La visigoda

20 minutos

I. Arrancada del castro

En este capítulo, Alana narra cómo llegaron al castro ocho hombres armados a lomos de monturas asturconas. Traían consigo un carro tirado por mulas. La niebla les permitió acercarse hasta las puertas antes de que el vigía de la torre sur pudiera dar la voz de alarma. Los habitantes del castro los observaban con temor resignado, ya que su visita se repetía año tras año. Alana es enviada a casa para avisar a su madre de la llegada del recaudador del rey. Su padre, Ickila, es un veterano de las guerras de Alfonso el Cántabro y es temido por todos en la aldea. Alana describe su hogar, una construcción circular de piedra, y cómo se siente segura en él. El recaudador del rey, Vitulo, llega al castro y anuncia que ha venido a recaudar los tributos imputables a la comunidad. Vitulo propone llevarse una parte de los alimentos y bienes de la aldea como pago. Alana es presentada a Vitulo como una posible ofrenda para el emir de Corduba. Su madre, Huma, intenta convencer a Vitulo de que la deje quedarse, pero él insiste en llevársela. Alana se despide de sus padres y se une a la comitiva de Vitulo. Durante el viaje, Alana conoce a Eliace y Guntroda, dos chicas que también están siendo llevadas como ofrendas. Alana se siente tentada de lanzarse al vacío desde los acantilados, pero Eliace la convence de que siga luchando. Alana recuerda a su prometido, Índaro, y teme que no esté vivo. Eliace consuela a Alana y promete estar a su lado durante todo el viaje.

II. Viaje a la desolación

En este capítulo, Alana y sus compañeras llegan a la ciudad de Passicim, la capital del Reino asturiano. Quedan impresionadas por su tamaño y la falta de murallas y fortificaciones para protegerla. Son recibidas por una mujer anciana en un monasterio, donde se les proporciona un baño y una cena. Por la noche, Alana es visitada por la reina Adosinda, quien revela que conoce a su prometido, Índaro. Alana se emociona al saber que Índaro está vivo y promete ayudarla. Al día siguiente, Alana y sus compañeras son escoltadas por un grupo de soldados hacia Corduba. Durante el viaje, Guntroda muere en un accidente y Alana continúa narrando la historia de la conquista de los godos por parte de los musulmanes. Finalmente, llegan a Corduba, donde son recibidas por una mujer judía que muestra hostilidad hacia ellas debido a los agravios sufridos por los judíos a manos de los cristianos. Al día siguiente, son escoltadas por una guardia sarracena hacia su destino final.

III. Esclava en Corduba

En este capítulo, Alana y Eliace llegan a la capital de Al-Andalus, Corduba, y son recibidas por un guía que las lleva a los baños para purificarse antes de ser entregadas al emir. Durante el camino, Alana expresa su miedo y Eliace intenta animarla con bromas. Una vez en los baños, conocen a Ilduara, una cristiana cautiva que les explica cómo es la vida en el harén del emir. Ilduara les cuenta que las mujeres del harén son tratadas con lujos y que pueden tener una vida cómoda si logran ganarse el favor del emir. También les advierte sobre la importancia de comportarse adecuadamente y no manchar la reputación del emir. Alana se muestra preocupada por la idea de ser esclava en el harén y pregunta si hay alguna forma de escapar. Ilduara le explica que escapar del harén real no es algo deseable, ya que allí las mujeres tienen todo lo que desean y son tratadas con gran consideración. Además, les cuenta que si alguna de ellas logra tener un hijo del emir, podría convertirse en madre del heredero. Alana y Eliace son llevadas a los baños para ser lavadas y preparadas antes de ser presentadas al emir. Alana se siente triste por la separación de Eliace y llora desconsoladamente. Luego es llevada a una habitación donde una partera la examina para comprobar si es virgen. Alana se despierta confundida y triste, pero es consolada por Holal, otra cautiva cristiana que lleva mucho tiempo en el harén. Holal le cuenta su historia y le dice que el emir es un hombre sabio y justo. Le propone que se conviertan en amigas y aliadas para ayudar al emir y a su hijo Hixam a alcanzar sus objetivos. Alana se muestra escéptica, pero Holal le asegura que ambas se beneficiarán de esta alianza.

IV. Los placeres del harén

En este capítulo, Alana describe su descontento y su sensación de encierro en el harén. Las paredes del serrallo le parecen los barrotes de una cárcel y se siente sola a pesar de estar rodeada de gente. Además, se siente incómoda con los actos de sensualidad y lujuria que presencia en el harén, ya que los considera pecaminosos pero tentadores. A pesar de esto, Alana desconoce el significado y las insinuaciones que recibe por parte de las mujeres del harén.

