1 hora y 10 minutos

1

En este capítulo, se relata la muerte de Aben Ahmad al-Fiqui y el duelo que se lleva a cabo en su casa. Todos los parientes, amigos y conocidos se reúnen para lamentar su pérdida. Las mujeres hacen manifestaciones de duelo con llantos y alabanzas al difunto. El cuerpo de Aben Ahmad yace en su lecho, con los ojos abiertos y una hilera de babas en su barba. La única mujer que permanece en silencio es Judit al-Fatine, conocida como la Guapísima, quien es admirada por su belleza. El tío del difunto le pide a Judit que salga de la alcoba para que los hombres se ocupen del cuerpo. Mientras tanto, los vecinos realizan los rituales de limpieza del cadáver antes de envolverlo en un sudario. Después, el cuerpo es trasladado a la mejor estancia de la casa y se lleva a cabo una oración por el difunto. Finalmente, el cortejo fúnebre se dirige al cementerio, donde se espera a que se termine de cavar la tumba. Mientras tanto, los dolientes esperan alejados, mientras las mujeres continúan lamentándose. El capítulo termina con la llegada de un hombrecillo que pregunta quién es el muerto y expresa sus deseos de descanso eterno para Aben Ahmad.

2

En este capítulo, Judit está sentada bajo la sombra de una higuera, recordando la razón por la que se hizo un vestido nuevo de color blanco. Aunque le disgustó haber gastado tanto dinero en la tela de seda, lo hizo siguiendo el mandato de su difunto esposo, Aben Ahmad. Judit recuerda que él le dijo que necesitaría el vestido para encontrar un nuevo esposo. Sin embargo, ella ya había decidido que no se volvería a casar si él moría. A pesar de esto, Judit siente enfado y cólera por haberse dejado llevar por los deseos de su difunto esposo.

Judit considera ir al mercado para distraerse de su tristeza y rabia, pero teme que la gente murmure sobre su vestido nuevo tan pronto después del entierro de Aben Ahmad. Aunque nadie sabe que fue el deseo de su difunto esposo que ella se pusiera el vestido al día siguiente del entierro. Judit también se da cuenta de que, bajo su disgusto, hay un atisbo de esperanza y alegría que trata de evitar, pero que se mezcla con sentimientos de injusticia y soledad.

Mientras Judit está sumida en sus pensamientos, su cuñada Tova llega y la interrumpe. Tova elogia al difunto Aben Ahmad y lamenta su desgracia. Judit invita a Tova a sentarse a la sombra, pero ambas permanecen en silencio hasta que Tova comienza a lamentarse nuevamente. Tova se refiere a Judit como una viuda sin marido, hijos ni casa, lo que confunde a Judit. Tova revela que la casa en la que viven era propiedad de su padre y que ahora, debido a las leyes, la casa le pertenece a ella. Judit se sorprende y Tova finge compasión, pero le dice que no puede ayudarla debido a sus propios hijos y nietos. Judit se enfurece y grita que no le queda nada de su matrimonio. La discusión termina con Judit maldiciendo a la cigüeña que le trajo desgracia.

3

En este capítulo, el valí de Mérida, Mahmud al-Meridí, se encuentra con una multitud violenta y ruidosa después de la oración de la tarde. Acompañado por su secretario privado, el muftí y un grupo de notables, el valí intenta mantener la compostura mientras el jefe de la guardia intenta calmar a la multitud. El valí pregunta por Sulaymán Aben Martín, el cadí de los muladíes, y este se presenta ante él. Sulaymán habla sobre la purificación y la fidelidad a Dios y al Profeta Mahoma, lo que provoca aplausos entre la multitud. Sin embargo, la gente continúa protestando por los altos tributos y las malas condiciones climáticas que han afectado las cosechas. La situación se vuelve cada vez más tensa y la multitud comienza a lanzar escupitajos, tierra y piedras al cortejo. Finalmente, el valí y Sulaymán logran llegar al palacio, pero la gente continúa manifestándose en las calles. En la sala de Justicia, el valí y los notables discuten lo sucedido y el cadí de los muladíes se compromete a castigar a los responsables de la violencia. El valí decide convocar a todos los cadíes, jeques y notables de Mérida para discutir la situación y buscar una solución. El capítulo termina con el valí confiando en Sulaymán para convocar a los demás líderes y evitar divisiones.

4

En este capítulo, el duc Agildo, líder de los cristianos, se encuentra sentado en el atrio de su palacio, contemplando el cielo y meditando sobre la constante lluvia que ha estado cayendo. Demetrio, el hortelano, se queja de la lluvia y de las dificultades que esto trae consigo. Agildo le recrimina por su actitud y le pide que tenga paciencia. Mientras tanto, Agildo es interrumpido por la visita de dos musulmanes notables, el cadí Sulaymán Aben Martín y el jefe de la guardia, quienes le informan sobre un altercado que ocurrió en la mezquita Aljama y que resultó en la detención de veinte personas, incluyendo dos cristianos. Agildo se sorprende por la noticia y se preocupa por el castigo que les espera a los detenidos. Los musulmanes explican que se les cortará la mano derecha y la lengua a todos los culpables. Agildo critica los impuestos excesivos y opresivos que afectan tanto a los musulmanes como a los cristianos, y sugiere que esto podría llevar a la gente a rebelarse. Los musulmanes le informan que el valí ha convocado una reunión para buscar soluciones a estos problemas y le piden que se una a ellos. Agildo acepta y se muestra esperanzado de que finalmente se encuentre una solución a los problemas que aquejan a la ciudad. Sulaymán le indica que vaya al palacio del valí al día siguiente después de la oración del alba.

5

En este capítulo, se presenta a Marwán Aben Yunus, el hombre más rico y poderoso de Mérida después del valí. Marwán vive en una casa al norte de la ciudad, rodeada de fortificaciones y con una puerta principal que da a un puente que cruza el arroyo Albarregas. Marwán es descrito como un hombre corpulento, con rasgos árabes y peninsulares, vestido con una ostentosa túnica de damasco y adornado con joyas. Durante la comida, el cadí Sulaymán Aben Martín llega para comunicarle a Marwán que el valí lo convoca a una asamblea. Marwán invita al cadí a unirse a la comida y le informa que ya sabe lo que ha sucedido en la ciudad. Sulaymán le explica que la gente está descontenta y malhumorada debido a los impuestos y las malas cosechas. Marwán muestra su desprecio hacia los cristianos y los beréberes, pero finalmente accede a asistir a la asamblea. Después de la partida de Sulaymán, Marwán envía a un criado a buscar a su hijo Muhamad en Alange para que también asista a la asamblea. El criado se encuentra con dificultades para encontrar a Muhamad, pero finalmente lo encuentra cazando patos en la vega. Muhamad se enfurece por ser interrumpido, pero finalmente accede a regresar a Mérida con su padre. Sin embargo, cuando intentan entrar a la ciudad, se les prohíbe la entrada debido a las órdenes del valí. Después de una discusión, finalmente se les permite entrar y se dirigen a casa para descansar antes de la asamblea.

6

En este capítulo, Abdías ben Maimun está desayunando cuando su hija Judit entra en la habitación vestida de seda blanca y llorando. Abdías le reprocha su forma de vestir después de la muerte de su esposo. Judit se lamenta de su mala suerte y de que la hayan echado de su casa. Abdías le dice que todo sucede según la voluntad del Eterno y que deben aceptarlo. Judit se enfurece y discute con su padre sobre las señales que han recibido de las cigüeñas. La madre de Judit, Uriela, entra en la habitación y trata de consolar a su hija. Abdías insiste en que las cigüeñas son señales y que el Eterno les mostrará el camino. Uriela lleva a Judit a la cocina para calmarla. Más tarde, Uriela le dice a Judit que la vida continúa y que Dios tiene reservado un marido para ella. Judit se queja de que su esposo no le hizo feliz y Uriela le recuerda que hay mujeres que sufren mucho más en sus matrimonios. Judit le pregunta a su madre si ella ha sido feliz y Uriela responde que sí. Judit se pregunta si es musulmana o judía después de la muerte de su esposo y Uriela le aconseja que sea discreta y no hable de sus dudas. Abdías entra en la cocina y les advierte sobre los problemas que hay en la ciudad y la importancia de ser cautelosos como judíos.

7

En este capítulo, se describe el amanecer en Mérida después de una noche de lluvia. La ciudad se encuentra en silencio y tranquila, hasta que el canto del muecín llama a la oración del Aid. El cadí de los muladíes, Sulaymán, observa el amanecer desde la puerta de su casa y se dirige a la mezquita Aljama para la oración del alba. En otro lugar de la ciudad, en el barrio cristiano, se lleva a cabo un mercado donde se venden diversos productos. El duc Agildo asiste a la misa en la basílica de Santa Jerusalén y recibe palabras de aliento del obispo. Luego, el duc se dirige a la reunión en el palacio del valí Mahmud, donde se discuten los problemas de impuestos y se decide enviar un emisario a Córdoba para solicitar la ayuda del emir Abderramán. El cadí Sulaymán es elegido para ir, pero Marwán Aben Yunus propone que su hijo Muhamad también vaya, ya que tiene contactos en la corte. Finalmente, se acuerda que ambos partirán hacia Córdoba.

8

En este capítulo, se describe la ciudad de Mérida y sus edificios y monumentos, que aún conservan el esplendor y grandeza del reino godo, aunque también muestran signos de decadencia y ruina. Se destaca la importancia del santuario de Santa Eulalia, donde se guardan las reliquias de la mártir, y que atrae a numerosos peregrinos. El abad de Santa Eulalia, Simberto, es presentado como un hombre de conocimientos y fama de prudencia, pero también como alguien agitado y nervioso. Se menciona su mala salud y sus penitencias. El duc Agildo y el obispo Ariulfo acuden a Simberto para contarle lo sucedido en la reunión, donde se acordó enviar emisarios a Córdoba para reclamar ante el gobernador sarraceno. Sin embargo, la presencia del hijo de Marwán, un hombre interesado en aumentar su fortuna, preocupa al abad. Simberto expresa su descontento por la situación de la ciudad bajo el dominio sarraceno y la pérdida de la identidad cristiana. El duc y el obispo le piden consejo sobre cómo actuar, pero Simberto destaca la importancia de conservar la memoria de lo que fueron y de instruir al pueblo para despertar su fe y confianza en Dios.

9

En este capítulo, Muhamad está descansando en el salón principal del palacio de su padre, Marwán Aben Yunus. Su padre le expresa su preocupación por un viaje a Córdoba y le pide que preste atención a la importancia de la situación. Marwán explica que es crucial establecer buenas relaciones con Córdoba, ya que allí se encuentran los mejores negocios y el poder en Al-Ándalus. Marwán también critica a los gobernantes de Mérida y expresa su deseo de ir a Córdoba él mismo, pero teme levantar sospechas. Muhamad asegura a su padre que hará todo lo que le pida y le promete que todo saldrá bien. Marwán le explica la historia de su familia y su lucha por defender su fe y su territorio. Luego revela a Muhamad su plan para el viaje a Córdoba, en el que deberá acompañar al cadí Sulaymán Aben Martín y transmitir mensajes importantes a los ministros del emir. Marwán le advierte a Muhamad que no revele la verdadera naturaleza de los negocios y que se haga el tonto si el cadí intenta obtener información. También le instruye a convencer al emir de que Mérida necesita su intervención para mantener el orden. Muhamad pregunta por qué su padre está tan seguro de que el emir le creerá, y Marwán revela que ya le envió una carta advirtiéndole de una posible revuelta en Mérida. Con esto, Marwán asegura a Muhamad que todo está a su favor.

10

En este capítulo, Abdías ben Maimun se levanta temprano y se prepara para cumplir un encargo importante. A pesar de la insistencia de su esposa, Uriela, de que se quede en casa, Abdías se dirige a la casa del almojarife para resolver el asunto. Sin embargo, cuando llega, descubre que el almojarife aún está durmiendo debido a la celebración de la fiesta de Lag Baomer. Abdías se enfada y golpea la puerta con fuerza hasta que el almojarife sale a atenderlo. Juntos, se dirigen al barrio de los cristianos para buscar a una persona específica. Aunque llegan temprano, tienen que esperar hasta que termina la misa. Después de un encuentro incómodo con una anciana que los acusa de traicionar al Señor, finalmente encuentran al hombre que buscan. Resulta ser el comes Luciano, un noble arruinado que les muestra una pila bautismal de bronce antigua y hermosa. Después de una breve negociación, Abdías compra la pila por setenta y cinco sueldos.

11

En este capítulo, el duc Agildo y su esposa Salustiana se dirigen a la iglesia de Santa Jerusalén para asistir a la celebración religiosa. El obispo Ariulfo les espera en el palacio del episcopium y juntos entran al templo. Durante la ceremonia, el obispo expresa su preocupación por la falta de fe y la influencia de las costumbres orientales en los cristianos. Los fieles escuchan con tristeza y algunos lloran. Después de la misa, el obispo entrega la cruz a Agildo y la gente se acerca a besarla. Sin embargo, un anciano se queja de la falta de protección contra los sarracenos y la decadencia de la comunidad cristiana. Agildo y su familia se sienten abatidos por las palabras del obispo y se dirigen a la casa del obispo para almorzar. Durante la comida, un clérigo anciano critica a los ismaelitas y exalta la superioridad de los cristianos. El obispo le recuerda que todos somos hijos de Dios y que no debemos odiar. Después de la comida, se enteran de que la gente quiere linchar al comes Luciano por vender la pila bautismal de la iglesia de San Cipriano a los judíos. Agildo y el obispo se dirigen a la iglesia y descubren que la pila ha sido vendida. La gente exige que se devuelva y amenaza con derribar la puerta del palacio del comes. Agildo logra calmar a la multitud y el obispo llama a Luciano desde el balcón. Luciano sale y confiesa haber vendido la pila por setenta sueldos. Agildo le exige que devuelva el dinero, pero Luciano se niega. Agildo luego se dirige al barrio judío para recuperar la pila, pero el almojarife Datiel se niega a devolverla, alegando que la venta fue legal. Agildo intenta recuperarla en vano y finalmente se da por vencido. La caravana que lleva la pila ya ha partido hacia Córdoba y el cadí se niega a devolverla. Agildo regresa a Mérida sin la pila y con un sentimiento de derrota.

12

En este capítulo, la comitiva enviada por el valí de Mérida llega a Córdoba después de un largo viaje. Durante la última jornada del viaje, son sorprendidos por una tormenta, pero al llegar a la ciudad, el sol brilla y la campiña se ve hermosa. Son recibidos por la gente de la ciudad y los mendigos les piden limosna. Después de instalarse en una fonda, el cadí y Muhamad Aben Marwán solicitan una audiencia con el emir, pero se les dice que deben esperar a que los ministros resuelvan el asunto. Durante una semana, el criado del cadí va a la cancillería cada mañana, pero no hay noticias. El cadí se impacienta y decide hablar con un amigo de su padre en Córdoba. Muhamad sugiere que vaya solo para no levantar sospechas. El cadí acepta y espera que tenga éxito en convencer a los funcionarios.

13

En este capítulo, el protagonista llega a Mérida y se dirige hacia el mercado. Es descrito como un hombre joven con apariencia común pero con un aire de inocencia. Camina por el arrabal occidental, pasando por establecimientos y casas sucias. Cruza un arco de piedra y se encuentra con una multitud de personas miserables. Continúa su camino cerca de la muralla y pregunta a un niño por la ubicación del templo de Santa Eulalia. Siguiendo las indicaciones, llega al monasterio y se une a la oración en la iglesia. Después de la oración, espera en la fila para venerar el sepulcro de la Mártir. Luego, busca al abad Simberto y es acompañado por un clérigo a la sacristía. Allí, revela su identidad como Aquila, hijo de Pinario, y el abad se emociona al reconocerlo.

