Astur
Capítulos
- I La profecía
- II Crónica de un Reino en ruinas
- III Náufragos en la ciudad muerta
- IV Fin de una era
- V Misterios de la vida
- VI Camino del destierro
- VII Amores furtivos
- VIII Una corte guerrera
- IX Sueños de gloria
- X Tiempo de conquistas
- XI Duelo de titanes
- XII Un encuentro anunciado
- XIII Sangre y conjuras
- XIV La cólera de los esclavos
- XV Alana
- XVI Un corcel silencioso
- TOPÓNIMOS
- DRAMATIS PERSONAE
I La profecía
En este capítulo, la protagonista, Naya, se encuentra en medio de una tormenta mientras camina con su hija hacia un destino desconocido. A pesar del miedo y la fatiga, Naya encuentra consuelo en la mirada de su hija, llena de fe y confianza. Ambas están en camino hacia la morada del Anciano, un sabio que vive en un bosque sagrado y que puede revelar el destino de la niña. A medida que avanzan, Naya reflexiona sobre su esposo, Aravo, quien no comparte su fe y teme las consecuencias de sus acciones. A pesar de las dificultades del viaje, Naya encuentra fuerzas para seguir adelante, impulsada por el amor hacia su hija y la esperanza de cumplir con su deber. Finalmente, llegan a un santuario sagrado y sienten una sensación de bienestar. Naya se da cuenta de que su hija tiene un don especial y sabe que están cerca de encontrar respuestas en la cueva sagrada. Aunque aún deben enfrentar desafíos, Naya está decidida a seguir adelante y descubrir el destino de su hija.
Siguiendo este capítulo, Naya y su hija sin nombre llegan a la boca de la cueva donde se encuentra el Anciano, un hombre perseguido por la Iglesia y el rey debido a su adoración a las piedras. El Anciano está realizando un conjuro para calmar la furia de la tormenta. Naya y su hija observan la ceremonia y se dan cuenta de que el conjuro está funcionando cuando el rugido de los cielos se aleja. Después de la ceremonia, Naya le entrega al Anciano un queso y miel como agradecimiento. Luego, el Anciano realiza un dibujo en las cenizas de la hoguera y le dice a Naya que el dibujo representa el tótem de su hija, un uro. El Anciano le revela a Naya que su hija tiene un don excepcional y que su espíritu la acompañará siempre. También le advierte sobre la destrucción que se avecina en el castro y le dice que busque protección en los seres que habitan en las fuentes y bajo las piedras. El Anciano concluye su profecía diciendo que un hombre conquistará el corazón de Naya y otro vendrá a robárselo. También le dice que llamará a la muerte dos veces y que cuando llegue, estará preparada. Finalmente, Naya se aleja de la cueva con miedo y se pregunta si tendrá el valor de contarle a su hija sobre su destino.
II Crónica de un Reino en ruinas
En este capítulo, se nos presenta a Badona, una mujer preocupada por la peste que se acerca a los confines de su tierra. Acude al templo en busca de consuelo, pero la homilía del sacerdote solo aumenta su angustia. La ciudad de Recópolis, sometida a los sarracenos, sigue rezando al Dios Padre de Jesucristo a pesar de la dominación musulmana. Badona regresa a su residencia, acompañada de su sierva Marcia, y se encuentra con la noticia de que su hijo Ickila está enfermo. Llega el médico y diagnostica una fiebre pasajera, recetando una infusión de corteza de sauce y reposo. Liuva, el esposo de Badona, sugiere sangrar al niño, pero el médico considera que no es necesario en ese momento. Badona imparte una lección a sus hijas Clotilde e Ingunda sobre las reinas Clotilde e Ingunda, quienes fueron valientes y firmes en su fe católica. Badona interrumpe el relato en un momento dramático y las niñas le preguntan qué sucedió. Badona continúa la historia, narrando cómo la abuela de Ingunda, Goswinta, intentó convertirla al arrianismo y, al no conseguirlo, la golpeó y la obligó a desnudarse y ser bautizada por la fuerza.
Siguiendo este capítulo, las niñas están aterrorizadas por las terribles palabras de su madrastra sobre la historia de Ingunda. La madrastra les cuenta cómo el rey Leovigildo decidió separar a Hermenegildo y a Ingunda del palacio y darles una casa aparte en la ciudad de Híspalis. Ingunda convence a Hermenegildo de convertirse a la religión católica y, finalmente, logra convertirlo. Sin embargo, esto provoca la persecución de Leovigildo hacia su hijo y la guerra entre padre e hijo dura cinco años, hasta que Hermenegildo es traicionado y derrotado. Ingunda decide buscar refugio en Bizancio con su hijo Atanagildo, pero muere durante el viaje. Mientras tanto, Liuva recrimina a su esposa por contarles a las niñas historias de mártires cristianos, ya que vivirán en una Hispania sometida a los musulmanes. Liuva decide ser el mecenas del monje Adriano, quien ha llegado a su casa buscando hospitalidad para escribir una crónica de los acontecimientos que han llevado a la dominación islámica en Hispania. Liuva decide convencer a Adriano de quedarse en su casa y protegerlo durante el invierno. A la mañana siguiente, Badona va al mercado a comprar provisiones y se lamenta de cómo la ciudad ha cambiado debido a la guerra y la invasión musulmana. A pesar de las dificultades, logra conseguir lo que necesita con la ayuda de su leal mayordomo Claudio. Al regresar a casa, administra una dosis de corteza de sauce a Ickila para aliviar su enfermedad.
III Náufragos en la ciudad muerta
En este capítulo, nos encontramos en el año 782 en Coaña, una aldea en la que la tradición y la religión ancestral aún prevalecen. La protagonista, Naya, es una curandera y sacerdotisa de la diosa Madre, cuyos poderes son conocidos en toda la región. Sin embargo, su nombre se mantiene en secreto debido al temor a las acusaciones de brujería por parte de los conversos al cristianismo.
