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Mapa

Árbol genealógico

Prólogo (1527)

I

En este capítulo, se narra el nacimiento inminente de un niño el 21 de mayo de 1527, quien está destinado a ser hijo de Carlos de Habsburgo, el Sacro Emperador Romano y rey soberano de varios territorios. A pesar de que no se sabe con certeza cuántos niños nacieron ese día, se sabe que uno de ellos es el hijo de Carlos. El lugar de nacimiento es Valladolid, donde sus padres viajaban desde Granada. Sin embargo, el viaje no es aconsejable para una mujer embarazada, especialmente si es una reina. La razón de este viaje es que el sultán otomano Solimán el Magnífico ha entrado en Hungría y ha derrotado al rey Luis, esposo de María, hermana de Carlos. Ante esta amenaza, Carlos decide emprender el viaje a pesar de no querer hacerlo. Convoca a las Cortes de Castilla para obtener apoyo económico y formar un ejército para enfrentar al sultán. Carlos no muestra preocupación por los tiempos difíciles que se avecinan, ya que está acostumbrado a vivir en la agitación y la guerra. El capítulo también relata el matrimonio de Carlos con Isabel de Portugal. Aunque Carlos ya ha tenido tres hijos de relaciones anteriores, ninguno puede ser su sucesor. Por lo tanto, busca un hijo que herede su imperio y necesita que esto suceda lo antes posible. Isabel, además de ser su prima, tiene la edad adecuada para ser madre. El matrimonio también tiene ventajas económicas y políticas, ya que fortalece las relaciones con Portugal y resuelve conflictos comerciales. Sin embargo, Carlos enfrenta la oposición de las Cortes y los comuneros, quienes exigen que se case con una mujer española. A pesar de que el matrimonio se basa en razones más importantes que el amor, Carlos descubre que no está prohibido quererse. Después de la boda, Granada es el lugar elegido para la luna de miel, ya que allí están enterrados los Reyes Católicos, a quienes el pueblo adora. Carlos planta claveles persas en Granada para su amada. Ahora, Carlos se preocupa por llegar a Valladolid sin poner en peligro la salud de su esposa embarazada. Organiza el viaje al detalle, con un ejército que los acompaña y una litera para la reina. Finalmente, llegan a Valladolid el 22 de febrero, donde son recibidos como una comitiva real.

II

En este capítulo, se narra el momento del parto de la reina Isabel en el palacio de Bernardino Pimentel. El lugar se llena de gente con diferentes roles, como criados, médicos, damas de la reina e incluso el obispo de Toledo. Isabel da órdenes estrictas, como apagar los candelabros y cubrir su rostro con un paño para ocultar su dolor. También coloca su colección de reliquias alrededor de la cama y sostiene el cíngulo de santa Isabel. El rey Carlos acompaña a su esposa al principio, pero luego se retira a petición de la partera. Aunque las crónicas dicen que el rey estuvo presente durante todo el parto, en realidad se queda solo en otra habitación, nervioso y rezando para que el bebé nazca sano y sea un varón. Carlos ya ha decidido que su hijo se llamará Felipe, como él, pero su consejero Cobos sugiere el nombre de Fernando en honor al Rey Católico. Carlos rechaza la idea, convencido de que Fernando estuvo involucrado en la muerte de su padre. Está decidido a llamar a su hijo Felipe porque cree que se lo merece y que Dios le debe ese favor.

III

En este capítulo, la reina Isabel está en trabajo de parto y tarda en dar a luz a su primer hijo. A pesar de sufrir dolores, la reina se preocupa más por mantener su compostura que por acelerar el proceso. La partera, frustrada, le insta a hacer fuerza y gritar. Isabel, molesta por la orden, se quita el pañuelo de la cara y mira a la partera. Finalmente, la reina cede y grita durante el parto, mostrando una vulnerabilidad que contrasta con su habitual frialdad. Después de dar a luz a un niño varón, el emperador Carlos se acerca a su esposa y toma al bebé con delicadeza, nombrándolo Felipe y diciéndole que heredará el mundo.

1 El padre invisible (1533)

I

En este capítulo, se nos presenta a Felipe, un niño de apenas seis años que descubre que odia viajar. Aunque no sabe por qué, le molesta el traqueteo de los carros y el polvo de los caminos. A pesar de esto, Felipe tiene pocos motivos para quejarse, ya que es el heredero del reino y ha cumplido el sueño de Castilla al nacer en su tierra. Su tutor, Pedro González de Mendoza, no es estricto en su educación, lo que le permite disfrutar de sus pasatiempos favoritos como cazar y jugar. Felipe tiene una hermana llamada María, con quien comparte juegos y viajes. También tuvo un hermano llamado Fernando, pero falleció antes de cumplir un año. Felipe se siente especial y le gusta que le llamen príncipe. Aunque intenta entrar solo en los pueblos para ser aclamado, solo le permiten montar mulillas y va escoltado por guardias reales. Su madre, Isabel de Avis, como regente y madre, decide que tenga dos ayas: doña Leonor de Mascarenhas y doña Inés Manrique de Lara. La primera promete castidad de por vida después de salvar a Felipe de caer al vacío, mientras que la segunda es una mujer de alta alcurnia y fue camarera mayor de Isabel la Católica. Aunque Felipe está en buenas manos, su madre siempre está pendiente de él y reza para poder darle más hijos a su marido.

II

En este capítulo, se describe la fama de Isabel por su frialdad y la etiqueta cortesana que la obliga a comer sola y alimentos fríos. A pesar de esto, Isabel muestra cercanía y calidez con sus hijos, especialmente con Felipe. Sin embargo, un día la reina le ordena a Felipe que deje de comer dulces, pero él no la obedece y recibe un par de azotes de su madre. Felipe no entiende por qué no puede comer lo que quiera, ya que es el príncipe. Las damas y caballeros de la corte quedan sorprendidos por la reacción de la reina. Además, se menciona a Francisco de Borja, quien es apreciado por Felipe y siempre está presente cuando su madre sonríe. Se menciona que el padre de Felipe, Carlos, está ausente debido a sus responsabilidades como emperador. Carlos ha tenido victorias militares y se le considera un héroe, pero para Felipe es un padre invisible. También se menciona la muerte del hijo de Isabel y Carlos, Fernando, y cómo la reina debe ocultar su dolor debido a su rango. Sin embargo, el dolor crece dentro de su alma.

III

En este capítulo, Carlos sufre de depresión y desvanecimientos después de cuatro años agotadores. Sus médicos le aconsejan regresar a España para recuperarse y él acepta. Recibe una carta del emperador citando a su esposa e hijos en Barcelona, por lo que organiza rápidamente un viaje hacia allí. Felipe, emocionado por conocer a su padre, no muestra ningún gesto de desagrado durante el viaje. Cerca de Zaragoza, Francisco de Borja invita a Felipe a viajar con él y lo levanta en su caballo. Felipe se siente feliz y como el rey del mundo mientras el viento golpea su rostro.

IV

En este capítulo, Carlos desembarca en Rosas y se dirige hacia Barcelona. A pesar de su energía, no puede evitar pensar en su esposa, Isabel, y en su hijo, Felipe. Carlos cambia de caballo y continúa pensando en Isabel, deseando poder abrazarla y consolarla después de los momentos difíciles que ha tenido que enfrentar sola. Finalmente, Carlos llega a Barcelona y se reúne con su familia. Felipe se queda sin palabras al ver a su padre y Carlos abraza a su esposa y hace una carantoña a su hija María. Luego, Carlos se dirige a Felipe y le dice que se ha convertido en un hombre. Felipe intenta responder, pero no puede encontrar las palabras. Carlos y Isabel se retiran a sus aposentos mientras las ayas cuidan de María y Felipe. Francisco de Borja propone que Felipe practique tiro con arco y lo lleva a los jardines. Borja le enseña a Felipe las lecciones de paciencia y calma necesarias para alcanzar sus objetivos. Felipe aprende que debe mirar hacia el futuro y obedecer a su padre. Al día siguiente, Carlos le da a Felipe un libro para leer en voz alta, pero Felipe apenas puede leer. Carlos se preocupa por la falta de habilidades de lectura de su hijo. Carlos luego se marcha nuevamente, dejando a su familia en Toledo mientras atiende asuntos en toda España. Felipe ve crecer el vientre de su madre nuevamente y sabe que tiene muchas responsabilidades por delante. Felipe comienza a darse cuenta de que ser arquero es mucho más fácil que ser emperador.

2 Todo por el imperio (1534)

I

En este capítulo, se describe cómo Carlos, con el objetivo de expandir su imperio, dejó tareas pendientes mientras se enfrentaba a problemas en diferentes partes del mundo. Para solucionarlos, utilizaba la fuerza y el miedo que generaban sus tropas, especialmente los Tercios comandados por el duque de Alba. Estos Tercios eran una mezcla de soldados españoles y mercenarios extranjeros que buscaban gloria y honor, pero también se dedicaban al saqueo de las ciudades conquistadas. Los generales a menudo ignoraban o incluso alentaban estas acciones, lo cual era peligroso ya que tener a tus propias tropas en contra era peor que enfrentarse a un enemigo. Se menciona el saqueo de Roma por parte del ejército imperial alemán, donde mataron a la mitad de la población y secuestraron a los más ricos. Carlos sabía que si las Cortes de Castilla no le proporcionaban fondos, habría más saqueos. A pesar de todo esto, Carlos se sentía cansado y sabía que debía preparar el futuro del imperio. Esto implicaba que su hijo Felipe se convirtiera en un buen heredero y que su esposa Isabel cumpliera su papel como esposa y madre. Carlos también exigía sacrificios a las ciudades y villas de España para financiar el imperio. Felipe, por su parte, dejó de ser un niño para convertirse en aprendiz de emperador. Para acelerar su formación, Carlos ordenó que se le proporcionara una casa propia y contrató a Juan Martínez Guijarro, conocido como Silíceo, como su tutor. Silíceo era un catedrático de Filosofía Natural en la Universidad de Salamanca, pero tenía un fanatismo religioso y un odio hacia los judíos. Aunque se preocupaba más por inculcar sus ideas religiosas a Felipe que por enseñarle correctamente, ya que tenía miedo de que el futuro emperador lo tratara mal si no le complacía. Felipe, por su parte, se aprovechaba de la situación y evitaba estudiar latín enfermando por las mañanas. En cambio, prefería pasear y visitar a Francisco de Borja, quien le enseñaba cosas diferentes a las que Silíceo le enseñaba, como el hecho de que no debía cargar con un odio tan antiguo hacia los judíos.

II

En este capítulo, el emperador Carlos muestra preocupación por la educación de su hijo Felipe. A pesar de recibir informes halagadores sobre él, Carlos sabe que no hay motivos para alegrarse, ya que su hija María supera a Felipe en escritura y comprensión de lenguas. Por lo tanto, decide nombrar a un nuevo preceptor, don Juan de Zúñiga Avellaneda y Velasco, para asegurarse de que la enseñanza sea adecuada y para enseñar a su hijo autocontrol y disciplina, habilidades indispensables para un emperador. Zúñiga ha servido a Carlos desde la infancia y ha superado pruebas difíciles junto a él. Además, Carlos confía tanto en Zúñiga que lo elige para representarlo en momentos delicados, como la negociación de su propia boda con Isabel. Ahora, Carlos le encomienda la tarea de ser mayordomo mayor del príncipe Felipe. Antes de partir hacia Túnez, Carlos nombra personalmente a Zúñiga como mayordomo y le da instrucciones claras de que nada se haga sin su consentimiento. A pesar de la prisa de Carlos por derrotar a Jeireddín Barbarroja, Isabel se muestra decepcionada y preocupada, ya que sabe que es improbable que Carlos regrese a tiempo para el nacimiento de su hijo. Carlos intenta consolarla, pero Isabel siente que algo se está quebrando en su relación y que no puede hacer nada al respecto.