Alana también menciona a Holal, una mujer hispana que se convirtió en esclava y que se ha convertido en su amiga en el harén. Holal es más cercana a Alana debido a su origen hispano y su antigua condición de cautiva. Alana ve en la amistad de Holal lo máximo a lo que puede aspirar mientras busca una forma de escapar del harén.

Alana también describe la vida en el harén, donde las mujeres tienen aposentos privados pero pasan la mayoría del tiempo juntas en espacios comunes como el patio, los salones y los baños. También menciona la estricta vigilancia que impide cualquier salida a la calle y la presencia de los eunucos, hombres castrados que tienen un gran poder dentro del harén.

Además, Alana habla sobre la comida en el harén, que es abundante y variada en comparación con la pobre rutina de su aldea. También menciona la presencia de esclavas cantoras, que son muy apreciadas en los banquetes y que son consideradas dignas de respeto por las personalidades que visitan el palacio.

Finalmente, Alana narra su visita al zoco de Corduba, acompañada por una guardia. A pesar de su emoción por salir del alcázar, Sa'id le advierte que las mujeres deben salir lo menos posible y siempre acompañadas. Alana también pregunta por Eliace, su amiga, pero Sa'id le explica que es poco probable que la vea ya que las mujeres salen poco de casa y van veladas.

Siguiendo este capítulo, la protagonista se encuentra en el harén del emir y queda impresionada por la riqueza y variedad de objetos que encuentra en el mercado de Corduba. Descubre la existencia de monedas y libros, algo desconocido en su aldea. Sa'id le explica que los instrumentos musicales son de Isbiliya y que los libros forman parte de la cultura de la ciudad. La protagonista se siente atraída por los objetos de lujo y decide comprar un aceite perfumado como regalo para su madre. Sa'id le habla de la mezquita que el emir ha mandado construir y de la tolerancia religiosa en Al-Ándalus. La protagonista se interesa por aprender más sobre la religión musulmana y Sa'id le explica los cinco pilares del islam. También le habla de la yihad y de los planes de conquista de Hixam, el hijo del emir. La protagonista se da cuenta de que debe escapar y decide buscar la ayuda de Abulmajxí, un poeta que odia a Hixam. Le pide a Sa'id que la ayude a encontrarse con el poeta en una fiesta privada. Sa'id accede a regañadientes y la protagonista espera ansiosa el momento de la reunión. Finalmente, Sa'id la distrae y ella se arroja a los pies de Abulmajxí para pedirle ayuda. Sin embargo, el poeta le dice que no puede ayudarla y le advierte sobre las consecuencias de intentar escapar. Desanimada, la protagonista regresa a su habitación y repasa sus pertenencias. Recuerda a su madre y se pregunta cómo estará en el castro. Luego, una peinadora llega a su habitación y le dice que tiene un peinado especial para ella, dedicado por Índaro.

V. La fuga

En este capítulo, Adosinda cumple su promesa de no olvidarse de Índaro y envía a un mensajero a Vasconia para encontrar a su sobrino Alfonso, quien espera su oportunidad para recuperar el trono. Alfonso y Índaro se conocieron en la corte cuando eran niños y se convirtieron en amigos inseparables. Adosinda adoptó a Alfonso para continuar la estirpe de Pelayo y lo educó como si fuera su propio hijo. Alfonso es el heredero legítimo del trono, pero Mauregato lo usurpó con una conspiración. Índaro se disfraza de fraile y busca a Alana en el harén, pero no la encuentra. Alana escapa del alcázar a través de un túnel secreto y se encuentra con Índaro en un campo de olivos. Juntos se refugian en un monasterio y Índaro le cuenta a Alana sobre la conspiración de Mauregato y su escape. Alana reconoce a Vitulo, el hombre que la capturó, y promete encontrarlo.

VI. Una extraña boda

En este capítulo, la protagonista narra en un manuscrito su relación con Vitulo, un villano del que no revela detalles a su prometido. A pesar de ello, ella se siente avergonzada por esta relación y espera que sus hijos la perdonen algún día. La protagonista se encuentra en una pequeña capilla cerca de un monasterio, donde ha dejado su manuscrito. En ese momento, un fraile entra en la habitación interrumpiendo su conversación con Índaro. El fraile, llamado Pedro, comenta que la protagonista es la chica que Índaro ha venido a buscar y le advierte sobre el peligro que corren si son descubiertos. Pedro les aconseja que se vayan lo antes posible y les indica el mejor camino para salir de la ciudad sin ser vistos. Después de recibir la bendición de Pedro, la protagonista y Índaro se preparan para su viaje. Recogen provisiones de la despensa del monasterio y se ponen en marcha durante la noche, evitando los caminos principales. Durante el viaje, la protagonista y Índaro conversan sobre sus familias y la situación en la que se encuentran. A pesar de no haber tenido una boda formal, deciden considerarse marido y mujer. Al amanecer, buscan refugio en una colina y ven a cuatro hombres de la guardia real acercándose hacia ellos a caballo. La protagonista teme que su aventura haya terminado antes de empezar.

