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En este capítulo, se menciona que los escolares españoles leen menos a medida que aumentan en edad. Entre los catorce y los dieciocho años se aprecia el menor interés por la lectura. Las causas de este descenso son la mayor autonomía personal de los adolescentes y el bombardeo de ofertas atractivas como salir con amigos, hacer deporte, ir al cine, ver televisión y navegar en Internet. Sin embargo, se ha comprobado que la presencia de la literatura juvenil en la educación secundaria fortalece el hábito lector. La novela histórica puede ser un recurso didáctico para motivar a los alumnos en el estudio de la Historia. Se menciona que la novela histórica puede facilitar una lectura lúdica y formar el hábito del lector y el amor a la Historia. El libro "Galeón" busca acercar al público a los viajes de la flota de Indias a través de un relato de ficción presentado como un antiguo Memorial del siglo XVII. El objetivo es ampliar conocimientos sobre este período histórico y comprender de manera entretenida lo que es un documento histórico.

Capítulo 1

En este capítulo, el narrador explica que ha recibido el encargo de contar su historia y los peligros que enfrentó en su viaje a las Indias. A pesar de reconocer su falta de conocimientos y luces frente a la sabiduría de su destinatario, se siente motivado por la importancia del tema y la falta de relatos adecuados sobre la Nueva España. El narrador elogia a su destinatario por su generosidad y virtudes, y ofrece su relato como un acto de obediencia y protección hacia él. Agradece a Dios por haberle otorgado la ayuda necesaria para salir bien parado en su aventura. Concluye expresando su gratitud hacia su destinatario y su disposición a servirle.

La España del siglo XVII

En este capítulo, se describe el comienzo del siglo XVII como una época controvertida y considerada como el período de decadencia en la historia de España. El fracaso de la monarquía de Felipe III marca el fin de la grandeza del Imperio español. A pesar de que las riquezas de las Indias siguen presentes en la sociedad española, no logran aliviar la situación, sino que la empeoran.

España había monopolizado la economía del Nuevo Mundo, explotando a los indios y obteniendo materias primas para abastecerse de manufacturas. Sin embargo, muchas de estas riquezas se agotan y la situación parece ir a la deriva. Franceses y holandeses se aprovechan de los últimos metales preciosos que llegan a los puertos españoles. La corrupción y el caos reinan en la administración, mientras que las ciudades están llenas de pícaros y personas de mala reputación. El desorden y la apatía aumentan.

A pesar de la decadencia en lo militar, político y económico, el siglo XVII destaca por su florecimiento en la literatura y el arte. Se considera el Siglo de Oro de las artes y las letras, ya que escritores como Cervantes, Lope de Vega, Góngora, Quevedo y Calderón de la Barca escribieron sus obras maestras entre 1590 y 1640.

En resumen, el siglo XVII en España es una época de contrastes, con calamidades y fracasos en la vida pública, pero también con un florecimiento destacado en la literatura y el arte.

La sociedad española del siglo XVII

En este capítulo, se narra cómo Felipe III heredó los conflictos internos y externos de España y pronto se dio cuenta de su incapacidad para gobernar tan vastos dominios. Para compartir la carga de gobierno, nombró al duque de Lerma como su hombre de confianza, otorgándole el mismo poder que al rey. Esta figura, conocida como "privado", se convirtió en un ministro universal.

Durante el siglo XVII, la población española sufrió una notable disminución, estimada en un 25% entre 1600 y 1650. Esto se refleja en obras literarias de la época, como en una obra de Tirso de Molina que menciona la despoblación de los pueblos.

La sociedad española del siglo XVII se caracterizaba por una clara estructura estamental, compuesta por la nobleza, el clero, los militares y la clase baja. Los hidalgos, el eslabón más bajo de la nobleza, habían experimentado un empobrecimiento gradual y se distinguían por su orgullo y pobreza.

Los hijos de los hidalgos buscaban acomodo en el clero y en las tropas, especialmente aquellos que no heredaban. Muchos se alistaban en la milicia en busca de aventuras y la posibilidad de obtener prebendas. También era común "pasarse a las Indias" para buscar una vida privilegiada en las colonias.

Como consecuencia de la crisis del siglo, las tropas españolas se volvieron cada vez más indisciplinadas y se ganaron la reputación de fanfarrones y pícaros.

La crisis generalizada también llevó a un desencanto con la vida presente y a una valoración de lo trascendente. El barroco se caracterizó por la tensión constante entre la vida y el espíritu, entre aquellos que buscaban placeres terrenales y aquellos que aspiraban al ascetismo y al sacrificio por causas nobles.

En resumen, la sociedad española del siglo XVII se vio afectada por la crisis, la despoblación, el empobrecimiento de la nobleza y la indisciplina de las tropas. Esta situación generó un deseo de escapar del mundo engañoso y una búsqueda de lo trascendente.

Capítulo 2

En este capítulo, el protagonista relata las licencias y leyes que deben cumplirse para viajar a las Indias. Todos aquellos que deseen ir deben obtener una licencia de la Casa de Contratación, presentando una inquisición testifical que demuestre que no están incluidos en los "prohibidos". El protagonista cumplió con este requisito antes de salir de Trujillo. Además, se menciona que la mayoría de los pasajeros que viajan a las Indias son solteros y van como criados. Las mujeres solteras no pueden viajar, y las casadas solo pueden hacerlo si van acompañadas de sus esposos o con una carta de llamada. También se menciona que los casados deben llevar a sus esposas consigo. El protagonista, al ser militar y miembro de la orden de caballería de Alcántara, no tuvo problemas para obtener los permisos necesarios. Finalmente, se menciona que debe buscar un barco mercante para viajar a las Indias y que se le ordena ir a Sevilla con una orden del gobernador de Badajoz para ingresar a la Armada Real.

El real y supremo Consejo de Indias

En este capítulo se describe la creación y funciones del Consejo de Indias, un organismo establecido en 1519 en el Consejo de Castilla para resolver los asuntos de las Indias. El Consejo de Indias se convirtió en el supremo organismo encargado de asistir al soberano y preparar la legislación y gestión general de los asuntos del Nuevo Mundo. Como organismo legislativo, elaboraba ordenanzas y documentos normativos. Como poder judicial, resolvía conflictos de competencias en las audiencias. Además, sugería al rey el nombramiento de funcionarios superiores para representarlo en los territorios americanos. En sus primeros tiempos, el Consejo no tenía una sede fija, pero en 1561 se estableció en el Alcázar Viejo de Sevilla. A medida que se descubrían y conquistaban nuevos territorios, se crearon cuatro secretarías y se estableció la Junta de Guerra de Indias para asuntos militares. También se estableció la Cámara de Indias para distribuir mercedes y proponer nombramientos.

Capítulo 3

En este capítulo, el protagonista narra lo difícil que es dejar su hogar y emprender un largo viaje hacia las Indias. A pesar de ser joven, siente que deja atrás su infancia y todos los recuerdos felices que la acompañan. Su madre se queda desolada, consciente de que esta separación puede ser definitiva. Aunque parte con más pena que esperanza, pronto se da cuenta de que es mejor seguir adelante y enfrentar el camino que quedarse en la comodidad de su hogar. Con la resolución que Dios le otorga, decide unirse a la Armada Real. Reúne sus escasas pertenencias y emprende el viaje por la ruta de la Plata, una vía transitada por pastores, peregrinos, mercaderes y aventureros. El camino está lleno de bellos paisajes, como frutales en flor y encinas, y atraviesa ciudades como Mérida, Almendralejo y Zafra. Finalmente, llega a la inmensa vega del Guadalquivir, una maravilla que lo deja maravillado.

Viajar en el siglo XVII

En este capítulo, se describe cómo en el siglo XVII eran muy pocos los que viajaban por placer, ya que la mayoría se desplazaba por motivos de trabajo o por necesidades personales. Los viajeros eran soldados, comerciantes, funcionarios, diplomáticos, clérigos itinerantes o estudiantes. Los demás eran peregrinos o emigrantes en busca de mejores oportunidades en otros países.

