Roma soy yo (Spanish Edition)

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portada Roma soy yo (Spanish Edition)

Capítulos

Prooemium

En este capítulo, se describe el crecimiento ilimitado de Roma en el Mediterráneo occidental después de la caída del Imperio cartaginés. Aunque Roma controlaba vastas regiones, incluyendo Hispania, Sicilia, Cerdeña y partes de África del Norte, Italia y Grecia, la distribución de la riqueza y el poder no era equitativa. Un pequeño grupo de familias aristocráticas acumulaba tierras y dinero, mientras que la mayoría de los habitantes de Roma y los campesinos apenas se beneficiaban de esta opulencia. Esto llevó a un conflicto interno entre la Asamblea del pueblo romano, liderada por los tribunos de la plebe, y el Senado, que exigía un reparto más justo de poder y riqueza.

Tiberio Sempronio Graco, hijo de Cornelia y nieto de Escipión el Africano, fue uno de los hombres audaces que luchó por la justicia y la redistribución de tierras. Sin embargo, fue emboscado y asesinado por sicarios enviados por el Senado. Su hermano, Cayo Sempronio Graco, también intentó llevar a cabo las reformas de su hermano, pero fue detenido y ejecutado por orden del Senado.

Los partidarios de las reformas se agruparon en el partido de los "populares", mientras que los senadores conservadores formaron el partido de los "optimates". Además, los habitantes de las ciudades aliadas de Roma en Italia, conocidos como los "socii", también reclamaban la ciudadanía romana y el derecho a voto.

A pesar de la represión, la Asamblea de Roma continuó eligiendo tribunos de la plebe que intentaron implementar las reformas de los Gracos. Sin embargo, todos fueron asesinados por sicarios a sueldo de los senadores. En medio de esta división, un joven romano, sensible a las demandas de los populares y los socii, se dio cuenta de que había un cuarto grupo en juego: los provinciales, los habitantes de las nuevas provincias que Roma estaba anexando.

Este joven, de tan solo veintitrés años, decidió intervenir como fiscal en un juicio contra Cneo Cornelio Dolabela, un poderoso senador optimas acusado de corrupción mientras era gobernador de Macedonia. Aunque el tribunal estaba predispuesto a exonerar a Dolabela, quien contaba con los mejores abogados defensores, Cayo Julio César aceptó el desafío. Aunque muchos lo consideraban un loco o un iluso, César estaba decidido a luchar por la justicia.

EL JUICIO I

PETITIO

En este capítulo, se introduce el concepto de "petitio" en el contexto de la antigua Roma. La petitio es una solicitud realizada por una persona libre a un abogado, en la que le pide que acepte ser su defensor o fiscal en un caso legal en Roma.

En el caso de una persona no romana, era necesario encontrar a un ciudadano romano dispuesto a actuar como abogado. Esto era especialmente importante si la persona no romana deseaba presentar una demanda contra alguien que tuviera la ciudadanía romana.

La petitio era un proceso crucial en el sistema legal romano, ya que determinaba quién representaría a una persona en un caso legal. Esta solicitud podía tener implicaciones significativas para el resultado del caso, ya que el abogado elegido desempeñaba un papel fundamental en la defensa o acusación de la persona involucrada.

En resumen, la petitio era una solicitud realizada por una persona libre a un abogado en Roma, en la que se le pedía que aceptara ser su defensor o fiscal en un caso legal. En el caso de una persona no romana, era necesario encontrar a un ciudadano romano dispuesto a actuar como abogado.

I La decisión de César

En este capítulo, nos encontramos en la domus de la familia Julia, en el barrio de la Subura en Roma, en el año 77 a.C. Tito Labieno intenta persuadir a Cayo Julio César de no aceptar una propuesta que le han hecho, ya que considera que es suicida y que enfrentarse a los senadores optimates solo traerá la muerte. César escucha atentamente a su amigo, pero no dice nada. Cornelia, la esposa de César, también está presente y asiste a la conversación en silencio. En ese momento, su hija Julia aparece en el atrio seguida de una esclava, interrumpiendo la discusión. Cornelia se lleva a la niña y César asiente con seriedad. Labieno continúa intentando persuadir a César, pero este se muestra indeciso. Finalmente, César menciona a su madre, Aurelia, y plantea que ella consideraría mejor aceptar el caso y enfrentarse a Dolabela, ya que este ha cometido crímenes y ha apoyado las confiscaciones de bienes que sufrió su familia. Labieno advierte sobre la falta de experiencia de César para enfrentarse a su tío Cota y a Hortensio, abogados defensores de Dolabela, y a los jueces que podrían estar sobornados. Los macedonios que quieren contratar a César como abogado intervienen y explican que lo eligen porque se enfrentó a Sila en el pasado y no temió enfrentarse a Dolabela. César finalmente acepta ser su abogado. Labieno y Cornelia intentan persuadirlo nuevamente, pero César ya ha tomado su decisión. Los macedonios se retiran dejando un saco de monedas como primer pago por sus servicios. Labieno se siente desalentado y César se preocupa por la reacción de su madre. Finalmente, Cornelia abraza a César, quien lo necesita en ese momento.

Memoria prima[2]

AURELIA

Madre de César

II Senatus consultum ultimum

En este capítulo, nos encontramos en Roma, en el año 99 a.C., durante el periodo de elecciones y violencia política. Aurelia, madre de Cayo Julio César, está preocupada por el llanto de su hijo debido a los disturbios que se escuchan desde el atrio. Decide entregar al niño a su nodriza y enfrentarse a los hombres que gritan. En el atrio, se encuentra con su cuñado Cayo Mario, quien le informa que Saturnino y Glaucia, los tribunos de la plebe, han contratado sicarios para asesinar a Memio, un candidato a cónsul de los optimates. Aurelia invita a Mario a sentarse y comer para calmar los ánimos. Mario explica que el Senado ha emitido un senatus consultum ultimum, y él ha sido designado para ejecutarlo. Revela que Saturnino y Glaucia han confundido la contención del Senado con debilidad y que Sila está maniobrando para convertirse en líder de los optimates. Mario también menciona a Dolabela, un joven que está influyendo en Sila y empujándolo a tomar medidas enérgicas. Mario ha decidido arrestar a Saturnino y Glaucia y negociar un juicio en lugar de ejecutarlos. Advierte a Aurelia y a su esposo que se preparen para tiempos tumultuosos y promete dejar hombres para protegerlos. Mario se despide y Aurelia se ocupa del llanto de su sobrino.

III El tribuno del pueblo

En este capítulo, se narra la confrontación entre Lucio Apuleyo Saturnino y Cayo Mario en la Colina Capitolina en Roma, en el año 99 a.C. Los veteranos de África que acompañaban a Mario rodean a Saturnino para ejecutar el senatus consultum ultimum. Mario confía en sus veteranos en lugar de recurrir a la policía nocturna de la ciudad, ya que considera que son más capaces de enfrentarse a la brutalidad de la noche romana. Los soldados de Mario rápidamente doblegan la resistencia de los fieles a Saturnino, que se habían refugiado en el templo de Júpiter. Mario arresta a Saturnino y lo lleva hacia el foro, donde son vigilados por sicarios a sueldo de los senadores. Mario intenta explicar a Saturnino que lo arresta para protegerlo de los sicarios del Senado y ganar tiempo para negociar una salida. Sin embargo, Saturnino no confía en que el Senado negocie y cree que serán aniquilados. Mario lleva a Saturnino a la Curia Hostilia, la casa del Senado, como refugio temporal. Saturnino se queda preso en el edificio del Senado, que se convierte en una improvisada cárcel en el centro de Roma.

IV Una negociación imposible

En este capítulo, Cayo Mario regresa a la casa de la familia Julia con noticias preocupantes. Les advierte a Julio César padre, Aurelia y Aurelio Cota que la ciudad está a punto de estallar en violencia y les pide que aseguren las puertas y ventanas. Mario explica que ha detenido a Saturnino en la Curia Hostilia y está buscando a Glaucia. Planea negociar para que ambos sean exiliados en lugar de ser condenados a muerte. Aurelia interviene y le pregunta qué puede ofrecer a los optimates para que acepten negociar. Mario acepta una copa de vino y responde que ofrecerá el regreso del padre de Metelo, Quinto Cecilio Metelo Numídico, a cambio de la vida de Saturnino y Glaucia. Mario se despide y se va con sus veteranos de guerra. En otra casa, Glaucia es arrastrado por sicarios pagados por el Senado. Intentó refugiarse en la casa de un amigo, pero fue traicionado. Los sicarios lo rodean y Lucio Cornelio Sila ordena su muerte. En la casa de Metelo hijo, Mario llega para negociar. Metelo hijo se burla de él y rechaza su oferta. Sila confirma que Glaucia ya está muerto y que Dolabela se encargará de Saturnino. Mario se da cuenta de que Dolabela está motivado por la muerte de su padre. Metelo hijo decide no negociar y amenaza a Mario. Mario se retira y se dirige al Senado con la sensación de que algo terrible está por suceder.

V Justicia pétrea

En este capítulo, Cneo Cornelio Dolabela se dirige hacia la Curia Hostilia rodeado de sicarios contratados por los optimates. Sabe que el Senado ha ordenado su arresto y ejecución inmediata. Dolabela se detiene frente a Quinto Sertorio, un oficial al mando de los veteranos de Mario que protegen la entrada. Después de una breve conversación, Dolabela decide retirarse y reunirse con sus sicarios. Sertorio se siente seguro con sus hombres y espera el ataque de los sicarios. Mientras tanto, en la Domus de la familia Julia, Aurelia y Cota discuten sobre la situación política y la fortaleza de los optimates. César padre comparte la visión negativa de Cota. En las calles de Roma, Mario se da cuenta de que la situación es más complicada de lo que pensaba y teme por la seguridad de Saturnino en la Curia. En la Domus de la familia Julia, la conversación continúa y Cota expresa su esperanza de que en unos años se puedan hacer cambios en Roma. En el foro, Sertorio se prepara para el ataque de los sicarios y utiliza un silbato para llamar a más veteranos de guerra. Dolabela observa la defensa de Sertorio y se da cuenta de que el ataque frontal no funcionará. Decide buscar otra estrategia y ordena a sus hombres quitar las tejas del techo de la Curia. Mientras tanto, en el interior de la Curia, Saturnino reflexiona sobre su situación y planea escapar. De repente, el techo comienza a desmoronarse y las tejas caen sobre él, matándolo. Dolabela ordena a sus hombres seguir arrojando tejas sobre el cuerpo de Saturnino para enviar un mensaje a Roma. En el foro, Sertorio lidera a sus hombres en la batalla contra los sicarios. Los sicarios se retiran y Sertorio ordena abrir las puertas de la Curia. Descubre el cuerpo de Saturnino cubierto de tejas y sangre. Mario llega al lugar y se enfrenta a Dolabela. Mario se siente viejo y sabe que alguien más joven deberá enfrentarse a Dolabela en el futuro.

VI La sangre de Eneas

En este capítulo, Aurelia cuestiona a su hermano Cota sobre su certeza de que las cosas cambiarán en Roma. Cota explica que la clave para debilitar a los senadores optimates será la unión entre el pueblo y los socii, las ciudades aliadas que buscan la ciudadanía romana. Sin embargo, aún deben esperar a que las ciudades aliadas se muevan y se desate una guerra. Cota menciona que Mario ya ha incluido algunas cesiones a las ciudades aliadas en su triple alianza. En ese momento, Cayo Mario llega a la casa de la familia Julia y les informa que los optimates han asesinado a Glaucia y Saturnino, y están buscando venganza. Mario les advierte que se atrincheren y no salgan de la casa. Aurelia se refugia en la habitación de su hijo y comienza a mecerlo mientras le cuenta la historia de su origen, descendiente de la gens Julia, la familia más noble de Roma.

EL JUICIO II

DIVINATIO

En este capítulo, se introduce el concepto de "divinatio", que es el proceso en el cual el tribunal decide quién de todos los acusadores que se presentan es aceptado para personarse en la causa como acusación principal, es decir, como fiscal del juicio.

