Las campanas de Santiago
1
En este capítulo, se narra la llegada de la noticia de que Almanzor y su ejército se acercan a Compostela, la ciudad del santo Apóstol. La crueldad de Almanzor es conocida en toda la Cristiandad hispana y su llegada inspira terror. El rey Bermudo II gobierna en ese momento y ha donado valiosos presentes a la basílica de Santiago. Los refugiados que llegan a la ciudad cuentan historias de devastación y brutalidad por parte de los musulmanes. La ciudad se prepara para evacuar y la guarnición militar se dispone a abandonarla. Tiago, el herrero, intenta convencer al viejo monje Martín de que se vaya con él y su esposa, pero el monje se niega a abandonar el monasterio. Golo, el jefe de la guardia, confirma la llegada inminente de los musulmanes y les insta a huir. Martín se niega a irse y Tiago se enfurece. Finalmente, Golo les informa de que el rey está lejos de la capital y que cualquier resistencia sería inútil. Tiago decide quedarse a pesar de que su esposa está embarazada.
2
En este capítulo, Mencía se despide de su hogar en Compostela, una ciudad que ha crecido y prosperado gracias a los peregrinos que visitan el santuario del Apóstol. Mencía está embarazada y confía en que su esposo, Tiago, y su habilidad como herrero les abrirán oportunidades en su exilio. Antes de partir, Mencía se despide de su vaca, Lucero, y recuerda el momento íntimo que compartió con Tiago en su alcoba. A pesar de dejar atrás su vida anterior, Mencía se siente optimista y confiada en que su futuro será mejor mientras estén juntos.
Después, Mencía decide ir al monasterio para ayudar a Tiago a convencer al padre Martín de que los acompañe en su huida. En el camino, se encuentra con la ciudad desierta y se encuentra con dos cadáveres colgados en horcas, recordándole la amenaza de los sarracenos. Mencía se siente enferma por el olor y corre hacia el monasterio para olvidar esa horrible visión.
Finalmente, Mencía se encuentra con Tiago y el padre Martín, quien accede a acompañarlos y bautizar al bebé que está esperando Mencía. Deciden seguir el antiguo camino de la costa hacia el norte, en busca de refugio y protección. Mientras caminan, el padre Martín reza fervientemente a Santiago, el santo patrón de Compostela, en busca de su protección y ayuda en esta hora trágica.
3
En este capítulo, se habla de los rumores que circulan sobre el caudillo moro, Almanzor. Nadie ha visto su rostro, pero se dice que tiene una lengua de serpiente y ojos de lobo. También se cuenta la historia de la disputa entre Almanzor y el padre de su esposa, en la que el viejo soldado lo llamó "jorobado maldito". Estos relatos son populares en Compostela y los comerciantes judíos los aprovechan para atraer a la gente y vender sus productos. El narrador continúa la historia, contando cómo Almanzor intentó reconciliarse con su suegro, pero en lugar de eso, saqueó su ciudad y se proclamó soberano. Aunque en Al-Ándalus se admira la astucia de Almanzor, entre los cristianos se le considera un demonio cruel. Mientras tanto, Almanzor avanza hacia Compostela y Martín sigue invocando la ayuda de Santiago. Llegan a la empalizada de la ciudad, donde hay mucha gente tratando de escapar. Tiago y Mencía deciden que él cruzará primero y ella lo esperará al otro lado. Tiago le da a Mencía una cruz para protección y ella se va, sintiendo miedo por su hijo. Tiago le pide que cuide bien de ellos y ella sigue su camino, sin mirar atrás.
4
En este capítulo, Tiago y Martín continúan su huida de los guerreros sarracenos que los persiguen. A medida que avanzan, el ruido del ejército enemigo se hace cada vez más fuerte. Tiago discute con el anciano sobre su decisión de acompañarlo en lugar de quedarse con su esposa embarazada. Martín le explica que su lugar está junto al Apóstol y que Tiago debe regresar con su familia. A pesar de la oscuridad, logran llegar a la basílica de Santiago, donde encuentran refugio temporal. Dentro de la iglesia, Tiago se debate entre cumplir con su deber y regresar con su esposa. Decidido a hacer ambas cosas, planea salir antes del amanecer. Mientras tanto, escuchan los gritos de terror y agonía de los cristianos que están siendo atacados por los sarracenos. Martín muestra a Tiago un pergamino que contiene la prueba de la donación perpetua que el rey Alfonso II hizo a los hermanos de San Pedro. Tiago se muestra indiferente ante el documento, ya que cree que todo será destruido por los sarracenos. Sin embargo, accede a ayudar a Martín a ocultarlo. A medida que pasa el tiempo, Tiago se preocupa cada vez más por la seguridad de su esposa y su hijo. Finalmente, deciden salir de la iglesia y enfrentarse a los sarracenos que los persiguen.
5
En este capítulo, Martín decide esconder el pergamino en la iglesia primitiva, un lugar sagrado al que él tiene una gran devoción. La iglesia fue construida por el Rey Casto sobre las reliquias del santo y era un edificio sencillo de una sola nave. Martín y Tiago discuten sobre cómo mover una losa para esconder el pergamino, pero finalmente deciden utilizar una pequeña capilla adosada a la pared oriental. Esta capilla es el lugar de descanso del obispo Teodomiro. Martín desliza el pergamino en el sarcófago y Tiago coloca la tapa de nuevo en su sitio. Tiago expresa su pesimismo sobre el futuro y el fin del mundo, pero Martín le recuerda que deben tener fe en Santiago. Luego, Tiago se queda dormido y es despertado por un aullido aterrador y un coro de voces masculinas que provienen de fuera de la iglesia. Martín y Tiago se asustan y se persignan, mientras discuten sobre la oración de los sarracenos. Finalmente, escuchan el primer golpe de ariete en la puerta.
