En tiempos del papa sirio

40 minutos

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En este capítulo, el narrador recuerda la llegada de los godos de Hispania a Roma durante el otoño. El día en que llegaron, el narrador recuerda que había comenzado el Adventus, una celebración religiosa. Ese día, hubo un revuelo en el atrio de la basílica de Santa María Antigua y se anunció que el papa se dirigía hacia la puerta de Ostia. El narrador y el protodiácono Martín se dirigieron hacia allí para averiguar qué estaba sucediendo. En el camino, se encontraron con ancianos presbíteros que les informaron que toda Hispania había caído bajo el poder de los agarenos y que el obispo de Toledo estaba esperando al papa en Roma. Al llegar a la puerta de Ostia, se congregó una multitud expectante y se abrió paso para que el papa pudiera entrar. Los romanos comenzaron a culpar a los cristianos de Hispania por el desastre y a insultar a los recién llegados. Sin embargo, el papa Constantinus decidió recibir a los exiliados con compasión y los abrazó y besó en señal de misericordia. El narrador revela que el papa, al igual que él, era de origen sirio y tenía razones personales para tener piedad de los exiliados.

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En este capítulo, el narrador, Efrén, nos cuenta sobre su origen y su vida en Siria. Nacido en el barrio cristiano de Damasco, Efrén es descendiente de una familia de gran importancia y prestigio. Su padre era políglota y trabajó como funcionario del Imperio romano y luego al servicio del califa Uzmán. A pesar de la conquista de Siria por parte de los ismaelitas mahométicos, su padre pudo seguir practicando su fe cristiana. Efrén describe su hogar en el antiguo barrio de Bab Tuma, donde también vivieron los apóstoles san Pablo y santo Tomás. Sin embargo, la llegada de los árabes agarenos trajo consigo la opresión y la persecución a los cristianos. Efrén recuerda los terribles momentos de violencia y sufrimiento que vivió durante su infancia, con revueltas, persecuciones y muertes. Además, su familia perdió su riqueza y tuvieron que enfrentarse a la pobreza. Efrén también menciona a su hermanastro mayor, Ireneo, quien era un loco y solía amenazar a su familia. En resumen, este capítulo nos presenta el contexto histórico y personal en el que se desarrolla la vida de Efrén en Siria.

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En este capítulo, el narrador nos cuenta cómo muchos de sus familiares tuvieron que huir de Siria debido a la guerra. Algunos se dirigieron hacia el norte, a Constantinopla, mientras que otros se dirigieron hacia las costas para embarcarse hacia las islas griegas y luego a Italia. Sin embargo, no todos abandonaron Siria, ya que algunos decidieron quedarse, esperando que la paz se restableciera. La familia del narrador tenía poco que conservar, solo un viejo caserón y un pequeño huerto en el arrabal. La madre del narrador, viuda y desorientada, decidió casarse con un alfarero llamado Auxencio y se mudaron a vivir a una pequeña aldea en la orilla del río Barada, cerca de Damasco.

En la aldea, el narrador disfrutó de una relativa calma y tranquilidad, alejado del tumulto de la ciudad. Recuerda la quietud del río, el suave viento que movía las hojas de los árboles y la misteriosa luz del sol que caía sobre las montañas del Antilíbano. Durante esos primeros años de su vida en la aldea, el narrador se dedicó a criar palomas y a aprender el oficio de alfarero, que era la principal fuente de ingresos de su padrastro. La aldea estaba rodeada de pequeñas construcciones destinadas a los nidos de las palomas, y también se dedicaban a la fabricación de ladrillos y vasijas.

El padrastro del narrador, Auxencio, lo trató como a un verdadero hijo y se empeñó en enseñarle el oficio de alfarero. El narrador aprendió rápidamente y se sintió entusiasmado por su habilidad. Auxencio le transmitió una teología relacionada con el barro y le dijo que el verdadero alfarero es el Creador, que hizo el mundo en siete días. También le recordó que el barro es el arte de Dios y que él, como ser humano creado por Dios, es una obra preciosa e inigualable. El narrador se sintió orgulloso de su oficio y de su fe en Dios.

Además de la alfarería, Auxencio también era pintor de iconos. Aprendió esta habilidad durante su juventud en Melitene, donde estuvo emigrado con su familia debido a la opresión de los califas hacia los cristianos. A pesar de que las imágenes eran mal vistas por los ismaelitas, Auxencio las pintaba en secreto y las vendía a quienes se las encargaban.

En resumen, en este capítulo el narrador nos cuenta cómo su familia tuvo que huir de Siria debido a la guerra, pero él y su madre decidieron quedarse y vivir en una pequeña aldea. Allí, el narrador aprendió el oficio de alfarero de su padrastro y también descubrió la pasión de Auxencio por la pintura de iconos.

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En este capítulo, el narrador cuenta que pasaron algunos años tranquilos, pero en su interior había un poso de heridas y miedos. Siempre tenía miedo al futuro y esto le llevó a tener inclinaciones proféticas. Tenía pesadillas con muertes y persecuciones, ya que ese era el tema principal de los sermones de los presbíteros. Un día, cuando cumplió trece años, tuvo un horrible augurio en un sueño donde vio a alguien consumiéndose en un horno de fuego. Tiempo después, su padrastro se esmeró en pintar un icono del mártir Blasios de Sebaste, que representaba al santo con la cabeza cortada y rodeado de un arcángel y el demonio. El padrastro necesitaba que otro artista le pusiera las letras en griego en el fondo azul del icono. Antes de partir a Damasco, el padrastro dio instrucciones de que si los criados de la viuda preguntaban por el icono, dijeran que estaba terminado. El narrador se quedó en casa con su madre mientras su padrastro se fue al barrio de los artistas. Al día siguiente, un desconocido preguntó por el padrastro y regresó el sábado con otros dos hombres extraños. Cuando el padrastro llegó, los hombres se encerraron con él en el taller. El narrador fue a ver qué pasaba y encontró a su padrastro arrodillado mientras los hombres miraban con gesto severo. El icono del mártir estaba en el caballete y las letras griegas brillaban en el fondo azul. El padrastro ordenó al narrador que volviera con su madre y uno de los hombres dijo que se quedara para aprender. Luego, uno de los hombres arrojó el icono al horno y proclamó que Alá abominaba de la idolatría infiel. Después, agarraron al padrastro y lo metieron en el horno, mientras el narrador quedaba paralizado y atónito. Antes de marcharse, los asesinos advirtieron al narrador que lo mismo le pasaría si se dedicaba a pintar santos.

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En este capítulo, el narrador relata cómo después del martirio de Auxencio, los familiares de Auxencio se hicieron cargo de él y de su madre durante algún tiempo. Sin embargo, debido a las dificultades que enfrentaban los cristianos en ese momento, la convivencia se volvió insoportable y tuvieron que regresar a Damasco en busca de ayuda. Sin embargo, tampoco fueron bien recibidos allí, ya que la antigua casa de la familia estaba en ruinas. Finalmente, la madre del narrador encontró ayuda en su primo Joannis Mansur, también conocido como Crisorroas, quien era un orador talentoso y miembro del patriciado damasceno. Crisorroas acogió al narrador y a su madre en su casa y decidió educar al narrador de acuerdo con la tradición de su estirpe. A los trece años, el narrador fue confiado al cuidado de los monjes del monasterio de Maalula, donde estudió las Sagradas Escrituras y las lenguas siríaca, griega y latina. A los diecisiete años, recibió el título de ayudante del maestro y su primo decidió que trabajara en la cancillería del califa en lugar de convertirse en monje.

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En este capítulo, el protagonista relata cómo fue sacado del monasterio de Maalula por Joannis Crisorroas, quien lo llevó a vivir con su madre. Después de cinco años separados, el protagonista se reencuentra con su madre y se emociona al verla. Sin embargo, nota que ha envejecido y viste como una anciana.

El protagonista describe el invierno que pasó en la casa de su primo, donde la leña y el carbón eran escasos. El viejo palacio donde vivían era sombrío y descuidado, y la gente cristiana del barrio parecía triste y envejecida. Además, la comida era escasa y de mala calidad, y el protagonista extrañaba las ollas del monasterio y su antigua vida en el Palomar.

El protagonista menciona que la casa de su primo daba a la iglesia de San Pablo, y describe el descuidado jardín y la vista de la cúpula de la iglesia y las terrazas polvorientas. Todos los días, el protagonista y su primo rezaban la salmodia al amanecer mirando hacia el oriente.

El protagonista cuenta que en esa época los templos no eran frecuentados para evitar la ira de los fanáticos musulmanes. A pesar de esto, el protagonista continuó aprendiendo la Sharia y también se instruyó en las artes liberales, como la aritmética, la geometría, la astronomía y la música. Además, continuó leyendo antiguas crónicas y aprendiendo sobre la historia.

El protagonista relata cómo él y su primo llevaban una doble vida, aparentando ser buenos musulmanes en público pero rezando en privado como cristianos. Esta situación le causaba contradicciones y rebeldía.

El protagonista menciona que Siria era un país convulso y en constante cambio. El califa Walid impuso el árabe como lengua oficial en la administración, lo que afectó a aquellos que no eran musulmanes. Además, el califa ordenó grabar aleyas coránicas en las monedas, lo que causó disgusto entre los cristianos. Los guardianes de la ley islámica comenzaron a imponer una moral más estricta y se llenaron los cargos de gobierno con árabes, lo que generó problemas para los cristianos.

El protagonista menciona que los sabios cristianos empezaron a interpretar estos cambios como el fin de una era y el comienzo de una nueva, lo que generaba confusión e incertidumbre.