III

En este capítulo, se narra cómo Felipe, el príncipe heredero, comienza su educación bajo la tutela de Juan de Zúñiga. Se selecciona un grupo de profesores para enseñarle diferentes asignaturas, incluyendo latín, matemáticas, historia y música. Zúñiga también se encarga de enseñarle equitación, esgrima y comportamiento, considerando que el control de las emociones es esencial para ejercer el poder. Felipe se ve obligado a seguir un horario de formación continua y ya no puede disfrutar de sus escapadas habituales. Intenta fingir estar enfermo para poder descansar y hacer lo que quiera, pero Zúñiga lo descubre y lo obliga a levantarse. A medida que pasa el tiempo, Felipe se da cuenta de que su nueva vida no le hace feliz y extraña las actividades que solía disfrutar. Un día, realmente se enferma debido a la ingestión de alimentos en mal estado, pero gracias a los cuidados de Estefanía de Requesens, se recupera. Durante su enfermedad, siempre tiene compañía y apoyo de Zúñiga y su familia. Después de recuperarse, Felipe demuestra su agradecimiento y respeto hacia Zúñiga al ser el primero en llegar a clase y pedir que su hijo Luis lo acompañe. Zúñiga le regala un caballo y Felipe muestra su alegría, rompiendo la regla de no mostrar emociones.

IV

En este capítulo, Felipe se da cuenta de que Zúñiga no ha cambiado su nivel de exigencia después de su enfermedad. Aunque su relación con Zúñiga ha mejorado, Felipe todavía extraña a Silíceo como director de sus estudios. Felipe también reflexiona sobre su futuro como emperador y como padre, deseando ser mejor que su padre Carlos en ambos roles. Aunque Felipe se siente solo y deprimido debido a sus grandes tareas y las altas exigencias de sus maestros, encuentra consuelo en hacer un juramento a su amigo Luis de Requesens de que siempre estarán juntos cuando sea emperador. Zúñiga, al darse cuenta de la necesidad de compañía de Felipe, busca un paje personal para él. Las familias nobles de Castilla proponen a sus hijos para el cargo, pero finalmente es elegido Ruy Gómez, recomendado por Leonor de Castro, una dama cercana a la reina. Ruy Gómez, que había llegado a Castilla a los diez años, se convierte en el paje de Felipe y ambos encuentran en su relación una solución a sus problemas.

V

En este capítulo, el emperador Carlos está decepcionado y expresa su descontento hacia su hijo Felipe. Carlos se siente frustrado porque considera que Felipe no está preparado para asumir su papel como futuro rey. Mientras tanto, Felipe sufre de pesadillas recurrentes en las que su padre aparece y se le presenta como una figura amenazante. Felipe busca respuestas sobre su abuela Juana, a quien todos consideran loca, y espera obtenerlas durante su visita a Tordesillas. Carlos se alegra al saber que Juana no desea volver a la vida pública y prefiere vivir en reclusión. Durante el viaje a Tordesillas, Felipe y su hermana María desconocen la historia y los secretos oscuros que rodean a su abuela.

VI

En este capítulo, Juana es presentada a sus nietos por primera vez. Al principio, ella está callada y perdida en sus pensamientos, pero al escuchar la voz de su hijo, se gira hacia los niños. La pequeña Juana comienza a llorar y es consolada por su madre, pero es su abuela quien la consuela de verdad. La abuela muestra un cambio repentino, recuperando su vitalidad y mostrando rasgos de su belleza pasada. Juana se acerca a los niños y logra hacerlos sonreír. Luego, Juana pregunta por los nombres de los niños y muestra admiración por su abuela. La abuela les pregunta si saben bailar y ellos responden educadamente que sí. Pasan unas Navidades felices juntos, sin recriminaciones y bailando. Felipe y María descubren lo que es una familia gracias a su abuela. Sin embargo, esta estancia en Tordesillas es solo un breve respiro en la vida palaciega de Felipe, ya que pronto volverá a la rutina. Su padre deja embarazada a su madre nuevamente y finalmente nace un varón, pero lamentablemente no sobrevive más que unos meses.

VII

En este capítulo, los pajes que rodean al príncipe Felipe tienen el deseo de estar cerca del futuro emperador. Sin embargo, a veces este deseo lleva a peleas que el tutor Zúñiga tiene que castigar. Un día, un paje llamado Juan de Avellaneda empuja a Ruy Gómez y lo insulta llamándolo "portugués". Ambos sacan sus dagas y se enfrentan, resultando en una herida en el ojo del príncipe Felipe. El escándalo llega a oídos del cardenal Tavera, quien envía una carta al emperador cargando las tintas contra Ruy Gómez. El cardenal propone la pena de muerte para Ruy Gómez, lo cual sorprende a Felipe, ya que él había hecho algo similar y solo recibió una amonestación. Felipe acude a su madre, la reina Isabel, para pedir ayuda. La reina intercede y logra que Ruy Gómez no sea ejecutado, pero es castigado con el alejamiento y se une al ejército imperial. Felipe se despide de Ruy Gómez y se siente solo nuevamente. Un día, Felipe escucha la música de Antonio de Cabezón en la capilla real y queda fascinado. Su madre, la emperatriz, hace que Cabezón se una a la capilla para servir al príncipe. Isabel sabe que la soledad puede matar los sueños y no quiere que eso le pase a su hijo. Además, Isabel lucha por darle un hijo varón al emperador, pero su visita familiar no es tan feliz como la anterior. Carlos no logra convencer a las Cortes de la necesidad de más dinero y hombres para su ejército, pero sí logra dejar embarazada a su esposa, lo cual no trae buenas consecuencias.

VIII

En este capítulo, se narra el final del mes de abril de 1539 en Toledo, donde se llevan a cabo procesiones para pedirle a Dios que salve la vida de la emperatriz Isabel. Felipe, aunque desea unirse a ellas, es convencido por Zúñiga para rezar en su capilla privada y mantener una apariencia de fortaleza y seguridad frente al pueblo. Felipe reza y llora en soledad, pensando en el dolor de su madre, quien ha sido atacada por fiebres en los últimos días de su embarazo. Su hijo nace muerto y ella muere durante el parto. Carlos, al llegar a donde yace su esposa, reza durante horas y luego se retira al monasterio de Santa María de Sisla para lamentar su pena. Felipe, a punto de cumplir doce años, llora ante la ausencia de su padre y busca consuelo en sus hermanas. María, la hermana mayor, muestra una serenidad inusual para su edad y cuida de la pequeña Juana. Sin embargo, cuando Felipe encuentra a María llorando abrazada a una dama de su madre, se da cuenta de que ella es un ángel y siente una conexión especial con ella. Los hermanos se abrazan y comparten su dolor, demostrando que el dolor iguala a todos los seres humanos, sin importar su posición social.

IX

En este capítulo, Felipe asiste al funeral de su madre en San Juan de los Reyes y luego preside la comitiva fúnebre que lleva el cuerpo de la reina a Granada. Francisco de Borja siempre está a su lado, mostrando su dolor por la pérdida. Felipe recuerda cómo Borja lo invitó a montar en su caballo cuando era niño y ahora están juntos en este triste momento. Borja se encarga de todo para que Felipe no tenga que pasar por más sufrimientos. Llegan a Granada y abren el ataúd de la reina, pero el hedor es insoportable y Borja es el único que no retrocede. Durante la ceremonia, el arzobispo pregunta si el cadáver es el de la reina y todos los caballeros juran, excepto Borja, quien reconoce a la reina pero no se atreve a jurar que es ella misma. A pesar de su deseo de no servir a un señor que pueda morir, Borja es nombrado virrey de Cataluña por el emperador. Algunos creen que es por su capacidad para cumplir con el cargo, mientras que otros piensan que es para evitar un encuentro entre Borja y el emperador, quien sabe que Borja amó a su esposa.

3 A su imagen y semejanza (1539)

I

En este capítulo, Felipe experimenta un dolor profundo tras la muerte de su madre, lo que le hace insensible a las penas que le rodean. Su padre, Carlos, le informa sobre las preocupantes noticias de Gante, su ciudad natal. Antes de partir hacia Flandes, Carlos reúne a Felipe con el Consejo que gobernaría España tras la muerte de Isabel. Este Consejo ya ejercía durante la vida de la emperatriz, pero ella siempre tomaba las decisiones y controlaba que nadie se excediera en sus atribuciones. Carlos apoyaba sus decisiones para mantener el equilibrio de fuerzas en Castilla y Aragón. En estos reinos, el equilibrio se basaba en la familia y la nobleza castellana, incluyendo a una Iglesia más preocupada por lo político que por lo religioso. Isabel había luchado para que la Iglesia rezara más y confabulara menos, pero los obispos seguían teniendo altos cargos políticos y acumulando riquezas. Los hijos de los obispos no heredaban el poder, sino sus primos y sobrinos. Juan Pardo de Tavera, sobrino del arzobispo de Sevilla, era un ejemplo de esta sucesión de poder. Carlos le otorga el cargo de inquisidor general, dándole un poder aún mayor que el de presidir el Consejo del Reino. Francisco de los Cobos y Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, el duque de Alba, también forman parte del Consejo de Regencia. De los Cobos había aconsejado a Carlos desde su llegada a Castilla y acumulaba riquezas con maniobras poco éticas. El duque de Alba, conocido por su fiereza en el campo de batalla, era el menos presente en Castilla debido a sus deberes militares. Los tres pertenecían a una casta que defendía la filosofía de los cristianos viejos y estaban hambrientos de poder y dinero. Carlos no confiaba en ellos, pero los necesitaba para mantener el poder y el imperio. La corte se movía entre Toledo, Valladolid y Madrid, y Castilla seguía siendo el símbolo de un poder centralizado. Tavera, De los Cobos y el duque de Alba eran los fieles exponentes de esa Castilla conservadora y Carlos procuraba que nunca les faltaran privilegios. El poder era eso: quien lo conocía, lo sabía.

II

En este capítulo, Carlos tiene una última reunión con su hijo Felipe. Carlos asume el papel de padre y viudo, en lugar de emperador. Carlos expresa su comprensión por la pérdida de Felipe y elogia a su difunta madre. Felipe expresa su miedo a olvidar el rostro de su madre, pero Carlos promete encargar un retrato de ella. Carlos y Felipe comparten un momento de dolor y Carlos anima a Felipe a ser fuerte debido a su responsabilidad. Carlos sorprende a Felipe al darle un abrazo de despedida antes de partir hacia Flandes. Lleva consigo el retrato que Pietro Aretino hizo de la emperatriz, pero piensa que Tiziano podría mejorarlo. Felipe se alegra de que su madre tenga un retrato, pero piensa que ella merecía más de uno en vida. Felipe va a la capilla para recordar a su madre y escucha música. Sin embargo, el impacto de la conversación con su padre lo lleva a reflexionar sobre los cambios en su relación. Felipe se da cuenta de que su padre está triste y lo trata con respeto por primera vez. Estas novedades tienen profundas consecuencias y Felipe se siente abrumado. Vuelve a pensar en su madre.

