El camino mozarabe

40 minutos

PRIMERA PARTE

1

En este capítulo, se describe el paisaje de Gallaecia en septiembre de 939. La abadesa Goto, acompañada por once monjas, se dirige al monasterio de Santo Estevo. Al llegar, son recibidas por el abad Franquila y los monjes, quienes entonan un salmo de bienvenida. Después de la ceremonia de bendición, Goto anuncia la victoria del rey Radamiro sobre el rey mauro y revela que el segundo motivo de su visita es saldar una vieja deuda con Hermogio, hermano del mártir Paio. A pesar de la negativa inicial del abad a permitir la entrada de mujeres al monasterio, finalmente accede a alojarlas en los graneros.

2

En este capítulo, conocemos a Estebanus al Sabbag, apodado Lindopelo debido a su hermosa y abundante cabellera negra. A diferencia de sus antepasados, que eran tintoreros de tejidos, Estebanus se dedica a teñir cabellos. Después de experimentar en su propia cabeza, perfecciona su técnica y se convierte en un maestro en el arte de cambiar el color del cabello de las personas. Su fama llega a oídos del califa Abderramán al Nasir, quien lo llama al palacio para comprobar su habilidad. Impresionado por el trabajo de Estebanus, el califa le otorga el título de "tintor de Zahara" y le proporciona fama y riqueza. Sin embargo, a pesar de su éxito, Estebanus no puede ser completamente feliz debido a su condición de mozárabe, lo que le causa conflictos con los musulmanes y los cristianos. Un día, mientras observa a los fieles en la mezquita, se entera de que el califa ha regresado victorioso de una campaña militar. Estebanus se apresura a prepararse para teñir el cabello del califa y espera ansiosamente a que los emisarios de Zahara lleguen para reclamar sus servicios.

3

En este capítulo, se encuentra el obispo Rodesindo leyendo en voz alta un manuscrito en presencia de su hermano, el conde Fruela Gutiérrez, y los monjes del monasterio de San Salvador de Celanova. El obispo recoge las hojas del manuscrito que se le habían caído y continúa la lectura. El contenido del manuscrito relata la victoria del rey Radamiro de Gallaecia sobre el rey Abderramán de Córdoba en una batalla. El rey Radamiro había rechazado la demanda de Abderramán de enviarle cien doncellas como tributo y decidió enfrentarse a él. Abderramán reunió un gran ejército y se dirigió hacia Zamora con la intención de destruirla y luego atacar Gallaecia. Ante la amenaza, el rey Radamiro convocó a las fuerzas cristianas de Castilla, Pamplona, Álava y Coimbra para unirse en la defensa. Además, se realizaron rogativas y se manifestaron señales en el cielo, como un eclipse solar y un viento ardiente. Abderramán interpretó estas señales como un presagio de su victoria, pero en realidad eran advertencias divinas.

4

En este capítulo, el muecín de la mezquita de Sidi al Muin en Córdoba convoca a la gente para contarles las maravillas de Allah y cómo oscureció el sol para aterrorizar a los infieles. Lindopelo, un tintorero, escucha atentamente y se emociona por la victoria del califa Al Nasir sobre el rey Ramiro. Sin embargo, al regresar a su barrio mozárabe, se siente preocupado por las constantes presiones de los chambelanes para que se convierta al islam. En la iglesia, tiene una discusión con unas mujeres que lo juzgan y critican. Luego, se encuentra con el anciano clérigo Isacio, quien le aconseja que no se enfrente a la gente y que entienda que su oficio de teñir el cabello del califa no es bien visto por todos. Más tarde, Lindopelo se une a un grupo de jóvenes que celebran la victoria del califa en las tabernas. Isacio, confundido por la actitud de Lindopelo, regresa a su casa donde su hermana le pregunta sobre la victoria y teme que Dios los castigue. Isacio intenta consolarla, pero ella se pregunta si Dios está del lado de los musulmanes. El capítulo termina con Isacio sumido en sus pensamientos mientras toma su cena.

5

En este capítulo, el abad Franquila se encuentra sentado frente al monasterio de Santo Estevo, sin permitir la entrada de las monjas de Castrelo de Miño. Sin embargo, cada mañana sale a saludar a su sobrina, la reina Goto, quien le cuenta sobre las señales en el cielo antes de la batalla. Franquila le pregunta cómo sabe todo eso y ella menciona una carta del obispo Ero de Lugo que relata los detalles de la batalla. Goto le entrega la carta al abad y él la lee en voz alta. La carta describe cómo Abderramán consultó a sus sabios y astrólogos sobre las señales y cómo los moros se prepararon para la batalla. Luego, se relata la batalla entre los cristianos y los moros, donde los cristianos son ayudados por la aparición de ángeles y los moros son derrotados. Al final, Goto le pide al abad que la deje hablar con Hermogio, pero él se niega debido a la enfermedad y la falta de razón del anciano. Goto insiste en verlo y propone sacarlo en una camilla, pero el abad se muestra preocupado por el peligro de traer las reliquias de San Paio desde Córdoba. Goto amenaza con informar al rey Radamiro sobre la negativa del abad y él promete consultar a los hermanos en el capítulo y darle una respuesta al día siguiente.

6

En este capítulo, Lindopelo se prepara para ir a Zahara a atender al califa Abderramán. Un joven de la servidumbre llega apresurado a buscarlo y juntos cargan los utensilios en los asnos. Atraviesan el mercado de Córdoba, lleno de gente debido a las festividades del final de Ramadán. Luego de abandonar la ciudad, llegan a Zahara y son recibidos por los chambelanes eunucos. Lindopelo nota que los chambelanes han perdido peso y están demacrados debido a los ayunos del Ramadán. Alí aben Alfar, el vestidor real, le informa que el califa aún no ha llegado y que deben teñir primero a las mujeres. Lindopelo se encuentra con Zakariya, una de las mujeres del harén, quien le cuenta que el califa ha sufrido una derrota en Gallecia y que han tenido que huir apresuradamente. Los chambelanes le piden a Lindopelo que guarde silencio sobre lo sucedido y se prepare para atender al califa cuando regrese al día siguiente.

7

En este capítulo, la reina Goto y Aldara logran convencer al abad de Santo Estevo de que les permita ver al monje Hermogio. Después de la misa, Hermogio es llevado al atrio del monasterio en una camilla. Aldara se entristece al ver lo debilitado que está su hermano y le suplica que hable. Hermogio abre los ojos y parece querer decir algo, pero luego se queda dormido. A pesar de los consejos de Franquila de no fatigarlo más, Aldara insiste en que hable. Hermogio vuelve a abrir los ojos y al mencionar a su sobrino Paio, se agita en la camilla. Hermogio dice que habla con Paio todos los días y que su alma es de Dios. Goto y Aldara le piden que les cuente lo que sucedió en Córdoba, pero Hermogio solo dice que está cansado. Luego, Hermogio menciona que Paio no quiere ser traído a Gallaecia y que ya está allí. Hermogio empieza a delirar y a cantar salmos. Todos se dan cuenta de que no podrán obtener información útil de él. Hermogio es llevado de vuelta a su celda y Goto y Aldara se quedan desoladas. Deciden seguir con su plan de traer las reliquias de Paio a Gallaecia y deciden ir a León para hablar con el rey Radamiro. Goto revela que tendrán que ir a Córdoba, lo que aterroriza a Aldara.

8

En este capítulo, se describe la llegada del ejército del califa a la ciudad de Córdoba. Una multitud se congrega en el arrabal de Al Rusafa para recibir a las tropas, que llegan exhaustas y sucias. A pesar del cansancio, la gente celebra la llegada con cánticos y alabanzas a Dios. El cadí de Córdoba, Najda ben Husayn, observa la escena con tristeza y preocupación. Los soldados se instalan en el campamento, mientras los cordobeses les llevan comida y agua. El cadí ordena que se coloquen los estandartes y se toque música para animar a las tropas. Sin embargo, el desánimo se apodera de los soldados y se contagia a la población. Al atardecer, un mensajero anuncia que el califa no llegará hasta el día siguiente. El cadí se siente aliviado al saber que el califa confía en él para comunicar la derrota sufrida en la campaña militar.

9

En este capítulo, las once monjas regresan en silencio a su monasterio en Castrelo de Miño. La abadesa Goto le revela a Aldara que deben viajar a León para comunicarle al rey Radamiro su intención de ir al reino de los mauros. Aldara se muestra asustada y no comparte el entusiasmo de la abadesa. Goto intenta consolarla y le explica que esta misión es un encargo divino. Aldara, llena de miedo y vergüenza, decide seguir sin hablar. Sin embargo, cuando Goto la confronta, Aldara rompe a llorar y huye. Goto la sigue y la encuentra llorando bajo un abedul. Intenta consolarla y le recuerda que Dios está con ellas. Aldara expresa su miedo a los mauros y su desacuerdo con el viaje. Las otras monjas también se acercan, pero Goto les ordena que las dejen solas. Goto intenta entender los sentimientos de Aldara, pero ella insiste en que no quiere ir a Córdoba. Las monjas continúan su viaje y llegan al monasterio de Castrelo de Miño. Goto se siente confundida y preocupada por las fuerzas diabólicas que parecen estar en juego. A pesar de compadecer a Aldara, Goto decide seguir adelante con su propósito. Al día siguiente, Goto decide buscar el consejo del sabio abad Gemodus en el monasterio de San Pedro de Rocas.