VII Un oponente inesperado

En este capítulo, César y Labieno caminan por las calles de Roma mientras discuten sobre el juicio contra Dolabela. Un mensajero les informa de que Cicerón se presentará como acusador en el juicio, lo cual sorprende a César. A pesar de esto, César no se desanima y ve la oportunidad de ganar prestigio si logra una condena contra Dolabela. En la basílica Sempronia, César habla primero en el juicio, pero su discurso no es bien recibido y solo hay murmullos en lugar de aplausos. Labieno intenta consolar a César, pero él se siente decepcionado por no haber cumplido las expectativas de su madre. Cicerón toma la palabra y realiza un discurso elogiado por su habilidad y claridad. Critica la inexperiencia de César y su falta de imparcialidad debido a su relación con Mario y su matrimonio con Cornelia. Cicerón concluye que César no debe ser el fiscal del juicio y recibe un aplauso generalizado.

VIII Una elección sorprendente

En este capítulo, se revela la decisión del tribunal en el caso de Dolabela. Aunque la plebe se siente confundida por la elección de Julio César como fiscal principal, algunos creen que podría ser el sucesor de Mario y vengarse de Dolabela. Cicerón recoge sus notas rápidamente, mientras que César organiza sus papiros con notas sobre la acusación. Cicerón se burla de César y le dice que no durará ni medio día frente a Hortensio y Cota. César defiende su selección argumentando que ha presentado pruebas y testigos. Cicerón insinúa que los testigos podrían estar en peligro. César no entiende el consejo de Cicerón de ser un defensor en lugar de un fiscal. En la casa de la familia Julia, César y Cornelia hablan sobre el juicio y ella le dice que ha fingido ser peor de lo que es. Cornelia teme que si César sorprende a los defensores, podría ser asesinado. En la casa de Dolabela, las esclavas temen su ira. César y Cornelia hacen el amor y después él se da cuenta de lo que Cicerón quiso decir. Decide ser un defensor en lugar de un fiscal. César duerme, recordando a su tío Mario.

Memoria secunda

CAYO MARIO

Tío de César Siete veces cónsul

IX El regreso de Mario

En este capítulo, se narra una pelea en el Campo de Marte de Roma, donde varios niños y jóvenes insultan y golpean a un niño llamado Julio César. Tito Labieno, otro joven noble, decide intervenir para defender a Julio César, a pesar de que no es de su misma clase social. Sin embargo, la pelea se intensifica y todos los niños se abalanzan sobre ellos. En ese momento, aparece Cayo Mario, un veterano líder militar y tío de Julio César, quien pone fin a la pelea. Mario observa a los niños y nota el miedo y desprecio en sus rostros, excepto en Julio César y Tito Labieno. Mario pregunta quién es Julio César y, al reconocerlo como su sobrino, decide llevarlo consigo. También invita a Tito Labieno a unirse a ellos para evitar que los demás niños lo ataquen. Los tres caminan junto a los veteranos de guerra de Mario.

X La única victoria que importa

En este capítulo, Cayo Mario y su escolta llegan a las tabernas del puerto fluvial de Roma. Mario se detiene en la más grande y se sienta en la mejor mesa. El tabernero, emocionado por la presencia de Mario, se acerca a atenderlos. Mario ordena comida y bebida para todos y le pregunta a los dos jóvenes, César y Labieno, si son hombres o niños. Los chicos responden que son hombres, a pesar de que aún llevan el amuleto que prueba que son niños. Mario se ríe y ordena vino y queso para los tres. Luego, Mario nota las heridas de los jóvenes y ordena que venga un médico. Mientras esperan, Mario les explica a los chicos que deben tener cuidado de que la madre de César no los vea en esas condiciones. Después, Mario les habla sobre la pelea que tuvieron esa mañana y les dice que nunca deben entrar en batalla si el enemigo supera en número. Los chicos se defienden diciendo que al menos saben que son valientes. Mario les explica que también son estúpidos y les cuenta que en el pasado todos pensaron que él era un cobarde, pero él demostró su valentía en la batalla de Aquae Sextiae.

XI Memoria in memoria La cólera de los dioses

En este capítulo, ambientado en Roma en el año 105 a.C., se narra la terrible situación que atraviesa la ciudad debido a las derrotas sufridas en batallas contra los bárbaros del norte. Los ejércitos consulares han sido derrotados y Roma se encuentra al borde del abismo. Para intentar aplacar la cólera de los dioses y detener las invasiones, los romanos recurren a un antiguo ritual: enterrar vivos a dos parejas de esclavos, una de origen galo y otra de origen griego. Los esclavos son arrastrados por el Foro Boario hasta un agujero excavado en el suelo, donde son arrojados sin piedad. Durante la caída, los esclavos sufren heridas y fracturas, pero aún así luchan por su vida. Sin embargo, son enterrados vivos y quedan sumidos en la oscuridad, mientras el ruido de sus sollozos se desvanece. Este sacrificio humano es realizado en un intento desesperado de salvar a Roma de la amenaza bárbara.

XII Memoria in memoria ¿Un nuevo Escipión?

En este capítulo, se narra cómo los cimbrios y teutones, pueblos bárbaros del norte, no atacaron directamente a Roma después de la batalla de Arausio. En cambio, se entretuvieron en el sur de la Galia y realizaron incursiones en Hispania. Esto le dio tiempo a los romanos para reorganizarse y elegir a un nuevo líder militar. Cayo Mario, el mejor militar del momento, fue designado como cónsul y se le encomendó reclutar un nuevo ejército para restablecer la seguridad en la frontera. Mario reclutó a miles de auxiliares entre los más pobres de Roma, rompiendo las normas de reclutamiento. Además, cambió la forma de pago del ejército y endureció las condiciones de entrenamiento y disciplina. Mario se estableció en la desembocadura del Ródano y ordenó la construcción de un canal para asegurar el suministro desde Roma. A pesar de la inacción de Mario, el Senado decidió prorrogar su mandato. Sin embargo, las dudas y la desconfianza comenzaron a crecer entre los legionarios y algunos oficiales, como Sila, abandonaron el ejército. En el Senado, Sila propuso renovar el mandato de Mario por un año más, argumentando que los bárbaros forzarían a Mario a actuar. El plan de Sila era que los bárbaros eliminaran a Mario y su ejército, lo que permitiría a los optimates tomar el control de Roma. Mario recibió la noticia de su renovación, pero seguía sin prisa. Finalmente, se informó de que los teutones y ambrones se estaban acercando al campamento de Mario. A pesar de esto, Mario parecía indiferente y los legionarios comenzaron a dudar de su liderazgo.

XIII Memoria in memoria Los bárbaros gigantes

En este capítulo, nos encontramos en el campamento general de Cayo Mario, cerca de la desembocadura del Ródano, en la primavera del 102 a.C. La llanura frente al campamento está llena de ambrones y teutones armados, enemigos de Roma. Mario observa desde lo alto del vallum y se da cuenta de que estos bárbaros han derrotado a los ejércitos consulares en varias ocasiones, lo que ha llevado a los legionarios a creer que son enemigos formidables e invencibles. Mario decide destruir este rumor y ordena a sus hombres que suban al vallum y vean por sí mismos que los bárbaros no son gigantes ni seres míticos, sino simplemente hombres armados y desorganizados. Los tribunos comprenden la estrategia de Mario y ven esperanza en la victoria.

XIV Un médico para el joven César

En este capítulo, nos encontramos en una taberna en Roma, donde Cayo Mario está explicando cómo logró superar el miedo de sus hombres hacia los supuestos gigantes bárbaros. Sin embargo, Mario se da cuenta de que tal vez sus hombres han cambiado demasiado. En ese momento, llega el médico del valetudinarium de las legiones que estuvieron en África y en el norte, y resulta ser Anaxágoras, a quien Mario reconoce y saluda con aprecio. El médico examina las heridas de César y su amigo, y Mario decide llevar a su sobrino de regreso con su madre para que se recupere adecuadamente. Mario le dice a César que entrar en una batalla que no se puede ganar es una estupidez y que si quiere comandar legiones, debe aprender a tragarse el orgullo y esperar el momento adecuado para vengarse. El capítulo termina con el médico tratando las heridas de César mientras este soporta el dolor en silencio.

XV Memoria in memoria Teutobod

En este capítulo, se describe la situación en la que se encuentran los bárbaros liderados por Teutobod, rey de los teutones, frente al campamento romano. A pesar de tener la opción de seguir su ruta hacia Italia, deciden detenerse cerca del campamento romano. Algunos oficiales teutones no entienden esta decisión, pero respetan a su líder debido a las victorias que ha obtenido contra los romanos en el pasado. Teutobod explica que no pueden dejar un enemigo armado a sus espaldas y que es mejor derrotar al ejército romano antes de continuar hacia Roma. Los teutones deciden provocar a los romanos para que salgan a combatir, pero los romanos se mantienen firmes en su posición defensiva. A pesar de las burlas y provocaciones de los teutones, el cónsul Cayo Mario se niega a exponer a sus hombres en una batalla que considera inútil. Mario explica que la posición del campamento es estratégica para recibir suministros desde Roma y que combatirán cuando él lo decida. A pesar de las críticas y dudas de algunos oficiales, Mario mantiene su autoridad y determinación.

XVI Memoria in memoria El desafío del rey

En este capítulo, se narra el tercer día de provocaciones frente al campamento romano. El cónsul Cayo Mario es despertado al alba y se entera de que los teutones han preparado la provocación final. Aunque los tribunos no dan explicaciones precisas, se revela que se trata de combates singulares. Mario decide valorar la situación desde lo alto de la empalizada y se encuentra con un guerrero teutón engalanado con una coraza plateada y un escudo ovalado verde con remaches dorados. Resulta ser el rey teutón, Teutobod. Mario intuye que se trata de un desafío y no puede evitar sentir la ansia de luchar y vengar las derrotas sufridas por Roma. Sin embargo, es consciente de que no está en condiciones de combatir y ordena a su adiestrador militar, Enobarbo, que responda al desafío en su lugar. Teutobod, al ver que no es el propio cónsul quien acepta el desafío, lo insulta y se retira. Enobarbo regresa al campamento romano y no hay combate singular. Mario se siente abrumado por la tristeza y la decepción, y se cuestiona si su decisión fue cobarde o sabia. La contraseña nocturna para los centinelas es "Victoria", lo que hace que Mario sospeche que incluso su tribuno, Sertorio, piensa que es un cobarde. A pesar de todo, Mario sonríe y se sirve una tercera copa de vino, decidido a sorprender al rey teutón en el futuro.

XVII Memoria in memoria El ataque del ejército teutón

En este capítulo, se narra el ataque de los teutones al campamento romano. Teutobod, el rey teutón, confiado por sus victorias anteriores, arremete contra las defensas romanas. Sin embargo, los romanos habían reforzado sus defensas y estaban preparados para el ataque. Los teutones sufren numerosas bajas debido a las trampas preparadas por los romanos. A pesar de esto, Teutobod continúa el ataque y algunos teutones logran escalar la empalizada. En ese momento, el cónsul Mario ordena a sus hombres atacar sin piedad. La lucha cuerpo a cuerpo es feroz, pero los romanos demuestran una resistencia desconocida para los teutones. Finalmente, Teutobod ordena la retirada al ver que el ataque es inútil. Los romanos repelen el ataque con éxito y Mario decide no contraatacar, sino reforzar las defensas y estar preparados para una posible segunda ofensiva. El capítulo termina con Sertorio, uno de los oficiales romanos, reflexionando sobre las lecciones aprendidas en esta batalla.

XVIII Memoria in memoria A por Roma

En este capítulo, se narra cómo el rey teutón, Teutobod, decide marcharse del campamento y dirigirse hacia Roma, dejando atrás a un líder cobarde y a un ejército asustadizo. Por otro lado, el cónsul romano, Mario, observa desde el campamento los movimientos de los teutones y se da cuenta de que se están alejando definitivamente. A pesar de los gestos obscenos y los insultos de los teutones hacia los romanos, Mario decide tomar acción y ordena a sus legionarios prepararse para una marcha larga. Sorprendiendo a todos, Mario planea interponerse en el camino de los teutones en la ciudad de Aquae Sextiae y luchar contra ellos. Los legionarios romanos, motivados por la oportunidad de luchar, avanzan rápidamente para adelantar al ejército teutón.

XIX La reunión del Senado

En este capítulo, Cayo Mario está narrando los prolegómenos de la batalla de Aquae Sextiae en una taberna en Roma. A pesar de la llegada de varios mensajeros del Senado, Mario continúa con su relato sin prestar atención a nada más. Finalmente, el tribuno Sertorio se acerca a Mario para informarle de la reunión del Senado y la importancia de los mensajes recibidos. Mario se muestra molesto y se burla de los mensajes de Metelo, pero finalmente decide acudir a la reunión después de terminar su relato. Reconoce a Sertorio como su mejor hombre y se disculpa por haberle levantado la voz. Mario continúa con su narración y destaca la importancia de su papel en la batalla contra los teutones. El capítulo termina con César recordando que el ejército consular había adelantado a los teutones.