III

En este capítulo, la corte se encuentra en un estado de cambio tras la ausencia de Isabel de Portugal. El servicio de la corte ha crecido y se han colocado a familiares y allegados en puestos de poder. Zúñiga, dedicado a la educación del príncipe Felipe, se da cuenta de que Tavera y De los Cobos son enemigos peligrosos, pero no puede intervenir debido a las órdenes del emperador. Felipe pasa su tiempo libre cazando, asistiendo a corridas de toros y divirtiéndose con bufones. A pesar de esto, Zúñiga no tiene quejas sobre él, ya que muestra interés en aprender y participa en las reuniones del consejo. Zúñiga le advierte a Felipe sobre las mentiras en la corte y le enseña a distinguir la verdad. Luis, hijo de Zúñiga, escucha una conversación entre sus padres sobre las dificultades de Felipe con Tavera y De los Cobos. Luis le cuenta a Felipe lo que escuchó y Felipe le revela que conoce a un "ángel" en la corte, que resulta ser Isabel de Osorio, una dama de su hermana María.

IV

En este capítulo, Felipe, un joven apasionado por el libro Amadís de Gaula, se sumerge en su lectura una vez más. A pesar de su corta edad, Felipe ha comenzado a coleccionar libros y ha estudiado los orígenes de Amadís. Descubre que el primer manuscrito era solo fragmentos y que fue Garci Rodríguez de Montalvo quien lo refundó y lo imprimió antes de que él naciera. Felipe se pregunta por qué no hay más caballeros como Amadís en el mundo si el libro es más antiguo que él. Sueña con ser como Amadís, vencer monstruos y encontrar a su propia Oriana. Aunque su tutor, Zúñiga, le advierte sobre las fantasías, Felipe sabe que la realidad no tiene pócimas mágicas. En su reino de fantasía, imagina a diferentes personas como escuderos de Amadís, pero se da cuenta de que es imposible. Sin embargo, está convencido de que Oriana ha salido del libro y se ha convertido en Isabel de Osorio.

V

En este capítulo, se narra la difícil situación en la que se encuentra el padre de Felipe, el rey Carlos, quien lleva dos décadas luchando contra Francia y enfrentándose al crecimiento del movimiento luterano. Además, el papado no le brinda mucha ayuda, ya que insiste en convocar un concilio que solo abriría más la brecha existente. Carlos también tiene que lidiar con los infieles, a pesar de que no tiene intención de conquistar territorio africano, solo desea mantener las plazas que heredó como rey de Castilla para controlar la piratería. A pesar de lograr un pacto de paz con Francia, Carlos se ve obligado a enfrentarse a Barbarroja en Argel. A pesar de contar con una gran fuerza militar, un temporal arruina sus planes y muchos hombres y naves son derrotados. Carlos logra reembarcar a los hombres, pero una nueva tormenta dispersa la flota. Carlos se refugia en Bugía, donde reflexiona sobre la derrota y la pérdida de hombres y naves. Se da cuenta de que necesita reanimar el imperio y decide que necesita a su hijo Felipe para ello. Felipe, por su parte, no puede imaginar los cambios que su vida sufrirá después de la derrota de Argel.

VI

En este capítulo, Carlos decide encargarse personalmente de la educación de su hijo Felipe. Durante su estancia en Bugía, diseña un plan de estudios que incluye temas como tratar con los nobles castellanos, obtener dinero de las Cortes y conocer a su pueblo. Al llegar a Madrid, Carlos nombra al duque de Alba como mayordomo de la casa real para representar la grandeza militar castellana. Además, aparta a Felipe de sus lecturas caballerescas y expulsa a los bufones de la corte. Sin embargo, permite que Ruy Gómez regrese a la corte para alegrar a Felipe. Ruy Gómez había ido a Argel para ganarse el favor de Carlos y ahora llega a la corte eligiendo amigos y enemigos. Felipe recibe a Ruy Gómez como un viejo amigo y le da un abrazo. El primer cargo de Felipe al servicio de su padre es el de trinchador, aunque no está a la altura de otros pajes que le han ganado terreno en su ausencia. Felipe decide esperar, como ha hecho hasta ahora con buenos resultados.

VII

En este capítulo, el emperador Carlos V se enfrenta a la dificultad de convencer a las Cortes de Castilla para que le proporcionen el dinero necesario para mantener sus ejércitos. Aunque al principio sus peticiones eran insolentes, logra suavizar su discurso y obtener el apoyo de nobles y obispos. Sin embargo, sigue siendo difícil para él alcanzar sus objetivos sin tener que dar explicaciones una y otra vez. Carlos se da cuenta de que lo consideran un extranjero y que eso no cambiará nunca. La solución a este problema tiene un nombre: Felipe. Felipe ha nacido en Valladolid, lo que ha ganado el afecto del pueblo. Carlos decide que su hijo participe en su primera batalla para agrandar su figura y demostrar que un rey debe ser un soldado. A pesar de que Felipe no está preparado, estará protegido por el duque de Alba. Carlos elige cuidadosamente la batalla en la que participará Felipe, ya que Francia está atacando al imperio en varios frentes. Carlos quiere resolver pacíficamente el conflicto, pero el rey Francisco responde con alianzas y nuevos frentes de guerra. Carlos decide enviar al duque de Alba y a Felipe a Cataluña, donde el ejército francés es más débil. Antes de partir, Carlos se reúne con Felipe y le aconseja que un rey solo debe luchar si la situación es desesperada, ya que su vida es más valiosa que la de miles de soldados. Felipe pregunta por qué no puede luchar como Fernando el Católico, pero Carlos le explica que los tiempos han cambiado y que su futuro como rey depende de que esté vivo para gobernar. Carlos también le habla de la muerte de su tío Luis, el rey de Hungría, y le dice que un rey no debe ser temerario. Para cerrar la lección, Carlos le cuenta a Felipe la historia del rey francés que fue capturado en Pavía y le explica que un rey nunca debe estar en la primera línea de batalla. Felipe encuentra estas lecciones amenas y útiles, ya que son experiencias reales contadas por su padre.

VIII

En este capítulo, se narra la victoria del duque de Alba sobre los franceses en el Rosellón. Aunque la batalla fue escasa y el propio Felipe solo fue un testigo lejano, el cronista Juan Calvete de la Estrella convirtió este hecho en una gesta épica. Gracias a la propaganda de Calvete, Felipe fue considerado un defensor de Cataluña, un guerrero ilustre en Valencia y Aragón, y un heredero castellano en Castilla. A pesar de que la leyenda superaba la verdad, Carlos logró que su hijo fuera reconocido como un digno heredero. Felipe viajó por los reinos de España junto a Carlos, demostrando su memoria prodigiosa pero también su falta de dominio de otros idiomas y su interés por la caza en lugar de la filosofía. Carlos lamentó no haber pasado más tiempo con su hijo antes.

IX

En este capítulo, se narra que el invierno de 1543 había terminado y el emperador Carlos seguía en Castilla. A pesar de que las Cortes le habían pedido que viviera en Castilla como rey, Carlos había añadido la condición de que solo lo haría mientras el imperio no necesitara su presencia. Esto demostraba que Carlos nunca prometía algo que no estaba seguro de cumplir. Su objetivo principal era educar a su hijo Felipe y asegurarse de que fuera un heredero cualificado para gobernar el imperio. Carlos quería inculcarle tres cualidades esenciales: el conocimiento de lenguas, la necesidad de tener un carácter hermético y fomentar su desconfianza hacia los demás. Carlos sabía que Felipe había fracasado en el estudio de idiomas y culpaba a Silíceo por ello. Aunque Felipe solo dominaba el castellano, el portugués y se defendía mal en latín, Carlos insistía en que aprendiera más idiomas. Además, Carlos enfatizaba la importancia de mantener secretos y desconfiar de los demás. Felipe aprendió de su padre que un emperador debía dar la imagen de tener siempre en mente la idea decisiva y la estrategia perfecta, pero no debía compartirlas con nadie o solo hacerlo en pequeñas dosis. Carlos creía que contarle algo a alguien significaba perder el control sobre ello.

X

En este capítulo, Felipe recibe la noticia de que su padre, Carlos, partirá de viaje debido a las tensiones en Francia. Aunque Felipe preferiría quedarse en África, entiende la importancia de asentar lo que ya tienen en lugar de aventurarse en nuevas empresas. La presencia de Carlos en la corte ha sido reconfortante tanto para Felipe como para los castellanos, ya que todos necesitan a su padre y rey. Aunque la presencia de Carlos no garantiza mejores condiciones climáticas o cosechas, los castellanos se sienten más seguros teniéndolo cerca. Además, Carlos ha ordenado a su cronista propagar el rumor de que Felipe ya está tomando decisiones de gobierno, aunque esto no sea cierto. Carlos entiende la importancia de la propaganda para mantener el poder. El rumor se extiende por el reino y se dice que Felipe ha nacido en Valladolid, la ciudad donde los Reyes Católicos se casaron. Carlos también recuerda la importancia de los héroes y leyendas para los castellanos, por lo que visita las tumbas de Isabel y Fernando en Granada. Aunque Carlos siente tristeza al tener que dejar su reino, decide retrasar su partida para concertar el matrimonio de Felipe. La elegida es María Manuela de Portugal, lo cual sorprende a Felipe. Aunque ha sido educado en la idea de que su matrimonio será más un pacto entre reinos que un acto de amor, Felipe se siente nervioso ante la idea de casarse.

XI

En este capítulo, se revela que María Manuela no fue la primera opción como esposa para el príncipe Felipe. Se consideraron otras opciones, como Juana de Albret, heredera del Bearne, al sur de Francia, pero el rey Francisco de Francia frustró esos planes al casar a Juana con el duque de Cléves. Carlos V, padre de Felipe, buscó una solución para el conflicto entre Francia y España a través de un matrimonio entre Felipe y Margarita, hija del rey de Francia, pero tampoco tuvo éxito. Finalmente, se eligió a María Manuela debido a su relación de parentesco con Felipe y a las buenas relaciones con Portugal. Ruy Gómez, antiguo paje de Felipe, fue elegido para negociar los detalles del matrimonio. Felipe mostró su inquietud y pidió a Ruy que no solo procurara, sino que cumpliera con su tarea. Felipe también preguntó a Ruy sobre la belleza de su futura esposa y mencionó a Isabel de Osorio como un modelo de belleza. Ruy advirtió a Felipe sobre las obligaciones de un rey y le aconsejó que se conformara con una princesa o reina, independientemente de su belleza. Felipe reflexionó sobre estas palabras y decidió visitar a su hermana María con la intención de ver a su dama, Isabel de Osorio.