Los viajes en esta época eran incómodos y peligrosos, ya que los caminos eran difíciles y los viajeros se enfrentaban a riesgos como los bandidos. Además, los territorios intermedios estaban despoblados y las ventas para descansar eran escasas y de mala calidad. Los viajeros tenían que llevar sus propias camas y mantas.

En aquellos tiempos, la distancia no se medía en leguas, sino en jornadas, ya que lo importante era el tiempo que se invertía en el viaje. La técnica para vencer el espacio apenas había mejorado desde la antigüedad, y la velocidad de los viajes a pie o a caballo no superaba los 50 kilómetros diarios. Las velocidades más altas se alcanzaban en el mar, con viento favorable.

Siempre era necesario hacer paradas durante los largos viajes por tierra, ya que la noche era peligrosa y oscura. Las ventas y mesones ofrecían alojamiento en puntos intermedios entre ciudades, y desde 1560, Felipe II había ordenado que estuvieran habilitados con provisiones y camas para los viajeros.

La Vía de la Plata, una antigua ruta de comunicación, fue utilizada en el siglo XVII por mercaderes, soldados, peregrinos y estudiantes. También fue importante para los peregrinos que se dirigían a Santiago de Compostela y para el transporte de ganado. Durante esta época, muchos vascos, gallegos, asturianos, castellanos, leoneses y extremeños viajaban por esta ruta hacia los puertos andaluces en busca de oportunidades en el Nuevo Mundo.

Capítulo 4

En este capítulo, el narrador cuenta su viaje a la ciudad de Sevilla, que es considerada la gloria de España y el adorno de Andalucía. Sevilla es el puerto principal desde donde zarpan los galeones hacia la Nueva España. El narrador destaca la importancia del puerto de Sevilla desde que se descubrió el Nuevo Mundo, lo que llevó a establecer la Casa de la Contratación en la ciudad. Esto ha hecho que Sevilla se convierta en el centro de la cristiandad y en el eje de los reinos de España. El narrador menciona cómo los navegantes portugueses y andaluces se interesaron en buscar nuevas rutas en los océanos en busca de especias, esclavos, oro y plata. Llegando a Sevilla, el narrador describe la belleza de la ciudad y la actividad en el puerto. Se maravilla con los edificios, como la catedral y la Giralda, y con la variedad de productos que se venden en los mercados. El narrador también destaca la presencia de comerciantes extranjeros y la importancia de Sevilla en el comercio de la plata. Finalmente, el narrador menciona su interés en aprender sobre el Nuevo Mundo y su visita a la biblioteca de los jesuitas en busca de información sobre las Indias.

Sevilla y la Flota de Indias

En este capítulo, se describe el origen de las exploraciones atlánticas en el litoral ibérico, específicamente entre el cabo de San Vicente en Portugal y la bahía de Cádiz en Castilla. Los protagonistas de estas exploraciones fueron los pescadores, marinos y comerciantes de las ciudades y pueblos costeros. En un principio, las pequeñas villas y aldeas portuarias se encargaron de este comercio, pero a medida que creció en volumen y perspectivas, se canalizó hacia puertos de mayor importancia.

Desde el siglo XV, Sevilla se convirtió en el punto de partida de los grandes viajes oceánicos que permitieron la conquista y colonización de América. Aunque Lisboa era un puerto mejor equipado y más fácil de defender, Sevilla pronto sustituyó a los puertos litorales debido a su ubicación en el puerto fluvial interior, que la hacía inexpugnable. En 1503 se fundó la Casa de Contratación en Sevilla, convirtiéndose en el único puerto autorizado para embarcar hacia el Nuevo Mundo y manteniendo el monopolio del comercio con las Indias durante dos siglos.

Esta centralización en Sevilla trajo inmensas riquezas a la ciudad, que se invirtieron en la construcción de edificios civiles y religiosos como la catedral, la Casa Lonja de los Mercaderes (hoy Archivo General de Indias), la colegiata de El Salvador, el convento de San Pablo y varios palacios señoriales. La ciudad experimentó un crecimiento espectacular, convirtiéndose en la primera ciudad de España.

En Sevilla se estableció la Casa de Contratación, donde debían registrarse todas las personas y manufacturas con destino a América, así como las materias primas y la plata que se traían del Nuevo Mundo. Además, todos los extranjeros debían estar representados por cónsules en la ciudad. Esto atrajo especuladores de toda Europa y dio lugar a la creación del Consulado de Mercaderes, conocido como la Casa Lonja o la Bolsa, que asumió parte de la jurisdicción civil sobre sus miembros.

Se desarrolló un floreciente comercio y la producción de artículos de lujo, especialmente sedas, piedras preciosas y joyas. La población de Sevilla alcanzó los ciento cincuenta mil habitantes. Sin embargo, a pesar del control de la Casa de Contratación, el contrabando entre Sanlúcar de Barrameda y el puerto de Sevilla nunca pudo ser erradicado por completo.

Además de marineros, mercaderes y aventureros, también llegaron a Sevilla muchos clérigos que iban como misioneros al Nuevo Mundo. Esto llevó a la construcción de numerosas casas y conventos para albergar a esta población religiosa, lo que también contribuyó a la personalidad de la ciudad.

A medida que aumentaba el tonelaje de los buques a lo largo del siglo XVI, el río Guadalquivir se volvió cada vez menos navegable debido a la falta de mantenimiento. Por esta razón, Sevilla necesitó utilizar sus antepuertos, como Sanlúcar de Barrameda y Cádiz, para el comercio con la Flota de Indias.

Capítulo 5

En este capítulo, se describe el comercio entre Castilla, España y las Indias, así como la riqueza que se envía desde las Indias a Sevilla en la flota. En Sevilla, se reúnen todas las mercancías que se deben enviar a las Indias cada vez que parte la flota. Estas mercancías han ido cambiando a lo largo de los años, ya que las necesidades en las tierras conquistadas también han cambiado. En los primeros tiempos, se enviaban alimentos, herramientas y manufacturas, ya que en el Nuevo Mundo escaseaban productos como el trigo, las legumbres y el vino. Sin embargo, con el paso del tiempo, se han plantado semillas y vides, por lo que ahora hay menos necesidad de enviar estos productos. Aun así, las nuevas ciudades en las Indias siguen demandando paños, sedas, ropas, vidrios, cuchillería, herramientas, libros y medicinas, los cuales abundan en los mercados sevillanos.

Por otro lado, en Sevilla se ofrecen todos los productos que envían las Indias, como tabaco, cacao, cochinilla, añil, palo del Brasil, cueros, maderas y especias. Además, el oro y la plata son las mayores riquezas que aportan las Indias. Se destaca el hallazgo de oro por parte de Hernán Cortés, que le permitió obtener los fondos necesarios para conquistar la Nueva España. La historia de esta hazaña se narra en Sevilla de diferentes maneras, y se dice que los españoles descubrieron que los indios escondían grandes tesoros en sus ciudades debido a la presencia común de oro y plata en sus adornos diarios. Cortés y sus hombres encontraron un tesoro de aproximadamente 162,000 pesos de oro, una cantidad fabulosa.

Cortés decidió repartir el tesoro de la siguiente manera: una quinta parte para el rey, otra quinta parte para él mismo, otra para el gobernador Velásquez, otra para los caballeros y soldados, y la última quinta parte para repartirla entre los soldados, correspondiéndole a cada uno cien pesos de oro. Además, se mencionan las minas de Nueva España, Nueva Granada y Perú, que proporcionan grandes cantidades de oro y plata. Se mencionan algunos nombres famosos de minas, como Zacatecas, Guanajuato, Pachuca, Real del Monte y Sombrerete. También se destaca la fama del Cerro del Potosí, del cual se dice que se extraen grandes cantidades de oro y plata. Sin embargo, no se menciona si esto es cierto. Además, se menciona que los cargamentos de metales preciosos que llegan a Sevilla deben pertenecer al rey, según las leyes dictadas por Alfonso X y Alfonso XI. Sin embargo, en las Indias se ha dispuesto que las minas sean arrendadas a cambio de una quinta parte de los beneficios, debido a los riesgos y dificultades de la explotación minera en esas tierras.