14

En este capítulo, el duc Agildo y su esposa Salustiana están preocupados por la situación en Mérida. Agildo se siente desalentado después de presenciar el linchamiento del comes Luciano y teme que la gente haya perdido la confianza en las leyes. Mientras están discutiendo, dos hombres llegan al palacio: el abad Simberto y Aquila, el sobrino del abad. Aquila es hijo del príncipe Pinario y ha venido a Mérida para conocer la ciudad de sus padres. Durante la cena, Aquila cuenta a Agildo y a los demás sobre la vida en el Norte y cómo la gente allí desea restaurar el antiguo reino godo. El abad Simberto está entusiasmado con la idea y cree que deben unirse a la causa. Sin embargo, Agildo y Salustiana tienen dudas y temen las consecuencias de una guerra. Deciden buscar el consejo del obispo Ariulfo y del abad de Cauliana antes de tomar una decisión.

15

En este capítulo, el rabino Nathan escucha a Abdías ben Maimun contarle sobre sus premoniciones y supersticiones. El rabino le advierte sobre la prohibición de creer en supersticiones en el pueblo de Israel y le recuerda que el Talmud no es una ventana mágica para predecir el futuro. Abdías defiende sus inspiraciones y menciona el desafortunado matrimonio de su hija Judit. El rabino le insta a dejar de lado las supersticiones y a seguir las leyes y tradiciones del pueblo judío. Luego, discuten sobre el futuro de Judit y el rabino sugiere enviarla a vivir con sus parientes en Alange. Abdías se muestra entusiasmado con la idea y agradece al rabino por su consejo.

16

En este capítulo, Judit y su padre, Abdías ben Maimun, viajan a las fuentes de Alange. Durante el viaje, Judit llora, pero su padre intenta consolarla diciéndole que será lo mejor para ella. A pesar de sus lágrimas, Judit se siente liberada y emocionada por dejar atrás años de encierro e infelicidad. Abdías le explica que en otro lugar, entre familiares y gente diferente, será más libre y feliz. Llegan a la aldea y son recibidos por la hermana de Abdías, Sigal. Judit se reencuentra con su tía y se siente feliz de estar allí. Comparten noticias y experiencias, y Abdías sugiere que las dos viudas se ayuden mutuamente. Después de una cena alegre, Judit se acuesta a dormir, pero se despierta intranquila y con miedo. Su tía la consuela y la abraza, recordándole que no está sola.

17

En este capítulo, Muhamad Aben Marwán espera postrado de rodillas en el palacio del emir Abderramán. A pesar de la falta de cortesía y comodidades, Muhamad se siente afortunado de tener la oportunidad de entregarle al emir información importante de parte de su padre. Mientras espera, repasa mentalmente las palabras que debe decirle al emir. De repente, un eunuco le reprende por levantar la cabeza sin permiso. Luego, el emir entra en la sala y Muhamad comienza a hablar apresuradamente, pero es interrumpido por el eunuco. Después de un breve intercambio, el emir ordena al eunuco que los deje solos. Muhamad se da cuenta de la hermosa sala en la que se encuentran y el emir bromea sobre el olor del tapiz. Luego, el emir invita a Muhamad a tomar una copa de vino y conversan sobre la prohibición del vino en Mérida. Muhamad prueba el vino por primera vez y le gusta. Luego, el emir le pide a Muhamad que le cuente lo que sucede en Mérida y por qué su padre está preocupado. Muhamad comienza a hablar emocionadamente, pero el emir le pide que hable con sinceridad y sin formalidades.

18

En este capítulo, se describe el monasterio de Cauliana, ubicado cerca de Mérida, rodeado de naturaleza y considerado un lugar ideal para el retiro de los monjes. Aunque el edificio no era llamativo, contaba con una hermosa galería que daba al río. Se menciona que el monasterio era antiguo y se le atribuían varios hechos históricos, como haber tenido una escuela de Teología y haber sido dirigido por el santo varón Renovato.

El duc Agildo, el abad Simberto y el joven Aquila llegan al monasterio después de un largo viaje. Se encuentran con que los monjes están reunidos en la sala capitular debido a un robo que ocurrió la noche anterior. Un grupo de beréberes asaltó el monasterio, mató a los perros y saqueó los graneros, despensas y bodegas. También se llevaron el ganado y los alimentos de los huertos. Los monjes están preocupados por cómo alimentar a más de cien personas en el monasterio.

Simberto propone tomar medidas drásticas y unirse a la guerra contra los moros del alfoz. El duc Agildo sugiere acudir al valí y denunciar el robo, pero Simberto no confía en que eso solucione el problema. Aquila, sobrino de Simberto, informa que el rey de Asturias ha restaurado el orden de los godos y anima a unirse a ellos para luchar contra los moros. Los monjes se dividen en opiniones y se genera un debate acalorado.

El abad de Cauliana se opone a la idea de la guerra y defiende la paz como el bien supremo. Argumenta que los males que sufren son parte de la condición humana y que la venganza no es la solución. Simberto insiste en que lo que se busca es justicia y un reino cristiano. Finalmente, el duc Agildo interviene para calmar la situación y propone buscar ayuda y donativos en Mérida, así como informar al obispo sobre lo sucedido. El capítulo termina con la decisión de abandonar el monasterio y dejar que los monjes continúen en oración y confianza en Dios.

19

En este capítulo, se describe la celebración de la fiesta de San Juan en la basílica de Sancti Iohannis. La gente se reúne alrededor de una gran hoguera y viste sus mejores ropas para la ocasión. Aunque hay escasez de alimentos, se comparten platos de pollo, cordero, alcachofas, tortas y otros alimentos. El obispo Ariulfo bendice el fuego y pide a la multitud que reúna alimentos y limosnas para ayudar a los monjes de Cauliana, que han sido robados. Esto provoca la indignación de algunos jóvenes, que culpan a los moros del alfoz. El duc teme que la situación se salga de control, pero su esposa lo anima a disfrutar de la fiesta. Mientras tanto, en la mesa del duc, su hijo Claudio discute con los invitados sobre la injusticia de celebrar la fiesta mientras los monjes sufren. El duc le ordena que se calle, pero Claudio revela que ha visto a los moros disfrutando de la comida robada. El duc le da una bofetada y Claudio se marcha. A pesar de la tensión, la fiesta continúa, pero nadie parece divertirse realmente. Salustiana intenta animar la velada pidiendo a los músicos que canten una canción.

20

En este capítulo, el valí Mahmud se encuentra preocupado por los fuegos que se han encendido en el alfoz oriental durante la noche. El jefe de la guardia le informa que han sido los cristianos dimmíes quienes han provocado el incendio, propagando infundios y consignas contra los beréberes. Mahmud se preocupa aún más al pensar en las posibles consecuencias que esto podría tener si Córdoba se entera. Uno de sus consejeros propone vengarse de los cristianos, pero Mahmud le advierte que los árabes están esperando que se metan en problemas para poner a uno de los suyos en el gobierno de Mérida. Deciden esperar a que regrese Sulaymán Aben Martín con el resultado de la embajada antes de tomar una decisión. Por otro lado, Marwán Aben Yunus se reúne con nobles árabes y les dice que deben dejar que Mahmud resuelva el problema, ya que es en el alfoz donde viven la mayoría de los beréberes. Marwán también les advierte que Mérida necesita una mano fuerte y decidida que mantenga contento al emir de Córdoba. El viejo jeque Arub al-Zohevy advierte sobre el peligro de que Córdoba envíe un valí forastero con un ejército codicioso. Marwán propone que el valí sea un árabe y sugiere que él mismo podría ser el candidato. Los presentes dudan de que Córdoba lo permita, pero Marwán les asegura que ya están al tanto de todo lo que sucede en Mérida. Finalmente, Marwán se jacta de haber enviado a su hijo en una embajada a Córdoba para demostrar la lealtad de los árabes y su disposición a pagar tributos. Los presentes aprueban la idea de organizarse con Córdoba y apoyar al emir Abderramán.

21

En este capítulo, un alguacil informa al duc de todo lo sucedido en el incendio del arrabal. Se confirma que fueron jóvenes cristianos los responsables del incendio, que ocurrió después de la Sanjuanada. Afortunadamente, no hubo muertos ni heridos, pero alrededor de cien casas fueron destruidas. El duc reflexiona sobre la cantidad de jóvenes involucrados en el incendio y decide castigar a los culpables. El alguacil menciona que los moros robaron a los monjes de Cauliana sin consecuencias, lo que enfurece al duc. Agildo sospecha que su hijo Claudio estuvo involucrado en el incidente y teme que su alma pendenciera cause más problemas. Agildo y Salustiana deciden rezar en el templo de Santa Eulalia para ganarse los favores divinos. En su camino, se encuentran con una multitud agresiva en la plaza, liderada por el comes Landolfo. Agildo se preocupa por la situación y entra al palacio del comes para averiguar qué está sucediendo. Landolfo y el abad Simberto explican que algunos jóvenes confesaron su participación en el incendio y que serán desterrados al norte para expiar sus pecados. Claudio también se unirá a ellos en el viaje. Agildo queda perplejo y se retira con Salustiana, sin saber qué decisión tomar.

22

En este capítulo, Muhamad y el emir Abderramán cabalgan juntos por un sendero en medio de campos agrestes y montañosos. Llegan a un pabellón de caza oculto entre los árboles, donde se encuentran con cinco secretarios que llevan halcones. El emir explica que este lugar es su retiro personal y solo permite la entrada a personas de confianza. Muhamad le pregunta si le ha gustado el regalo que le hizo su padre, una fuente de bronce y ónice traída desde Mérida, y el emir responde que le ha encantado. Luego hablan sobre los tesoros que quedan en Mérida y el emir decide que irá a poner en orden la ciudad en algún momento. Después de refrescarse en el estanque, salen a cazar con los halcones y tienen éxito en capturar varias presas. Al regresar al pabellón, se sientan a comer y Muhamad expresa su gratitud hacia el emir. Luego, el emir le dice a Muhamad que le gustaría que se quedara en la corte y le explica que los Banu Aben Yunus deben prestarle un gran servicio. Muhamad se muestra sorprendido y ansioso por saber más sobre el plan del emir.

23

En este capítulo, la comitiva emprende su regreso a Mérida. Salen de la ciudad al amanecer y avanzan por caminos serpenteantes en las sierras. Durante el viaje, se detienen en momentos de calor intenso y descansan en ríos y abrevaderos. Después de dos días, abandonan las sierras y continúan hacia el oeste por campos de labor. Muhamad está impaciente por llegar a Mérida y recordar todo lo que el emir Abderramán le ha confiado. Sin embargo, Sulaymán sospecha que Muhamad le está ocultando algo y trata de sonsacarle información. Muhamad se muestra evasivo y distante, lo que aumenta las sospechas de Sulaymán. En un intento de obtener respuestas, Sulaymán le pregunta a Muhamad sobre su encuentro con el emir, pero Muhamad se muestra reacio a compartir detalles. La conversación se tensa y ambos se distancian durante el resto del viaje.

24

En este capítulo, el duc Agildo reflexiona sobre su falta de valentía y su incapacidad para tomar decisiones firmes. Se siente avergonzado por su actitud en el patio del comes Landolfo y se lamenta de no haber enfrentado a los nobles y hacer valer su autoridad. Su esposa, Salustiana, lo encuentra en la galería del palacio y le pide que bendiga a su hijo Claudio, quien está a punto de partir en una peregrinación. Agildo se niega al principio, preocupado por la seguridad de su hijo, pero finalmente accede y entra al palacio para despedirse de él. Claudio revela entonces que la peregrinación es en realidad una excusa y que se dirigen a la corte del rey de Asturias. Agildo se siente traicionado por la mentira, pero finalmente acepta la decisión de su hijo y le da su bendición. Luego, Agildo lleva a Claudio a un lugar secreto en las cuadras del palacio, donde desentierra la antigua armadura de su bisabuelo, simbolizando su apoyo a la decisión de Claudio de convertirse en guerrero.

25

En este capítulo, Marwán recibe a su hijo Muhamad con alegría y entusiasmo al regresar a casa. Marwán ordena preparar un baño y una buena comida para su hijo. Muhamad entra en la propiedad y se planta en el jardín con aire triunfal. Después de abrazarse, Marwán pregunta por el emir y Muhamad confirma que ha hablado con él en privado. Marwán le pide detalles sobre Abderramán y Muhamad cuenta cómo fue su llegada a Córdoba y cómo logró convencer a Sulaymán para ir solo a los Alcázares. Muhamad explica que no reveló nada al cadí y continúa narrando cómo se ganó la confianza de importantes cordobeses y finalmente conoció al emir en persona. Describe el palacio y destaca la amabilidad y cordialidad de Abderramán. El emir le pide detalles sobre Mérida y Muhamad le transmite las observaciones de su padre. Abderramán elogia la inteligencia de Marwán y Marwán se enorgullece de su familia. Muhamad pregunta qué hacer a partir de ahora y Marwán le aconseja regresar a Alange y evitar ser interrogado.

26

En este capítulo, el valí Mahmud y el cadí Sulaymán discuten sobre las noticias que el emir les ha enviado. El valí está preocupado por los problemas que han surgido en su ausencia, como el ahorcamiento de un noble cristiano y el incendio del arrabal del poniente durante la fiesta de la Ansara. Además, le preocupa la pérdida de autoridad del duc Agildo y la posible organización de los jóvenes infieles. El cadí, por su parte, no confía en el emir y propone prepararse para lo peor, incluso unirse con los cristianos. Sin embargo, el valí duda y decide consultar con su Consejo antes de tomar una decisión. A pesar de las diferencias, ambos coinciden en la importancia de mantenerse firmes y unidos para defender la ciudad de Mérida.

27

En este capítulo, se describe la estructura y funcionamiento de los baños de Alange. Aunque nadie sabe quién los construyó, son famosos por sus aguas termales curativas. El edificio es grande y compacto, con muros de hormigón y piedra que sostienen altas bóvedas de ladrillo. Hay dos piscinas redondas, una con agua caliente y otra con agua fría, y una sala de guardarropa y reunión llamada al-bayt al-maslaj. Aunque los baños pertenecen al señor de Alange, están abiertos al público y son administrados por un arrendatario. Hace cincuenta años, el judío Maimun recibió el arriendo y luego se lo entregó a su yerno. Ahora, la viuda Sigal y sus hijos se encargan del negocio. Desde que Judit llegó a Alange, ha aprendido a atender a los bañistas, dar masajes y aplicar aceites y tintes de alheña. Cada mañana, ella y su prima Adine preparan los productos utilizados en los baños. Judit le cuenta a Adine sobre su matrimonio desdichado y su primera experiencia sexual con su esposo tullido. Adine se ríe y muestra curiosidad, pero Judit le advierte que los hombres son reservados en ese aspecto. Siguen hablando hasta que Sigal las interrumpe para que ayuden en los baños, ya que están llenos de mujeres.