VII. Esplendor visigodo

En este capítulo, Alana y Índaro se encuentran rodeados por los enemigos en un montículo. Índaro, calmado y calculador, le indica a Alana que finja rezar mientras él se prepara para defenderse. Los enemigos les ordenan bajar, pero Índaro ataca rápidamente a dos de ellos, mientras Alana derriba a otro. Alana se sorprende de lo fácil que fue matar a un ser humano y no siente remordimiento. Después de ocultar los cadáveres, se disfrazan con las ropas de los enemigos y montan a caballo hacia Toletum. Durante el viaje, se encuentran exhaustos y descansan en una sierra. Al día siguiente, continúan su viaje y llegan a un lago de montaña donde pasan su noche de bodas. Alana se siente decepcionada por la experiencia y Índaro le regala un anillo de su madre. Siguen su viaje y llegan a Toletum, donde buscan al metropolitano Elipando. Son capturados por una patrulla, pero Alana seduce a uno de los soldados y lo mata, liberándose y liberando a Índaro. Luego, matan al resto de los soldados y se disfrazan nuevamente como monjes para buscar a Elipando. Finalmente, son recibidos por Elipando, quien muestra su descontento por la herejía de otros monjes y ofrece su ayuda a Alana y Índaro para regresar a Asturias. Alana revela los planes de Hixam de atacar el reino cristiano.

Siguiendo este capítulo, Alana y Índaro se encuentran en el palacio del metropolitano Elipando en Toledo. Allí, discuten sobre la situación política y religiosa de la época. Elipando explica que la paz con los musulmanes está llegando a su fin y que los ejércitos de Alá se están preparando para una nueva ofensiva. Además, menciona a dos hombres, Migecio y Beato, que representan una amenaza para la Iglesia debido a sus ideas heréticas. Elipando explica en detalle las herejías de Migecio y Beato y muestra su indignación hacia ellos. Luego, Elipando dicta una carta a Índaro y Alana, en la que expresa su descontento con los rebeldes de Libana y les pide que les entreguen un mensaje. Después de la reunión, Alana se encuentra con el monje Félix, quien le enseña a leer y le habla sobre la importancia de los libros y el conocimiento. Alana se siente inspirada por las palabras de Félix y se da cuenta de la importancia de aprender. Al final del capítulo, Alana reflexiona sobre la influencia de Félix en su vida y cómo el conocimiento que adquirió de él ha sido valioso en sus aventuras.

VIII. Entre bestias salvajes

En este capítulo, los protagonistas deciden partir de la casa de Elipando a pesar del frío invierno. El metropolitano les proporciona caballos, ropa de abrigo y víveres para el viaje. Un joven clérigo les sirve de guía por las calles de Toledo y les muestra los lugares de interés de la ciudad. Después de despedirse de Elipando, continúan su viaje hacia Asturias. Durante el camino, Índaro y Alana conversan sobre la religión y la naturaleza de Jesús. Llegan a la cordillera asturiana y se encuentran con un grupo de esclavos fugitivos que intentan asaltarlos, pero logran escapar. Siguen su camino atravesando montañas y valles desiertos, enfrentando el frío y la nieve. Durante el viaje, Alana descubre la pasión de Índaro por la caza y las armas. Llegan finalmente a Passicim, donde se encuentran con la reina Adosinda. Ella les informa sobre la muerte de Mauregato y la elección de un nuevo rey, Bermudo. También les advierte sobre la presencia de Vitulo, un hombre peligroso que controla la ciudad. Alana le entrega a la reina los documentos de Elipando y se enteran de la disputa entre Elipando y Beato sobre la naturaleza de Jesús. Adosinda les pide que se dirijan a Alaba para reunirse con el príncipe Alfonso y transmitirle su apoyo. Antes de partir, Alana es capturada por Vitulo y encarcelada. Sin embargo, un soldado que ella había ayudado en el pasado la rescata y la lleva de regreso a Índaro. Juntos, continúan su viaje hacia Libana, enfrentando peligros como lobos salvajes en el camino. Alana cuida de las heridas de Índaro y lo salva de la muerte con su calor corporal.

IX. El genial tartamudo

En este capítulo, Alana se enfrenta a la difícil tarea de curar la herida de Índaro, que ha empeorado y necesita ser tratada urgentemente. Con valentía, Alana coloca el hueso en su lugar y cauteriza la herida con fuego. A pesar del dolor, Índaro soporta el tratamiento sin quejarse. Desafortunadamente, Alana no tiene acceso a hierbas medicinales ni vino para aliviar el dolor de Índaro. Sin embargo, logra limpiar la herida y vendarla con tiras de lino.