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En este capítulo, el narrador es llevado por su primo Crisorroas a un rincón apartado y silencioso del jardín. Desde allí, pueden ver toda la ciudad, incluyendo los cementerios cristianos y el cementerio principal de los musulmanes. Crisorroas sostiene un libro en sus manos y le explica al narrador que lo ha llevado allí para hablar en privado, pero en presencia del Señor.

El narrador comenta que hace frío y Crisorroas le responde que así estarán más despiertos y atentos durante la conversación. Luego, Crisorroas menciona que su abuelo rezaba bajo la palmera y que a pesar de vivir una vida de doblez, siempre sintió conflicto en su alma.

El narrador agradece a Crisorroas por preocuparse por él y su madre, y lo considera como un padre. Crisorroas le explica que no se ha casado ni ha tenido hijos porque siente remordimientos en su alma y considera que debe pagar un tributo a Dios. Él vive cómodamente en su casa y no quiere avergonzarse delante de su familia.

El narrador expresa su rabia y descontento con la vida de doblez que llevan, y Crisorroas lo comprende. Él menciona el pacto de Omar, que salvó las vidas de sus antepasados pero los mantiene en silencio y sin privilegios. El narrador se siente aliviado de que alguien le haya dicho eso.

Finalmente, mientras cae la tarde, los almuédanos llaman a la oración de los musulmanes y Crisorroas menciona que el pacto de Omar silenció para siempre el sonido de las campanas. Deciden irse porque hace frío y el capítulo termina.

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En este capítulo, el narrador explica que el lector probablemente haya nacido, crecido y educado en la cristiandad romana, lo que le obliga a dar algunas explicaciones para comprender los pesares de su primo Joannis Crisorroas. Se menciona que los ismaelitas, después de la muerte de Mahoma, ocuparon rápidamente un extenso territorio y extendieron sus dominios sobre pueblos no árabes con diferentes creencias. Los conquistadores consideraban a los cristianos y judíos como "gentes del Libro" y les permitían conservar sus creencias. Se menciona que Mahoma enseñó que Jesús no fue crucificado, sino transportado al Cielo, y que para morir en su lugar surgió un sustituto. También se menciona que Mahoma confundió las identidades de Miriam y María. Se habla de la invasión de Omar el Grande, suegro de Mahoma, a territorios habitados por cristianos, como Egipto y el norte de África. Tras la muerte del emperador Heraclio, Omar aprovechó para invadir el suroeste del Imperio Bizantino y puso sitio a Jerusalén. Se menciona el Pacto de Omar, un documento redactado por el patriarca Sofronio que establecía las condiciones de convivencia entre los ismaelitas y las comunidades cristianas sometidas. El pacto incluía restricciones para los cristianos, como no construir nuevas iglesias ni reparar las existentes, no enseñar el Corán a sus hijos y no celebrar ceremonias religiosas públicamente. El capítulo concluye mencionando que los cristianos sometidos se les empezó a llamar dimmíes y que algunos optaron por expatriarse hacia las provincias cristianas de Occidente.

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En este capítulo, el narrador expresa su admiración por su primo Joannis Crisorroas, pero también su frustración por su excesiva prudencia. A pesar de vivir en una época en la que los cristianos en Damasco debían ser cautelosos, el narrador desea comenzar a trabajar en su oficio lo antes posible. Sin embargo, su primo no toma una decisión y el narrador se impacienta cada vez más. Además, su madre también presiona para que ocupe el puesto heredado de su linaje. Mientras tanto, el narrador se encuentra con tres jóvenes cristianos después de la misa y acepta salir con ellos. Pasean por los arrabales de la ciudad y cruzan el río Barada. Durante el paseo, discuten sobre los cambios en el barrio y la creciente presencia de musulmanes. Luego, van a unas tabernas y beben vino. El narrador se sorprende al descubrir que sus nuevos amigos tienen dinero y se lo gastan en comida y bebida. Después, van a un baño público donde los jóvenes aceptan ser tocados por hombres mayores a cambio de dinero. El narrador se niega a participar y solo observa.

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En este capítulo, el protagonista narra cómo se introduce en una vida de holgazanería y actividades arriesgadas junto a sus nuevos amigos. Con el dinero que obtienen de sus actividades, buscan otras compensaciones. Atraviesan un arrabal y llegan a una extensa área donde acampa un ejército de aventureros y buscavidas. El protagonista recuerda haber pasado por allí hace años y le advierten que es un lugar peligroso. Deciden rodearlo y llegan a una puerta que da a un espacio vallado. Un hombre alto y barbudo los recibe y los invita a pasar. Dentro, encuentran un salón abarrotado de objetos y son atendidos por cuatro hermosas mujeres. El protagonista se siente atraído por una de ellas y se acerca a ella sin dudarlo. Beben y disfrutan de la compañía de las mujeres. Después de un breve encuentro, salen del prostíbulo sin dinero y se encuentran con la miseria y la oscuridad en el camino de regreso a la ciudad. El protagonista se siente como si hubiera salido de un sueño extraño.

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En este capítulo, Klémens y los gemelos están emocionados por la llegada del ejército califal a Damasco después de una gran batalla en la frontera con Bizancio. La ciudad está casi desierta, excepto por los enfermos, ancianos y aquellos que no pueden salir de sus casas. La multitud se congrega en el arrabal del extremo norte de la ciudad para ver la llegada de las tropas. El ejército está agotado y sucio, y las mulas y camellos se niegan a avanzar. Klémens, a pesar de la apariencia desoladora del ejército, lo admira y dice que no hay otro ejército como el de Damasco. Sin embargo, el narrador menciona que el ejército de Alejandro Magno debió de ser más grandioso. Klémens explica a sus amigos la organización del ejército y señala la presencia de los ghulams, guerreros bien entrenados y leales al califa. El narrador observa la belleza de la ciudad al atardecer, pero su congoja y rabia le impiden disfrutar del momento. Pasan todo el día observando la llegada de los soldados y se percatan del estado calamitoso en el que se encuentran. Al caer la tarde, se encienden hogueras en el campamento y deciden regresar a la ciudad. Klémens expresa su deseo de unirse al ejército, pero los gemelos y el narrador no responden. Klémens finalmente se une al ejército del califa, convirtiéndose al islam y dejando atrás su fe cristiana. Los gemelos y el narrador no vuelven a saber de él durante mucho tiempo.

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En este capítulo, el protagonista despierta enfermo y triste después de pasar mucho tiempo en la humedad de su casa. Su madre se preocupa por él y le pregunta qué le sucede. Luego, su primo viene a visitarlo y le pregunta qué le pasa. Aunque al principio no quiere hablar, finalmente se levanta de la cama y va a la cocina. La criada le prepara un cocimiento de hierbas mientras su madre y su primo lo observan preocupados. Finalmente, el protagonista revela que su amigo Klémens ha dejado de ser cristiano y se ha unido al ejército del califa. Su madre y su primo se sorprenden y se preocupan por esta decisión. Después de una breve conversación, el primo del protagonista se va a sus ocupaciones en la cancillería. Sin embargo, más tarde, vuelven a hablar a solas y el protagonista le cuenta todo lo que ha estado haciendo últimamente, incluyendo cosas de las que se avergüenza. El primo lo escucha atentamente y al final, el protagonista le pide que lo presente en la cancillería para que pueda sentirse útil. Al día siguiente, su primo lo lleva al mercado para que le arreglen el pelo y luego al sastre para que le hagan un traje. El protagonista se da cuenta de que su primo finalmente ha decidido presentarlo en la cancillería.

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En este capítulo, una semana después de llevar al protagonista al sastre y al barbero, Crisorroas le avisa de que al día siguiente habrá una recepción en el palacio del califa. El protagonista se siente ansioso y temeroso, pero Crisorroas lo anima a no perder más tiempo y a aprovechar la oportunidad. Antes de salir, inspeccionan el aspecto del protagonista y deciden intercambiar los mantos. Luego, se dirigen lentamente hacia el palacio, atravesando mercados y callejones. Finalmente, llegan a los jardines del palacio y presencian la impresionante exhibición de soldados y la belleza de los jardines. Después de esperar en una explanada, son conducidos a un aposento donde se sientan frente a un cortinaje que oculta al califa. Los embajadores y dignatarios entregan obsequios al califa, quien los recibe con indiferencia. Luego, el protagonista observa cómo su primo realiza el cobro de impuestos y finalmente llega su turno de presentarse ante el califa. Temblando, se acerca al califa y se arroja de bruces ante él. El califa lo llama y le extiende la mano izquierda, que el protagonista besa. Después de la recepción, se forma un ambiente de cordialidad y agradecimiento. El padre de Klémens elogia al protagonista y lamenta que su hijo haya partido con el ejército. El capítulo termina con el protagonista asegurando que Klémens siempre será cristiano en su alma, pero el padre expresa su tristeza por tener que fingir.

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En este capítulo, el narrador reflexiona sobre el aburrimiento y el tedio en la vida. Recuerda una lápida que dice "El aburrimiento amilana la senectud y corrompe la juventud" y piensa en el "taedium vitae" de los romanos antiguos. Se mencionan diferentes palabras utilizadas para describir el tedio, como "náusea" y "acidia". Lucrecio argumenta que el miedo a la muerte y la falta de una filosofía que proporcione serenidad son las causas del tedio. El narrador menciona que Klémens había huido y que él se sentía atrapado en su trabajo en la cancillería. Describe su trabajo como escribiente y la rutina monótona que experimenta. Se menciona que había más de quinientos funcionarios en la oficina y que los consejeros tenían una influencia creciente. El narrador explica su tarea de registrar el uso del sello de la tesorería y la importancia de la honestidad en su trabajo. Crisorroas, primo del narrador, le cuenta sobre la decadencia de la comunidad cristiana en Damasco y la necesidad de ser fuertes y mantener la fe. El narrador también menciona su deseo de rebelarse y dudar de las enseñanzas. Finalmente, el narrador pregunta si sus abuelos consideraron levantarse contra los sarracenos, pero Crisorroas le indica que siempre han sido sumisos.