28

En este capítulo, se narra cómo los musulmanes celebran la fiesta del Aid al-Fitr al finalizar el Ramadán. El valí Mahmud, preocupado por posibles conspiraciones, asiste a la oración en la mezquita y es felicitado por los notables, incluido el rico árabe Marwán Aben Yunus. Marwán invita al valí a compartir el desayuno de la fiesta, pero Mahmud decide llevar a todos a su palacio. El cadí Sulaymán Aben Martín, observando la escena, se retira y camina por el barrio de los muladíes, donde se siente cada vez más distanciado de sus vecinos. Llega a su casa y encuentra a su hermano Salam, quien se queja de no poder pagar el tributo y propone rebelarse contra los musulmanes. Sulaymán lo reprende y le pide que se calle, pero Salam continúa expresando su frustración y rechazo hacia los sarracenos.

29

En este capítulo, la vida de Judit en los baños de Alange transcurre con una calma inusual. A medida que pasa el tiempo, se siente cada vez más en paz y contemplativa. Observa la belleza de la naturaleza y de las personas que la rodean, y se maravilla de la serenidad de su tía Sigal. Aunque su rutina diaria puede parecer monótona, Judit se siente feliz. Sin embargo, un día todo cambia cuando se anuncia la visita de Muhamad Aben Marwán, el señor del castillo. Sigal se pone nerviosa y ordena a Judit y a su prima Adine que vayan a la cocina. Allí, les revela que Muhamad vendrá a los baños y les exige que lo atiendan correctamente. Adine muestra entusiasmo por ver a Muhamad, pero Sigal la reprende y la castiga encerrándola en su habitación. Judit se viste con un vestido blanco de seda y se dirige a los baños. Sigal le explica que cuando Muhamad o alguien de su familia visita, se les da un trato especial y se les mantiene separados de los demás bañistas. Al entrar en la sala de las piscinas, Judit se encuentra con Muhamad, quien la observa con admiración. Sigal se retira, dejándolos solos.

30

En este capítulo, Judit se levanta temprano y se prepara para encontrarse con Muhamad Aben Marwán en el bosque junto al río. Su prima Adine la sigue y le pregunta por qué no la lleva con ella. Judit le explica que Muhamad le pidió que fuera sola. Adine insinúa que Judit está enamorada de Muhamad, pero Judit lo niega. A pesar de esto, Judit se da cuenta de que Adine ha dicho la verdad y que está enamorada de Muhamad. Cuando Muhamad llega, Judit se siente nerviosa y se da cuenta de que también está enamorado de él. Muhamad invita a Judit a montar en su caballo y se adentran en el bosque en busca de un nido de azores. Encuentran el nido y Muhamad coge un polluelo. Después de un beso repentino, un pájaro sale del nido y les cae excremento encima. Judit se queda temporalmente cegada y Muhamad la lleva al río para lavarse los ojos. Judit recupera la vista y se siente feliz y renovada.

31

En este capítulo, un grupo de jóvenes caballeros se acerca a Toledo a través de altiplanicies ásperas y con huellas de otoño. Cabalgan con cautela para evitar sospechas de las autoridades musulmanas. Deciden separarse en grupos más pequeños antes de llegar a la ciudad para entrar discretamente. Aquila, el líder del grupo, les da instrucciones sobre cómo comportarse en la ciudad y evitar despertar la curiosidad de los toledanos. Esconden sus armas y se visten como moros para pasar desapercibidos. Luego, se distribuyen en grupos de cinco hombres y entran a la ciudad mezclados con la multitud de mercaderes y aldeanos. Aquila y Claudio, el hijo del duc Agildo, entran juntos y se dirigen a una fonda para preguntar por el duc de los dimmíes cristianos. Les indican que se encuentra en el barrio dimmí, al otro lado de la ciudad. Después de atravesar el laberinto de Toledo, llegan a un viejo barrio donde encuentran el palacio del duc Avidio. Son interrogados por uno de los criados, pero finalmente son recibidos por el anciano duc. Aquila y Claudio explican que vienen de lejos para informar al rey asturiano sobre la situación de los cristianos en tierras gobernadas por los sarracenos. Sin embargo, el duc Avidio se muestra indiferente y frío, lo que enfada a Claudio. Finalmente, deciden irse del palacio desilusionados por la actitud del duc.

32

En este capítulo, Aquila y Claudio llegan a Toledo y deciden visitar al obispo. Mientras suben por la ciudad, Aquila admira el paisaje y expresa su deseo de que las coronas cristianas vuelvan a reinar en Toledo. Al llegar a la casa del obispo, son recibidos por dos hombres y conducidos a un patio trasero. Después de esperar un rato, el obispo sale y les dice que ya sabe quiénes son y lo que ha sucedido. Aquila y Claudio explican que no tenían intención de discutir con el duc Avidio y que decidieron irse de su casa. El obispo los invita a cenar y les ofrece un lugar para descansar y limpiarse. Después de la cena, hablan sobre los impuestos y las revueltas en Mérida. Aquila y Claudio expresan su deseo de ir al norte para informar al rey de Asturias sobre la situación de los cristianos del sur. Luego revelan que también planean ir a Aquisgrán para solicitar la ayuda del emperador Ludovico Pío. El obispo se sorprende y les advierte sobre el peligro de llevar cartas comprometedoras. A pesar de esto, Aquila y Claudio insisten en arriesgarse y confiar en la ayuda de Dios. El obispo, admirado y temeroso, decide redactar una carta urgente.

33

En este capítulo, la ciudad de Mérida se despierta en un amanecer claro y fresco. Un centinela en el puente avista una larga fila de hombres a caballo que resulta ser el séquito de un magnate cordobés enviado por el emir para ser recibido por el valí. El gobernador convoca a su Consejo para debatir qué hacer con esta comitiva. El valí se muestra preocupado por las noticias que podrían traer y teme que si son buenas, el emir haya decidido perdonar los impuestos, pero si son malas, la ciudad se arruinará. El valí toma la decisión de recibir al enviado y convocar a los jefes de la ciudad para decidir qué hacer. Mientras tanto, el magnate cordobés exige entrar en la ciudad y se impacienta. Finalmente, el legado del emir llega al palacio del valí y anuncia que se perdonará un tercio del tributo a los musulmanes, lo que provoca la indignación de los presentes. El comes Landolfo se enfrenta al legado y exige justicia para los cristianos. La reunión se vuelve caótica y el valí intenta calmar a la multitud, pero sin éxito. El legado se retira y advierte que si estuviera en el lugar de los habitantes de Mérida, no dormiría tranquilo a partir de ese día.

34

En este capítulo, Judit y Muhamad están juntos en la torre más alta del castillo, disfrutando de la vista del campo infinito. Se abrazan y besan, y Judit admira la belleza de Muhamad. Luego, comienzan a hablar y Judit le cuenta a Muhamad sobre su vida pasada, viviendo con un hombre enfermo al que no amaba. A pesar de su historia triste, Judit muestra una actitud alegre y audaz. Muhamad la escucha atentamente y la consuela. Después de hablar, Judit mira hacia el horizonte y reflexiona sobre su vida. Muhamad le propone quedarse a vivir con él, pero Judit decide regresar a casa de su tía. Se despiden y Judit se encuentra con su tía, quien la regaña por estar fuera tan tarde. Luego, entran a la casa y Judit se emociona al ver a su prima Adine. Judit expresa su deseo de ser feliz y habla sobre su amor por Muhamad. Su tía la consuela y le sugiere que tome leche caliente y vaya a dormir.

35

En este capítulo, Muhamad se despierta con una gran alegría y ansiedad por encontrarse con Judit en los baños. Su criado, Magdi, le informa de que tiene visita y lo lleva a la ventana, desde donde pueden ver un ejército que se acerca al castillo. Muhamad se viste y baja a encontrarse con el general Harith Aben Bazi, enviado por el emir. El general le informa que ha llegado el momento y le ordena unirse a su ejército de inmediato. Muhamad se preocupa por su familia en Mérida y envía a un criado a advertirles del peligro. El capítulo termina con el criado partiendo hacia Mérida en el mejor caballo de Muhamad.

36

En este capítulo, el valí Mahmud y su Consejo observan desde la torre más alta de la fortaleza una nube de polvo al otro lado del río. El ejército del emir está saqueando el arrabal y causando pánico en la ciudad de Mérida. El valí se enfada al descubrir que nadie les ha avisado de la llegada del ejército enemigo. El jefe de la guardia explica que el castillo de Alange debería haber dado la alarma, pero no lo hizo. A pesar de esto, el jefe de la guardia asegura que la ciudad está bien defendida y que el ejército enemigo no podrá hacerles daño. Sin embargo, el valí se preocupa por la posibilidad de un largo asedio, ya que las cosechas son pobres y la ciudad no tiene suficientes recursos. Uno de los notables culpa al señor de Alange por no haber avisado de la amenaza. El Consejo se enfurece y acusa a los Banu Yunus de traición. El valí ordena que Marwán Aben Yunus sea llevado ante él.

37

En este capítulo, el duc Agildo se siente triste y preocupado. Después de comer, va a la basílica de Santa Eulalia y se arrodilla frente a la cripta de la mártir. Reza y le pide a Santa Eulalia que ilumine su mente. Mientras está allí, observa las lápidas, las pinturas de los altares y la bóveda del templo. Sin embargo, no encuentra consuelo y golpea su pecho clamando por una señal. Después de sollozar, sale del templo y se encuentra con el abad Simberto. Agildo le dice que necesitan hablar, pero Simberto se muestra impaciente y le dice que ya no hay tiempo para hablar, sino para actuar. Agildo se queja de que le han quitado su autoridad y que no le escuchan. En ese momento, un joven llega corriendo y anuncia que el ejército de Córdoba se acerca. Todos se sobresaltan y Simberto le dice a Agildo que ese es el peligro y que ha llegado la hora de actuar. Simberto da órdenes frenéticamente para convocar a todos los cristianos y reunir armas en la plaza.

38

En este capítulo, el ejército cordobés ha terminado de levantar su campamento en la orilla opuesta del río, cerca de las ruinas de Mérida. El joven Muhamad Aben Marwán y el general Aben Bazi observan la ciudad desde un altozano. Un destacamento de atacantes intenta cruzar el puente, pero son repelidos por los defensores. Aben Bazi decide no asaltar la ciudad y ordena iniciar el cerco. Muhamad está preocupado por su padre y su familia, ya que no ha recibido noticias de ellos. Finalmente, llega un grupo de árabes liderados por Marwán Aben Yunus, el padre de Muhamad, quienes han logrado escapar de la ciudad saqueada. Muhamad se reencuentra con su padre y se entera de que han sido robados por los soldados cordobeses. Marwán se queja ante Aben Bazi, pero el general no muestra interés en ayudarlos. Marwán promete que informará al emir sobre lo sucedido. Más tarde, Aben Bazi anuncia que un visir enviado por el emir llegará para resolver los asuntos civiles. Marwán y su familia deciden ir a Alange en busca de refugio y comida. Durante el viaje, Muhamad le cuenta a su padre sobre una mujer que ha conocido, pero Marwán no muestra interés debido a la difícil situación en la que se encuentran.

39

En este capítulo, Judit y Adine están desayunando en la cocina cuando Adine se queja de tener que ir a los baños todos los días sin que nadie vaya. Judit le dice que no cree que haya una guerra, pero Adine insinúa que Judit está enamorada de Muhamad. Judit se enfada y Adine se va de la habitación. Luego, el hortelano Jusuf avisa a Judit de que hay hombres armados acercándose. Judit entra en pánico y se encuentra con Muhamad, quien la protege de los hombres armados. Muhamad le asegura que el ejército del emir está allí para protegerlos. Sigal y Adine regresan y le piden ayuda a Muhamad. Él les asegura que no les harán daño y les aconseja refugiarse en el castillo. Las mujeres deciden seguir su consejo y se preparan para irse. Sigal se muestra descontenta y murmura que tendrán que bailar al son de Muhamad. Judit se enfrenta a ella y le defiende.

40

En este capítulo, el duc Agildo se despierta después de una noche de insomnio y se da cuenta de que hay una tormenta afuera. El hortelano Demetrio se queja de la tormenta y de los daños que está causando en los cultivos. Agildo se levanta y decide ir a rescatar a los monjes del monasterio de Cauliana, que están en peligro. Salustiana, su esposa, lo anima y le informa que el abad Simberto y algunos hombres armados están esperando afuera para llevarlo al monasterio. A pesar de las advertencias de peligro, Agildo decide ir y se encuentra con la ciudad en construcción de defensas. A pesar de las protestas del oficial de la puerta, Agildo y el abad salen de la ciudad y se dirigen al monasterio. Sin embargo, cuando llegan, descubren que el monasterio ha sido saqueado y los monjes asesinados. Devastado, Agildo decide regresar a la ciudad, pero en el camino son emboscados por guerreros cordobeses y capturados. Uno de los prisioneros revela la identidad de Agildo como líder de los cristianos y son llevados como prisioneros al campamento enemigo.

41

En este capítulo, Salustiana, la esposa del duque, escucha las palabras del comes Landolfo, quien le advierte sobre la imprudencia de salir de la ciudad sitiada de Cauliana. Salustiana pregunta por su esposo y el comes le informa que está vivo y que los sitiadores lo mantienen como rehén para negociar. Salustiana se preocupa y pregunta qué deben hacer, a lo que el comes responde que lo más sensato es esperar a ver qué piden. Salustiana se muestra desazonada y amenaza con no perdonar la muerte de su esposo. El comes le explica que el ejército de Córdoba está causando problemas y que deben defenderse. En medio de la discusión, llegan dos hombres alterados anunciando que los cordobeses han abierto las puertas de la ciudad y están entrando en Mérida. Landolfo se enfurece y acusa a los sarracenos de traición. Salustiana, por otro lado, muestra esperanza y pide ayuda a Dios y a la mártir Eulalia.

42

En este capítulo, el cadí Sulaymán es despertado por unos golpes en la puerta. Descubre que los cordobeses han entrado en la ciudad y se dirigen hacia la mezquita Aljama. Sulaymán y su hermano Salam deciden ir allí para unirse al Consejo del valí. Al llegar, Sulaymán se enfrenta a una tropa de cordobeses y logra pasar solo al palacio del valí. Una vez dentro, Sulaymán cuestiona al valí sobre por qué ha abierto las puertas a los cordobeses. El valí explica que ha recibido una misiva del general cordobés y que ahora el príncipe Abderramán le pide que le abra las puertas de Mérida. Abderramán entra en la sala y todos se postran ante él.

43

En este capítulo, se describe la escena en la plaza frente a la mezquita Aljama de Mérida, donde se ha construido un gran entablado con un trono en el centro. La multitud se congrega expectante, mientras los miembros de la guardia del emir y los nobles llegan al lugar. Salustiana y su familia, junto con otros cristianos, se unen a la multitud. Los muladíes y los judíos también se acomodan en la plaza. Solo aquellos con autoridad en la ciudad pueden asistir a la recepción. Después de horas de espera, el valí Mahmud llega seguido de sus hombres y se coloca a un lado de la mezquita. Luego, el emir Abderramán aparece en el estrado y todos se postran ante él. El visir de barba negra pronuncia un discurso en nombre de Allah y anuncia que no habrá perdón para aquellos que se opongan al emir. Luego, se lleva a cabo una ejecución pública de los cautivos, incluyendo al duc Agildo y al abad Simberto. La multitud reacciona con horror, pero el emir permanece impasible. Los visires proclaman la grandeza de Allah y la bendición a su Profeta.