10

En este capítulo, el gran cadí de Córdoba, Najda ben Husayn, reúne a un grupo selecto de magnates en su palacio para transmitirles la verdad sobre la reciente campaña militar. Aunque muchos de los hombres importantes de la ciudad han muerto en combate y otros aún están en camino, Najda considera prudente no convocar a todos los representantes de la ciudad debido a las noticias desfavorables que debe transmitir. El muftí principal de la mezquita Aljama se queja de que ninguno de los comandantes quiere contar lo que realmente sucedió durante la campaña. Najda interrumpe al muftí y declara que ha convocado a la reunión para revelar la verdad de lo sucedido en la campaña del califa Al Nasir. El secretario principal de la cancillería solicita permiso para tomar notas de las palabras de Najda. El gran cadí accede y comienza a relatar los hechos. Describe la señal en el cielo que oscureció el sol y la tierra adquirió el color de la sangre, pero los adivinos no supieron interpretarla correctamente. Najda condena a muerte a los astrólogos, adivinos y sabios que aconsejaron al califa. Los presentes aclaman la decisión y el muftí pide que Allah destruya a los infieles. Najda continúa narrando la campaña, mencionando las batallas y la falta de alimentos. Finalmente, revela la traición del general Al Tawil y su huida, dejando al ejército y al califa en peligro. Najda promete venganza en nombre del califa y ordena la crucifixión de Al Tawil y sus comandantes.

11

En este capítulo, nos encontramos en el monasterio de San Pedro de Rocas en Gallaecia, en el año 939. El monasterio es un lugar austero y antiguo, rodeado de naturaleza y cuevas donde los ermitaños han vivido y meditado durante años. El abad Gemondo, que antes era un caballero gallego, ahora gobierna el monasterio. La reina Goto, que también conoce a Gemondo desde hace mucho tiempo, se ha convertido en monja por obediencia a una antigua ley. Gemondo, por su parte, ha sentido una transformación interior y decide hacerse monje. Después de reconstruir el monasterio de San Pedro de Rocas, se gana fama por su sabiduría y virtud. La reina Goto visita regularmente el monasterio y busca los consejos de Gemondo. En este capítulo, Goto le pide a Gemondo que le permita ocupar una de las cuevas del monasterio durante una semana y beneficiarse de sus consejos. Gemondo acepta y los dos se dirigen a rezar juntos en la capilla del monasterio.

12

En este capítulo, se narra la llegada de Abderramán al Nasir a Córdoba. Con el amanecer, los muecines proclaman la grandeza de Allah y la multitud se congrega para presenciar la llegada del califa. Sin embargo, antes de su llegada, se lleva a cabo la ejecución pública de adivinos y astrólogos que erraron en sus vaticinios. La gente se burla y maltrata a los condenados. A media mañana, la ciudad parece sumida en el letargo, pero la llegada del cortejo del gran cadí y los magnates reanima al ejército. Najda ben Husayn, el gran cadí, aparece montado en su caballo y es aclamado por todos. Finalmente, llega Abderramán al Nasir, montado en su caballo y rodeado de muchachos vestidos con la librea de campaña. La multitud aclama al califa y los muecines lanzan aclamaciones al aire. Al Nasir se detiene frente a la puerta de Azuda y Najda ben Husayn se postra ante él. Luego, una larga fila de hombres encadenados, incluyendo al general Aben Muhamad al Tawil, avanza y es insultada por la multitud. Los verdugos ejecutan a los condenados y el califa se burla y insulta a Aben Muhamad al Tawil. Finalmente, Al Nasir se retira en dirección a su palacio.

13

En este capítulo, la reina Goto encuentra tranquilidad y control en el monasterio de San Pedro de Rocas. Allí, experimenta una calma especial y una misteriosa energía al orar en el pequeño santuario excavado en la roca. Después de la oración, se entrega al silencio y aprovecha la soledad para invocar la paz interior. Conversa con Gemondo, un sabio monje, quien le aconseja alejarse de la confusión y la tristeza, vivir en el presente y confiar plenamente en Dios. Goto expresa sus dudas y temores sobre ir a Córdoba a buscar las reliquias de Paio, pero Gemondo la anima a confiar y espera en Dios. Hablan sobre el pasado y la necesidad de despreciar ciertos recuerdos que causan angustia. Goto admite que es difícil dejar atrás la juventud y la vida pasada, pero Gemondo le recuerda que Dios devolverá lo mejor de sus vidas. Al anochecer, llegan a una ermita de piedra donde rezan juntos por el éxito del viaje de Goto a la tierra de los mauros. Gemondo le asegura que debe ir, aunque la respuesta de Dios no siempre sea clara y evidente. A pesar de la incertidumbre, Goto acepta y confía en que, haga lo que haga, estará bien, ya que intenta hacer el bien.

14

En este capítulo, Lindopelo se encuentra en las dependencias de las mujeres del califa Al Nasir. Zakariya, una de las mujeres, le pide que le tiña el cabello y Lindopelo accede. Mientras tanto, llegan otras dos mujeres y el peluquero les reprocha por interrumpir el trabajo. Zakariya comenta que Al Nasir se siente atraído por la rubia y la pelirroja, pero no le gusta tener vello rubio en su propio cuerpo. Lindopelo tiñe el cabello de la rubia y luego de la pelirroja, mientras el peluquero comenta que Al Nasir estará contento con el resultado. Zakariya menciona que Al Nasir está pasando por un momento difícil y que tardará en recuperarse. Lindopelo se preocupa por su situación y cuestiona su presencia en el lugar. Zakariya le ordena que se ocupe de ella y que le oculte las canas en su cabello.

15

En este capítulo, una caravana compuesta por carromatos, caballerías y hombres a pie avanza por la calzada que une Gallaecia con la ciudad de León. La mañana es fresca y el paisaje muestra los signos del verano que se desvanecen. En la caravana, además de mercaderes y peones, viajan importantes magnates gallegos que se dirigen a León para asistir a una asamblea convocada por el rey Radamiro. La abadesa y reina Goto también se encuentra en la caravana, con el objetivo de convencer al rey de ayudarla a traer los huesos del mártir san Paio a Gallaecia. Durante el viaje, la caravana pasa por una llanura y algunas aldeas desiertas, donde los campesinos vendimian y los viajeros compran uvas. La reina Goto se siente feliz al ver la alegría en las caras de los viñadores y a unos niños cantando. La caravana se detiene al llegar a León, donde Goto contempla con nostalgia el paisaje y las murallas de la ciudad. El obispo Rodesindo y su hermano, el conde Fruela Gutierrez, se ofrecen a ayudar a Goto en su empresa de traer los huesos de san Paio. Goto se siente reconfortada y confiada en que la Divina Providencia está de su parte. La caravana continúa su camino bordeando las murallas de León y llega a la puerta del Obispo, donde se encuentra un bullicioso arrabal. La caravana logra abrirse paso entre la multitud y entra por la puerta del Obispo. Goto observa con emoción la calle principal de León, llena de recuerdos de su juventud.

16

En este capítulo, se describe la escuela en la que el anciano clérigo Isacio imparte clases a un grupo reducido de alumnos. La escuela se encuentra en el piso alto de su casa y se dedica a enseñar gramática, retórica, dialéctica y otras disciplinas clásicas. El maestro es estricto y solo permite el uso del latín en la escuela. Los alumnos son escogidos y pertenecen al estado clerical. Durante una lección de música, se produce un alboroto en la calle y los alumnos salen a ver qué sucede. Descubren que la gente se está burlando de Lindopelo, un tintor de Zahara que ha perdido todo su cabello. El maestro interviene y regaña a la gente por su falta de caridad. Luego, lleva a Lindopelo a su casa junto con el alumno más avanzado, Asbag. En la casa, deciden que Lindopelo se quede a pasar la noche y le ofrecen su apoyo. Lindopelo llora y se niega a contar lo que le ha sucedido, prometiendo hacerlo más adelante cuando se sienta mejor.

17

En este capítulo, se describe la rutina diaria de Musa aben Rakayis, ministro del rey en el castillo de León. Musa es despertado por el ruido y las voces de la guardia nocturna que da paso a la guardia diurna. A pesar de haber pasado la noche en vela, Musa debe levantarse temprano para acompañar al rey en la recepción de importantes personajes. Musa es un cristiano de origen musulmán y representa a las comunidades musulmanas del reino en el Aula Regia. Su función es asesorar al rey en asuntos relacionados con los seguidores de Mahoma. A pesar de no haber estado en los países musulmanes, Musa es experto en sus costumbres y tradiciones. Musa cuenta con la confianza del rey y su consejo es siempre escuchado. Después de rezar, Musa se viste adecuadamente para la recepción y decide tomar un tazón de leche con miel antes de ayunar. Su preocupación principal es convencer al rey de iniciar negociaciones de paz con el califa de Córdoba, ya que teme que el califa busque venganza por la reciente victoria del rey Radamiro.