El negocio del oro y la plata

En este capítulo, se menciona que desde el principio de la conquista, los españoles buscaban principalmente oro en el Nuevo Mundo, aunque cada vez encontraban más plata. El oro era el metal más buscado y representaba la mayor preocupación económica en España hasta 1525. Aunque también se explotaron minerales de baja ley como el cobre, el estaño y el plomo, principalmente en los Andes. Además, se descubrió una zona rica en perlas alrededor de la isla Margarita, pero se agotó a mediados del siglo XVI. Resultaba más barato importar los metales de baja ley antes que producirlos en América.

El oro y la plata fueron los principales incentivos para los europeos que se dirigieron al Nuevo Mundo. Los conquistadores se apoderaban del metal que los indios utilizaban en forma de joyas, pero luego se organizaron los placeres, donde se empleaba mano de obra indígena en duras condiciones de trabajo. Esto provocó el hundimiento de la población antillana. Posteriormente, se comenzó a utilizar la minería, que requería una mayor inversión de capitales y una mejor planificación del trabajo. La mano de obra se obtenía a través del reparto de indios bajo el sistema de la encomienda o de la esclavitud directa.

Según las bulas de donación de Alejandro VI en 1494, los monarcas españoles tenían el dominio sobre el suelo y el subsuelo de las tierras americanas. Por lo tanto, quienes se dedicaban a la actividad extractiva debían pagar un impuesto a la corona conocido como el "quinto real". Además, la monarquía se reservaba los ingresos y la distribución del mineral de mercurio, que era fundamental para la obtención de la plata.

La mayor parte de las riquezas obtenidas se utilizaba para pagar las mercancías importadas de España, que eran necesidades básicas para las colonias. Las minas de oro más famosas eran las de Carabaya, Antioquía, Chocó, Popayán y Zaruma, mientras que las de plata eran las de Taxco, Guanajuato, Zacatecas y Potosí. Se desarrolló un comercio en torno a la producción minera, siendo Cartagena de Indias el punto de embarque para el oro colombiano y Veracruz el puerto de salida para la plata de Nueva España. La plata peruana y boliviana se embarcaban en los puertos del El Callao y Arica en la "Armada del Sur", que las transportaba hasta Panamá.

Debido a la proliferación de la piratería, se estableció un sistema más complejo para proteger los barcos comerciales. Se equiparon navíos fuertemente armados que patrullaban las zonas más expuestas a los ataques, y los comerciantes debían pagar un impuesto llamado "avería" para financiarlos.

A finales del siglo XVI, todavía había áreas importantes del continente americano que estaban fuera del control de los europeos. Los descubrimientos en el interior se detuvieron en el siglo XVII y la América española experimentó una fase de estabilidad territorial y administrativa. Se rompió el monopolio ibérico sobre el continente americano, ya que los ingleses, franceses y holandeses comenzaron a instalarse en el Caribe y en las costas de América del Norte, aprovechando los espacios vacíos dejados por los españoles.

Capítulo 6

En este capítulo, se describen los preparativos y trabajos necesarios para tener listos los galeones y la espera obligada en los puertos antes de embarcarse hacia las Indias. En Sevilla, avanzaba el mes de mayo y las tardes se volvieron oscuras y pesadas. Las autoridades designadas para las Indias ya estaban en la ciudad, esperando embarcarse hacia sus destinos. Durante esta espera, se mencionan muchos nombres de lugares lejanos como Campeche, Tampico, México, Lima, Puerto Rico, Chile y el cerro de Potosí. Las últimas semanas de mayo fueron muy ocupadas, ya que los marineros tenían que cargar los aparatos de guerra, los instrumentos náuticos y la pólvora. Los alimentos se embarcaban al final, para evitar que se estropearan. Después de cargar todo, se distribuían los equipajes de los viajeros y se acomodaban los animales vivos en los barcos. Mientras tanto, en el Arenal, los carpinteros terminaban de componer los galeones. Al caer la tarde, el puerto se llenaba de actividad y los marineros se reunían en las tabernas para hablar sobre los viajes y los temporales. Finalmente, el 15 de junio, todo estaba listo y se repartieron los lugares de los pasajeros a bordo de los barcos, lo que causó peleas y trifulcas. A pesar de los engaños y las dificultades, la partida de la flota se acercaba y los viajeros temían la incomodidad y el peligro del viaje.

El galeón

En este capítulo se habla sobre el galeón, una embarcación que se convirtió en el navío por excelencia en los viajes a las Indias a partir del siglo XVI. Era más fino y rápido que la nao y normalmente tenía dos cubiertas. Los galeones fueron los encargados de traer a España los metales preciosos del Nuevo Mundo.

El avance en la navegación que supuso el galeón tuvo su origen en la caída de Constantinopla en manos de los turcos en 1453. Esto hizo que las rutas de Oriente, por donde se transportaban especias y metales preciosos de la India, quedaran en manos del Islam. Los marinos de Occidente tuvieron que buscar nuevas rutas para llegar al extremo Oriente y obtener las especias.

Los portugueses, inspirados por Enrique el Navegante, buscaron llegar a la India bordeando África. En 1445 rebasaron Cabo Verde, en 1487 Bartolomeu Días dobló el cabo de las Tormentas y en 1498 Vasco de Gama llegó a la costa india de Calicut.

Por su parte, los españoles se dirigieron al otro lado del Atlántico. En 1492, Cristóbal Colón partió de Palos de la Frontera y llegó a las Antillas, tomando posesión en nombre de los reyes de España. Los monarcas españoles obtuvieron del papa Alejandro VI la división del mar en dos zonas: al oeste de las islas Azores y de Cabo Verde dominio español, y al este dominio portugués. Esta división fue modificada por el tratado de Tordesillas en 1494.

En 1510, Alfonso de Alburquerque se apoderó de Goa y en 1511 ganó las Malucas para los portugueses, asegurando el monopolio del comercio de especias. En la misma época, Magallanes rodeó América del Sur y alcanzó las Filipinas en 1521, poniéndoles este nombre en honor al rey de España, Felipe II. Hernán Cortés conquistó México en 1519, Francisco Pizarro el Perú en 1531 y Diego de Almagro inició la conquista de Chile en 1535.

La llegada a Lisboa y Sevilla del oro y las especias supuso el desplazamiento del comercio del Mediterráneo al Atlántico, marcando el inicio de una nueva era en la historia económica de Occidente.

Capítulo 7

En este capítulo, el narrador habla sobre los barcos que componen la Flota de Indias, distinguiendo entre los navíos de guerra y los mercantes. Los barcos de guerra, como la Capitana y la Almiranta, llevan una tripulación de cien marineros y mosquetes, y deben tener un porte de al menos trescientas toneladas y estar armados con cañones de bronce e hierro. En estos barcos, hay un capitán de la mar que se encarga de la navegación y otro que se ocupa de la soldadesca de guerra. Estos barcos tienen prohibido llevar mercancías, pero en casos de necesidad se les permite llevar carga. Por otro lado, los buques mercantes deben ser nuevos, con menos de dos años desde que fueron botados y más de 300 toneladas de arqueo. Sin embargo, estas disposiciones rara vez se cumplen, ya que en el tornaviaje los navíos deben subir por el río Guadalquivir hasta Sevilla, lo que limita el tonelaje. Además, es frecuente aprovechar los viejos buques un par de viajes más antes de desguazarlos en los puertos de las Indias. Estos barcos se construyen tanto en el norte de España como en La Española, Portobelo o Veracruz. Las armas que llevan a bordo son hechas en las reales fábricas de armamento de la Cavada, en Burgos. El cañón de a 36 libras es el arma básica de cualquier barco de guerra de la armada de Indias, aunque también hay cañones de diferentes calibres. Para el manejo de estos cañones, se requiere un número variable de artilleros. Además, en caso de combate, parte de la tripulación se emplea en otras tareas como el abordaje, la lucha contra incendios, las maniobras de los marineros y la asistencia a los heridos. Por lo tanto, los navíos llevan más tripulación en tiempo de guerra que en tiempo de paz.