6
En este capítulo, el edificio de la basílica retumba con cada embestida de Almanzor y su ejército. Martín, el herrero, se esconde en el fondo de la iglesia, pero decide no quedarse de brazos cruzados y enfrentarse a los invasores. Almanzor entra en la basílica a caballo, imponiendo su presencia y causando terror. Tiago, escondido en las sombras, lo observa y se da cuenta de que Almanzor no se parece en nada a Golo, sino que es un hombre refinado y poderoso. Almanzor se acerca a Martín, quien se niega a postrarse ante él y le advierte sobre la venganza del Apóstol. Almanzor ordena que se lleven a Martín y quemen la iglesia, pero que no toquen las reliquias. Luego, decide llevarse las campanas y las puertas de la iglesia como trofeos. Tiago, enfurecido, se enfrenta a los soldados y es capturado junto con otros prisioneros. En medio del saqueo de la ciudad, Tiago se pregunta qué destino le espera y jura no convertirse en esclavo. Mientras tanto, Martín permanece en la huerta rezando por su monasterio y por todos los afectados por la invasión.
7
En este capítulo, Mencía espera en un lugar seguro mientras Compostela arde. Habla con su hijo por nacer y le asegura que su padre vendrá a buscarlos. Mencía cruza una pasarela y se refugia en el bosque, alejada del camino para evitar peligros. Mientras espera, come y se duerme. A medida que el ejército invasor se acerca, Mencía se pone nerviosa y busca a su esposo, pero no lo encuentra. Ve el humo y descubre que su ciudad está en llamas. Desesperada, se arrodilla y reza para que su esposo esté a salvo. Decide seguir adelante y dirigirse hacia el noreste, en busca de la protección del Auseva, una montaña mítica donde los cristianos encuentran refugio. Mencía se adentra en el bosque y se encuentra con un sendero lleno de objetos abandonados por los que huyen. Se detiene a rezar por un difunto y continúa su camino. A medida que avanza, el paisaje se vuelve más desolado y Mencía se pregunta si encontrará el Auseva. A pesar de la incertidumbre y la soledad, Mencía se muestra valiente y decidida a cuidar de su hijo. Encuentra refugio en una humilde choza y se alimenta con lo que encuentra. A la mañana siguiente, Mencía evalúa su situación y decide seguir adelante hacia la costa, confiando en que su esposo regresará.
8
En este capítulo, Mencía continúa su viaje por el camino hacia el norte, pero las condiciones empeoran debido a la lluvia. El sendero se convierte en un barrizal y se vuelve difícil de transitar. Mencía se encuentra desorientada y temerosa, pero de repente es abordada por un hombre sucio y de aspecto amenazador llamado Aureliano. Él se ofrece a acompañarla, pero Mencía desconfía de sus intenciones. A pesar de ello, acepta su compañía por temor a estar sola. Durante el camino, Aureliano le ofrece comida y Mencía se da cuenta de que está hambrienta. Sin embargo, comienza a sentir miedo y sospecha de las intenciones de Aureliano. Finalmente, deciden pasar la noche juntos, pero Mencía teme por su seguridad. Sin embargo, para su sorpresa, Aureliano se queda dormido y Mencía aprovecha la oportunidad para escapar. Corre en busca de su esposo, pero se encuentra perdida en el bosque al amanecer. Mencía se siente desesperada y teme haber perdido a su esposo para siempre.
9
En este capítulo, el herrero Tiago continúa sufrimiento y tortura mientras es obligado a llevar las campanas hasta Córdoba. A pesar de su desesperación, Tiago encuentra un rayo de esperanza cuando se le permite cambiar de posición con su compañero Golo. Sin embargo, la esperanza se desvanece cuando Golo escapa sin él durante la noche. Tiago se siente traicionado y enfadado, pero también se alegra de que al menos uno de ellos haya logrado escapar. Mientras continúa su marcha, Tiago presencia el castigo brutal de Golo, quien es crucificado en el camino. A pesar de la agonía de su compañero, Tiago encuentra fuerzas para seguir luchando y decide vivir para volver junto a su esposa. Aunque la tentación de rendirse y dejar que el dolor termine es fuerte, Tiago elige seguir adelante y encontrar una oportunidad para escapar y regresar a su amada.
10
En este capítulo, Mencía es rescatada por un hombre llamado Benjamín en el bosque. A pesar de la desconfianza inicial de Mencía, Benjamín logra convencerla de que vaya con él a su cabaña para secarse y comer algo caliente. Durante el camino, Benjamín le cuenta sobre su vida como pastor y su familia. Mencía revela que está huyendo de Compostela y que está embarazada. Benjamín decide ayudarla y le ofrece quedarse en su cabaña por unos días. Mencía acepta y se siente agradecida por la hospitalidad de Benjamín y su hijo Pelayo. Durante su estancia, Benjamín enseña a Mencía habilidades de supervivencia y orientación. A pesar de las dudas y los reproches que Mencía tiene hacia su esposo Tiago, decide seguir adelante con su plan de ir al Auseva en busca de refugio. Después de despedirse de Benjamín y Pelayo, Mencía se prepara para continuar su viaje con provisiones y el caramillo de Pelayo como compañía.
11
En este capítulo, Mencía avista el mar al atardecer del octavo día con la ayuda del Apóstol y las enseñanzas recibidas. Queda sin palabras al contemplar la inmensidad azulada del océano. Mencía se pregunta cuál será el siguiente paso y dónde encontrará refugio. Siguiendo el consejo de Benjamín, evita el contacto con otros seres humanos y solo pide posada en una pequeña aldea donde solo quedan viejos, mujeres y niños. Mencía descubre que los hombres de la aldea se han ido a la guerra y que el Rey necesita soldados para atacar al caudillo moro. Mencía se siente cada vez más sola y abandonada, y su única compañía es la vida que crece en su vientre. Una noche comienza a llover y Mencía lucha contra el agotamiento y el viento helado para encontrar refugio. Después de dos días de caminar embarrada, Mencía llega a la desembocadura de un río y espera la barcaza que la llevará a la otra orilla. Allí se encuentra con dos monjas que la invitan a subir a su carreta y la llevan al monasterio de Santa María de Coaña. Mencía se sorprende por la sencillez y la pobreza del monasterio, pero encuentra consuelo en la compañía de las hermanas. La abadesa revela que la madre fundadora dejó un manuscrito profético sobre la destrucción de Compostela y la protección de Santiago. Mencía se siente inspirada por la historia de la madre fundadora y promete seguir sus pasos. Mencía espera el regreso de su esposo y da a luz a su hijo con la ayuda de las monjas.