18

En este capítulo, se narra la historia de Lindopelo, quien se levanta antes del amanecer y sale de su casa en el barrio de la Tiracería en Córdoba. Envuelve su cabeza calva con un turbante y camina por las calles desiertas, temiendo que la luz revele su calvicie. Llega a la casa de sus ancianos padres y su padre lo recibe con enojo, reprochándole por su ausencia. Lindopelo suplica a su padre que no lo regañe y entra a la casa. Encuentra a su madre ciega sentada en la cama y la abraza con emoción. Su padre se queja de su visita y su madre lo defiende. Lindopelo revela que el califa le ordenó quemar todo su pelo y que está sufriendo burlas y desprecio de la gente del barrio. Su madre decide que se quedará con ellos y su padre se queja de tener que cuidar de los dos. La madre consuela a Lindopelo y le pide que le cuente por qué le hicieron eso. Lindopelo revela que el califa se ha vuelto más cruel después de una derrota y teme volver a verlo.

19

En este capítulo, la reina Goto llega a León y se hospeda en el monasterio de San Marcelo. A pesar de haber sido invitada a vivir en la residencia real, prefiere la austeridad monacal. Al salir a las calles, encuentra una gran aglomeración de gente llegada de todo el reino. Le resulta difícil avanzar debido al griterío y los aplausos. Goto recuerda los años de miedo y sufrimiento que vivió en León y cómo huyó de la ciudad. A pesar de ello, siente nostalgia al ver los lugares que conoció en su juventud. Encuentra a su antigua criada, Didaca, y se reconcilia con ella. Finalmente, Goto entra en la sala del trono, donde se celebra una asamblea para conmemorar la victoria de Simancas. Se relatan los sucesos de la batalla y se exhiben los objetos capturados a los sarracenos. También se presenta al prisionero Al Tuyibí, lo que provoca asombro y aclamaciones. La concurrencia alaba al rey Radamiro y a Santiago.

20

En este capítulo, el gran cadí de Córdoba, Najda ben Husayn, recibe la noticia de que el califa Al Nasir no quiere recibir a nadie en Medina Azahara. A pesar de la angustia que esto le causa, Najda busca una solución para sacar al califa de su melancolía. Llega a la conclusión de que la venganza es lo que Al Nasir necesita, por lo que propone iniciar una nueva investigación para encontrar a más culpables de la derrota en la batalla. Aunque el secretario Abdul al Bari muestra preocupación por las posibles consecuencias, Najda está decidido a hacerle ver al califa que aquellos que más le deben le fallaron. Planea ejecutar a los culpables y recomponer la escolta del califa, para luego plantear una nueva campaña contra los enemigos. Con este plan, Najda espera que Al Nasir recupere su dicha y los premie a él y a Abdul.

21

En este capítulo, un carro enviado por el rey Radamiro llega al monasterio de San Marcelo para llevar a la reina Goto al palacio. La gente se aglomera para ver a la reina abadesa y su comitiva mientras atraviesan la ciudad. Durante el trayecto, Goto decide detenerse en la iglesia del Salvador para visitar las tumbas de sus suegros. Después, camina hasta el palacio acompañada por las mujeres del barrio noble de León. Al llegar al palacio, es recibida por Didaca y otras damas. Dentro del palacio, Goto nota la falta de adornos y flores, a diferencia de cuando reinaban sus suegros. Didaca se disculpa por su comportamiento del día anterior y Goto la perdona. Luego, se prepara una cena en la que Goto es sorprendida por la presencia del obispo Rodesindo y el conde Fruela. Ellos explican que el rey quería que Goto cenara con ellos y aprovechar la oportunidad para pedirle que traiga las reliquias de san Paio de regreso a Gallaecia. Goto se muestra reacia, pero finalmente acepta. Los reyes entran al salón y se sientan a la mesa con sus invitados. Radamiro promete cumplir su promesa de traer las reliquias de san Paio de vuelta a Gallaecia.

22

En este capítulo, se narra la historia de Isacio, un anciano clérigo que regenta la parroquia de San Cipriano en Córdoba. Después de celebrar la primera misa del día, Isacio reprende a los fieles por llevar mercancías a la iglesia. Les sugiere dejarlas afuera y poner a un joven para vigilarlas. La gente se marcha apresuradamente hacia la feria que se celebra cerca de la puerta de Al Sudda.

Isacio y sus siete alumnos observan la multitud que se dirige a la feria. Asbag, el mayor de los alumnos, explica que la feria es más concurrida porque todos los mercados de la ciudad están cerrados debido a la fiesta del Mauled al Nabi. Isacio se entera de que el califa y sus visires asistirán a la feria, lo que atrae a miles de personas y soldados.

El comerciante calvo que asistió a la misa de alba explica a Isacio que el califa ha convocado una nueva campaña militar contra el rey Radamiro. El comerciante también cuenta que durante el alarde del ejército, se crucificó a cincuenta hombres acusados de traición. Isacio se horroriza por la crueldad y la guerra que se avecina.

Después de la clase, Isacio cierra la iglesia y el comerciante le cuenta que la feria fue un desastre debido a los horribles acontecimientos presenciados. Además, le robaron todas sus pertenencias. Isacio y el comerciante lamentan la falta de devoción y la obsesión por el dinero de la gente.

El capítulo termina con Isacio reflexionando sobre la importancia de preservar la tradición cristiana y la literatura mozárabe. Luego, se dirige a la iglesia para rezar las vísperas.

23

En este capítulo, Musa aben Rakayis, ministro del rey, recibe la noticia de que los mauros han atacado la marca. Aunque al principio Musa piensa que se trata de bandidos, su sirviente Aglab le informa de que fue un ataque organizado por el ejército del califa. Musa decide informar al rey de inmediato y pide a Aglab que hable con los refugiados de la marca para obtener más detalles. Mientras tanto, Musa se preocupa por interrumpir su trabajo de escribir cartas de cortesía debido a la noticia del ataque. Musa se reúne con los magnates y los refugiados, quienes confirman que los ataques fueron realizados por escuadrones bien organizados del ejército del califa. Más tarde, llegan más mensajeros confirmando que el califa ha convocado una nueva guerra santa y ha ordenado a los gobernadores y cadíes que ataquen la marca desde diferentes puntos. El visir Ahmad ben Muhamad aben Ilyas lidera una de las aceifas y saquea y destruye la ciudad de Coca. Las noticias de esta aceifa son terribles, con asesinatos, violaciones y cautivos llevados a Córdoba.

24

En este capítulo, Lindopelo se encuentra oculto en casa de sus padres y pasa el tiempo hablando con su madre sobre el pasado. Evitan hablar del doloroso suceso de Zahara. Mientras tanto, el padre se queja constantemente y realiza tareas domésticas. Lindopelo se molesta por el ruido que hace su padre al barrer el patio todas las mañanas. La madre intenta calmar la situación, pero Lindopelo decide esconderse cuando alguien llama a la puerta. Escucha voces que mencionan "Zahara" y se asusta. Sus padres lo llaman y él sale llorando. El padre le dice que lo están buscando desde Zahara y que el califa lo necesita. Lindopelo tiene miedo de que el califa lo mate, pero su madre lo anima a ser valiente y confiar en Dios.

25

En este capítulo, el rey Radamiro se encuentra en el palacio real de León y estalla en cólera por el ataque de un sarraceno a la ciudad de Coca. Insulta y maldice al sarraceno y a su familia, pero el obispo Ero de Lugo le recuerda que la madre del califa sarraceno era cristiana y pariente de la reina Toda de Pamplona. A pesar de esto, el rey sigue enfurecido y promete vengarse. El obispo intenta calmarlo, pero el rey se niega a escuchar y decide quemar los libros, el estandarte y la armadura del sarraceno, así como al gobernador de Zaragoza. Algunos consejeros aplauden la idea y se preparan para llevarla a cabo. Sin embargo, el ministro Musa aben Rakayis se opone y le aconseja al rey que no lo haga, argumentando que sería un acto de odio y no de razón. El rey, sorprendido por la oposición, decide escucharlo y le pide que le explique sus motivos. Musa le pide que no encienda la hoguera, ya que podría destruir muchas esperanzas. El rey accede a escucharlo con calma al día siguiente.

26

En este capítulo, Lindopelo decide salir de su refugio siguiendo los consejos de sus padres. Se lava cuidadosamente en el patio y se viste con una túnica limpia. Sin embargo, al mirarse en el espejo, descubre que su pelo ha encanecido repentinamente. Sus padres se burlan de él y le dicen que es normal a su edad. Desesperado, Lindopelo decide teñirse el pelo como antes y se despide de sus padres para dirigirse a Zahara. En su camino, se encuentra con una multitud congregada frente a una mezquita, donde descubre un montón de cabezas humanas cortadas. Horrorizado, retrocede y se aleja del lugar. Luego, camina sin rumbo fijo hasta llegar a la iglesia de San Cipriano, donde enciende velas y se encuentra con el anciano Isacio. Lindopelo llora y le cuenta a Isacio lo que ha visto, temiendo por su vida. Isacio le dice que deje su miedo en manos de Dios y que no es bueno vivir constantemente con ese temor. Lindopelo le cuenta cómo el califa le mandó quemar el pelo por una insignificancia y ahora teme por su vida al tener que volver a Zahara.