Después de sanar la herida, Alana y Índaro continúan su viaje hacia San Martín de Libana. En el camino, se encuentran con Bulgano y su hijo Noreno, quienes los invitan a su casa. Bulgano les ofrece refugio y comida, y Alana cuida de Índaro mientras se recupera. Durante su estancia, Alana aprende a leer con la ayuda de Bulgano, quien también le cuenta sobre la prohibición de los sacerdotes casados y su vida en el bosque.

Después de unos días, Alana y Índaro continúan su viaje hacia el monasterio de San Martín. Allí conocen a Beato, un presbítero erudito y santo, y a Heterio, un joven compañero de Beato. Alana escucha a Heterio leer partes de un escrito de refutación que están preparando en respuesta a las descalificaciones de Elipando. Aunque no entiende completamente la disputa teológica, Alana se siente impresionada por la sabiduría y el talento de Beato.

Mientras tanto, Alana descubre que está embarazada y se lo cuenta a Índaro. Aunque Índaro está emocionado y seguro de que será un niño, Alana tiene algunas preocupaciones. Sin embargo, decide disfrutar de su embarazo y confiar en que todo saldrá bien.

Alana y Índaro continúan su viaje hacia Alaba, enfrentando dificultades en el camino. A pesar de las dificultades, Alana demuestra su fuerza y determinación para llegar a su destino.

X. Huésped de los vascones

En este capítulo, Alana y Índaro se encuentran en un bosque cuando un incendio se desata repentinamente. Alana intenta regresar al lugar donde dejaron los caballos, pero las llamas la empujan en dirección contraria. Corre desesperadamente, llamando a Índaro, pero no puede encontrarlo. Finalmente, la lluvia apaga el fuego y Alana se encuentra sola en el bosque, desorientada y con miedo. Después de dos días y noches perdida, llega a un claro donde hay una columna de piedra negra iluminada por el sol naciente. Alana se siente reconfortada y se queda dormida junto a la roca. Al día siguiente, Índaro la encuentra y la despierta. Alana le dice que sabía que él vendría porque su madre se lo había anunciado. Después de descansar, Alana y Índaro continúan su viaje hacia Orduña. Llegan al clan de Munia, donde son recibidos por los habitantes y Munia, la madre del príncipe Alfonso. Alana y Munia comparten historias sobre sus vidas y Alana aprende sobre la historia de la región. Alfonso es descrito como un hombre fuerte y piadoso, pero también se rumorea que tiene una atracción por los hombres. Alana y Índaro se instalan en el clan de Munia y Alana se siente en casa en ese lugar tranquilo.

Siguiendo este capítulo, se narra la ceremonia en la que Índaro pronuncia su juramento como fideles, un nivel superior a su condición de espatario. El acto se lleva a cabo al amanecer, en presencia de todos los hombres y mujeres libres, cerca de un roble centenario. Índaro se ha preparado durante toda la noche, rezando, purificándose y ayunando. Al llegar el momento, se arrodilla frente al príncipe Alfonso y pronuncia su juramento de lealtad y protección. Alfonso le cubre con una capa púrpura y le entrega armas similares a las suyas. Después de la ceremonia, se celebra un gran festejo con cánticos, bailes, peleas y comida. Índaro regresa ebrio a su lecho, mientras la protagonista observa la escena con orgullo. Al día siguiente, la protagonista presencia una discusión acalorada entre Alfonso y su tío Enekon, sobre la responsabilidad de los ataques sarracenos. Munia explica que Alfonso quiere unir a todos para luchar contra los invasores, mientras que Enekon considera que los monarcas de Asturias son cobardes. La protagonista se pone de parto y sufre un dolor intenso. Después de un largo y difícil proceso, da a luz a un niño muerto. La protagonista se siente culpable y Índaro se aleja de ella. Dos años después, estalla la guerra entre los musulmanes y los cristianos. Alfonso y Índaro se unen a la lucha, pero son derrotados. La protagonista y Munia rezan por su regreso. Luego, llega un mensajero con la noticia de que el rey Bermudo ha sido derrotado y Alfonso es llamado a tomar el trono de Asturias. Alfonso acepta y se prepara para partir. La protagonista pregunta sobre la situación en Coaña, pero el mensajero no tiene información. Finalmente, la protagonista y Índaro se unen al viaje hacia Asturias.