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En este capítulo, el narrador expresa su frustración y confusión en la cancillería. Siente que es demasiado joven y que hay conspiraciones en su contra. Desea ser visto como un funcionario maduro y serio, pero se siente humillado en su trabajo. Aunque tiene sentimientos agradecidos hacia su primo Crisorroas, también siente rechazo hacia el estado y no se siente preparado para el trabajo en la cancillería. El padre de Klémens, un anciano militar, es la única persona con la que se identifica un poco en la cancillería. Cromacio, el padre de Klémens, es un curador en la cancillería y le cuenta al narrador sobre el tributo que Siria paga a los romanos y griegos, así como sobre el "fuego griego", un arma misteriosa utilizada por los bizantinos. Cromacio también le revela que los mardaitas, un grupo de rebeldes cristianos, amenazan el control árabe en la región y que el califa paga un tributo anual para mantener la paz. Cromacio le advierte al narrador que no comparta esta información con nadie y le hace jurar en la Santa Cruz. El narrador reflexiona sobre lo que le ha contado Cromacio y se debate entre la rabia y la confusión.

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En este capítulo, el narrador describe la actitud de los funcionarios de la cancillería, destacando la diferencia entre Joannis Crisorroas y los demás. Mientras que los demás funcionarios son cascarrabias y envidiosos, Joannis es una persona tranquila y resignada. El narrador se queja de cómo es tratado por los demás funcionarios debido a su condición de aprendiz, y su primo le aconseja ser humilde y paciente. El narrador también menciona al señor Farganes, un oficial anciano y tuerto que lo trata con desprecio. Durante la preparación de un edicto, el narrador comete un error y el señor Farganes lo golpea y lo insulta. Sin embargo, alguien interviene y lo lleva a su casa para consolarlo. Esa persona resulta ser Hesiquio Cromanes, el jefe de las caballerizas del califa y tío de Klémens. Después de este incidente, el narrador se emborracha por primera vez en su vida.

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En este capítulo, el protagonista despierta desnudo y desorientado en una habitación desconocida después de haber pasado la noche durmiendo. Se levanta antes del amanecer y, en la oscuridad, busca la salida de la habitación con cautela. Al asomarse, ve una penumbra mezclada con los primeros rayos de luz del día y escucha los sonidos de la ciudad despertando. Se siente confundido y avergonzado al darse cuenta de que no recuerda lo que sucedió la tarde anterior y de que se emborrachó por primera vez.

Un esclavo eunuco aparece y se sorprende al ver al protagonista, pero luego se ríe al darse cuenta de que está más confundido que él. El eunuco le ofrece ayuda y le indica que no puede salir a la calle desde allí, pero que puede conducirlo a las dependencias de los amos. El protagonista se siente incómodo con la actitud insolente del eunuco y decide seguirlo.

El eunuco lleva al protagonista a un patio donde se encuentra una puerta antigua de bronce cerrada. El protagonista siente dolor y vergüenza al pensar en la preocupación que su madre y su primo deben estar sintiendo por su ausencia. Sin embargo, también se da cuenta de que tiene lagunas en su memoria sobre lo que sucedió la tarde anterior y todavía puede saborear el vino dulce en sus labios.

La puerta se abre y aparece un esclavo eunuco, quien se sorprende al ver al protagonista y luego se ríe. El eunuco le pregunta si está buscando a su amo Hesiquio y le ofrece llevarlo a las dependencias de los amos. El protagonista se siente incómodo con la actitud insolente del eunuco y decide seguirlo.

El eunuco lleva al protagonista a un patio donde se encuentra una puerta antigua de bronce cerrada. El protagonista siente dolor y vergüenza al pensar en la preocupación que su madre y su primo deben estar sintiendo por su ausencia. Sin embargo, también se da cuenta de que tiene lagunas en su memoria sobre lo que sucedió la tarde anterior y todavía puede saborear el vino dulce en sus labios.

El protagonista se encuentra con Hesiquio Cromanes y su esposa Tindaria Karimya sumergidos en una piscina. El eunuco le quita la capa al protagonista y lo hace entrar en la piscina. El agua está caliente y el protagonista se siente a gusto. Hesiquio y Tindaria lo miran sonrientes y amigables.

El protagonista recuerda lo sucedido la noche anterior, cuando Hesiquio lo sacó de la cancillería después de que el viejo Farganes lo abofeteara. Hesiquio se solidariza con el protagonista y critica al viejo Farganes. El protagonista se siente consolado por el apoyo de Hesiquio.

La residencia de Hesiquio Cromanes está ubicada en las traseras del palacio del califa. El protagonista observa el lujo de la casa y se siente impresionado. Hesiquio y Tindaria lo reciben con deferencia y ceremonia. Los criados les sirven una cena exquisita y el protagonista come y bebe en abundancia. El vino que se sirve en la mesa es fuerte y aromático, y el protagonista se siente embriagado y feliz.

El protagonista pierde la noción de lo que está sucediendo y se despierta desnudo al día siguiente en una cama desconocida en la casa de Hesiquio.

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En este capítulo, el protagonista regresa a casa después de pasar dos noches en el palacio de Hesiquio y Tindaria. Al verlo, su madre rompe a llorar y se organiza una escena emotiva. Sin embargo, el protagonista siente que su ausencia fue una bendición y que algo murió en él durante ese tiempo. Empieza a ver su casa como ajena e insoportable, y se avergüenza de la penumbra y la tristeza del lugar. Además, comienza a cuestionar su forma de vida y se siente atraído por sus nuevos amigos, especialmente por Hesiquio y Tindaria, quienes le demuestran cariño y afecto. Esta seducción despierta en él un deseo de ser deseado y lo sumerge en una etapa de contradicciones. Por otro lado, el protagonista se enamora perdidamente de una joven que ve a través de la ventana, y este sentimiento se convierte en su norma de vida. También se siente fascinado por otras experiencias y sensaciones, como el vuelo de una tórtola, un relámpago en la noche o el ardor de la arena en sus pies descalzos. Estos sentimientos intensos y la conciencia de la fugacidad de la vida lo llevan a preguntarse si son una preparación para las pérdidas que vendrán en el futuro.

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En este capítulo, Tindaria Karimya, una mujer peculiar, elogia la belleza de Efrén y menciona los rasgos faciales de su familia. Hesiquio, el esposo de Tindaria, se ríe de sus comentarios y ella se levanta de la mesa y trae a Dariana, una bella muchacha, para presentarla a Efrén. Hesiquio y Tindaria salen de la habitación dejando a Efrén a solas con Dariana. Ambos se miran en silencio y Efrén se siente atraído por la belleza de Dariana. Ella corre las cortinas rojas para crear penumbra y Efrén la abraza y comienza a acariciarla. Aunque Efrén reconoce la delicadeza del asunto, confiesa que esto es necesario para entender lo que sucederá más adelante.

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En este capítulo, el protagonista regresa a su casa y es recibido por su madre, los criados y su primo Crisorroas. A pesar de la efusividad de su recibimiento, el protagonista se siente apesadumbrado y desinteresado por la vida en su hogar. Su indiferencia y libertad en el amor empeoran la situación, despertando sentimientos encontrados en su alma. A pesar de esto, el protagonista no quiere causar más daño y decide callar y no dar explicaciones. Su primo lo lleva a un lugar especial para reflexionar y sermonearlo, pero las palabras de Crisorroas no llegan al corazón del protagonista, que está obsesionado con su amor por Dariana y su deseo de una vida intensa y aventurera. Crisorroas se da cuenta de que el protagonista no está prestando atención y decide no interponerse en su camino. Después de despedirse de su madre y los criados, el protagonista se instala en el palacio de Hesiquio, donde es recibido con entusiasmo por Tindaria Karimya. Después de una fiesta de halagos y abrazos, Tindaria insiste en que el protagonista se dé un baño matutino antes de cualquier otra cosa. El protagonista sigue a Tindaria y a su esposo hasta las profundidades de los subsuelos, donde se encuentra con Dariana. En ese momento, el protagonista se siente abrumado por su amor por ella y se entrega a la pasión.

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En este capítulo, el narrador recuerda un momento en el que estaba con Dariana en el jardín, disfrutando de la luz del mediodía. Siente la extrañeza de la vida y se da cuenta de que no sabe mucho sobre Dariana y su pasado. Intenta hacerle preguntas, pero ella se niega a responder y se ofende. Luego, Dariana le habla sobre un ave que vuela alto y le dice que busca la luz como salvación. El narrador le pregunta si antes vivía en la oscuridad y ella llora, revelando que es una mujer yazidí. Explica que los yazidíes son perseguidos y ocultan su fe para proteger sus vidas. El narrador promete guardar su secreto y no volver a hablar de ello. Termina el capítulo con un beso para sellar el pacto.