27

En este capítulo, el ministro Musa aben Rakayis y su ayudante Aglab se dirigen al palacio real para presenciar la hoguera ordenada por el rey Radamiro. A pesar de la lluvia, la multitud se agolpa para ver el espectáculo. Se especula sobre lo que se quemará en la hoguera, desde libros heréticos hasta prisioneros musulmanes. Musa se siente consternado por la crueldad de la venganza y decide convencer al rey de detenerla. Sin embargo, cuando intenta hablar con el rey, este se muestra decidido a seguir adelante. Musa se encuentra con el obispo Ero, quien también ha intentado persuadir al rey sin éxito. Finalmente, Musa logra captar la atención del rey y le propone enviar una embajada a Córdoba para negociar la paz. A regañadientes, el rey acepta y decide aplazar la hoguera.

28

En este capítulo, se narra cómo el gran cadí de Córdoba, Najda ben Husayn, se prepara para ir a Medina Azahara a compartir la mesa del gran visir Badr. Najda sale de su palacio y disfruta del sol y la frescura del ambiente. Se encuentra con su guardia personal y juntos se dirigen hacia Medina Azahara. Durante el recorrido, Najda observa el majestuoso palacio y se pregunta si el califa estará allí. Llega al palacio y se encuentra con Badr, quien lo recibe con alegría. Ambos se consideran confidentes y están unidos por la gratitud y la lealtad hacia el califa Abderramán. Durante la comida, Badr le revela a Najda que el rey de Gallaecia ha enviado mensajeros y está dispuesto a negociar la devolución del Corán del califa. Ambos se entusiasman con la posibilidad de recuperar el Corán y planean recibir a los embajadores con todos los honores. Sin embargo, en ese momento, el califa Abderramán aparece y revela que ha escuchado toda la conversación. Abderramán se muestra de acuerdo con el plan y promete recibir a los embajadores. El capítulo termina con la certeza de que Allah desea que el Corán salga de las manos de los infieles.

29

En este capítulo, el ministro Musa aben Rakayis reflexiona sobre el invierno y la guerra. A pesar de no haber participado en ninguna guerra, Musa aborrece la violencia y teme a las consecuencias de la guerra. Su miedo se basa en su conocimiento de los peligros y amenazas que existen en el mundo. A pesar de sus esfuerzos por promover la paz, Musa se siente impotente ante la inevitabilidad de la guerra. En medio de sus pensamientos, el rey Radamiro llega a su habitación sin previo aviso. El rey le reprocha a Musa su falta de interés en una embajada que le había encargado. Musa se disculpa y propone los nombres de los embajadores. El rey reconoce la importancia de la misión y le ordena a Musa que lidere la embajada a Córdoba. A pesar de su miedo, Musa acepta la orden del rey.

30

En este capítulo, nos encontramos en Córdoba, en el año 940. El gran cadí y el hayib de Córdoba se encuentran reunidos en la sala principal del edificio de la cancillería de Zahara. Están esperando la llegada del judío Baruj, mensajero personal del rey Radamiro de Gallaecia. Baruj es conocido por ser un hábil negociador y portador de misivas entre los gobernantes de ambos reinos.

Mientras esperan, observan el movimiento en la puerta donde los proveedores y trabajadores realizan sus tareas diarias. Un incidente con un lechero inexperto interrumpe la calma, pero rápidamente se soluciona.

Finalmente, Baruj llega acompañado de dos hombres y les entrega dos arquetas de plata con doscientas monedas de oro como obsequio. El hayib y el gran cadí aceptan el tributo y se sientan a discutir los asuntos pendientes.

Baruj menciona que el rey Radamiro no desea ofender al califa de Córdoba y propone un intercambio de embajadores como primer paso para iniciar las conversaciones de paz. El hayib y el gran cadí se muestran escépticos y discuten sobre quién debe enviar embajadores primero.

Baruj propone que los embajadores de Gallaecia lleven el primer libro del Corán de Al Nasir como muestra de buena voluntad. Además, menciona que la reina Goto, viuda del hermano del rey Radamiro, también formará parte de la delegación.

El hayib y el gran cadí se sorprenden por la propuesta de tener a una reina de Gallaecia en Córdoba, pero aceptan la idea con tal de recuperar el sagrado Corán de Al Nasir.

El capítulo termina con la discusión sobre los detalles de la visita de los embajadores y la incertidumbre sobre si esta negociación llevará a la paz entre ambos reinos.

SEGUNDA PARTE

31

En este capítulo, la reina Goto, también conocida como Gotona Núñez, narra su linaje y sus antepasados. Su bisabuela materna era descendiente del rey Pelayo y su abuelo se distinguió en la batalla de Clavijo. Su padre, el conde Nuño Gutiérrez, nunca fue a la guerra debido a su debilidad física. Goto nació y creció en el valle del río Masma, rodeada de bosques y cerca del mar. Desde joven, desarrolló dos pasiones: el canto y la lectura. Su tío, Osorio Gutiérrez, la enseñó a leer y escribir y deseaba que fundara un monasterio. A los quince años, Goto fue casada con el príncipe Sancho, hijo del rey Ordoño II. Vivieron en el palacio de León hasta la muerte del rey, diez años después. Luego de varios cambios en el trono, Goto y Sancho se establecieron en Tuy. Tras la muerte de Sancho, Goto fundó el monasterio de Castrelo de Miño. Su tío Osorio la animó a seguir adelante y cumplir con su deber religioso. Goto emprendió un viaje a Córdoba para traer las reliquias de san Paio a Gallaecia.

32

En este capítulo, Justo Hebencio narra cómo, treinta años después del reinado de Abderramán al Nasir, una gran embajada fue enviada a la Gallaecia, a los dominios del rey Radamiro, en León. Justo Hebencio fue enviado en esa comitiva y ahora, veinte años después, el obispo de Córdoba le ordena que escriba una crónica detallada de lo que sucedió durante el reinado de Al Nasir. Justo Hebencio se presenta como un siervo de Cristo y sacerdote del monasterio Armilatense en Córdoba. Explica que vivió y estudió en el monasterio, dedicándose al estudio de las Sagradas Escrituras y a la copia y anotación de libros en la biblioteca.

El capítulo continúa narrando los acontecimientos que llevaron a la embajada a la Gallaecia. Después de la derrota del ejército de Al Nasir en la campaña de la Omnipotencia, el califa vivió apesadumbrado y decidió planear una nueva campaña contra la Gallaecia. Sin embargo, recibió cartas de la Gallaecia proponiendo el intercambio de embajadores. A pesar de las exigencias iniciales del rey Radamiro, el califa decidió aceptar la propuesta y enviar su propia embajada. Hasday ben Saprut, un judío conocido por su prudencia y sabiduría, fue elegido para liderar la embajada, junto con varios obispos de al-Ándalus.

Justo Hebencio relata cómo conoció a Hasday ben Saprut cuando este visitó la biblioteca del monasterio Armilatense. Hasday mostró un gran interés por los libros antiguos y en particular por la sibila Tiburtina. Aunque Justo Hebencio al principio dudó de la sinceridad de Hasday, pronto se dio cuenta de que era un hombre excepcional y dispuesto a aprender. Hasday le pidió ayuda para encontrar información sobre las profecías antiguas y Justo Hebencio aceptó ayudarlo.

En resumen, este capítulo narra cómo Justo Hebencio fue enviado en una embajada a la Gallaecia y cómo conoció a Hasday ben Saprut, un judío interesado en las profecías antiguas. Justo Hebencio acepta ayudar a Hasday en su búsqueda de información y se prepara para escribir la crónica de lo que sucedió durante el reinado de Al Nasir.

33

En este capítulo, la reina Goto y su comitiva parten de León hacia Córdoba. Antes de partir, se llevan a cabo ceremonias religiosas y bendiciones. El rey Radamiro despide a la comitiva y se inicia el viaje. Durante la primera jornada, se detienen en la Villa de Mannan, donde son recibidos por un cadí mozárabe llamado Mannan. Mientras se acomodan para descansar, el obispo Hermenegildo de Palencia solicita hablar a solas con la reina. El obispo le pregunta sobre su cometido en la embajada y menciona que no ha sido informado oficialmente. La reina le confirma que su misión es rescatar las reliquias de san Paio. El obispo revela que él también ha sido encomendado con la misma misión y que el ministro Musa aben Rakayis, líder de la embajada, no les ha informado a ninguno de los dos. La conversación se interrumpe cuando el secretario del obispo entra y el obispo lo echa. La reina se siente confundida y nerviosa por la revelación del obispo. Deciden hablar con Musa al día siguiente y el obispo le pide a la reina que no mencione que él ha hablado primero. La reina pasa una noche inquieta, preocupada por las sospechas del obispo y anticipando complicaciones en el futuro.

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En este capítulo, el narrador habla sobre un libro muy buscado por el judío Hasday, llamado "Comentarios del Apocalipsis". El narrador conoce bien este libro, ya que lo ha leído muchas veces y conoce todas sus imágenes y miniaturas coloridas. El libro trata sobre el final de los tiempos y contiene profecías sobre el advenimiento del Anticristo. Aunque no se sabe quién lo trajo a la biblioteca ni quién es el autor, se cree que fue escrito por un monje llamado Beato. Hasday queda fascinado por las imágenes y los textos del libro y quiere saber más sobre ellos. El narrador le explica que el libro debe interpretarse en sentido espiritual y que nadie, excepto Dios, conoce el momento exacto del fin del mundo. A pesar de esto, el narrador y Hasday coinciden en que vivimos en una época de agitación e inquietud, pero que siempre ha habido y siempre habrá calamidades en el mundo.