Una mujer de una aldea vecina acude a Naya en busca de ayuda. La mujer está preocupada porque no puede concebir hijos y teme no poder cumplir con las expectativas de su esposo. Naya le asegura que su problema es común y tiene cura, aunque advierte que el proceso será doloroso. Le entrega una bolsita de cuero con raíz de angélica molida y le indica que debe tomar una infusión cada noche antes de acostarse.
La joven pregunta si volverá a menstruar con la próxima luna, a lo que Naya responde afirmativamente y le explica que quedará embarazada cuando aprenda a controlar sus deseos y los de su esposo. A continuación, Naya le susurra al oído un secreto para prolongar el placer sexual y evitar el embarazo no deseado.
Mientras tanto, en otra parte de la casa, Huma, la nieta de Naya, ayuda a su abuela a devanar lana. Huma tiene el don de ver seres invisibles y resplandecientes en universos lejanos. Sin embargo, también ha tenido encuentros aterradores con seres de fealdad incomparable. A pesar de su don, Huma oculta su habilidad para evitar ser considerada una loca o una bruja.
El capítulo también nos presenta a otros personajes importantes en la vida de Naya. Su esposo, Aravo, es un hombre desconfiado y avaro, que se casó con ella para obtener poder político en la comunidad. La abuela de Naya, Clouta, es una mujer mezquina y maliciosa que vive con ellos y los maltrata constantemente.
La casa de Naya es más grande que las demás en el castro y está situada en una colina estratégica cerca del río Navia. El castro es una fortaleza antigua que fue destruida por los romanos y luego reconstruida por los antepasados de Naya. Aunque la aldea ha sufrido muchas dificultades, la tradición y la religión ancestral siguen siendo importantes para sus habitantes.
En resumen, este capítulo nos presenta a Naya, una curandera y sacerdotisa en la aldea de Coaña. Ayuda a una mujer con problemas de fertilidad y comparte un secreto para evitar embarazos no deseados. También conocemos a otros personajes importantes en la vida de Naya y se nos presenta el contexto histórico y geográfico de la aldea.
Siguiendo este capítulo, Pintaio interrumpe a su madre, Naya, para contarle que Bodecio ha encontrado una ballena varada en la playa. Naya y Pintaio se dirigen a la costa, donde todo el pueblo se ha congregado para despiezar y aprovechar la ballena. Mientras tanto, Naya recuerda su regreso al castro después de su aventura y el enfrentamiento con su esposo, Aravo. Naya utiliza sus habilidades de seducción para calmar la ira de Aravo y concebir a Pintaio. Nueve meses después, nace Pintaio, el último hijo de Naya. En la playa, Naya pierde de vista a sus hijos y Huma es arrastrada por una ola. Un joven llamado Noreno la rescata y Naya siente que su encuentro no es una casualidad. Aravo se opone a la relación entre Huma y Noreno, pero Naya defiende el derecho de su hija a elegir a su esposo. En una discusión acalorada, Naya revela su posición como sacerdotisa y heredera del clan. Aravo abandona la casa y Naya se siente cerca de la muerte. Huma le promete a su madre que nunca se casará con otro hombre que no sea Noreno. Naya le habla a Huma sobre la Diosa y su destino, y le pide que sea paciente y encuentre la forma de estar con Noreno sin que su padre se entere.
IV Fin de una era
En este capítulo, se narra cómo Adriano decide quedarse en Recópolis después de que el invierno pase sin que la peste llegue a la ciudad. La curación milagrosa del pequeño Ickila, que despertó libre de enfermedad después de pasar una noche con el monje, es interpretada como un signo de la santidad de Adriano. Badona y Liuva le ruegan que se quede con ellos, y el viajero accede a prolongar su estancia hasta que el niño se recupere por completo.
Han pasado trece años desde entonces, y Adriano se ha convertido en un miembro más de la familia. Es un confesor para Badona, un hermano para Liuva, un abuelo para Clotilde e Ingunda, y un preceptor para Ickila. Adriano establece un programa de estudios para Ickila, que incluye las artes liberales clásicas y otras materias complementarias. Sin embargo, el joven Ickila muestra poco interés en estas áreas y prefiere escuchar historias sobre la patria goda y sus héroes.
Liuva está preocupado por Ickila, ya que ha alcanzado la edad adulta sin mostrar interés en el matrimonio ni en seguir los pasos de su padre. Aunque Ickila es religioso, su religiosidad tiene tintes belicosos. A pesar de los esfuerzos de Liuva por transmitirle conocimientos sobre su oficio, Ickila muestra rebeldía y se aleja de su padre. Aunque Ickila busca problemas, Liuva se consuela pensando que es solo una fase y que con el tiempo sentará la cabeza.
En una conversación con Adriano, Liuva expresa su preocupación por la decadencia de Recópolis y la posibilidad de que su hijo esté abocado a una vida sin sentido en la ciudad. Adriano sugiere la emigración al norte como una posible solución, mencionando la insurrección de Pelayo en Gegio y su lucha contra los invasores musulmanes. Liuva se muestra reacio a abandonar su patrimonio y a dejar a Clotilde, que está casada con el gobernador de Valentia.
Adriano también menciona el suplicio público de unos beréberes capturados, que ha dejado a Ickila impresionado. Liuva y Adriano explican a Ickila que la crueldad humana no tiene límites y que la historia está llena de ejemplos de torturas y castigos.
Siguiendo este capítulo, Adriano y Liuva discuten sobre la situación en Hispania y las causas que llevaron a la caída del reino visigodo. Adriano culpa a la corrupción de la Iglesia y a la ambición de poder de los clérigos visigodos, mientras que Liuva considera que la debilidad del ejército y la mezcla de sangre gótica y romana también fueron factores determinantes. Ambos exponen sus argumentos y se culpan mutuamente por la situación actual.
Mientras tanto, Ickila, hijo de Liuva, se retira de la discusión y busca consuelo en su madrastra, Liuva. Hablan sobre cómo han llegado a este punto y la decepción que sienten por la situación en Hispania.