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En este capítulo, el narrador comienza a cuestionarse sobre los misterios y silencios que rodean la casa de Hesiquio. Se da cuenta de que Tindaria es quien se encarga de todo mientras su esposo está ausente la mayor parte del tiempo. Hesiquio se va de viaje frecuentemente y cuando regresa, parece ser un hombre distinto, reservado y caviloso. Además, recibe visitas de hombres extraños y se muestra nervioso después de que se van. El narrador también se pregunta por qué fue admitido en el palacio sin condiciones, ya que no tiene ningún vínculo con los Cromanes. Intenta contribuir económicamente, pero Hesiquio rechaza su dinero y le dice que lo guarde para el futuro. A pesar de recibir cariño, el narrador no recibe explicaciones y decide hacer preguntas a Hesiquio y Tindaria. Sin embargo, ambos evaden sus preguntas y le dicen que pronto se le revelarán algunos secretos. Tindaria le pide que no mencione su conversación a su esposo ni a Dariana.

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En este capítulo, el protagonista relata cómo han pasado algunos meses sin preocupaciones. Durante este tiempo, su vergüenza y rabia parecen haber disminuido, aunque siguen presentes. Está disfrutando de una vida llena de placeres en el palacio de Hesiquio, donde bebe, come y se divierte. Además, está enamorado de una mujer y ha acumulado riquezas gracias a las monedas de oro que recibe en la cancillería. Aunque sigue teniendo enemigos, como el antipático Farganes, se siente agradecido por su vida. Aprende a montar a caballo y disfruta de los hermosos paisajes de Damasco. Sin embargo, su vida cambia repentinamente cuando escucha un ruido que resulta ser el de miles de caballos acercándose a la ciudad. Junto a Hesiquio, intenta entrar en la ciudad antes de que cierren las puertas, pero tienen que abandonar sus caballos. Una vez dentro, ven cómo el arrabal está en llamas y escuchan los sonidos del combate. Hesiquio decide ir a su palacio, mientras que el protagonista se dirige a su casa en el barrio cristiano. Allí, se encuentra con su primo Crisorroas, quien le informa que los mardaitas del Líbano están atacando la ciudad. Aunque las murallas de Damasco son fuertes, temen por la vida de las personas en el arrabal. Pasan la noche en vela, orando y esperando noticias. El protagonista siente como si estuviera presenciando el fin del mundo.

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En este capítulo, los mardaitas atacan Damasco pero no intentan asaltar las murallas de la ciudad. Su objetivo principal es matar a los soldados y saquear el arrabal. A pesar de esto, la ciudad se prepara para defenderse y refuerza las almenas con piedras y sacos de tierra. También se prepara una fuerza de doscientos hombres a caballo y otros tantos peones para enfrentar a los mardaitas en las pendientes fuera de la ciudad. Sin embargo, al amanecer, los mardaitas se marchan. Después del ataque, la ciudad se sumerge en el caos y la desesperación. El arrabal norte está en ruinas y lleno de cadáveres. La gente clama por venganza y el ambiente en Damasco se vuelve oscuro y lleno de odio. En la cancillería, los funcionarios están alterados y divididos. Se convoca un consejo para asesorar al califa y se culpa a Bizancio y al emperador de los romanos y los griegos. Se decide realizar una ejecución pública para saciar la sed de venganza de la población. Los verdugos torturan y ejecutan a los presos considerados culpables. El califa sale al palacio para consolar al pueblo y se proclama la guerra santa. La multitud se llena de odio y ansiedad, y el califa extiende los brazos para que los ulemas proclamen las suras del Corán que llaman a la yihad.

SEGUNDA PARTE

En este capítulo, San Agustín reflexiona sobre la naturaleza del futuro y el pasado. Se pregunta cómo es posible que algunas personas puedan predecir el futuro si aún no existe. Argumenta que no se puede ver lo que no existe y que aquellos que narran el pasado solo pueden hacerlo a través de la imaginación. San Agustín plantea estas cuestiones filosóficas para explorar la relación entre el tiempo y la percepción humana.

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En este capítulo, se narra cómo los ciudadanos de Roma desconfían de los godos exiliados de Hispania. Incluso los hombres de la curia, que deberían ser tolerantes, murmuraban sobre ellos. La gente ve a los godos como culpables de la pérdida de Hispania y de la mutilación de la cristiandad en el Finis terrae. Roma no ve a los godos como hermanos de fe, sino como degenerados. Sin embargo, cuando se enteran de que los refugiados tienen oro, deciden abrirles las puertas. Un día, el papa Constantinus llama a Efrén y le confiesa su preocupación por el sufrimiento de los hijos de Dios. El papa compara la tribulación de los godos con la que él mismo vivió en Siria y le pide a Efrén que vaya al campamento de los godos para averiguar qué les está sucediendo.

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En este capítulo, el narrador llega al campamento de los godos de Hispania, ubicado cerca de la muralla de Roma. Describe el lugar como un paraje umbrío y húmedo, con tiendas de campaña y hogueras entre los árboles. Los alrededores están llenos de basura y escombros. El narrador se acerca a la puerta del campamento y anuncia que viene enviado por el papa Constantinus. El guardia le informa que el líder del campamento es el dux Genulfo y lo guía hasta él. Durante el camino, la multitud se va sumando y el narrador observa la pobreza y la dignidad de los godos. Finalmente, llega a la tienda del dux, donde es recibido por él y sus criados. Genulfo está enfermo y herido, pero se muestra digno y orgulloso. El narrador le informa que viene en nombre del papa para tratar ciertos asuntos y Genulfo insiste en hablar en ese momento. Después de que las mujeres y los criados se retiran, el narrador tiene una conversación con Genulfo, en la que se revela que ambos son sirios y comparten la experiencia de haber tenido que huir de su tierra natal. El narrador le asegura a Genulfo que el papa Constantinus no considera a los godos cobardes ni desleales, y está dispuesto a ayudarles. Genulfo se emociona y agradece al narrador por su apoyo.

27

En este capítulo, el narrador le cuenta al Papa sobre su visita al campamento de los refugiados godos hispanos. El jefe de los godos mostró gran curiosidad por la vida en Siria bajo la dominación de los califas ismaelitas. El narrador relata la historia del pobre hombre herido en la batalla de Caesaraugusta, donde perdió a sus hijos, hermanos y amigos. Fue llevado a Tarraco para recibir atención médica y luego embarcado hacia Italia. El Papa y el narrador reflexionan sobre la caída del reino godo y la situación de los godos en Hispania. El Papa menciona la importancia de la fe y la constancia en tiempos difíciles, citando a san Agustín y su obra "La Ciudad de Dios". El Papa revela que eligió el nombre "Constantinus" por su significado y menciona la profecía de Metodio de Patara sobre un rey llamado "Constante" que traerá paz al mundo antes del regreso de Cristo. El Papa explica que los males del mundo son pruebas y que nadie está libre de ellas. El narrador pregunta si debemos hacer caso de las profecías, y el Papa menciona que la profecía es un don carismático de Dios y que el profetismo se extinguió después de Malaquías. El narrador menciona la profecía de Metodio de Patara y el Papa le pide que le cuente cómo llegó a conocerla.

28

En este capítulo, el narrador recuerda las noches caóticas que siguieron al ataque de los rebeldes mardaitas al arrabal norte de Damasco. La gente estaba agotada y ansiosa, sin poder dormir profundamente debido a la incertidumbre y el terror. La ciudad estaba llena de preguntas sobre por qué los rebeldes atacaron Damasco y por qué nadie los detuvo. La gente deseaba desesperadamente saber la verdad y comenzaba a desconfiar. Los mardaitas eran conocidos en Siria como hombres feroces y supersticiosos, que vivían en las montañas y tenían poderes sobrenaturales. Sin embargo, el narrador señala que los mardaitas eran en su mayoría cristianos que vivían en las montañas de Amanus. A lo largo del tiempo, se unieron a ellos esclavos griegos fugitivos, cristianos que se negaron a aceptar el pacto de Omar y campesinos arameos. Aunque inicialmente acordaron servir como mercenarios para defender las fronteras, se volvieron desleales y se pusieron al servicio de Bizancio. Ahora, por primera vez, se atrevieron a atacar Damasco, lo que generó miedo e inseguridad en la ciudad. Además, el ejército estaba lejos en Egipto, lo que dejó a la ciudad desprotegida. A pesar de esto, la cancillería y el servicio de mensajeros en Damasco trabajaron arduamente para enviar cartas pidiendo refuerzos y convocando a la guerra santa. Sin embargo, el narrador nota que comenzó a crecer un sentimiento de prevención y duda hacia los funcionarios no musulmanes, quienes fueron culpados por el desastre. Algunos alfaquíes de Arabia llegaron a la ciudad y se sorprendieron al ver que el califa Walid aún tenía cristianos en su diwan. Uno de ellos acusó a los funcionarios cristianos de haber avisado a los mardaitas sobre la falta de protección en Damasco. El primo del narrador intentó convencerlos de su lealtad, pero el más anciano de los alfaquíes los defendió y regañó al joven por sus acusaciones. A pesar de esto, el malestar y el temor comenzaron a crecer entre los funcionarios no musulmanes.

29

En este capítulo, una cortina de polvo aparece en Damasco anunciando la llegada del gran ejército de Maslama. La gente se llena de alegría al saber que vienen cien mil guerreros, doce mil jinetes, seis mil camellos y un número similar de burros. Maslama es un prominente general árabe y medio hermano del califa al-Walid. El campamento del ejército se instala en los alrededores de Damasco, formando una enorme ciudad de tiendas. Los habitantes de Damasco salen a ver el campamento y los gemelos y el narrador deciden visitarlo. Se acercan a una empalizada de estacas de madera y son invitados a entrar por un grupo de soldados. Los soldados les ofrecen té y nueces y les cuentan sobre la batalla y el saqueo de la ciudad de Tiana. El oficial del campamento les propone unirse al ejército, pero el narrador se muestra reticente. De regreso en la ciudad, el narrador y los gemelos deciden considerar la propuesta. El narrador visita a Hesiquio y le cuenta lo sucedido. Hesiquio se muestra preocupado y le pide al narrador que espere hasta el día siguiente para hablar sobre un asunto importante. El narrador acepta y espera ansioso por conocer la verdad.