12
En este capítulo, se narra cómo Tiago, el herrero, recuerda su amor por las campanas y su participación en la fabricación de las mismas cuando era niño. Sin embargo, ahora las campanas que tanto amaba solo sirven para aumentar la fama y el botín de Almanzor. Las campanas de Compostela habían sido fundidas con bronce de alta calidad para que su sonido se asemejara al del Hijo del Trueno. Tiago recuerda con nostalgia el proceso de fabricación de las campanas, desde la creación del molde hasta el vertido del bronce fundido. Años atrás, Tiago había recibido permiso para fabricar una réplica en miniatura de una de las campanas, lo cual había sido su posesión más preciada. Sin embargo, ahora, después de cargar con una de las campanas durante treinta días, Tiago siente odio hacia ellas y maldice la idea de glorificar a Santiago a través de esos objetos.
Después de asolar Compostela, Almanzor y su ejército devastan las tierras de Galicia y del Bierzo para obligar al rey Bermudo a someterse a su vasallaje. Durante esta campaña, destruyen gran parte de la labor de repoblación llevada a cabo en la región. Solo se salvan de la quema los dominios de los condes traidores. Los prisioneros cristianos son maltratados y llevados como esclavos. A medida que avanzan hacia el río Duero, el número de esclavos aumenta a más de cuatro mil.
En la columna de prisioneros, solo dos de los ocho porteadores que llevaban la plataforma con Tiago sobreviven. Los demás han sucumbido a la tortura o han sido reemplazados. Tiago se muestra intratable desde la fuga y crucifixión de Golo. Un día, un mercenario cristiano se acerca a Tiago y le revela que un grupo de leoneses se ha conjurado para atacar la retaguardia sarracena y robarles el botín. El mercenario le pide a Tiago que promueva un tumulto entre los prisioneros y que luchen a su lado. Tiago duda de la utilidad de los prisioneros como guerreros, pero acepta ayudar. Esa noche, Tiago sueña con asesinar a Abdalá, el jefe de la guardia, y despierta con una determinación irrenunciable de no vivir como esclavo.
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En este capítulo, la columna de soldados llega a la ciudad de Lamego, donde recibirán su recompensa antes de regresar a sus hogares. Tiago ha estado sondeando a algunos hombres para unirse a la rebelión, y la mayoría está dispuesta a luchar por su libertad. Tres de los porteadores están en secreto y esperan el momento adecuado para atacar a sus guardianes. Sin embargo, también hay algunos que tienen miedo y no quieren unirse a la rebelión.
En el campamento, las noticias sobre el banquete de Almanzor llegan a los cautivos. Las mujeres cautivas son tratadas como ganado y son compadecidas por algunos y envidiadas por otros. Se relata cómo Almanzor se muestra ostentoso y poderoso durante el banquete, y cómo los cautivos presencian su comportamiento. También se menciona que Almanzor guarda polvo en una caja de marfil, lo cual intriga a los cautivos.
Tiago, preocupado por la conversación que tuvo con el caballero leonés, se une a la conversación sobre el banquete. Se habla sobre el polvo que Almanzor guarda y se especula sobre su uso. También se menciona que Almanzor reparte valiosos regalos a los condes cristianos, lo que genera resentimiento entre los cautivos.
Después de varios días de marcha, la columna llega a un campamento donde se escuchan aullidos aterradores. Los cautivos se emocionan pensando que algo grave está ocurriendo en el bando de sus verdugos. Sin embargo, la espera se prolonga y finalmente no sucede nada. Tiago es llevado ante Abdalá, quien lo interroga sobre la conspiración. Tiago niega saber algo y Abdalá lo deja ir, pero Tiago teme que haya sido una trampa.
Los días pasan y los cautivos se enteran de que los conspiradores han sido descubiertos y ejecutados. Tiago ve la cabeza del caballero leonés ensartada en una lanza y se siente agradecido de que no haya hablado. La columna continúa su marcha hacia Córdoba, mientras los cautivos aceptan su destino y Almanzor se muestra invencible. La vega del Duero está en ruinas debido a la guerra contra los cristianos del norte. Finalmente, una plaga comienza a diezmar a los sarracenos.
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En este capítulo, se narra cómo la diarrea afecta a un gran número de guerreros, quienes al principio son objeto de burlas por parte de sus compañeros. Sin embargo, la situación empeora y la disentería comienza a matar a los infectados. Ante esta grave situación, el caudillo moro decide detener la marcha y los galenos advierten sobre la peligrosidad de la enfermedad. En las filas de los esclavos, la mortalidad es aún mayor, pero ellos la interpretan como una manifestación de la cólera divina.
Tiago, agotado y desesperanzado, descansa durante la pausa y recuerda a Mencía. Un día, Abdalá se acerca a él y, tras una provocación, lo golpea brutalmente con un látigo.
La columna reanuda la marcha, transportando a los enfermos más graves en carros y forzando a los convalecientes a seguir adelante. Sin embargo, al día siguiente, los cristianos atacan sorpresivamente. La batalla es feroz, pero los musulmanes logran rechazar el ataque y los cristianos se ven obligados a retirarse o sucumbir. Tiago contempla impotente cómo los arqueros sarracenos matan a los esclavos que intentan huir.
Varias semanas después, un caballero exhausto informa al rey Bermudo sobre el fracaso de la expedición al sur. A pesar del sacrificio de cientos de soldados, la información de los espías resultó ser falsa y no recibieron ayuda de los eslavos. La batalla fue una masacre y la situación es desesperanzadora.
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En este capítulo, Tiago se encuentra sentado en el barro, lamentándose por no haber cumplido su palabra. De repente, se distrae con el alboroto causado por un prisionero que es llevado por dos sarracenos gigantes. El prisionero, encadenado de pies y manos, se revuelve y maldice a sus captores, pero estos lo tratan con cierta delicadeza. Detrás de ellos camina un oficial agareno, ensangrentado por la reciente batalla. El oficial sentencia al prisionero a ser atado junto a una campana como castigo por su altivez. El prisionero se presenta como Rodrigo de Astorga, hermano de un magnate, y explica que fue capturado en la batalla. Tiago se sorprende de la valentía de Rodrigo al desafiar a los sarracenos. Los guardianes atan a Rodrigo junto a Tiago, quien se pregunta por qué condenan a alguien de tan alta alcurnia a compartir su carga. Rodrigo cuenta cómo ha luchado durante años contra los musulmanes y cómo su ciudad, Astorga, ha sido arrasada. Tiago se muestra escéptico ante las palabras de Rodrigo, pero este le revela que Compostela ha sido destruida por Almanzor. Rodrigo y Tiago entablan una conversación y comparten sus experiencias. Rodrigo menciona que Almanzor atacó Compostela para vengarse de una conspiración interna y que su dominio en Al-Ándalus es absoluto. También revela que el hijo de Almanzor, Abd Allah, se rebeló contra él y fue asesinado. Tiago y los demás prisioneros se estremecen ante la crueldad de Almanzor.