En otra parte, Badona, esposa de Liuva, se siente avergonzada y culpable por el matrimonio de su hija Clotilde con un musulmán. Ella intenta inculcar en su hija la vocación monacal y desafiar la autoridad de su padre. Por otro lado, Liuva se siente traicionado por su hija y jura vengarse del musulmán.
Mientras la familia discute, un incendio consume el palacio en el que viven. Todos quedan atónitos y observan impotentes cómo el fuego destruye el símbolo de la grandeza visigoda. Cada miembro de la familia tiene una reacción diferente ante el incendio, pero todos sienten la pérdida y el fin de una era.
Al día siguiente, Liuva es informado de que su hijo Ickila ha sido arrestado bajo la acusación de asesinar a un oficial musulmán. La historia continúa con las consecuencias de este suceso y cómo afectará a la familia y al reino visigodo.
V Misterios de la vida
En este capítulo, se describe la vida en Coaña durante la época de la primavera. La aldea está llena de actividad, ya que todos los hombres y mujeres se dedican a las labores agrícolas para asegurar la supervivencia del clan durante el invierno. Además, se aprovecha la temporada para recolectar miel y mariscos, y reparar herramientas y utensilios. La escasez de alimentos en invierno hace que sea necesario recurrir a los dones del mar y a la caza de animales para sobrevivir. La llegada de la primavera es recibida con alegría, ya que trae consigo la renovación de la vida y la posibilidad de recolectar los frutos de la tierra. En esta época, también se realizan rituales y celebraciones, como la fiesta del solsticio de verano, en la que las mujeres se purifican y se honra a la Diosa de la Abundancia. Huma, la hija de Naya, está enamorada de Noreno, un pastor trashumante, pero su padre se opone a su relación. Ambos jóvenes sueñan con escapar juntos, pero saben que no será fácil. A pesar de las dificultades, están dispuestos a luchar por su amor. El capítulo termina con la llegada de la noche más corta del año y el inicio de la ceremonia en la que las mujeres celebran la vida y la fertilidad. Naya y Huma llevan un caldero con un brebaje sagrado que será consumido durante la noche.
Siguiendo este capítulo, se describe una celebración en la que las mujeres del pueblo bailan y se entregan a la sensualidad y la liberación. Huma, una joven neófita, observa con admiración y temor, sin atreverse a unirse a la danza. Su madre, Naya, se muestra inusualmente extrovertida y animada, invitando a Huma y a su amiga Zoela a beber un ponche que las iniciará en la vida adulta. Huma y Zoela aceptan y se dejan llevar por la bebida, sintiendo un calorcillo agradable y dejando atrás sus miedos. La celebración continúa con las mujeres desnudándose y acariciándose en un gesto de liberación y fertilidad. Huma observa todo esto desde lejos, sintiendo una extraña conexión con su madre. Al día siguiente, las cenizas de la celebración se han enfriado y Huma y Naya caminan juntas en silencio, conscientes de que ha sido el último ritual que presidirá Naya. Llegan al castro y se encuentran con una delegación de otro pueblo que viene en son de paz. Aravo, el padre de Huma, ve en esto una oportunidad para concertar un matrimonio ventajoso para su hija y asegurar su posición y autoridad. Se organiza un banquete en honor a los visitantes y se les ofrece la posibilidad de escuchar a la Anciana, una narradora de historias. La Anciana narra la historia de la resistencia del pueblo astur a la dominación romana, despertando el orgullo y el espíritu guerrero en los presentes. El capítulo termina con la promesa de que el legado de los antepasados será honrado y recordado.
VI Camino del destierro
En este capítulo, Ickila se encuentra encerrado en una alquería que sirve como cuartel para la guarnición mora de Recópolis. Se tortura con preguntas sobre por qué no se enfrentó a sus captores y murió con honor. Recuerda cómo desafió a su enemigo en un combate singular en un lupanar, pero fue derrotado por una escolta que lo esperaba afuera. Ahora está a punto de ser ejecutado y teme que su muerte sea lenta y dolorosa.
Mientras tanto, Liuva, el padre de Ickila, se entera de su arresto y se pone en marcha para intentar salvarlo. Va a ver al caíd, el máximo jefe sarraceno en la ciudad, para suplicar clemencia. Lleva consigo una fíbula de gran valor como regalo. Después de esperar un tiempo, finalmente es recibido por el caíd y le pide que perdone la vida de su hijo. El caíd le propone un trato: diez mil tremis de oro antes de la luna nueva a cambio de la libertad de Ickila. Liuva se da cuenta de que es una cantidad imposible de reunir y regresa a casa desesperado.
En casa, Badona, la madrastra de Ickila, y Adriano, un monje, esperan ansiosos el regreso de Liuva. Le preguntan sobre Ickila y él les cuenta sobre el trato propuesto por el caíd. Badona sugiere pedir ayuda a Isaac, un judío al que Liuva ayudó en el pasado. Liuva recuerda a Isaac y decide ir a verlo.
Isaac recibe a Liuva con alegría y se abrazan. Liuva le explica la situación y le pide ayuda para salvar a Ickila. Isaac acepta ayudarlo y le ofrece su fortuna y su influencia. Liuva se siente agradecido y emocionado por la generosidad de Isaac.
Liuva sale de la casa de Isaac con esperanza y decide contarle la buena noticia a su familia. También acuerda con Isaac la entrega del dinero prometido en unos días.
Siguiendo este capítulo, la noticia de la liberación de Ickila llena de alegría a Badona, Ingunda y Adriano. Sin embargo, descubren que no será tan fácil como pensaban. El caíd exige que el magnate vuelva a encontrarse con él para entregarle el oro acordado y, además, decide que la familia debe abandonar la ciudad antes de que termine el plazo establecido. Liuva intenta argumentar que tiene buenas relaciones con el caíd de Valentia, pero este se niega a escuchar y les da dos meses para abandonar Al Ándalus.
Ickila y su padre se enfrentan a la difícil tarea de dejar atrás todo lo que han construido y emprender un viaje hacia lo desconocido. Ickila se siente culpable por haber causado la ruina de su familia y se arrepiente de sus acciones pasadas. Liuva se pregunta en qué se ha equivocado para llegar a esta situación y se preocupa por el futuro de sus esclavos, a quienes decide liberar antes de partir.