30

En este capítulo, el narrador es llevado por Hesiquio a una casa en la vieja ciudad de Damasco. Allí, se encuentran con un hombre corpulento vestido de negro, que resulta ser Melesio, un monje conocido del narrador. Melesio habla sobre la llegada de los signos que han estado esperando y la necesidad de someterse a los designios del destino. Luego, revela que el narrador es el joven que han estado buscando y que necesitan hombres valientes como él. Melesio explica que hay una conspiración en marcha contra los ismaelitas y que el narrador debe unirse a ellos. Le proponen un viaje hacia un lugar lejano, cuyo nombre no pueden revelar, y el narrador acepta. Melesio se encargará de todos los preparativos y viajarán como simples monjes en burro. El narrador debe mantener todo en secreto y no llevar nada consigo en el viaje.

31

En este capítulo, el protagonista narra su llegada al mar por primera vez. Después de dejar atrás los campos y las colinas, el protagonista y el monje Melesio llegan a un altozano desde donde pueden ver el mar. El protagonista se queda maravillado ante la visión del mar y el monje le explica que nadie olvida su primera visión del mar. El protagonista se siente entusiasmado y feliz por haber emprendido el viaje y romper con la vida monótona que llevaba. Observa detenidamente el mar y la belleza del paisaje. Luego, el monje le señala que están en Biblos, el puerto más antiguo del mundo. Aunque el protagonista no sabe cuál es el propósito de su viaje, el monje le dice que descubrirá cosas importantes relacionadas con su futuro. El monje le pide que confíe en él y no haga preguntas. El protagonista se siente intrigado pero decide seguir adelante sin cuestionar al monje.

32

En este capítulo, el protagonista y el monje deciden pasar la noche en la montaña en lugar de acercarse a la ciudad de Biblos. Mientras esperan la noche, el protagonista observa el paisaje y se siente atraído por la idea de viajar en un barco que sale del puerto. Durante la noche, el protagonista reflexiona sobre su conexión con el monje y se pregunta por qué decidió seguirlo. A medida que la noche avanza, el protagonista recuerda una experiencia pasada de dormir al aire libre y encuentra consuelo en la idea de que siempre amanece después de la noche. Finalmente, el protagonista experimenta una sensación de serenidad y escucha una voz que le brinda explicaciones y tranquilidad, aunque no puede recordar los detalles al despertar.

33

En este capítulo, el protagonista es despertado por Melesio, quien le habla sobre los secretos que les esperan en Biblos. Melesio le cuenta sobre la importancia de la ciudad en el comercio fenicio y cómo se destacaba por su comercio de madera y papiro. El protagonista se siente admirado y quiere saber por qué él ha sido elegido para este viaje. Melesio le revela que pertenece a la sangre patricia de los Sarjun y que pronto conocerá los secretos ocultos. Luego, se dirigen a Biblos y quedan impresionados por la ciudad portuaria más antigua del mundo. Recorren las calles llenas de tenderetes y negocios, y llegan a la plaza donde deben esperar a alguien. Finalmente, Hesiquio, acompañado por sus ayudantes, pasa cerca de ellos y se dirige al palacio del gobernador. Melesio le indica al protagonista que deben ir al mercado equino, donde pasan el día sin hacer negocios. Luego, van a una iglesia donde les dan comida y rezan. Al final del día, se preparan para pasar la noche en el atrio de la iglesia.

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En este capítulo, Efrén y Melesio se levantan temprano y se unen a un grupo de mujeres y monjes para rezar. Luego, regresan al mercado y se sientan frente a un tenderete. Hesiquio llega y hace tratos con los mercaderes mientras observan desde la distancia. Después de almorzar, Hesiquio se despide y se dirige a la ciudad acompañado solo por sus criados. Melesio le dice a Efrén que vaya con él y lo alcanza antes de que entre en una casa lujosa. Hesiquio explica que están en Biblos, donde se compran y venden los mejores caballos del mundo. Hesiquio revela que habrá una guerra y que el califa ordenará destruir la basílica de Santis Joannes para construir una mezquita. Hesiquio explica que él y su esposa han decidido cambiar de vida y vivir como cristianos. Hesiquio revela que hay profecías antiguas que hablan del fin de la dominación y que los papiros que las contienen se encuentran en el Valle Santo. Hesiquio planea ir allí al día siguiente para que Efrén pueda conocer las profecías.

35

En este capítulo, el narrador reflexiona sobre las enseñanzas del anciano monje Thoma del monasterio de Maalula y cómo ahora adquieren sentido. Recuerda que en el cuarto año del reinado del emperador Heraclio, los persas sasánidas conquistaron Siria y Palestina, tomando Jerusalén y destruyendo el Sagrado Sepulcro. Heraclio se enfrentó a ellos pero fue derrotado, aunque años después logró vencer al rey Corsoeres de los persas y restituyó la Vera Cruz a Jerusalén. La noticia alegró a la cristiandad y también a los ismaelitas de Arabia, quienes vieron en ello el cumplimiento de una profecía del Corán. Tras la derrota de los persas, el Imperio sasánida quedó en ruinas y los árabes aprovecharon para expandirse. El profeta Mahoma incluso envió una carta a Heraclio instándolo a convertirse al islam, pero el emperador no le dio importancia. Sin embargo, los árabes lograron conquistar territorios en Arabia Pétrea y el Néguev. El narrador también menciona un sueño que Heraclio tuvo sobre un nuevo reino de "hombres circuncidados", que resultó ser la expansión del islam. Los seguidores de Mahoma invadieron Siria y Palestina, y en poco más de tres años conquistaron todo el levante mediterráneo. Heraclio murió enfermo y comprendió el significado de su sueño. Los cristianos sometidos al islam aún tenían esperanzas de recuperar sus tierras, pero la siguiente generación perdió esas ilusiones y la tercera generación ya ni siquiera podía soñar.

36

En este capítulo, el protagonista narra su viaje hacia el Valle Santo junto a Hesiquio y Melesio. Durante el camino, Hesiquio explica que su objetivo es beneficiarse de los consejos del abad Sabbatio y tener acceso a las antiguas profecías guardadas en el Valle Santo. Melesio cuenta la historia del abad, quien en su juventud fue un rico mercader y luego se convirtió al cristianismo en Alepo. El monje explica que muchos hombres y mujeres se retiraban a los monasterios y ermitas en busca de una vida más espiritual y alejada del mundo. El protagonista cuestiona esta decisión, pero Melesio defiende que en estos lugares se encuentran los signos del mundo nuevo que están esperando. Hesiquio interviene para calmar la discusión y le pide a Melesio que cuente su propia historia de conversión. Melesio relata cómo fue soldado del califa y cómo, tras una experiencia traumática en una batalla, sintió la llamada de Dios y decidió hacerse monje. Después de un tiempo de reflexión, ingresó a un monasterio y finalmente solicitó permiso para salir al mundo a predicar.

37

En este capítulo, el narrador describe su llegada al monte Makemel, donde se encuentra el santuario de Ouadi Qadisha. Queda impresionado por la grandeza del bosque sagrado y las cúpulas del santuario colgadas del precipicio. Descienden hacia el valle y se adentran en el estrecho desfiladero, rodeado de terrazas cultivadas por los monjes. El lugar transmite una sensación de paz y tranquilidad. Encuentran al abad Sabbatio en su celda, un anciano diminuto y frágil. Melesio le explica que han venido como peregrinos en busca de sabiduría y le pide permiso para ocupar una de las cuevas del monasterio. El abad accede y los lleva a rezar en el santuario. Allí, Sabbatio habla sobre la concepción de Jesucristo y la importancia de la humildad y la fe. Después de rezar, el abad les dice que tratarán sus asuntos al día siguiente.

38

En este capítulo, los protagonistas pasan la primera noche en una cueva del monasterio y al día siguiente van a orar con los monjes al templo principal. Después, cumpliendo su palabra, el abad los recibe en su habitáculo y les pregunta sobre el motivo de su peregrinación al santuario. Hesiquio pregunta si Dios tiene un plan para Siria y si los sirios han sido abandonados por Dios. El abad responde que los cristianos recibieron su nombre en Siria y menciona la historia de Saulo de Tarso, quien iba a perseguir a los cristianos pero fue apresado por el Señor y su vida cambió. Luego, el abad explica lo que está escrito en la Biblia sobre Siria, mencionando a Abraham, Labán, Jacob y las tribus de Israel. También menciona cómo Dios liberó a Israel y Judá de los ataques sirios y cómo sanó a Naamán el Sirio de la lepra. Después de la ascensión de Cristo, Saulo iba camino a Damasco para perseguir a los cristianos, pero Dios le habló a Ananías en una visión y le ordenó que fuera a Saulo. El abad Sabbatio dice que Dios habla a su Iglesia de Siria y que deben orar y estar atentos a su voz. Hesiquio y Melesio preguntan si los perseguidores ismaelitas se convertirán a Cristo y si el fin de la opresión se acerca. El abad responde que los caminos de Dios son desconocidos y que nadie puede conocer su plan. Melesio expresa su deseo de hacer algo más que rezar y el abad le dice que todavía conserva el alma del guerrero. Finalmente, el abad les permite leer la profecía del mártir Metodio de Patara y les entrega unos pergaminos para que saquen sus propias conclusiones.