XX Memoria in memoria Aquae Sextiae

En este capítulo, el cónsul Cayo Mario observa desde lo alto de una colina el inmenso ejército teutón que se acerca a Roma. A pesar de estar en inferioridad numérica, Mario decide no atacar de noche ya que sería una batalla de desgaste y él no puede permitirse perder tantos legionarios. Mientras tanto, los teutones establecen su campamento cerca de un río y se preguntan por qué los romanos han acampado tan lejos del agua. Teutobod, el rey teutón, decide enviar a los ambrones a impedir que los romanos se abastezcan de agua. Los aguadores romanos se encuentran con una columna de guerreros ambrones y envían mensajeros al campamento para pedir refuerzos. Los ambrones atacan a los romanos, pero son repelidos por las cohortes de refuerzo. Sertorio, el tribuno militar, ordena a los aguadores llevar el agua al campamento y continúen con su trabajo. Los romanos persiguen a los ambrones hasta su campamento, donde las mujeres de los ambrones defienden el lugar. Los romanos incendian el campamento y masacran a las mujeres y niños. Teutobod decide no intervenir y se aleja. Mario observa todo desde una torre de vigilancia y Sertorio le informa de lo sucedido. Mario decide no celebrar la victoria y ordena reforzar las fortificaciones. Sertorio le pregunta si la batalla clave aún está por venir y Mario confirma que es así.

XXI Memoria in memoria Las legiones del pueblo

En este capítulo, se desarrolla la estrategia de Cayo Mario para enfrentarse a los teutones. Teutobod, el líder teutón, utiliza tácticas para molestar a los romanos durante la noche, pero Mario responde enviando patrullas nocturnas para molestar también a los teutones. Parece que todo se encamina hacia una larga espera, pero de repente todo se acelera.

Mario convoca a los tribunos en su tienda y les da instrucciones precisas para la batalla. Les explica que habrá una cena abundante pero sin excesos ni vino, y que al amanecer habrá un desayuno antes de la batalla. Además, ordena que se realicen más patrullas nocturnas para hacer ruido alrededor del campamento teutón. También le da instrucciones a Claudio Marcelo, uno de los tribunos más veteranos, para que se sitúe con tres mil legionarios en un encinar cercano al campamento teutón. Marcelo deberá aparentar que son más hombres de los que realmente son, mezclando a los esclavos y animales de carga entre sus tropas.

Al día siguiente, el ejército romano se prepara para la batalla. Las tropas se forman en triplex acies, una formación en damero, y la caballería romana ataca a los teutones para provocar su persecución. Los teutones cruzan el río y comienzan a ascender la ladera de la colina donde están las legiones romanas.

Cayo Mario se sitúa al frente de las tropas romanas y da un discurso motivador. Les dice a los legionarios que son la escoria de Roma, pero que él confía en ellos y en su fuerza. Les explica que esta es su única oportunidad de luchar y que deben demostrar que las legiones del pueblo de Roma son más fuertes que cualquier otra. Los legionarios responden con entusiasmo y se preparan para la batalla.

El capítulo termina con un grito ensordecedor de los legionarios romanos, que cambiará para siempre la historia de Roma.

XXII Memoria in memoria La batalla final

En este capítulo, se narra la batalla entre el ejército teutón y el ejército romano liderado por Cayo Mario. Teutobod, el rey teutón, se encuentra en el centro de sus tropas y se muestra confiado en su superioridad numérica. Sin embargo, al escuchar los aullidos de las legiones romanas, comienza a dudar. A pesar de esto, decide reírse de los romanos para infundir ánimo a sus tropas.

Por otro lado, Cayo Mario, el cónsul romano, ha dado un discurso motivador a sus hombres y se prepara para la batalla. Ordena a sus legionarios que esperen a su señal antes de lanzar sus jabalinas. A medida que los teutones se acercan, Mario da la orden de ataque y las legiones romanas lanzan sus pila sobre el enemigo. La batalla es feroz, pero los romanos logran empujar a los teutones hacia abajo gracias a la pendiente de la ladera.

Mientras tanto, Marcelo y su ejército se mantienen ocultos en el bosque, esperando el momento adecuado para unirse a la batalla. Teutobod se da cuenta de que ha caído en una trampa y decide replegarse hacia la llanura. Sin embargo, los teutones comienzan a huir en desbandada al creer que están siendo atacados por un segundo ejército romano.

Los romanos aprovechan la confusión y persiguen a los teutones, masacrando a muchos de ellos. Teutobod intenta reorganizar a sus hombres, pero es rodeado y derrotado por las legiones romanas. Cayo Mario decide no matarlo y se burla de él, dejándolo morir lentamente.

Finalmente, los romanos celebran su victoria y Mario es aclamado como imperator. La noticia de la gran victoria llega al Senado y Mario es ensalzado por encima de cualquier otro.

XXIII Una nueva guerra

En este capítulo, Cayo Mario continúa hablando con su sobrino César en la taberna de Roma. Mario le explica a César que una guerra no se gana solo en la batalla decisiva, sino en los días previos en los que se evita entrar en combate cuando no conviene. Mario también le dice a César que lo importante es la victoria final y que no debe pelear si no puede ganar. Después de que César llame a Mario "tío", todos los presentes se quedan en silencio, pero Mario finalmente se ríe y acepta que César lo llame así. Mario le explica a César que luchará por Roma y por el bien de todos, y no por los intereses de los senadores optimates. También le cuenta a César la historia de la epidemia en Atenas durante la guerra contra Esparta y cómo los políticos incompetentes llevaron a la ciudad a la ruina. Mario le advierte a César que sus enemigos no le perdonarán por ser su sobrino y le aconseja que se cuide de Sila y Dolabela. Finalmente, Mario se despide de César y se marcha con sus hombres, dejando a César y a Labieno en la taberna. César reflexiona sobre la grandeza de su tío y se da cuenta de que nunca será tan grande como él.

EL JUICIO III

INQUISITIO

En este capítulo, se aborda el tema del periodo de instrucción en un juicio. Este periodo se concede tanto al acusador como a la defensa con el fin de prepararse para el juicio, recopilando pruebas y testigos relevantes. Durante esta etapa, ambas partes tienen la oportunidad de reunir la evidencia necesaria para respaldar sus argumentos y presentarla ante el tribunal. Es un momento crucial en el proceso legal, ya que permite a ambas partes prepararse adecuadamente y garantizar un juicio justo y equitativo.

XXIV Los testigos

En este capítulo, César y Labieno discuten sobre la estrategia que deben seguir en el juicio contra Dolabela. César explica que ser acusador es impopular y que deben encontrar la forma de aparecer como defensores de una causa justa. Sin embargo, Labieno trae malas noticias: los testigos clave han sido asesinados. Vetus, el ingeniero que iba a testificar a favor de César, ha sido apuñalado, al igual que el sacerdote del templo de Afrodita en Tesalónica. César se da cuenta de que la situación es grave y que Dolabela no se detendrá ante nada para protegerse. A pesar de esto, César decide seguir adelante y buscar nuevos testigos en Macedonia.

XXV La Vía Egnatia[14]

En este capítulo, César y Labieno parten hacia Tesalónica desde Bríndisi, en la Península Itálica. Viajan a toda velocidad en compañía de esclavos, exgladiadores y un ingeniero llamado Marco. César explica a Labieno que necesitan nuevos testigos para el juicio contra Dolabela y que el testimonio del ingeniero será crucial para demostrar que la Vía Egnatia no ha sido reparada en años. Llegan a Dyrrachium y continúan su viaje por la Vía Egnatia, observando el pésimo estado de la calzada. Hacen paradas en varias ciudades, incluyendo Pella, la antigua capital de Macedonia. César recita versos de Eurípides y menciona que Aristóteles también enseñaba en Pella. Continúan su viaje hacia Tesalónica, donde César se preocupa por el tiempo que les llevará cumplir con sus objetivos. Deciden dividirse: Marco recorrerá el resto de la Vía Egnatia para recopilar datos sobre el estado de la calzada, mientras César y Labieno buscan testigos en Tesalónica. César confía en que Marco pueda persuadir a un antiguo sacerdote para que testifique en Roma. Labieno menciona que encontraron una daga similar a la usada contra el ingeniero y César suspira, sintiendo la amenaza de Dolabela. Deciden que Labieno acompañe a Marco en su viaje y César se queda en Tesalónica para buscar testigos.

XXVI La mirada triste de Orestes

En este capítulo, César visita la casa del anciano Orestes en Tesalónica. A pesar de no vivir en una casa lujosa, Orestes transmite tranquilidad y serenidad. Durante la conversación, Orestes cuestiona la nobleza de espíritu de César y le advierte sobre los peligros que enfrentará al enfrentarse a Dolabela. A pesar de las dudas de Orestes, César convence al anciano de testificar en Roma. Una semana después, Labieno regresa con información sobre el estado de la Vía Egnatia, confirmando la negligencia de Dolabela. César también menciona su encuentro con Orestes y la posibilidad de que muera antes de testificar. A pesar de las dudas de los demás, César confía en sus testigos y en el apoyo de su esposa Cornelia.

Memoria tertia

CORNELIA

Esposa de César

XXVII Un pacto por el poder

En este capítulo, se narra cómo la guerra contra los marsos y otros pueblos itálicos llega a su fin y cómo Mario teme que Sila obtenga el mando del nuevo ejército que se está preparando para enfrentarse a Mitrídates. Mario decide buscar el apoyo de la Asamblea del pueblo y se reúne con Cinna para pactar una alianza. Durante la reunión, Cinna propone que sus hijos se casen para sellar el acuerdo. Mientras tanto, Julio César y Cornelia son enviados al jardín trasero de la casa para distraerlos. Allí, Julio César y Cornelia entablan una conversación y se dan cuenta de que se caen bien. Al final de la reunión, se acuerda que Cornelia y Julio César se casarán en el futuro. Aurelia y Julio César padre se dan cuenta de que algo ha sucedido entre los dos jóvenes. La familia se retira a descansar y Cinna y Cornelia regresan a su casa.

XXVIII El aprendizaje de César

En este capítulo, Aurelia encuentra a su hijo César en el tablinum, escribiendo con su tutor Marco Antonio Gnipho. Aurelia le informa a César que su tío Mario ha llegado y él se apresura a ir a recibirlo, pero su madre lo detiene. Aurelia valora la educación de su hijo y su respeto por el conocimiento. Gnipho le muestra a Aurelia el poema que César estaba escribiendo sobre Hércules y ella encuentra interesante la elección del tema. Luego, Aurelia se encuentra con Mario y César en el atrio de la casa. Mario propone llevar a César al Campo de Marte para evaluar su progreso en el combate. César está emocionado por mostrarle a su tío sus habilidades. En el Campo de Marte, Mario y Sertorio, un veterano de guerra, observan cómo César se entrena con un gladio de madera. Mario ordena a Sertorio que se enfrente a César en un combate real. A pesar de recibir golpes, César se niega a rendirse y finalmente golpea a Sertorio en los testículos. Mario detiene el combate y decide llevar a César a casa para curar sus heridas. Mientras caminan, reciben la noticia de que el Senado ha dado a Sila el mando del ejército para luchar contra Mitrídates. Mario y César discuten sobre la importancia de la inteligencia en el conflicto político y militar en Roma. César guarda estas palabras en su mente.

XXIX Roma es mía

En este capítulo, se narra cómo el Senado nombra a Sila cónsul de Roma y le otorga el mando del ejército de Nola para detener la expansión de Mitrídates del Ponto. Sin embargo, la Asamblea también decide dar el mando del ejército a Cayo Mario. Sila se adelanta a Mario y llega a Nola para tomar el control del ejército. Mario, más cauteloso, quiere reunir a sus veteranos antes de presentarse ante el ejército. Sila se da cuenta de que no solo está luchando contra otro líder, sino contra un mito. En una reunión con los tribunos, Sila propone que los mensajeros de la Asamblea y del Senado expongan sus razones para nombrar a Mario o a él como líder del ejército, y que los oficiales decidan. Sila advierte a los tribunos que Mario está reuniendo a sus veteranos para llevarlos a Oriente y obtener el botín de guerra. Sila propone que marchen sobre Roma para asegurar el poder del Senado y el botín de guerra para ellos. Los oficiales deciden marchar sobre Roma. Dolabela le advierte a Sila que no puede ir contra Roma, pero Sila le aclara que Roma es suya.