La comitiva se pone en marcha, enfrentando las dificultades del camino, el frío y la escasez de alimentos. A medida que avanzan, los ánimos se van debilitando y las dudas comienzan a surgir. Finalmente, llegan a Legio, donde Liuva fallece y es enterrado. Ickila se siente culpable y se cuestiona quién será en el futuro. La comitiva continúa su viaje hacia el norte, enfrentando el frío y las tormentas, pero con la esperanza de encontrar un nuevo hogar en el reino cristiano.
VII Amores furtivos
En este capítulo, se narra la cercanía de la muerte en la vida de Naya. Desde que comenzó a sentir los síntomas de su enfermedad, luchó contra ella, pero finalmente se resignó a convivir con su presencia. La muerte se llevó a sus padres, lo que generó en Naya un sentimiento de amargura y odio hacia ella. Sin embargo, con el nacimiento de sus hijos Huma y Pintaio, el odio se transformó en terror y determinación, ya que morir significaba dejar a sus hijos solos en el mundo. Aceptando su derrota, Naya decide revelar a Huma una parte de la profecía que hasta entonces no se había atrevido a contarle. Después de la muerte de Naya, Huma se enfrenta a la tristeza y la soledad, pero encuentra consuelo en el amor que siempre la unirá a su madre. Mientras tanto, Aravo organiza una competición en honor a su difunta esposa, con el objetivo de aumentar su poder y prestigio. Pintaio se entusiasma con la idea de demostrar su valía en los juegos, mientras que Huma decide emprender un viaje en busca del Anciano de la cueva sagrada para obtener respuestas sobre su destino. Por otro lado, Noreno se prepara para llevar a cabo una hazaña que le permita ganarse el respeto de Aravo y conquistar a Huma. La celebración de la competición se acerca y todos se preparan para el evento, mientras Huma aprovecha la oportunidad para escapar de la vigilancia de Clouta y buscar respuestas sobre su destino.
Siguiendo este capítulo, Huma se ve obligada a cumplir con un ritual para pedir lluvia debido a la sequía que afecta a su pueblo. Acompañada por los habitantes del lugar, se dirige a un manantial y derrama agua bendecida en él mientras reza. Tres días después, comienza a llover y la comunidad se alegra.
Después de cumplir con el ritual, Huma decide escapar de su casa. Se prepara con provisiones y se adentra en el bosque. Durante su camino, recuerda la historia de los esclavos que trabajaban en las minas de oro de Asturias y se siente agradecida de no tener que vivir esa vida.
Mientras camina, Huma se encuentra con Noreno, un vaquero del pueblo, y se encuentran en un lugar secreto. Hablan sobre su amor y su futuro juntos. Sin embargo, su momento íntimo se ve interrumpido cuando el perro de Noreno, Roble, ladra y alerta sobre la presencia de intrusos en el castro.
Noreno y Huma se separan para enfrentar a los intrusos. Noreno es herido en el enfrentamiento, pero logra defenderse con la ayuda de Roble y la llegada de los vecinos. Huma cuida de Noreno y lo lleva a la casa de su amiga Zoela para que se recupere.
Mientras tanto, los vecinos persiguen a los intrusos y los capturan. Los asaltantes son ejecutados y sus cuerpos son arrojados al mar. La comunidad celebra la victoria y el fin de la amenaza.
Aravo, el padre de Huma, se siente orgulloso de la valentía de Noreno y acepta su relación con su hija. La historia termina con la competición gimnástica en el pueblo, donde Pintaio y Noreno participan y demuestran su fuerza y habilidad.
VIII Una corte guerrera
En este capítulo, los personajes se encuentran en el Territorio de Primorias, en medio de un fuerte viento y un frío intenso. Están desesperados por encontrar refugio y evitar morir congelados. Ickila, quien siente la responsabilidad de haber llevado a todos a esa situación, lucha contra el pánico y se promete a sí mismo proteger a las mujeres a su cargo. De repente, ven una cabaña de pastores y se refugian en ella. Aunque el lugar está sucio y huele a ganado, es mejor que estar al aire libre. Los hombres se ocupan de los caballos mientras que las mujeres y los soldados se calientan alrededor de una hoguera y cenan. Al día siguiente, el clima mejora y continúan su viaje hacia Asturias, donde finalmente se sienten a salvo de Al Andalus. Llegan a Cánicas, una villa en el valle de Primorias, y son recibidos con amabilidad en una posada. Ickila, Ingunda y Badona visitan la iglesia de Santa Eulalia y descubren un círculo de piedras sagradas. Mientras tanto, Ickila espera ansiosamente una audiencia con el príncipe Alfonso, quien finalmente lo recibe durante un banquete. Aunque Alfonso parece rudo y primitivo, Ickila ve en sus ojos una determinación inquebrantable y se siente aliviado de haber depositado su confianza en él. Ickila le explica su situación y solicita protección para su familia. Alfonso acepta y le da la bienvenida a sus dominios.
Siguiendo este capítulo, Alfonso y Adriano continúan su conversación sobre el papel de las letras en la guerra contra los enemigos del reino godo. Adriano propone la creación de una escuela para formar clérigos y funcionarios capaces de educar al pueblo y administrar el reino. Alfonso, impresionado por el razonamiento de Adriano, promete considerar su propuesta.
Después de la conversación, Alfonso ofrece a Ickila y su familia una casa modesta en la ciudad. La familia se instala allí y comienza una nueva vida. Mientras tanto, Adriano logra establecer una pequeña escuela junto a la iglesia de Santa Eulalia.
En una excursión a las montañas, Ickila y Abdul, un esclavo morisco, recorren el lugar donde tuvo lugar la batalla en la que Pelayo derrotó a los sarracenos. Abdul relata los horrores de la batalla y cómo fue capturado. Ickila se impresiona por la valentía de Pelayo y la importancia del terreno en la victoria.