4 Nunca seréis Amadís (1543)

I

En este capítulo, Carlos se va preocupado de Madrid, pensando en si su hijo Felipe estará suficientemente preparado para asumir tantas responsabilidades. Durante su viaje a Barcelona, considera la idea de pedirle al duque de Alba que lo reemplace en las batallas, para poder seguir educando a su heredero. Sin embargo, descarta esta idea, ya que sabe que los problemas del imperio solo pueden ser resueltos por el emperador. Además, conoce bien al duque y sabe que ganar una guerra implica saber gestionar la victoria, no simplemente aniquilar al enemigo. Carlos decide continuar con el plan previsto y escribe instrucciones a Felipe antes de partir hacia Flandes. Felipe recibe las instrucciones, que son un resumen de lo que su padre le ha dicho anteriormente. Sin embargo, una semana después, recibe unas terceras instrucciones escritas por Carlos en Palamós. Estas instrucciones son especiales, ya que Carlos le ordena a Felipe quemarlas después de leerlas y no compartirlas con nadie, ni siquiera con su futura esposa. Felipe siente una gran curiosidad por saber qué le quiere decir su padre con tanto secreto y comienza a leer con avidez. Descubre que Carlos le advierte que no confíe en nadie y que no tome partido por ninguno de los bandos de la corte. También le describe los vicios de sus principales consejeros y les aconseja cómo tratarlos. Carlos le recomienda alejarse de Silíceo, cambiar de confesor si es necesario y tener cuidado con las apariencias de Tavera. Solo Juan de Zúñiga sale bien parado en estas instrucciones. Carlos también aconseja a Felipe que no prometa nada y que cambie su comunicación con el mundo, rodeándose de hombres viejos que le den consejo. Felipe, agobiado por lo que se le viene encima, decide rezar en la capilla antes de quemar la carta, como su padre le ha ordenado.

II

En este capítulo, Ruy Gómez regresa de Portugal con el matrimonio negociado entre Felipe y María Manuela. También se incluye en el pacto el matrimonio entre el heredero portugués, Juan Manuel, y Juana, la hermana menor de Felipe. Aunque son muy jóvenes, se considera un plan para el futuro. El acuerdo no fue fácil de alcanzar debido a cuestiones de protocolo y orgullo. Portugal exigía ciertos privilegios debido a su contribución económica. Ruy Gómez acepta estas demandas por orden del emperador. Sin embargo, ahora debe enfrentar otro desafío: cómo contarle a Felipe que María Manuela no es tan hermosa como él esperaba. Ruy Gómez intenta describirla de manera positiva, pero Felipe insiste en obtener más detalles. Finalmente, Ruy Gómez admite que María Manuela es un poco gorda, pero intenta convencer a Felipe de que es encantadora.

III

En este capítulo, se narra la preparación y la llegada del día de la boda de Felipe con María Manuela. Felipe se encontraba nervioso y preocupado por su falta de experiencia en el acto sexual. Ruy Gómez, once años mayor que él, le da consejos sobre cómo disfrutar de ese momento. Mientras tanto, la boda se prepara con gran pompa y gasto. La comitiva que recoge a María Manuela es impresionante, pero llegan tarde a la cita, lo que causa problemas con el duque de Braganza y el arzobispo de Lisboa. Felipe logra ver a su futura esposa antes de la boda, pero no puede ver su rostro claramente. Ruy Gómez paga a un bufón para que aparte el abanico de María Manuela y Felipe pueda verla. Felipe la encuentra graciosa y no puede dejar de pensar en su primera noche de amor. Finalmente, Felipe parte hacia Salamanca acompañado por el duque de Alba y el cardenal de Toledo, mientras la ciudad lo vitorea con alegría.

IV

En este capítulo, se relatan las celebraciones y fiestas que tuvieron lugar antes y después de la boda de Felipe. Sin embargo, el príncipe no pudo disfrutar de ellas, ya que se dio cuenta de que sus hermanas no estaban presentes en la ceremonia. Al preguntar por su ausencia, le dijeron que era una orden del emperador.

Además, Felipe no entendió la disputa que tuvo lugar entre los caballeros portugueses y los nobles castellanos antes de la boda. Afortunadamente, el duque de Medina Sidonia y Ruy Gómez lograron resolver el conflicto.

Finalmente, llegó el momento de la noche de bodas. Felipe, nervioso e ilusionado, cumplió con el ritual de ir al aposento de la novia acompañado de sus padrinos. Allí se encontró con María Manuela y, después de la ceremonia, comenzó la fiesta que duró hasta medianoche.

Después de la fiesta, Felipe fue acompañado a sus aposentos por Zúñiga, mientras que los duques de Gandía hicieron lo mismo con la princesa. A pesar de que su mayordomo le aconsejó descansar, el príncipe apenas pudo dormir. Fue despertado a las tres de la mañana para vestirse, ya que la misa de bodas comenzaba a las cuatro.

Después de la misa, los novios fueron a consumar su matrimonio. Sin embargo, los primeros momentos no fueron fáciles, ya que María Manuela era pudorosa y Felipe tímido. A pesar de esto, lograron superar sus nervios y disfrutar de su primera vez juntos.

Después de dos horas, Zúñiga apareció para separar a la pareja y el príncipe tuvo que descansar, aunque él no se sentía cansado. Aunque no entendía por qué le impedían disfrutar plenamente de ese placer, no se atrevió a preguntar, ya que era como si su padre lo hubiera ordenado.

V

En este capítulo, las cosas no cambiaron mucho con el paso del tiempo. Los príncipes tenían una agenda tan ocupada que apenas podían disfrutar de su relación, tanto en lo sexual como en lo personal. Primero fueron a visitar a su abuela Juana, quien los recibió con cariño y pidió a Felipe que bailara para ella con su esposa. Juana estaba especialmente feliz porque Manuela estaba acompañada por su madre Catalina, a quien no veía desde hace muchos años. Después de ver a su madre, la reina de Portugal regresó a Lisboa. Felipe se sorprendió por la obsesión de la madre de su esposa por controlar su alimentación, llegando a decir en varias ocasiones: "Recuerda lo mucho que ha costado conseguir tu figura delgada".

El matrimonio se mudó a Valladolid, que en ese momento era la sede de la corte. Pero pronto Felipe tuvo que viajar a Salamanca por orden del emperador. Era importante que se instruyera y que su presencia demostrara el apoyo de la corona a la universidad salmantina. En esos tiempos, el luteranismo se estaba extendiendo por todas partes y Salamanca era un lugar demasiado valioso como para permitirlo. Lo que Carlos no esperaba era que Felipe, en Salamanca, no solo mejorara su nivel de latín, sino que también recibiera quejas del pueblo. Ilustres profesores le pidieron que luchara como castellano para que Castilla dejara de pasar hambre y necesidades. Esa era la guerra que debía ganar, no las de Flandes o las del Turco. Felipe se sorprendió y se dio cuenta de que, aislado en la corte, nunca había sido consciente de esta situación.

El príncipe estaba en Salamanca, la princesa en Valladolid y las infantas María y Juana en Madrid, todo por orden de Carlos y para desgracia de Felipe. Además, cuando volvía con su esposa, se les obligaba a dormir en habitaciones separadas. Felipe se quejó tanto que Zúñiga escribió al emperador para transmitirle lo beneficioso de estas medidas. Zúñiga sugirió que separarlos por la noche y vigilarlos durante el día sería suficiente, y que estarían mejor juntos que separados. Carlos respondió por carta, pero no a Zúñiga, sino a su propio hijo, y volvió a citar al príncipe Juan, quien murió por agotamiento debido a su actividad marital excesiva. Carlos no quería que eso se repitiera. Le pidió a Felipe que se alejara lo más posible de su esposa y que, cuando la volviera a ver, fuera por poco tiempo.

Felipe obedeció, pero lo hizo con rabia, ya que era un joven de dieciséis años con ganas de disfrutar de la vida. Desafortunadamente, unas erupciones en la piel le impidieron ver a su esposa durante un tiempo. Además, la obsesión por que María Manuela quedara embarazada lo llevó a someterla a sangrías regulares. Desesperada, Manuela volvió a comer en exceso y su figura engordó, lo que hizo que Felipe se sintiera incómodo al estar con ella nuevamente. El matrimonio del príncipe comenzó a deteriorarse.

VI

En este capítulo, el príncipe Felipe intenta olvidar su pena centrándose en la política y visitando a sus hermanas en Madrid. Siempre está acompañado por su leal Ruy Gómez, con quien confía en asuntos que no se atreve a contarle a Silíceo. Volver a Madrid y ver a Isabel de Osorio renueva sus sentimientos. Ahora, Felipe ya no es un niño, sino un hombre con deseos de estar con una mujer. Aunque Isabel no es una princesa, su mirada y figura son las que cualquier princesa desearía tener. Por primera vez, Isabel deja de ver a Felipe como a un niño y siente el deseo en su mirada. Felipe quiere hablar a solas con María y le pregunta por su esposa. María se sorprende al saber que Felipe no ha respondido las cartas de su padre y le aconseja que lo haga. Felipe le cuenta a María sobre la situación del pueblo en Salamanca y cómo están sufriendo. María no cree lo que le dice y piensa que son mentiras inventadas por mendigos. Felipe le explica que se lo han dicho personas de bien, como catedráticos y gente de Iglesia. Felipe se siente apesadumbrado y María le aconseja que se comporte como un hombre y le dé su opinión al emperador. Estas palabras animan a Felipe y decide comportarse como un hombre.

VII

En este capítulo, Felipe escribe una carta a su padre, el emperador Carlos, pidiéndole que considere la situación actual de los reinos y las necesidades de la república cristiana. Ruy Gómez, más hábil en la escritura, corrige la carta y Felipe le da permiso para suavizar algunas frases. Aunque el mensaje de Felipe es claro y contundente, el emperador se enfurece al leerlo, sin darse cuenta de que su hijo ha sido un buen alumno al ser firme en sus decisiones y hacer referencia a lecturas de filósofos como Platón y Cicerón. A pesar de las discrepancias con Zúñiga sobre el gasto de velas para leer, Felipe demuestra su interés por el buen gobierno. Sin embargo, el emperador quería que Felipe fuera solo un servidor de sus intereses y se da cuenta de que se ha equivocado al intentar controlar su vida marital.

VIII

En este capítulo, Felipe viaja regularmente a Valladolid para ver a su esposa, aunque no lo hace con gusto. Sabe que es su responsabilidad cumplir con sus obligaciones maritales y asegurarse de tener un heredero. Felipe teme que Zúñiga, su padre, se entere de su falta de entusiasmo y lo vea como un gobernante débil. Sin embargo, el emperador está bien informado de las acciones de Felipe y, aunque no está contento con sus negativas, reconoce su dedicación y buen razonamiento. A pesar de esto, Felipe decide no darle más dinero a su padre y le explica en una carta las razones detrás de su decisión. Felipe solo confía en su hermana María y no tiene confianza en su esposa, María Manuela. Mientras tanto, Felipe se siente atraído por Isabel de Osorio, pero se niega a actuar por respeto hacia ella y su lealtad a su madre y hermanas. Felipe se aleja cada vez más de su esposa y se enfoca en su trabajo para evitar pensar en cosas tristes. De los Cobos se convierte en su principal apoyo al negarle dinero a su padre, mientras que Tavera se muestra descontento pero no puede hacer mucho debido a su debilitada salud. El duque de Alba se convierte en una amenaza para Felipe, pero este espera pacientemente el momento adecuado para enfrentarlo. Finalmente, Felipe encuentra felicidad al visitar a sus hermanas en Madrid y muestra preocupación por la salud de Juana. Felipe decide cuidar de ella y le pide a Isabel de Osorio que se retire.

IX

En este capítulo, el orgullo de Felipe va en aumento y comienza a tomar decisiones por sí mismo, desobedeciendo las instrucciones de su padre. Contrata bufones a pesar de la desaprobación de su padre y decide organizar una representación en honor a Amadís, a pesar de las advertencias de Zúñiga. Felipe ironiza sobre la relación de Zúñiga con su padre y le pide que le informe que sigue todas sus enseñanzas. El mayordomo decide no informar al emperador sobre la representación en Valladolid. Felipe invita a sus hermanas y a María Manuela al evento, y se lleva a cabo una justa en la que una de las barcas se hunde. El festejo se suspende, pero todos se ríen de la situación, incluida Isabel. Sin embargo, la risa de María Manuela al hacer el amor con Felipe lo deja desilusionado.