XXX El aprendizaje de Cornelia

En este capítulo, Cornelia es invitada por la madre de César a pasar la mañana en su casa. A pesar de las advertencias de su padre, Cornelia acepta la invitación y se encuentra con Aurelia, la madre de César. Durante la conversación, Aurelia le pregunta a Cornelia sobre sus gustos y aficiones, y Cornelia confiesa que le gusta leer. Aurelia le ofrece enseñarle a leer griego y Cornelia acepta emocionada. Sin embargo, la conversación se interrumpe cuando César y Labieno llegan con la noticia de que Sila está marchando hacia Roma con sus legiones. Aurelia y el padre de César discuten sobre la situación política y la posible huida de Mario. Después de la conversación, Cornelia regresa a casa de su padre y le pregunta qué harán. Cinna le explica que esperarán a que Sila se marche para luego actuar. Cornelia pregunta para qué se están preparando, pero su padre la menosprecia por ser mujer y ella decide no preguntar más. Cornelia se siente más cómoda en la casa de la familia Julia que en la suya propia.

XXXI La religión de Sila

En este capítulo, se narra cómo Sila toma el control de Roma y sus instituciones después de derrotar a las legiones de Mario. Sila revoca la legislación promovida por el tribuno Sulpicio, que otorgaba derechos de ciudadanía romana a los aliados de Roma. Mario logra escapar, pero Sulpicio es capturado y ejecutado. Sila muestra su poder paseándose por el foro con la cabeza de Sulpicio clavada en una estaca. Dolabela sugiere acabar con los líderes populares restantes, pero Sila decide pactar con Cinna, quien se convierte en el líder de los populares en Roma. Sila planea anular las leyes promovidas por Sulpicio y ofrecer a Cinna el cargo de cónsul. Después de este pacto, Sila y Dolabela marcharán contra Mitrídates. Sila se siente satisfecho con su poder y considera que su religión es él mismo y sus legiones.

XXXII Cinnamum Tempus[25]

En este capítulo, se narra cómo Cinna y Cneo Octavio son nombrados cónsules en Roma, siguiendo el plan de Sila. Sin embargo, Cinna propone ampliar el censo electoral romano incluyendo a tribus aliadas, lo cual es rechazado por los conservadores. El Senado depone a Cinna y nombra a Mérula como cónsul. Cinna, con un ejército improvisado, marcha sobre Roma y toma el control de la ciudad. Cneo Octavio es apresado y ejecutado. Cinna decide llamar a Cayo Mario y a su hijo para fortalecer su liderazgo. Cornelia y César hijo se encuentran en el patio trasero de la residencia de la familia Julia y hablan sobre la falta de cariño de Cornelia por parte de su padre. Cornelia elogia a la madre de César por tratarla bien y enseñarle griego. Deciden escuchar la reunión de Cinna, Mario y otros líderes en el atrio central de la casa. Mario y Cinna discuten sobre la estrategia a seguir y acuerdan controlar a los esclavos liberados y poner en marcha reformas legales. Mario propone que César hijo sea nombrado flamen Dialis en el futuro. Cinna acepta, asegurando así la alianza con Mario a través del matrimonio de su hija con César hijo. La cena continúa y César hijo se siente abrumado por la propuesta.

XXXIII Los templos de Grecia

En este capítulo, Sila y su ejército se dirigen a Delfos, famoso oráculo en Grecia. Sila decide hacer una parada en el santuario para consultar a la pitonisa, lo cual desconcierta a Dolabela. A pesar de que Delfos está en decadencia, aún atrae a muchos peregrinos de diferentes lugares. Sila y su ejército avanzan hacia el templo, causando temor entre los peregrinos. Sila explica a Dolabela la historia del oráculo y su devoción por el mismo. Dolabela se sorprende al descubrir que Sila planea saquear el templo en busca de tesoros. Sila ordena a sus hombres despejar el santuario y comienza el expolio. Mientras los legionarios acumulan riquezas, Dolabela cuestiona a Sila sobre el temor a la ira de los dioses. Sila le responde que su único temor era no poder pagar a su ejército. Dolabela informa a Sila sobre los acontecimientos en Roma, donde Cinna ha tomado el control y Mario ha regresado. Sila decide marchar hacia Atenas, luego contra Mitrídates y finalmente regresar a Roma. A pesar de los obstáculos, Sila se muestra confiado y determinado.

XXXIV El reposo del águila

En este capítulo, se narra la enfermedad y muerte de Cayo Mario, quien había sido siete veces cónsul y había salvado a Roma de varias amenazas. Mario delira y tiene momentos de lucidez en los que habla con su hijo y con Sertorio sobre el futuro de la causa popular. Mario le advierte a su sobrino, Julio César, que se cuide de Sila y de Dolabela. Finalmente, Mario fallece y su hijo realiza los ritos funerarios correspondientes.

Después de la muerte de Mario, la familia de César regresa del foro y se encuentran con Fimbria, un hombre violento y seguidor de Cinna. César padre teme que la paz no llegue con la muerte de Mario y que Fimbria y Cinna utilicen métodos violentos para mantener el control de Roma.

En Atenas, Sila incendia la ciudad como una lección para los griegos y Dolabela se preocupa por la violencia de su líder. En la domus de Cinna, se discute el envío de un segundo ejército a Grecia para luchar contra Mitrídates. Cinna propone que Fimbria acompañe a Valerio Flaco en esta campaña y le encomienda dos misiones: asesinar a Flaco y tomar el control del ejército, y asesinar a Sila.

En la domus de la familia Julia, Cinna visita a César padre y le propone acelerar el matrimonio entre César y su hija Cornelia. César padre acepta las propuestas de matrimonio para sus hijas y Aurelia comienza a dudar sobre la conveniencia de la boda entre César y Cornelia. Cinna y su hija se despiden de la familia de César y regresan a su residencia.

En la residencia de Cinna, Fimbria se presenta y Cinna le informa sobre sus misiones en la campaña militar contra Mitrídates: asesinar a Flaco y tomar el control del ejército, y asesinar a Sila.

XXXV La muerte de Julio César

En este capítulo, César se encuentra abrumado por la muerte de su padre y la responsabilidad de convertirse en el pater familias a los quince años. Cornelia, una niña de once años, intenta consolarlo y le recuerda que ahora él es quien toma las decisiones en la familia. César siente una intensa atracción hacia Cornelia y desea acercarse a ella, pero se contiene por el bien de ambos. Aurelia, la madre de César, invita a Cornelia a quedarse a cenar y le asegura que su padre, Cinna, vendrá a hablar con él. Aurelia sabe que la unión entre César y Cornelia podría ser beneficiosa si los planes de Cinna tienen éxito, pero también podría ser peligrosa si Sila, el enemigo de Cinna, descubre su relación. Durante la cena, Aurelia nota que César y Cornelia se miran de manera diferente.

XXXVI Fimbria contra Sila

En este capítulo, Valerio Flaco es capturado por los hombres de Fimbria en Nicomedia. Antes de esto, Valerio Flaco había sido estricto y duro con las tropas en Bizancio, lo que provocó un motín liderado por Fimbria. A pesar de escapar, Fimbria persigue a Valerio Flaco hasta Bitinia y lo asesina. Antes de morir, Valerio Flaco revela que Sila es el verdadero enemigo. Mientras tanto, en una birreme romana en el mar Egeo, Sila, Dolabela y Lúculo discuten sobre cómo actuar en la guerra contra Mitrídates y Fimbria. Sila decide ofrecer una paz ventajosa a Mitrídates para centrarse en eliminar a Fimbria. Mitrídates acepta la paz y regresa a su reino. En Mitilene, Lesbos, Mitrídates acepta la oferta de paz de Sila. En Roma, Cinna se reúne con César para fijar la fecha de su boda con Cornelia. Sin embargo, reciben noticias de la muerte de Fimbria y del fortalecimiento de Sila. Cinna decide seguir adelante con la boda, a pesar de las preocupaciones de Aurelia.

XXXVII La boda de César

En este capítulo, se llevan a cabo los preparativos para la boda entre César y Cornelia. Se busca un día adecuado en el calendario romano, ya que los romanos eran muy supersticiosos. Finalmente, se acuerdan los términos de la dote y se firma el contrato de matrimonio. Cornelia recibe un anillo de hierro de César, que se pondrá en el dedo anular de su mano izquierda. Después de la fiesta de compromiso, se celebra un lujoso banquete y las dos familias se desean felicidad y prosperidad. Mientras tanto, Sila se encuentra en el Mediterráneo oriental y necesita dinero para financiar su próxima campaña militar contra Cinna. Sila obliga a las ciudades y reinos aliados de Roma a pagar tributos extraordinarios como castigo por su rebelión. Sila tiene legiones y dinero, y se dirige hacia Roma. Cinna se prepara para enfrentarse a Sila y sale de Roma para recibirlo en Italia. Sin embargo, Cinna no se da cuenta de la traición que se avecina. Por otro lado, Cornelia y César se casan en una ceremonia íntima. Cornelia interpreta el papel de una novia raptada y se dirige a la casa de César. Cinna llega a varias conclusiones durante el desfile nupcial y ordena una nueva purga entre los senadores y familias de los optimates. Finalmente, Cinna sale de Roma con su ejército hacia Bríndisi, mientras que Cornelia y César se quedan solos en la residencia de la familia Julia.

XXXVIII Cinna frente a Sila

En este capítulo, se narra cómo las tropas de Sila se infiltran entre las legiones de Cinna en Ancona para difundir información falsa y sembrar dudas entre los soldados reclutados por el líder popular. Mientras tanto, en Roma, César y Cornelia celebran su matrimonio y disfrutan de su noche de bodas. Cornelia se siente segura y feliz al lado de César, aunque experimenta un poco de dolor en su primera vez. Ambos desean vivir alejados de la guerra que se avecina entre Cinna y Sila. En el campamento de Cinna, los legionarios comienzan a dudar de la capacidad de su líder y de la posibilidad de enfrentarse a Sila. Los legionarios de Sila difunden rumores de que Sila perdonará a los hombres de Cinna y les pagará si desertan. Esto genera desconfianza y temor entre las tropas de Cinna, especialmente hacia Pompeyo, Metelo y Craso, quienes se unen a Sila. Cinna convoca a los oficiales del ejército para prometerles una paga suplementaria, pero la multitud de legionarios se enfurece y comienza a atacar a Cinna y a sus lictores. La situación se sale de control y Cinna es asesinado por los propios soldados. Los sobornos de Sila tienen éxito una vez más.

XXXIX La decisión de Aurelia

En este capítulo, se narra el regreso de Sila a Roma y la noticia de la muerte del padre de Cornelia, lo que implica el inicio del derrumbe del régimen popular. Movimientos de hombres como Craso, Pompeyo o Metelo reclutan hombres para unirse a Sila en su regreso. Aurelia decide salir a comprar víveres para resistir en casa en caso de problemas de abastecimiento. Cornelia quiere acompañarla, pero Aurelia se niega y le pide que se quede en casa. Aurelia sale a la calle con un grupo de esclavos como escoltas y se dirige a las tiendas del foro para comprar especias. En una de las tiendas, Aurelia se encuentra con Mucia, quien le entrega un veneno letal llamado sardonia. Aurelia continúa su camino hacia el Foro Boario para comprar comida y se siente mal por tener que eliminar a Cornelia, pero considera que debe proteger a su hijo y liberarlo de los lazos con el régimen que se está derrumbando.

XL El avance de Sila

En este capítulo, se narra la continuación de la guerra en Italia en el año 83-82 a.C. Sila avanza por la península y logra controlar Campania, derrotando al cónsul Norbano. Por otro lado, las tropas del cónsul Escipión desertan y se unen al bando de Sila. En el norte, Metelo y Pompeyo vencen a las legiones del cónsul popular Papirio Carbón. Los populares deciden nombrar como nuevo cónsul a Cayo Mario hijo, quien acepta el desafío y se enfrenta a las tropas de Sila y Dolabela en Sacriporto. A pesar de las dudas de Dolabela, Mario decide atacar sin dar tiempo a descansar a sus tropas. La batalla es intensa y dura varias horas.