Al regresar a Cánicas, Ickila se entera de que los restos del ejército derrotado fueron exterminados por los astures en su intento de escapar con el botín. Arausa, la criada de Ickila, cuenta una leyenda sobre una sacerdotisa que tuvo una visión de un guerrero extranjero que engendraría una nación de gigantes en la tierra de los astures.
Ickila se siente emocionado y ansioso por unirse a Alfonso en su próxima campaña de conquista. Está decidido a demostrar su valor en el campo de batalla y descubrir de qué está hecho realmente.
IX Sueños de gloria
En este capítulo, se narra cómo Naya, la gran sanadora, fallece un año después de que su cuerpo fuera enterrado. Su espíritu se mantiene cerca de Noreno, quien aún se debate entre la vida y la muerte. Huma, la heredera de los dones de Naya, es la única que siente la presencia de Naya durante el banquete en su honor. Huma come con moderación y se mantiene apartada de los invitados, dedicando sus pensamientos a Naya. Después del banquete, Huma va al lado de Noreno, quien está postrado en cama debido a su enfermedad. Noreno está débil y sufre mucho, pero Huma lo cuida y lo cura con sus conocimientos de sanación. A pesar de las dificultades, Huma está decidida a salvar a Noreno y se propone vencer en esa batalla. Mientras tanto, Noreno tiene sueños y pesadillas sobre su vida pasada y su futuro. Poco a poco, Noreno comienza a mejorar y puede ponerse de pie por períodos cortos de tiempo. Decide unirse a las tropas de Alfonso en Cánicas y convence al consejo del castro de que lo dejen ir. Su padre, Aravo, se opone pero finalmente acepta. Huma se despide de Noreno y le promete que cuidará de su hermana y del castro en su ausencia. Luego, se lleva a cabo una asamblea para seleccionar a los hombres que se unirán a las tropas de Alfonso. Pintaio, el hijo de Aravo, se ofrece como voluntario y es aceptado. Aravo se enfurece con Pintaio pero no lo golpea. Después de la reunión, Huma visita a Noreno y tienen un momento íntimo juntos.
Siguiendo este capítulo, Huma se pregunta si lo que está viviendo es real o solo producto de su imaginación. Noreno la tranquiliza y le promete que se casarán antes de que lleguen las nieves. Huma le pide que no haga nada peligroso, pero Noreno insiste en cazar una ballena para demostrar su valía. Huma recuerda las enseñanzas de su madre sobre aceptar lo que no se puede cambiar. Pintaio también se prepara para su viaje a la guerra, mientras que Aravo insiste en que Huma se case con Docio. Huma se niega y afirma que su corazón pertenece a Noreno. Aravo amenaza con desheredarla si no se casa con Docio. Huma se va a buscar castañas al bosque y se encuentra con Zoela, a quien le cuenta los planes de Noreno. Huma siente un presentimiento de que algo malo va a suceder. Noreno se embarca en su chalupa para cazar una ballena, pero la embarcación se rompe y Noreno muere. Huma tiene una visión de Noreno en su habitación y decide seguirlo en la muerte, tomando veneno de tejo.
X Tiempo de conquistas
En este capítulo, se narra la preparación de Alfonso y su ejército para una nueva batalla. Alfonso, revestido de su coraza y armado con una espada legendaria, arenga a sus hombres antes de la lucha. A pesar de su valentía, no encuentra voluntarios dispuestos a retroceder ante el enemigo. Alfonso, consciente del frío que todos sienten, les anima a luchar con él hasta la victoria o la muerte. Sus hombres le profesan una adoración comparable a la que tenían por Pelayo, y su carisma radica en su inquebrantable fe en la victoria. Ickila, uno de los capitanes más valiosos del ejército, lucha junto a su rey y se desvive por proteger a su padre, enterrado en un sepulcro improvisado. A lo largo de las batallas, Ickila se ha vuelto insensible al matar y luchar se ha convertido en una tarea rutinaria. Ickila lleva un casco especial que le da un aspecto imponente y temible. Alfonso decide no tomar la ciudad de Legio debido a la falta de recursos y al acercamiento del invierno. En el camino de regreso, Fruela sugiere extender las fronteras del reino, pero Alfonso explica que no tienen suficientes soldados ni recursos para defender un territorio tan amplio. Al llegar a casa, Ickila anuncia que ha encontrado un esposo ideal para Ingunda, un capitán llamado Rulfo. Ingunda acepta la propuesta y se preparan para la boda. Mientras tanto, Alfonso y su ejército se preparan para enfrentarse nuevamente a la muerte en una nueva batalla.
Siguiendo este capítulo, se narra el encuentro entre dos personajes, Ickila y Pintaio, que a pesar de sus diferencias, comparten la lealtad a Alfonso y la voluntad de vencer. Ambos son enviados en una misión y se encuentran con una columna de ismaelitas que los persigue. Ickila decide enfrentarlos mientras Pintaio huye, lo que enfurece a Ickila. Sin embargo, Ickila es capturado y llevado como prisionero. Despierta en una tienda, atado y junto a un hombre enorme. Después de un tiempo, Pintaio aparece y lo libera, habiendo seguido a la columna a una distancia segura. Escapan juntos y se dirigen hacia el norte. Durante su viaje, participan en varias batallas y conquistas, hasta que llegan al año 794, cuando Pintaio propone llevar a los refugiados a su castro en Coaña. Pintaio se convierte en el apoderado del rey y se dirige a su castro con Ickila. Durante el viaje, Pintaio piensa en su hermana Huma y en su hogar en Coaña. Finalmente, llegan al castro y Pintaio se emociona al ver su hogar nuevamente. Le da la bienvenida a Ickila y le dice que su casa es su casa.