La Flota de Indias a principios del siglo XVII

En este capítulo, se menciona que las remesas de plata comenzaron a disminuir en el siglo XVII, pero las causas de esta disminución son complejas y no se detallan aquí. Sin embargo, es innegable que las flotas traían cada vez menos plata a la metrópolis. Los monopolistas sevillanos comenzaron a distanciar las flotas y restringir sus arqueos para evitar el contrabando que operaba bajo la tutela inglesa, francesa y holandesa. A pesar de estas medidas, el contrabando continuó aumentando. El sistema de transporte se volvió más lento, ya que la mercancía del Pacífico tardaba un año en llegar a España en el siglo XVII. Esto llevó a un proceso de descentralización y autonomía administrativa en América española. Aunque España enviaba disposiciones inspiradas en principios cristianos e ideales humanitarios, era difícil aplicarlas si iban en contra de los intereses de los españoles en las colonias. Se impuso la necesidad de agrupar los barcos que hacían la carrera de Indias para proteger mejor el tráfico, estableciendo un sistema de flota única en 1543. A partir de 1564, el tráfico con América se canalizó a través de dos flotas: una de Nueva España y otra de Tierra Firme. Ambas seguían la misma ruta hasta las pequeñas Antillas y luego se bifurcaban hacia Veracruz y Nombre de Dios, respectivamente. En el viaje de regreso, las dos flotas se encontraban en La Habana antes de continuar juntas hacia España. Además de las flotas, también existían los "navíos de aviso" que llevaban la noticia de la llegada de la flota a los puertos. A pesar de las regulaciones, se permitía el contrabando en estos navíos y todos a bordo llevaban armas y mercancías para vender en tierra. Aunque los barcos de la flota eran revisados minuciosamente por los inspectores de la Casa de Contratación, el contrabando seguía siendo un problema.

Capítulo 8

En este capítulo, se describen las atribuciones del Consejo y la Casa de Contratación de Sevilla en relación a los asuntos de las Indias. Se menciona que se espera la orden de partida de las naves, pero hay incertidumbre sobre la demora. El Consejo de Indias es el encargado de tomar decisiones en nombre del rey y tiene la administración de los asuntos civiles, militares, eclesiásticos y mercantiles de las Indias. Por otro lado, la Casa de Contratación se encarga de organizar el tráfico comercial entre España y las Indias, así como de ilustrar al personal que viajará allí. Se menciona que el protagonista ya está acomodado en el navío de permisión que le corresponde y lleva una semana de espera en Sevilla. El día 16 de junio, se anuncia que la flota partirá al día siguiente de madrugada, lo que genera emoción y temor en los marineros y pasajeros. Se describe el bullicio y los preparativos en el puerto, así como las despedidas entre los familiares. La noche antes de la partida es una fiesta en el arenal, con música y jolgorio. Finalmente, el capítulo termina con el protagonista contemplando las estrellas y tratando de imaginar cómo serán las tierras lejanas de las Indias.

La Casa de Contratación y el Consejo de Indias

En este capítulo, se menciona que en 1503, los Reyes Católicos crearon la Casa de Contratación en Sevilla. Esta institución se encargaba del comercio con las Indias, la organización de las flotas, el reclutamiento de colonos y todos los asuntos relacionados con los territorios de ultramar. La Casa de Contratación tenía una escuela naval y un centro de estudios geográficos, y gozaba de autonomía hasta 1511.

En esa fecha, se fundó la Junta de Indias, que asesoraba al monarca en el gobierno y la administración de las Indias. En 1524, la Junta se estructuró completamente y se convirtió en el Consejo Real Supremo de Indias, reemplazando a la Casa de Contratación, que se disolvió en 1790.

El Consejo de Indias tenía amplias atribuciones, como el nombramiento de altos funcionarios y prelados, la preparación de flotas y expediciones, la organización de las finanzas coloniales y el derecho de inspección sobre el trato a los indios. No tenía una sede fija, ya que acompañaba al rey en todos sus desplazamientos.

Capítulo 9

En este capítulo, se narra el comienzo del viaje en el mar de las Yeguas y los primeros días a bordo del barco. A pesar de los mareos, la tripulación se mantiene animada y el alimento es bueno. La flota zarpa de Sevilla al amanecer, dejando atrás a la multitud que se despide desde la orilla del Guadalquivir. Sin embargo, el puerto de Sevilla presenta dificultades debido a las marismas poco profundas y la barra de arena de Sanlúcar. Por esta razón, se utilizan embarcaciones más ligeras para navegar por el río. Después de hacer escala en Sanlúcar, la flota se adentra en el océano con viento favorable. La Capitana lidera la formación, seguida de los mercantes y la Almiranta. Los buques de guerra protegen a los mercantes en caso de ataque de corsarios. A pesar del viento a favor, la flota avanza lentamente debido a la carga pesada. Durante esta primera parte del viaje, los marineros realizan diversas tareas a bordo, como reparar velas, limpiar cubiertas y revisar aparejos. También se describen las comidas a bordo y la rutina diaria de rezos y turnos de guardia. Se destaca la disciplina y la severidad de los castigos a bordo. El capítulo concluye con la descripción de la organización de la tripulación durante las maniobras y las precauciones tomadas durante la noche.

El viaje a las Indias

En este capítulo, se describe el proceso de salida de la flota hacia las Indias. El Consejo de Indias y la Casa de Contratación decidían cuándo debía salir la flota, pero generalmente se retrasaba debido a los intereses de los comerciantes, que buscaban ganar más dinero. Los marineros y viajeros se concentraban en Sevilla durante semanas o incluso meses esperando la orden de partida. Durante este tiempo, se registraban los documentos y se llevaba un registro de los pasajeros. Una vez dada la orden de partida, la flota abandonaba el puerto y navegaba por el Guadalquivir hasta Sanlúcar, donde comenzaba la travesía por el Mar de las Yeguas. El viaje continuaba hasta Canarias, donde se hacía una escala para aprovisionarse antes de emprender la travesía oceánica hacia las Indias. Durante el viaje, se podían avistar las montañas de las islas Canarias, siendo el pico del Teide una señal visible desde lejos. El viaje por mar era una aventura narrada en múltiples relatos de la época, con anécdotas y sucesos sorprendentes. Una vez llegada la flota a los puertos de ultramar, se celebraba una feria que duraba semanas o incluso meses, siendo un encuentro comercial, pero también un jolgorio popular y un escenario de intrigas y estafas.

Capítulo 10

En este capítulo, se narra la llegada de la flota a las Islas Canarias, donde los marineros se alegran de poder desembarcar y disfrutar de las posadas y tabernas del lugar. Se destaca la importancia estratégica de las islas como escala en el viaje hacia las Indias Occidentales, ya que allí las flotas se abastecen de agua, alimentos frescos y vino. El puerto de Santa Cruz es el único que permite la escala de tantos barcos, y desde allí se puede acceder fácilmente a la ciudad principal, La Laguna. Tras una trifulca por la impaciencia de algunos marineros, finalmente los viajeros desembarcan y son recibidos por pescadores, comerciantes y arrieros que venden sus productos. El maestre informa a los viajeros que no pueden decirles cuándo será el próximo embarque, por lo que deben disfrutar de la tierra mientras puedan. Un viajero pregunta cuánto tiempo falta para llegar a las Indias, pero el maestre responde que solo Dios lo sabe y que el tiempo de navegación puede variar. Finalmente, el maestre insta a los viajeros a aprovechar el tiempo en la isla, y todos se dispersan para abastecerse de alimentos y disfrutar de las tabernas.