X

En este capítulo, se narra la firma de la Paz de Crépy entre el emperador Carlos y Francisco de Francia en septiembre de 1544. Con este acuerdo, se restablece el estado de las cosas establecido en la Paz de Niza de 1538, donde Carlos renuncia al ducado de Borgoña y Francisco no reclamará Saboya, Flandes, Nápoles y Artois. Además, ambos reyes se comprometen a luchar juntos contra el sultán otomano.

Sin embargo, uno de los apartados del tratado de paz no hace feliz ni al príncipe Felipe ni a su hermana María. Su padre quiere asegurar una paz duradera con Francia a través de un matrimonio. Por ello, ha ofrecido a su hija mayor o a su sobrina Ana de Habsburgo como posibles esposas para Carlos de Valois, duque de Angulema e hijo del rey francés. Si la novia es María, recibirá Flandes como dote, y si es Ana, recibirá el ducado de Milán.

La paz con Francia supone evitar más muertes inútiles y beneficiar la economía de Castilla, ya que su ejército y comercio podrán pasar libremente por territorio francés. Aunque el acuerdo tiene pocas objeciones, es un aviso para Felipe y su hermana de que pronto se separarán.

María oculta su pena, pero Felipe no puede evitar abrazarla y expresar su tristeza por no poder verla tan a menudo. Isabel de Osorio, presente en ese momento, no puede contener las lágrimas. Más tarde, Felipe encuentra a Isabel llorando desconsolada y le asegura que su hermana siempre cuidará de ella. Isabel le confiesa que llora porque dejará de verlo.

Felipe se queda sin palabras y la besa, pero Isabel le advierte sobre su reputación. A pesar de ello, Felipe la besa nuevamente. Esa noche, Felipe decide no volver a Valladolid y cumplir sus sueños con Isabel.

Finalmente, Felipe y Isabel hacen el amor sin apenas dormir. Felipe se impresiona al ver a Isabel desnuda frente a él, recordando la historia de Lady Godiva. Felipe había soñado con esta situación y cada beso y caricia se asemejan a lo que había imaginado. Además, se menciona que los reyes pueden tener relaciones con la mujer que deseen, pero no todos los hombres tienen la suerte de que la mujer que desean también los desee.

XI

En este capítulo, Felipe continúa viendo a Isabel en secreto en unas habitaciones que Ruy Gómez habilitó en la antigua casa del príncipe. Felipe no quiere que nadie piense que Isabel es su amante, ya que ella es mayor que él. María, la hermana de Felipe, sospecha lo que está sucediendo pero prefiere hacer la vista gorda, ya que ve a su hermano más feliz que nunca. Para Felipe, su relación con Isabel es como un bálsamo que cura todas las amarguras de la vida. Cada día que pasa, él la ama más y se sorprende de su cultura a pesar de no ser de alta nobleza. Isabel, hija de un regidor de Burgos y nieta de un obispo converso, fue adoptada por su tío y tiene una gran educación. Aunque Felipe está enamorado de ella, también se ha convertido en alguien con quien puede compartir sus preocupaciones, intercambiar lecturas y hablar de música. A pesar de querer mantener su relación en secreto, Felipe sabe que Zúñiga se enterará y se lo comunicará a su padre. Su padre le envía una carta regañándolo por no estar con su esposa y pasar las noches con su amante. El emperador está furioso porque ha educado a su hijo personalmente para que sea la cara amable del imperio y para obtener dinero de Castilla más fácilmente. Sin embargo, ahora su hijo le niega el dinero sin necesidad de pedir permiso a las Cortes. Felipe ha convertido a su hermana María en su principal consejera y amiga, y tiene a Isabel como su amante, que parece ser su verdadera esposa. Felipe no responde a la carta de su padre y continúa dedicándose a su reino. A pesar de su juventud, pasa días y días viajando por sus reinos, escuchando las quejas de sus ciudadanos y solicitando más impuestos. Una noche, llega tarde a su cita con Isabel y ella lo consuela, diciéndole que Castilla lo necesita y que él es quien la gobierna. Felipe se lamenta de no ser un caballero como Amadís y solo ser un gobernante que resuelve pleitos. Isabel lo anima a cumplir con su esposa para tener un heredero y Felipe piensa que ella tiene razón. Si Amadís existiera, lo envidiaría por tener a una mujer como Isabel.

XII

En este capítulo, las cartas de Carlos cambian de tono y pasan de ser pedidos o advertencias a ser de felicitación y alegría. El motivo es que María Manuela está embarazada. Felipe tiene sentimientos contradictorios al enterarse de la noticia. Por un lado, está feliz y orgulloso de esperar un hijo, pero por otro lado, siente cierta tristeza al recordar que la vida real es diferente de la fantasía. A medida que el embarazo de María Manuela avanza, Felipe deja de visitar a Isabel y sus estancias en Valladolid se vuelven más largas. A pesar de esto, Isabel le escribe cartas de ánimo a través de Ruy Gómez, recordándole que siempre lo estará esperando y deseándole lo mejor para su esposa y su futuro hijo. Felipe valora mucho estas cartas, al igual que Ruy Gómez. Solo él sabe que Isabel también espera un hijo del príncipe y ella le pide que mantenga la noticia en secreto. María Manuela, comprensiva, le da permiso para alejarse de la vida cortesana. Para ella, tener un hijo es su última esperanza de conservar a su marido. Su madre, Catalina, ya sabe que Felipe tiene una amante y le aconseja a María Manuela que nunca sea una esposa celosa. La princesa está orgullosa de su hijo y de ser madre y esposa. Finalmente, María Manuela da a luz el 8 de julio de 1545, en un parto largo y doloroso. Felipe visita a la madre y al niño, pero se decepciona al ver que el niño tiene un tamaño desproporcionado y piernas débiles. Aunque los médicos aseguran que el niño está bien, Felipe no les cree y teme por su vida. Sin embargo, es María Manuela quien fallece debido a unas fiebres, dejando a Felipe viudo a los dieciocho años y padre de un niño que le parece un monstruo. Felipe decide ocultar su dolor y dudas, siguiendo el ejemplo de su madre. En el monasterio del Abrojo, Felipe confiesa a su amigo Zúñiga todas sus penas y se pregunta si todo es un castigo de Dios por tener una amante. También se entera del fallecimiento del cardenal Tavera, lo que hace que las cosas vayan demasiado rápido para que Felipe las asimile.

XIII

En este capítulo, Felipe visita a Isabel de Osorio y descubre que tiene un hijo llamado Pedro. Aunque sabe que su hijo no podrá ser rey, Felipe promete cuidar de él. Por otro lado, Felipe vuelve a tomar decisiones de gobierno y nombra a Silíceo como arzobispo de Toledo. Sin embargo, Silíceo se ofende y emprende una campaña contra De los Cobos y los jesuitas. Además, Felipe se entera de la rebelión de los Encomenderos en América, que ha provocado una guerra civil entre los conquistadores. Carlos decide apoyar la causa de Bartolomé de las Casas para proteger a los indios y evitar la independencia. A pesar de las dificultades, Felipe se muestra firme en su lucha por un mundo más justo. Sin embargo, su tiempo se ve limitado por los problemas internos y las guerras del imperio. Aunque apenas tiene tiempo para ver a su hijo, Felipe encuentra consuelo en no tener que ver a Carlos, quien le recuerda lo que quiere olvidar.

XIV

En este capítulo, se narra cómo la muerte ha cambiado el mundo y ha llevado a la muerte a personas importantes en la vida de Carlos. En 1545, murieron María Manuela, futura reina de Castilla, y Tavera, el rey cotidiano de Castilla. Al año siguiente, fallecieron Loaysa y Zúñiga, y Felipe sintió profundamente su pérdida. La viuda de Zúñiga, Estefanía, regresó a Cataluña dejando a su hijo Luis al lado del príncipe. De los Cobos también enfermó y murió en Úbeda al año siguiente. La muerte también se llevó a dos enemigos del emperador: Jeireddín Barbarroja y Lutero. Carlos no pudo enfrentarse cara a cara con Barbarroja, su obsesión. Cuando murió Lutero, el emperador no pudo decir que su muerte traía paz, ya que pensaba que como hereje, no iría al cielo. Al año siguiente, murió Enrique VIII, a quien Carlos nunca perdonó por divorciarse de su tía Catalina. Carlos se sentía viejo y decidió tener una aventura con una mujer joven. No se conocían grandes aventuras amorosas del emperador, pero se decía que había tenido romances con Germana de Foix, Juana y Ursolina della Penna, de los cuales nacieron Margarita, Juana y Tadea. Después, Carlos conoció a Isabel y se enamoró de ella. A pesar de su edad y problemas de salud, Carlos decidió comprobar si aún era suficientemente hombre con una mujer joven, Bárbara Blomberg. Tuvieron varias noches juntos y Carlos se sorprendió al enterarse de que seguía siendo fértil. El 24 de febrero de 1547, nació su hijo bastardo Jerónimo. Carlos decidió apoyar económicamente a sus hijos bastardos y envió a Bárbara y a Jerónimo a vivir a Bruselas. Carlos tenía poder suficiente para controlar la información y asegurarse de que nadie supiera de sus asuntos privados.

XV

En este capítulo, se nos cuenta que un mes después de la Paz de Crépy, Carlos se entera de la muerte del rey Francisco de Francia, su enemigo. A pesar de la paz, Carlos no confía en Francisco debido a su fama de romper pactos. Carlos se muestra pletórico y decide combatir contra la Liga de Schmalkalden, una disputa que venía de lejos. Los príncipes protestantes habían formado la Liga en respuesta al poder imperial. Carlos intuyó desde el principio que las discusiones pasarían de las dietas a los campos de batalla. Ahora, más de ochenta mil hombres desafían al ejército imperial. Carlos no se amedrenta y ordena a sus generales que le acompañen en el combate. A pesar de tener menos hombres, Carlos confía en la calidad de sus tropas. El ejército imperial cuenta con la colaboración de Maximiliano de Austria, veintidós mil lansquenetes alemanes, diez mil flamencos, diez mil italianos y siete mil jinetes. A pesar de tener menos artillería, Carlos está seguro de que tiene a los mejores generales católicos a su lado. Por otro lado, la Liga y sus príncipes, liderados por Juan Federico de Sajonia, se niegan a dialogar con el emperador y creen que las ofertas de diálogo son una imposición. La Liga cuenta con un ejército superior en número al del emperador. Carlos diseña la estrategia del combate y, a pesar de sufrir un ataque de gota, valora las fuerzas del rival y las hostiga hasta que los ejércitos de la Liga se sitúan en Mühlberg, a orillas del Elba. Allí se libra la batalla decisiva. Juan Federico supone que el caudal del río impedirá a los enemigos cruzarlo, pero el duque de Alba encuentra un vado y logra cruzar el río con sus tropas. La caballería ligera, con el duque de Alba y el emperador al mando, también cruza el río por el vado. Las tropas imperiales logran una victoria gloriosa, con la muerte de todos los príncipes protestantes y la captura de Juan Federico de Sajonia. Las bajas protestantes son miles, mientras que las tropas imperiales apenas sufren cien bajas. Felipe, hijo de Carlos, se sorprende de que su padre haya combatido en primera línea de batalla, ya que siempre le había dicho que un rey no debería hacerlo. Carlos, en cambio, sonríe en Bruselas y sostiene a su hijo Jerónimo en brazos. Al día siguiente, Carlos manda llamar a Tiziano para que le retrate a caballo, cruzando el río Elba al mando de sus tropas, como el más valiente y joven de los caballeros.