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En este capítulo, el narrador describe su viaje por Hispania y su llegada a la ciudad de Coria. Comenta sobre la diversidad y extensión del territorio, así como los paisajes y caminos que atravesaron. Al llegar a Coria, son recibidos por una multitud curiosa y vociferante, compuesta por cadíes sarracenos y condes, obispos y abades mozárabes. Al día siguiente, son recibidos por el gobernador de la región, el cadí Ahmad aben Ilyas, quien los trata con desprecio y les informa que quedan retenidos en la ciudad hasta que llegue la legación de Córdoba a León. A pesar de la situación, el narrador describe la belleza de la ciudad y la mezcla de culturas y mercados que se encuentran en ella. Sin embargo, durante una misa solemne, el obispo de Palencia realiza un discurso inapropiado, condenando a los enemigos de la Iglesia y generando tensión entre los cristianos mozárabes y los miembros de la embajada. La situación se resuelve sin mayores incidentes, pero el ambiente en Toledo se vuelve tenso.

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En este capítulo, el narrador nos cuenta la historia de la antigua biblioteca del monasterio Armilatense. Aunque no se sabe quién la inició, se cree que los primeros libros fueron reunidos hace más de un siglo por los monjes Eulogio y Álvaro Paulo. Estos monjes copiaron con esmero los escritos antiguos y los vendieron para adquirir nuevos libros. La biblioteca contiene tanto obras religiosas como profanas, incluyendo escritores como Virgilio, Lucrecio y Marcial. También se encuentran obras de escritores cristianos como Cipriano, Ambrosio, Hilario, Agustín, Jerónimo, León Magno, Sulpicio Severo y Gregorio el Grande. El narrador menciona que Hasday ben Saprut, un judío interesado en las profecías, visitó la biblioteca en busca de antiguos escritos que pudieran dar indicios sobre el presente y el futuro. Hasday encontró libros como los doce libros sibilinos y el Apocalipsis de Metodio de Pátara, que mencionan la dominación árabe y el fin del mundo. Hasday quedó maravillado con estas profecías, ya que fueron escritas siglos antes de la aparición del profeta Mahoma. El capítulo termina con la afirmación de que si los hijos del islam se ponen en camino para dominar la tierra, se avecina el fin del mundo.

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En este capítulo, la reina Goto relata las dificultades que enfrentaron en Coria durante su espera de noticias de Córdoba. El gobernador Aben Ilyas era hosco y antipático, y el obispo de Palencia ofendió a los cristianos locales con su prédica. Esto generó un conflicto entre los del norte y los locales, lo que afectó las relaciones entre el ministro Musa y el obispo don Julián. Goto y Didaca se hospedaron en el palacio del conde Odoino, donde vivían como los mauros. La condesa Dulcidia les contó sobre la vida de los cristianos mozárabes en al-Ándalus, quienes vivían bajo el dominio agareno y sufrían humillaciones y desprecios. Goto reflexiona sobre la crueldad de los cristianos hacia los ismaelitas y judíos en los reinos del norte. Luego, se produce un conflicto entre el obispo de Coria y el obispo don Julián, y Goto es instada a mediar. A pesar de su resistencia, Goto se reúne con don Julián y trata de convencerlo de la importancia de resolver el conflicto pacíficamente. Sin embargo, don Julián se muestra obstinado y se niega a disculparse. Goto regresa al palacio del conde con la certeza de que don Julián será un obstáculo en su misión.

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En este capítulo, el narrador comienza relatando una noche de insomnio en la que siente extraños presentimientos y cree que los ángeles quieren comunicarse con él. Recuerda que esto ocurrió durante el comienzo de la Cuaresma y que el primer ayuno en el monasterio era riguroso. Durante su espera por una revelación, tiene un sueño en el que camina por un laberinto y se encuentra con un judío llamado Hasday, quien le indica que alguien lo está esperando en una torre alta. Al llegar a la torre, ve a un ser poderoso con forma de macho cabrío, pero no puede articular palabra y recibe una bofetada. Despierta en el oratorio rodeado de monjes, quienes lo habían encontrado profundamente dormido. El abad Martino lo justifica diciendo que había ayunado y se había sometido a duras penitencias. Después de descansar, Hasday llega al monasterio y le informa que el califa Abderramán quiere verlo de inmediato. El narrador se niega a ir, argumentando que no puede predecir el futuro, pero el abad lo convence de que vaya. Finalmente, el narrador decide ir al día siguiente y Hasday promete regresar por él.

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En este capítulo, la reina Goto se prepara para celebrar el domingo de Ramos en Coria. La condesa Dulcidia y las mujeres de la casa se visten con sus mejores galas para la ocasión. A pesar de la emoción y los preparativos, el día se ve empañado por un altercado en la iglesia. La embajada a la que pertenece Goto se ve envuelta en una pelea con otros caballeros. Goto intenta detener la situación, pero nadie la ayuda. Montada en una mula blanca, entra a la iglesia y se prende fuego. Afortunadamente, logra apagar las llamas y es llevada al palacio para recuperarse. La condesa y Didaca la felicitan por su valentía y la consideran un milagro. Sin embargo, Goto insiste en que fue un accidente. El conde Odoino, el ministro Musa y el conde Fruela también la felicitan y se disculpan por no haberla ayudado. El obispo Julián decide que es mejor continuar su camino hacia el sur, ya que no son bien recibidos en Coria. Goto acepta y decide encontrarse con la embajada más adelante. La condesa lamenta que las mujeres no puedan gobernar, ya que los hombres están pendientes de lo que dice Goto.

40

En este capítulo, Justo Hebencio se dirige a la ciudad de Abderramán al Nasir. Al llegar, queda impresionado por la belleza y el lujo de la ciudad, especialmente por el palacio del califa. Sin embargo, antes de entrar al último edificio, se asusta al escuchar un rugido y descubre que hay un león cerca de él, aunque está atado con una cadena. Después de superar este susto, Justo es recibido por el califa, quien lo presenta como el monje Justo Hebencio. El califa le pide a Justo que le hable sobre las profecías del fin del mundo que ha mencionado a Hasday ben Saprut. Justo comienza a hablar sobre las profecías de la sibila Tiburtina, los comentarios de Beato, el Apocalipsis de san Juan y las profecías del Libro de Daniel. El califa muestra interés en las predicciones de Metodio. Después de escuchar a Justo, el califa expresa su inquietud y sus dudas sobre el fin del mundo, relacionadas con las historias que su abuela le contaba cuando era niño. Hasday explica que su abuela creía en la leyenda del emperador Constante, quien despertaría al final de los tiempos para traer justicia y felicidad al mundo. El califa confiesa que las señales en el cielo antes de la batalla de Simancas despertaron sus temores y dudas. Justo y Hasday intentan consolar al califa, pero él insiste en que necesita respuestas y le pide a Justo que averigüe lo que se piensa en el norte sobre las profecías del fin del mundo. Hasday propone que Justo se una a una embajada que partirá hacia León para negociar con el rey Radamiro, y así pueda obtener información sobre las profecías cristianas. El califa le ordena a Justo que vaya y promete recompensarlo generosamente por su servicio.

41

En este capítulo, la reina Goto continúa su viaje hacia Córdoba. Después de acampar cerca de la fortaleza de Metellín, continúan por caminos pedregosos rodeados de bosques de encinas. No encuentran ninguna ciudad importante en su ruta, solo aldeas y bastiones en las montañas. Finalmente, llegan a una tierra desnuda y plana desde donde pueden ver la grandiosa ciudad de Córdoba. Se encuentran con una caravana que lleva importantes legados del califa en dirección opuesta a ellos, que se dirigen a León. Después de un intercambio de saludos y obsequios, llegan a las puertas de Córdoba al atardecer. Son recibidos con un gran clamor y se alojan en diferentes lugares. La reina Goto es alojada en un viejo monasterio en el barrio mozárabe, junto a la iglesia de los Tres Santos. Al día siguiente, la reina Goto queda maravillada por la sorprendente Córdoba. Se siente atraída por los contrastes de la ciudad, desde la magnificencia de los edificios hasta la suciedad de los arrabales. También se sorprende por la diversidad de la ciudad, con mendigos y príncipes ostentosos compartiendo el mismo espacio. Sin embargo, lo que más la impresiona es la visita a los antiguos santuarios cristianos, donde encuentra una armonía de estilos y épocas. A pesar de la decadencia y la miseria, la reina Goto encuentra una esperanza en la convivencia pacífica y armoniosa entre diferentes culturas y religiones.