Las islas Canarias, el puerto de la Cruz y el puerto de Santa Cruz

En este capítulo se relata la fundación de la capital de Tenerife en La Laguna después de la conquista de la isla en 1496. Se ordena dividir la isla en varios partidos y en el partido de Taoro se construye un muelle en el lugar donde se ubicaba la cruz de la Conquista. A partir de 1506, comienza a formarse un poblado de pescadores llamado Puerto de La Orotava. En el siglo XVII, el poblado se amplía hacia Martiánez y se levanta una muralla debido a los ataques de piratas y corsarios. El cultivo del azúcar se convierte en la base de la economía local, pero a medida que la población crece, el Puerto de la Cruz adquiere entidad propia y se constituye como entidad local diferenciada de La Orotava en 1648. Por otro lado, se menciona la llegada de Juan Rodríguez Serrano y la expedición de Magallanes a la isla en 1520. También se destaca la importancia del puerto de Santa Cruz de La Palma en el comercio con otras islas, la Península y el resto del mundo, especialmente durante los siglos XVI y XVII. Se establece el Juzgado Oficial de la Contratación de Indias de Canarias en 1564. El puerto de Santa Cruz se convierte en un punto de paso para las flotas que iban al Nuevo Mundo y se comerciaba con productos como el vino y objetos de quincallería. Además, se realizaban expediciones militares y de conquista hacia América. La flota de las Indias hacía una escala en las islas Canarias para cargar alimentos y bebida antes de continuar su viaje. También se menciona la presencia de polizones en los barcos y la importancia de los puertos de la Cruz y Santa Cruz en el contexto de las islas Canarias.

Capítulo 11

En este capítulo se describe la belleza y nobleza de la ciudad de San Cristóbal de la Laguna, capital y principal ciudad de las Canarias. La ciudad está ubicada en el fértil valle de Agüere, lejos de la costa para protegerla de los ataques de los corsarios. Su nombre proviene de una gran laguna alimentada por las aguas de lluvia de los montes cercanos. San Cristóbal de la Laguna es una ciudad señorial y elegante, cuyo plano fue trazado hace más de un siglo. Sus calles son rectas y amplias, cruzándose y recorriendo largas distancias, uniendo hermosas plazas. Las casas son altas y tienen fachadas importantes, con patios espaciosos, zaguanes, grandes escaleras, caballerizas y bodegas, reflejando el poderío de los comerciantes, la nobleza y los agricultores ricos de la isla. Las construcciones se asemejan a las de Castilla, sobrias pero algunas con magníficas portadas de cantería, que distinguen a cada familia que habita en ellas. La piedra es un material escaso y costoso en la isla. Por otro lado, las iglesias de la ciudad son ostentosas, destacando la iglesia de Nuestra Señora de los Remedios, con una espléndida torre mandada a construir por el obispo don Antonio Carrionero, que aún no ha sido terminada. En resumen, se puede decir que La Laguna es muy diferente al puerto de Santa Cruz, siendo más tranquila, limpia y ordenada. En cada esquina y barrio se pueden visitar hermosas iglesias, conventos, ermitas y sencillas capillas de cruces y calvarios, que le dan a la ciudad un aire señorial y devoto.

Las dos flotas y la única flota

En este capítulo, se describe el sistema de comercio entre España y América durante los siglos XVI y XVII. Este comercio se llevaba a cabo a través de dos expediciones conocidas como la Flota de Indias. La primera expedición salía en abril con destino a Veracruz, México, y la segunda en agosto con rumbo a Cartagena o Portobelo. Después de cumplir sus objetivos comerciales, administrativos y militares, las flotas regresaban juntas a España, cargadas de oro y materias primas, después de reunirse en La Habana.

Este sistema de flotas y galeones tenía como objetivo proteger los buques cargados de riquezas de los ataques de los piratas ingleses y facilitar el cobro de los impuestos correspondientes. Sin embargo, estas medidas de seguridad tenían un alto costo, ya que paralizaban el comercio en América durante meses y encarecían y deterioraban los productos manufacturados.

Las mercancías que más se veían perjudicadas eran las destinadas al sur de América, a las ciudades de la cuenca del río de la Plata. Estas mercancías debían realizar un largo y difícil viaje sorteando islas, accidentes geográficos y condiciones climáticas adversas. Después de llegar a Portobelo, eran embarcadas nuevamente en la Flota del mar del Sur, que las transportaba hasta el Callao. Allí, se distribuían por el continente. Sin embargo, la tardanza en el transporte provocaba que los productos llegaran en mal estado a las zonas más alejadas. Además, los caminos eran frecuentemente intransitables y las caravanas sufrían asaltos y pérdidas considerables debido al contrabando.

La rigidez de este sistema de navegación transatlántica aumentaba considerablemente la duración del viaje, ya que los buques más rápidos debían esperar a los más lentos. Esto incrementaba aún más el costo de la navegación comercial, que se medía en tiempo más que en distancia. Aunque el cruce del Atlántico era relativamente rápido y predecible, la navegación por el Caribe era lenta y su duración variaba mucho. La ruta de Sanlúcar de Barrameda a Portobelo, por ejemplo, se realizaba en unos cuarenta y tres días según algunos escritos. A pesar de que Veracruz, Portobelo y Cartagena estaban más lejos de Europa que las Pequeñas Antillas, la diferencia en días de navegación era mucho mayor de lo que se podría suponer por la diferencia de distancias.

Capítulo 12

En este capítulo, se narra la partida de la Flota de Indias desde las Islas Canarias hacia el Mar de las Damas. A pesar de un pequeño retraso debido a la deserción de algunos soldados, la flota zarpa finalmente en un día soleado y con una suave brisa. El narrador viaja en un galeón de guerra que navega junto a los mercantes, y debido al buen clima, la tripulación y los pasajeros se reúnen en la cubierta superior para disfrutar del aire fresco. Al anochecer, la flota avanza rápidamente impulsada por el viento y se escucha el tañido de la campana anunciando el descanso nocturno. Algunos hombres se retiran a dormir, mientras que otros permanecen en cubierta conversando, jugando y rezando. Los marineros comparten historias y recuerdos de sus hogares y seres queridos, mientras que algunos se dedican a tallar figuras de madera o hacer cordeles. Las plegarias y las letanías continúan, ya que todos confían en la protección divina durante el viaje.

La lenta y comprometida singladura

En este capítulo, se describe el sistema de transporte utilizado para los viajes a las Indias desde 1543. Estos viajes se realizaban en grandes flotas de buques con escolta militar debido a razones defensivas y a la escasez de buenos pilotos. Aunque la navegación era lenta y costosa, tenía la ventaja de que los navíos podían ayudarse mutuamente en caso de avería o naufragio. Sin embargo, los naufragios eran frecuentes y se perdieron muchas vidas y valiosos cargamentos.

A partir de 1564, se modificó el sistema de convoyes para evitar temporales y encontrar vientos más favorables. Se escalonaban las salidas de las flotas, dividiéndolas en dos: una flota partía hacia Suramérica, conocida como Galeones de Tierra Firme, y otra iba hacia México, llamada Flota de Nueva España. Fuera de este sistema, solo viajaban pequeñas naves, generalmente avisos o barcos correo, que también llevaban alguna carga.

Cada navío debía llevar un mínimo de 850 kilos de víveres y bebida por cada hombre a bordo, lo cual reducía la carga útil del buque. Además, las operaciones de carga y descarga, las reparaciones y las demoras en el puerto para esperar la época de mar tranquila y los vientos favorables, generaban largos períodos de inactividad en los que se tenía que mantener y pagar a la tripulación.

En la práctica, un viaje de ida y vuelta desde Cádiz a Veracruz solía durar dos años, de los cuales solo se navegaba seis meses escasos. Este esquema requería una programación compleja en ambos lados del Atlántico, lo cual era difícil de lograr. Cualquier retraso en las flotas o en los vendedores aumentaba los gastos y los riesgos de enfermedades en un personal no acostumbrado a vivir en climas tropicales.

