Noticia de un secuestro

25 minutos

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En este capítulo, Maruja y Beatriz regresan a casa después de una tarde de reuniones ejecutivas. Maruja, directora de Focine, la compañía estatal de fomento cinematográfico, y Beatriz, su asistente personal, están cansadas y retrasadas en su rutina diaria. Maruja, preocupada por la ola de secuestros de periodistas, mira por encima del hombro para asegurarse de que no hay nadie acechándolas. Sin embargo, ocho hombres las están vigilando. Uno de ellos está en un Mercedes estacionado al otro lado de la calle, otro en un taxi robado y cuatro se pasean por el parque. El séptimo hombre, alto y apuesto, con un maletín de negocios, vigila desde un cafetín cercano. Estos hombres han estado ensayando meticulosamente durante veintiún días.

Los hombres siguen el automóvil de Maruja y Beatriz, y finalmente los interceptan. Actúan con rapidez y profesionalismo, rodeando el automóvil y apuntando con armas a Maruja, Beatriz y el chofer. El chofer es asesinado y Maruja y Beatriz son sacadas del automóvil y llevadas a otro vehículo. Beatriz es colocada en el asiento trasero de un taxi, mientras que Maruja es llevada en un Mercedes. Ambas son amenazadas y se les advierte que no hagan ningún movimiento.

Después de un viaje tenso, Maruja y Beatriz son llevadas a una casa donde son encerradas en un cuarto. Más tarde, se les informa que serán separadas y que Beatriz será liberada porque fue llevada por error. Sin embargo, Beatriz decide quedarse con Maruja y ambas son llevadas a otro lugar en el baúl de un automóvil. Durante el viaje, Maruja y Beatriz descubren que Marina Montoya, quien había sido secuestrada meses antes, también está en el mismo lugar. Marina es la tía de Maruja y Beatriz y se creía que había sido asesinada.

Las tres mujeres son encerradas en un cuarto pequeño y sombrío, donde encuentran a dos hombres encapuchados mirando la televisión. Marina parece estar en un estado de apatía y no reacciona a la presencia de Maruja y Beatriz. Las tres mujeres se dan cuenta de que están en una situación peligrosa y desesperada.

El capítulo termina con la noticia del secuestro de Maruja y Beatriz en el noticiero de televisión. La opinión pública se moviliza y se revela el propósito del secuestro: Maruja es hermana de Gloria Pachón, la viuda de Luis Carlos Galán, un político que luchaba contra el narcotráfico y a favor de la extradición de nacionales.

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En este capítulo, se revela que el primer miembro de la familia en enterarse del secuestro es el doctor Pedro Guerrero, esposo de Beatriz. Recibe una llamada telefónica de un oficial de policía informándole que Beatriz está desaparecida y que encontraron su cartera en un automóvil abandonado en la esquina de la carrera Quinta con calle 85. El doctor Guerrero se da cuenta de que el automóvil corresponde al de Maruja, hermana de Beatriz. Alberto Villamizar, esposo de Maruja, se entera del secuestro por su portero y se preocupa al darse cuenta de que Maruja no ha llegado a casa. Llama a Focine y le informan que Maruja y Beatriz salieron con retraso. Alberto se dirige al lugar del secuestro y encuentra el automóvil de Maruja con el chofer herido. El oficial de policía le informa que el chofer está en estado de coma y no se sabe a dónde lo llevaron. El doctor Guerrero también está en el lugar y reconoce la cartera de Beatriz. Alberto y el doctor Guerrero se dan cuenta de que el secuestro está relacionado con ellos y con el narcotráfico. Alberto hace varias llamadas telefónicas urgentes y se reúne con el presidente César Gavina, quien le asegura que hará todo lo posible para rescatar a Maruja y Beatriz. Los periodistas llegan a la casa de Alberto y se informa que el general Maza Márquez, director del DAS, se encargará de la investigación del secuestro. Alberto se reúne con Rafael Pardo, designado por el presidente como mediador entre el gobierno y la familia. Ambos están convencidos de que el secuestro tiene motivos políticos y que Pablo Escobar es el responsable. Alberto se siente agotado y solitario, pero cuenta con el apoyo del gobierno para emprender gestiones privadas en favor de las secuestradas.

Siguiendo este capítulo, el equipo de Diana Turbay continúa su viaje hacia Medellín. Después de llegar a Honda, son recibidos por otros hombres que los llevan en vehículos más cómodos. Durante el camino, enfrentan un fuerte aguacero y un derrumbe que retrasa su llegada. Finalmente, llegan a un lugar donde los espera una patrulla con caballos. Diana y Azucena continúan a caballo mientras que los demás siguen a pie. Pasan por una montaña densa y luego por un valle con casas de paz entre los cafetales. La gente los observa pasar y algunos reconocen a Diana. En la tarde, llegan a una finca desierta donde un joven del ELN los recibe, pero no les da información sobre su destino. Todos están confundidos. A pocos kilómetros ven una autopista y al fondo la ciudad de Medellín, lo cual indica que están en un territorio que no pertenece al ELN. Hero Buss sospecha que es una estrategia del cura Pérez para reunirse con ellos en un lugar donde nadie sospeche. Luego, llegan a Copacabana, un municipio cerca de Medellín, donde se alojan en una casa. Diana y Azucena tienen una habitación aparte, mientras que los demás se quedan en otra habitación. Después de esperar varias horas, llega otro enmascarado y les informa que deben trasladar primero a las mujeres por razones de seguridad. Diana se muestra preocupada y Hero Buss le aconseja que no acepte la división del grupo. A pesar de esto, las mujeres y Juan Vitta son llevados antes del amanecer. Hero Buss, Richard Becerra y Orlando Acevedo se quedan en la casa con cinco guardianes. Durante la noche, Hero Buss nota que uno de los guardianes tiene un reloj de lujo y se sorprende de que el armamento que llevan no sea adecuado para una guerrilla. Orlando, que se considera el más pobre del grupo, intuye que algo grave está sucediendo. Más tarde, son trasladados a otra casa donde se encuentran con Diana, Azucena y Juan Vitta. Aprovechan el tiempo para intercambiar ideas y planes para el futuro. Diana le confiesa a Hero Buss su depresión y su lucha por apaciguar los recuerdos de su familia. En la siguiente noche, Diana se da cuenta de que les han mentido y un guardián desconocido le confirma que están en manos de los Extraditables.