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En este capítulo, se relata cómo varios grupos de esclavos son enviados a cavar sepulturas para los sarracenos muertos en combate. Mientras tanto, los cristianos son despojados de sus pertenencias y llevados como prisioneros hacia Córdoba. Durante el viaje, algunos esclavos mueren de enfermedad y la peste se muestra indiferente a las súplicas religiosas.
El herrero Tiago se sorprende al ver la fortaleza de su nuevo compañero, el caballero de Astorga, quien se muestra decidido a cumplir su juramento. A medida que pasa el tiempo, Tiago y el caballero se vuelven amigos y comparten sus anhelos y temores. El caballero le enseña a Tiago sobre las intrigas políticas y militares en los reinos cristianos y en el califato de Al-Ándalus.
El caballero también narra la batalla de Simancas, en la que el rey Ramiro II derrotó a los ismaelitas. Explica cómo Abderramán III se autoproclamó califa y lanzó una campaña para conquistar el norte cristiano. Sin embargo, Ramiro II y otros nobles cristianos se unieron y lograron vencer al califa.
A medida que avanzan hacia Córdoba, Tiago se plantea escapar para regresar con su esposa Mencía. Sin embargo, el caballero le aconseja esperar a llegar a Córdoba, donde tendría más oportunidades de encontrar ayuda. El caballero también revela que está enfermo pero se niega a recibir tratamiento, ya que considera que su libertad no puede ser arrebatada.
Finalmente, el caballero es llevado a un carro habilitado como enfermería debido a su enfermedad. Tiago se despide de él y le anima a seguir luchando. La columna se detiene cerca de Córdoba, donde Almanzor planea hacer una entrada triunfal. La devastación de Compostela y la sumisión de los reinos cristianos a Al-Ándalus son celebradas con gran pompa y boato.
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En este capítulo, el cielo se tiñe de azul añil para acompañar al general Almanzor en su día de gloria. Almanzor es el verdadero gobernante del califato y el cerebro detrás del títere de sangre real que está recluido en una jaula de oro. En el campamento, se están preparando para el gran festejo, pero en el recinto de los cautivos no hay nada que celebrar. Un grupo de guardias llega al cercado y comienza a seleccionar prisioneros, separando a hombres, mujeres y niños. Las mujeres son apartadas de los hombres y los niños varones son arrastrados a un rincón, utilizando la violencia si es necesario. Los niños que no se someten son amenazados y uno de ellos es asesinado para demostrar el poder del terror. La mayoría de los niños serán enviados a centros de emasculación para convertirse en eunucos. Estos eunucos son muy valorados en los mercados de esclavos y tienen la oportunidad de ascender en la Administración del Estado. En Córdoba, los eunucos son bien vistos y son considerados una casta privilegiada. Mientras tanto, las niñas más bonitas son enviadas a serrallos para el disfrute de sus dueños o son instruidas en diferentes disciplinas para ser vendidas a precios exorbitantes. Córdoba depende de la constante llegada de esclavos para satisfacer sus necesidades. Tiago observa todo esto sin comprender completamente lo que está sucediendo. Los hombres son sacados del recinto y Tiago se preocupa por su hijo y por Mencía. Luego, los guardianes llegan y liberan a los porteadores de las campanas, ordenándoles que las limpien y se vistan con la ropa proporcionada. Finalmente, todo está listo para que comience el espectáculo.
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En este capítulo, Tiago y su grupo parten hacia la antigua calzada romana que conecta Córdoba con Viseu y Braga. Desde allí, Tiago ve por primera vez la grandiosa ciudad de Córdoba, situada junto a un ancho río. Queda impresionado por su magnificencia y no encuentra palabras para describirla. En el camino, ven suntuosas mansiones rodeadas de jardines llamadas "almunias" y pequeños grupos de personas aplaudiendo al hayib, aunque este no les presta atención. El hayib mantiene la mirada fija en el horizonte, donde se encuentra la Mezquita Mayor y su imponente torre, coronada por tres grandes bolas doradas. Almanzor sueña con ver a su hijo Abd al-Malik convertido en califa. Mientras tanto, el vecino de Tiago comenta que tal vez sea mejor ser siervos en Córdoba que ciudadanos libres en el Reino. El herrero le responde que en ningún lugar atan los perros con longanizas.
La procesión entra por la Puerta de Coria, recibiendo una cálida bienvenida. La comitiva está encabezada por una banda de músicos y seguida por la guardia personal del hayib. Almanzor cabalga solo, seguido de cerca por sus hijos. Tiago y sus compañeros llevan las campanas robadas de la basílica compostelana, luchando por mantener el equilibrio sobre el suelo resbaladizo cubierto de flores. Luego, se exhiben las puertas de roble de la basílica y otros tesoros saqueados de iglesias y monasterios. Los cautivos desfilan humillados, rezando en voz baja. Tiago se da cuenta de que la columna se ha reducido debido a la estrechez de las calles. Finalmente, llegan a una plaza enorme rodeada de soportales, donde se encuentra la Gran Mezquita. Almanzor entrega las campanas y las puertas al imán mayor, quien las recibe con frialdad. El imán le sugiere a Almanzor que acompañe a los musulmanes a sus lugares santos en Oriente, pero este tiene otros planes en mente.
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En este capítulo, Tiago es llevado al mercado de esclavos junto con otros cautivos. El administrador del hayib espera obtener una gran suma por él, ya que se rumorea que es el hombre que llevó una de las campanas desde Compostela hasta Córdoba. Tiago se encuentra en una jaula expuesta al público, soportando el frío y la humillación. Mientras urde planes de escape, es abordado por Abdalá, quien se alegra de haberlo encontrado y le habla sobre la grandeza de Córdoba. Tiago siente un profundo odio hacia Abdalá y se limita a mirarlo en silencio. Abdalá le propone a Tiago convertir las campanas en lámparas para la Gran Mezquita. Tiago acepta el desafío y comienza a trabajar en ello. Escoltado por dos soldados, Tiago camina por la orilla del Guadalquivir hasta llegar al alcázar, donde se encuentra con un conjunto de edificios similares a un monasterio. Allí, Tiago trabaja en la forja al aire libre para transformar las campanas en lámparas. A pesar del frío, Tiago se sumerge en su labor y logra crear cuatro lámparas de bronce. Finalmente, Tiago recibe una manta, comida y una visita de Abdalá, quien reconoce su talento y le asegura que vivirá y seguirá trabajando en la aljama. Tiago experimenta un sentimiento de orgullo y gratitud.
