianos que se dedicaban a administrar negocios en Jericó y vivían con sus familias en una casa cerca de la muralla. Esa noche, se reunieron con amigos y familiares para cenar, entre ellos un fariseo y un hombre llamado Simón el Leproso.

Durante la cena, se desató una discusión acalorada sobre Yeshúa. Algunos defendían al rabí y otros lo criticaban duramente. Susana y Juana intervinieron para defender a Yeshúa, pero fueron ridiculizadas por los demás. Sin embargo, el fariseo reveló que Simón el Leproso había sido curado por Yeshúa, lo que dejó a todos sorprendidos.

Después de la discusión, Susana decidió ir a ver a Yeshúa en la casa de Simón el Leproso. Se acercó a él, derramó perfume sobre él y lavó sus pies con sus cabellos. Luego, rompió el frasco de perfume para mostrar que era un gesto exclusivo para Yeshúa.

La casa quedó impregnada con el aroma del perfume y Susana se retiró, dejando a todos sorprendidos y conmovidos por su acción.

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En este capítulo, Susana relata el bullicio y la emoción que se vivía en Jerusalén durante la festividad de la Pascua. Ella y Juana se encontraron con una multitud que salía al encuentro del rabí Yeshúa, quien venía montado en un borrico. La gente lo aclamaba como el rey de Israel y tendía sus mantos en el suelo como muestra de respeto. Luego, en el templo, Yeshúa atendió a la gente y sanó a los enfermos, lo cual enfureció a los sacerdotes y escribas. Le exigieron que reprendiera a sus seguidores, pero él les respondió que si ellos callaban, las piedras clamarían. Después, Yeshúa se indignó al ver el comercio y la agitación en el patio de los Gentiles del templo. Volcó las mesas de los cambistas y los mostradores de los vendedores de palomas, proclamando que habían convertido la casa de Dios en una cueva de ladrones. Las autoridades se vieron desconcertadas y no tomaron ninguna acción debido a la presencia de la multitud y al poder y autoridad de Yeshúa. Esa noche, en casa de sus parientes, se desató una fuerte discusión sobre los actos de Yeshúa en el templo. Susana fue duramente criticada por su tío Daniel, quien la insultó y la acusó de poner en peligro a la familia. Susana se retiró a la terraza, angustiada y temerosa. Juana la consoló y la animó a regresar para evitar un conflicto mayor. Susana obedeció y sirvió el vino a la mesa, tragándose las lágrimas. Sin embargo, una pariente llamada Josefa se burló de ella y le contó los rumores negativos que circulaban sobre Yeshúa. La reunión familiar se disolvió y cada uno se retiró a sus habitaciones, continuando la discusión en voz baja. Susana recordó las palabras de Yeshúa sobre la división que causaría y se sintió dividida en su corazón. Finalmente, decidió marcharse a Betania, a pesar de los intentos de Juana por convencerla de quedarse.

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En este capítulo, Susana relata cómo se unió a Yeshúa y sus seguidores mientras cruzaban el monte de los Olivos camino a Jerusalén. Al llegar a la ciudad, presenciaron la magnífica vista de las murallas, los tejados, las torres y el templo brillando bajo el cielo azul. Yeshúa se conmovió profundamente y comenzó a llorar, lamentándose de que la ciudad sería sitiada y destruida. Luego, en el templo, los sacerdotes y ancianos desafiaron a Yeshúa, cuestionando su autoridad. Yeshúa les respondió con una pregunta sobre el origen del bautismo de Juan, dejándolos perplejos. Más tarde, los enemigos de Yeshúa intentaron tenderle una trampa preguntándole sobre el tributo al César, pero él respondió sabiamente que se debe dar a cada uno lo que le corresponde. Por la tarde, regresaron al monte de los Olivos y Yeshúa hizo una terrible predicción sobre la destrucción de Jerusalén y la gran tribulación que vendría. Sus seguidores le preguntaron por qué sucederían esas cosas, pero él solo les advirtió que estuvieran alerta y no perdieran la calma. A partir de ese momento, todo se precipitó rápidamente, con los escribas, fariseos y sacerdotes deseando arrestar a Yeshúa para evitar un escándalo durante la Pascua. Susana decide regresar a su familia en la colina oriental, pero es encerrada en una bodega por su tío Daniel para protegerla. Después de tres días, finalmente la dejan salir, pero se siente herida y confundida. Al abandonar Jerusalén, se entera de que Yeshúa ha sido arrestado, juzgado, condenado a muerte y crucificado en un monte a las afueras de la ciudad. La noticia de su muerte ha conmocionado a toda la ciudad.

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En este capítulo, Podalirio y Susana llegan al puerto de Cesárea y se dirigen a una posada. Susana paga por adelantado y Podalirio se siente incómodo por ello. Suben a la terraza y disfrutan de la vista mientras cenan. Hablan sobre la muerte y el vino, y Susana revela que ha visto a Yeshúa nuevamente. Ambos comparten un momento de cercanía y Susana comienza a llorar mientras le cuenta a Podalirio sobre su encuentro con Yeshúa. Podalirio la consuela y le pide que le cuente más sobre ese encuentro. Susana, emocionada, le revela que pudo estar con Yeshúa nuevamente. Podalirio escucha con ansias mientras ella se expresa libremente.

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En este capítulo, la protagonista narra el profundo dolor que siente ante la muerte de su ser amado. Su alma se sumerge en un silencio frío y olvida toda existencia, viendo al mundo como la muerte misma. Los recuerdos se vuelven amargos y la noche oscura se extiende sin ninguna luz. Después de recibir la terrible noticia, la protagonista viaja en un carro y experimenta extrañas escenas en sueños, que no recuerda claramente. Llega a su casa de la viña y se encierra en su alcoba, entregada al dolor. Sus fuerzas se agotan y sus demonios toman control de su alma. La vida ha perdido todo significado y su corazón le dice que morirá sin dejar rastro en la tierra. A pesar de sus desgarradoras plegarias, solo encuentra la nada. Sin embargo, una mañana, mientras duerme, despierta al percibir el aroma del perfume de nardos. Una criada ha lavado el velo impregnado con el perfume y la protagonista se enfada. Pero luego, un presentimiento la impulsa a levantarse y sale de su alcoba. Se encuentra con una hermosa mañana de primavera y se entrega a la belleza de la visión. Un poder invisible la llena de alegría y su corazón late dulcemente. De manera espontánea, brota un canto de sus labios. Luego, ve a Yeshúa, con una sonrisa de alegría, acercándose a ella. La protagonista se lanza hacia él y exclama que Adonai ha resucitado. Desde ese día, la divinidad la protege y su vida continúa con una claridad indestructible.

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