XI Duelo de titanes
En este capítulo, Huma se prepara para su viaje al mundo de los muertos. Elabora una receta milenaria con veneno de tejo, agua de lluvia sagrada, hierbabuena de San Juan y miel pura. Se viste con su mejor túnica y se dirige al lugar donde solía encontrarse en secreto con Noreno. Mientras se dirige hacia allí, escucha los aullidos de los perros, que anuncian la muerte cercana. Huma recuerda la profecía que su madre le reveló y se ve transportada a un plano distinto, donde la Hija del Río le repite el augurio del tempestiario. Huma se pregunta si habrá un mañana y si es posible encontrar esperanza en medio de su sufrimiento. Luego recuerda cómo Noreno fue atrapado por una sirena y decide no buscar la muerte antes de tiempo. Huma se encuentra con su padre, Aravo, quien le informa sobre la desaparición de Noreno y le sugiere que se case con otro hombre. Huma se niega y decide seguir ayudando a los demás como curandera. Mientras tanto, la noticia de la desaparición de Noreno se extiende por la aldea. Huma se sumerge en la tristeza y la desesperación, pero poco a poco encuentra consuelo en su trabajo como curandera y en la imagen recurrente del augur de la cueva sagrada. Sin embargo, su vida cambia cuando llega a Coaña un sacerdote cristiano llamado Fedegario, quien predica la palabra de Jesús y busca construir una iglesia en el castro. Huma se opone firmemente a la presencia del sacerdote y se convierte en su enemiga, prometiéndose a sí misma que no permitirá que se construya una iglesia cristiana en Coaña.
Siguiendo este capítulo, el sacerdote Fedegario y la sacerdotisa Huma evitan encontrarse en la aldea. Fedegario transita por el barrio más humilde del poblado, mientras que Huma se muestra altanera y participa activamente en el Consejo de la aldea. Aravo, el padre de Huma, le comenta que está contento de verla recuperar las fuerzas y las ganas de vivir, pero ella le responde que su duelo no tendrá fin y que no aceptará propuestas de matrimonio. Huma le advierte a su padre sobre la amenaza que representa el sacerdote cristiano y le recomienda que no se acerque a él. Aravo, molesto, le dice que los cristianos son más fuertes y que tal vez se bautice para obtener la inmortalidad. Huma le advierte sobre el peligro de que el sacerdote descubra sus prácticas y la acuse de brujería. Huma y su padre han llegado a un armisticio, pero ella busca la forma de llevarlo a donde ella quiere sin que él se dé cuenta. Huma le dice a su padre que si acepta el bautismo, seguirá siendo el jefe del castro, pero el poder real estará en manos del sacerdote. Aravo admite que el sacerdote está atrayendo a algunos de los suyos, pero no cree que represente un peligro. Huma le advierte sobre el reclutamiento de guerreros y la construcción de iglesias y monasterios. Aravo acepta aplazar cualquier decisión y vigilar al sacerdote. Poco después, un hombre llega a la casa de Huma pidiendo ayuda para su hija enferma. Huma acude rápidamente y se encuentra con el sacerdote, quien afirma que la niña está poseída por el diablo. Huma le da un remedio a la madre de la niña y le dice que volverá en unos días. Después de ese episodio, el diácono Fedegario visita a Huma y le advierte sobre sus prácticas de brujería. Huma acepta casarse con un hombre adecuado si su padre logra expulsar al sacerdote. Huma convence a su padre y a su amiga Zoela de casarse con su hermano Pintaio. Fedegario se marcha de la aldea y Huma celebra su victoria, aunque sabe que la sombra del sacerdote seguirá presente. Finalmente, Pintaio regresa a la aldea y es recibido con alegría.
XII Un encuentro anunciado
En este capítulo, Pintaio regresa triunfante a Coaña y es recibido con alegría por todo el pueblo. En lugar de unirse a la multitud, Huma y Aravo esperan a Pintaio en el edificio del Consejo. Pintaio hace su entrada triunfal en Coaña acompañado de Ickila, su amigo godo. Durante su paseo por el pueblo, Pintaio es aclamado por la multitud y se siente orgulloso de su victoria. La mayoría de la gente piensa que los refugiados que trae consigo serán esclavos, pero en realidad son personas que se instalarán en las nuevas tierras prometidas. Al llegar a la casa del Consejo, Pintaio presenta a Ickila como su hermano y explica los títulos y prerrogativas de Aravo y Huma. Huma siente una atracción hacia Ickila, pero se esfuerza por resistirse debido a las diferencias culturales y a la enemistad entre los astures y los godos. Pintaio y Huma tienen una discusión con respecto a la distribución de tierras para los refugiados, lo que crea tensiones en el pueblo. Pintaio se convierte en la autoridad local y Aravo se siente desplazado. Huma también se preocupa por los cambios que traerá la llegada de los refugiados. Pintaio e Ickila evitan a Huma y tratan de contener sus sentimientos el uno por el otro. Luego, reciben la noticia de la muerte de Alfonso, lo que los lleva a viajar a Cánicas para participar en la elección de su sucesor. Ickila apoya a Fruela, mientras que Pintaio confía en que Fruela será un buen líder. Sin embargo, Ickila tiene dudas sobre la ambición y la crueldad de Fruela.