44

En este capítulo, un grupo de veinte hombres cristianos, liderados por Claudio, se dirige hacia el norte, escapando de los dominios del emir de Córdoba. Han recorrido un largo camino desde Barcino hasta el puerto de Awnaba en Al-Ándalus, y ahora continúan a pie hacia Mérida. A pesar de estar hambrientos, enfermos y agotados, conservan la esperanza de llegar a su destino. Durante la noche, se guían por las estrellas, pero a menudo se pierden en bosques hostiles y montañas. Amanece y se detienen en una colina, discutiendo sobre su ubicación. Claudio les asegura que están cerca de casa y que deben seguir adelante. Pasan el día descansando y bebiendo agua de un arroyo, y luego continúan su camino. En su camino, encuentran un pequeño poblado de pastores cristianos que se esconden al principio, pero finalmente los reciben y les ofrecen comida. Los pastores les informan que un gran ejército, liderado por el emir de Córdoba, ha pasado cerca de allí en dirección a Mérida. Al día siguiente, guiados por un joven de la aldea, se acercan a unas alquerías cerca del camino principal que une Córdoba y Mérida. Ven campos de cultivo y aldeas miserables a lo largo del camino, y al norte, la silueta del castillo de Alange.

45

En este capítulo, Salustiana entra en la basílica de Santa Jerusalén y se arrodilla frente a un sepulcro en el presbiterio. La acompañan sus hermanas, hijas y nueras, mientras el obispo Ariulfo y el cabildo se encuentran presentes. Se realiza un canto fúnebre y el obispo inciensa el sepulcro y a Salustiana. Luego, Ariulfo se dirige a los presentes y les recuerda que la sangre derramada por Cristo es la misma que derramaron los mártires. Algunas mujeres comienzan a llorar y piden que descansen en paz. El obispo les da esperanza citando la palabra de Dios y les exhorta a orar y fortalecerse en la fe. Señala que Agildo, el difunto duc, ha recibido el premio de gloria y ahora es un mártir. El obispo advierte sobre la guerra que el príncipe de este mundo intenta hacerles y los anima a resistir las pruebas y tentaciones. Concluye diciendo que Satanás está presente en la ciudad para poner a prueba su paciencia.

46

En este capítulo, la historia se desarrolla en Mérida, donde Marwán, rodeado de su familia y allegados, se prepara para recibir al emir Abderramán. Marwán, vestido con su mejor túnica y lleno de emoción, habla sobre la importancia de este día para su familia. Sin embargo, su discurso es interrumpido por la llegada del emir, lo que provoca aún más sorpresa y alegría en Marwán. Abderramán es recibido con gran reverencia y se dirige directamente a Muhamad, el hijo mayor de Marwán, mostrando una gran familiaridad con él. Abderramán anuncia que Muhamad será el nuevo valí de Mérida, lo que deja a Marwán desconcertado y furioso. Muhamad, por su parte, se niega a aceptar el cargo y defiende que su padre es quien realmente lo merece. Después de una intensa discusión, Abderramán decide nombrar a Marwán como valí y otorga a Muhamad el derecho a sucesión. La visita del emir termina de manera abrupta, dejando a todos con sentimientos encontrados.

47

En este capítulo, diez días después de la llegada del emir a Mérida, la guardia del palacio del valí arresta a Sulaymán Aben Martín y a su hermano Salam. Les quitan las espadas y los llevan ante el jefe de la guardia, quien les informa que está siguiendo órdenes del nuevo valí, Marwán. Los hermanos Aben Martín se sorprenden y acusan a Marwán de traición. El jefe de la guardia, confundido, decide liberar a los prisioneros y huir junto con ellos. Todos corren para ponerse a salvo antes de que la ciudad se vuelva más peligrosa. Al día siguiente, los soldados de Córdoba arrestan a muchos hombres del barrio de los muladíes y los maltratan. También violan a muchas mujeres y expulsan a los sobrevivientes de Mérida. Mientras tanto, Marwán toma posesión de su cargo y celebra un banquete. Sulaymán se entera de todo esto en su escondite en los bosques y su ira y desolación alimentan su odio.

48

En este capítulo, Abderramán se asegura de que Mérida esté sometida a su voluntad y se despide del gobernador Marwán y su hijo mayor. La hueste del emir parte hacia el norte sin mirar atrás, dejando atrás una ciudad humillada. El resto del verano transcurre en silencio e incertidumbre, con el miedo atenazando los corazones de todos. Marwán comienza a temer una posible venganza por parte de los desterrados y se obsesiona con la idea de ser asesinado. Muhamad, por otro lado, no parece alterado por la situación y decide salir de la fortaleza en busca de su libertad. Marwán intenta disuadirlo, preocupado por su seguridad, pero Muhamad insiste en ir a Alange. Durante su discusión, Muhamad cuestiona la supuesta felicidad que han alcanzado al ser los amos de todo, ya que viven encerrados y desconfiados. Propone hacer algo para ganarse a la gente y vivir en paz, pero Marwán lo considera una tontería y no ve forma de contentar a los muladíes y a los infieles dimmíes. Muhamad señala la falta de seguridad que siente su padre y la necesidad de cambiar la situación.

49

En este capítulo, la ciudad está desierta al final del día y Claudio, el hijo del difunto duc Agildo, regresa a la ciudad y se entera de las terribles cosas que han sucedido en su ausencia. Claudio busca al obispo Ariulfo y, después de un emotivo encuentro, el obispo le cuenta todo lo que ha sucedido: la llegada del ejército de Córdoba, el asesinato de los monjes de Cauliana y la muerte de su padre. Claudio se lamenta y se culpa por no haber estado allí para defender a su padre. El obispo intenta consolarlo y le revela que ahora él es el duc de Mérida. Claudio se siente abrumado por la responsabilidad y cuestiona la eficacia de los intentos de paz de su padre. A pesar de esto, el obispo le recuerda que ningún sacrificio es en vano y que su padre fue un buen cristiano. Claudio expresa su deseo de luchar y defenderse. El obispo le advierte sobre los peligros de la ciudad y le promete que al día siguiente irá a su casa con los líderes cristianos. Finalmente, visitan la tumba de su padre en la basílica y Claudio llora mientras el obispo le pide a su padre que interceda por ellos. Claudio anuncia que tiene un mensaje del emperador de Roma y que la liberación se acerca.

50

En este capítulo, Muhamad y Judit están en la habitación, disfrutando de la compañía del otro. Muhamad le revela a Judit que ella es un regalo maravilloso para él y le expresa su amor. Sin embargo, Judit duda de sus palabras y teme que Muhamad haya utilizado el mismo discurso con otras mujeres en el pasado. Muhamad intenta convencerla de su sinceridad y le dice que ella es única. Judit confiesa que está embarazada de Muhamad y él reacciona con alegría y emoción. Ambos se abrazan y celebran la noticia. Muhamad está feliz y quiere compartir la noticia con su padre.

51

En este capítulo, Judit encuentra a su tía Sigal y a su prima Adine llorando en su habitación. Sigal le pide a Judit que se vaya, pero ella insiste en saber qué les pasa. Adine acusa a Judit de ser egoísta y de abandonarlas para estar con Muhamad. Judit le da una bofetada a Adine y Sigal interviene para calmar la situación. Luego, Sigal le pregunta a Judit si es cierto que está embarazada y Judit confirma que cree que sí. Sigal y Judit se abrazan y Adine continúa insultando a Judit. Sigal regaña a Adine y le dice que Judit es libre de estar con quien quiera. Judit agradece a Sigal por su comprensión y le cuenta que Muhamad quiere casarse con ella. Sigal advierte sobre la dificultad de obtener la aprobación del padre de Muhamad, pero Judit está segura de que él terminará consintiendo. Sigal sugiere que Judit vaya a Mérida a contarle a sus padres y Judit acepta. Sigal decide acompañarla, pero Adine se quedará en el castillo. Finalmente, Muhamad envía un mensaje diciendo que deben partir de inmediato hacia Mérida.

52

En este capítulo, en el barrio judío se empieza a correr el rumor de que se está planeando algo contra el valí Marwán. Abdías ben Maimun, al enterarse de esto, decide cerrar todas las puertas y ventanas de su casa para protegerse. Su esposa, Uriela, se preocupa por su hija Judit, quien está en Alange, pero Abdías la tranquiliza diciendo que el peligro está en la ciudad y que su hermana la protegerá en los baños. Mientras tanto, Judit y su tía Sigal llegan a la casa de Abdías, sorprendiendo a todos. Abdías se enfurece al enterarse de que han venido con Muhamad Aben Marwán, el valí. Luego, Abdías les explica la situación en la ciudad y les dice que la familia de Marwán está en peligro. Judit revela que está embarazada y que el padre es Muhamad. Todos quedan en silencio, preocupados por lo que esto significa. Abdías se levanta y camina inquieto por la habitación, sin saber qué hacer.

53

En este capítulo, dos hombres vestidos con túnicas raídas y capas viejas se dirigen hacia los lagares abandonados en el barrio cristiano. En su camino, pasan por un mercado abarrotado de gente andrajosa y se detienen en una tienda de velas. El tendero les da indicaciones con miedo en su rostro. Luego, los tres hombres se adentran en un barrio sucio y deplorable, lleno de mendigos y perros infectos. Una vieja les grita y los acusa de tener a la gente sufriendo. Los hombres apresuran el paso y llegan a una bodega donde se lleva a cabo una reunión secreta. El obispo Ariulfo habla sobre los desastres que ha sufrido el reino cristiano en los últimos cien años y llama a la acción. Luego, el comes Landolfo presenta a Claudio, el primogénito y heredero del duc Agildo, quien ha regresado de un viaje al norte. Claudio revela que ha estado en la corte del rey Alfonso II y que los cristianos del norte están dispuestos a luchar por la liberación. Propone un plan para unirse a los muladíes y beréberes en contra de Marwán, y la gente se emociona y se prepara para la batalla. Claudio les ordena que se armen y se reúnan frente a la basílica de Santa Jerusalén cuando las campanas repiquen.

54

En este capítulo, Marwán está en su palacio, pero ha perdido el apetito debido a la ira. Discute con su hijo Muhamad sobre su deseo de casarse y tener un hijo. Marwán se lamenta de los problemas que enfrentan y le pide a Muhamad comprensión y ayuda. Muhamad menciona que podría irse a vivir a Córdoba. Marwán se angustia y Muhamad intenta consolarlo. Marwán finalmente revela que hay conspiradores en su contra y le pide a Muhamad que cierre la puerta para que puedan hablar en privado. Marwán explica que ha intentado controlar la ciudad, pero la rebeldía y la demencia prevalecen. Muhamad sugiere irse a Córdoba, pero Marwán dice que ya no es posible. Marwán revela que tiene espías en la ciudad y está al tanto de los planes de los rebeldes. Propone aplastarlos y revela que tiene un plan para proteger a Córdoba. Marwán espera a un hombre que le dará información sobre el momento adecuado para actuar. Cuando eso suceda, la ciudad arderá y los conspiradores serán aplastados. Marwán explica por qué no es un buen momento para las bodas.

55

En este capítulo, Marwán se encuentra en su palacio sumido en el terror y la angustia. Su mente está llena de pensamientos oscuros y teme que sus enemigos estén conspirando en su contra. De repente, su servidor de confianza llega apresuradamente y le informa que alguien ha llegado. Marwán se prepara para enfrentar la situación y se dirige a un almacén de armas acompañado por el criado. Allí, se encuentra con un hombre encapuchado que resulta ser el cerero de la calle del vino y el aceite. El cerero le informa que los cristianos han planeado una revuelta y que Marwán debe estar preparado. Sin embargo, también le revela que los muladíes, los beréberes y los judíos no están de parte de los cristianos y que el cadí Sulaymán y su hermano Salam están arrepentidos y desean someterse a la autoridad de Marwán. Marwán se llena de alegría al escuchar esto y planea hacer las paces con el cadí y luego enfrentar a los cristianos. Termina el capítulo riendo en la oscuridad y deseando que las campanas toquen para que comience la revuelta.

56

En este capítulo, Marwán despierta a su hijo Muhamad para contarle las buenas noticias. Los muladíes han decidido unirse a ellos, dejando a los dimmíes cristianos solos. Marwán explica que el cerero, un muladí, ha informado sobre los planes de ambos grupos y ha convencido al cadí Sulaymán de regresar a la ciudad y aceptar la autoridad de Marwán. Muhamad se sorprende por la noticia y elogia a su padre por su inteligencia. Sin embargo, Marwán advierte que todavía deben actuar con cautela y anticiparse a cualquier levantamiento de los dimmíes. Planea cercar el barrio cristiano y capturar a sus líderes, castigándolos ejemplarmente. Muhamad menciona a los judíos y sugiere advertir a la familia de Judit, pero Marwán lo rechaza, temiendo que puedan arruinar el plan. Le ordena a Muhamad que vaya al campamento de los cordobeses para informar al general Aben Bazi sobre la situación y estar preparados por si los dimmíes traman algo. Muhamad parte con sus hombres al amanecer.

57

En este capítulo, amanece un día frío y claro en la ciudad. Marwán, el valí, sale al patio de la fortaleza y se encuentra con sus hombres de confianza. A pesar de su apariencia desmejorada, Marwán se prepara para enfrentar una situación preocupante. Se dirige hacia la puerta del Poniente, donde se encuentran los muladíes, liderados por el cadí Sulaymán, quienes reclaman sus derechos y la devolución de sus propiedades. Marwán intenta negociar, pero Sulaymán se muestra desconfiado y exige la restitución de lo que les fue arrebatado. La tensión aumenta y Sulaymán acusa a Marwán de traición. En ese momento, los muladíes y los cristianos del barrio se unen en un ataque sorpresa contra la fortaleza. Los soldados de Marwán son superados y la ciudad cae en manos de los asaltantes. Sulaymán y los demás líderes muladíes entran triunfantes en la ciudad, mientras los nobles cristianos se unen a ellos. El siguiente objetivo es tomar la fortaleza.

58

En este capítulo, el general Aben Bazi es advertido a tiempo de la situación en la parte occidental de la ciudad y pone a su ejército en marcha para cruzar el puente y entrar en la fortaleza antes de que los rebeldes la tomen. Sin embargo, mientras parte de sus hombres aún están al otro lado del río, la hueste de los beréberes de Mahmud aparece y ataca a la retaguardia del ejército, desbaratándola rápidamente. Muhamad, que está entre los cordobeses que aún no han cruzado el río, presencia la emboscada y ve a Mahmud a caballo rodeado de sus jefes. Al volver la vista hacia el puente, ve a los jinetes huyendo en desorden debido a las flechas que llueven sobre ellos. Los caballos caen y los jinetes se amontonan a los pies de los muros de la fortaleza. Aben Bazi grita órdenes desesperadamente, pero la puerta permanece cerrada. Muhamad llega al final del puente y ve la devastación y la muerte a su alrededor. Intenta dar la vuelta, pero la multitud que huye de los beréberes se lo impide. El ejército cordobés se dispersa y corre en todas direcciones para evitar las flechas y las piedras. Muhamad logra escapar a caballo y se adentra en un cementerio, dejando atrás las murallas. Desde allí, toma el viejo camino de Cauliana, pero se encuentra con hombres que intentan detenerlo. Finalmente, encuentra un lugar seguro en medio de un bosque, donde se detiene y se lamenta de su situación. Espera a que caiga la noche y luego comienza a caminar entre las sombras.