3

En este capítulo, Maruja y Beatriz se están acostumbrando a la rutina de su secuestro, que al principio les pareció inconcebible. Los secuestradores les han dicho que es una operación militar, pero el régimen de cautiverio es peor que estar en la cárcel. Solo pueden hablar en susurros y para asuntos urgentes. No pueden levantarse de la cama y deben pedir permiso para hacer cualquier cosa. La única cama es la de Marina, iluminada por una veladora eterna, mientras que Maruja y Beatriz duermen en un colchón en el suelo. Los guardianes están siempre presentes y su espacio es tan estrecho que sus pies quedan sobre el colchón de las cautivas. Viven en la penumbra y el calor es insoportable. Las peores horas son por la mañana, cuando no tienen aire ni nada para beber o comer. Sin embargo, reciben café y cigarrillos cuando lo piden. Maruja y Marina encuentran consuelo en esto, pero Beatriz sufre por el humo acumulado en el cuarto. A pesar de todo, Marina sueña con el día en que las tres estén juntas en su casa riéndose de estos días horribles. Las tres están en la misma cárcel porque la casa donde las llevaron primero quedó inservible cuando el taxi chocado reveló el rumbo de los secuestradores. No saben dónde están, pero escuchan ruidos de una carretera cercana y de aviones pequeños que despegan y aterrizan. También oyen consignas de campañas electorales y creen que están cerca de Guaymaral, un aeropuerto al norte de Bogotá. Maruja siente que el frío en su cuarto no es de campo abierto sino de ciudad. Los guardianes les cuentan que hay un oficial del ejército responsable de los secuestros que llega en helicóptero. Maruja y Beatriz no saben si creerle a Marina, ya que ella también dice que Pacho Santos y Diana Turbay están en la misma casa. Una noche, escuchan ruidos alarmantes en el patio y Marina piensa que están descuartizando a Francisco Santos. Sin embargo, resulta ser que solo estaban moviendo una lavadora. Por las noches, el silencio es total, solo interrumpido por un gallo y ladridos a lo lejos. Maruja tiene dificultades para dormir debido a su tos y su miedo constante. Recuerda cuando Luis Carlos Galán le pidió ayuda en su campaña presidencial y cómo su intuición le advirtió que lo iban a matar. Después de su secuestro, su propensión depresiva se agravó. No puede encontrar nada en qué aferrarse para escapar de la idea de que también a ella le espera un peligro mortal. No habla ni come y se molesta por la indolencia de Beatriz y la sumisión de Marina. Los guardianes también están preocupados porque Beatriz escribe detalles del cautiverio para contárselos a su familia cuando sea liberada. Marina se deprime y recae en sus dolores y soledades pasadas. La primera noche es la peor para Maruja, ya que no puede dormir debido a su tos y a los golpes que le dan los guardianes. Beatriz también sufre por la rabia del marido en la radio y se preocupa por sus hijos. Un jefe bien vestido entra al cuarto y amenaza a Maruja y Beatriz con matarlas si vuelven a hacer ruido. También amenaza a sus hijos y maridos. Maruja le dice que no puede evitar roncar y toser y que si quieren pueden matarla. Beatriz le pregunta por qué tiene que meter a sus hijos en esto y él le responde que los tienen bien localizados. Maruja le sugiere que hable con su marido si realmente quieren llegar a un acuerdo. Después de esto, el trato de los secuestradores se vuelve más duro para desmoralizar a las rehenes. Beatriz sufre una crisis de pavor al escuchar las declaraciones de Alberto Villamizar en la radio y Maruja se da cuenta de que el trato duro desde el primer día está destinado a desmoralizarlas. Dos días después, un jefe bien vestido entra al cuarto y les pide hacer una lista de cosas indispensables. Parte del pedido llega el mismo día, pero algunos libros llegan cuatro meses después. También reciben estampas y recuerdos religiosos. Tienen una rutina doméstica y deben pedir permiso para usar el baño. El televisor está encendido todo el tiempo y las rehenes escuchan los noticieros con atención para descubrir mensajes cifrados de sus familias. Los hijos de Maruja utilizan sus programas de televisión para mantener una comunicación con ellas. También reciben visitas de personajes preparados por Alexandra para enviar mensajes a las rehenes. Las condiciones de Francisco Santos en su cuarto de cautiverio son abominables, pero no tan severas como las de Maruja y Beatriz. Pacho recibe los periódicos puntuales desde el primer día y tiene un horario establecido. También recibe regalos y tiene conversaciones con los guardianes. Diana y su equipo son mudados sin explicaciones varias veces y las condiciones son diferentes a las de los otros rehenes. Los guardianes son caóticos y no están enmascarados. Diana asume un liderazgo y pone las cosas en su lugar. Los guardianes le llevan regalos y ella les pide que se comporten adecuadamente. Diana y Azucena se llevan bien y Azucena toma notas para escribir un libro.