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En este capítulo, Tiago demuestra su habilidad como herrero al fabricar herramientas de precisión para los artesanos que trabajan en la mezquita. Además de crear utensilios a medida para los canteros, albañiles y carpinteros, su especialidad es el instrumental necesario para realizar las filigranas de escayola en el nuevo muro oriental del templo. Estos estucadores embellecen las paredes con hermosas combinaciones de formas geométricas en colores rojo y blanco, creando una sensación de movimiento cautivadora. Tiago también trabaja para Mahmud, un escayolista que le pide una espátula traslúcida y unas gubias para moldear granadas en la albanega.
Por otro lado, Tiago experimenta una nueva emoción: la culpa. Se arrepiente de haber accedido a satisfacer el capricho de Almanzor y se siente cómplice de la humillación que sufre. Esta culpa se convierte en una obsesión y Tiago llega a odiarse a sí mismo. A pesar de su frustración y penitencia, continúa cumpliendo desafíos imposibles y logrando éxitos amargos.
En la víspera de Navidad, Tiago se siente especialmente triste y solo. Aunque las condiciones de vida han mejorado, la festividad no tiene ningún significado en Córdoba. Sin embargo, Tiago encuentra consuelo al forjar en secreto una pequeña cruz, una réplica del crucifijo que su padre le hizo y que su esposa debería llevar consigo. Aunque correr el riesgo de ser descubierto podría costarle la vida, Tiago decide llevar la cruz cerca de su corazón, donde siente la presencia de Mencía.
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En este capítulo, se narra el nacimiento de Ramiro y su bautizo en el monasterio de Santa María. A diferencia de los otros niños que son acogidos temporalmente por las monjas, Ramiro es diferente ya que tiene padres conocidos. Mencía, la madre de Ramiro, defiende firmemente que su esposo Tiago está vivo y regresará a ellos. Algunas monjas aceptan esta historia, pero otras creen que Mencía es una doncella deshonrada. Las monjitas más jóvenes se convierten en la guardia pretoriana de la pareja y cuidan de Ramiro mientras Mencía trabaja duro para ganarse el sustento. Los días pasan entre el frío del invierno y el calor de la cocina, y Mencía espera ansiosamente el regreso de Tiago. Para Pascua de Resurrección, Ramiro ya come papillas de fruta y es un niño sano y alegre. Mencía se pregunta cómo habría reaccionado Tiago al ver a su hijo crecer. A medida que pasa el tiempo sin señales de Tiago, Mencía siente pena y rabia. Un peregrino franco llega al monasterio y Mencía suplica a la abadesa que le permita hablar con él para obtener noticias de Compostela. Sin embargo, la abadesa se niega y le informa que el sepulcro del Apóstol no fue destruido y que la ciudad está siendo reconstruida. Mencía se preocupa por la suerte de Tiago y de los monjes del cenobio de San Pedro. La abadesa le cuenta que el peregrino vio a un conde de Astorga llamado Froilaz, que había peregrinado para implorar misericordia para el alma de su hermano Rodrigo, capturado y asesinado por los ismaelitas. Mencía teme que Tiago haya sufrido el mismo destino. La abadesa le aconseja que rece y no pierda la fe. Mencía encuentra fuerza en su hijo y decide seguir adelante en busca de Tiago. La abadesa le informa que debe abandonar el monasterio en cuanto empiece la primavera. Mencía se despide de las monjas y emprende el viaje con Ramiro. A medida que avanzan, el camino se vuelve más difícil y agotador. Mencía se aferra a la esperanza de encontrar a Tiago en los montes. Luchan contra el hambre y el cansancio, pero Mencía se niega a renunciar a su hijo. Finalmente, llegan a una ermita donde pasan la noche. Al día siguiente, continúan su camino hasta llegar a una playa donde se quedan a dormir. Mencía se siente agotada y desesperada, pero sigue adelante por su hijo.
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En este capítulo, Tiago continúa trabajando en la forja mientras las obras de la Gran Mezquita de Córdoba retoman su ritmo con la llegada del buen tiempo. Ha forjado herraduras, puntas de flecha, espadas y otras herramientas necesarias para la campaña militar que se llevará a cabo en el norte cristiano en verano. Además, ha fortalecido su amistad con Mahmud, el estucador, quien lo ayuda y trata de convertirlo a la fe musulmana.
Mahmud, descendiente de una familia de artesanos convertida al islam, es un hombre bondadoso y respetuoso. A pesar de su cargo como amín, no tiene ambiciones políticas y se conforma con una vida tranquila. Sin embargo, su mayor pesar es no tener hijos varones a quienes transmitir su nombre y conocimientos. Por eso, ha tomado a Tiago bajo su protección y le revela por qué sus verdugos lo tratan mejor que a los demás cautivos.
Mahmud explica que la última parte de la aljama, la ampliación mandada construir por Almanzor, tiene menos decoración debido a la falta de artesanos hábiles. Él mismo se ha mantenido en el trabajo a pesar de su edad avanzada, mientras que Tiago ha engordado en los calabozos del alcázar. Mahmud elogia la habilidad de Tiago en la forja y le explica que su trabajo es admirado por la calidad de la materia prima y el horno en el que trabaja.
Tiago no comprende completamente la admiración que suscita su trabajo, pero guarda sus opiniones para sí mismo. Aunque Mahmud muestra cordialidad hacia él, Tiago sabe que sigue siendo un ismaelita en quien Mahmud no confía por completo. Tiago se mantiene cauteloso y guarda su secreto de la pureza del hierro y el carbón que utiliza en su forja.
El capítulo también describe la opulencia de Córdoba, con su constante flujo de comerciantes y mercancías de todo el mundo. Mahmud presume de la grandeza de la ciudad y su progreso, mientras que Tiago ve la riqueza como el resultado de saqueos y violencia. Ambos discuten sobre la resistencia cristiana y la superioridad militar de los musulmanes.