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En este capítulo, el narrador, un monje llamado Justo Hebencio, relata su viaje hacia la Gallaecia en respuesta a una solicitud del rey Radamiro. Junto con una comitiva de emisarios, se encuentran con otra delegación enviada por el rey cristiano. Durante el viaje, el narrador expresa su emoción y curiosidad por explorar el mundo más allá del monasterio. A medida que avanzan por el camino, el narrador describe los paisajes montañosos y la belleza de la naturaleza. Aunque la Gallaecia es considerada como una tierra hostil y enemiga, el narrador ha leído sobre la rica tradición cristiana que se encuentra allí. Su deseo de descubrir esta tierra y visitar el sepulcro del apóstol Santiago lo impulsa a superar sus miedos y disfrutar del viaje como una experiencia de peregrinación.

43

En este capítulo, la reina Goto llega a Córdoba y pasa su primera noche en un monasterio. A pesar de la emoción de estar cerca de las reliquias de Paio, no puede dormir y contempla la ciudad al amanecer. Escucha las llamadas de los almuédanos, que le resultan sorprendentes. Luego, la abadesa Columba la lleva a rezar en la iglesia y luego desayunan en el refectorio. Después, la abadesa le dice que irán a la iglesia de los Tres Santos, donde se encuentran las reliquias de Paio. En el camino, se encuentran con mendigos a los que Columba les da comida. Llegan a la basílica y encuentran a dos hombres durmiendo en el suelo, que son los guardianes del templo. Luego, entran a la iglesia y se arrodillan ante los sepulcros de los santos mártires. Goto pregunta dónde está Paio y Columba le señala un sepulcro de piedra. Goto se acerca al sepulcro y recuerda a Paio con nostalgia, llorando desconsoladamente.

44

En este capítulo, Justo Hebencio narra su llegada a Zamora. Después de pasar por la Tierra de Nadie, son recibidos por los súbditos del rey cristiano en unos llanos yermos. El conde Diego Álvarez, gobernante de la ciudad, los aloja en su palacio. Al día siguiente, se celebra una misa y se ofrece un banquete en el castillo. Durante la comida, se sirven lechones asados, lo cual ofende a los musulmanes y judíos presentes. El obispo explica que en el libro de los Hechos de los Apóstoles se menciona que todo lo creado por Dios es puro, incluyendo al cerdo. A pesar de esto, los musulmanes y judíos se retiran de la mesa. Hasday interviene y pide que se retire el cerdo para evitar incomodidades. Una mujer, descendiente del fundador de la ciudad, cuenta la historia de su abuelo, quien nunca probó cerdo a pesar de vivir en Zamora. Finalmente, los lechones son retirados y la cena continúa en un ambiente amigable. Justo Hebencio se queda para escuchar más conversaciones y luego prueba el lechón, encontrándolo delicioso.

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En este capítulo, la reina Goto se encuentra en el sepulcro de Paio y se siente invadida por la tristeza y la amargura. Llora delante de la abadesa Columba, quien la consuela y le dice que no se avergüence de llorar, ya que las lágrimas lavan los pecados y alivian el alma. Durante los primeros días en Córdoba, la reina se siente débil y revive recuerdos de su pasado. Recorre el monasterio y se siente atraída por los jardines y las ceremonias del rito antiguo. La reina se queja de su malestar físico y Columba le explica que es normal después de un largo viaje. La abadesa la lleva a los baños públicos, donde la reina se siente avergonzada al principio, pero luego disfruta del agua caliente y las friegas con aceite perfumado. Después del almuerzo, la reina se siente adormilada y olvida temporalmente su tristeza. Escucha el canto de los pájaros y los llamados de los almuédanos desde su habitación, y se asoma por la ventana para contemplar el bullicio de la ciudad bajo el sol.

46

En este capítulo, los protagonistas llegan a León y son recibidos por una gran cantidad de guerreros armados. Hasday comenta que esto es un intento de impresionarlos por parte del rey Radamiro, pero en realidad revela su orgullo y su inseguridad. A pesar de esto, el rey no sale a recibirlos y envía a un gobernador en su lugar. Después de un largo camino, llegan a la ciudad de León, que destaca por sus murallas y su ambiente sobrio. Los consejeros del rey los reciben amigablemente, pero con cierta distancia. Después de un tiempo, uno de los ministros anuncia que Radamiro los atenderá y los lleva a una casona cercana al palacio. Por la noche, Hasday se reúne con los obispos y todos expresan su descontento por el trato recibido. Hasday les pide que no se alteren y esperen al día siguiente. El obispo de Isvilia se queja de que no los han tratado como hermanos cristianos y Hasday le recuerda que su objetivo principal es rescatar los libros del Corán y liberar al gobernador de Zaragoza. El obispo de Elvira menciona la importancia de la paz y Hasday asegura que eso es lo más importante.

47

En este capítulo, la narradora cuenta su experiencia durante su primera semana en Córdoba. Permanece en el monasterio y visita la iglesia de los Tres Santos para orar. No ha vuelto a ver a los miembros de la embajada, pero Didaca le envía un mensaje para encontrarse en la misa del domingo. La narradora también describe un paseo por las calles de Córdoba con Columba, donde disfrutan de los mercados y la multitud. Luego visitan el hospital de Especiosa y Tranquila, donde Columba reparte alimentos a los enfermos. Continúan su recorrido por los huertos y llegan al monasterio de Tábanos, donde comparten el almuerzo con las monjas y escuchan historias de mártires. La narradora reflexiona sobre la cercanía entre su mundo y el de Córdoba. Al regresar, contempla la ciudad desde lo alto y admira su belleza al atardecer.

48

En este capítulo, los embajadores llegan a León y se encuentran con un clima frío y lluvioso. Se quejan de las condiciones de la casa en la que se les ha alojado y de la demora del conde Gundesindo Eriz en atenderlos. Finalmente, el conde llega acompañado del obispo Ero de Lugo y un caballero de la corte. Se produce un momento de tensión hasta que el obispo de Elvira rompe el hielo y se abrazan todos. Luego, el obispo de Pechina hace un largo discurso sobre la importancia de la Iglesia de al-Ándalus. El conde Gundesindo explica que el rey Radamiro desea que los embajadores sean felices durante su estancia y asigna al obispo Ero para mostrarles la ciudad. También presenta al caballero don Bermudo, quien se ofrece a sufragar los gastos de su estancia y muestra interés en conocer más sobre Córdoba y al-Ándalus. Finalmente, Hasday pide reunirse con el rey Radamiro lo antes posible para tratar asuntos importantes.

49

En este capítulo, la reina Goto recibe la visita de Didaca en el monasterio de Santa Leocricia. Didaca le informa de que ha surgido un problema en la embajada, ya que se han formado dos bandos enfrentados. Didaca defiende al ministro Musa aben Rakayis, asegurando que es un hombre inteligente y leal al rey. Goto decide intervenir y convencer al obispo de Palencia, quien parece ser el causante del conflicto, de que no se meta en asuntos que no le corresponden. Durante la misa, Goto observa que el obispo de Palencia desaparece y luego regresa acompañado del obispo de Córdoba. Después de la misa, Goto se acerca al obispo de Palencia y le pide hablar en privado. Durante la conversación, el obispo muestra entusiasmo por haber encontrado a Paio y planea llevar las reliquias a la cristiandad. Goto insiste en contar con la participación de Musa en la misión, pero el obispo desacredita al ministro y revela que está involucrado sentimentalmente con Didaca. A pesar de esto, Goto decide confiar en el plan del obispo y esperar a recibir noticias suyas. El obispo le pide que averigüe las circunstancias de la muerte de Paio para poder redactar un relato que acompañe el traslado de las reliquias.

50

En este capítulo, el obispo Ero lleva al grupo a visitar León después de que dejara de llover. Desde la torre más alta del castillo, pueden apreciar la belleza del campo y el cielo azul. El obispo explica que las murallas de la ciudad son las más altas y poderosas de las que quedan del Imperio Romano. Durante la ocupación de los ismaelitas, la ciudad quedó desierta durante un siglo hasta que fue reconquistada por el rey Alfonso I. León se convirtió en la principal urbe cristiana y la capital de Gallaecia. A través de las calles de la ciudad, el grupo observa iglesias y monasterios antiguos y recién construidos. Aunque León no se compara en tamaño y población con Córdoba, es evidente que está creciendo y floreciendo. Sin embargo, el grupo se da cuenta de que su misión en León es difícil y expuesta, ya que son considerados "mauros" por la gente del norte. A pesar de la cortesía de la gente de León, el rey Radamiro no muestra interés en recibir al grupo. Hasday ben Saprut decide enviar un mensaje a Córdoba para informar de la situación. Mientras tanto, el conde Gundesindo cumple con su deber de desayunar con el grupo, pero el rey no los recibe. El obispo Ero muestra al grupo las fortalezas de la ciudad y les habla de la historia de León. Él está convencido de que León es la Nueva Jerusalén y que Radamiro es un nuevo rey David. El obispo explica cómo la monarquía se ha trasladado desde Oviedo a León para restaurar el antiguo orden cristiano y extenderlo por toda España. Hasday ben Saprut presta mucha atención a estas explicaciones, que buscan impresionar al grupo y orientar sus conciencias hacia la idea de que la cristiandad del norte está decidida a avanzar.