En Roma, Aurelia no logra ejecutar su plan y retrasa su decisión de apoyar a los populares, esperando que Mario hijo pueda detener a Sila. Sin embargo, las derrotas populares se suceden y Aurelia pierde la esperanza. Finalmente, decide tomar una decisión drástica y ofrece a Cornelia un caldo caliente, en el que ha diluido veneno. Cornelia, sin embargo, sospecha algo y decide esperar a que el caldo se enfríe. Mientras tanto, le expresa a Aurelia su gratitud por haberla acogido como una hija y le asegura su lealtad a la familia Julia. Cornelia también revela que está embarazada, lo que sorprende a Aurelia. Ambas deciden pedir más caldo y esperar las noticias que traerá César del foro. La escena termina con un abrazo entre Aurelia y Cornelia, en el que la joven se siente afortunada de formar parte de la familia Julia.

XLI Las cenizas de Mario

En este capítulo, César recibe la noticia del embarazo de Cornelia y se preocupa por el futuro de su familia debido a los avances de Sila en Italia. Llega a casa con malas noticias sobre la guerra entre los optimates y los populares, y concluye que Sila pronto tomará el control de Roma. Cornelia, cansada y embarazada, decide retirarse a descansar y César la acompaña. Mientras tanto, en el Foro de Roma, los optimates Craso, Metelo y Pompeyo se unen a Sila en su lucha contra los populares. Sila finalmente entra en Roma sin resistencia y busca vengarse de Mario, líder popular fallecido. Sila ordena que las cenizas de Mario sean arrojadas al río Anio, lo cual incomoda a César cuando se entera. César jura vengarse de Sila y los optimates por su acto de profanación. En la casa de la familia Julia, César reflexiona sobre su venganza futura y Cornelia lo consuela, temiendo que César se enfrente a todos los senadores corruptos. César jura por Júpiter que devolverá la atrocidad que han cometido. Un trueno parte el cielo y comienza a llover intensamente, y Cornelia lleva a César a resguardarse.

XLII La noche más larga

En este capítulo, se narra cómo todo parecía perdido para los populares, ya que Sila planeaba abolir todas las leyes dictadas por Mario y Cinna. Sin embargo, ocurre algo inesperado: los samnitas y los lucanos se arman y marchan hacia Roma para masacrar a Sila. Sila recibe la noticia justo cuando iba a iniciar la primera sesión del Senado. Mientras tanto, en la casa de César, Labieno informa a César sobre el avance de los samnitas y cómo su rebelión se debe a que Sila abolirá sus derechos. Aurelia anuncia que Cornelia está en trabajo de parto y César sale en busca de un médico. Sila revisa las fortificaciones de Roma y se da cuenta de que no son suficientes para resistir un asedio. Decide combatir en el exterior, frente a las murallas. En la casa de César, el médico informa que el parto no va bien y que Cornelia está en peligro. Sila se prepara para la batalla contra los samnitas y ordena que se enciendan antorchas para iluminar el campo de batalla. Cornelia continúa sufriendo en el parto y César se desespera. Los samnitas avanzan hacia las legiones de Sila y la batalla comienza. Dolabela retrocede ante el avance de los samnitas, pero Sila ordena disparar a los legionarios que huyen. Craso logra rodear y atacar por la retaguardia a los samnitas. Sila declara la victoria y se dirige a Dolabela y Craso. En la casa de César, Cornelia da a luz a una niña, pero su estado de salud empeora. Sila se encara con los legionarios que retroceden y se prepara para conseguir todo lo que desea.

EL JUICIO IV

REIECTIO

En este capítulo, se explica el concepto de "reiectio" en el sistema legal. La "reiectio" es el acto de recusar a un juez que se considera parcial o relacionado de manera particular con el acusado. Esto se hace cuando se duda de la imparcialidad del juez al emitir una sentencia.

XLIII El consejo de Aurelia

En este capítulo, nos encontramos cinco años después del nacimiento de Cornelia, con la familia Julia inmersa en el juicio contra Dolabela. En la residencia de César en la Subura, se reúnen su esposa Cornelia, sus hermanas, su sobrina Acia y su madre para cenar. César se encuentra sin hombres veteranos a quienes pedir consejo, ya que su padre y su tío Mario han fallecido, y su otro tío, Aurelio Cota, no puede ayudarlo debido a su papel como defensor de Dolabela. A pesar de esto, César decide buscar consejo en su madre, Aurelia. Le explica que tiene la oportunidad de recusar a Quinto Cecilio Metelo, el presidente del tribunal, pero no sabe cómo hacerlo. Aurelia le revela que el punto débil de Metelo es que nunca ha obtenido un triunfo militar, a diferencia de su padre. César comprende que Metelo ansía obtener un triunfo derrotando a Sertorio en Hispania, y decide aprovechar esta situación para recusarlo. Aunque tiene el camino trazado para la recusación, Aurelia le advierte que debe mejorar su oratoria para persuadir a Metelo. César reconoce que ha fingido torpeza en su oratoria durante la divinatio, y solo su esposa Cornelia conoce la verdad. El capítulo termina con César sintiendo un fuerte deseo de hacer el amor con ella.

XLIV La presidencia del tribunal

En este capítulo, Julio César y su amigo Labieno entran en la basílica Sempronia para el juicio contra Dolabela. César se da cuenta de que hay poca gente presente y comenta que el juicio no parece despertar mucho interés. Labieno explica que todos dan por perdido el caso y que no prevén que César pueda oponer resistencia. César menciona que nadie tiene fe en él y que los populares solo están allí porque es sobrino de Cayo Mario. César le pide a Labieno que informe a los seguidores populares que están afuera sobre la recusación de Metelo. Los praecones anuncian el inicio del juicio y César recusa a Metelo como presidente del tribunal. Aurelio Cota, abogado de la defensa, acepta a los jueces seleccionados y se sienta. César menciona que recusa a Metelo por el bienestar de Roma y la amenaza de Sertorio. César insinúa que Metelo tiene miedo de enfrentarse a Sertorio y no está a la altura de su padre. La tensión aumenta y Pompeyo entra con sicarios armados. César concluye su argumento y se sienta. El público aplaude, excepto los sicarios, los jueces y Dolabela. Metelo hace un gesto a los praecones y se da por terminada la recusación. El público abandona la basílica y el tribunal se reúne en el ábside. César y Labieno conversan en la esquina reservada para la acusación.

XLV Las sombras de la basílica

En este capítulo, la basílica Sempronia se va quedando en penumbra mientras los esclavos apagan las antorchas y cierran las ventanas y puertas. César comenta a Labieno que ha logrado dividir a los jueces y que Metelo cederá en el juicio. César explica que Metelo desea volver a Hispania para enfrentarse a Sertorio y obtener su tan ansiado triunfo. Metelo, indignado, acepta la recusación de César como presidente del tribunal y decide regresar a Hispania. Dolabela se da cuenta de que César es peligroso y lamenta no haberlo eliminado antes. César y Labieno discuten sobre su estrategia de abrir un segundo frente de guerra en Roma, utilizando palabras en lugar de armas. César considera que conseguir la condena de Dolabela es crucial para su supervivencia, ya que ve en él un odio que augura su muerte.

Reus

DOLABELA El acusado

XLVI Primer crimen: violatio

En este capítulo, se narra un terrible episodio en la residencia de Aéropo, líder de la aristocracia local en la Acrópolis de Tesalónica, a finales del 78 a.C. Cneo Cornelio Dolabela, gobernador de Macedonia, ataca a Myrtale, una joven que intenta escapar de él. Dolabela, gordo y lento, se acerca a ella amenazante mientras la chica busca desesperadamente algo con lo que defenderse. Sin embargo, Dolabela ordena a sus legionarios que la capturen sin hacerle daño. Los soldados rodean a Myrtale, quien logra tomar un atizador para defenderse, pero es rápidamente desarmada. Dolabela ordena que la sujeten en el suelo y le proporcionan un pugio. El gobernador rasga la ropa de Myrtale y la deja desnuda de cintura para abajo. La joven intenta escapar y le advierte a Dolabela que su prometido, Pérdicas, lo matará. Dolabela ordena que traigan a Pérdicas y le propina una bofetada a Myrtale, lastimándose la mano herida en el proceso. Mientras tanto, varios legionarios entran en la habitación con Pérdicas encadenado. Dolabela espera a que Pérdicas recupere el aliento y luego introduce sus dedos de forma violenta en el sexo de Myrtale, causándole un dolor inmenso. Finalmente, Dolabela amenaza a Myrtale con dejar su esencia en su interior para que tenga un hijo romano no deseado. La escena termina con Myrtale rezando a Afrodita para morir.

XLVII Segundo y tercer crimen: repetundis[31] y peculatus[34]

En este capítulo, Dolabela recibe a Pérdicas y Aéropo en su palacio en Tesalónica. Pérdicas presenta sus reclamaciones sobre los altos impuestos y el encarecimiento del trigo en Macedonia. Dolabela justifica los impuestos diciendo que el trigo ha tenido que ser traído desde Egipto debido a las malas cosechas y que la reparación de la Vía Egnatia es necesaria debido al constante uso de los macedonios. Aéropo interviene y propone que parte de los impuestos ya pagados se destinen al mantenimiento de la calzada. Dolabela se niega y exige un juramento de que no habrá rebelión ni reclamaciones al Senado romano. Aéropo jura por Afrodita y Pérdicas jura por su prometida Myrtale. Dolabela acepta el juramento, pero luego ordena el arresto de los dos macedonios, sorprendiendo a todos.

XLVIII La maldición de Tesalónica

En este capítulo, Dolabela se levanta después de haber violado a Myrtale, confirmando que ella era virgen. Ordena que traigan al padre de Myrtale y la joven intenta empujar a Dolabela por la ventana, pero no lo consigue. Los legionarios golpean a Myrtale y Dolabela decide que quiere que ella viva y sufra. Luego, Dolabela amenaza con saquear el templo de Afrodita y llevarse todas las estatuas a Roma. Pérdicas es golpeado y asfixiado mientras Dolabela le explica que hace todo esto porque puede. Dolabela se va y deja la desolación detrás de él. Aéropo ayuda a Pérdicas a recuperarse y Myrtale intenta suicidarse saltando por la ventana, pero Pérdicas la salva. Pérdicas promete vengar el ultraje y casarse con Myrtale, a pesar de la incredulidad de Aéropo.

XLIX Cuarto crimen: sacrilegium[35]

En este capítulo, Dolabela, acompañado por la guarnición romana, se dirige al templo de Afrodita en Tesalónica para saquearlo. Ordena cortar todos los accesos y se maravilla de las riquezas del santuario. Decide llevarse todo lo que pueda, excepto las columnas jónicas. Mientras tanto, en la casa de Orestes, el anciano líder de la ciudad, Aéropo, Pérdicas y Arquelao le cuentan los crímenes de Dolabela, incluyendo la violación de Myrtale y el expolio del templo. Orestes considera que una rebelión sería inútil y sugiere acudir a la justicia romana para exigir un resarcimiento. Aéropo y Pérdicas desean la muerte de Dolabela para restaurar su honor, pero Pérdicas propone un juicio como alternativa. Orestes advierte que será difícil encontrar a alguien dispuesto a acusar a Dolabela. Tres semanas después, Dolabela abandona Tesalónica debido a su impopularidad y se dirige al puerto de Dyrrachium. Durante el viaje, se da cuenta del mal estado de la Vía Egnatia, pero se consuela pensando en las riquezas acumuladas. En el puerto, Dolabela pregunta al capitán del barco sobre la maldición de Tesalónica. El capitán le cuenta la leyenda de Tesalónica, una sirena que pregunta por la vida de Alejandro Magno y provoca tempestades si recibe una respuesta negativa. Dolabela decide desembarcar y regresar a Roma por tierra.

EL JUICIO V

PRIMA ACTIO Primera sesión del juicio

L Primer testigo de César: Marco

En este capítulo, César se encuentra en la basílica Sempronia, esperando el inicio de su juicio. Está confiado después de la exitosa reiectio y de haber conseguido nuevos testigos. Observa a su alrededor y ve a su madre, esposa y hermanas, todas preocupadas por su seguridad. Labieno, a su lado, revisa las preguntas para los testigos. Pompeyo entra como el nuevo presidente del tribunal, lo cual sorprende a Labieno. César comenta que quieren ver si Pompeyo es igual de eficaz en el ámbito judicial que en el campo de batalla. César le pide a Labieno que vigile a los ajustadores de las clepsidras para que no manipulen el tiempo asignado a su intervención. Luego, César observa a sus abogados, Cota y Hortensio, quienes lo miran con tristeza y sarcasmo respectivamente.

En otra parte, una mujer camina por el foro de Roma en medio de la noche, rodeada de esclavos armados. Se dirige hacia las tabernae veteres, arriesgando su vida para salvar a un hombre que ama. Se encuentra con Hortensio y Aurelio Cota, quienes la rodean con un grupo de hombres embozados.