La conversación se vuelve tensa cuando Tiago menciona las violaciones y el sufrimiento causado por los musulmanes. Mahmud defiende su religión y su fe en Alá, mientras que Tiago se aferra a su fe cristiana y a la esperanza de resistir y luchar contra los musulmanes.
Después de la discusión, Tiago reflexiona sobre la posibilidad de convertirse al islam, pero rechaza la idea por el bien de su alma y su amor por Mencía y su hijo. A pesar de las tentaciones de Mahmud, Tiago se mantiene firme en su fe.
El capítulo termina con un incidente en el que un borracho es arrestado cerca de la herrería de Tiago. Esto lleva a una discusión sobre la prohibición del alcohol en el islam, y Tiago critica la hipocresía de aquellos que beben en secreto.
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En este capítulo, Tiago es despertado por un carcelero que le informa que el jefe de la guardia del hayib lo ha mandado a buscar. Intrigado, Tiago se pone en pie y es llevado al alcázar, donde dos hombres de la guardia lo esperan. Le informan que lo llevarán a la almunia Al-Amiriya, donde se encuentra la yeguada militar. Tiago se sorprende por esta orden y se pregunta por qué Abdalá lo quiere llevar allí. En el camino, Tiago observa el puente y el arrabal de Saqunda, un lugar que fue destruido hace cien años por una revuelta contra el emir. Llegan a las cuadras del hayib, donde Tiago es encadenado y se encuentra con una gran cantidad de yeguas. Después de beber agua, el oficial le revela que lo han llevado allí para herrar a una yegua que el hayib quiere llevarse en la próxima campaña. Tiago se muestra reacio, ya que hace mucho tiempo que no se dedica a la herrería, pero el oficial le advierte que si le hace daño a la yegua, será lo último que haga. A pesar de su disgusto, Tiago lleva a cabo la tarea con cuidado. Durante el proceso, Tiago reflexiona sobre su odio hacia Almanzor y su deseo de escapar. Después de terminar, Tiago es liberado y regresa a su celda. Allí, tiene una conversación con Mahmud, quien le revela la historia de Almanzor y su ascenso al poder. Mahmud también le cuenta sobre los hijos de Almanzor y la situación del califa Hixam. Tiago se muestra interesado en la historia y empieza a idear un plan para acabar con Almanzor. Mahmud se preocupa por las intenciones de Tiago y le advierte que no haga nada imprudente. Tiago, sin embargo, está decidido a llevar a cabo su plan. En otro momento, Tiago y Mahmud hablan sobre la biblioteca de Al-Hakam y la actitud de Almanzor hacia la ciencia y el conocimiento. Tiago le pregunta a Mahmud sobre el trabajo que Almanzor realiza en la mezquita y Mahmud le revela que Almanzor se disfraza de obrero y ayuda en los trabajos de construcción. Tiago se queda pensando en esta información y empieza a idear su plan. Más tarde, Abdalá visita a Tiago en su celda y le informa que partirá hacia Castilla en una nueva campaña. Abdalá menciona un proyecto en el que Tiago podría desempeñar un papel importante y le pide que lo considere. Tiago se niega a escuchar y se jura a sí mismo que no se dejará distraer de su plan. Termina el capítulo con Tiago recordando a su esposa y su hijo y prometiéndose a sí mismo que los protegerá de Almanzor.
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En este capítulo, Mencía se despierta sobresaltada después de una noche de pesadillas y se da cuenta de que Ramiro no está a su lado. Llama desesperadamente a su hijo y lo encuentra en la orilla del mar, cerca de un hombre de aspecto normando. Mencía se asusta al ver al hombre, ya que los normandos son conocidos por su crueldad y violencia. Sin embargo, el hombre resulta ser amable y salva a Ramiro de ahogarse en el mar. Mencía decide confiar en él y acepta su invitación de ir a su aldea en busca de refugio. Durante el viaje en barca, Mencía siente una atracción física hacia el hombre, pero también se siente culpable por ello. A pesar de sus dudas, Mencía decide dejarse llevar por la situación y confiar en el hombre. Al llegar a la aldea, tanto Mencía como el hombre saben que sus vidas han cambiado y que se han encontrado el uno al otro.
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En este capítulo, Tiago se encuentra en la forja trabajando en medio del intenso calor. Mahmud se acerca a él para pedirle que fabrique un punzón triangular con medidas precisas. Tiago se muestra reacio, ya que la relación entre ellos se ha enfriado desde la conversación sobre Almanzor. Tiago vive obsesionado con escapar para reunirse con Mencía o vengarse del hayib. La falta de noticias sobre su familia lo atormenta y descuida su trabajo. Observa los movimientos de los albañiles en la mezquita, buscando una oportunidad para acercarse. Mahmud se arrepiente de haber sembrado la idea de la venganza en Tiago y trata de convencerlo de que no la lleve a cabo. Tiago se muestra furioso y se aleja de Mahmud. Por la noche, pasa un alfaquí y le reprocha a Mahmud que se asocie con un cristiano. Tiago se enfada aún más y se niega a hablar con Mahmud. Al día siguiente, Mahmud presenta a Hadiya, una joven que trabaja en el hammam y que podría ser una posible esposa para Tiago. Tiago se muestra desconfiado y enfadado. Hadiya muestra interés en él y Mahmud intenta persuadir a Tiago para que se convierta al islam. Tiago se niega y se despide de Mahmud. Luego, Tiago recuerda a Mencía y su hijo y se debate entre la tristeza, la resignación y la ira. Siente la necesidad de escapar y cortar los lazos que lo atan a su esclavitud.
26
En este capítulo, Mencía llega a un pequeño pueblo marinero donde Audrius, un normando, vive. El lugar es humilde pero acogedor y no ha sido afectado por la guerra. Audrius le cuenta a Mencía que llegó a Asturias como parte de una expedición liderada por Gunnar. Mencía se adapta rápidamente a la vida en la comunidad y se convierte en parte de ella. Trabaja duro para ganarse el pan y se encarga de adecentar la casa en la que viven. A pesar de no haber iglesia ni sacerdote en el pueblo, Mencía se siente culpable por vivir con Audrius mientras su esposo Tiago puede estar vivo. Sin embargo, Audrius la consuela y le dice que si Tiago estuviera vivo, ya los habría encontrado. Mencía y Audrius se entregan a su pasión y forman una familia. Durante el invierno, la escasez de alimentos se hace presente, pero Mencía descubre que está embarazada nuevamente. A pesar de sus temores, Mencía ama a su segundo hijo tanto como a Ramiro. Sin embargo, Mencía nota en los ojos de Ramiro una mirada similar a la de Tiago, lo que la llena de temor y vergüenza.