Siguiendo este capítulo, Pintaio intenta persuadir a Ickila de que apoye a Fruela para convertirse en rey y continuar las conquistas de su padre y abuelo. Sin embargo, Ickila se muestra reticente y prefiere no involucrarse en la lucha por el trono. Durante su conversación, Pintaio menciona que ha notado cómo Ickila mira a Huma, lo cual incomoda a Ickila, ya que siente una atracción hacia ella pero también un rechazo debido a su arrogancia y falta de modales. Pintaio le cuenta a Ickila que su hermana, Noreno, ha tenido un amor juvenil que terminó en tragedia y que su padre lleva años intentando encontrarle un marido, pero ella se niega a casarse con alguien que no elija ella misma. Pintaio sugiere que Noreno podría estar interesada en Ickila, pero él rechaza la idea y afirma que no está interesado en el matrimonio en ese momento. Luego, Ickila y Pintaio se unen a la elección del nuevo rey en Cánicas, donde Fruela es aclamado como el sucesor. Mientras tanto, en Al-Ándalus, Abd al Rahman se enfrenta a las guerras civiles y se prepara para reconquistar los territorios perdidos. Ickila y Pintaio regresan a Cánicas justo a tiempo para participar en la elección del nuevo rey, donde Fruela es elegido. Después de la elección, se enteran de que se prepara una gran ofensiva por parte de los musulmanes y se preparan para la defensa. Al regresar a casa, Ickila descubre que su maestro y preceptor, Adriano, ha fallecido. También encuentra a su madrastra, Badona, en un estado de profunda tristeza y soledad. Ickila intenta consolarla y pasar tiempo con ella antes de partir hacia la batalla. Durante la marcha hacia Gallecia, Ickila se encuentra con su antiguo mayordomo, Claudio, quien le entrega una carta de su padre en la que le pide que encuentre a su hermana Clotilde y le transmita su perdón. Claudio le cuenta a Ickila que encontró a Clotilde en Balansiya, donde ella vive felizmente con su esposo y sus hijos. Ickila se sorprende y se alegra al saber que su hermana está bien. Finalmente, Ickila y Pintaio participan en la batalla contra los musulmanes en el puente sobre el río Umia. La batalla resulta en una victoria para los cristianos, pero se dan cuenta de que la guerra está lejos de terminar.
XIII Sangre y conjuras
En este capítulo, se narra cómo Ickila y Pintaio se despiden en una encrucijada del camino. Ickila explica que no puede acompañar a Pintaio debido a que debe cuidar a su madrastra en Cánicas. Pintaio acepta la situación y se marcha hacia su aldea con la intención de enfrentarse a su padre. Mientras tanto, en Coaña, se vive un clima de conflicto entre los nuevos habitantes y los lugareños. Los inmigrantes desprecian las costumbres locales y se enfrentan a los lugareños por el uso de las tierras. El jefe de la aldea intenta mediar, pero la situación se vuelve cada vez más tensa. En medio de este conflicto, Pintaio regresa a Coaña y se entera de que Huma ha buscado una esposa para él. Aunque al principio se sorprende, acepta la propuesta y decide casarse con Neva, la hermana pequeña de Zoela. Sin embargo, Huma le advierte que no tendrán lugar en la casa de Coaña y deberán buscar otro sitio para vivir. Pintaio acepta y propone irse lejos con Neva. Mientras tanto, Aravo, el padre de Pintaio, se encuentra en una situación complicada. Aunque ha perdido poder y su salud se deteriora, sigue mostrando su orgullo y liderazgo. Pintaio le informa sobre su matrimonio y Aravo acepta la decisión. Además, sugiere que Ickila se case con Huma para fortalecer la alianza con los godos. Ickila, por su parte, se encuentra en una expedición militar contra los vascones. Aunque se siente incómodo con la brutalidad de Fruela, el rey, sigue luchando a su lado. Durante la expedición, Fruela se enamora de Munia, una vascona capturada, y la toma como su concubina. Ickila desconfía de Munia, pero ella está embarazada y hará todo lo posible para proteger a su hijo.
Siguiendo este capítulo, se narra cómo el rey Fruela espera con ilusión el nacimiento de su hijo con Munia, a quien ama más que a su esposa. Para proteger a Munia y al bebé de las intrigas de la corte, Fruela decide alejarlos a un cenobio en la colina de Ovetao, donde Ickila será el encargado de cuidar de ellos y construir una ciudad. Nace un niño llamado Alfonso, rubio y de ojos claros, que es el orgullo de su padre. Sin embargo, la amenaza de los ataques musulmanes y las conspiraciones internas hacen que Fruela decida enviar al pequeño príncipe a un lugar seguro, el monasterio de Samos, donde será protegido y educado. Ickila también se despide de su amigo Pintaio, quien decide no seguir sirviendo a un rey que ha asesinado a su propio hermano. Mientras tanto, Fruela impone medidas drásticas en la Iglesia, prohibiendo los matrimonios de los sacerdotes y azotando a los clérigos casados. Finalmente, un ejército musulmán invade Alaba y Fruela ordena una batalla suicida, en la que Ickila resulta gravemente herido. En sus últimos momentos, tiene una visión de Pintaio, quien le anima a resistir.
XIV La cólera de los esclavos
En este capítulo, Ickila se encuentra gravemente herido en la batalla y Pintaio acude en su ayuda, protegiéndolo de los ataques enemigos. A pesar de la valentía de los cristianos, la derrota es inevitable y deciden retirarse. Pintaio se centra en rescatar a Ickila, quien está al borde de la muerte. Utilizando sus conocimientos de curación aprendidos de su madre, Pintaio realiza una cura de emergencia en Ickila y juntos logran escapar del campo de batalla. En su camino hacia Coaña, Pintaio cuida de Ickila y lo lleva a un arroyo para tratar sus heridas. Después de un largo viaje, finalmente llegan a Coaña, donde Huma, la hermana de Ickila, los recibe y se encarga de cuidar al herido. Ickila se recupera lentamente y se entera de la maledicencia que circula sobre Huma, acusándola de ser una bruja. Ickila defiende a Huma y se da cuenta de sus sentimientos hacia ella. Decide pedirle matrimonio y, a pesar de que Huma confiesa que no es doncella, Ickila acepta y le asegura que la ama. Aravo, el padre de Huma, también aprueba la unión y les da su bendición. El capítulo termina con Ickila y Aravo planeando una cacería para celebrar el compromiso y simbolizar el traspaso de poderes de Aravo a Ickila.