XVI

En este capítulo, Felipe recibe noticias de la batalla de Mühlberg en Madrid, donde se encontraba la corte. Para mostrar su reconocimiento y pleitesía, envía a Ruy Gómez a Bruselas para felicitar al emperador por su victoria. En toda Castilla se habla de la epopeya y se rememora la victoria como si ellos mismos hubieran participado. Se sabe que el emperador fue generoso con los arcabuceros valientes, recompensándolos personalmente y otorgando dinero a las familias de los fallecidos. Ruy Gómez llega a Bruselas y se encuentra con el emperador y el duque de Alba. Carlos le da una carta para entregar a Felipe con instrucciones que el príncipe debe cumplir. Felipe lee la carta y su rostro cambia, ya que las instrucciones muestran que su padre ha recuperado su orgullo y fuerza. La primera instrucción es que su hermana María debe casarse con su primo Maximiliano y dejar Castilla. Felipe se preocupa por cómo convencer a su hermana de aceptar el matrimonio. La segunda instrucción anuncia el nombramiento del duque de Alba como nuevo mayordomo mayor de palacio. La tercera instrucción implica que Felipe debe aplicar la etiqueta borgoñona en la corte, lo que significa una soledad máxima para él. La última instrucción es que Felipe y María deben viajar a Bruselas para conocer los pueblos que gobernarán. Felipe se da cuenta de que su padre no menciona a su nuevo hermano y esto es un secreto que solo él sabe.

5 El felicissimo viaje del príncipe (1548)

I

En este capítulo, se narra cómo la Navidad de 1547 no fue feliz para el príncipe Felipe y sus hermanas, ya que sabían que probablemente sería la última vez que pasarían juntos esas fechas. Felipe y María celebraron el nacimiento de Jesús, pero pronto se acercaba el momento de separarse. Su padre, Carlos, les había ordenado separarse a través de una carta fría y sin ninguna muestra de cariño.

Felipe se vio obligado a informar a María sobre su futura boda, lo cual fue muy difícil para él, ya que implicaba separarse de la persona a la que más amaba. La respuesta de María fue lacónica, diciendo que podría haber sido peor. Luego, Felipe le informó que debían prepararse para partir en un largo viaje por Europa, y María lo aceptó como una orden del emperador, no de su padre.

A pesar de obedecer a Carlos como rey y emperador, María no sentía afecto por él y criticaba su falta de cercanía. Además, no sabía que Carlos tenía un nuevo hijo en Bruselas con su joven amante. Si lo hubiera sabido, su abatimiento habría sido mayor.

La boda de Felipe con Maximiliano era parte de un plan para perpetuar la familia y repartir los dominios entre los hermanos. Maximiliano era hijo de Fernando, hermano de Carlos y Rey de Romanos. Mientras Carlos apenas hablaba castellano, Fernando lo hablaba a la perfección, ya que había nacido y crecido en Castilla.

Ruy Gómez fue el encargado de preparar el viaje que duraría años y en el que todos los nobles querían participar. Para Felipe, era un viaje a los territorios del imperio, pero para los demás era una oportunidad de servir al futuro emperador y estar cerca del poder.

II

En este capítulo, se muestra cómo las Españas estaban en ruinas pero nadie debía saberlo. La comitiva que se preparaba para el viaje debía mostrar riqueza y poderío, siguiendo las órdenes del emperador. El duque de Alba, recién llegado de Flandes, asumía el cargo de mayordomo mayor del reino y se convertía en el brazo armado de Carlos. Aunque Felipe aún no era rey, su padre quería controlarlo en cada detalle y por eso necesitaba un control rígido. El duque de Alba, altanero y soberbio, trataba con desprecio a Ruy Gómez y su actitud evidenciaba que quería controlar a Felipe. El duque informó a Felipe que traía nuevas instrucciones del emperador, entre ellas la aplicación de la etiqueta borgoñona en la corte y el estudio de unas cartas escritas por el emperador sobre los países que visitaría. La nueva etiqueta era tan compleja que su aplicación no fue rápida y se hicieron ensayos que hicieron desear a todos volver a las costumbres castellanas. Felipe se dio cuenta de que con tanta gente alrededor serían muchas las barreras que debía traspasar para llegar a él. En las comidas, Felipe comía solo rodeado de silenciosos sirvientes y recordaba a su madre. A pesar de todo, Felipe entendió las razones de la etiqueta borgoñona y se sintió como un príncipe tratado como un rey.

III

En este capítulo, Felipe recibe las últimas instrucciones de su padre, el emperador Carlos, traídas por el duque de Alba desde Bruselas. Estas instrucciones abarcan diversos temas, desde la búsqueda de una paz duradera con Francia hasta consejos para relacionarse con el Papa y mantener buenas relaciones con él. También se mencionan los acuerdos pactados con Solimán para evitar conflictos con el Turco en el futuro. Felipe nota un cambio en el tono y contenido de estas instrucciones, reflejando la serenidad y voluntad de su padre de superar los conflictos y anhelar la paz y estabilidad de los reinos cristianos. Aunque también se habla de ejercer la fuerza cuando sea necesario para proteger el imperio. Felipe se da cuenta de que estas instrucciones son el testamento político de su padre y se siente feliz al saber que él es el heredero. A partir de este momento, Felipe se considera rey y emperador antes de ser coronado y se enfoca en supervisar los detalles de su próxima expedición. Aunque recibe noticias del conflicto en Perú, no le presta mucha atención y se concentra en convencer a su músico predilecto, Antonio de Cabezón, de que lo acompañe en el viaje. A pesar de los acontecimientos importantes, como la victoria de La Gasca y la ejecución de Pizarro, Felipe está más interesado en elegir trajes para lucir en la comitiva. Al elegir un terno de terciopelo negro, Felipe comienza a experimentar un cambio en su interior, aunque no se da cuenta de ello.

IV

En este capítulo, Felipe se enfrenta a varios problemas mientras se prepara para partir en una expedición. La organización de la expedición y la boda de su hermana María están causando dificultades y Felipe teme no llegar a tiempo. Además, la rivalidad entre Ruy Gómez y el duque de Alba complica aún más las cosas. Felipe habla con Ruy y le pide paciencia. Para fortalecer su posición, Felipe decide incluir a Gonzalo Pérez en la comitiva. Luego, reciben una carta de Bruselas informando que María y Maximiliano serán los regentes de Castilla durante la ausencia de Felipe. María se alegra con la noticia y Felipe le dice que confía en su capacidad de gobernar. Antes de despedirse, María le pregunta por Isabel de Osorio y Felipe promete cuidar de ella. María también le pide que visite a su hijo Carlos de vez en cuando.

V

En este capítulo, Felipe visita a su hijo Carlos, quien tiene tres años y ha logrado articular algunas palabras. Aunque su cuerpo se ha equilibrado, su cabeza sigue siendo desproporcionada en relación a su cuerpo. Sus piernas son delgadas como estoques y sufre de fiebres constantes. Además, su carácter es caprichoso y hostil, lo que hace que Felipe crea que es más fácil adiestrar a un perro que educar a su hijo.

Felipe a veces se arrepiente de haberle dado el nombre de Carlos, en honor a su padre y emperador. Mientras uno representa la fuerza y la compostura, el otro es extremadamente débil, irritable y agresivo. Esto se refleja en la dificultad que ha tenido para contratar amas de crianza, ya que Carlos mordía los pechos que lo alimentaban cuando le salieron los dientes.

Felipe había pronosticado una vida corta para su hijo, pero Carlos se aferra a ella como a la ubre que le da de mamar, incluso arañándola. A veces, Felipe se pregunta si vale la pena tanto esfuerzo, pero también encuentra esperanza en el espíritu de supervivencia y tenacidad de su hijo.

Cada visita a Carlos es dolorosa, ya que su hijo reacciona de la misma manera ante una caricia que ante una regañina. Solo Leonor de Mascarenhas, su antigua aya, logra controlarlo. Felipe confía en ella para cuidar de Carlos.

María y Juana, las tías de Carlos, también lo visitan con frecuencia y se encargan de cuidarlo cuando Felipe está fuera. Incluso cuando Felipe está en Valladolid, ellas tres cuidan de su hijo. Aunque no es común ver a Felipe visitar a su hijo, reza por él todos los días y pide perdón a Dios por haber deseado su muerte en ocasiones.

VI

En este capítulo, Felipe decide tomarse unos días de descanso para visitar a Isabel de Osorio antes de partir de viaje. Aunque Ruy Gómez le aconseja que no lo haga debido a las tareas pendientes, Felipe insiste en que él decidirá por él en su ausencia. Felipe necesita estar con Isabel, ya que será la persona que más echará de menos durante su viaje. Además de su habilidad amatoria, Felipe valora la serenidad que le proporciona dormir junto a ella. Después de hacer el amor, Felipe acaricia los cabellos de Isabel mientras ella le hace preguntas sobre su viaje. Felipe le cuenta que su padre ha organizado todo para que sea su sucesor y confiesa su miedo de no estar a la altura. Isabel le asegura que lo estará y Felipe lamenta tener que dejarla durante tanto tiempo. Isabel le pregunta si solo la echará de menos por su verbo, a lo que Felipe responde con un beso y un cumplido. Isabel le dice que no se preocupe por ella y que ella es su amante, su amiga, pero nunca podrá ser reina. Felipe se entristece al escuchar esas palabras, pero Isabel le dice que está orgullosa de ser su amante y está dispuesta a asumir su papel.

VII

En este capítulo, Maximiliano es recibido con una fiesta en Valladolid. Aunque es educado y discreto, nadie le ve sonreír. El duque de Alba no le da importancia, pero Ruy Gómez sí ve en su seriedad un posible problema. Maximiliano está decepcionado por su destino de ser el relevo de Felipe en la retaguardia, mientras su primo se convierte en emperador. Aunque Felipe es pálido y delgado, Maximiliano no dice nada y se comporta correctamente. Finalmente, Maximiliano se casa con María y Felipe parte hacia Bruselas.

VIII

En este capítulo, se destaca la importancia tanto del destino como del camino para llegar a él. Felipe no eligió la ruta más corta para llegar a Flandes, sino la más larga, que implicaba pasar por Italia y Francia. Esto se debía a que Carlos quería que el mundo viera a su hijo, por lo que Felipe viajaba acompañado de una impresionante comitiva compuesta por tres mil viajeros y más de mil miembros de la guardia. Entre los acompañantes se encontraban importantes miembros de la nobleza castellana, como el duque de Alba y el caballerizo mayor don Antonio de Toledo. Felipe también seleccionó hombres de confianza para que lo acompañaran en el viaje, entre ellos Gonzalo Pérez, su nuevo secretario, y varios condes. Además, viajaban dos hombres encargados de proporcionar paz y escribir crónicas del viaje: Antonio de Cabezón y Calvete de la Estrella. Aunque faltaba Luis de Requesens, se uniría al grupo más adelante. La comitiva fue despedida por los súbditos de las Españas y antes de llegar a Barcelona, Felipe visitó la montaña sagrada de Montserrat. Finalmente, el 1 de noviembre, partieron hacia Italia, un mes después de haber comenzado el viaje.