Siguiendo este capítulo, los miembros del equipo de Diana recuerdan cómo era ella como compañera y cómo se sentía culpable por haberlos involucrado en el secuestro. Juan Vitta, uno de los miembros del equipo, se preocupa por su mala salud y confiesa que al principio la odiaba por no haberle hecho caso, pero luego aceptó el secuestro como un destino inevitable. Mientras tanto, Hero Buss, Richard Becerra y Orlando Acevedo, que están en otra casa, descubren ropa de hombre en los armarios y se enteran de que Pablo Escobar tiene varias casas de seguridad. Los guardianes les dicen que pueden pedir lo que quieran y les llevan comida y bebida en grandes cantidades. Juegan a las cartas y a otros juegos, pero los rehenes no pueden competir con las apuestas y trampas de los guardianes. También presencian incidentes violentos, como disparos accidentales. Los guardianes expresan su desprecio por el Papa y los políticos. Los rehenes son separados en tres grupos y en tres casas diferentes. Diana y Azucena están en una casa amplia y confortable donde pueden comer en la mesa familiar y participar en conversaciones privadas. Diana ve un programa de televisión filmado en su apartamento de Bogotá y se da cuenta de que dejó las llaves del ropero escondidas. También se preocupa por la caja fuerte que dejó abierta. La vida familiar de los secuestradores no parece haber cambiado, pero el clima es inclemente y no pueden salir a tomar el sol. Los rehenes y los guardianes conviven y juegan juntos, pero los guardianes tienen una actitud fatalista y desprecian la vida. Los rehenes son testigos de las peleas y los problemas mentales de los guardianes. Diana comienza a escribir un diario y se refugia en la religión. Los rehenes se dan cuenta de que los guardianes también están secuestrados y viven en condiciones precarias. A pesar de las promesas de liberación, los rehenes siguen esperando y jugando juegos de optimismo.

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En este capítulo, se revela que el secuestro de los periodistas fue una reacción a la idea del presidente César Gaviria de crear una alternativa jurídica a la guerra contra el terrorismo. Desde que era ministro de Gobierno de Virgilio Barco, Gaviria había estado preocupado por encontrar una solución nacional al problema del narcoterrorismo. Durante su campaña presidencial, enfatizó la importancia de combatir el narcoterrorismo y propuso la extradición como una medida de presión para capturar a los delincuentes. Sin embargo, Gaviria también estaba dispuesto a considerar otras alternativas jurídicas.

En los primeros días de su presidencia, Gaviria apenas tuvo tiempo para discutir este tema con nadie debido a la organización del gobierno y la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente. Rafael Pardo, consejero de Seguridad y Orden Público, compartía la preocupación de Gaviria sobre el terrorismo desde el asesinato de Luis Carlos Galán. Pardo, un economista y lector ávido, era conocido por su informalidad y su capacidad para resolver problemas con pocas palabras.

Gaviria consultó a Pardo sobre la posibilidad de que un delincuente se entregara a la justicia sin tener cargos en su contra. Esta preocupación llevó a la creación de una fórmula jurídica que ofrecía beneficios a los delincuentes que se entregaran y confesaran sus delitos. El ministro de Justicia, Jaime Giraldo Ángel, redactó un borrador del decreto que establecía estas condiciones. El proyecto fue discutido y aprobado en el Consejo de Ministros, y se convirtió en el Decreto de Estado de Sitio 2047.

El decreto establecía que los delincuentes que se entregaran y confesaran sus delitos podrían obtener una rebaja de la pena y la no extradición. Además, aquellos que colaboraran con la justicia tendrían una rebaja adicional. Sin embargo, el gobierno dejó claro que no negociaría con los delincuentes y que cualquier contacto sería manejado por el director nacional de Instrucción Criminal.

El proyecto del decreto fue discutido con diligencia y aprobado el 5 de septiembre de 1990. Sin embargo, los Extraditables, liderados por Pablo Escobar, rechazaron el decreto y exigieron condiciones adicionales. A pesar de esto, el gobierno no cedió y se negó a negociar con los delincuentes.

El capítulo también revela que Diana Turbay Quintero, una de las periodistas secuestradas, tenía una intensa vocación de servicio y un sentido apasionado del poder. Su secuestro, junto con el de otros periodistas, se convirtió en un problema político complicado de manejar. Hernando Santos, director del periódico donde trabajaba Diana, se convirtió en un apoyo fundamental para el ex presidente Turbay durante este difícil momento.

Siguiendo este capítulo, se mencionan a dos víctimas menos recordadas del secuestro de Diana Turbay: Liliana Rojas Arias y Martha Lupe Rojas. Aunque no eran cercanas, el secuestro las volvió inseparables. Liliana, esposa del camarógrafo Orlando Acevedo, recibió la noticia del secuestro mientras amamantaba a su hijo de año y medio. A pesar de la tristeza, decidió poner al niño frente al televisor para que viera a su papá y continuó haciéndolo durante todo el secuestro. Tanto Liliana como Martha Lupe recibieron apoyo del noticiero y de Nydia Quintero, quien les prometió ayudar en la gestión ante el gobierno y transmitirles información sobre los secuestrados.

Martha Lupe vivía con sus dos hijas y dependía de Richard, su hijo secuestrado. A medida que pasaban los días sin noticias, Martha Lupe se inquietaba cada vez más. Nydia Quintero la convenció de que había más cosas que podía hacer por la liberación y la invitó a participar en actos cívicos y religiosos.

En octubre, el doctor Turbay le pasó a Hernando Santos un mensaje cifrado en su código personal. Era una casete con una prueba de supervivencia de Diana y sus compañeros. El doctor Turbay decidió mostrarle el mensaje al presidente Gaviria para obtener alguna pista nueva, pero la reunión no fue exitosa. Gaviria se mostró sombrío y desconfiado, y Turbay decidió no presionarlo más.

Nydia Quintero se convirtió en una figura importante en la búsqueda de la liberación de los secuestrados. Organizó tomas de los noticieros, misas y manifestaciones de paz, y logró que los retratos de los secuestrados fueran retirados de los noticieros a medida que eran liberados. También asistió a las juntas familiares y realizó gestiones a través de la Fundación Solidaridad por Colombia.