51

En este capítulo, la narradora se siente preocupada por las dudas que le dejó la conversación con el obispo de Palencia sobre el ministro Musa y Didaca. Aunque se reconforta pensando que no es responsable de las acciones de ellos. Durante los días siguientes, no tiene noticias de los demás miembros de la embajada y decide esperar pacientemente a que la llamen para la recepción del califa. Mientras tanto, explora la ciudad de Córdoba con Columba, descubriendo la vida cristiana de los mozárabes en sus barrios, mercados, plazas, monasterios y ermitas. Aprecia la mezcla de culturas y costumbres en la ciudad, así como la belleza de los templos antiguos, iglesias cristianas, mezquitas y sinagogas. Sin embargo, también nota las ruinas y la decadencia en algunos lugares. En su peregrinaje, Columba la lleva a la iglesia de San Cipriano, donde viven las personas que podrían contarle lo que sucedió con el mártir Paio. Allí conocen al maestro Isacio y a su hermana Teódula. Isacio sabe quién es la narradora y por qué ha venido a Córdoba, ya que el obispo de Palencia le contó sobre su visita. Isacio decide contarle lo que sucedió con Paio, pero primero debe convencer a la persona que fue testigo del crimen para que revele la verdad. La narradora espera a que Isacio prepare el momento y el lugar para el encuentro.

52

En este capítulo, el narrador nos presenta a un caballero llamado Bermudo, quien se acerca a la embajada en León con la intención de hacerles más llevadera la espera antes de ser recibidos por el rey Radamiro. A diferencia del conde Gundesindo y el obispo Ero, Bermudo es alegre, ecuánime y comprensivo, y muestra un gran interés por conocer más sobre Córdoba y la vida en al-Ándalus. Durante una cena temprana, Bermudo les sirve un guiso llamado "salvajina" y les explica cómo se prepara. Durante la conversación, el caballero muestra curiosidad por la organización de las familias y las comunidades en Córdoba, así como por la elección de los obispos. Sin embargo, la conversación toma un giro incómodo cuando Bermudo menciona que en León se dice que el califa de Córdoba es un demonio y el Anticristo. A pesar de la risa inicial, el judío Hasday ben Saprut se muestra preocupado y pide que se olvide lo que se ha dicho. A pesar de esto, todos continúan riendo y bebiendo vino, olvidando momentáneamente las tensiones y frustraciones de la espera en León.

53

En este capítulo, la reina Goto narra sus recuerdos de la primavera en Tuy, donde vivía con su esposo el rey Sancho. A pesar de la tranquilidad de su vida en Gallaecia, lamenta la falta de descendencia. Sin embargo, encuentran consuelo en el matrimonio de Arias Menéndez y Aldara Eriz, quienes tienen siete hijos y viven en el palacio. La pareja real se encariña especialmente con el octavo hijo, Paio, y lo consideran como propio. A medida que Paio crece, se vuelve travieso y desobediente, por lo que su tío, el obispo Hermogio, decide enviarlo al monasterio para recibir educación. Aunque la reina Goto siente dolor por separarse de Paio, acepta la decisión. Sin embargo, la guerra estalla y muchos hombres, incluido Paio, son capturados por los mauros. A pesar de los intentos de rescate, Paio permanece en cautiverio en Córdoba. Finalmente, llega la noticia de que Paio ha muerto, lo que sume a la reina Goto y a todos en el palacio en una profunda tristeza. El obispo Hermogio decide abandonar su posición y convertirse en monje.

54

En este capítulo, los embajadores continúan esperando en el palacio del rey Radamiro sin recibir ninguna señal de que serán recibidos. Durante estas semanas de espera, el obispo Ero de Lugo deja de visitarlos y el conde Gundesindo solo aparece brevemente por las mañanas. La única novedad es la visita de don Bermudo, con quien tienen comidas y largas conversaciones. Aunque al principio Hasday desconfía de él, finalmente le pregunta directamente si es enviado por el rey Radamiro, a lo que Bermudo responde afirmativamente. Esto causa sorpresa y tensión entre los embajadores, pero Bermudo explica que el rey quería asegurarse de la sinceridad de sus intenciones. Después de aclarar malentendidos, Bermudo promete hablar con el rey para que los reciba. Finalmente, los embajadores deciden ir a Compostela para verificar la autenticidad de los libros, el estandarte y la armadura del califa.

55

En este capítulo, la reina Goto pasa días de incertidumbre y espera en Córdoba sin recibir noticias. Finalmente, un criado del obispo de Palencia la invita a reunirse con él en una fonda cercana al monasterio. Allí se encuentra con Didaca y el ministro Musa aben Rakayis, quienes le informan que deben partir de inmediato hacia Medina Azahara para reunirse con el califa. La recepción en el palacio del califa es impresionante, con un gran ejército y jardines llenos de flores. Durante la negociación, el ministro Musa presenta el libro del Corán capturado en la batalla del barranco, lo que causa alegría y agradecimiento en la corte. Sin embargo, el obispo de Palencia insiste en obtener las reliquias de san Paio, y finalmente se le permite llevárselas a su tierra para darles sepultura. Al final de la reunión, todos regresan a Córdoba contentos y agradecidos.

56

En este capítulo, Justo Hebencio continúa su búsqueda de profecías y augurios para satisfacer la curiosidad del califa Abderramán. Se dirige al obispo Ero de Lugo, un cronista destacado, para obtener información sobre el eclipse de sol que precedió a la batalla de Simancas. Ero se muestra encantado de compartir su conocimiento y comienza a hablar sobre eventos históricos pasados, como la aparición milagrosa del apóstol Santiago durante la batalla de Albaida. Luego, Justo le pregunta sobre las profecías relacionadas con la invasión musulmana y la caída del poder islámico en el norte de España. Ero menciona un antiguo escrito anónimo llamado "La crónica ovetense", que afirma que la caída de los musulmanes ha comenzado y que se cumplen los ciento setenta años de tribulaciones que infligieron a los godos. Ero interpreta las señales celestiales durante la batalla de Simancas como el inicio del fin del dominio musulmán y el comienzo de una nueva era.

57

En este capítulo, la reina Goto recibe la visita del maestro Isacio, quien le promete que le contará cómo fue el final de Paio. Impaciente por conocer la verdad, Goto pregunta si finalmente le contarán todo. Isacio confirma que lo harán y deciden ir a ver a una persona que puede revelarles la información. Se dirigen a un establecimiento donde se encuentran con Lindopelo, un teñidor de cabellos conocido en el barrio. Lindopelo se muestra reticente a contar lo que sabe, temiendo las consecuencias. Goto y los demás intentan convencerlo, pero él se niega. Ante su actitud, Goto rompe a llorar y Lindopelo finalmente accede a hablar. Revela que conoció a Paio, el niño que fue asesinado, y que el califa Al Nasir se enamoró de él. Sin embargo, cuando Paio rechazó sus avances, el califa lo mató delante de todos. Lindopelo describe la escena con horror y Goto se desmorona de dolor. Columba intenta consolarla y le cuenta cómo recuperaron el cuerpo de Paio y lo sepultaron como un mártir.

58

En este capítulo, han pasado cuatro semanas sin noticias del rey Radamiro. Mientras tanto, el caballero Bermudo sigue visitando al grupo y compartiendo comidas con ellos. El verano llega a León y la vida continúa pacíficamente. Bermudo informa que al día siguiente partirá en peregrinación a Santiago de Compostela junto con otros nobles. Sugiere que el grupo también vaya y se ofrece a acompañarlos. Todos aceptan la propuesta, excepto Hasday, quien duda de que el rey los reciba en Santiago si no lo ha hecho en León. Sin embargo, al enterarse de que allí se encuentran los libros del califa y las pertenencias tomadas como botín en la batalla, Hasday cambia de opinión y decide ir. Dos días después, parten hacia Santiago de Compostela en compañía del conde y el obispo Ero. Durante el viaje, disfrutan de la libertad de los campos y son recibidos amistosamente en las aldeas. Pasan por Astúrica y Lugo, donde se alojan en el palacio episcopal y tienen la oportunidad de investigar sobre las profecías. En Lugo, Hasday encuentra un manuscrito antiguo que habla de un rey llamado Constancio, lo cual le da una explicación para satisfacer al califa en su regreso a Córdoba.

59

En este capítulo, la reina Goto experimenta una intensa añoranza por su tierra natal, Gallaecia. Después de la triste muerte de Paio, Córdoba se vuelve ajena y hostil para ella. Sentada en una terraza del monasterio de Santa Leocricia, se siente abrumada por la opresión y la melancolía. Columba, una mujer anciana, se acerca a ella y la consuela, recordándole que Dios sabrá remediar todos los males a su debido tiempo. La reina Goto expresa su deseo de entender la felicidad y la ausencia de Dios en medio del sufrimiento. Columba le recuerda que la felicidad nos habla de otra vida, pero debemos vivir esta vida con todo lo que conlleva. La reina Goto menciona su deseo de llevarse las reliquias de Paio de regreso a Gallaecia, pero Columba le informa que el obispo de Córdoba lo ha prohibido debido a la veneración del santo en la ciudad. La reina Goto se queda estupefacta y desalentada por esta noticia.