Siguiendo este capítulo, Ickila se enfrenta a un jabalí para proteger a su futuro suegro y le da muerte. Aravo está emocionado y considera que Ickila tiene todas las cualidades necesarias para ser un buen líder. Ickila se integra en la comunidad y participa en las reuniones del Consejo de Ancianos, donde se discuten temas importantes. También se menciona la presencia creciente de seguidores de la religión cristiana y los conflictos que esto genera. Huma practica sus ritos en secreto y Ickila se esfuerza por mantener la paz entre los diferentes grupos de la comunidad. Luego, se informa sobre el asesinato del rey Fruela y la situación caótica en el reino. Ickila decide ir a la capital para ayudar a la reina viuda Munia y proteger al príncipe Alfonso. En Cánicas, Favila le informa a Ickila que no se investigará el asesinato del rey y que Aurelio será el nuevo rey. Ickila se entera de que los siervos se han rebelado y están causando estragos en el reino. Paulo, el antiguo esclavo de Ickila, asesina a Badona y huye. Ickila regresa a su hogar y descubre la tragedia. Está lleno de ira y dolor, y desea vengarse de Paulo. Arausa le tranquiliza y le cuenta sobre el funeral de Badona. Ickila se siente decepcionado con Dios y se pregunta por qué sufre tanto. Luego, se preocupa por Huma y decide ir a Coaña para asegurarse de que esté a salvo.
XV Alana
En este capítulo, el país sufre las consecuencias de la revuelta de los siervos, que ha dejado los campos devastados y muchas granjas destruidas. Ickila avanza hacia el oeste, evitando a los fugitivos y patrullas reales, preocupado por la seguridad de Huma. Reflexiona sobre su vida y su conexión con ella, y se da cuenta de que su vida ha sido un camino hacia ella. No ha informado a sus hermanas sobre lo sucedido en Cánicas para protegerlas. Finalmente, llega a Coaña y se encuentra con las puertas cerradas. Después de insistir, logra entrar y se reencuentra con Huma y Aravo. Huma está preocupada por su seguridad y le cuenta que la revuelta no ha llegado a Coaña. Ickila le cuenta sobre la muerte de su madre a manos de un siervo traidor y su deseo de venganza. Deciden celebrar su boda y se casan en una ceremonia sencilla. Después de la boda, Ickila y Huma disfrutan de su intimidad y exploran su amor. Durante este tiempo, el reino vive un periodo de prosperidad y paz relativa. Huma queda embarazada y da a luz a una niña llamada Alana. Huma se preocupa por proteger a su hija de los peligros y utiliza amuletos y conjuros para mantenerla a salvo. Alana crece sin problemas y sus padres disfrutan de una vida feliz juntos. Ickila se convierte en el líder de la aldea y Huma sigue siendo una sanadora respetada.
Siguiendo este capítulo, Huma continúa amando a su esposo, Ickila, pero aún tiene dudas sobre su pasado con Noreno. A pesar de eso, trata de seguir adelante y disfrutar de su matrimonio. A petición de Ickila, Huma renuncia a enseñarle a su hija Alana los secretos de su culto y acepta que la llamen "la hija de Ickila". También accede a que se muden a un altillo para preservar su intimidad. Huma se preocupa por el futuro de Alana y su seguridad en un mundo peligroso, por lo que Ickila propone buscarle un esposo. Huma añora a su hermano Pintaio, quien habría sido el padrino de Alana. Huma queda embarazada nuevamente y da a luz a un niño que muere poco después. Ickila se lamenta de no haberle dado un heredero y teme por el futuro de Alana. Huma acepta el compromiso de Alana con Índaro, el hijo del conde Favila, para asegurar su protección. Huma enseña a Alana sobre hierbas y remedios, pero también le advierte sobre su belleza y los peligros que puede traer. Ickila entretiene a Alana con historias de sus batallas, pero nunca menciona a Munia. Ickila anuncia la visita del conde Favila y su hijo para pedir la mano de Alana. Huma acepta el compromiso y se prepara para el futuro matrimonio de su hija. Silo es sucedido por Mauregato como rey de Asturias, lo que causa preocupación en Ickila. Los recaudadores del nuevo rey llegan al castro y Huma se da cuenta de que algo oscuro se avecina. A pesar de su aversión hacia ellos, Huma se prepara para recibir a los recaudadores y mantener la paz en el castro.
XVI Un corcel silencioso
En este capítulo, Huma finalmente comprende que el corazón al que se refería la profecía no era el suyo, sino el de Alana. Un hombre desconocido, Vítulo, llega al pueblo y anuncia que Alana será llevada al harén del emir de Corduba. Huma, desesperada, se humilla ante el recaudador para que no se lleve a su hija, pero es en vano. Ickila, furioso, planea levantar a los guerreros del castro para detener a los saqueadores, pero Huma le convence de que sería inútil y peligroso. Alana propone huir y esconderse en el bosque, pero sus padres saben que no es una opción viable. Preparan a Alana para su partida y Huma le asegura que regresará. Ickila parte en busca de Alana, pero no logra encontrarla y decide regresar a Coaña. Huma tiene una visión aterradora de su hija y sufre por su seguridad. Decide tomar veneno para unirse a Alana en la muerte, pero se detiene a tiempo. La batalla entre los sarracenos y los defensores de Coaña comienza y Huma se despide de Ickila. Huma recuerda un sueño recurrente en el que ella es una loba y Alana un águila que vuela cada vez más alto. Un guerrero sarraceno entra en la casa de Huma, pero descubre que está muerta. Huma sonríe en su último momento de vida, sabiendo que Alana está a salvo.
TOPÓNIMOS
DRAMATIS PERSONAE
En este capítulo, se presentan una serie de personajes históricos relevantes en la historia de España. Entre ellos se encuentra Abd al Aziz, el primer valí de Hispania, quien se casó con Egilona, viuda de Don Rodrigo. También se menciona a Abderramán I el Justo, el primer emir independiente de Córdoba, cuyo reinado estuvo marcado por continuas rebeliones y una expedición dirigida por Carlomagno. Otro personaje destacado es Alfonso I, conocido como el Cántabro o el Católico, quien aprovechó las luchas internas en Al Ándalus para conquistar Galicia, León y parte del valle del Duero. Además, se menciona a Alfonso II de Asturias, apodado el Casto, quien fue rey de Asturias y fijó su corte en Oviedo. También se hace referencia a personajes ficticios como Adriano, autor anónimo de la Crónica mozárabe, y a personajes legendarios como Pelayo, el primer rey de Asturias, y Don Rodrigo, último rey visigodo.
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La Cátara