XI. El martirio de Coaña

En este capítulo, la protagonista emprende un viaje hacia su antiguo hogar, Coaña, con la esperanza de encontrar a sus seres queridos. Durante el viaje, reflexiona sobre sus sentimientos encontrados de ilusión por el futuro y angustia por la incertidumbre de la situación de sus seres queridos. A medida que se acerca a Coaña, observa los efectos devastadores del ataque musulmán y se llena de interrogantes sobre la seguridad de su familia.

La comitiva avanza rápidamente hacia su destino, con Alfonso a la cabeza y Índaro dedicado a la causa del rey. La protagonista va acompañada de Ximena, una niña huérfana a la que ha acogido como su hija. A su llegada a Coaña, encuentran el pueblo destruido y desolado. La protagonista busca desesperadamente a sus padres, pero solo encuentra una pila de restos humanos en avanzado estado de descomposición. Llena de dolor y rabia, jura vengar su muerte.

De regreso a Ovetao, la protagonista y Índaro se dedican a preparar el reino para la inminente embestida musulmana. Reclutan hombres para el ejército, fabrican armas y fortifican las defensas. A pesar de las dificultades, la población muestra una gran determinación y apego a su tierra. La protagonista da a luz a una niña llamada Froia, que trae alegría a su vida. Sin embargo, también siente miedo por su seguridad.

En medio de los preparativos, un desconocido llamado Adulfo advierte a Índaro sobre una conspiración liderada por Vitulo y otros señores poderosos. Índaro intenta descubrir la identidad de los conspiradores, pero sus esfuerzos son en vano. La falta de pruebas y la política de reconciliación de Alfonso dificultan la investigación. A pesar de la tortura y los interrogatorios, no se obtienen resultados. El capítulo termina con la protagonista y Índaro sin tiempo para seguir investigando y enfrentándose a la inminente embestida musulmana.

XII . La venganza de Lutos

En este capítulo, se informa que dos ejércitos sarracenos, liderados por los generales Abd al-Karim y Abd al-Malik ibn Mugait, se dirigen hacia Asturias. El segundo ejército, encabezado por Abd al-Malik, es el que se dirige directamente hacia la capital. Se menciona que Abd al-Malik es un militar culto y querido por Hixam, aunque las víctimas de sus campañas tienen una opinión negativa de él. La protagonista siente una desazón especial al escuchar su nombre, aunque no puede recordar por qué.

Se relata cómo Abd al-Malik y su ejército avanzan hacia Asturias a través de la Vía de la Plata, siguiendo una ruta segura y elevada. Ante la superioridad numérica del enemigo, el rey ordena la evacuación de mujeres, niños y ancianos hacia refugios en cuevas, bosques y montañas. Aunque se logra salvar a la mayoría de las personas, los animales y las despensas deben ser abandonados y son saqueados por el ejército sarraceno.

Desde las alturas, los vigías observan los movimientos del ejército enemigo y los informan al rey. Mientras tanto, la protagonista y otras mujeres se encargan de suministrar agua, comida y cuidados médicos a los combatientes cristianos. También ayudan a los moribundos a encontrar paz y consuelo espiritual.

Se menciona que el esposo de la protagonista, Índaro, tiene un joven escudero llamado Assur. Assur se ofrece a guiar al ejército sarraceno a través de un camino más corto a cambio de una bolsa de monedas. Aprovechando esta oportunidad, Assur lleva a las tropas enemigas a una trampa en una hondonada llamada Lutos, donde son emboscados por los cristianos y sufren una derrota aplastante.

La protagonista presencia la batalla desde una colina, donde Índaro lidera a los guerreros cristianos en el ataque. Ella se regocija con la victoria y siente orgullo por la valentía de su esposo. Después de la batalla, la protagonista encuentra el cuerpo sin vida de su amiga Eliace en el carro de Abd al-Malik. Se entera de que Eliace había sido su esclava y amante del general sarraceno. La protagonista se entristece por la muerte de su amiga y la entierra junto a Abd al-Malik.

Después de la batalla, se lleva a cabo la recolección del botín y la atención a los heridos. La protagonista solicita al rey que le conceda las tierras alrededor del castro de Coaña, que habían sido destruidas durante la incursión sarracena. El rey acepta su petición y le otorga la propiedad de esas tierras.

El verano transcurre en tareas de reconstrucción y en la preparación para una nueva expedición sarracena liderada por Abd al-Karim. La protagonista vive su embarazo con tranquilidad y da a luz a un niño llamado Fáfila. Aunque su relación con Índaro se enfría, ella se acostumbra a su ausencia y se enfoca en cuidar a sus hijos y en reconstruir Coaña.

Se informa que el emir de Al-Ándalus envía un ejército aún más poderoso para vengar la derrota en Lutos. Este ejército se compone de cinco mil jinetes y veinte mil infantes, y se rumorea que comen carne humana. El capítulo termina con la noticia de que este ejército se acerca a Asturias, sembrando el terror entre los cristianos.