En el juicio contra Dolabela, el primer testigo, un ingeniero llamado Marco, declara que la Vía Egnatia está en mal estado y que no recibió dinero para repararla a pesar de que Dolabela cobró un impuesto específico para ello. César se siente tranquilo y seguro después de su viaje a Macedonia. Luego, Aurelio Cota interroga a Marco, insinuando que su testimonio está motivado por su resentimiento hacia Dolabela. Marco admite que César pagó su viaje a Macedonia. César intenta argumentar, pero Pompeyo le recuerda que es el turno de la defensa. Cota continúa su interrogatorio, insinuando que el nuevo testigo fue contratado y pagado para mentir. César intenta hablar, pero Pompeyo da por terminada la declaración. César suspira y se prepara para lo que sigue.

LI Segundo testigo de César: Orestes

En este capítulo, César se enfrenta a la desacreditación del testimonio del ingeniero por parte de Cota. A pesar de la confusión y la falta de apoyo de Pompeyo, César decide llamar a Orestes, un antiguo sacerdote del templo de Afrodita en Tesalónica, como testigo. Aunque Orestes muestra signos de agotamiento, César confía en su testimonio para condenar a Dolabela por sus abusos y atrocidades. Durante el interrogatorio, César destaca la reputación y la integridad de Orestes, así como su consejo de recurrir a la justicia romana en lugar de la violencia. Orestes confirma los crímenes de Dolabela, incluyendo el expolio del templo de Afrodita. Sin embargo, Cota comienza a cuestionar la credibilidad de Orestes al señalar su deterioro mental y su falta de memoria. Orestes se confunde y no puede responder a las preguntas de Cota, lo que lleva a la desacreditación de su testimonio. César se da cuenta de que alguien lo ha traicionado y busca a su alrededor en busca de respuestas. A pesar de la derrota, César decide llamar a la siguiente testigo, la joven Myrtale, en un último intento de sostener sus acusaciones.

LII Tercer testigo de César: Myrtale

En este capítulo, César escucha el testimonio de Myrtale, una joven que relata cómo Dolabela la golpeó, violó y dejó al borde del suicidio. El abogado de la acusación no tiene nada más que añadir, ya que el testimonio de Myrtale es contundente y sin lágrimas. Sin embargo, Hortensio, abogado de la defensa, se levanta y comienza a cuestionar la validez del testimonio de una mujer en el juicio. César se sorprende por este enfoque y se pregunta hasta dónde quieren llegar. En el foro de Roma, la noche anterior, los embozados que están detrás de la defensa discuten sobre cómo desacreditar a Myrtale. En el juicio, Hortensio continúa su interrogatorio y argumenta que las mujeres son portadoras de desventuras y mentiras desde Pandora hasta la actualidad. Myrtale responde con valentía, pero Hortensio la acusa de haberse entregado al gobernador como una prostituta para desacreditarlo. César se siente traicionado y se pregunta si Cornelia reveló detalles íntimos a la defensa. Hortensio continúa interrogando a Myrtale y la acusa de haber creado la situación a propósito. Myrtale intenta explicar que no podía negarse a abrir la puerta al gobernador, pero Hortensio la silencia. Finalmente, Myrtale grita que Dolabela la violó y llora desesperada. Hortensio la acusa de manipular a todos con lágrimas y la llama una meretriz. Los jueces la miran con severidad y Pompeyo decide posponer el juicio. César mira a Cornelia, confundido.

LIII La traición de quien más quieres

En este capítulo, César regresa a su casa en Roma después de un día de juicio y está lleno de ira. Sospecha que alguien de su propia domus ha traicionado su confianza y ha revelado información a los abogados defensores de Dolabela. César busca desesperadamente a su esposa Cornelia, pero ella no está en casa. Labieno, su amigo, intenta calmarlo y le asegura que Cornelia no sería capaz de traicionarlo. Finalmente, Cornelia llega y explica que se ha retrasado en casa de su madre, quien está enferma. César se enfurece aún más y acusa a Cornelia de haber revelado información sobre los testigos del juicio. Cornelia niega haber hablado con nadie y sugiere que tal vez un esclavo los haya escuchado. César decide interrogar a los esclavos, pero Cornelia lo convence de que no son ellos. En ese momento, Aurelia, la madre de César, entra en el atrio y confiesa que ella fue quien reveló la información a los abogados de Dolabela. César se siente traicionado y decepcionado por su madre. Aurelia explica que lo hizo para protegerlo, pero se da cuenta de que ha cometido un error. César y Aurelia se quedan solos en el atrio, compartiendo su decepción y derrota. César decide descansar y reflexionar sobre todo lo sucedido. Luego se disculpa con Cornelia por su comportamiento y le asegura que la sigue amando. Cornelia lo consuela y le masajea las sienes para calmar su dolor de cabeza. César reflexiona sobre su vida y las decisiones que ha tomado, y se da cuenta de que todo siempre vuelve a Sila, su mentor y enemigo.

LIV Encomendados a los dioses

En este capítulo, nos encontramos en Roma a finales del año 82 a.C., cinco años antes del juicio contra Dolabela. Cornelia, de quince años, se recupera del parto y se siente agotada y traumatizada. César, su esposo, le informa sobre las malas noticias que ocurren en Roma: la victoria de Sila en la Porta Collina, la caída de Praeneste y la muerte de Mario hijo. Sila ha pedido la cabeza de Mario hijo para exhibirla en el foro. Cornelia se siente atrapada y teme por su vida y la de su hija Julia. Aurelia, la madre de César, intenta tranquilizarla y le asegura que encontrarán la forma de sobrevivir. Cornelia menciona que César los protegerá, ya que es descendiente de Eneas y los dioses lo ayudarán. César se siente abrumado por la responsabilidad de proteger a su familia, pero duda de la ayuda de los dioses. Sin embargo, Cornelia le da una idea: el ejército de los dioses. César se da cuenta de que su tío Mario los protege desde donde esté y cree que Júpiter los ayudará.

LV La dictadura de Sila

En este capítulo, Sila proclama su dictadura en Roma y anuncia que se quedará en el poder el tiempo que sea necesario. Mientras los senadores salen del edificio, Sila repasa su ascenso meteórico en la política y militarmente. Sila se ha convertido en el líder clave en la guerra social y ha derrotado a los populares en una guerra civil. Sila se proclama dictador de Roma y decide eliminar el poder popular de raíz. Sila recibe la cabeza de Mario hijo como un regalo y se dirige a su casa para celebrar. En su residencia, Dolabela le pregunta a Sila sobre sus planes para instaurar un nuevo orden en Roma. Sila explica que eliminará las leyes populares y cambiará la composición de los tribunales para asegurarse de que sus acciones nunca sean juzgadas. Dolabela se sorprende por la audacia de Sila. Sila menciona a Sertorio como un asunto serio que se resolverá en el futuro. Dolabela pregunta sobre los cabos sueltos y Sila menciona a Acilio Glabrión, quien ha criticado la dictadura de Sila. Sila expulsa a Acilio de su casa y lo divorcia de Emilia, su hijastra embarazada. Sila propone que Pompeyo se case con Emilia y Dolabela sugiere que César también se case con una joven patricia. Dolabela duda de la importancia de César, pero Sila insiste en que quiere tenerlo de su lado. Dolabela pregunta qué pasaría si César se niega a divorciarse y Sila deja la respuesta en el aire.

LVI El divorcio de César

En este capítulo, nos encontramos en la domus de la familia Julia, en Roma, unos días después del banquete de Sila. Cornelia, la esposa de César, le pide que acepte el divorcio y se vaya para protegerlo. En la casa, solo hay dos adultos con criterio propio: Aurelio Cota, tío de César, y Aurelia, su madre. Un centurión de las legiones de Sila llega con la orden de que César se presente en la residencia del dictador para hablar sobre su divorcio y su nuevo matrimonio. César decide acompañar a Cornelia y se prepara para enfrentarse a Sila. Aurelia le da consejos y le entrega dinero para que se vaya. Labieno, amigo de César, decide acompañarlo. Cornelia coloca el apex de flamen Dialis en la cabeza de César y salen de la casa rodeados por legionarios. César se siente arropado por su tío Mario y se prepara para enfrentarse a Sila.

LVII La propuesta de Sila

En este capítulo, César y Labieno llegan a la residencia de Sila acompañados por legionarios enviados por el dictador. Se encuentran con Pompeyo, quien ha formalizado su divorcio y se ha casado con Emilia, la hijastra de Sila. César y Pompeyo se miran desafiante y fríamente, marcando territorio. Pompeyo se marcha sin dirigirles la palabra. Luego, son conducidos al segundo atrio, donde encuentran a Sila y a Dolabela. Sila planea nombrar a Dolabela cónsul de Roma para el próximo año. César nota que los legionarios presentes no ocultan sus armas. Dolabela se burla de César y luego Sila le pregunta si tiene hambre. César responde con altivez que tiene hambre de libertad. Sila le ofrece comida, pero César se niega. Sila le pregunta por qué lo ha hecho venir y César responde que sabe que Sila quiere que se divorcie de su esposa para casarse con una joven patricia. Sila lo abofetea y amenaza con más violencia si no cumple sus órdenes. César se niega a divorciarse y Sila lo abofetea nuevamente. Sila le ofrece una oportunidad de unirse a él, pero César se niega. Sila lo amenaza y César se retira junto a Labieno y el lictor. Sila decide no matarlo en ese momento, ya que necesita destituirlo de su cargo como sacerdote de Júpiter y encontrar un motivo para acusarlo legalmente.

LVIII Un pulso mortal

En este capítulo, César regresa a su casa decidido a demostrar que no le tiene miedo a Sila. Su madre y su tío le advierten del peligro que corre, pero él no se amilana. Pocos días después, recibe un mensaje del Senado informándole de que ha sido destituido de su cargo de flamen Dialis. A pesar de esto, César decide presentarse a las elecciones para sacerdote de los quindecimuiri sacris faciendis, un cargo por debajo del flamen Dialis pero elegido por el pueblo y no controlado por Sila. Mientras tanto, en la domus de Sila, se enteran de la decisión de César y planean aislarlo y debilitarlo poco a poco. Después de intentar sin éxito ser elegido, César se siente derrotado y su madre le aconseja abandonar Roma para salvar su vida. Ella promete reunir apoyos para que pueda regresar en el futuro.

LIX Fugitivo de Roma

En este capítulo, César y Labieno caminan por la Vía Apia para escapar de las patrullas nocturnas y de la orden de arresto emitida por el Senado. César comenta que la calzada necesita reparaciones, pero Labieno le recuerda que su prioridad debe ser sobrevivir. Deciden descansar lejos de la calzada y se refugian en los pantanos.

En Roma, Dolabela informa a Sila que César ha escapado y sugiere que deberían haber emitido la orden de arresto antes de las elecciones. Sila desestima la idea y considera que las elecciones fueron amañadas. Sila ordena a sus legionarios que capturen a César vivo o muerto.

Varias semanas después, César se encuentra en los pantanos y su estado de salud empeora. Labieno le lleva comida y compañía, pero César se niega a abandonar su escondite. César reflexiona sobre su resistencia contra Sila y se pregunta si hubiera sido más fácil rendirse. Sin embargo, decide que su destino es luchar contra los tiranos y cambiar Roma.

Labieno encuentra a César enfermo y débil, y le propone llevarlo a su villa. César se niega para proteger a Labieno y su familia. Un médico griego diagnostica a César con la fiebre de los pantanos y se niega a ayudarlo por miedo a las represalias de Sila.

César decide entregarse a los legionarios y negocia con el centurión Cornelio Fagites. Acuerdan un soborno para que los legionarios lo dejen libre. Labieno lleva el dinero a Cornelio y César espera su arresto. Finalmente, Cornelio acepta el soborno y permite que César y Labieno se vayan. César vuelve a ser un fugitivo.

LX La primera victoria

En este capítulo, vemos a César en una situación desesperada, huyendo y enfermo por los rincones de Italia. Su madre, Aurelia, y otros líderes romanos, incluyendo al pretor Marco Emilio Lépido, suplican a Sila que perdone a César. Aunque Sila entiende que perdonar a César podría fortalecer su imagen entre los populares, también reconoce el peligro que representa el sobrino de Cayo Mario, un enemigo formidable de la aristocracia romana. A pesar de las opiniones de Dolabela y Pompeyo, Sila decide perdonar a César para evitar que su figura crezca y se convierta en una leyenda. Sila advierte a Dolabela y Pompeyo que no subestimen a César, ya que podría convertirse en un gran peligro en el futuro.