Nydia recibió una llamada anónima que afirmaba tener noticias directas de Diana. Viajó a Medellín para responder a la llamada y se reunió con Martha Nieves y Angelita Ochoa, hermanas de traficantes de droga conocidos como amigos de Pablo Escobar. Aunque no pudieron ayudarla a contactar con Escobar, Nydia dejó una puerta abierta para futuras negociaciones.

Nydia también intentó hablar con el presidente Gaviria para pedirle una pausa en los operativos de la policía mientras se negociaba la liberación de los secuestrados, pero Gaviria se negó. Los Notables, un grupo formado por ex presidentes y políticos influyentes, también intentaron mediar en el conflicto, pero sus gestiones no tuvieron éxito.

Mientras tanto, Pablo Escobar estaba al tanto de las intenciones de los Notables y les envió una carta furibunda en la que rechazaba sus propuestas. Escobar ya tenía planes propios y quería que el gobierno le asignara un territorio propio y seguro para entregarse.

Alberto Villamizar, padre de Maruja y Beatriz, estaba desesperado por la falta de noticias de sus hijas. Había agotado todas las puertas y su única esperanza era un decreto complementario que el presidente Gaviria estaba considerando. Villamizar se reunió con Guido Parra, uno de los abogados de Escobar, y le exigió franqueza y determinación en las negociaciones. Parra aseguró que liberarían a los rehenes dentro de las 24 horas siguientes a la firma del decreto.

Sin embargo, el secuestro de Maruja y Beatriz el 7 de noviembre dejó a los Notables sin piso. Diego Montaña Cuéllar propuso la liquidación del grupo y entregaron al presidente sus conclusiones sobre las peticiones de los Extraditables.

El capítulo termina con la incertidumbre sobre el futuro de las negociaciones y la situación de los secuestrados.

5

En este capítulo, un mes después del secuestro de Maruja y Beatriz, el régimen absurdo del cautiverio se resquebraja. Ya no piden permiso para levantarse y cada uno se sirve su café o cambia los canales de televisión. Aunque siguen hablando en susurros, los movimientos se han vuelto más espontáneos. Maruja ya no tiene que sofocarse con la almohada para toser y los guardianes hablan entre ellos sin muchas precauciones. Maruja ha logrado convencer a los guardianes de que en caso de un rescate armado, es más realista que las protejan para asegurarse un trato digno y un juicio compasivo. Aunque al principio parecían indiferentes, la táctica de ablandamiento ha logrado que no las amenacen con armas mientras duermen y que escondan las armas detrás del televisor. Esta dependencia mutua y el sufrimiento común han hecho que las relaciones se humanicen un poco. Maruja se desahoga con los guardianes y los enfrenta con determinación. A veces, hace comentarios desmoralizadores o vaticinios siniestros. Marina, por su parte, se desahoga con los guardianes y tiene fantasías apocalípticas. Un día, Marina menciona que detrás del patio hay un taller para los automóviles de los sicarios y que están armados y listos para matarlas. El tropiezo más grave ocurre cuando Marina insulta a los periodistas por no mencionarla en un programa de televisión sobre los secuestrados. Maruja se enfrenta a ella y le pide que respete. Marina se disculpa más tarde. Marina, que ha estado dos meses sin hablar con nadie más que los guardianes, necesita tiempo para asimilar la llegada de Maruja y Beatriz. Su salud ha empeorado y ha perdido peso. Marina se ha casado joven y ha tenido una vida llena de desgracias. Su situación de secuestrada parece insoluble. Maruja y Beatriz no tienen indicios confiables de dónde se encuentran. A pesar de los esfuerzos que han hecho, no tienen idea de su ubicación. Los guardianes han sido reemplazados y entre ellos hay uno extraño llamado el Gorila. Marina se alegra por las liberaciones de otros secuestrados y Maruja y Beatriz sienten renacer la esperanza. Sin embargo, Maruja no se engaña con interpretaciones ligeras y su ánimo está decaído. La cercanía de la Navidad la deprime aún más. Los dueños de la casa hacen una novena y exorcizan la casa con agua bendita. Maruja se siente triste por pasar la Navidad lejos de su familia. El mayordomo y su mujer preparan una cena abominable. Marina propone que se pongan camisas de dormir y se maquillen para celebrar el Año Nuevo. Maruja se niega a maquillarse, pero Beatriz y Marina lo hacen. Marina despliega su gracia y todos celebran el Año Nuevo juntos. La fiesta termina cuando se acaban las botellas y las sobras de comida.

Siguiendo este capítulo, las rehenes reciben un cambio de guardia que les trae alivio, ya que son los mismos que las recibieron al principio del secuestro y saben cómo tratarlas. Maruja, en particular, está decaída debido a su mala salud. Al principio, el terror se manifestaba en dolores erráticos por todo su cuerpo, pero más tarde se volvieron concretos debido al régimen inhumano impuesto por los guardianes. Maruja sufre de una cistitis persistente y una hemorragia que dura hasta el final del cautiverio.

Marina, que sabe hacer masajes deportivos gracias a su esposo, se esfuerza por ayudar a Maruja a recuperarse. A pesar de su debilidad, sigue siendo optimista y cuenta anécdotas para mantener el ánimo. La aparición de su nombre y fotografía en una campaña de televisión en favor de los secuestrados le devuelve la esperanza y la alegría. Sin embargo, un día deja de aparecer en la campaña sin explicación. Maruja y Beatriz no tienen el corazón para decirle que tal vez la borraron de la lista porque nadie cree que esté viva.