En este sistema de transporte tan costoso, era primordial minimizar la duración de las escalas. Teóricamente, los convoyes y los comerciantes de Nueva Granada, Perú y México debían llegar al mismo tiempo a Cartagena, Portobelo y Veracruz, respectivamente, para celebrar la feria. Después, los mercaderes regresaban a sus lugares de origen con las mercancías europeas que habían comprado, mientras que el convoy transportaba los metales preciosos hacia Europa, haciendo una última escala en La Habana para reagruparse, cargar provisiones y hacer reparaciones urgentes.

Mantener este orden implicaba grandes gastos y riesgos, lo cual favorecía prácticas monopolísticas y elevaba los precios y márgenes de ganancia. Cualquier mercancía vendida en Sevilla, que ya era más cara que en el resto de Europa, veía multiplicado su precio por cinco en las Antillas o en la costa de Tierra Firme, por diez en México, por quince en el bajo Perú y por veinte en el Alto Perú. Sin embargo, también se reconoce que la codicia de los mercaderes contribuía a estos altos precios, aunque el mayor encarecimiento se debía a los costos, riesgos y lentitud del transporte.

Como resultado, el comercio de Castilla con el Nuevo Mundo se limitaba a artículos de lujo para las clases más pudientes y a productos básicos para la minería, como mercurio, hierro y acero. La mayor parte de la exportación de las Indias consistía en metales preciosos, principalmente oro y plata, ya que eran las únicas mercancías capaces de soportar los gastos de un sistema de transporte tan costoso.

Capítulo 13

En este capítulo, el narrador habla sobre el antiguo arte de la navegación y su importancia para los marineros. Se mencionan los diferentes instrumentos utilizados por los pilotos, como las cartas de navegación, los portulanos, las rutas, las corrientes, los vientos y las estrellas. El narrador también describe la apariencia y características de los galeones españoles, que son naves de guerra con capacidad para resistir el mar y llevar más armas y tripulación que los barcos mercantes.

El narrador se da cuenta de que el maestre de su barco está satisfecho con el progreso del viaje, ya que el viento sopla a favor y los barcos avanzan sin problemas. Cada mañana, el narrador disfruta de la vista del mar desde la proa del barco y se maravilla con la inmensidad del océano. A medida que pasa el tiempo, el narrador se interesa cada vez más por la navegación y aprovecha la oportunidad de aprender del maestre, quien amablemente le explica los detalles de la travesía.

El maestre le explica al narrador las rutas utilizadas por las flotas españolas entre España y las Indias, así como los puntos de referencia y las corrientes y vientos favorables que se aprovechan durante el viaje. El narrador muestra interés en los mapas y el maestre le explica que, aunque son útiles, los navegantes también se guían por los paralelos y meridianos de Mercator, así como por la aguja de marear, el astrolabio y el cuadrante para orientarse utilizando la posición del sol, las estrellas y las fases de la luna.

La vida a bordo de un galeón

En este capítulo, se describe la travesía de la flota desde Canarias hasta el Mar de las Damas. Durante el viaje, se destacan las condiciones ideales de navegación y la monotonía a bordo, interrumpida solo por combates fingidos y oficios religiosos. Por las noches, se encendían faroles para guiar la flota. Después de un mes, se llegaba a la isla Dominica para hacer una breve escala antes de continuar hacia Veracruz o Nombre de Dios, lo que implicaba otro mes de viaje.

Se menciona que los navíos de la Flota de Indias eran grandes y consistentes, capaces de transportar una gran cantidad de mercancías. Se describe la distribución de las cámaras y camarotes en el castillo de popa y proa, así como la presencia de anclas, palos y velas en el barco. También se menciona la cocina del barco y la alimentación a bordo, que consistía principalmente en tasajo.

Se describe la estructura interior del galeón, con el convés, la escotilla delantera de entrecubierta donde se encontraban las piezas de artillería y los soldados, y la bodega inferior con las pipas de agua. También se menciona la sentina del barco, que podía servir como prisión y donde se guardaban las raciones de reserva.

En resumen, este capítulo ofrece una visión detallada de la vida a bordo de un galeón durante la travesía hacia las Indias, destacando las condiciones de navegación, las actividades a bordo y la estructura del barco.

El cargamento

En este capítulo, se describe la cantidad de carga que se llevaba en los galeones durante los viajes marítimos. La cubierta del barco estaba llena de cajas, toneles y bultos que se amontonaban hasta lo alto de los mástiles. Además de las mercancías, también se debía llevar agua potable y alimentos para varios meses de viaje. Se mencionan las cantidades aproximadas de agua, vino, vinagre, galletas, cecina, sardinas, queso, huevos, aceite, manteca, conservas, legumbres, frutas, azúcar, miel y otros alimentos. También se transportaban animales como gallinas, caballos, vacas, ovejas y perros, así como armas y aparejos del navío. Además, cada persona recibía raciones diarias de vino, agua y galletas, y mensualmente se les entregaba cecina con algunos aditamentos.

El personal

En este capítulo, se describe la tripulación necesaria para un galeón, que consta de alrededor de 150 personas. Esto incluye marineros, grumetes, artilleros, soldados y otros viajeros eventuales. Los puestos más importantes, como el capitán, el piloto, el maestre y el escribiente de a bordo, son provistos por el rey. El capitán tiene el mando supremo sobre la flota y puede tomar decisiones importantes con la ayuda de los oficiales e hidalgos expertos. El piloto es el responsable de la navegación y toma decisiones sobre el curso del barco. El maestre se encarga de administrar el navío y del manejo de las velas. También hay otros roles importantes, como el capataz, los marineros, los pajes, los expertos en maromas y velas, el carpintero, el calafate, el tonelero, el despensero, el alguacil, el condestable, el escribiente, el capellán, el barbero y el cirujano. La mayoría de la tripulación está formada por soldados, algunos de los cuales son hidalgos, y también hay mujeres y niños que acompañan a sus maridos o padres en el viaje.

Capítulo 14

En este capítulo, se narra la temible calma chicha que afectó la travesía y los numerosos perjuicios que se sufrieron a causa de ella. Durante un tiempo, la navegación fue rápida gracias a un fuerte viento de popa. Sin embargo, cuando los marineros ya creían estar cerca de la tierra firme, se desató una desesperante calma que duró más de dos semanas. Durante este periodo, no había ni una brizna de viento y el mar permanecía completamente quieto, como un espejo. El cielo se cubría ocasionalmente de densas nubes en una atmósfera tórrida e inmóvil.

Después de nueve días, se levantó un viento ardiente y violento que obligó a recoger las velas para evitar que se rompieran. Sin embargo, este viento duró poco y pronto volvió la calma, haciendo que los marineros volvieran a izar las velas, que caían sin atrapar ni la más mínima brisa. No se avanzaba, solo se podía remar con mucho esfuerzo para intentar escapar de la calma, pero las corrientes devolvían las embarcaciones a su posición original, obligándolas a navegar en zigzag.

El calor era insoportable y el vapor que desprendían las maderas hacía que los alimentos en las bodegas se corrompieran. Todo fermentaba y el interior de los barcos se convertía en un horno donde el hedor de la descomposición era insoportable. El agua potable se mantenía tibia y adquiría un tono amarillo verdoso, volviéndose nauseabunda. Las galletas y bizcochos estaban echados a perder y amargaban al ser probados. El vino se había convertido en vinagre y la carne se salaba tanto para evitar su putrefacción que quemaba las gargantas secas de aquellos que se atrevían a probarla.

Las grasas, ceras, pez y brea se derretían y se volvían líquidas como el aceite. Las lonas y paños se deshacían y el óxido corroía los metales. Las maderas se resquebrajaban, obligando a los marineros a mojarlas constantemente, lo que empeoraba la situación al aumentar el vapor.

En medio de esta desesperante calma, los viajeros se encontraban en un estado lamentable: delgados, quemados por el sol, malvivían en la cubierta junto con los animales sacados de las bodegas para evitar que se asfixiaran. Estaban plagados de chinches, pulgas y piojos, empapados en sudor y algunos cubiertos de llagas y pústulas supurantes. Además, se desató una suerte de fiebre que comenzó afectando a los más débiles y luego se extendió al resto. La enfermedad se manifestaba con cansancio y debilidad, desapareciendo repentinamente el color del rostro, que se volvía amarillento, demacrado, con ojeras y labios amoratados.