IX

En este capítulo, se narra el viaje de Felipe, el príncipe de España, hacia Italia. Durante los veinticinco días de navegación, muchos caballeros castellanos sufrieron mareos y vómitos debido al movimiento del barco. Incluso el duque de Alba, conocido por su valentía en tierra, se comportó como un marinero débil. Por otro lado, el almirante Andrea Doria, famoso por su lealtad al imperio, aconsejaba a Felipe que se resguardara en su camarote cuando el clima empeoraba.

Doria, poseedor del collar del Toisón de Oro, había sido enemigo del emperador antes de unirse a su servicio. Sin embargo, tras saldar cuentas pendientes y ser nombrado almirante por el rey Francisco, decidió unirse al emperador Carlos. Su primera misión fue derrotar al ejército francés en Nápoles y Génova, lo que le permitió saborear la dulce venganza.

A pesar de la reputación de Doria como marino, el viaje hacia Génova fue un infierno debido a las tempestades. Una vez en tierra, la comitiva del príncipe generó temor en la población local, que había sido testigo de recientes disputas militares. Una delegación del ducado de Urbino solicitó al emperador que los Tercios, tropas de élite, no acompañaran al príncipe por sus tierras. La respuesta del comandante Álvaro de Sande, junto al duque de Alba, fue un ataque de risa, ya que no dominaban los detalles de la diplomacia.

A pesar de las expectativas del príncipe de recibir un trato especial en Italia, el bullicio que lo rodeaba no era muestra de afecto, sino de miedo. La población temía que, si la recepción no era de su agrado, el príncipe pudiera ordenar saqueos en Italia, recordando el terrible saqueo de Roma por parte del ejército imperial, donde miles de personas murieron y se llevaron a cabo numerosos secuestros.

En resumen, este capítulo describe el difícil viaje de Felipe hacia Italia, así como las tensiones y temores que rodean su llegada a tierras italianas.

X

En este capítulo, los viajeros llegan a Génova y la recepción se suspende debido al mal tiempo. A pesar del agotamiento después de un mes en el mar, el descanso es breve y al día siguiente comienzan las recepciones y los homenajes. Sin embargo, también comienza el escrutinio de cada acción del príncipe heredero, Felipe.

Se analiza cómo come, cómo camina y se comenta poco sobre cómo habla, ya que Felipe parece ser mudo la mayoría de las veces. Cuando habla, lo hace tan bajo que es difícil entenderlo. A sus veintiún años, la vida lo ha hecho madurar en muchos aspectos, pero es demasiado tarde para recuperar el tiempo perdido en su infancia en relación al aprendizaje de los idiomas. Felipe no habla italiano ni domina el latín, como su padre.

La inseguridad lleva a Felipe a encerrarse en sí mismo, algo en lo que ha sido educado concienzudamente. Sin embargo, esto es interpretado como soberbia por los demás. Además, hay conflictos recientes en Génova, donde se sofocó una rebelión de aristócratas con ayuda española. Los derrotados aún claman venganza y se produce una reyerta con soldados de la guardia castellana, lo que aumenta la antipatía del pueblo genovés hacia los recién llegados, especialmente hacia Felipe.

A medida que la comitiva avanza por Italia, los rumores sobre la supuesta altivez de Felipe se propagan. Sin embargo, en público todo parece ir bien, con vítores, bienvenidas y banquetes. Cuando el duque de Alba se entera de la impopularidad del príncipe, apenas le da importancia, considerando que un súbdito no puede opinar de su amo. Sin embargo, Gonzalo Pérez, informado de los hechos, solicita una audiencia privada con Felipe y le advierte sobre su comportamiento.

Felipe, sin entender nada, asiente y agradece a Pérez. Como resultado, al llegar a Trento, Felipe cambia de actitud. Se esfuerza en sonreír, saludar al pueblo y ser más sociable en las reuniones. Ruy Gómez le aconseja alzar el tono de su voz y Gonzalo Pérez le sirve de traductor cuando es necesario.

Durante un baile, Felipe es invitado a bailar por una bella dama y, a pesar de su duda inicial, acepta. Sorprendentemente, se adapta rápidamente a los cambios de ritmo y baila con gracia, impresionando a todos los presentes. Al finalizar el baile, Felipe recibe aplausos y Ruy Gómez le señala a Gonzalo Pérez que el príncipe ha seguido sus consejos.

Al llegar a sus aposentos, Felipe encuentra a la bella italiana que había sido su compañera de baile esperándolo desnuda en la cama. Al principio, el príncipe no sabe qué hacer, pero finalmente se une a ella en el lecho.

XI

En este capítulo, la comitiva continúa su viaje hacia Alemania, dejando atrás Italia y llegando a Innsbruck en medio de una fuerte nevada. Aunque muchos de los hombres de la expedición, incluido el príncipe Felipe, nunca habían visto un paisaje tan blanco, los habitantes locales parecían estar acostumbrados y los recibieron felizmente. A medida que avanzan, el príncipe se enfrenta al desafío de comunicarse en alemán, un idioma que no entiende. Improvisa una estrategia en la que finge entender lo que le dicen y asiente o sonríe en respuesta. A pesar de las dificultades, el príncipe encuentra momentos de alegría, como cuando es invitado a cazar venados o deslizarse en trineo por una pendiente nevada. Después de Innsbruck, la comitiva se dirige a Múnich, donde el duque de Alba advierte al príncipe que tenga cuidado con la gente mala, refiriéndose a los luteranos. Sin embargo, tanto en Múnich como en Augsburgo, los anfitriones compiten por hacer la estancia del príncipe lo más agradable posible. Aunque el príncipe es halagado y su vanidad satisfecha, también enfrenta críticas por coquetear con las mujeres y por ser abstemio. A pesar de las quejas, el príncipe se niega a cambiar su comportamiento y continúa disfrutando de su estancia. En Espira, decide tomarse un descanso y escribir una carta a su hermana María y a su cuñado Maximiliano, describiendo cómo es recibido en todas partes y enviándoles consejos para gobernar las Españas. Al leer la carta en voz alta, María nota la decepción en el rostro de su esposo y se da cuenta de que pronto tendrá que tomar una decisión difícil si su hermano se convierte en emperador y su esposo no lo acepta.

XII

En este capítulo, Felipe regresa a Bruselas después de su estancia en Ulm y Heidelberg. Aunque esperaba que su padre, el emperador, lo recibiera a las puertas de la ciudad, se sorprende al ver que no está allí. Sin embargo, la entrada a la ciudad es tan grandiosa que pronto olvida su ausencia.

En Bruselas, Felipe queda impresionado por un arco triunfal que representa escenas bíblicas y leyendas históricas. Cada escenario está decorado con tapices y rodeado de un ornamento vegetal. Además, hay inscripciones explicativas de cada escena. Felipe ve representaciones de Amadís, Atlas, Hércules, soldados cristianos venciendo al Turco y a David abdicando en vida en Salomón.

Estas representaciones tienen un significado especial para Felipe, ya que su padre está anunciando al pueblo que él también abdicará en favor de su hijo. Felipe se da cuenta de las similitudes entre las escenas y el imperio, especialmente después de leer las últimas instrucciones redactadas por su padre y Perrenot de Granvela, que apelan a la paz y la negociación.

Luego, Felipe queda sobrecogido al ver un cuadro en el que se representa a sí mismo arrodillado ante Dios, quien le entrega una espada y una corona. El cuadro cobra vida y Felipe llora de emoción. Después, un anciano llamado Nicolás Perrenot de Granvela se presenta como consejero imperial y guía a Felipe hasta los aposentos de su padre.

Al llegar, Felipe se encuentra con un anciano postrado en la cama. Carlos, su padre, le da la bienvenida y se disculpa por no poder abrazarlo debido a su enfermedad. Felipe se arrodilla y besa la mano de su padre, emocionado y agradecido. Ambos lloran, y Felipe no puede ver las lágrimas de su padre, pero siente que está presenciando un milagro.

XIII

En este capítulo, la primavera da paso al verano y luego al otoño. A diferencia de Flandes, en Castilla no hay grandes celebraciones en honor al príncipe. Sin embargo, la figura de Maximiliano sigue presente a pesar de estar lejos. María está embarazada de siete meses y sigue aconsejando a su marido en la regencia. Maximiliano admira a María mientras duerme y se lamenta de que su padre, Fernando, le envíe cartas ocultas sobre las andanzas de Felipe. Maximiliano se siente injusto ya que él ha luchado al lado del emperador mientras Felipe juega a ser rey. En dos meses, María dará a luz y Maximiliano no quiere que su hijo se vea afectado por la rivalidad entre él y su hermano. Maximiliano reflexiona sobre la estrecha relación entre su familia y el poder. María finge dormir y piensa en los asuntos que la preocupan, como la pobreza de Castilla y su obligación de cumplir con sus deberes como hija del emperador y esposa del hijo del Rey de Romanos. También piensa en su hermana Juana y en cómo dedica tiempo al pequeño Carlos. Juana se ha trasladado a Toro y María echa de menos a su dama preferida, Isabel de Osorio. Isabel ha llorado al ver a Carlos, pero no por envidia, sino por la tristeza de ver al niño enfadado. María también siente pena por Isabel, quien ha tenido un segundo hijo de Felipe antes de que partiera de viaje. Isabel le pide a María que no le cuente a su hermano sobre el bebé. María reflexiona sobre la responsabilidad de gobernar y cómo eso afecta a su familia. María, Juana e Isabel extrañan a Felipe, pero Carlos no lo extraña ya que nunca estuvo a su lado. Por otro lado, Felipe disfruta de la compañía de su padre por primera vez.

XIV

En este capítulo, el emperador Carlos cambia sus planes de viaje debido a una enfermedad y decide dar clases diarias a su hijo Felipe sobre cómo gobernar. Durante meses, Felipe aprende de Perrenot de Granvela, un hombre sabio y respetado por su padre. Felipe admira a Granvela y se da cuenta de por qué su padre lo aprecia tanto. Además de las clases, Felipe pasa tiempo con su padre y evita distracciones frívolas para poder convertirse en un buen gobernante. Durante su estancia en Bruselas, Felipe explora la ciudad y se enamora de su arte. Conoce a Antoine, el hijo de Granvela, quien lo presenta a los artistas patrocinados por su padre. Felipe queda especialmente impresionado por Antonio Moro, un retratista al que encarga un retrato. Un día, el duque de Alba presenta a Felipe a tres de los mejores servidores de su padre en Flandes: Guillermo de Orange-Nassau, Lamoral -conde de Egmont- y Philippe de Montmorency-Nivelle, conde de Horn. Felipe se sorprende por la juventud de Guillermo de Orange y descubre que ha sido educado como parte de la familia por María de Hungría. Felipe también aprende sobre Egmont y Horn, quienes son mayores que él pero tienen una camaradería con el duque de Alba. Felipe se entera de que Egmont es su primo por parte de su madre y le ofrece un abrazo. Los tres hombres son jóvenes, poseen tierras y han sido educados según los deseos del emperador. Felipe se da cuenta de que su padre siempre ha pensado en él como heredero y se siente arrepentido por haberlo juzgado mal.