39

En este capítulo, el narrador relata su experiencia en el Valle Santo, donde conoce la vida de los cenobitas y los anacoretas. Se sorprende al descubrir que en Ouadi Qadisha cada ermita tiene su propia regla y no hay una vida en común como en el monasterio de Maalula. Los eremitas se organizan de manera autónoma, siguiendo las Sagradas Escrituras y las tradiciones monacales. El narrador enumera diferentes formas de vida ascética que encuentra en el valle, como los dendritas, que viven en árboles y se atan a las ramas para evitar caerse. También menciona a los acemitas, que se turnan para asegurar la recitación permanente del oficio divino, y a los estantes, que se mantienen de pie o se atan a un poste para dormir. Además, menciona a los boskoí, que viven como animales en el monte, y a los estilitas, que siguen el ejemplo de san Simeón el Grande y viven sobre columnas. También hay anacoretas que no se cortan el cabello, que viven desnudos o que arrastran cadenas. Sin embargo, la regla del monasterio no permite a los monjes dementes por Cristo, que vagabundean por los pueblos durante el día y se dedican a la oración solitaria por la noche. Por último, menciona a los hipetros, que viven siempre a la intemperie en recintos de piedra. El narrador destaca que estas formas de ascesis pueden parecer locuras, pero la tradición cristiana siempre ha buscado nuevos caminos para la vida religiosa.

40

En este capítulo, el protagonista narra su experiencia en el Valle Santo, donde encuentra paz y control sobre sus preocupaciones. Todos los días, va al pequeño santuario y se sumerge en la calma y la energía misteriosa que siente allí. Durante la mañana, los monjes y ermitaños se dedican a trabajar en los huertos y talleres, lo que crea una soledad extraña en el santuario. Por las tardes, el protagonista sube a las alturas del monte Makemel para contemplar los antiguos cedros. En el sexto día de su estancia, una tormenta lo obliga a refugiarse bajo un cobertizo. Durante la tormenta, el protagonista siente que se acerca un período intenso en su vida y decide regresar a Damasco. Sin embargo, Hesiquio lo llama desde el santuario y le explica que ha llegado el momento de revelarle su misión. Hesiquio le cuenta que los mardaitas atacaron el arrabal de Damasco para convocar la guerra santa y que él estaba al tanto de ello. Además, revela que Bizancio y los mardaitas son enemigos del islam y que el protagonista debe emprender un viaje peligroso como emisario. A pesar de las dudas y el miedo, el protagonista acepta la misión y Hesiquio le entrega la profecía de Metodio. Hesiquio le advierte que aunque conozca algo del futuro a través de la profecía, no siempre tendrá seguridad total en sus decisiones, ya que Dios nos deja ser libres.

41

En este capítulo, el narrador nos cuenta que esa noche estaba leyendo los escritos que le entregó Hesiquio en una cueva. Mientras leía, se dio cuenta de que ya conocía gran parte de lo que decía la profecía, como si estuviera en su alma. El manuscrito se llama Reuelatio sancti Methodii de temporibus nouissimis o Apocalipsis de Methodius, y fue escrito por Metodio de Potara. El libro habla sobre la dominación de los árabes ismaelitas y su reino de terror. Según la profecía, los árabes dominarán la tierra desde el Éufrates hasta el Indo, desde Egipto hasta Nubia y hasta Constantinopla y el mar Negro. Nadie podrá resistirse a ellos. También se menciona que habrá un emperador romano que se levantará contra los enemigos de Cristo y traerá la paz a la Tierra. Sin embargo, a pesar de esta victoria, los cristianos comenzarán a ser laxos en su fe nuevamente. Habrá una última época en la que los hombres serán ingratos y se entregarán a una vida de pecado. En ese momento, Dios permitirá que los cristianos sean entregados nuevamente a los ismaelitas debido a su falta de fe y pecados. Habrá persecuciones y terrores, pero el emperador justo se levantará nuevamente y luchará contra ellos. El tiempo final llegará cuando el Anticristo aparezca y el rey de los romanos entregue el poder a Dios antes de morir. El narrador comprende por qué Hesiquio y los cristianos conspiraron contra el califa, ya que creían que el emperador de los romanos y los griegos los liberaría del dominio árabe.

TERCERA PARTE

En este capítulo, San Agustín reflexiona sobre la fugacidad de la vida y compara todo lo que sucede en el mundo con el humo y el viento. Afirma que aquellos que se aferran a las cosas pasajeras también se desvanecen junto con ellas. Utiliza la metáfora de un río que corre hacia el mar para ilustrar cómo todo fluye y se precipita hacia su destino final. Advierte que aquellos que caigan en ese río serán arrastrados por él.

42

En este capítulo, el metropolitano de Toletum se reúne en Roma con el departamento encargado de redactar y expedir las cartas y actos del papa para ampliar la información sobre lo sucedido en Hispania. Mientras tanto, se les proporciona alojamiento, alimentos y sueldos a él y a su gente. Una semana después, el papa Constantinus convoca a los principales de la ciudad en el palacio del Laterno para discutir el asunto de los hispanos. Sin embargo, no se convoca al metropolitano ni a ninguno de los suyos para evitar su sufrimiento. Tampoco se permite la asistencia de todos los hombres importantes de Roma, ya que muchos de ellos aún consideran a los refugiados como cobardes y culpables de su propia desgracia. En la reunión, solo están presentes los hombres de confianza del papa y algunos que pidieron asistir. El noble Olympius, representante del exarca de Rávena, se queja de que ninguno de los hispanos exiliados ha solicitado autorización al gobernador legítimo del Imperio romano. El papa interrumpe su discurso y le dice que es suficiente. A pesar de la reprensión, Olympius vuelve a hablar, pero el papa lo interrumpe nuevamente. Luego, el secretario principal de la cancillería pide permiso para tomar nota de las palabras del papa, ya que se trata de hechos de suma trascendencia. El papa accede y menciona que se deben registrar los sucesos sufridos por los hermanos de fe de Hispania, ya que hubo iniquidades, pecados y deslealtades. Los presentes comprenden que estas afirmaciones van dirigidas a personas concretas que serán protagonistas de la crónica que se redactará. El papa expresa tristeza y menciona que debe acoger a los hermanos en Cristo, ya que él mismo ha experimentado el dolor y la desesperación de tener que huir de su tierra natal.

43

En este capítulo, el protagonista, Sinderedo, es elegido como notario para rendir cuentas ante el papa y su consejo sobre la situación de los godos hispanos refugiados. Durante la reunión, el obispo Sinderedo muestra un manuscrito que relata la caída de Toletum tras el asedio de los árabes. Los consejeros del papa se dan cuenta de la importancia de los hechos narrados en el manuscrito y desean que se continúe la lectura. El obispo cita las palabras de Jesucristo sobre la importancia de la unidad y la división, y el papa reflexiona sobre la necesidad de reconciliar a todos los cristianos en una sola Iglesia. Luego, el obispo pide permiso para que su secretario continúe leyendo el relato de los desastres ocurridos en Hispania. El relato describe cómo los sarracenos llegaron a la provincia Bética y se dirigieron hacia Toletum en busca de riquezas y la mesa de Salomón, una reliquia muy valiosa para los godos. Ante la amenaza de los sarracenos, los nobles y clérigos huyen hacia el norte de Hispania, mientras que otros buscan refugio en Roma. El obispo Sinderedo suplica al papa que les ayude en esta hora oscura y el papa promete buscar una solución para los godos hispanos.

44

En este capítulo, el protagonista regresa a Damasco después de su viaje a Biblos y al Valle Santo. Sin embargo, se encuentra con una ciudad desierta y en silencio, con las puertas de la muralla cerradas y soldados patrullando las almenas. Finalmente, logra entrar y descubre que algo terrible ha sucedido durante su ausencia. Su familia y su primo Crisorroas están angustiados y llorando, y le informan que el califa ha anunciado la destrucción de la basílica de Santis Joannes para construir una mezquita en su lugar. El protagonista reacciona con pasión y les habla sobre una profecía que predice el regreso del poder a Bizancio. Sin embargo, su primo le advierte que el emperador actual de Bizancio, Justiniano, es cruel y hereje. A pesar de esto, el protagonista está decidido a luchar contra el califa y buscar la salvación en Bizancio. La discusión se vuelve tensa y el protagonista decide irse a casa de Hesiquio.

45

En este capítulo, el narrador relata cómo el antiguo conflicto sobre la destrucción de la basílica de Santis Joannes vuelve a surgir. Hace cinco años, el califa AlWalid I anunció su intención de construir la Gran Mezquita en lugar de la basílica, lo que causó dolor entre los cristianos. Sin embargo, se logró salvar el templo gracias a la intervención del primo del narrador. A pesar de esto, las cosas comenzaron a cambiar rápidamente, y los griegos y persas que ocupaban cargos importantes en la administración fueron obligados a convertirse al islam o ser expulsados. A pesar de la incertidumbre y el miedo, muchos cristianos decidieron permanecer en la basílica, orando y cantando día y noche. Después de meses de suplicar al califa, finalmente se decidió respetar el templo. El nuevo califa prometió reconstruir la Mezquita del Profeta en Medina y construir numerosos palacios en las antiguas ciudades. Aunque parecía que un mundo se estaba derrumbando, los omeyas lograron grandes conquistas militares y su poder era inmenso. El narrador se pregunta quién se atrevería a mantener en pie un viejo templo cristiano en el centro de la capital del califato.