Para Beatriz, el 31 de diciembre es importante porque se lo ha fijado como plazo máximo para ser liberada. La desilusión la derrumba y sus compañeras de prisión no saben cómo ayudarla. La situación se vuelve insostenible y la relación entre las tres se deteriora. La distracción más duradera para las rehenes es darse masajes en las piernas con crema humectante que les proporcionan los guardianes. Un día, Beatriz se da cuenta de que se está acabando la crema y pregunta qué harán cuando se acabe. Maruja responde con acidez que pedirán más o, si no, ya verán qué hacer. Beatriz estalla de rabia y le grita a Maruja que está ahí por su culpa.

El estallido de rabia de Beatriz revela todo lo que había guardado durante días de tensión y noches de horror. Los guardianes amenazan con encerrar a Beatriz y a Maruja en cuartos separados, lo que las alarma porque temen las agresiones sexuales. Sin embargo, los guardianes siempre están en parejas y parecen vigilarse mutuamente para evitar incidentes graves con las rehenes. El ambiente en el cuarto se vuelve cada vez más malsano debido a la represión de los guardianes. Además, los guardianes pasan películas violentas y pornográficas en un betamax, y a veces espían a las rehenes en el baño. La vigilancia excesiva y las historias que se cuentan entre ellos sobre violaciones y perversiones eróticas contribuyen a enrarecer el ambiente.

A petición de Maruja y Marina, el mayordomo hace venir a un médico para examinar a Beatriz. El médico, encapuchado, le explica a Maruja que está allí por obligación y le receta medicamentos para el estrés y la desnutrición. El médico también examina a Marina y le receta medicamentos para sus problemas de salud. A partir de entonces, a cada una de las rehenes se les da un tranquilizante para tomar diariamente.

Las rehenes comienzan a caminar en el patio oscuro con los guardianes que las vigilan. Al principio les cuesta adaptarse, pero con el tiempo se acostumbran y caminan hasta dos kilómetros. El estado de ánimo de todas mejora y también mejora la convivencia en el cuarto.

El patio es el único lugar de la casa que conocen además del cuarto. Ven un lavadero en ruinas y un segundo piso con una ventana clausurada. Más tarde descubren que el portón del patio da a un potrero donde hay corderos y gallinas. A pesar de la presencia de un pastor alemán, Maruja se hace amiga del perro.

Diana se siente cada vez más sola después de la liberación de Azucena. Ve televisión, escucha la radio y lee la prensa, pero no tiene a nadie con quien comentar las noticias. Temiendo por su vida, Diana espera ser liberada en Navidad, pero la liberación no llega y se siente cada vez más desilusionada con el gobierno. Se pregunta por qué el gobierno no exige la liberación de los secuestrados con más energía y por qué no busca otras formas de diálogo. Diana también critica a los mediadores y a los Notables por no lograr avances en la liberación de los secuestrados.

Uno de los guardianes informa a Pacho Santos de que van a matar a los rehenes como represalia por la muerte de los Priscos. Pacho calcula que le quedan dieciocho días de vida y escribe una carta de despedida a su esposa e hijos. El guardián se compromete a entregar la carta.

Pacho Santos no tiene dieciocho días de vida, sino solo unas pocas horas. La orden de asesinato contra él se cambia por una orden contra Marina Montoya. Marina ha tenido visiones de un hombre vestido de negro y con una máscara negra que la observa en el lavadero. Maruja y Beatriz creen que son alucinaciones, pero Marina está convencida de que el hombre es real. Marina pasa un fin de semana deprimida en la cama y se despide de Maruja y Beatriz antes de ser llevada por los guardianes. Maruja y Beatriz intentan engañar a Marina haciéndole creer que será liberada, pero Marina sabe la verdad. Marina es sacada de la casa por el Monje y otro guardián, y Maruja y Beatriz se quedan solas, sin saber qué hacer.

6

En este capítulo, se encuentra el cadáver de Marina Montoya en un terreno baldío al norte de Bogotá. El juez de instrucción criminal describe el cuerpo de una mujer de unos sesenta años, vestida con una sudadera rosada y medias marrones de hombre. El cadáver tiene la cabeza cubierta por una capucha con los agujeros de la boca y los ojos en la nuca, y presenta seis tiros en el cráneo y el lado izquierdo de la cara. Aunque solo se encuentran cinco cápsulas de nueve milímetros cerca del cuerpo. Algunos estudiantes del colegio San Carlos y una vendedora de flores del Cementerio del Norte presencian el levantamiento del cuerpo. La vendedora de flores queda impresionada por la calidad de la ropa interior y la distinción que se le nota a pesar de su rostro acribillado. La mayorista de flores que la abastecía encuentra a la vendedora con un fuerte dolor de cabeza y en un estado de depresión alarmante. El cuerpo es llevado al Instituto de Medicina Legal, donde se le practica la autopsia. La doctora Patricia Álvarez encuentra restos de alimentos en el estómago de Marina Montoya y deduce que la muerte ocurrió en la madrugada del jueves. También destaca la calidad de la ropa interior y las uñas pulidas y pintadas. El cuerpo es enterrado en una fosa común en el Cementerio del Sur junto con otros cuatro desconocidos y un niño. El país se encuentra en una situación de violencia extrema, con asesinatos de candidatos presidenciales, atentados y secuestros. Los periodistas también son víctimas de asesinatos y secuestros. El secuestro de Diana Turbay y su equipo es un ejemplo de esta situación. Nydia Quintero, madre de Diana, escribe una carta al presidente de la república pidiendo que se modifiquen los términos del decreto de sometimiento para salvar la vida de los secuestrados. A pesar de las amenazas de los Extraditables y la muerte de los hermanos Prisco, el gobierno se mantiene firme en su política de no ceder a las exigencias de los secuestradores.