60

En este capítulo, el narrador, Justo Hebencio, comienza su relato dirigido al obispo Asbag aben Nabil. Expresa su admiración por la sabiduría y conocimiento del obispo, y acepta su solicitud de escribir sobre su estancia en la Gallaecia. Describe su llegada a Santiago de Compostela como una experiencia inolvidable, con la visión de la majestuosa iglesia mayor y la emoción al entrar en la cripta donde se encuentra el sepulcro del Apóstol. Luego relata la historia de cómo se descubrió el lugar donde yacían los restos del apóstol y cómo se construyó la iglesia en ese sitio. Menciona la expectativa de la llegada del rey Radamiro a Compostela y describe la preparación de la plaza para recibirlo. Finalmente, presencia la llegada del rey, quien se mezcla entre los peregrinos y es coronado por el obispo de León, dejando al narrador y a Hasday ben Saprut sorprendidos al descubrir que habían estado conviviendo con el rey sin saberlo.

61

En este capítulo, la reina Goto narra un sueño recurrente que tuvo cuando era niña. En el sueño, se encontraba en un edificio en ruinas y tenía que subir y bajar escaleras para estar con sus seres queridos. A medida que crecía, el sueño se repetía con menos frecuencia y aparecían los seres queridos que iban muriendo. Durante su estancia en Córdoba, el sueño regresó y se vio subiendo y bajando por el edificio ruinoso. En su sueño, se encontró con sus padres, su tío Osorio, el conde santo, su suegro el rey Ordoño y su esposo, pero todos estaban ausentes y no le decían nada. También se encontró con el monje Hermogio, quien le reprochó por ir a buscar los huesos de su esposo. Después de despertar de este sueño, la reina Goto experimentó una sensación de paz y alivio. Sin embargo, fue interrumpida por un gran escándalo en la calle. Al salir, descubrió que las monjas y otras mujeres estaban gritando porque alguien había robado las reliquias de los mártires. La multitud acusó a la reina Goto de ser la culpable y la arrastraron hacia la iglesia. Allí, el obispo de Córdoba la interrogó y la acusó de robar las reliquias. La reina Goto lloró y suplicó su inocencia, pero la multitud estaba furiosa. Finalmente, el ministro Musa aben Rakayis llegó y se dio cuenta de que todo era culpa de don Julián de Palencia. El cadí decidió que se debía abrir la puerta de la iglesia y hablar con los embajadores. La reina Goto se ofreció a hablar con ellos y logró convencerlos de que salieran pacíficamente. Se acordó que al día siguiente se entregarían las reliquias y los embajadores regresarían a León.

62

En este capítulo, el narrador relata su encuentro con el rey Radamiro, quien se hace llamar "caballero Bermudo". El rey los recibe en el palacio del obispo Hermenegildo, vestido con los símbolos de su poder. A pesar de la parafernalia, el narrador lo ve como un simple muchacho disfrazado. Sin embargo, la sonrisa desenfadada del rey desaparece cuando uno de sus alféreces los ordena postrarse ante él. Después de proclamar los títulos del monarca, Radamiro se sienta en el trono y comienza la negociación.

Hasday ben Saprut, el líder de la embajada, se dirige a los ministros del rey y les expresa su respeto y deseo de paz. Luego, menciona que tanto en León como en Córdoba, la gente sigue a sus respectivos líderes. Hasday menciona la Tierra de Nadie, una zona desolada entre ambos reinos, y propone dejar de lado las diferencias y buscar un acuerdo. Radamiro acepta y Hasday le propone devolver los libros del Corán y liberar al emir de Zaragoza a cambio de un tratado de paz duradero.

Radamiro acepta la propuesta, pero exige que regrese su embajada y le informen sobre la actitud de Abderramán hacia él. Hasday acepta y esperan dos semanas en Compostela hasta que llegan los legados de Córdoba. Durante ese tiempo, las relaciones con Radamiro son amistosas y los tratan con honor. Finalmente, el narrador menciona que contemplaron el atardecer en Finisterrae y reflexiona sobre la importancia de buscar la paz.

Así, concluye la misión y la peregrinación del narrador, destacando la importancia de la paz entre los hombres. El capítulo termina con una reflexión sobre la fugacidad de la vida y la eternidad.

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En este capítulo, el grupo regresa al norte rápidamente, sin paradas ni dilaciones. Radamiro envía un correo para saber los términos del pacto ofrecido por el califa en Medina Azahara. Todos los embajadores están satisfechos, excepto la narradora, quien se preocupa por el romance entre Musa aben Rakayis y Didaca. A pesar de que ellos no se dan cuenta, el resto de los viajeros se burlan de ellos. La narradora decide intervenir y convence a Didaca de que no hay nada de malo en su relación. Didaca le confiesa que Musa quiere casarse, pero esperarán hasta llegar a León. Durante el viaje, el obispo de Palencia se burla de Musa y Didaca, lo que lleva a la narradora a hablar con Musa y convencerlo de hacer público su amor. Por la noche, Musa anuncia su intención de casarse con Didaca y todos celebran. Al día siguiente, la narradora habla con el conde Fruela Gutiérrez, quien está contento por el éxito de la embajada y por los halcones que adquirió en Córdoba. Continúan su viaje hacia León, pasando por hermosos paisajes. Antes de llegar a la ciudad, el obispo de Palencia le pide a la narradora que le dé un hueso de las reliquias de San Paio para llevarlo a Palencia. En una ermita, la narradora abre la arqueta de las reliquias y muestra que no hay nada dentro, entregando simbólicamente la "nada" a don Julián. Don Julián se enfurece y se va sin despedirse. La narradora reflexiona sobre su acción y recuerda una conversación con Gemondo en la que hablan sobre la humildad y la importancia de reconocer que todo viene de la tierra y a ella vuelve.

NOTA HISTÓRICA

En este capítulo, se habla sobre la provincia romana de Gallaecia, que fue establecida en el noroeste de Hispania después de la conquista romana. Se menciona que la resistencia de los pueblos galaicos, astures y cántabros retrasó su sometimiento a los romanos. Luego, se menciona que tras la conquista musulmana de la península ibérica en el 711, el territorio de Gallaecia se convirtió en un espacio fronterizo y fue escenario de la expansión del reino de Asturias en el siglo VIII. Se menciona que Sancho Ordóñez fue rey de Galicia y que renunció al trono en favor de su hermano Alfonso, quien se convirtió en Alfonso IV de León. Sancho gobernó de manera subordinada a Alfonso y mantuvo buenas relaciones con él. Sancho murió sin dejar descendencia y su viuda, la reina Goto, se convirtió en abadesa de un monasterio. Se menciona que el origen de Goto es confuso y se habla de una genealogía legendaria que la relaciona con personajes históricos. Luego, se habla sobre el monacato gallego en el siglo X y se mencionan varios monasterios importantes fundados por familias relevantes. Se menciona el monasterio de Rivas de Sil y el monasterio de San Pedro de Rocas. Se destaca la importancia espiritual y el encanto de estos lugares. A continuación, se habla sobre el reino de León y su expansión territorial. Se menciona que Ramiro II de León fue un rey temido por los musulmanes y se le apodó "el Diablo". Se destaca su figura histórica y su profunda religiosidad. Se menciona que Ramiro abdicó voluntariamente del trono y murió poco después. Luego, se habla sobre la batalla de Simancas, en la que el califa Abderramán III intentó castigar a los cristianos del reino de León por sus ataques. Se describe la formación del ejército califal y la marcha hacia Simancas. Se menciona que hubo un eclipse de sol antes de la batalla y se relatan los combates y la retirada estratégica del califa. Se destaca la importancia de la victoria para el reino de León y las consecuencias territoriales de la batalla. Finalmente, se habla sobre las embajadas enviadas entre León y Córdoba para negociar la paz. Se menciona la participación de obispos cristianos y se describe el proceso de negociación y ratificación del acuerdo de paz. Se menciona la liberación del gobernador de Zaragoza y la recuperación de los libros del Corán perdidos en la batalla. Se destaca que la paz fue efímera y que las hostilidades continuaron en la zona de Pamplona.

Siguiendo este capítulo, se destaca la figura del primer califa cordobés, Abderramán III, quien logró restablecer la autoridad en al-Ándalus y mantener a raya a los cristianos del norte de la Península. Aunque fue elogiado por su obra pacificadora y su prosperidad económica, también se le criticó por su pasión por el lujo y la crueldad con la que trataba a sus súbditos.

Además, se menciona la historia de San Pelayo, un niño gallego que fue llevado a Córdoba como rehén y que se negó a renegar de su fe cristiana, siendo martirizado por el califa.

Se describe la Córdoba del califato, una ciudad próspera y culta, con una gran cantidad de casas, mezquitas, baños públicos y bibliotecas. También se menciona la presencia de los mozárabes, cristianos que vivían en al-Ándalus y que conservaban su religión y costumbres.

Se habla de la importancia de Santiago de Compostela como lugar de peregrinación y de la profecía legendaria del fin del mundo y el emperador Constante. También se menciona la presencia de los judíos en al-Ándalus y su situación de tolerancia y persecución a lo largo de la historia.

Por último, se destaca la figura de Hasday ben Saprut, un judío que se convirtió en ministro del califa y desempeñó un papel importante en la diplomacia y el gobierno del califato. También se mencionan las peregrinaciones mozárabes al sepulcro de Santiago y la existencia del "camino mozárabe" hacia Compostela.

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