59

En este capítulo, se narra la batalla que tuvo lugar en Mérida. La lucha duró todo un día y al finalizar, la ciudad quedó en silencio y desolada. Los cuervos se posaban en el suelo y los cadáveres se acumulaban en el puente y en las orillas del río. Al amanecer, la ciudad despertó y la gente salió a las calles celebrando la liberación. Abdías ben Maimun se unió a la multitud y festejó la victoria sobre los cordobeses. El almojarife le informó sobre cómo los cristianos abrieron la puerta a los muladíes y juntos vencieron a los hombres de Marwán. Abdías se preguntó quiénes serían los nuevos gobernantes y decidieron presentarse sumisos ante ellos. Caminaron por el barrio judío y se unieron a la multitud que se dirigía hacia la fortaleza. Allí, Mahmud y otros líderes fueron aclamados como los nuevos gobernantes. Luego, se llevó a cabo un acto de justicia en el que se exhibieron a los prisioneros y se les cortó el cuello. La multitud se dispersó y los hombres de Mahmud recogieron los cadáveres. La cabeza de Marwán fue clavada en una lanza frente a la fortaleza.

60

En este capítulo, Muhamad cabalga por los campos durante dos días, alejándose de Mérida y evitando los caminos. En su triste deambular, decide seguir el curso del río y se encuentra con un viejo molino abandonado. Allí, se detiene y comienza a pensar en su situación desesperada. De repente, se da cuenta de que tiene una herida en la cabeza y continúa su viaje cada vez más cansado y enfermo.

Al atardecer, Muhamad escucha el mugido de un buey y cabalga en esa dirección. Llega a una aldea donde los niños huyen asustados al verlo, pero los hombres y mujeres se arrodillan ante él, llamándolo "Señor del castillo". Muhamad se da cuenta de que estas personas le temen y les ordena que lo sirvan.

Mientras come, Muhamad se entera de que el castillo está defendido por los cordobeses y que no han visto a ningún rebelde de Mérida. Aliviado, decide pasar la noche allí. Al día siguiente, cruza el río con la ayuda de los aldeanos y continúa su camino hacia su casa en la montaña.

Finalmente, llega al castillo y todos los sirvientes salen a recibirlo con rostros graves y desazón. Su fiel esclavo Magdi le informa que su padre ha muerto. Muhamad se siente aplastado por la noticia y comienza a llorar. Llama a Judit, pero le dicen que ella y su madre están en Mérida y no han regresado. Lleno de angustia, Muhamad sube a la torre y grita que necesita a Judit.

61

En este capítulo, Mérida amanece cubierta por una densa niebla que sumerge al mundo en un silencio desconcertante. A pesar de que la ciudad está acostumbrada a estas nieblas que ocurren cada diciembre, el ambiente sombrío y tedioso contrasta con la festividad de Santa Eulalia. El joven duc Claudio llega a la plaza acompañado de caballeros y damas nobles, mientras la multitud los aclama. Dentro de la basílica, el obispo Ariulfo pronuncia un sermón en honor a la santa mártir y proclama a los cristianos muertos como mártires. Después de la misa, los fieles veneran un relicario con los huesos de Santa Eulalia y continúan la celebración. Sin embargo, un anciano interrumpe la alegría acusando a los nobles de no haber logrado nada con la revuelta contra los moros. A pesar de esto, el reparto del pan bendito continúa, pero la tristeza se apodera de la fiesta. Por la tarde, la niebla persiste y el duc Claudio regresa a su palacio, donde su madre le comenta con frialdad que es el final. Claudio intenta animarla y le asegura que hará que la ciudad vuelva a sus mejores tiempos, pero su madre no comparte su optimismo y cree que todo irá a peor. Claudio insiste en que los cristianos del Norte vendrán a ayudarlos y que deben resistir hasta entonces.

62

En este capítulo, un grupo de hombres armados se dirige hacia el castillo de Alange. El oficial al mando pide que abran la puerta, pero se les informa que el señor del castillo, Muhamad Aben Marwán, no está presente. Muhamad es despertado y se entera de la llegada de los cordobeses, liderados por el general Aben Bazi, quien está herido y enfermo. Muhamad ordena que lo lleven al castillo para que se recupere. Mientras tanto, su criado Magdi sugiere que Adine, la hija de Sigal, una mujer experta en curaciones, podría ayudar a sanar al general. Muhamad acepta y Adine examina al herido, asegurando que no morirá. Sugiere que el general se bañe en las aguas del manantial de Alange para relajarse y recuperarse. Después de sumergirlo en la bañera, el general recupera la conciencia y bebe agua. Muhamad queda impresionado y Adine le sugiere que también se bañe. Finalmente, Muhamad accede y Adine lo lleva a la sala de baños, donde lo anima a desnudarse y lo elogia por su belleza.

63

En este capítulo, Abdías ben Maimun sale al mercado en el día de la fiesta de Purim y observa cómo la normalidad vuelve a la ciudad después de la revuelta. Se encuentra con vendedores que ofrecen carne de caballo a bajo precio, pero él se niega a comprarla por considerarla impura. Luego, se dirige a un carnicero judío para comprar carne de carnero. Después de hacer sus compras, Abdías visita una taberna donde se celebra Purim y se festeja la victoria sobre el tirano Marwán. Sin embargo, el rabino Nathan le advierte que la situación aún es incierta y que el emir podría regresar. Abdías le cuenta al rabino sobre la preocupación que siente por su hija Judit, quien está embarazada del hijo de Marwán. Ambos coinciden en que sería mejor que el hijo de Marwán esté muerto. Abdías regresa a casa y trata de consolar a su familia, instándolos a disfrutar de la fiesta y a esperar a que la situación se resuelva en primavera.

64

En este capítulo, Aben Bazi y Muhamad están sumergidos en las aguas de una piscina circular, discutiendo sobre la importancia de los baños y la necesidad de vencer a los rebeldes. Aben Bazi está decidido a castigar a los rebeldes y confía en que el emir regresará pronto para ayudar en la batalla. Muhamad, por otro lado, se siente impotente y solo desea irse a Córdoba. Después de salir de los baños, Muhamad se encuentra con Adine, quien lo invita a su casa y le ofrece sirope de granada. Muhamad se siente intrigado por la actitud despreocupada de Adine y le pregunta si no tiene miedo por su familia. Adine confía en que sus seres queridos están a salvo y Muhamad se conmueve por su confianza. Muhamad invita a Adine a almorzar en el castillo y, aunque hay un momento de intimidad entre ellos, deciden esperar a estar en un lugar más apropiado. Adine promete subir al castillo para el almuerzo.

65

En este capítulo, los musulmanes de Mérida celebran el final del Ramadán y la Noche del Destino, Laylat al-Qadr, en la mezquita Aljama. La velada está llena de recitaciones del Corán y el muftí pronuncia un sermón exhortando a la obediencia y a la lealtad. El cadí Sulaymán y su hermano Salam sospechan que el valí Mahmud está tramando algo y temen que esté preparando un arreglo con Córdoba. Discuten sobre la posibilidad de unirse a los dimmíes para alcanzar el sueño de gobernar Mérida. Sulaymán duda, pero Salam insiste en que los muladíes y los dimmíes tienen más derecho en la tierra.

66

En este capítulo, se describe el invierno duro y largo que se vivió en Mérida. A medida que cesaron las venganzas y represalias, la vida en la ciudad volvió a la calma. A principios de abril, los días se volvieron templados y los pájaros comenzaron a cantar. Judit, de pie en la terraza de su casa, anhelaba ir a Alange, pero su madre le explicó que tenían miedo debido a los rumores de que los cordobeses estaban en el castillo y no se sabía si Muhamad estaba vivo o muerto. A pesar de esto, Judit insistió en ir. Su tía Sigal sugirió que alguien fuera a Alange para averiguar qué estaba sucediendo y qué había sido de Adine. Las tres mujeres se emocionaron y lloraron. Abdías llegó y las encontró angustiadas, y ellas le pidieron que tomara una determinación. Abdías se mostró preocupado por la situación en la ciudad y temía por sus vidas. Judit se ofreció a ir sola a Alange, pero Sigal también insistió en acompañarla. Abdías les advirtió sobre el peligro y el recelo de los cristianos hacia los judíos. Las mujeres quedaron en silencio, esperando que Abdías dijera algo más. Él les explicó que debían evitar cualquier vínculo con Marwán para protegerse.

67

En este capítulo, la historia comienza en el viejo palacio del duc de Mérida, donde Demetrio, el hortelano, se queja del calor y de los tiempos difíciles que están viviendo. El duc Claudio intenta animarlo, diciéndole que no ha sido un mal año y que deben tener esperanza en tiempos mejores. Sin embargo, Demetrio se muestra pesimista y desesperanzado.

Poco después, se produce un gran revuelo en la ciudad cuando se anuncia la llegada de un ejército del norte. El duc Claudio y los nobles se preparan para la defensa de la ciudad, mientras la gente entra en pánico y trata de huir. El valí Mahmud y su Consejo se unen a ellos en la torre de la muralla para observar al ejército enemigo.

En una reunión posterior en el palacio del valí, Sulaymán, el cadí de los muladíes, cuestiona los planes de Mahmud y si ha enviado mensajeros al emir para pedir condiciones de paz. Mahmud se defiende, asegurando que no es digno de desconfianza y que está dispuesto a defender la ciudad hasta el final.

Finalmente, Mahmud declara que defenderán la ciudad y que no permitirán que el emir regrese a Córdoba a través del puente. Afirma que solo sirven a Allah y que derrotarán al enemigo una vez más.

68

En este capítulo, Muhamad desciende de la torre y atraviesa el patio de armas del castillo para dirigirse a las estancias de las mujeres. Llama a la puerta y es recibido por una criada y luego por Hamida, la esposa del intendente, quien le reprocha por el sufrimiento de una joven enamorada de él. Muhamad se dirige a un patio donde las mujeres están preparando la comida y busca a Adine, quien lo ignora y continúa trabajando. Muhamad la observa y se enamora más de ella, notando su encanto y habilidad. Luego, Muhamad habla con Hamida y ella le dice que Adine está deseando ponerse guapa para él. Por la tarde, Muhamad y Adine están juntos en las dependencias privadas de la torre. Adine ha cambiado su apariencia, pero parece distante y perdida. Muhamad le pregunta qué le pasa y ella le reprocha por haberla despreciado. Muhamad le asegura que siempre ha pensado en ella y ella le pide que jure por el Profeta. Después de jurar, Adine menciona que su prima Judit regresará y Muhamad le dice que se ocupará de eso. Adine le dice que no permitirá que la aparte y amenaza con tirarse de la torre. Muhamad la tranquiliza y le pide que no le cause problemas. Adine llora y Muhamad la consuela, diciéndole que ella es su recompensa y regalo de Allah.

69

En este capítulo, el ejército que se acerca a Mérida resulta ser una hueste cristiana proveniente del reino de Galaecia. La gente de la ciudad, tanto musulmanes como cristianos, se sorprende al ver las cruces bordadas en los estandartes y pendones de los soldados. El duc Claudio reconoce los lábaros del rey cristiano y se muestra emocionado, mientras que el valí Mahmud se muestra confundido y desconfiado. Sin embargo, el cadí Sulaymán logra calmar la situación y convence al valí de que permita la entrada de los cristianos a la ciudad para averiguar quiénes son y cuáles son sus intenciones.

Claudio se encuentra con Aquila, un príncipe cristiano, quien le informa que Toledo se ha levantado en armas contra el ejército de Córdoba y ha logrado resistir su asedio. Aquila y su hueste han llegado a Mérida para unirse a la lucha contra Abderramán. A pesar de la desconfianza inicial de Mahmud, Sulaymán logra convencerlo de que permita la alianza entre los defensores de Mérida y los cristianos.

Finalmente, se decide que el ejército cristiano se unirá a los defensores del puente para impedir el paso del ejército de Córdoba. Aunque algunos todavía dudan de la alianza con los cristianos, la mayoría ve esta oportunidad como la única esperanza de liberarse del dominio del emir. Se acuerda que los cristianos acamparán al otro lado del río y se preparan para la llegada del ejército de Córdoba en los próximos días.

70

En este capítulo, Judit, su madre y su tía Sigal salen de su casa envueltas en mantos negros y con el rostro tapado. Mientras caminan por las calles del barrio judío, se encuentran con vendedores disgustados y niños jugando. Llegan a una plaza donde Abdías las espera con mulas cargadas de alforjas. Sin embargo, los guardias de la puerta les exigen más dinero del acordado para dejarlos salir. La multitud que se congrega comienza a insultar y amenazar a Abdías y su familia. Finalmente, los guardias aceptan el dinero y les permiten salir de la ciudad. Cabalgan hasta que cae la noche y se detienen a descansar en un bosque. Las mujeres lloran de alivio y Abdías despotrica contra los cristianos. A pesar de todo, Abdías revela que lleva más dinero del necesario en las alforjas. Las mujeres se alegran y deciden descansar antes de continuar su viaje al amanecer.

71

En este capítulo, Muhamad y Judit se encuentran finalmente y se abrazan con alegría. Sin embargo, Abdías, el padre de Judit, los observa fríamente. Abdías se acerca a ellos y se inclina ante Muhamad, pero este reacciona con sorpresa y disgusto. Abdías sugiere que deben asegurarse de que el bebé nazca en un lugar seguro y tranquilo, ya que en Mérida han ocurrido cosas terribles. Muhamad asegura que el castillo es seguro y que pueden quedarse todo el tiempo que deseen. Abdías le recuerda que el niño que va a nacer es su hijo y que deben llegar a un acuerdo. Muhamad se muestra altivo y afirma que él decide lo que hay que hacer. Abdías explota de ira y exige que se aclare si habrá boda antes de quedarse en el castillo. Muhamad, sorprendido por la firmeza de Abdías, anuncia que habrá boda, pero será cuando y donde él lo decida. Abdías acepta y ofrece una dote de mil sueldos. Muhamad acepta y pide estar a solas con Judit. Una vez solos, Judit rompe a llorar y le reprocha a Muhamad el miedo y la angustia que ha pasado sin saber de él. Muhamad se acerca a ella y le dice dulcemente que quería recordar su rostro y que está feliz de tenerla de vuelta. Judit lo escucha atentamente y sonríe, aunque finge estar triste. Muhamad le asegura que no se separarán y Judit se abalanza sobre él, prometiendo que nunca más se separarán.

72

En este capítulo, el barrio de los muladíes está lleno de actividad y ruido debido a la preparación para defender la ciudad. Sulaymán Aben Martín, sentado en su casa, discute con su hermano Salam sobre la posibilidad de que los cristianos tomen el control de la ciudad. Sulaymán insiste en que lo más importante en ese momento es la defensa de la ciudad y que necesitan la ayuda de los cristianos y del ejército para evitar la destrucción por parte del emir. Salam argumenta que todos en el barrio son descendientes de cristianos y que viven en una contradicción al ser musulmanes pero usar palabras y expresiones cristianas. Sulaymán no quiere discutir más y se centra en las defensas de la ciudad. Salam insiste en que deben tomar una determinación y que si los cristianos llegan a gobernar la ciudad, lo perderán todo. Después de una discusión acalorada, Salam regresa emocionado para decirle a Sulaymán que el ejército del emir ha pasado de largo y que Abderramán teme a la ciudad. Sulaymán, sorprendido pero esperanzado, decide ir al palacio del valí para confirmar la noticia. En el camino, son rodeados por una multitud que celebra la victoria. Al llegar al palacio, el valí Mahmud confirma la noticia y todos celebran la victoria sobre el emir.