XIII. Hijos de la determinación

En este capítulo, se narra cómo los capitanes y clérigos tuvieron que convencer a los soldados de que los sarracenos eran seres humanos como ellos, pero de otro color. Se explica que los sarracenos utilizaban hombres de apariencia extraña al frente de sus columnas para provocar el pánico entre los cristianos. La protagonista habla ante las tropas para contar su experiencia en Corduba y explicar que las mujeres de allí eran iguales a ellos. Esto logra calmar los ánimos, pero la situación del reino sigue siendo grave debido al ataque sarraceno.

El rey envía emisarios para pedir ayuda a otras regiones y se ordena la evacuación de la población hacia el litoral. Mientras tanto, el rey y su ejército marchan en dirección contraria para interceptar a los sarracenos. La protagonista lleva a sus hijos y a los siervos domésticos a un lugar seguro y luego regresa para reunirse con su esposo.

Las tropas reales acampan más allá de los puertos de la Mesa y Ventana, preparadas para combatir al invasor en campo abierto. Sin embargo, son sorprendidos por los sarracenos, que los atacan con fuerza. En el primer encuentro, el esposo de la protagonista resulta herido pero sigue luchando. Sin embargo, la embestida de los sarracenos es demasiado fuerte y se ven obligados a retirarse.

El rey y sus capitanes deciden emboscar a los sarracenos en los desfiladeros, pero los sarracenos cambian su ruta y frustran el plan. El rey y su ejército logran llegar a un castillo cerca de Ovetao, donde se preparan para resistir el avance sarraceno.

Después de unos días, los sarracenos llegan al castillo, pero el rey y su ejército logran escapar y dirigirse hacia las montañas del norte. Los sarracenos los persiguen, pero finalmente se dan por vencidos debido a las condiciones climáticas.

El rey decide buscar ayuda del emperador de los francos y envía una embajada a Aquitania. Después de negociaciones, se logra una alianza entre Asturias y Aquitania para enfrentar a los sarracenos.

El emir de los cordobeses muere y su hijo Al-Hakam continúa la guerra contra los cristianos. El rey decide aprovechar las disputas internas en Al-Ándalus y organiza una expedición para atacar Olisipo. La expedición tiene éxito y los cristianos saquean la ciudad.

Después de la victoria, el rey decide enviar a Índaro como embajador a la corte del rey de los francos. La protagonista es excluida de la expedición y se queda en casa con sus hijos. Durante la expedición, el rey descubre una faceta desconocida de su personalidad.

XIV. En la corte de Carlos el Magno

En este capítulo, Índaro es despertado en medio de la noche por un ruido proveniente de la tienda del rey Alfonso. Al entrar, encuentra al rey golpeándose la espalda con una soga afilada de nudos. Alfonso le explica a Índaro que lo hace como forma de castigo y expiación por sus deseos impuros. El rey confiesa que lucha contra sus apetitos carnales y que ha hecho voto de castidad para expiar sus pecados y los de su padre. Índaro queda impactado por lo que ha presenciado y se lo cuenta a su esposa, Alana, quien encuentra en el sufrimiento del rey una conexión con su propio dolor. A pesar de esto, su admiración por el rey crece aún más.

Luego, la embajada de Alfonso parte de Ovetao hacia Aquisgrán, la ciudad de Carlos el Magno. El grupo está compuesto por Índaro, Froila, Basiliscus, un clérigo traductor y Alana. También los acompaña una escolta de hombres armados y siervos. Durante el viaje, atraviesan diferentes lugares y finalmente llegan a Aquisgrán, donde son recibidos con gran esplendor. Alana queda impresionada por la grandeza de la ciudad y por la figura imponente de Carlos el Magno.

En la corte de Carlos el Magno, se lleva a cabo una reunión en la que Índaro entrega los presentes de Alfonso al rey franco. Carlos elogia los regalos y expresa su apoyo a Alfonso, prometiendo luchar junto a él contra los sarracenos. Después de la reunión, se celebra un banquete en honor a la embajada asturiana, donde se disfruta de una abundante comida y música. Alana observa todo con ansias de recordar cada detalle.

Después de su estancia en Aquisgrán, la embajada regresa a Ovetao. Alana recibe la visita de Estefanía, una refugiada de Corduba que le pide ayuda. Estefanía relata los horrores que se viven en la ciudad bajo el gobierno de Al-Hakam, el nuevo emir. Alana decide ayudar a Estefanía y le ofrece tierras en Coaña para que pueda comenzar una nueva vida. Mientras tanto, en Asturias, se está gestando una conspiración contra Alfonso. Índaro recibe la noticia de que los conjurados han llegado a Ovetao y que Alfonso está en peligro. Índaro decide partir de inmediato para rescatar al rey, a pesar de los riesgos que esto conlleva. Alana también decide regresar a Ovetao para proteger a sus hijos.