Siguiendo este capítulo, después de la liberación de Azucena y Orlando, Diana es reunida con Richard. Ambos pasan tiempo juntos, conversando y escuchando la radio. Se enteran de la muerte de los Priscos por una conversación de los guardianes. Diana y Richard no pueden conciliar el sueño debido a que les han anunciado que serán trasladados de casa. Mientras están en su cuarto, escuchan ruidos de helicópteros cerca de Medellín. La policía está a punto de allanar la casa donde se encuentran Diana y Richard debido a denuncias sobre movimiento de gente armada en la zona. Los guardianes los apuran a salir de la casa y les dan sombreros blancos para que se confundan con campesinos. Diana y Richard corren hacia la montaña, pero Diana se siente exhausta y Richard se tira al suelo al escuchar disparos. Diana le pide que se haga el muerto y Richard se da cuenta de que no puede mover las piernas. La policía los encuentra y lleva a Diana en helicóptero al hospital, pero ella muere debido a una bala que le fracturó la columna vertebral. Nydia, la madre de Diana, confronta al presidente Gaviria y lo acusa de ser responsable de la muerte de su hija. El presidente asiste al entierro de Diana y el gobierno en pleno muestra su solidaridad. Nydia tiene una última reunión con el presidente y le revela que la policía tenía información sobre el paradero de los secuestrados y que el operativo no era para capturar a Escobar, sino para rescatar a los rehenes. El presidente reconoce que pudo haberse equivocado en el manejo de la situación. Finalmente, se promulga el decreto que permite la entrega de los narcotraficantes a Estados Unidos. Los Extraditables anuncian que desisten de las ejecuciones y liberarán a un secuestrado.

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En este capítulo, Maruja y Beatriz no tienen conocimiento de las muertes de Diana y Marina. La incertidumbre sobre el paradero de Marina atormenta a las dos mujeres. El Monje, uno de los guardianes, les cuenta que cuando se la llevaron, la entregaron a Barrabás, otro guardián. Aunque la versión parece creíble, la incertidumbre aumenta cuando el Monje llora por la ausencia de Marina. Damaris, la empleada doméstica, regresa a casa y les cuenta que está cuidando a Marina y que está bien. A partir de entonces, cada vez que Damaris sale, regresa con noticias de Marina. Maruja no sabe si creerle, pero tampoco tiene razones para no hacerlo. Damaris también menciona que Barrabás no ha regresado porque está a cargo de la seguridad de Marina. Maruja y Beatriz comienzan a sospechar que Marina está muerta, pero no tienen pruebas. El mayordomo de la casa informa a los jefes del malestar de Maruja y Beatriz, lo que lleva a dos jefes a visitarlas y tratar de mejorar su situación. Prometen libros y revistas, pero solo traen unos pocos. También encienden una luz en el cuarto para que puedan leer, pero Maruja y Beatriz prefieren la penumbra. Maruja se sumerge en la tristeza y deja de comer, mientras que Beatriz ocupa la cama vacía y se distrae resolviendo crucigramas y acertijos. Joñas, el guardián que las cuida, se despide y les cuenta que a Diana Turbay la mataron. Maruja se aterra al pensar que ella podría ser la siguiente. En otro momento, el Gorila, otro guardián, se queja de un dolor en el pecho y Maruja le sugiere que podría ser un infarto. El Gorila entra en pánico y se desmaya. Beatriz intenta ayudarlo, pero el mayordomo y su esposa llegan y se lo llevan. Maruja y Beatriz se sienten aliviadas de que el Gorila no volverá. Pacho Santos, un periodista amigo de Maruja y Beatriz, descubre dónde están secuestradas y decide fugarse. Estudia detenidamente la casa y recopila información sobre su entorno. También establece una relación de confianza con los guardianes. Pacho se entera de que Marina ha sido ejecutada y decide fugarse cuando vea cerrada cualquier otra alternativa. Maruja y Beatriz se enteran de la muerte de Diana Turbay por televisión y temen por sus vidas. En otro momento, Maruja juega al dominó con uno de los guardianes y le dice que si le duele el corazón, podría ser un infarto. El guardián entra en pánico y se desmaya. Beatriz intenta ayudarlo, pero el mayordomo y su esposa llegan y se lo llevan. Maruja y Beatriz se sienten aliviadas de que el guardián no volverá. Beatriz es liberada y regresa a su casa, donde es recibida con alegría por su familia. Maruja se queda sola y espera su liberación. Beatriz se preocupa por Maruja y llama a Alberto Villamizar, su esposo, para preguntar por ella. Alberto le dice que Marina ha sido asesinada. Beatriz se entristece y llora. Los días pasan y Maruja no es liberada. Guido Parra, el intermediario, desaparece y Villamizar se siente derrotado. Beatriz da una conferencia de prensa y cuenta los detalles de su cautiverio sin dar pistas sobre la ubicación de Maruja. Villamizar decide ir a buscar a Pablo Escobar en Medellín para discutir la liberación de los secuestrados.

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En este capítulo, se describe la situación de violencia y terrorismo que se vivía en Medellín en 1991, debido a la presencia de Pablo Escobar y su organización criminal. Se menciona que la ciudad sufría una escalada de violencia sin precedentes, con un alto número de asesinatos diarios y masacres frecuentes. Además, se destaca que el Cuerpo Élite, encargado de combatir el narcotráfico, era señalado por Escobar como su enemigo principal.

Se menciona que Alberto Villamizar, esposo de Maruja Pachón, decide buscar a Escobar para pedirle que libere a su esposa. Villamizar visita a los hermanos Ochoa en la cárcel de alta seguridad de Itagüí y les pide su ayuda para contactar a Escobar. A través de ellos, Villamizar logra establecer una comunicación con Escobar y le propone un intercambio: la liberación de los periodistas secuestrados a cambio de la entrega de Escobar a la justicia. Sin embargo, Escobar rechaza la propuesta y se niega a hablar con Villamizar.