EL JUICIO VI

SECUNDA ACTIO

Segunda sesión del juicio

LXI La declaración de Dolabela

En este capítulo, César se prepara para la segunda sesión del juicio en la Basílica Sempronia. Observa a la multitud presente y conversa con su amigo Labieno sobre la preferencia de tener menos público. César reconoce que la traición de su madre en la primera sesión fue motivada por el miedo a que él incomodara a Dolabela, pero aún tiene esperanza de desprestigiar al acusado. Hortensio, abogado de la defensa, se levanta y comienza a interrogar a Dolabela, quien responde con confianza y seguridad. Hortensio pregunta sobre el estado de la Vía Egnatia y el uso de impuestos para reparaciones. Dolabela admite que la vía está en malas condiciones pero no impracticable, y que los impuestos se utilizaron para su reparación. Hortensio también pregunta sobre el expolio del templo de Afrodita en Tesalónica y las acusaciones de una mujer macedonia. Dolabela afirma que el templo ya estaba expoliado cuando llegó y que la mujer lo invitó a su casa, insinuándose sexualmente. César se levanta y presenta pruebas de que las dagas encontradas en los testigos asesinados pertenecen a Dolabela. Hortensio argumenta que no hay pruebas suficientes, pero César demuestra que las dagas son diferentes a las que lleva su escolta. César luego pregunta a Dolabela si cree que los macedonios merecen justicia, a lo que Dolabela responde que no. Un trueno interrumpe el juicio y Dolabela se encuentra con la mirada de Myrtale, quien se da cuenta de que ha pronunciado la maldición de Tesalónica. César continúa interrogando a Dolabela y este afirma que acata las leyes y acepta el juicio. César concluye su interrogatorio y no tiene más preguntas.

LXII Alegato final de la defensa

En este capítulo, se narra el final del interrogatorio de César a Dolabela en el juicio público que se lleva a cabo en la Basílica Sempronia en Roma. Hortensio, abogado de la defensa, es consciente de la importancia de que Dolabela salga bien parado ante el tribunal y de que César quede desacreditado. Los abogados de la defensa no solo buscan una sentencia favorable, sino también lavar la imagen pública de Dolabela. Hortensio se levanta para hacer su intervención final, mientras que Aurelio Cota decide quedarse en un segundo plano, ya que le resulta difícil enfrentarse a su sobrino y contribuir a destrozar su imagen pública. Hortensio busca terminar con lo poco que queda de César y utiliza un brillante destello de oratoria y estrategia para incomodar a Dolabela. Luego, Hortensio comienza su alegato final, destacando la inocencia de Dolabela y la falta de pruebas en su contra. Argumenta que los testigos de la acusación son poco confiables y que las acusaciones provienen de una mujer, a quien considera propensa a la mentira. Hortensio defiende la reputación de Dolabela como senador y exgobernador, resaltando sus logros en Macedonia. Concluye que Dolabela es inocente y que el juicio es una persecución política burda y malintencionada. Hortensio termina su discurso y se sienta junto a su colega de la defensa, mientras Aurelio Cota reconoce la precisión del alegato. Luego, es el turno de César para presentar su argumento y Cota está ansioso por ver cómo intentará salvar la situación.

LXIII El discurso final de César

En este capítulo, César comienza su discurso final en el juicio contra Dolabela. Habla sobre la importancia de entender el propósito del juicio y lo que está en juego. Explica que el juicio no se trata solo de los presuntos crímenes de Dolabela, sino de la esencia misma de Roma y de la justicia romana. César argumenta que Roma debe ser un ejemplo de justicia y gobernar de manera justa sobre todas las provincias que están bajo su dominio. Destaca la importancia de tratar a todos los ciudadanos, romanos y no romanos, por igual ante la ley. Critica las malas prácticas de Dolabela y su comportamiento derrochador y corrupto. César también defiende a los macedonios agraviados por Dolabela y pide a los jueces que hagan justicia. Menciona citas de filósofos y poetas para respaldar sus argumentos. A medida que su discurso avanza, César se enfrenta a interrupciones y ataques de la defensa de Dolabela, pero logra mantener la atención de la sala. Finalmente, César concluye su discurso proclamando que él es el abogado de Roma y que busca condenar a Dolabela por sus crímenes y proteger a Roma de su corrupción. El capítulo termina con una ovación del público y la reacción de los personajes principales.

LXIV La tierra de Safo

En este capítulo, nos encontramos en la isla de Lesbos, en el año 78 a.C., antes del juicio contra Dolabela. Julio César se encuentra leyendo los poemas de Safo, lo cual le hace recordar a su esposa y le da energía para enfrentar la intensa jornada que le espera. La isla de Lesbos se ha rebelado contra Roma y se ha atrincherado en la fortaleza de Mitilene, preparándose para resistir un largo asedio. César y Labieno son convocados por Lucio Licinio Lúculo, quien les encomienda una misión peligrosa. César tiene miedo de fracasar y de no ser digno de su linaje, pero está decidido a probarse en la lucha directa contra los enemigos de Roma. Mientras tanto, se rumorea que César se ha acostado con el rey de Bitinia para obtener barcos para la flota romana. A pesar de los rumores, César se mantiene firme en su negativa y cumple con su misión. Labieno intenta distraer a César de sus pensamientos y le pregunta si creen que les encargarán otra misión diplomática, pero César intuye que serán involucrados de manera activa en el asedio a Mitilene. Ambos se preparan para enfrentar el combate real por primera vez.

LXV Las órdenes de Lúculo

En este capítulo, se desarrolla una reunión en la tienda del proquaestor Lucio Licinio Lúculo en Mitilene, isla de Lesbos. El propretor Minucio Termo se encuentra frente a Lúculo, quien es el brazo derecho del dictador Sila. Lúculo expresa su descontento por el desarrollo del asedio a la ciudad y la resistencia de sus murallas. Minucio teme las consecuencias de su falta de progreso en el asedio y la posible desaprobación de Sila. Lúculo propone un nuevo plan para reducir la resistencia de la ciudad y solicita la participación de los jóvenes oficiales Julio César y Tito Labieno. César muestra su deseo de llevar a cabo la misión solo, pero Labieno se ofrece a acompañarlo. Lúculo acepta y los convoca a una reunión para explicarles el plan. Minucio y Lúculo discuten sobre la valentía de César, y finalmente, César y Labieno salen de la tienda. En el camino, César cuestiona la implicación de Labieno en la misión, pero Labieno explica que también necesita redimirse ante Sila y que juntos podrán lograr grandes cosas. Finalmente, deciden continuar con la misión y van a beber juntos.

LXVI La exterminación de César

En este capítulo, Licinio Lúculo, Minucio Termo y el proquaestor discuten sobre un plan estratégico para rendir la ciudad de Mitilene. Sin embargo, Minucio señala que el plan tiene un punto débil debido a las corrientes y el viento impetuosos alrededor de la isla. Lúculo revela que el objetivo real del plan es rodear al joven tribuno Cayo Julio César y exterminarlo, cumpliendo así el deseo de Sila. Minucio cuestiona si César puede intuir el plan y negarse a aceptarlo, pero Lúculo asegura que César no puede desobedecer una orden de sus superiores. Aunque Lúculo aún tiene escrúpulos, ambos beben para demostrar su lealtad a Sila y se preparan para llevar a cabo el plan.

LXVII Una misión imposible

En este capítulo, nos encontramos en la isla de Lesbos en el año 78 a.C. Los centinelas de la ciudad de Mitilene observan cómo la flota romana se aleja de la isla y un campamento romano cercano ha sido abandonado. Anaxágoras, el sátrapa de Mitilene, ha sido nombrado gobernante de la isla por el rey Mitrídates VI. Anaxágoras se entera de la partida de los romanos y discute la posibilidad de que sea una estrategia para emboscar a los habitantes de la isla. Decide enviar a su ejército a explorar la isla para averiguar la situación real. En el bosque junto al mar, a dos mil pasos de la muralla de Mitilene, César y Labieno observan la salida del ejército enemigo y se preguntan qué hacer. Deciden esperar y ver si los barcos romanos regresan, ya que su misión depende de ello.

LXVIII Un mensajero

En este capítulo, Lucio Licinio Lúculo y su tripulación se alejan de la costa de Lesbos para evitar ser vistos. A pesar de las preocupaciones de Minucio sobre dejar a los legionarios en tierra, Lúculo insiste en seguir su plan. Mientras tanto, Anaxágoras explora el campamento romano abandonado y encuentra utensilios y sacos de trigo. También descubre un gran número de lanzas romanas abandonadas, lo cual le parece extraño. En el camarote del proquaestor, Lúculo recibe un mensajero de Roma y le ordena que se quede en el camarote sin hablar con nadie. Después de leer la carta, Lúculo se da cuenta de que todo ha cambiado y se dirige a cubierta. Mientras tanto, César y Labieno esperan ver las velas de la flota romana antes de salir del bosque en Lesbos.

LXIX El miedo de César

En este capítulo, César y Labieno observan las velas de los barcos enemigos acercándose a Mitilene. Aunque preferirían esperar más tiempo, deciden que deben actuar antes de que el ejército enemigo regrese a la ciudad. César nota que Anaxágoras, el líder enemigo, es un guerrero hábil y prudente. A pesar de tener miedo, César se prepara para entrar en combate por primera vez en su vida. Labieno también admite tener miedo, pero los anima a luchar, recordándoles que fueron entrenados para esto. César se queda paralizado por el pánico, pero Labieno le susurra al oído que es el sobrino de Cayo Mario, lo que finalmente lo motiva a dar la orden de ataque.

LXX Los ojos de Roma

En este capítulo, Cneo Cornelio Dolabela llega a la villa de Lucio Cornelio Sila en Puteoli. Sila, aunque ya no es el dictador de Roma, sigue teniendo el control sobre el Senado y todas las decisiones importantes. La villa de Sila está protegida por veteranos de las legiones y es un lugar seguro para él. Dolabela es recibido por Sila y le entrega cartas de Roma. Sila le cuenta que ha encargado a Lúculo que acabe con Julio César en Oriente. Dolabela es nombrado gobernador de Macedonia y se muestra emocionado por la oportunidad de enriquecerse y disfrutar de la vida. En la villa de Sila, Dolabela presencia una orgía de sexo y violencia, donde las esclavas son azotadas y maltratadas. Sila se divierte y disfruta del poder absoluto que tiene sobre los demás. Dolabela se embriaga y se acuesta con una de las esclavas, mientras ella llora de dolor y miedo. La orgía continúa sin fin, pero Sila termina vomitando debido al exceso de alcohol. A pesar de todo, Sila se siente victorioso y se ríe al pensar en la muerte de Julio César.

LXXI La vida de un amigo

En este capítulo, Cayo Julio César se prepara para el combate en la isla de Lesbos. Labieno, su amigo, confía en que César supere su ataque de pánico inicial y luche bien. La situación es difícil, ya que están en inferioridad numérica y el plan del proquaestor es arriesgado. Labieno y los centuriones rodean a César y se preparan para la batalla. Mientras tanto, Anaxágoras, líder de Mitilene, se da cuenta de que la flota romana regresa y se prepara para el combate. En el campamento romano abandonado, Anaxágoras y Teófanes se dan cuenta de que han caído en una trampa. Deciden retirarse hacia Mitilene, pero se encuentran con las centurias romanas que se interponen en su camino. Anaxágoras se da cuenta de que el plan de las centurias es atacar la ciudad y se prepara para el combate. En las murallas de Mitilene, Pítaco ordena a los arqueros que ataquen a las centurias romanas. En el mar, los barcos romanos se acercan lentamente a la costa. Lúculo y Termo se dan cuenta de que algo no va bien y se preguntan qué decía la carta que recibieron de Roma. En la batalla, César ordena a las centurias que se replieguen hacia la ciudad. Anaxágoras se da cuenta de que el repliegue no es una huida, sino un ataque. Pítaco ordena a los arqueros que ataquen a los romanos, pero estos siguen avanzando. En la ciudad, los romanos luchan por controlar las puertas y César busca a Labieno, quien ha sido herido. Los hombres de Anaxágoras se acercan a Labieno, pero César ordena a sus hombres que defiendan la entrada a la ciudad.