XV. Suplicio y muerte de un traidor

En este capítulo, la narradora reflexiona sobre cómo los acantilados siempre han despertado en ella sentimientos de angustia. A pesar de ello, siente la tentación de dejarse llevar por la libertad que representa el mar. En el año 801, ella y su esposo, Índaro, se dirigen hacia la capital para rescatar al rey Alfonso, quien ha sido derrocado. En el camino, se encuentran con una patrulla armada que los escolta hasta la residencia-fortaleza de Teuda, un poderoso noble de Asturias. Teuda revela que Alfonso se encuentra en el monasterio de Ablaña, bajo custodia y presión para que acepte pronunciar votos sacerdotales. Deciden formar un ejército para rescatar al rey y enfrentarse a los usurpadores. Antes de la siguiente cosecha, una tropa de dos mil guerreros se concentra cerca de Gegio y marcha hacia el sur. Índaro arenga a sus hombres para tomar al asalto la capital ocupada. Logran recuperar el palacio sin combatir, ya que los ocupantes huyen al enterarse de la llegada del ejército. Deciden perseguir a Vitulo, uno de los instigadores de la conspiración, quien ha escapado. Después de una larga persecución, finalmente lo encuentran y lo capturan. Índaro lo interroga y obtiene información sobre los conspiradores y sus intenciones. Luego, Vitulo es sometido a un brutal castigo, incluyendo la amputación de sus manos y la muerte de sus hijos. La narradora reflexiona sobre su participación en estos actos de violencia y se arrepiente de su satisfacción al presenciar el sufrimiento de Vitulo. Teuda logra rescatar a Alfonso y este recupera su corona. Alfonso agradece a Índaro y a la narradora por su lealtad y decide recompensarlos por su hazaña.

Siguiendo este capítulo, después de la boda de Froia, decido cumplir mi viejo sueño de construir un monasterio en Coaña. El rey me proporciona los recursos necesarios para la construcción y dona una colección de textos litúrgicos valiosos. También me entrega cinco esclavos sarracenos y otros servidores para ayudar en las tareas del monasterio. Me dedico a reclutar a personas que deseen unirse a la comunidad y selecciono a los más aptos. Establecemos una regla basada en las enseñanzas de Fructuoso de Bracaram, que todos los miembros de la comunidad aceptan y firman. El monasterio se convierte en un lugar de paz y devoción, donde se combinan la oración y el trabajo. Sin embargo, los clérigos francos y el rey comienzan a cuestionar la convivencia de hombres y mujeres en igualdad dentro del monasterio. Consideran que esto ha llevado a casos de pecado y desean separarnos y limitar nuestras actividades. Siento que se avecinan tiempos difíciles para la comunidad. A pesar de esto, continúo con mi relato y menciono que después de la construcción del monasterio, regreso a Ovetao y conozco a Tioda, cuya mirada me devuelve la esperanza y las ganas de sonreír.

XVI. Amor de alabastro

En este capítulo, la protagonista narra cómo un hombre llamado Tioda irrumpió en su vida cuando ella ya tenía treinta años. A pesar de su edad, ella se sentía envejecida y sin deseos sensuales. Sin embargo, Tioda despertó en ella una pasión que creía haber perdido. Se conocieron en la corte, donde Tioda trabajaba como maestro constructor y ella era una dama casada. A pesar de la atracción mutua, ambos se resistieron a sucumbir a sus sentimientos debido a sus compromisos matrimoniales y a los votos religiosos de ella. A pesar de esto, su relación se fue fortaleciendo y Tioda se convirtió en el arquitecto principal de la construcción de la ciudad de Ovetao, que el rey Alfonso quería convertir en una capital esplendorosa. Alfonso tenía grandes planes para la ciudad y quería que rivalizara con la grandeza de Toletum. Además, había conseguido un arca llena de reliquias sagradas que quería albergar en Ovetao. La protagonista también menciona que el arca había sido salvada de la invasión musulmana y que su origen exacto era desconocido. A pesar de los desafíos y las dificultades, la construcción de Ovetao avanzaba rápidamente y la ciudad comenzaba a tomar forma. Alfonso también estaba trabajando en la creación de un código legal basado en las leyes visigodas y en los escritos del obispo Isidoro de Sevilla. Mientras tanto, la amenaza de los musulmanes seguía presente y se produjo una batalla en la que los asturianos lograron repeler a los invasores. A pesar de la victoria, la guerra había dejado muchas bajas y la ciudad estaba en ruinas. A pesar de esto, la protagonista y su esposo continuaron con los preparativos para la boda de su hija Eliace con un conde pamplonés. Sin embargo, antes de que pudieran completar los preparativos, llegó la noticia de que Gegio había sido atacada por unos invasores desconocidos.