A pesar de los intentos de Villamizar, Escobar continúa con sus acciones violentas y amenaza con detonar bombas en la ciudad de Cartagena si no se sancionan a los policías responsables de los abusos en Medellín. Villamizar logra disuadir a Escobar y evitar el atentado en Cartagena.

En este capítulo se muestra la complejidad de la situación en Colombia, donde la violencia y el narcotráfico tienen un impacto significativo en la vida de las personas. También se destaca la valentía y determinación de Villamizar para buscar la liberación de los secuestrados y su disposición a negociar con Escobar, a pesar de los riesgos involucrados.

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En este capítulo, Maruja se da cuenta de que está en manos de los hombres que posiblemente mataron a Marina y Beatriz. Se enfrenta a ellos exigiendo que le devuelvan el radio y el televisor para estar informada. A pesar de sus amenazas de no comer, los guardianes no logran quebrantar su voluntad. Maruja se siente dueña de sí misma y cree que los hombres la necesitan viva. Tres días después, el mayordomo le entrega el radio y el televisor y le informa que Marina está muerta. Maruja reacciona llamándolos asesinos. En ese momento, el Doctor aparece y trata de calmarla diciéndole que Beatriz está bien, pero Maruja no lo cree hasta verla en la televisión o escucharla en la radio. Maruja se siente devastada por la muerte de Marina y se consuela con pastillas somníferas. En las noticias, ve a Beatriz en su apartamento, pero se molesta por la nueva decoración. Maruja regaña a su esposo e hijos a través de la televisión. Los días se vuelven insoportables y Maruja se siente olvidada. Deja de caminar y se niega a comer. Los guardianes se desentienden de ella y los días se vuelven más largos y áridos. Maruja se siente cada vez más débil y sola. Sin embargo, el relevo de los guardianes trae a cuatro nuevos jóvenes que la tratan con amabilidad y la invitan a jugar videojuegos. Maruja se siente más animada y les cuenta historias de su vida. Los nuevos guardianes son bachilleres y tienen una conexión especial con Maruja. Poco a poco, Maruja recupera su fuerza y empieza a cuidar de sí misma. Sin embargo, la llegada de nuevos guardianes trae caos y desorden. Maruja se enfrenta a ellos, pero su vida se vuelve más difícil. Finalmente, dos jefes enmascarados llegan y expulsan a los guardianes anteriores. Maruja se siente aliviada, pero luego descubre que van a alfombrar su habitación, lo que interpreta como un aplazamiento de su liberación. Pacho Santos también tiene dificultades con sus guardianes, quienes se vuelven más violentos y adictos a las drogas. Uno de ellos incluso intenta atacarlo.

Siguiendo este capítulo, Pacho encuentra una pequeña esperanza cuando descubre que está cerca de la avenida Boyacá, en los barrios donde solía pasar para ir del periódico a su casa. A través de observaciones detalladas, logra identificar la ubicación de la pizzería y la fábrica de cerveza de Bavaria. Sin embargo, también se da cuenta de que hay un gallo que canta en diferentes momentos del día, lo que lo desconcierta. Pacho descubre una posible ruta de escape a través de una ventana en el extremo del pasillo, que da a un patio cerrado y una tapia cubierta de enredaderas. Aunque no sabe qué hay detrás de la tapia, decide que es su mejor opción. También se da cuenta de que el baño es el único lugar donde no lo encadenan, por lo que decide que su escape debe ser durante el día. Después de una noche en la que uno de los guardias se emborracha, Pacho aprovecha la oportunidad y se escapa al baño sin ser detectado. Aunque otro guardia lo descubre, Pacho logra convencerlo de que solo está usando el baño. Durante la semana siguiente, Pacho considera suicidarse, pero el padre Alfonso Llanos Escobar publica una columna en El Tiempo instándolo a no hacerlo. Maruja recibe una carta de Pablo Escobar en la que le asegura que no le pasará nada y que sus comunicados de prensa solo son para presionar. Sin embargo, la carta de Alberto Villamizar la desalienta, ya que le dice que la espera puede ser aún más larga. Maruja también reflexiona sobre su matrimonio con Alberto y se da cuenta de que ha resistido el secuestro porque sabe que él está haciendo todo lo posible para liberarla. Maruja y Alberto se conocieron hace diecinueve años y se enamoraron rápidamente. Aunque tenían personalidades diferentes, se complementaban y se apoyaban mutuamente. Maruja también se da cuenta de que tiene resentimiento hacia Alberto por permitir que liberaran a Beatriz, pero se da cuenta de que él ha hecho todo lo posible para liberarla. Maruja también reflexiona sobre su vida y su carrera como periodista y publicista. Ella y Alberto trabajaron juntos en varias campañas políticas y tuvieron éxito. Maruja también recuerda su relación con el padre García Herreros y cómo él la visitó y le pidió que escribiera una carta a Pablo Escobar. Maruja también escribe una carta a Alberto, expresando su amor y gratitud.