46

En este capítulo, el narrador vive días de congoja, agitación e impaciencia. Se encuentra en el jardín de la casa de Hesiquio con Dariana, quien también está intranquila y temerosa. El narrador intenta transmitirle serenidad, pero sus esfuerzos son inútiles. De repente, Tindaria llega para informar al narrador que Hesiquio lo espera en el arrabal norte. El narrador sigue al criado y se encuentra con Hesiquio, quien le explica que irán al campamento del ejército que partirá hacia África. Montan a caballo y se dirigen hacia el campamento, donde observan a los soldados y se encuentran con Klémens. Hesiquio explica que el ejército partirá hacia el norte de Ifriqiya para ayudar al gobernador en una empresa de conquista. Klémens se une a ellos y luego se revela que el narrador y Klémens partirán hacia el país de los maronitas en una misión secreta. El narrador se despide de su familia y se encuentra con Klémens en la iglesia de la casa de Ananías. Luego, se dirigen al monte Makemel, donde se encuentran con el guía y comienzan su viaje hacia el país de los maronitas.

47

En este capítulo, los protagonistas continúan su viaje hacia las montañas. Cabalgan en silencio, temiendo alertar a alguien, y se encuentran con algunos viajeros en el camino. El guía, un joven maronita llamado Yusu, comienza a cantar y a animar el ambiente. Después de varias horas de viaje, llegan a un valle donde el guía les indica que deben mantener silencio, ya que hay una fortificación abandonada pero a veces ocupada por soldados del califa. Continúan el camino y se detienen para descansar y comer. El guía cuenta su historia de esclavitud en Damasco y su liberación por parte de Hesiquio. Habla sobre su pueblo maronita y su lucha contra los árabes. El viaje continúa durante varias semanas, con senderos intrincados y escasez de comida. Finalmente, llegan a unas ruinas y un cementerio donde el guía ora y explica que allí yacen sus antepasados santos. Pasan la noche en un lugar solitario y al día siguiente ven el monte Líbano, cerca de su destino, Bisharri. El guía se emociona al ver su aldea y anuncia que están cerca de la ciudad, pero aún deben atravesar una sucesión montañosa antes de llegar.

48

En este capítulo, el narrador y Klémens llegan a la ciudad de Bisharri, la cual es conocida por su historia y leyendas. A pesar de la tensión en el ambiente, nadie les impide el paso y logran adentrarse en la ciudad. Sin embargo, son abordados por un hombre que muestra interés en los caballos que llevan consigo. A medida que la multitud se congrega, se genera una situación hostil debido a la sospecha de que son ismaelitas. Klémens logra calmar la situación al afirmar que son cristianos damascenos. Finalmente, logran entrar a la ciudad y se encuentran con su guía, Yusu, quien les cuenta que la gente se ha vuelto feroz y desconfiada debido a la guerra. Klémens revela que están en Bisharri para pedir ayuda a los cristianos de Siria en su rebelión contra los árabes ismaelitas. El narrador siente una mezcla de emoción y miedo ante la inminente lucha. Deciden descansar y al día siguiente buscar al líder de los cristianos maronitas para entregarle una carta. El capítulo termina con el narrador contemplando la belleza de la noche y pidiendo fuerza y valor al Espíritu para lo que está por venir.

49

En este capítulo, Klémens y el narrador se levantan temprano y se dirigen a la ciudad en busca del jefe de los maronitas para entregarle una carta. Después de preguntar a un hombre en la calle, son llevados a una iglesia donde se encuentran con un monje que les informa que el patriarca Joannes Marun es muy anciano y apenas recibe visitas. A pesar de esto, Klémens insiste en verlo y el monje les pide que esperen en la iglesia. Mientras rezan, son interrumpidos por un monje anciano que los acusa de ser espías agarenos. Después de una discusión, el portero del monasterio interviene y los lleva a hablar con el ayudante del patriarca. El ayudante les explica la historia de los maronitas y les pide que pasen la noche en el monasterio. Al día siguiente, finalmente podrán hablar con el patriarca Joannes Marun.

50

En este capítulo, los protagonistas son despertados al amanecer y llevados ante el anciano patriarca en una pequeña puerta. El patriarca, que parece muy viejo y sabio, recibe una carta y la lee con la ayuda de una lupa. Después de leerla, expresa su tristeza por la situación actual de Damasco, donde hay desunión y herejía. Sin embargo, se muestra esperanzado al ver que los jóvenes han venido a pedir ayuda. El patriarca decide convocar a los maronitas para formar un ejército y socorrer a los cristianos de Damasco. A pesar de las dudas de su ayudante, el patriarca está seguro de su decisión. Luego, el patriarca se arrodilla y ora, pidiendo a Dios que proteja a los jóvenes y convierta a sus enemigos. Finalmente, el patriarca les da su bendición y los despide para que vayan con Dios.

51

En este capítulo, se describe la partida del ejército maronita del monte Líbano hacia los desfiladeros que conducen a los llanos interiores de Siria. El ejército está formado por guerreros veteranos y reclutas jóvenes. Antes de partir, el patriarca Joannes Marun imparte su bendición desde un altar levantado frente a la muralla de Bisharri. A medida que el ejército avanza, los monjes y la multitud aclaman a los valientes. El viaje es duro, ya que el otoño trae consigo temperaturas frías y peligrosos desfiladeros. Sin embargo, las noches estrelladas son maravillosas, aunque no se pueden encender hogueras para no delatarse. Una avanzadilla de hombres se encarga de neutralizar a los centinelas del califato para evitar que den la alerta a Damasco. A pesar de que un soldado logra escapar y alertar a la ciudad, el ejército maronita no se desanima y continúa su marcha hacia Damasco. Finalmente, avistan la ciudad al amanecer y se reúnen los jefes y generales para definir la estrategia de asalto. La esperanza es que los soldados cristianos deserten y se unan a las tropas maronitas para facilitar el asalto a las murallas de Damasco.

52

En este capítulo, el ejército se prepara para asaltar la ciudad de Damasco. Los hombres se equipan con armaduras y armas, y se forman en grupos para el combate. El protagonista, que nunca antes ha empuñado un arma, se siente confundido y torpe, pero su amigo Klémens se encarga de conseguirle todo lo necesario. El ejército avanza hacia la ciudad y comienza el combate, pero los defensores no salen a enfrentarlos. Los generales deciden detener el ataque y esperar a recibir noticias sobre la situación en la ciudad. Pronto llegan jinetes que informan que el campamento de los mercenarios y el arrabal están en manos de la sublevación. El ejército se alegra y continúa saqueando el arrabal en llamas. Luego, el protagonista y Klémens se dirigen al campamento de los mercenarios, donde encuentran al padre de Klémens, el curador Cromacio. Cromacio les cuenta que los ismaelitas se han refugiado en la ciudadela y que la situación dentro de la ciudad es caótica. No tienen noticias de la ayuda de Bizancio y temen que el califa haya enviado cartas proponiendo un pacto. La desesperanza se apodera de ellos al darse cuenta de que todos sus planes han fracasado y solo ven fuego, polvo, cenizas y muerte a su alrededor.

53

En este capítulo, el narrador describe la calma que sigue a la tormenta del saqueo, pero también la podredumbre y la desolación que quedan en la ciudad. Junto a su amigo Klémens, se adentra en el arrabal del norte y los huertos del valle del río, donde encuentran los restos de la comida y los desechos dejados por los saqueadores. La escena está llena de ancianos, mujeres y niños llorosos, lo que llena al narrador de horror y asco. Klémens reflexiona sobre la lucha contra los propios compatriotas y menciona que algunos soldados sienten tormento por matar a personas conocidas. El narrador se siente culpable y angustiado por lo que pueda estar pasando en su ciudad. Además, continúan llegando mardaitas y mercenarios, lo que provoca más violencia y caos. Después de tres días, se convoca un gran consejo en el que los jefes no logran ponerse de acuerdo y cada uno busca su propio beneficio. Los maronitas y los mardaitas se niegan a aceptar la autoridad del emperador de Bizancio. Cromacio, exasperado, intenta unificar criterios, pero la mayoría decide asaltar la ciudad antes de que llegue el ejército árabe. Cromacio abandona la reunión desanimado y advierte que la ciudadela interior es inexpugnable. Concluye diciendo que sin el apoyo del emperador de Bizancio, todo ha sido una locura.

54

En este capítulo, se describe la construcción de los ingenios de asalto por parte de los asaltantes. Estos ingenios incluyen torres paralelas, escaleras, catapultas y cubiertas para proteger los arietes. Los ingenieros veteranos trabajan sin descanso para construir estos artefactos con destreza y rapidez. Sin embargo, a pesar de la habilidad de los guerreros, no pueden ponerse de acuerdo en otros aspectos.

Una vez finalizados los preparativos, comienza el combate. Durante los primeros días, el narrador observa la batalla desde lejos, pero luego se acerca más. Los monjes y sacerdotes maronitas oran mientras el fragor de la guerra no cesa. Después de una semana de intensos combates, los jefes se dan cuenta de que los defensores de la ciudad no abrirán las puertas sin condiciones. Además, descubren que los defensores tienen bien protegido el acueducto y la puerta que da a la ciudadela interior. Esto frustra los intentos de rodear la ciudad y causa confusión entre los generales.

A pesar de las numerosas bajas, tanto de los defensores como de los asaltantes, los generales deciden emprender un asalto definitivo. Se componen más catapultas y trabuquetes durante una semana y se envían emisarios para ofrecer condiciones de rendición. Sin embargo, el gobernador de la muralla no responde.