73

En este capítulo, Judit se encuentra en el castillo de Alange durante la hora de la siesta. A pesar del calor y su avanzado embarazo, no puede conciliar el sueño debido a sus dudas y sospechas. Decide espiar a su prima Adine, quien sale de la habitación y se dirige hacia las dependencias superiores de la fortaleza. Judit la sigue y descubre que Adine entra en las habitaciones de Muhamad, quien está desnudo en la cama. Judit estalla de ira y comienza a gritar insultos hacia ellos. Muhamad intenta levantarse, pero Judit lo detiene con un golpe en el pecho. La pelea continúa hasta que los criados intervienen y separan a las primas. Muhamad se lamenta de que ambas solo piensan en sí mismas y abandona la habitación. Finalmente, Muhamad decide que se casará con las dos y espera que aprendan a soportarse.

74

En este capítulo, los cristianos de Mérida se reúnen en el campo de Sancti Iohannis para celebrar la fiesta del nacimiento del santo. El obispo Ariulfo bendice el fuego y se arrojan ofrendas en él. Después, se reparten roscas y hogazas entre los necesitados. El obispo agradece a Dios por la victoria sobre el rey agareno de Córdoba y propone que se hagan donativos para el ejército cristiano que acampa al otro lado del río. La multitud obedece entusiasmada y se reúnen alimentos para ellos. Más tarde, el duc Claudio celebra un banquete con su familia y sus invitados. Landolfo, el comes, se embriaga y arenga a levantarse contra los moros. Claudio se une a su entusiasmo y proclama que ha llegado el momento de no dejarse humillar. Salustiana, la madre de Claudio, se preocupa y le pide que no provoque más problemas. Claudio la tranquiliza y regresa a la fiesta, donde Landolfo propone tomar la ciudad. El general del ejército del Norte se opone y dice que la paciencia y la inteligencia son necesarias. Claudio decide terminar la fiesta y el general le invita a ir al campamento al día siguiente para hablar con alguien.

75

En este capítulo, Claudio se levanta temprano después de una noche de fiesta y decide ir al campamento de los cristianos. Sin embargo, su madre, Salustiana, lo detiene y le suplica que regrese a la ciudad debido a su miedo y preocupación. Claudio intenta tranquilizarla, pero ella insiste en acompañarlo. Finalmente, Claudio accede y juntos se dirigen al campamento.

Una vez allí, Claudio se presenta como el duque de la ciudad y pide hablar con el general Gunde. Un monje llamado Guillemundo de Metz se acerca a Claudio y le pide que le muestre la ciudad. Aunque Claudio está confundido, el general Gunde le ordena que lo haga.

Mientras recorren la ciudad, el monje hace preguntas sobre los sepulcros y los santuarios, mostrando un gran interés en la historia y la tradición cristiana. Llegan al túmulo de Santa Eulalia, donde el monje y Claudio rezan en silencio. Luego, el monje comienza a lamentarse y a pedir a Dios que salve a la ciudad.

Salustiana se desespera y le suplica al monje que los saque de la ciudad. El monje les asegura que Dios se apiadará de ellos y les revela que es el embajador del emperador de Roma, quien planea enviar un ejército para ayudar a la ciudad. Muestra una carta del emperador en la que promete protección y libertad a los habitantes de Mérida.

Después de un momento de sorpresa y reflexión, el obispo Ariulfo plantea la difícil decisión de resistir o marcharse al Norte. Claudio y Salustiana tienen opiniones diferentes, pero el monje propone una solución: esperar hasta el otoño y presentarse ante el gobernador Mahmud en nombre del emperador para proponer una alianza.

El capítulo termina con Claudio y los demás considerando esta propuesta y reflexionando sobre la posibilidad de recuperar la libertad y la grandeza de Mérida.

76

En este capítulo, Muhamad se despierta con pensamientos tristes debido a la rivalidad entre Judit y Adine. Siente una profunda tristeza y la necesidad de su padre. Magdi, su criado, intenta consolarlo y le aconseja que las dos mujeres se arreglen y vivan juntas. Muhamad acepta el consejo, pero su tristeza persiste. Decide hablar con Judit y la encuentra pelando alcachofas junto a Adine. Muhamad se acerca a Judit con determinación y ella intenta ignorarlo. Él la agarra del brazo y le exige hablar. Judit se enfada y se libera de su agarre, yendo hacia la escalera. Muhamad la sigue y le explica su tristeza y necesidad de atención y consuelo. Judit se muestra indiferente pero Muhamad insiste en su amor por ella. Finalmente, Judit se deja abrazar y deciden sentarse y hablar. En ese momento, Magdi interrumpe con noticias importantes: el ejército del emir está cerca y llegarán al río al día siguiente. Muhamad se sorprende y se acerca a la ventana, preguntándose cómo es posible que el emir esté allí.

77

En este capítulo, desde la torre del castillo, se puede observar una extensa vista del terreno, con campos de cultivo, olivares, viñedos y montañas cubiertas de vegetación. El río serpentea a lo lejos, rodeado de densos bosques, y más allá de la orilla, la vista se pierde en las colinas hacia el norte. El cielo está despejado y en la intensa luz se puede ver el polvo levantado por la columna del ejército de Córdoba.

En el patio del castillo, Aben Bazi está montado en su caballo y dando órdenes a sus hombres. Al ver a Muhamad en la escalera, le dice que recibirán al emir junto al río. Salen del castillo y descienden por una empinada pendiente hacia las alamedas de las orillas. Cuando llegan, más de la mitad del ejército ya ha cruzado el río. Los soldados están cansados, mojados y embarrados debido al vado. Las bestias se niegan a avanzar en el agua y los hombres luchan con ellas en una batalla constante de corriente y piedras. Después de cruzar, pasan rápidamente perseguidos por las sombras de sus cuerpos, que se deslizan por los campos secos y polvorientos. Algunos soldados se dejan caer exhaustos en el suelo y solo se levantan cuando los heraldos los apremian. Aben Bazi comenta desilusionado que los soldados están desanimados y que el espíritu de la derrota ha arraigado en los oficiales.

Después de más de una hora, Muhamad y el general ven a un oficial llamado Abu Casín acercarse hacia ellos. Abu Casín les informa que el emir viene de mal humor y que lo de Toledo ha sido un desastre. Mientras hablan, ven a unos hombres cruzar el río en una balsa y Abu Casín exclama que Abderramán está llegando. Corren hacia la orilla para recibirlo. Abderramán salta de la balsa, sudando y con un aire abatido. Le pregunta a Aben Bazi si ya se ha recuperado de sus heridas y este se postra ante él y le besa la mano. Abderramán se dirige a Muhamad y le expresa sus condolencias por la muerte de su padre. Muhamad se disculpa por no haber podido salvar Mérida de los rebeldes y Abderramán le asegura que nadie ha fracasado y que ganarán la guerra en el momento oportuno. Después de suspirar y reflexionar, Abderramán se dirige a su caballo y dice que deben regresar a Córdoba y descansar antes de atacar a los rebeldes el próximo año. Aben Bazi le sugiere que el ejército descanse allí y luego ataque Mérida, pero Abderramán se niega y afirma que solo quiere volver a su palacio en Córdoba. Muhamad le suplica que al menos entre al castillo antes de irse, pero Abderramán insiste en que todos deben ir a Córdoba y que regresarán para vengarse de los rebeldes el próximo verano.

78

En este capítulo, el verano en Mérida transcurre entre el miedo y la incertidumbre. La ciudad no se siente segura hasta finales de septiembre, cuando finalmente se disipan los temores y las voces que presagiaban el desastre. Con la llegada del otoño, la vida vuelve a la normalidad: los campesinos van a trabajar la tierra, los ganados se dispersan por las laderas de los cerros y los mercados se llenan de mercancías. Sin embargo, una tarde, Mahmud es advertido de que algo está sucediendo en la plaza. Al asomarse, ve una multitud de dimmíes cristianos congregados y teme que estén tramando algo. Ordena cerrar las puertas, duplicar la guardia y enviar a alguien para averiguar qué está pasando. Mientras tanto, Sulaymán y Salam, alertados por el alboroto, salen de su casa y se dirigen a la plaza. Allí descubren que los cristianos están celebrando la llegada de una embajada del emperador de los romanos. Sulaymán y Salam deciden averiguar más y se abren paso entre la multitud. Al llegar al arco de Aljama, ven a la gente llevando ramas de olivo y palmas, como si fuera el Domingo de Ramos. Sulaymán y Salam se sorprenden y deciden ir a enterarse de lo que está sucediendo. Finalmente, llegan a la plaza y descubren que el bullicio se debe a la llegada del embajador del emperador de los romanos. En el palacio del valí, se reúne el Consejo completo y Mahmud, aunque confundido, decide recibir al embajador. Claudio, el duc de los dimmíes cristianos, explica que el emperador de los romanos quiere que vivan en paz en sus dominios y ofrece su amistad y protección. Mahmud, preocupado por la religión, objeta, pero el embajador asegura que el emperador es aliado del califa de Bagdad y respeta la fe musulmana. Finalmente, Mahmud acepta y da la bienvenida al embajador y a las buenas intenciones del emperador.

79

En este capítulo, Muhamad se despierta de la siesta y se siente feliz y seguro en su casa en Córdoba. Abraza a su hijo Abderramán con amor y recuerda a su propio padre. Luego, Muhamad pasea por el jardín y disfruta de los aromas y sonidos de la primavera. Encuentra a Judit, quien le puso al niño junto al diván, y siente una extraña tristeza hacia ella. Muhamad se prepara para ser recibido en el palacio del emir y se dirige allí, dando limosnas en el camino. Al llegar, sigue las instrucciones de los guardias y espera en una sala hasta que es llamado por el emir. Muhamad se postra ante el emir y huele el aroma de jazmines. Abderramán le promete felicidad y Muhamad se compromete a servirle. Abderramán habla de destruir Mérida y Muhamad se emociona con la idea de vengar a su padre.

80 FINAL

En este capítulo, se narra la resistencia de los habitantes de Mérida ante los constantes ataques del ejército de Córdoba. A pesar de su valentía y esperanza de recibir ayuda del emperador romano, esta nunca llega y poco a poco su ánimo se va desvaneciendo. Tras cinco años de asedios, la ciudad comienza a dividirse entre cristianos y musulmanes debido a la propagación de rumores y discursos engañosos. En un desafortunado mes de julio, la ciudad es sorprendida por un incendio que se propaga rápidamente, obligando a la gente a huir hacia los campos en busca de seguridad. En medio del caos, algunos logran escapar, como el cadí Sulaymán y sus seguidores, el duc Claudio y el obispo Ariulfo, y los beréberes del valí Mahmud. Los cordobeses saquean y destruyen Mérida, incluyendo su antigua muralla romana y numerosos templos y palacios. Abderramán, satisfecho con su victoria, ordena la construcción de una poderosa alcazaba para asegurar su dominio sobre la ciudad. La obra dura dos años y al finalizar, el emir Abd al-Rahman encomienda la fortaleza a Allah.

APÉNDICES

NOTA HISTÓRICA

LA RAPIDEZ Y EFICACIA DE LA CONQUISTA ÁRABE DE LA PENÍNSULA

En este capítulo, se presenta una nota histórica que aborda la invasión islámica de la península Ibérica. Se menciona que reconstruir este evento resulta difícil debido a la falta de fuentes y a la contradicción de las pocas informaciones disponibles. Se mencionan diversas crónicas y leyendas que relatan los hechos, destacando la descomposición del mundo visigodo y los pactos ofrecidos por los musulmanes como factores que facilitaron la ocupación. Se menciona la figura del conde don Julián, quien algunos relatos señalan como responsable de la entrada de las tropas musulmanas en la península. Se plantea la posibilidad de que hubiera combates entre las tropas visigodas y los beréberes de Tariq, y se menciona la batalla de Guadalete, donde el rey Rodrigo pudo haber sido muerto o malherido. Se destaca el rápido desmoronamiento del reino visigodo y la colaboración de los descendientes de Witiza con los musulmanes en la conquista. A partir de Guadalete, se suceden rápidamente la toma de plazas, gracias a los pactos ofrecidos por los musulmanes. Se menciona la posibilidad de que hubiera violencias graves que motivaron la huida de partidarios de Rodrigo hacia la cordillera cantábrica. En el año 711, caen la zona del Estrecho y Córdoba en poder musulmán, y se mencionan las ciudades de Medina-Sidonia, Carmona y Sevilla, que se rinden casi sin lucha. En 712, Muza cruza el estrecho y, uniéndose con las tropas de Tarik en Toledo, conquistan la península de sur a norte en poco tiempo. Se establecen guarniciones militares y se llega a acuerdos con la población local. En 714, Muza es llamado a Damasco y deja como valí a su hijo Abd al-Aziz, quien se dedica a consolidar la ocupación. El territorio conquistado comienza a llamarse Al-Ándalus y es gobernado por un valí o emir dependiente del califato de Damasco. El territorio se divide en coras y se establece la capital en Córdoba. Además, se mencionan las tres áreas defensivas denominadas marcas, que delimitan el territorio conquistado.

REFLEXIONES SOBRE LA COMPLEJA REALIDAD DE LA INVASIÓN MUSULMANA

En este capítulo se aborda la polémica en torno a la invasión árabe en España y su significado para la historia del país. Durante mucho tiempo, se creyó que esta invasión representaba una ruptura decisiva en la historia de España, pero esta interpretación ha sido cuestionada por los historiadores modernos. Américo Castro argumentó que la convivencia entre las tres religiones monoteístas en la Península fue el factor determinante en la historia posterior de España, negando así la idea de un nacionalismo anterior a la conquista árabe. Por otro lado, Claudio Sánchez-Albornoz considera que la invasión islámica fue una desviación del verdadero curso de la historia de España. En cuanto a las causas de la desaparición del reino visigodo, se señala la situación de decadencia y agotamiento en la que se encontraba. Además, se mencionan otros estudios que han analizado la estructura tribal de Al-Ándalus y las posibles causas que facilitaron la invasión. También se discute la tesis de Ignacio Olagüe, que sostiene que la adopción del islam fue posterior a la conquista. Se destaca que, en general, la población peninsular aceptó la invasión con relativa tranquilidad, pagando el tributo establecido por el Corán. Los ejércitos árabes avanzaron por la Península sin encontrar mucha resistencia, pactando con los gobernantes visigodos y dejando numerosos territorios sin ocupar. Se menciona el testimonio de Teodomiro, gobernador godo de Levante, que acepta capitular con los musulmanes a cambio de conservar su señorío y su religión. Sin embargo, con el tiempo, las normas coránicas fueron interpretadas de manera más restrictiva y los cristianos peninsulares se convirtieron en administradores de los intereses musulmanes. Se destaca que una parte de la población cristiana se convirtió voluntariamente al islam y adoptó costumbres árabes, mientras que aquellos que permanecieron cristianos gozaron del estatuto de dimmíes, pagando tributos y sometidos a la autoridad musulmana. También se menciona la influencia de los mozárabes en la cultura y la lengua de Al-Ándalus. Por último, se señala que antes de la llegada de Abderramán I a la Península, habrían llegado unos sesenta mil hombres, entre beréberes, árabes y sirios, mientras que la población peninsular era de aproximadamente cuatro millones de personas.

LAS DIVERSAS ETNIAS MUSULMANAS: ÁRABES, SIRIOS Y BERÉBERES

En este capítulo, se destaca la convivencia relativa entre los diferentes grupos étnicos y religiosos en la Península Ibérica durante la época de Al-Ándalus. A pesar de esta convivencia, no existía una verdadera paz entre ellos debido a la diversidad de pueblos que habían conquistado la región, como los árabes, sirios y beréberes. Estos grupos estaban unidos por un débil vínculo político y religioso. No es sorprendente que surgieran conflictos entre ellos, ya que tenían diferencias culturales y económicas.