27
En este capítulo, Almanzor regresa victorioso a Córdoba después de una campaña de ciento siete días. La ciudad celebra su triunfo y se jacta de haber derrotado a los cristianos, a pesar de que esta vez estaban unidos en una gran hueste. Los rumores sobre la batalla se extienden por la ciudad y la gente espera ansiosa presenciar el desfile triunfal. Tiago, cautivo en la ciudad, se entera de que la batalla decisiva tuvo lugar en Cervera del Río Alhama, lejos de su Galicia natal. Aunque está preocupado por su familia, se consuela pensando en su venganza contra Almanzor. Tiago es obligado a presenciar el desfile triunfal desde una posición privilegiada como castigo por su resistencia y su fe cristiana. Después del desfile, Tiago se entera de la muerte de Abdalá, el capitán que lo había protegido. Tiago se siente aliviado por la muerte de Abdalá, ya que esto significa que no tendrá que frenar su plan de venganza. Más tarde, Tiago reflexiona sobre el significado de la "guerra santa" y se da cuenta de que Almanzor es el diablo liberado del abismo, según el Apocalipsis. Tiago se convence de que su misión es matar a Almanzor y redimir su pecado. En la mazmorra, Tiago golpea a un joven cautivo por tomar su manta, pero luego se arrepiente y se da cuenta de que ha perdido la cruz que llevaba consigo. Tiago interpreta esto como una señal de que Jesucristo lo ha abandonado y decide que ha llegado el momento de actuar. Espera el momento adecuado para matar a Almanzor y cumplir su destino.
28
En este capítulo, Ramiro, a punto de cumplir tres años, se aburre mientras cuida a su hermano pequeño, Dolfos. Ramiro no siente cariño por su hermano y lo considera molesto. Mencía, su madre, no puede estar pendiente de los dos niños porque debe hilar lino para mantener activo el telar. Mencía disfruta de hilar y tejer, pero obtener lana es difícil en el pueblo, ya que no hay rebaños. La lana es considerada un producto de lujo y se intercambia por saín en la época de la esquila. Sin ropa cálida, medias gruesas o mantos resistentes al agua, nadie sobreviviría al invierno. Mencía le susurra a Ramiro para asegurarse de que está ahí y le pide que esté atento al bebé. Mencía se preocupa por la seguridad de los niños, ya que Ramiro es capaz de escaparse y hay muchos peligros fuera de casa. Audrius, el padre de los niños, se muestra más afectuoso con Dolfos que con Ramiro, lo que duele a Mencía. Mencía teme que la diferencia de trato entre los hermanos los lleve a enfrentarse en el futuro. La aldea donde viven ha empezado a ser conocida y muchas familias se han mudado allí. La convivencia entre los nuevos vecinos cristianos y los fundadores paganos genera tensiones. Un sacerdote llamado padre Aurelio llega al pueblo para llevar la palabra de Dios a los reacios. Se celebra una misa al aire libre y se empieza a construir una iglesia. Mencía no puede contribuir a la obra porque no tiene dinero. Unos ancianos del pueblo alertan sobre la llegada de un gran temporal. Los más previsores salvan sus barcas, pero muchos pierden todo. Audrius y otros hombres valientes rescatan a las personas atrapadas en las casas inundadas. A pesar de los destrozos, no hay víctimas mortales. Mencía reza para que Audrius regrese sano y salvo. Cuando Audrius regresa, Mencía se alegra y lo abraza. Audrius trae consigo a dos familias desahuciadas por el temporal. Mencía vacía la despensa para alimentar a todos. Uno de los ancianos empieza a contar una saga vikinga y menciona las hazañas de Ragnar Lodbrok y sus hijos. Mencía se estremece al escuchar esos nombres y recuerda su pasado en Compostela. La noche termina con todos descansando en la casa de Mencía. Mencía se abraza a Audrius, pero un pensamiento inquietante no la deja dormir.
29
En este capítulo, la aldea se dedica a las tareas de limpieza y reconstrucción después del desastre causado por el temporal. Aunque a veces surgen disputas, las mujeres se encargan de resolver pacíficamente los conflictos. Mencía se sorprende de esta costumbre, pero piensa que si las mujeres gobernaran, el mundo sería un lugar mejor. En León, el niño Alfonso es el rey, pero la regencia la ejerce su madre Elvira y el poder lo tiene Menendo, un hombre oscuro y poderoso. Mencía asiste a una misa en la que el padre Aurelio habla del Juicio Final y del castigo para los pecadores. Después del incidente con el asaltante, Mencía y Audrius pasan por una mala racha y ella decide que deben casarse para cumplir con Dios. Audrius accede a regañadientes. Mencía confiesa sus pecados al padre Aurelio y él le pregunta si está segura de que su marido, Tiago, está muerto.
30
En este capítulo, se narra cómo las obras de ampliación de la Gran Aljama de Córdoba están a punto de concluir, a pesar de las críticas de algunos puristas. Tiago, el herrero cautivo, espera impacientemente el momento de ejecutar su plan de venganza contra Almanzor. Un día lluvioso, Tiago se encuentra con Mahmud, el estucador, quien muestra preocupación por su estado de salud. Tiago le pide ayuda para matar a Almanzor, pero Mahmud se niega y le advierte sobre las consecuencias de su plan. A pesar de la negativa de Mahmud, Tiago sigue decidido a llevar a cabo su venganza.
Tiago se entera de que Almanzor visitará la mezquita y aprovecha la oportunidad para pedir permiso y acercarse a la explanada. Finalmente, Tiago ve a Almanzor disfrazado de obrero y se prepara para atacarlo con un cuchillo que ha fabricado en secreto. Sin embargo, un guardia eslavo lo detiene antes de que pueda llevar a cabo su plan. A pesar del fracaso de su intento, Tiago sigue decidido a cumplir su misión y jura no rendirse.