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En este capítulo, el padre García Herreros se convierte en un posible mediador para la entrega de Pablo Escobar. A finales de marzo, las cartas intercambiadas entre Villamizar y Escobar no tienen más quejas y recados sin llegar a un acuerdo. Villamizar discute con Jorge Luis Ochoa sobre la situación, pero cuando hay algo más delicado, Ochoa lo manda a la finca de su padre en busca de consejos. Villamizar comparte su desencanto con don Fabio, quien decide que lo mejor es que Villamizar se entreviste directamente con Escobar y pacten las condiciones para la entrega. Sin embargo, Escobar no acepta la propuesta en ese momento. Mientras tanto, Escobar sigue insistiendo en que se sancione a los policías y acusa a Maza Márquez de estar aliado con los paramilitares y el cartel de Cali para matar a su gente. Villamizar intenta un último esfuerzo por conseguir una tregua para negociar, pero no tiene éxito. Villamizar visita al general Gómez Padilla para pedir una tregua de un mes y poder intentar un contacto personal con Escobar, pero el general no puede detener los operativos contra el narcotraficante. Villamizar recibe información de que Maruja está en Nariño, en la frontera con Ecuador, lo que disipa el temor de una operación de rescate. Las especulaciones sobre las condiciones de entrega de Escobar alcanzan proporciones de escándalo internacional. El general Maza Márquez cree que su destitución será una de las condiciones para la entrega de Escobar. El ministro Giraldo Ángel revisa las opciones para la cárcel donde se alojará a Escobar. Villamizar intercede a favor de la propuesta de Escobar de utilizar el Centro Municipal para Drogadictos El Claret como cárcel. El alcalde de Envigado se encarga de la construcción y dotación de la cárcel. El padre García Herreros propone que se acelere el proceso de acondicionamiento de la cárcel. Escobar intenta negociar la liberación de Pacho Santos a espaldas de Villamizar. El padre García Herreros recibe un mensaje de Dios en el mar de Coveñas que lo lleva a ofrecerse como mediador para la entrega de Escobar. Villamizar lo acompaña en su visita a la cárcel de Itagüí, donde se inicia el proceso de entrega. El padre García Herreros se reúne con Escobar en una casa en Medellín. Escobar acepta entregarse como un sacrificio para la paz y se discute la seguridad del lugar de reclusión. El padre García Herreros regresa a La Loma y comparte la noticia de la entrega con Villamizar. La noticia se difunde en los medios de comunicación y el padre García Herreros se convierte en una figura pública.

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En este capítulo, Maruja escucha el comunicado de los Extraditables sobre su liberación, pero sin fecha ni hora específica. A pesar de esto, el mayordomo y su esposa se preparan para celebrar. Maruja convence a todos de esperar la orden oficial de Pablo Escobar antes de festejar. Maruja ha recibido señales de que las cosas van mejor y sigue con optimismo las telenovelas, creyendo encontrar mensajes cifrados. Las noticias del padre García Herreros también le dan esperanza. Maruja decide ponerse la ropa con la que fue secuestrada, pero al no haber noticias nuevas, decide tomar somníferos y duerme hasta el día siguiente sin saber quién es ni dónde está.

Villamizar no duda de la liberación de Maruja y lo transmite a los periodistas, pero no le hacen caso. A pesar de esto, Villamizar confía en que la liberación será al día siguiente en un lugar seguro. Algunos periodistas se quedan en el apartamento de Villamizar, otros acampan afuera y él se queda en la cama hasta las once. Recibe muchas llamadas de periodistas y amigos. El padre García Herreros había visitado a Mariavé para darle la noticia de la liberación de su esposo. Pacho había tenido la revelación de que sería liberado al leer el periódico. Pacho espera ansioso el milagro y trata de obtener información de los guardianes, pero no consigue nada. Finalmente, se confirma la liberación de los secuestrados en los noticieros y Pacho se alegra. Los periodistas se quedan en la casa de Villamizar hasta que él los invita a salir. Otros periodistas hacen campamentos afuera del edificio. Pacho tiene un sueño terrorífico de ser libre y feliz, pero despierta en su celda. Escucha la radio confirmar la noticia de la liberación sin dar detalles sobre la hora. Escucha las noticias repetidas y luego el comunicado de los Extraditables en todos los noticieros. Pacho se alegra y se abraza a su guardián, pero este le pide esperar la confirmación. Pacho escucha otros noticieros y luego se confirma la liberación en todos. Los periodistas se concentran en la casa de Hernando Santos y Pacho se da cuenta de que su propósito de rehabilitar a sus guardianes queda frustrado por su libertad. Pacho es felicitado por los guardianes y se da cuenta de que su liberación es real. Escucha las noticias en la radio y luego se confirma la liberación de Maruja. Pacho se pone la ropa del día del secuestro y espera las noticias de su liberación. Lee las notas editoriales y comentarios que había escrito durante el secuestro y decide conservar algunas. Pacho es liberado y se encuentra con los periodistas. Maruja llega a su casa y es recibida por la familia y los periodistas. Maruja se ve en el espejo y se siente fea. Villamizar llega a la casa y se abraza con Maruja. Los periodistas los rodean y Maruja les pide que vayan al apartamento para hablar mejor. El presidente Gaviria se entera de la liberación de Maruja y se dirige a su casa. Maruja y Villamizar llegan a su casa y son recibidos con aplausos y pañuelos blancos por los vecinos.

En este capítulo, Villamizar llega a Medellín después de la liberación de Maruja. En la hacienda de La Loma, se encuentra con el Mono, el nuevo emisario de Escobar, quien tiene plenos poderes para las negociaciones de la entrega. Villamizar sigue siendo intermediario con el gobierno y el padre García Herreros se mantiene disponible para cualquier emergencia. Escobar llama a Villamizar para saludarlo y discutir los detalles de su entrega. Se acuerda que Escobar se entregará en una cárcel en Envigado, que está a punto de terminarse. Villamizar visita la cárcel y hace algunas recomendaciones. También se resuelven los temas relacionados con la policía y el ejército. Escobar se muestra preocupado por su seguridad antes de la entrega. El gobierno nombra a un nuevo director de la cárcel y se toman medidas de seguridad adicionales. Finalmente, se acuerda la entrega y Escobar se comunica con Villamizar para coordinar los detalles. Villamizar viaja a Medellín en un avión proporcionado por el gobierno y se encuentra con Escobar en la gobernación. Luego, ambos se dirigen a la cárcel en helicóptero. Escobar se entrega y firma el acta de entrega voluntaria. Después de la entrega, Villamizar pasa la noche en los bailaderos de la ciudad. Escobar se instala en la cárcel, pero poco después escapa. Villamizar vuelve a su vida cotidiana y recibe un anillo que le habían quitado a Maruja durante el secuestro.

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