XVII. Diablos vikingos

En este capítulo, se describe el terror que los normandos infunden en la población. Estos demonios del infierno llegaron a las costas del río Loira y saquearon ciudades, monasterios y aldeas en su camino. Eran excelentes marinos y su voracidad los convertía en bestias rapaces que buscaban botín y esclavos. No respetaban a nadie y cada una de sus incursiones acababa en holocausto. Su capacidad para infundir terror hizo que las costas quedaran vacías de población, ya que vivir cerca del agua equivalía a un suicidio. Sin embargo, el conde Índaro decidió enfrentarse a ellos y marchó hacia la ciudad atacada para expulsar a los invasores vikingos. En la batalla del faro de Brigántium, Índaro fue asesinado traicioneramente. Assur, su espatario más fiel, recogió su cuerpo para darle sepultura cristiana. Los vikingos continuaron su recorrido depredador y saquearon la ciudad de Olisipo. Sin embargo, fueron finalmente derrotados por el ejército del emir y obligados a marcharse. En el viaje de regreso, Assur custodió el cuerpo de Índaro. Mientras tanto, Alana guardó luto por su esposo y retomó los preparativos de la boda de su hija Eliace. Finalmente, Alana y Eliace viajaron a Pompaelo, donde Eliace se casó con Tellu. La ciudad estaba dividida entre partidarios de Iñigo Arista y partidarios del emperador Carlos. Eliace disfrutó de los preparativos de su boda, pero Alana se preocupaba por su suerte. Después del matrimonio, Alana y Eliace regresaron a casa y Alana se reencontró con Tioda, quien le propuso matrimonio. Sin embargo, Alana rechazó la propuesta, ya que no quería abandonar su vida y compromisos en el monasterio.

XVIII. Asturias, embrión de la nueva Hispania

En este capítulo, la narradora, que es la madre de Fáfila y Rodrigo, relata los acontecimientos que sucedieron después de la muerte de su esposo, Alfonso. En el año 822, Al-Hakem muere y es sucedido por otro Abd al-Rahman, quien continúa con la intención de destruir el reino de Asturias. Abd al-Rahman envía tres ejércitos para atacar a Asturias, pero el rey Alfonso y sus capitanes logran repelerlos. A pesar de las embestidas sarracenas, Asturias se mantiene en pie gracias a la determinación de su pueblo y a la protección divina. Después de la muerte de Alfonso, Fáfila decide partir hacia Castella para repoblar la región y construir una fortaleza. La madre de Fáfila lo despide con orgullo y le desea éxito en su misión. Por otro lado, Rodrigo se convierte en un miembro destacado de la curia iriense y es encargado de ordenar el flujo de peregrinos que llegan a la tumba del Apóstol Santiago, cuyo sepulcro fue descubierto en Iria Flavia. La madre de Fáfila y Rodrigo se retira a un convento en Santa María, donde vive en paz y tranquilidad. A pesar de los conflictos y divisiones en el reino de Asturias, la narradora se mantiene alejada de ellos y se enfoca en su vida espiritual.

DRAMATIS PERSONAE

En este capítulo, se presentan los personajes que aparecerán en la historia. En Asturias, se menciona a Adosinda, nieta de Pelayo, quien se casó con Silo y se convirtió en reina. Después de la muerte de Silo, Adosinda ingresó a un monasterio y no se tienen más noticias de ella. También se menciona a Alfonso I, el Cántabro, quien fue rey de Asturias desde 739. Alfonso II, apodado el Casto, fue rey de Asturias desde 791 hasta 842. Se destaca que durante su reinado se descubrió la tumba del Apóstol Santiago en Compostela. Otros personajes mencionados son Aurelio, Beato de Liébana, Bermudo I, Carlos el Magno, Égica, Elipando, Fructuoso, Fruela, Heterio, Íñigo Arista, Ludovico Pío, Mauregato, Migecio, Munia, Silo, Teodomiro, Tioda, y Witiza.

En Al-Ándalus, se menciona a Abdalá, Abd al-Karim, Abd al-Malik ibn Mugait, Abd al-Rahman Ben Muawiya, Abulmajxí, Al-Hakam I, Ambroz, Faray ibn Kinana, Hixam o Hisham I, Holal, Munuza, Muza, Raqiya, Suleiman ben al-Arabí, Tariq Ben Ziyad, y Yusuf al-Fihri. Estos personajes desempeñarán un papel importante en la historia de Al-Ándalus.

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