LXXII Las órdenes de César

En este capítulo, César se prepara para enfrentarse a Labieno y Anaxágoras en la puerta de la ciudad de Mitilene. César da órdenes a su centurión de cerrar las puertas si él y Labieno no logran entrar a tiempo. César corre hacia Labieno, quien está herido, y lo ayuda a levantarse. Juntos, se dirigen hacia la puerta mientras son perseguidos por los hombres de Anaxágoras. La centuria I llega a tiempo para proteger a César y Labieno, y comienza una feroz batalla. Finalmente, las puertas se cierran, dejando a Anaxágoras y sus hombres fuera de la ciudad. Mientras tanto, en las murallas, Pítaco se da cuenta de que las tropas de Anaxágoras no podrán entrar y decide liderar un ataque contra las centurias romanas. Sin embargo, César y sus hombres logran repeler el ataque y Pítaco se retira. En el exterior de la ciudad, Lúculo y Termo observan la batalla y deciden enviar refuerzos para ayudar a César. La falange de Anaxágoras comienza a debilitarse y Teófanes toma el mando. Lúculo ordena un ataque final y la falange es aniquilada. Lúculo se acerca a las puertas de la ciudad y ordena a César que las abra. César duda, pero finalmente obedece y las puertas se abren.

LXXIII La corona cívica

En este capítulo, César y los romanos toman Mitilene. Teófanes, líder de la aristocracia local, convence a Lúculo de que Mitilene es una víctima de Mitrídates y acepta colaborar con las tropas romanas. Sin embargo, Lúculo ordena saquear la ciudad como castigo por haber jugado a dos bandas. Teófanes acepta el saqueo a cambio de que se respete la vida de los ciudadanos y no se incendie la ciudad. En la tienda del proquaestor, Teófanes intenta negociar las condiciones del saqueo, pero César interrumpe la conversación al entrar en la tienda sin saber que estaba en una reunión. Teófanes amenaza con revelar que Lúculo no cumple su palabra si incendia la ciudad, pero Lúculo responde que si lo mata, no podrá contar nada. César interviene y propone que no se incendie la ciudad, argumentando que el incendio solo generaría miedo y no alianzas duraderas. Lúculo acepta la propuesta y acuerda que se entregue oro y mujeres a cambio del saqueo. Teófanes se muestra sorprendido y aliviado por el cambio de decisión. Luego, César es convocado por Lúculo y se disculpa por interrumpir la reunión. Lúculo le ofrece una copa de vino, pero César se niega a beber. Lúculo le entrega la corona cívica como premio por su valentía y César se retira. En el hospital de campaña, César visita a los heridos y habla con Labieno, quien le informa de que Sila ha muerto. César decide regresar a Roma y Labieno le pregunta si Lúculo se lo permitirá. César cree que sí, ahora que Sila ha muerto. Finalmente, hablan sobre la corona cívica y su significado.

EL JUICIO VII

SENTENTIA

Veredicto final

LXXIV Por unanimidad

En este capítulo, César se sienta junto a Labieno después de su discurso final en la basílica Sempronia. Aunque la multitud aplaude, César está serio y muestra una corona cívica de ramas de encina. Los jueces se reúnen rápidamente y, sin deliberar mucho, declaran a Dolabela inocente por unanimidad. César se siente derrotado y Labieno le sugiere que se vayan rápidamente a su casa para estar seguros. Aurelia y Cornelia abandonan la basílica rodeadas de esclavos. En la calle, los macedonios deciden tomar justicia por su cuenta y sacan puñales. Dolabela se acerca a Pompeyo y le reprocha que no haya tenido el valor de matar a César. Pompeyo le asegura que César está derrotado y que no es necesario matarlo en ese momento. Dolabela se aleja y se dirige a sus esclavos y sicarios para seguir sus órdenes.

LXXV Otra justicia

En este capítulo, los macedonios esperan a Dolabela en las inmediaciones del Senado con la intención de matarlo. Aunque saben que será difícil lograr su objetivo, están decididos a intentarlo. Han acudido a la justicia romana en busca de justicia, pero no han obtenido ningún tipo de reparación. Mientras tanto, una tormenta se desata sobre Roma, y Myrtale afirma que Tesalónica, la hermana de Alejandro, viene a vengarse de Dolabela. Myrtale confía en la maldición de Tesalónica, ya que se siente deshonrada y despreciada por muchos macedonios. Mientras tanto, César y Labieno deciden evitar a los sicarios de Dolabela y se dirigen hacia el río Tíber. En su camino, se encuentran con los macedonios y deciden unir fuerzas. Dolabela y sus hombres también llegan al río y se produce una confrontación entre ambos grupos. La lluvia y el río crecido complican la situación. Finalmente, Dolabela es rodeado por los macedonios y herido por Myrtale, pero los sicarios regresan y atacan a los macedonios. César y Labieno aprovechan la confusión para escapar hacia el muelle, pero se encuentran con más sicarios. En medio de la lucha, Myrtale invoca a Tesalónica y el río Tíber se desborda, arrastrando a Dolabela y a sus sicarios. Dolabela muere ahogado y su cuerpo nunca es encontrado. Se cuenta que Tesalónica se llevó su cuerpo al fondo del mar, donde lo tortura eternamente.

LXXVI César, César, César

En este capítulo, César y Labieno llegan a la casa de la familia Julia en Roma después del combate en los muelles. Cornelia, preocupada, busca heridas en el cuerpo de César, pero él le asegura que está bien y que la sangre en su toga es de los sicarios de Dolabela. Aurelia, la madre de César, observa la escena con preocupación. Cota, invitado por Aurelia, presencia la llegada tumultuosa de César y se sorprende al verlo malherido. César explica que fueron perseguidos desde el foro y que los macedonios mataron a Dolabela. Sin embargo, César corrige a Labieno y dice que los macedonios lo ejecutaron. Aurelia interviene para poner orden y les pide que vayan a cambiarse las togas empapadas y ensangrentadas. Mientras tanto, se prepara una comida en el salón interior de la casa. César asegura a su madre que está bien y que no necesita un médico. Después de cambiarse, César se dirige al dormitorio de Cayo junto con Labieno y Cornelia. Mientras tanto, en el foro de Roma, Pompeyo observa a los sicarios de Dolabela patrullando las calles y espera instrucciones de los senadores. En la casa de la familia Julia, todos se sientan a comer mientras la ciudad está empapada por la lluvia. Hablan sobre lo ocurrido y sobre lo que podría ocurrir en el futuro. César propone que lo que los macedonios no encontraron en la basílica y en el derecho romano, lo encontraron en medio de la furia de la tormenta en las calles de Roma. Cota protesta y dice que esto traerá más asesinatos y consecuencias. César argumenta que la injusticia continuada genera reacciones violentas y que es necesario hacer cambios profundos para erradicar la corrupción. Cota le advierte a César que su carrera política ha terminado y que su vida corre peligro. En el edificio del Senado, los senadores discuten sobre qué hacer ante la muerte de Dolabela y las revueltas en las calles. Cicerón propone que César abandone Roma para evitar más problemas. Pompeyo se ofrece a hablar con César y convencerlo de que se vaya. En la casa de la familia Julia, César se enfrenta a su tío Cota y le dice que se irá de Roma. El pueblo de Roma aclama a César mientras él se dirige hacia la puerta para saludar a la multitud.

Epilogus

En este capítulo, Pompeyo se hace acompañar de veteranos y sicarios para protegerse mientras camina por las calles de la Subura en Roma. Los ciudadanos se encierran en sus casas al ver su despliegue de fuerza. Mientras tanto, en la Domus de la familia Julia, Aurelia le dice a su hermano Cota que aunque los senadores intenten matar a Pompeyo, él ya habrá cambiado todo. Aurelia cree en el destino de su hijo, César, y ruega a Venus y Marte que lo protejan. En las calles de la Subura, César es aclamado por la gente, pero la multitud se silencia cuando Pompeyo aparece escoltado por hombres armados. Cornelia teme que vengan a arrestar o matar a César, pero él cree que vienen por otra razón. Pompeyo le advierte a César que es mejor que abandone Roma, y César acepta, pero promete que volverá. Después de pronunciar esas palabras, César se retira acompañado por Cornelia y Labieno. En un barco en alta mar, Pérdicas y Myrtale hablan sobre Orestes y cómo César prometió cuidar de él. Pérdicas confía en que César cumplirá su palabra. Pérdicas y Myrtale deciden casarse cuando lleguen a Tesalónica y olvidar todo lo sucedido. Mientras navegan, Pérdicas cree que pronto volverán a saber de César.

II Glosario de términos latinos

En este capítulo, se proporcionan explicaciones detalladas de varios términos y conceptos relacionados con la antigua Roma. Se describen los roles y las responsabilidades de diferentes figuras, como el accusator (fiscal), el as (moneda), el atrienese (esclavo de alto rango), y el basílica Sempronia (un edificio utilizado como tribunal). También se mencionan términos relacionados con la vida cotidiana en Roma, como las buccellati (galletas), la carcere (compartimento en el Circo Máximo), y la palla (manto utilizado por las mujeres romanas). Además, se explican términos relacionados con la religión romana, como el Caronte (dios de los infiernos), los lares (dioses del hogar), y los pitia (sacerdotisas del santuario de Delfos). También se mencionan términos relacionados con el sistema legal romano, como el accusator (acusado), el iudices (jueces), y el quaestio perpetua (tribunal específico para casos de corrupción). En resumen, este capítulo proporciona una amplia gama de términos y conceptos relacionados con la antigua Roma, lo que ayuda a contextualizar la historia y a comprender mejor la sociedad romana.

III Árbol genealógico de la familia de Julio César

IV Mapas históricos

V Bibliografía

En este capítulo, se presenta una lista de libros sobre la historia, cultura y arte del Imperio Romano. Estos libros abarcan diversos temas, como la vida cotidiana en la antigua Roma, la guerra en el mundo antiguo, la literatura latina, la música en la cultura romana, la medicina romana, los gladiadores, la religión romana, la arquitectura romana, entre otros. También se incluyen libros que se centran en personajes históricos como Julio César y Cayo Mario, así como en eventos importantes como las campañas de Julio César y la revolución romana. Además, se mencionan libros que exploran la vida de las mujeres en la antigua Roma y la representación de las mujeres en los mosaicos romanos. En resumen, esta lista de libros ofrece una amplia gama de recursos para aquellos interesados en aprender más sobre el Imperio Romano.

Capítulo sin nombre 85

En este capítulo, se nos presenta a Julio César, un hombre destinado a cambiar el curso de la Historia. En el año 77 a.C., en Roma, el senador Dolabela está a punto de ser juzgado por corrupción. Aunque es conocido por su crueldad y violencia, ha logrado comprar a los mejores abogados y al jurado. Nadie se atreve a ser el fiscal, hasta que un joven patricio de veintitrés años acepta el desafío. Este joven abogado desconocido se llama Cayo Julio César.

Santiago Posteguillo nos sumerge en la historia de Julio César, mostrándonos su relación con su tío Cayo Mario, un gran estratega militar. También nos cuenta la apasionada historia de amor entre Julio César y su primera esposa, Cornelia. A través de una combinación de rigor histórico y narrativa excepcional, el autor nos ayuda a comprender los orígenes de este hombre que se convertiría en un mito.

En resumen, este capítulo nos introduce a Julio César y nos presenta los sucesos extraordinarios que marcaron su destino.

Capítulo sin nombre 86

En este capítulo, se presentan una serie de fragmentos y citas que proporcionan información adicional sobre los eventos y lugares mencionados en el libro. Se mencionan los senadores, el primer recuerdo y la figura histórica de Quinto Cecilio Metelo Pío. También se hace referencia a un posible origen del dicho español "Cuanto más alto, más dura será la caída". Se citan discursos como "Romanos, ¿queréis enviar algo a vuestras mujeres? Porque ellas pronto serán nuestras" y "Yo, Teutobod, rey de los teutones, desafío al cónsul romano Cayo Mario a un combate singular. ¡Si es que tiene valor y no es un cobarde!". Se mencionan varios mapas que se encuentran en los apéndices del libro, así como lugares como Durres en Albania, el Mar Adriático, Peqin en Albania, Elbasan y Ohrid. También se mencionan términos en griego y se citan fragmentos de obras de Eurípides y Tucídides. Se hace referencia al emperador Augusto y su relación con César, así como a la ciudad de Ipsala en Turquía. Se menciona la malaria y se citan frases de Sila, Plauto y Publilio Syrius. Se hacen referencias a mapas de las fases de la batalla de Mitilene y se menciona la isla de Lesbos. Por último, se mencionan las cerezas traídas por Lúculo a Roma en el siglo I a.C.

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