Cuando empiezan las primeras lluvias, se teme que el cauce del río aumente y dificulte el vado. Por lo tanto, el ejército se organiza en cuatro frentes, apuntando principalmente hacia la muralla sur. El combate es agotador y feroz, pero de repente se escucha un griterío de júbilo. La puerta de Bab al-Salam está abierta. Un soldado damasceno conocía un canal subterráneo poco profundo que permitía el paso desde el río. Él y un grupo de hombres aprovechan la confusión y abren las puertas de la ciudad.

El combate se concentra en ese lado de la ciudad y el narrador se une a la lucha. Durante horas, se combate denodadamente para abrir la brecha. Finalmente, el combate disminuye y anochecía. El narrador se encuentra atrapado en la masa de hombres y bestias, pero no siente pánico. La oscuridad cae y el ejército se retira al campamento, dejando a los mercenarios bizantinos en la zona norte de la ciudad. Sin embargo, se descubre que el ejército de Maslama se acerca rápidamente a menos de veinte leguas de distancia.

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En este capítulo, al amanecer, los observadores informan que el ejército califal está a tres días de distancia. La gente espera ansiosa, pero hay una gran quietud. El general supremo de los maronitas da las últimas instrucciones y los arqueros se posicionan en las alturas. El ejército se acerca a las murallas y los hombres esperan la orden de atacar. Sin embargo, no hay resistencia por parte de los defensores y los atacantes comienzan a saquear la ciudad. Antes del asalto, los cristianos damascenos pidieron que se respetara su barrio y la población de la ciudad, pero los saqueadores maronitas entran sin control y cometen atrocidades. El narrador y Klémens encuentran escenas horribles y descubren los cuerpos de personas conocidas, incluyendo a la esposa del narrador. Desesperado, el narrador busca a su madre, pero no la encuentra. La ciudad está en ruinas y llena de muerte. El narrador se pregunta por qué se desató esta tragedia y se siente vacío y desolado. Los saqueadores se dedican a comer y beber, pero se olvidan de la ciudadela, que es inexpugnable. Los cristianos deciden huir hacia las montañas antes de la llegada del ejército de Maslama.

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En este capítulo, se narra la desbandada del ejército de Maslama, que se encontraba a menos de una jornada de Damasco. La aparición de una tolvanera en la lejanía provocó pánico y agitación entre las tropas, y los primeros en huir fueron los mardaitas. A continuación, los maronitas y una estampida de hombres y bestias huyeron en desorden, dejando el campamento desierto. Solo quedaron frente al arrabal algunos soldados damascenos rebeldes y mercenarios griegos, pero todos decidieron marcharse. Ante esta situación, se planteó la opción de refugiarse en el monte Líbano o huir hacia la costa con los griegos. Sin embargo, una larga fila de gente, compuesta por mujeres, niños, ancianos y hombres de paz, salió de la ciudad huyendo por miedo a la nueva invasión. A pesar de intentar hablar con ellos, se mostraron huidizos y resentidos, considerándolos culpables de su desdicha. Finalmente, se decidió unirse a los griegos y emprender el camino hacia el sur, bordeando los montes, con el objetivo de llegar al mar en una semana. En ese momento, el protagonista se encuentra con su primo Joannis Crisorroas, quien le informa que su madre ha desaparecido y muestra una mano vendada debido a su estancia en la cárcel por orden del califa. Tras un intercambio de palabras, se decide que el grupo de fugitivos viaje junto a los soldados para protegerse mutuamente. La marcha comienza en medio de la tristeza y el vacío dejado por la guerra, pero pronto la gente comienza a cantar un salmo en arameo que les proporciona consuelo.

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En este capítulo, el narrador y su primo Joannis Crisorroas continúan su viaje hacia la tierra santa de Jerusalén. Han atravesado montañas y valles, enfrentando peligros y dificultades. Finalmente, llegan a un llano donde deciden descansar y compartir sus experiencias.

Joannis le cuenta al narrador sobre los disturbios que ocurrieron en Damasco antes de su llegada. Se rumoreaba que los cristianos estaban planeando una rebelión y las tropas del califa cerraron las puertas de la ciudad. Hubo violencia y muchos fueron arrestados y ejecutados. Joannis también revela que él fue acusado injustamente de participar en la conspiración y fue condenado a muerte, pero el califa finalmente le perdonó la vida.

Luego, Joannis comparte una experiencia sobrenatural que tuvo después de que le aplastaran la mano como castigo. Él describe cómo fue llevado en espíritu a un lugar de paz y luz, donde se encontró con seres fallecidos que le revelaron secretos y explicaciones. Aunque no puede expresar completamente lo que vio y sintió, Joannis afirma que ha comprendido el misterio de la vida, pasión y muerte de Jesucristo, así como el misterio de la vida humana.

Estas revelaciones ayudan al narrador a comprender la realidad del mal y la importancia de la redención. Joannis explica que el mal es una privación del bien y que Dios permite el mal para mostrar su bondad y misericordia. El narrador se siente aliviado y encuentra consuelo en estas explicaciones.

Finalmente, el narrador y Joannis se despiden, ya que Joannis siente el llamado de convertirse en monje y dirigirse al monasterio de Mar Saba. El narrador decide unirse a los griegos y embarcarse hacia Constantinopla.

Con esto, su peregrinación hacia la tierra santa llega a su fin y el narrador se despide de su primo, agradecido por las enseñanzas y experiencias compartidas durante su viaje.

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En este capítulo, el narrador relata su viaje desde Damasco hasta Constantinopla. Después de embarcar y alejarse de las montañas del Líbano, el grupo experimenta una travesía tempestuosa hasta llegar al Egeo. A pesar de los peligros del mar, logran atravesar el estrecho de Kos y navegar por las islas Cícladas. Finalmente, llegan al estrecho de los Dardanelos, donde se encuentran con las naves bizantinas y pagan la tasa para cruzar. Al entrar en el mar de Mármara, se dirigen hacia Constantinopla. Al llegar, son recibidos con gran pompa y solemnidad por los generales y prohombres bizantinos. Después de dar gracias a Dios en la basílica de Santa Sofía, el narrador y su compañero Klémens exploran la ciudad y descubren el misterio oculto detrás de la vida en Bizancio. Justiniano II, el emperador reinante, es descrito como un gobernante impopular y cruel, que se vengó de aquellos que lo habían destituido de su trono. Durante su reinado, hubo una persecución despiadada de los opositores y los viejos linajes patricios vivieron aterrorizados. El narrador observa los desfiles del ejército mercenario triunfante con repulsión.

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En este capítulo, el narrador y Klémens se adaptan a la vida en Constantinopla imitando a los bizantinos. Encuentran refugio en un edificio cerca de los baños de Zeuxippos y observan la vida de los ciudadanos a través de las ventanas. Aunque disfrutan de descanso y reconocimiento en la ciudad, el narrador siente la necesidad de marcharse, aunque no sabe a dónde ir. Klémens no entiende su deseo de partir y le ofrece razones para quedarse en Constantinopla, como las oportunidades de ascenso en el ejército o la administración. Sin embargo, el narrador siente que debe seguir su instinto y abandonar la ciudad. Aunque reconoce que son libres en Constantinopla, él ha cambiado y siente que la libertad es más una condición interior que una lucha externa. Klémens le advierte sobre los peligros de viajar por tierra y le pregunta si encontrará una vida mejor en Occidente. Aunque el narrador considera embarcarse en un barco, finalmente se convence de que hacerlo sin un destino claro sería una locura.

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En este capítulo, el narrador describe la llegada del papa de Roma a Constantinopla. La ciudad se prepara para recibir al pontífice con una gran celebración, con colgaduras de fiesta y la exposición de los sagrados iconos. La gente se agolpa en las calles y en el puerto, esperando la llegada del sucesor de san Pedro. Finalmente, la flota papal llega y se organiza una procesión colorida y ruidosa. Antes de que el papa pise tierra, el patriarca y sus sacerdotes bendicen la galera. Luego, se produce el encuentro entre el papa, el emperador y las autoridades del Imperio. Se intercambian obsequios y bendiciones. La comitiva se dirige hacia la ciudad, pasando cerca del narrador y su amigo Klémens. La multitud espera con entusiasmo y se detiene a admirar los adornos de bienvenida en los altares y las iglesias. En ese momento, un anciano presbítero se acerca a ellos y les informa que el papa de Roma es sirio, como ellos. El narrador y Klémens quedan sorprendidos por esta revelación.

Capítulo sin nombre 63

En este capítulo, el narrador revela que el papa de Roma, Constantinus I, era sirio, algo que no era tan inaudito ni extraordinario, ya que muchos sirios se habían asentado en la península itálica. El narrador relata que cuatro sirios fueron elegidos sucesivamente para ocupar la silla de San Pedro en Roma, provenientes del monasterio construido en el monte Aventino por monjes venidos de Oriente. El papa Constantinus decide viajar a Constantinopla para resolver las desavenencias entre las Iglesias de Oriente y Occidente. El narrador y sus compañeros sirios logran conocer al papa y le cuentan su historia y las desgracias sufridas en su tierra natal. El papa se maravilla y los admite en su séquito durante su visita a Constantinopla. Después de diez meses, el papa regresa a Roma y ofrece llevar al narrador y a sus compañeros con él. El narrador considera este viaje como el comienzo de una nueva etapa en su vida, la aventura de la madurez. En Roma, el narrador se establece en el monasterio de San Saba y encuentra a otros compatriotas sirios. Allí, experimenta una sensación de familiaridad y aprende a comprender el misterio y la locura que había experimentado anteriormente. El narrador vive en Roma durante tres años hasta que se anuncia la llegada de los godos de Hispania y la conquista árabe en el extremo de la tierra. El narrador comprende que ha sido preparado para escribir esta historia y se dispone a obedecer el mandato del papa sirio.

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