Además, las antiguas rivalidades entre los musulmanes del norte y del sur también se manifestaron entre los invasores. Los árabes que llegaron primero, conocidos como baldiyyun, y los que llegaron después, los sirios o shamiyyun, se enfrentaban como enemigos debido a las ventajas económicas que habían obtenido los últimos. Estas enemistades tenían sus raíces en disputas tribales y en los intereses económicos, políticos y sociales de cada grupo.

A esto se suma el trato despectivo que los árabes daban a los beréberes, a pesar de haber conquistado la Península juntos. Los beréberes eran empujados hacia las regiones más pobres y periféricas de Al-Ándalus, a pesar de no ser un grupo homogéneo, ya que pertenecían a diferentes tribus y tenían distintas formas de vida y tradiciones en su tierra natal de África del Norte.

Esta heterogeneidad de la población de Al-Ándalus inevitablemente condujo a conflictos. Para mantener la paz interna, fue necesario mantener un ejército y una administración especializados, que se ocuparan tanto de las amenazas externas como de las revueltas internas de los diferentes grupos de población.

EL JARICHISMO BERÉBER

En este capítulo se abordan los enfrentamientos entre árabes del norte y del sur, que tienen sus raíces en épocas preislámicas. Estos conflictos no se limitan a luchas tribales, sino que también involucran posturas opuestas sobre la organización de los territorios, la sociedad y el reparto de las tierras, así como la situación de los nuevos musulmanes. En el norte de África, la actitud qaysí llevó a la marginación y explotación de los beréberes, lo cual también ocurrió en Al-Ándalus. Los beréberes siempre sufrieron la presión fiscal de los árabes y su malestar se canalizó a través de la doctrina jarichí, que defendía la igualdad de todos los creyentes ante Allah y, por lo tanto, los mismos derechos para todos. En 739, los beréberes protagonizaron la primera gran sublevación contra los árabes, pero el califa de Damasco envió un ejército que solo diez mil personas lograron refugiarse en Ceuta. Estos yemeníes se unieron a los beréberes para formar el sustrato árabe conquistador. Los enfrentamientos entre yemeníes y qaysíes continuaron incluso después de la llegada de Abderramán I a Al-Ándalus. A pesar del apoyo de los beréberes, Abderramán I no hizo mucho por evitar la preponderancia de los árabes de raza y sus abusos sobre otras etnias. La presencia beréber en la actual Extremadura se remonta a los primeros momentos de la conquista islámica de la península Ibérica. Aunque hay poca información en las fuentes históricas árabes sobre esta región durante el periodo emiral, se puede constatar un claro predominio del elemento humano beréber sobre el árabe a través de las revueltas y enfrentamientos que estas tribus mantuvieron contra los emires cordobeses en el siglo IX. En los últimos años, las investigaciones han avanzado considerablemente sobre los asentamientos beréberes en Al-Ándalus. Además, se han realizado congresos y monográficos que tratan diversos aspectos del pueblo amazigh, y se han destacado las contribuciones de investigadores del norte de África que subrayan la importancia del elemento norteafricano en la historia de Al-Ándalus y su influencia posterior en los lugares de origen a partir del siglo XI.

LOS MULADÍES

En este capítulo se aborda el tema de las conversiones de cristianos al islam en Al-Ándalus. Aunque no se conoce con certeza el ritmo de estas conversiones, se sabe que muchos de los conversos, llamados muwaladun o muladíes, tardaron décadas en abandonar sus prácticas y costumbres cristianas, a pesar de la desaprobación de los juristas. Se menciona un texto del siglo IX que recoge la opinión de Yahyá Aben Yahyá al-Laytí, un jurista beréber de la época, quien consideraba que las mujeres eran las principales responsables de que los conversos siguieran observando el descanso dominical y las festividades cristianas. Recomendaba que se les obligara a trabajar los viernes hasta la llamada a la oración, y que solo tuvieran días libres en las principales festividades musulmanas.

El historiador Richard Bulliet defiende la idea de una islamización lenta y tardía, basándose en el análisis estadístico de los nombres de los ulemas y letrados que se conservan en los diccionarios biográficos. Según su investigación, en el año 750, aproximadamente el 10% de la población de Al-Ándalus sería muladí, mientras que cien años después representarían el 20%, y en el año 950 alcanzarían el 50%. Para el año 1000, los musulmanes serían la mayoría abrumadora, constituyendo entre el 75% y el 80% de la población. Sin embargo, es difícil traducir estos porcentajes a números concretos y otros investigadores muestran reservas respecto al método de Bulliet.

Pierre Guichard, por su parte, interpreta las crónicas de las revueltas muladíes y concluye que los cristianos no debían ser la mayoría en ese periodo. Hasta ahora, no se ha ofrecido una interpretación alternativa a la de Bulliet, por lo que se acepta su hipótesis de una islamización lenta y tardía, que varió en ritmo de una región a otra.

LOS DIMMÍES CRISTIANOS

En este capítulo se describe cómo la presión tributaria durante la conquista fue inicialmente pequeña, pero se intensificó con la aplicación de las leyes de Umar II, lo que aceleró el proceso de islamización. A medida que avanzaba el tiempo, las restricciones hacia los cristianos aumentaron: se les prohibió ejercer autoridad sobre los musulmanes y se restringió la venta de esclavos musulmanes, menores de edad y ejemplares del Corán a los cristianos. Sin embargo, los cristianos mantuvieron su autonomía interna en asuntos civiles y criminales, siempre y cuando no afectaran a los musulmanes o al orden público. También se permitía el matrimonio entre musulmanes y mujeres cristianas que hubieran cambiado de religión. Los cristianos no podían comprar tierras cerca de las ciudades y se debatía si un juez musulmán podía citar a un judío o cristiano a declarar en sábado o domingo, días sagrados para ellos. Además, se relatan los abusos sufridos por los cristianos en Córdoba bajo el gobierno de Abderramán II. Aunque los cristianos tenían cierta autonomía, carecían de representación política y la mayoría de los bienes de la Iglesia pasaron a manos de los musulmanes. Algunos cristianos mozárabes se vieron influenciados por el islam y cayeron en errores doctrinales. Se mencionan las herejías del sabelianismo y el adopcionismo, que causaron preocupación en la cristiandad del Norte.

LOS JUDÍOS

En este capítulo se menciona la presencia de la etnia judía en la península Ibérica desde tiempos antiguos. Los judíos ejercían actividades comerciales y artesanales, vivían en barrios especiales y formaban una población aparte. Durante el Imperio romano, los judíos gozaban de un estatus similar al de los demás ciudadanos y tenían tolerancia religiosa. Sin embargo, a partir del III Concilio de Toledo en el año 589, comenzaron las persecuciones contra los judíos por razones religiosas y por la codicia de sus bienes. Los reyes Sisebuto, Chintila y Recesvinto endurecieron estas persecuciones. Durante el reinado de Chindasvinto, se prohibió a los bautizados que volvieran al judaísmo bajo pena de muerte y confiscación de bienes. A pesar de esto, siempre hubo judíos en las ciudades que conservaron su religión y forma de vida. Durante la dominación musulmana, los judíos recibieron a los árabes como libertadores y ayudaron en sus campañas. Durante el emirato omeya de Córdoba, las comunidades judías se desarrollaron y se les permitió administrarse de manera autónoma. Aunque estaban sujetos a tributos especiales, gozaban de libertad religiosa y relativo bienestar. El testimonio más antiguo de la presencia judía en Hispania es un epígrafe funerario del siglo II d.C. encontrado en Mérida. Según el padre Fidel Fita, la judería de Mérida probablemente estaba cerca del puente.

CÓRDOBA Y LOS OMEYAS

En este capítulo se narra la dificultad que tuvieron los califas de Damasco para controlar su vasto imperio musulmán. Al principio, delegaron el gobierno de las provincias a administradores de confianza, pero debido a la lejanía y la lentitud de las comunicaciones, los gobernadores actuaban por su cuenta en la mayoría de los casos.

En el año 750, los abasíes derrocaron a los omeyas en el poder del califato en Damasco. Abderramán, miembro de la familia omeya, logró escapar y refugiarse en Al-Ándalus, donde estableció un nuevo Estado árabe. Se proclamó emir en Córdoba y posteriormente se independizó de Damasco en 773. Esto marcó el comienzo del periodo conocido como "emirato independiente" en Al-Ándalus, al romperse definitivamente los lazos políticos con los califas abasíes.

Bajo el gobierno de Abderramán I, Córdoba se convirtió en la capital de Al-Ándalus. Se fortificaron las murallas de la ciudad y se construyeron numerosas mezquitas. El emir ordenó la construcción de un nuevo palacio, al-Imara, y una nueva mezquita Mayor a orillas del río Guadalquivir. También edificó una residencia de verano llamada al-Rusafa al noroeste de Córdoba. Gracias a su largo reinado, Abderramán I pudo establecer un Estado poderoso, bien organizado y próspero, marcando el inicio de la época de mayor grandiosidad en Al-Ándalus.

Sin embargo, el reinado de Abderramán I estuvo marcado por numerosas rebeliones que fueron sofocadas con violencia. Para mantener un ejército estable de mercenarios, impuso pesadas cargas fiscales a las comunidades cristianas, especialmente en las principales ciudades del antiguo reino godo. Muchos de los insurgentes fueron apoyados por los abasíes o por Carlomagno, mientras que tribus árabes y beréberes acudieron en ayuda del nuevo emir independiente. Estas tribus cometieron numerosos abusos contra los españoles.

También hubo revueltas entre los musulmanes, y Abderramán I tuvo que sofocar conspiraciones urdidas por sus propios familiares y por los gobernadores de las regiones alejadas de Córdoba. Un ejemplo de esto fue la coalición formada por Sulaymán ibn al-Arabí y los gobernadores de Barcelona, Huesca y Zaragoza, quienes pidieron ayuda a Carlomagno. Aunque no lograron entrar en Zaragoza, las tropas cristianas fueron derrotadas en el paso de Roncesvalles, donde murió Rolando, duque de Bretaña. Todo esto es narrado en la famosa epopeya francesa La Chanson de Roland.

Durante el breve reinado de Hixem I, se enfrentó a conspiraciones urdidas por sus hermanos, pero logró mantener la autoridad de Córdoba y dedicarse a organizar el reino y combatir a los cristianos del norte.

El tercer emir independiente, Alhakén I, hijo y sucesor de Hixem I, también tuvo problemas durante su reinado. Su política favorable hacia los árabes provocó el descontento de la población muladí y se produjeron graves sublevaciones en las ciudades fronterizas de Zaragoza, Toledo y Mérida. Para sofocar estas revueltas, Alhakén I organizó un ejército de mercenarios beréberes y eslavos, lo que llevó a un aumento de los impuestos. Esto provocó el "motín del arrabal de Secunda" en Córdoba en 818, donde la población se sublevó contra el emir. La represión fue dura y el barrio sublevado fue saqueado y convertido en campo de labranza.

También hubo revueltas en Toledo y Mérida. La revuelta de Toledo, conocida como la "jornada del foso" en 797, terminó con el asesinato de gran parte de la nobleza de la ciudad. Alhakén I decidió construir una fortaleza, el actual Alcázar de Toledo, para mantener alejada a la guarnición de la vida ciudadana.

Alhakén I dejó a su muerte en 822 un reino sometido y un Estado administrativa y fiscalmente organizado. Se le atribuye el acierto de reforzar el gobierno y la administración, pero esto requería fondos y el emir aumentó considerablemente los impuestos, lo que generó malestar y problemas a largo plazo.

ABDERRAMÁN II

En este capítulo, se narra la vida y reinado de Abderramán II, el cuarto emir independiente de Córdoba. Nacido en 790 y fallecido en 852, Abderramán II ascendió al trono a los treinta años de edad, sucediendo a su padre Alhakén I en 822. Al igual que sus antecesores, tuvo que enfrentarse a su tío Abd Allah para defender su legitimidad como heredero.

Consciente del poder de los alfaquíes cordobeses, Abderramán II intentó evitar tenerlos como enemigos y demostró su fidelidad al Corán al ordenar derribar el mercado de vinos de la ciudad. Desde el inicio de su reinado, buscó congraciarse con la población para evitar revueltas y conflictos. Para lograrlo, mandó crucificar a Rabí, el responsable de la seguridad de su padre durante la represión de la revuelta del arrabal.

A pesar de los constantes levantamientos, que fueron fácilmente sofocados, el reinado de Abderramán II fue relativamente tranquilo y próspero en comparación con los periodos anteriores. Sin embargo, también organizó campañas militares contra los cristianos del norte, saqueando e incendiando León en una aceifa contra el reino de Asturias, y sitiando Barcelona y Gerona en una expedición a la Marca Hispánica. En 844, derrotó a los normandos que atacaron Lisboa y llegaron hasta Sevilla.

Además de ser un monarca culto y refinado, Abderramán II era amante de la poesía y el lujo. Se le describe como alto, moreno, de ojos grandes y negros, con una larga barba y un gran sentido del humor. Tuvo numerosos hijos y fue un ávido bebedor de vino.

Abderramán II organizó la corte siguiendo el modelo de Bagdad e introdujo un ceremonial y protocolo que perduró durante el periodo califal cordobés. Contó con el consejo del músico árabe Ziryab, quien influyó en los usos sociales y la música de la capital.

Durante su reinado, se llevó a cabo la primera ampliación del oratorio de la Mezquita Mayor de Córdoba, se construyeron palacios, se fortificaron las murallas y la población de la ciudad aumentó considerablemente.

El historiador Ibn Hayyan, autor de Al-Matin y Al-Muqtabis, proporciona el testimonio más detallado sobre el reinado de los omeyas durante el periodo de predominio musulmán en España. Sus textos fueron la base de la historia de España musulmana de Lévi-Provençal.

MÉRIDA TARDORROMANA Y VISIGODA

En este capítulo, se describe la importancia de la antigua ciudad romana de Mérida durante la época visigoda. Mérida era un enclave estratégico en las vías de comunicación de la Península Ibérica y un importante centro comercial, religioso y cultural. La ciudad fue fundada por el emperador Augusto y contaba con un espléndido foro de mármol y monumentos públicos como un teatro, anfiteatro, circo, templos, arcos y trofeos. Aunque sufrió un declive en el siglo III d.C., su papel como capital de la diócesis Hispaniarum en tiempos de Constantino la revitalizó. Durante el Bajo Imperio, los edificios fueron rehabilitados y ampliados. En el siglo V, la ciudad experimentó una transformación urbana y se convirtió en un centro cristiano. Mérida fue un punto estratégico en el sistema de comunicaciones de la Hispania occidental y posiblemente la ciudad más activa entre los siglos IV y VIII. Desde el punto de vista religioso y cultural, la presencia del mártir Eulalia fue fundamental. El martirio de Eulalia durante la persecución de Diocleciano dejó una profunda huella entre los fieles cristianos. La ciudad se sentía protegida por Eulalia y se construyeron edificios para organizar la vida litúrgica de la ciudad. Durante el periodo entre 530 y 605, los obispos de Mérida mantuvieron la independencia y la supremacía frente a Toledo y los arrianos. El obispo era la figura principal de la ciudad y se enfrentaba al rey cuando era necesario, organizaba actividades caritativas y dirigía la construcción de edificios. La ciudad contaba con numerosas basílicas e iglesias, monasterios y centros monacales. También había un xenodochium para albergar peregrinos, pobres y enfermos, un palacio del obispo y un baptisterio. El tesoro de la Iglesia se guardaba en la iglesia de Santa Jerusalén. Aunque las excavaciones arqueológicas no han podido identificar con certeza estos edificios, se han encontrado fragmentos de decoración arquitectónica que datan de antes del siglo VIII y que probablemente pertenecieron a edificios cristianos.