Las cubiertas se llenaron de enfermos y aquellos que no podían levantarse yacían en sus propios excrementos. Un olor indescriptible se extendía por toda la nave.

Capítulo 15

En este capítulo, se narra cómo los marineros pescaron un cachalote, el mayor pez de aquellos mares. Los barcos se acercaban y los pilotos discutían sobre la mejor dirección a seguir. Finalmente, decidieron continuar hacia el sudoeste. Un día, la tripulación y los pasajeros se agitaron al ver un cachalote cerca del barco. El maestre y el capitán decidieron pescarlo y se prepararon con arpones y cuerdas. Otro barco también intentó pescarlo, pero el capitán amenazó con dispararles. Después de una disputa, nuestro barco decidió ir a medias con el otro. Finalmente, el sobrecargo y sus ayudantes lograron arponear al cachalote y lo amarraron al costado del barco. Intentaron izarlo, pero era demasiado pesado y terminaron destrozando la baranda de babor. Decidieron sacar toda la carne posible y el resto fue aprovechado por otros barcos. Esa noche, todos disfrutaron de carne fresca, lo que alivió sus sufrimientos después de tantos días de calma angustiosa.

Capítulo 16

En este capítulo, se narra la falta de paciencia que experimentan los marineros debido a la calma que se apodera del mar. El autor describe cómo el mar se vuelve aburrido y estático, sin ningún movimiento excepto el cambio de luz a lo largo del día. Solo al amanecer se puede disfrutar del espectáculo de los delfines nadando. Sin embargo, la situación empeora cuando empieza a escasear la comida a bordo. La carne fresca se corrompe, los bizcochos saben rancios y el agua adquiere un sabor desagradable. La tripulación sufre de enfermedades y falta de sueño debido a las condiciones adversas. En medio de esta desesperación, se escucha una voz que anuncia la llegada del viento alisio, lo que trae esperanza y alegría a todos. Los marineros se apresuran a izar las velas y la flota retoma su rumbo. La navegación se vuelve más rápida y placentera, guiada por las estrellas y las habilidades de los pilotos. El autor reflexiona sobre la maravilla de la navegación y cómo no hay mejor forma de viajar cuando se tiene viento favorable.

Capítulo 17

En este capítulo, se narra el peligro más grande en el mar: la tempestad. Se describe el miedo que provoca y los arduos trabajos que se deben realizar en medio de las sacudidas de las olas. Después de una semana de vientos suaves, el tiempo comienza a empeorar. Los maestres toman precauciones bajando la artillería y el lastre para mantener el equilibrio del barco. Se ordena cambiar las velas viejas por las nuevas y asegurar la jarcia. El viento arrecia y los marineros cuentan historias de naufragios, aumentando el temor de los inexpertos. Durante una tormenta, el narrador es despertado por un fuerte movimiento y ruido. Sale al exterior y ve cómo las olas superan la borda. Los marineros luchan por mantener el timón y el barco se tambalea. Los viajeros se refugian en la entrecubierta, rezando y soportando el zarandeo del barco. Finalmente, la tormenta cesa y se ve un horizonte claro. A bordo, todo está mojado y desordenado. Los marineros trabajan para recomponer el orden. La calma vuelve al mar y se da gracias a Dios por haber sobrevivido. Se realiza una procesión con la imagen de la Virgen María y se entonan cánticos de agradecimiento.

La pericia del navegante

En este capítulo, se describe el proceso de navegación utilizado por los pilotos durante los viajes en alta mar. Los pilotos confiaban en los vientos para guiar su ruta y avistaban las islas Antillas como referencia. La navegación astronómica se utilizaba para calcular las coordenadas, como la longitud y la latitud, mediante la observación del sol y las estrellas. Sin embargo, calcular la longitud era especialmente difícil al principio. Los españoles navegaban en la misma latitud pero avanzaban en longitud, lo cual era complicado de calcular. Los pilotos utilizaban la velocidad y la estela del navío en el mar para estimar la posición. También se basaban en la observación de objetos flotantes y aves marinas para determinar la proximidad de tierra firme. La velocidad se registraba en una pizarra y luego se anotaba en el cuaderno de bitácora. En caso de vientos contrarios, la navegación se basaba en el instinto de los marineros. La Estrella Polar se utilizaba como referencia para determinar el norte y la latitud. El cuadrante era un instrumento utilizado para calcular el ángulo de la estrella en el horizonte. Además, mantener la altitud polar constante permitía corregir errores de brújula al navegar en dirección este u oeste. La habilidad del navegante era fundamental en este proceso.

Capítulo 18

En este capítulo, se relata cómo la flota avistó tierra en la isla Dominica, causando sorpresa y admiración por la grandeza y frondosidad de las tierras. Después de hacer la aguada y separarse según sus destinos, la flota continuó su viaje dejando atrás las aguas inseguras. El mar adquirió un tono verdoso y los marineros percibieron los aromas de la tierra firme. Pronto aparecieron bandadas de aves que anunciaban la proximidad de las primeras islas de las Indias. Finalmente, se hizo escala en la isla Dominica, donde los viajeros quedaron admirados por los paisajes y el clima tan diferente. Después de dos días, la flota se separó y se dirigió a Portobelo. La visión de la ciudad resultó admirable, con sus fortificaciones y el puerto lleno de embarcaciones. La flota fue recibida con salvas de bienvenida y una manifestación de júbilo. El gobernador subió a bordo y se realizaron discursos en honor al rey. Luego, se procedió a la descarga de los barcos, con el ir y venir de los esclavos cargando los productos provenientes de España.

El centro caribeño

En este capítulo, se describe cómo las rutas de la plata se convirtieron en un sistema de comunicaciones en el Nuevo Mundo. El Caribe fue pionero en esto, con la apertura de tráficos entre los puertos de Veracruz o Cartagena de Indias y los de Cuba, Puerto Rico o La Española. Estos mercados surgieron a partir de la compra de los sobrantes de las mercancías traídas por las flotas. Sin embargo, la zona de tráfico más intenso fue la del Pacífico, desde Acapulco hasta Chile, pasando por Panamá, El Callao y Arica. Estas rutas se originaron en el transporte de metales preciosos, especialmente los provenientes de las minas del Alto Perú.

Uno de los trayectos principales era el que unía El Callao o Arica con Panamá. Pero a lo largo del siglo XVI, la comunicación entre México y Perú cobró importancia, especialmente debido al transporte de mercurio de Huancavelica para las minas de Nueva España. También se desarrolló un importante tráfico entre México y Filipinas a través de Acapulco, que involucró a los peruanos.

Además, se intentó la navegación desde México hacia las islas de las Especerías en 1522, pero la conexión regular entre Acapulco y Manila no se estableció hasta el inicio del tráfico del Galeón de Manila. La exportación de plata hacia China era muy rentable, ya que se utilizaba para pagar mercancías de gran valor como sedas, especias y porcelana.

De esta manera, el tráfico en esta nueva dirección se incrementó de manera extraordinaria, y también participaron los puertos peruanos, desde donde comenzaron a partir barcos con destino a Filipinas en 1581. Así se abrió el tráfico buscado desde el principio por Colón: el de Extremo Oriente.

Capítulo 19

En este capítulo, se describe el contento de los viajeros y marineros al desembarcar en el puerto de Portobelo y la gran feria que se organiza allí a la llegada de los galeones. Los viajeros esperan impacientes el permiso para desembarcar, mientras los oficiales pagan los salarios y dan advertencias a los marineros y soldados. Una vez concedido el permiso, cientos de hombres se dispersan por todas partes, dando inicio a la feria.