31
En este capítulo, Tiago despierta en una mazmorra diferente a la que solía ocupar en el alcázar. Se da cuenta de que le falta algo muy importante, su crucifijo, y se da cuenta de que está encadenado a la pared. Está en una posición similar a la del apóstol san Andrés en el martirio. Se da cuenta de que Dios le ha abandonado y que Almanzor es quien le ha condenado a vivir. Se siente humillado y torturado por la sed y la humedad de su calabozo. Llora amargamente por su vida desperdiciada y por las personas que ha perdido. Se prepara para el suplicio físico que está por venir. Tiago recuerda a un mercenario leonés que fue torturado por los sarracenos y se propone seguir sus pasos. A pesar de todo, Tiago encuentra consuelo en la idea de reunirse con su esposa en la muerte.
Después de tres días de interrogatorio brutal, Tiago es condenado a morir en la cruz. El verdugo le quita los grilletes y Tiago se derrumba en el suelo, sin fuerzas para moverse. Un soldado se apiada de él y le da agua y comida. Los guardianes observan a Tiago y se preguntan por su extraño comportamiento. Uno de ellos sabe que Tiago ha sido drogado por una mujer que le llevó comida. A pesar de las órdenes, el guardia decide dejar que Tiago encuentre alivio en sus últimos momentos.
Tiago, envuelto en una manta, deja de sufrir y siente una increíble lucidez. En su estado de duermevela, ve el futuro y encuentra consuelo en lo que ve.
32
En este capítulo, Mencía se despierta cada mañana agradecida por su vida feliz junto a su esposo Audrius y sus hijos. Sin embargo, su única pena es no poder concebir más hijos. Aunque disfruta de su vida sexual con Audrius, sabe que no está bien visto obtener placer durante el acto sexual a menos que sea para concebir. Mencía sospecha que otras mujeres también disfrutan del sexo, pero no lo admiten por temor al juicio de la Iglesia. A pesar de su felicidad con Audrius, Mencía todavía está enamorada de Tiago, su primer amor. Aunque ha rezado para olvidarlo, no ha podido hacerlo. Mencía se siente culpable por amar a Tiago y por engañar a Audrius.
Por otro lado, Ramiro, el hijo de Mencía, se siente desplazado y diferente en su familia. Aunque su padre lo trata como a su hijo, Ramiro siente que su hermano Dolfos es el favorito. Ramiro se siente ajeno al mar y sueña con ir a la ciudad de Compostela, donde nacieron sus padres biológicos. A pesar de su diferencia con Dolfos, Ramiro lo admira y lo ve como su alter ego.
Mencía y Ramiro tienen una discusión sobre la lucha y la guerra. Mencía odia la violencia y no quiere que sus hijos aprendan a luchar. Ramiro, sin embargo, quiere aprender a luchar y vengar a su padre, a quien nunca ha conocido. Mencía le explica que su padre murió en una batalla contra los sarracenos y que ella lo ha esperado durante mucho tiempo sin tener noticias de él.
En el mercado, Mencía y Ramiro se encuentran con un mendigo ciego y Ramiro pregunta si es el padre Martín. Mencía le explica que el padre Martín era un anciano ciego, mientras que el mendigo ha sido cegado como castigo. Ramiro decide ir en busca de su padre a la tierra de los sarracenos y vengarlo. Mencía intenta disuadirlo, pero sabe que su hijo cumplirá su amenaza.
Esa noche, Mencía tiene una pesadilla en la que Tiago le habla desde el más allá. Aunque no puede recordar lo que le dijo, sabe que fue una despedida. Mencía se da cuenta de que la fecha es el aniversario de su despedida con Tiago hace diez años.
33
En este capítulo, se narra la historia de Tiago, un cristiano mozárabe que está a punto de ser ejecutado por blasfemar contra el profeta Mahoma. En la comunidad mozárabe de Córdoba, la opresión y la discriminación hacia los cristianos son cada vez más evidentes. Muchos han renegado de su fe para evitar represalias, pero otros, como Tiago, se mantienen firmes en su religión a pesar de las dificultades.
El día de la ejecución, una multitud se reúne para presenciar el castigo. Los musulmanes insultan y arrojan objetos al condenado, mientras que los cristianos expresan su apoyo en silencio. Tiago, a pesar de su sufrimiento, siente una revelación y comienza a profetizar sobre el destino de Almanzor, el gobernante de Al-Ándalus. Sus palabras provocan la ira de los musulmanes y la esperanza de los cristianos. Finalmente, Tiago cierra los ojos y cruza el umbral de la muerte, acompañado por Mencía.
Epílogo
En este capítulo, se narra la boda de Urraca, la hija del conde, con un noble castellano. Mencía, una tejedora, ha sido encargada de hacer los encajes y cintas para el vestido de la novia. Mencía se siente orgullosa y emocionada por esta responsabilidad. Acompañada por Ramiro, un chico fuerte, lleva los materiales al castillo. Mientras tanto, en el castillo, la celebración de la boda ya ha comenzado. La señora y su hija están en una habitación privada, disfrutando de la intimidad y la comodidad. Mencía está trabajando en los adornos del vestido de la novia, mientras las damas comentan lo exquisito de su trabajo. En ese momento, el mayordomo interrumpe para anunciar la llegada de un clérigo llamado Atanasio, que trae noticias importantes desde Córdoba. Mencía se pone en guardia al escuchar el nombre de Almanzor, el caudillo que destruyó su vida. Atanasio cuenta la historia de la guerra civil en Al-Ándalus y las profecías de Tiago, el esposo de Mencía. Mencía se estremece al escuchar el nombre de Tiago y comparte su historia con todos. Mientras tanto, Ramiro escucha atentamente y se llena de rabia y sed de venganza. Después de la narración, Mencía le pide a la condesa que permita a Ramiro escuchar la historia por sí mismo. La condesa accede y todos se preparan para escuchar. Atanasio continúa su relato y revela que Tiago murió en la cruz con una sonrisa en los labios. Después de la narración, Ramiro decide partir en busca de venganza. Mencía le pide que no se deje consumir por el odio y que busque la felicidad. Audrius, el padrastro de Ramiro, le regala un caballo y le asegura que recibirá su parte del tesoro familiar en el momento adecuado. Mencía despide a Ramiro con tristeza y él parte con determinación y entusiasmo.
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