MÉRIDA EN PODER MUSULMÁN

En este capítulo, se relata el desembarco de las tropas musulmanas lideradas por Tariq en la Península Ibérica en abril o mayo del año 711. El rey visigodo Don Rodrigo se enfrenta a ellos en la batalla de la Janda, junto con el conde de Mérida y el arzobispo de la ciudad. Un año después, en 712, Muza ben Nosair sitia Mérida, consciente de su importancia como centro político y de comunicaciones. La ciudad resistió durante dieciséis meses, pero finalmente se rinde el 30 de junio de 713 al saber que ninguna otra ciudad se enfrenta ya al invasor. Durante el asedio, es probable que Muza haya llegado a acuerdos con los nobles godos de la ciudad, garantizándoles su poder y bienes a cambio de reconocer la soberanía del califa. La Mérida musulmana es descrita como una ciudad impresionante, con poderosas murallas, inscripciones en mármol y monumentos magníficos. Sin embargo, también se menciona la profanación y el deterioro de los templos cristianos bajo el dominio musulmán. Mérida se convierte en la cabeza de una amplia región y tiene autoridad sobre varias ciudades y alquerías. Se destaca la existencia de un puente sobre el río Guadiana, así como un palacio con un espejo que imitaba al de Alejandría. También se mencionan los acueductos de la ciudad, que son considerados los mejor conservados del mundo. Se hace referencia a valiosos tesoros que fueron enviados a Damasco y exhibidos frente a la mezquita Mayor. Por último, se destaca el avance de la arqueología en Mérida y la importancia de coordinar las intervenciones para un mejor conocimiento de la historia de la ciudad.

EL ESPÍRITU REBELDE DE MÉRIDA

En este capítulo, se menciona que el periodo de dominación musulmana en Mérida fue el más oscuro de su historia. Durante este tiempo, hubo una serie de revueltas y sublevaciones que llevaron a una disminución significativa de la población. La primera de estas revueltas fue liderada por los invasores berberiscos, quienes consideraban que solo ellos tenían derecho a ocupar tierras y ciudades. Sin embargo, los árabes rápidamente se convirtieron en dueños de grandes propiedades y núcleos urbanos en la región de Extremadura, prefiriendo vivir fuera de las ciudades. Durante el reinado de Abd al-Malik ben Katan, se produjeron las primeras rebeliones berberiscas en Mérida, Coria y Talavera. El emir árabe solicitó ayuda a Balech, quien acudió con su ejército desde Ceuta para sofocar la rebelión. Aunque la Iglesia española no encontró dificultades insuperables durante este periodo, generalmente no se le permitió practicar libremente su culto a los cristianos que no se sometieron voluntariamente. Sin embargo, si se pactaba un tributo, se les otorgaba cierta libertad. Mérida capituló bajo condiciones específicas, manteniendo su sede y su cristiandad. Abderramán I fue tolerante y otorgó a un hijo de Witiza el título de "conde de Al-Ándalus y gobernador general de los cristianos mozárabes". A pesar de las precauciones tomadas por los emires de Córdoba, Mérida se sublevó una y otra vez durante todo el siglo IX, uniendo a los mozárabes, muladíes y beréberes en su lucha contra el gobierno cordobés. A pesar de los intentos de sofocar la rebelión, Mérida se mantuvo independiente durante siete años antes de ser sometida mediante nuevos pactos. Sin embargo, los habitantes de Mérida y Toledo no estaban dispuestos a ser considerados como ciudades tributarias y de segundo orden en el emirato, y continuaron luchando por su independencia. Durante el reinado de Abderramán II, se produjo otra rebelión en Mérida y Toledo. Los habitantes de Mérida pidieron ayuda a Ludovico Pío, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, quien les envió una carta ofreciendo su apoyo. A pesar de que no se sabe si el ejército enviado por Ludovico llegó a Mérida, los habitantes de la ciudad se levantaron y mataron a su gobernador. Sin embargo, en el año 833, después de un largo asedio y una tenaz resistencia, Mérida fue finalmente derrotada. Durante el asedio, muchos habitantes murieron o huyeron de la ciudad. Dos líderes rebeldes, Mahmud y Sulaymán Aben Martín, escaparon y buscaron refugio en diferentes lugares. Mahmud se refugió en Galicia, pero después de unos años, comenzó a saquear los pueblos cristianos, lo que llevó al rey Alfonso II a sitiarlo en el castillo de Santa Cristina, donde fue asesinado junto con su séquito. Sulaymán Aben Martín se refugió en la sierra de Santa Cruz, pero fue vencido por una columna cordobesa. En resumen, durante el periodo de dominación musulmana, Mérida experimentó numerosas revueltas y sublevaciones, luchando constantemente por su independencia. A pesar de los esfuerzos de los emires de Córdoba, la ciudad se mantuvo rebelde y conservó su sede metropolitana durante un tiempo. Sin embargo, finalmente fue sometida y muchos de sus habitantes huyeron o fueron asesinados.

LOS RECIENTES DESCUBRIMIENTOS ARQUEOLÓGICOS DE LA ÉPOCA EMIRAL EN MÉRIDA

En este capítulo, se menciona que en 2010, el Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida organizó las primeras Jornadas de arqueología e historia medieval de la Marca Inferior de Al-Ándalus. Durante este evento, se presentaron avances en el conocimiento del pasado musulmán y sus huellas en Mérida y en otros lugares de la región. Importantes investigadores, como Juan Zozaya Stabel y Santiago Feijoo, difundieron sus investigaciones en el yacimiento emeritense.

El director del Consorcio, Miguel Alba Calzado, detalla en su trabajo "Los edificios emirales de Morería (Mérida), una muestra de arquitectura del poder" los testimonios arqueológicos que se han descubierto en Mérida, específicamente en el área conocida como "Morería". Estos restos son ejemplos de una arquitectura vinculada al poder que se ejerció durante el tiempo en que la ciudad estuvo bajo el dominio de Córdoba. Estos restos, junto con cementerios, viviendas, tramos de la muralla y la Alcazaba, son evidencia de una intensa vida ciudadana durante el periodo medieval islámico.

Se destaca que la Alcazaba es el mayor testimonio del dominio islámico en Mérida y la fortificación más antigua de esa época en la península Ibérica de la que se tiene conocimiento escrito. Fue construida en el año 835 durante el reinado de Abderramán II. Su ubicación en un llano parece estar relacionada con el control del paso del puente. La fortificación ha sufrido remodelaciones a lo largo del tiempo, tanto en época islámica como cristiana, pero su diseño original se mantiene. Tiene una planta casi rectangular de 137 × 132 metros y cuenta con 25 torres, algunas de tipo albarrana, que se conectan a la muralla mediante arcos.

ALANGE, SUS BAÑOS Y EL CASTILLO

En este capítulo, se habla de la antigüedad de Alange y de las propiedades curativas de su manantial de agua mineromedicinal, que dio origen a su famoso balneario. Aunque no se sabe la fecha exacta de construcción de las termas, el descubrimiento de un ara votiva del siglo III d.C. confirma su existencia en la época de Trajano y Adriano. En esta inscripción, un patricio romano llamado Licinio Sereniano dedica el balneario a la diosa Juno en agradecimiento por la salud de su hija Varinia Serena. Dos termas circulares, techadas en cúpula, han llegado hasta nuestros días y siguen en uso en el balneario. Además, se cree que el establecimiento termal contaba con baños fríos, piscinas calientes, baños de vapor y amplios jardines.

Las termas se mantuvieron en funcionamiento durante siglos debido a su importancia y a las propiedades medicinales de las aguas. Los restos encontrados revelan una superposición de culturas, donde la época romana fue sucedida por la visigoda. Durante el periodo árabe, el lugar adoptó el nombre de "Alange", que significa "Agua de Allah".

El castillo de Alange también tiene sus orígenes en la época romana, como se desprende del nombre de Castrum Colubri que tuvo una fortaleza primitiva en ese entonces. Después de la conquista musulmana, el castillo fue reconstruido en el siglo IX y sirvió como refugio en momentos de revueltas y guerras. Recientes trabajos de recuperación y restauración han revelado un complejo sistema de murallas que protegían viviendas, corralones, aljibes y huertos, lo cual demuestra la presencia de una población que residía permanentemente en el castillo y sus alrededores.

Las crónicas relacionan el castillo con el linaje de Abderramán Aben Marwán, hijo de Muhamad Aben Marwán, conocido como al-Jilliqui, el Gallego. Este Aben Marwán fue descendiente directo del gobernador de Mérida y fundador de la ciudad de Badajoz en 875. Además, el pueblo portugués de Marvão debe su nombre al hecho de que Aben Marwán estuvo instalado en el castillo que corona su cumbre, el castillo de Marvão.

LOS REINOS CRISTIANOS DEL NORTE

En este capítulo, se relata cómo Muza, después de la invasión musulmana en la Península, intentó conquistar los territorios del norte que aún no estaban bajo el dominio islámico. Logró tomar los castillos de Viseo y Lugo y envió una avanzadilla que llegó hasta la peña donde Pelayo se fortificaría más tarde. En aquel entonces, toda la región noreste de la Península se conocía como Galicia.

Sin embargo, el primer emir omeya no tuvo tiempo para ocuparse del pequeño reino cristiano que sobrevivía en las montañas del norte debido a las guerras civiles en sus propios dominios. Fue su hijo, Hixem I, quien inició la primera gran ofensiva contra Alfonso el Casto. Además, este emir envió una expedición vengadora contra Carlomagno, conquistando Gerona y llegando hasta Narbona (793-794). Con el botín obtenido en la victoria, se financiaron las obras de la mezquita y el puente de Córdoba.

En el año 828, Abderramán llegó a un acuerdo con el rebelde Aizon y lanzó una expedición para ocupar Barcelona, en los dominios francos de la Marca Hispánica. Aizon había estado prisionero en Aquisgrán y logró escapar, fomentando la rebelión contra los francos en los Pirineos. El ejército del emir sitió Barcelona, pero la feroz resistencia del conde Bernardo impidió la toma de la ciudad.

A partir de entonces, las fuerzas cordobesas se limitaron a saquear estos territorios, obteniendo solo botín, cautivos y causando destrozos, sin lograr tomar ninguna plaza importante.

En el primer tercio del siglo IX, comienza a vislumbrarse el carácter de los diferentes núcleos de resistencia en las montañas del norte. Asturias surge como una continuación de la monarquía visigoda, con la aspiración de restaurar el orden anterior a la invasión musulmana, y se convierte en el inicio de la fuerza reconquistadora. Los vascones mantienen su actitud de independencia contra romanos y godos. La Marca Hispánica, por su parte, se origina como una expansión del Imperio carolingio, lo que le da a Cataluña un matiz especial, con instituciones que revelan un mayor contacto con Europa central que el resto de la Península.

Los cronistas árabes añaden que, mientras las armas del emir Alhakén I estaban ocupadas asediando Mérida, los cristianos del norte crecieron en poder y fortaleza, invadiendo el territorio musulmán desde diferentes puntos de la frontera, causando gran destrucción y saqueo. Los reinos cristianos del norte aprovecharon las revueltas en Toledo y Mérida. Mientras los cristianos sometidos en estas ciudades esperaban la llegada de las fuerzas liberadoras, los francos continuaban conquistando Cataluña y Asturias se consolidaba bajo el reinado de Alfonso II el Casto. Sin embargo, la ayuda prometida a los rebeldes que esperaban una Reconquista cristiana no llegaría hasta muchos siglos después.

El famoso narrador Al Maqqari lamentó esta historia, diciendo: "¡Ay de Mérida! La ciudad rebelde que se alza con arrogancia contra su destino...".

GLOSARIO DE TÉRMINOS

En este capítulo, se proporciona un glosario de términos utilizados en el libro. Estos términos incluyen conceptos relacionados con la cultura, la religión y la sociedad en Al-Ándalus durante la Edad Media. Algunos de los términos mencionados son:

  • Aceifa: Expedición militar realizada por las tropas musulmanas en verano.
  • Agareno: Término utilizado para referirse a los musulmanes que ocuparon España durante la Edad Media.
  • Aid: Fiesta del Cordero, la cual es la celebración más importante en el calendario lunar musulmán.
  • Alarife: Arquitecto o maestro de obras.
  • Al-dimma: Comunidad de cristianos sometidos durante la dominación musulmana.
  • Alfaquí: Doctor en la ley del Corán.
  • Alfoz: Distrito o campos pertenecientes a la jurisdicción de una ciudad.
  • Alhóndiga: Lugar donde se alojaban los mercaderes y se almacenaban las mercancías en las ciudades.
  • Aljama: Comunidad de moros o judíos, también puede referirse a una mezquita o sinagoga.
  • Almojábana: Torta frita de queso blanco con canela y miel.
  • Almojarife: Funcionario encargado de recaudar los tributos y administrar las rentas.
  • Almunia: Explotación agraria cercana a las ciudades.
  • Basmala: Invocación musulmana que significa "en el nombre de Allah".
  • Cadí: Juez civil.
  • Clave: Piedra utilizada para cerrar un arco o bóveda.
  • Comes: Conde, autoridad máxima de los mozárabes en Al-Ándalus.
  • Cora: División territorial musulmana, equivalente a una provincia o distrito.
  • Dimmíes: Nombre dado a los cristianos y judíos que pagaban tributos a cambio de protección.
  • Duc: Término que denota el rango militar de general.
  • Emir: Máxima autoridad política y militar de Al-Ándalus.
  • Exceptor: Recaudador de impuestos mozárabe.
  • Hamman: Casa de baños.
  • Hawlaqa: Invocación musulmana o jaculatoria.
  • Iblis: Demonios o espíritus malignos en el mundo musulmán.
  • Ismaelita: Descendiente de Ismael, hijo de Abraham.
  • Jarach: Tributo impuesto a los mozárabes.
  • Madraza: Escuela superior.
  • Minbar: Púlpito en una mezquita.
  • Moro: Habitante del norte de África.
  • Muftí: Clérigo o jurisconsulto islámico.
  • Muladíes: Población de origen hispanorromano y visigodo que adoptó el islam durante la dominación musulmana.
  • Muslim: Musulmán.
  • Ordo: Orden o sistema de gobierno.
  • Presbiterio: Parte de una iglesia que antecede al altar mayor.
  • Quiblah: Muro orientado hacia La Meca.
  • Rumíes: Término utilizado para referirse a los cristianos del norte en Al-Ándalus.
  • Sarraceno: Árabe o musulmán que participó en la conquista de diversos países en la Edad Media.
  • Ulema: Doctor en ley o sabio islámico.
  • Umma: Comunidad de creyentes musulmanes.
  • Valí: Gobernador musulmán de una cora.
  • Yemeníes: Árabes del sur.
  • Yizya: Impuesto impuesto a los no musulmanes.
  • Xenodochium: Edificio destinado a dar cobijo a viajeros y enfermos, que con el tiempo se convirtió en hospitales.
  • Zéjel: Composición poética popular en Al-Ándalus.
  • Zuhur: Oraciones del mediodía en la religión musulmana.

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