Durante dos semanas, Portobelo se convierte en un lugar de encuentro para comerciantes con abundante plata que buscan comprar mercancía proveniente de España, como paños, sedas, lana, mantas, aguardiente, vino, herramientas, armas y artículos de lujo. Por su parte, los indianos ofrecen sus productos, como fritangas de gallina, asados de cerdo, tortas de maíz, jarabe de lima y piedras semipreciosas, plata, oro y carey.

La multitud que desciende de los barcos busca rápidamente alojamiento. Durante los días en que la flota permanece en el puerto, los precios de los hospedajes se disparan y cualquier refugio se paga a precio de oro debido a las frecuentes tormentas. Sin embargo, las autoridades tienen alhóndigas preparadas donde se puede pernoctar a un precio razonable.

En las dos semanas siguientes a la llegada de la flota, Portobelo se convierte en el lugar más bullicioso, alegre y concurrido de las Indias, pero también el más peligroso, ya que la feria atrae pleitos, reyertas, robos y homicidios.

Dentro de las murallas de la ciudad, la vida parece transcurrir de manera más tranquila. Las grandes residencias de los ricos españoles se mezclan con iglesias y conventos. Aunque todo es un mercado, en la plaza y en las calles se pueden hacer compras a cualquier hora del día o de la noche.

En las Indias, cualquier español vive como un hidalgo, rodeado de esclavos indios y negros que les sirven en todo, desde traerles agua hasta hacerles de comer, lavarles la ropa y liberarlos de cualquier trabajo.

Portobelo

En este capítulo, se describe la población indígena de Panamá en la época precolombina, compuesta por tribus como los caribes, chibchas, chocoes y otros grupos de origen maya. Se menciona que la costa oriental fue explorada por varios navegantes, incluyendo a Rodrigo de Bastidas, Juan de la Cosa y Vasco Núñez de Balboa. Colón también desembarcó en la región en su cuarto viaje, fundando la ciudad de Santa María de Belén. Posteriormente, Vasco Núñez de Balboa emprendió una expedición en busca del océano Pacífico, enfrentando dificultades y masacrando a los nativos agresivos. Finalmente, avistó el mar del Sur el 25 de septiembre de 1513. El primer gobernador nombrado por el rey fue Pedrarias Dávila, quien colonizó el istmo y fundó la ciudad de Panamá en 1519. También se menciona la construcción de una calzada que unía ambas costas y permitía el transporte de riquezas. La ciudad de Nombre de Dios, puerto de embarque y desembarque, fue reemplazada por Portobelo en 1593. Los puertos fueron codiciados por piratas y filibusteros, como Drake y Morgan, quienes ocuparon y destruyeron las ciudades.

Capítulo 20

En este capítulo se hace referencia a los temores que causan los corsarios a las autoridades y a la gente de Portobelo. Se mencionan los presidios y los aparatos necesarios para la defensa de estas costas, así como los gastos que ocasionan. El mayor peligro y daño en aquellos puertos de Indias son los piratas, que molestan constantemente en las costas. Por eso, las autoridades se preocupan mucho por la defensa. Se mencionan las fortificaciones fijas y móviles, así como el personal del presidio, que rara vez está completo. También se menciona el patrullaje naval para combatir la presencia de corsarios en la costa. Sin embargo, estos aparatos deben moverse con premura para ser eficaces, lo cual dificulta alcanzar a los bandidos que navegan en lanchas rápidas. Para hacer frente a esto, el nuevo gobernador ordenó estacionar una galera en el puerto con una tripulación de doscientos esclavos negros. Esta medida ha mantenido los puertos y los pueblos seguros. Se menciona la dificultad de contar con gente de presidio o milicias adiestradas para la defensa debido a la falta de recursos. A pesar de las quejas de las autoridades y los vecinos, alguien tiene que defender la ciudad cuando la dotación del presidio no es suficiente. Por ello, se realizan alardes en ocasiones, como el que se hizo al recalar la flota. Se destaca la importancia de Portobelo como uno de los puertos donde se guarda la plata de Nueva Granada y de la Flota de Indias. Se menciona el transporte de oro desde la Nueva España a través del Camino de Cruces y su embarque en el río Chagres hasta llegar a Portobelo. También se mencionan las ferias célebres de Portobelo, que duran hasta cuarenta días debido a la acumulación de mercancías y metales preciosos. Por esta razón, el puerto ha sido objeto de la codicia de los corsarios y ha sufrido intentos de saqueo en el pasado. Se menciona la muerte del pirata Francis Drake en la bahía de Portobelo y el ataque del bandido William Parker en 1601. Las gentes de la región sufrieron mucho por los saqueos, las muertes y las deshonras de las mujeres.

¡Cuidado con los piratas!

En este capítulo, se narra cómo los primeros asentamientos españoles en el Nuevo Mundo se vivieron en relativa paz, ya que en ese momento no llamaban la atención de otros países europeos debido a su distancia y falta de importancia. Sin embargo, cuando se descubrió que había metales preciosos en la región y aumentó el tráfico regular, despertó la codicia de otros países. Los piratas comenzaron a atacar a los buques españoles en el tramo final de su ruta de regreso, cuando estaban fatigados y lentos después de un largo viaje y siempre llevando oro en sus bodegas.

Desde 1507, el rey de Castilla tuvo que enviar dos carabelas para escoltar a los buques que regresaban a Sevilla. En 1521, los mercaderes de Sevilla financiaron una escuadra para proteger a los buques debido a los temores de posibles ataques franceses. Sin embargo, los temores aumentaron cuando un corsario francés capturó parte del botín de la conquista de Nueva España cerca de las islas Azores mientras era transportado a Sevilla. Esta presa suculenta aumentó la codicia de los franceses y generó un negocio en torno a la piratería.

La piratería era un negocio común entre marineros de países pobres, que atacaban a los buques por la misma razón que atacaban a una ballena: para ganarse la vida. La Corona española consideraba cualquier intento extranjero de compartir la ruta de las Indias como contrabando ilegal y persiguió el monopolio establecido.

Sin embargo, en esa época era común que los buques estuvieran siempre preparados para luchar o huir, ya que era una necesidad esencial para sobrevivir. Por lo tanto, se advierte sobre el peligro de los piratas.

Capítulo 21

En este capítulo, se narra el tornaviaje y la reunión de los galeones de las dos flotas de Indias en La Habana, para luego emprender juntas la travesía de regreso a España. Se explica que las dos flotas navegaron juntas este año para protegerse de los corsarios. La Flota de los Galeones, destinada a tierra firme, ancló en Portobelo esperando el tornaviaje, que comenzó en el istmo de Panamá en marzo. El regreso es más peligroso debido a los huracanes, las tempestades y la amenaza de los piratas atraídos por la valiosa carga que se transporta, incluyendo el tesoro real y otros productos como tabaco, cacao y maderas nobles. La Flota de la Nueva España, anclada en Veracruz, también debía llegar a La Habana para unirse a la otra flota y partir juntas hacia España. Las autoridades marítimas estaban impacientes porque debían partir antes del 10 de agosto para evitar los temporales en el Canal de las Bahamas. Si la flota no se reunía para esa fecha, debían posponer la partida hasta el próximo año. Mientras esperaban, se realizaban tareas de cuidado y preparación de las naves. Finalmente, cuando todos los barcos estuvieron en el puerto, se cargaron los víveres y se dio la orden de partida. La flota navegó hacia el noroeste, atravesando el peligroso Canal de las Bahamas, y luego se dirigió hacia las Azores. En este puerto, se tuvo noticia de la presencia de piratas cercanos, por lo que se prepararon para el combate durante todo el viaje. Navegaron hacia el Algarve y el cabo de San Vicente, y finalmente pusieron rumbo a la desembocadura del Guadalquivir. No se envió ningún aviso a España sobre la llegada de la flota para evitar alertar a los piratas, por lo que la única noticia del arribo se tenía al verlos llegar a Sanlúcar. Desde allí, los galeones remontaron el Guadalquivir con dificultad hasta que finalmente avistaron el puerto de Sevilla, lo que provocó una gran alegría y alivio en los tripulantes. El capítulo concluye con la emoción de entonar la salve marinera.

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