XV

En este capítulo, Carlos viaja con su hijo Felipe por varias ciudades, presentándolo como su heredero y haciendo que los munícipes juren lealtad al príncipe. A medida que su salud empeora, Carlos aplica una política de hechos consumados. Después de dos meses de viaje, Carlos regresa a Bruselas debido a una recaída y aconseja a Felipe que continúe viajando. Felipe visita Utrecht, Overijssel, Gelderland y Rotterdam, donde admira la escultura de madera en honor a Erasmo. Luego llega a Ámsterdam, donde es recibido con gran pompa. A su lado viajan el duque de Alba, Ruy Gómez y otros acompañantes. También se unen Perrenot de Granvela, Guillermo de Orange y los condes de Egmont y Horn, con quienes Felipe entabla amistad. De regreso en Bruselas, reciben la noticia del nacimiento de la hija de María y Maximiliano en Valladolid. Felipe se alegra por su sobrina y su hermana. Carlos se enfoca en organizar un gran funeral en memoria de su esposa y resolver la cuestión sucesoria con su hermano Fernando. Después del funeral, Carlos viaja a Augsburgo para resolver otros asuntos pendientes. Antes de partir, se reúne en secreto con la madre de su hijo bastardo, Bárbara Blomberg, y decide que se case con Jerôme Pyramus Kegel, tutor del niño. El niño será educado en secreto en Castilla por Francisco Massy y su esposa Ana de Medina. Carlos ordena que nadie, ni siquiera Felipe, sepa de la existencia de su hijo bastardo hasta después de su muerte.

XVI

En este capítulo, Fernando, Rey de Romanos, se siente frustrado por la petición de Carlos de que Felipe sea el heredero del imperio. Fernando cree que él, como Rey de Romanos, debería ser el sucesor de Carlos. En lugar de enfrentarse directamente a la petición de su hermano, Fernando propone que Felipe sea nombrado Vicario Imperial en Italia, pero Carlos se niega. Mientras tanto, Felipe se muestra ansioso por ser el sucesor de su padre y aprovecha los recesos de la disputa para comprar armaduras, participar en justas y ver colecciones de arte. Durante una de sus salidas, conoce al pintor Tiziano y le encarga un retrato suyo con armadura y una serie de pinturas inspiradas en La Metamorfosis de Ovidio. Felipe decide empezar a coleccionar arte y a tutelar artistas, al igual que su tía María de Hungría. También aprovecha para dialogar con protestantes y descubre que muchos de ellos son racionales y bondadosos. Las negociaciones se estancan y el duque de Alba tiene la idea de llamar a María de Hungría para resolver el problema. Sin embargo, su intervención no da resultados y la situación se complica aún más con la llegada de Maximiliano, hermano de Felipe. Finalmente, María de Hungría interviene y logra que los contendientes acepten unas condiciones de concordia. Fernando heredará el título de emperador, pero Felipe obtendrá el título de Rey de Romanos y Vicario del Imperio en Italia. La familia se divide y el imperio se encamina hacia su división. Felipe parte hacia Castilla con tristeza, acompañado de Maximiliano, quien regresará a Viena con su esposa e hijos. La tensión entre Maximiliano y Felipe es evidente, pero Felipe decide mostrar cariño a su hermana María y a su sobrina Ana.

6 Hispaniarum princeps (1551)

I

En este capítulo, Felipe reflexiona sobre las lecciones que ha aprendido a lo largo de su vida. Recuerda las discusiones en Augsburgo y la amargura en el rostro de su padre, lo que le enseñó que no hay nada seguro y que siempre debe estar alerta. A pesar de su deseo de ser emperador, Felipe ha aprendido a sustituir la vanidad por la ambición y las ilusiones por la prudencia. Después de la muerte de su madre, el nacimiento de su hijo y el reencuentro con su padre en Bruselas, Felipe se da cuenta de que su padre siempre ha trabajado para asegurar su futuro y el de la humanidad. A pesar de las dificultades en el viaje, Felipe está seguro de que su padre confía en él y le ha dado el poder de gobernar las Españas. Ahora, Felipe decide seguir sus propias instrucciones, basadas en la prudencia y la seguridad. La prudencia lo ayudará a evitar el exceso de vanidad y la seguridad lo protegerá como un escudo. Felipe sabe que debe dar la imagen de seguridad, incluso si tiene dudas, y si las dudas son demasiado grandes, se enclaustrará para evitar mostrarlas. Aunque no comparte sus reflexiones con nadie, todos notan que ha cambiado y camina con decisión. Felipe sella sus cartas como Philippus, Hispaniarum princeps, mostrando su compromiso de defender las Españas como su padre lo hizo. Además, ha decidido valorar la lealtad y castigar la traición.

II

En este capítulo, Felipe decide tomarse unas semanas de descanso en Toro junto a su amada Isabel de Osorio. Durante su reencuentro, se aman apasionadamente y se expresan su amor mutuo. Felipe le confiesa a Isabel que ella es y será la mujer que más ha amado en su vida. Por su parte, Isabel le agradece y promete que siempre será la mujer más agradecida del mundo. Aunque las palabras de amor son hermosas, ambos saben que todo ha cambiado entre ellos, pero no necesitan hablarlo. Felipe divide su tiempo entre Isabel y su hermana Juana, quien tiene un hijo llamado Carlos. Felipe se sorprende al ver a su hijo y se abraza con él. Luego, Juana le hace muchas preguntas a Felipe sobre su viaje y él se siente cómodo y feliz de poder compartir todo con ella. Felipe se da cuenta de que Juana ha madurado y tiene una gran inteligencia a pesar de su corta edad. Juana tiene ideas sobre cómo mejorar la economía y critica a su padre por no pensar en el reino más que como una fuente de ingresos. Juana es dulce y maternal con su hijo, pero también es rebelde y lucha contra la injusticia. Felipe le advierte que deberá controlar su actitud en el futuro, pero Juana se niega a ser dominada. Felipe se da cuenta de que ha encontrado un tesoro en Juana y en Isabel, quienes le recuerdan quién es realmente. Sin embargo, su descanso se ve interrumpido cuando Ruy Gómez llega desde Valladolid con la noticia de que Trípoli ha caído en manos de Solimán el Magnífico. Esta pérdida es un duro golpe para Castilla y Aragón, ya que fue conquistada por el rey Fernando durante su regencia.

III

En este capítulo, se menciona la pérdida de Trípoli como un recordatorio del desastre de Argel y cómo ambas plazas simbolizaban el poder castellano que ahora se convertían en símbolos de la derrota. A pesar de esto, Carlos se preocupaba más por los problemas en Europa y comenzó a presionar a su hijo con peticiones económicas y militares para prevenir un posible ataque de Francia. Carlos sabía que el Tratado de Crépy no garantizaba la paz a largo plazo debido a la rivalidad personal entre él y el nuevo rey de Francia, Enrique. Enrique, quien había crecido con deseos de venganza debido a los años de cautiverio de su padre en Madrid, no guardaba buenos recuerdos de Castilla. Carlos intentó resolver el problema liberando a Francisco y firmando el Tratado de Madrid, pero desconfiaba tanto de su enemigo que exigió que sus dos hijos fueran rehenes del imperio. Sin embargo, el mayor de los hermanos murió joven y se rumoreó que había sido envenenado, lo que llevó al monarca francés a acusar a Carlos de su muerte. Enrique, ahora sucesor al trono, planeaba vengarse de lo sufrido por su padre y la muerte de su hermano. Además, se menciona que Enrique había sido informado de la desunión del imperio que tuvo lugar en Augsburgo y que los príncipes alemanes preferían pactar con Maximiliano en lugar de Felipe como futuro emperador. Los rumores y las cartas circulaban, hablando de la reorganización de la Liga de Schmalkalden, la mala salud de Carlos y la inmadurez y vanidad de Felipe. Se estaba fraguando un ataque contra el emperador y nadie se daba cuenta.

IV

En este capítulo, Felipe divide su vida entre Madrid y Toro, representando el trabajo y el tiempo personal y familiar. Añora Flandes por su cultura y paisajes verdes. Ruy Gómez, fiel a Felipe, está enamorado de Ana de Mendoza y de la Cerda, una niña de doce años con un parche en el ojo derecho. Felipe se divierte al descubrir los sentimientos de Ruy y promete hablar con la familia de Ana. Convence al padre de Ana, don Diego Hurtado de Mendoza, para que acepte el matrimonio con Ruy a cambio de una gran fortuna. Ruy está dispuesto a esperar a que Ana sea mayor. Además, Ruy debe negociar la boda de Juana.

V

En este capítulo, se muestra cómo el reino siempre buscaba obtener dinero de dos maneras: presionando a las Cortes o concertando matrimonios que beneficiaran a la corona. En esta ocasión, el emperador Carlos diseñó un plan matrimonial para su hijo Felipe y su hermana Juana. Felipe se casaría con su prima María, mientras que Juana lo haría con Juan Manuel, heredero de la corona portuguesa. Aunque Felipe estaba hundido por no poder casarse con la hija de su hermano Fernando, ordenó a Ruy Gómez negociar ambas bodas con el rey de Portugal. Mientras tanto, Felipe tuvo que dar la noticia de su boda a su hermana Juana, quien expresó su amargura por ser una princesa y tener que obedecer órdenes. Felipe no supo qué responder y la abrazó. Luego, Juana repitió su frase de que su alma nunca sería domada. Felipe pensó en ir a ver a Isabel de Osorio para darle las malas noticias, pero decidió no hacerlo y regresó a Madrid. A cambio, ordenó que se le concediera una cuantiosa suma de dinero a Isabel como regalo de despedida. Mientras tanto, Felipe tuvo relaciones sexuales con una dama, pero no hubo ternura en el acto.

VI

En este capítulo, se relatan una serie de acontecimientos que afectan al imperio y a Felipe. Juana se casa por poderes y su marido la espera en Lisboa. Francia y los príncipes alemanes firman el Tratado de Chambord, en el cual Francia toma las plazas de Metz, Toul y Verdún. Carlos es atacado en Innsbruck por Mauricio de Sajonia y tiene que huir junto a su hermano Fernando. Felipe se enfurece al enterarse de la traición y convoca al Consejo de Estado y al de Hacienda para revitalizar los Tercios. Castilla muestra su lealtad y contribuye con fondos para vengar la ofensa a su rey. Felipe aprende dos lecciones: Castilla no tolera ser humillada y provocar al orgullo castellano en tiempos de guerra es peligroso. El duque de Alba parte con tropas para enfrentar al ejército francés. Carlos intenta recuperar Metz pero fracasa. Felipe envía refuerzos a Génova. Carlos cae en depresión y María de Hungría asume las responsabilidades de gobierno. Felipe se da cuenta de la falta de fondos y de la corrupción en el imperio. Decide organizar una nueva red de espías y reclutar a funcionarios leales y aventureros. Felipe se prepara para el futuro y busca tener nueva descendencia.

VII

En este capítulo, el año 1552 termina con el emperador fortaleciéndose en Flandes. Aunque no logró recuperar Metz, pudo defender lo que ya tenía. Los franceses habían dado una lección al atacar a tiempo, pero los Tercios eran imbatibles al defender una plaza.

Mauricio de Sajonia cambió de bando por dinero y murió combatiendo en una batalla que ganó. En Castilla, Ruy Gómez se dedicaba a dos bodas: la suya y la del príncipe. Se firmaron las capitulaciones para la boda de Gómez con Ana de Mendoza, una joven de trece años que seguía bajo la tutela de sus padres.

Ruy marchó a Lisboa para concretar el matrimonio de Felipe con María de Portugal. Las negociaciones se habían ralentizado debido a las circunstancias bélicas, pero era necesario reorganizar el imperio y que Felipe estuviera al lado de su padre en Bruselas.

El empeoramiento de la salud de Juana, la madre de Carlos, aceleró la preparación de un cambio de poder. Carlos no quería legar la corona a su hijo mientras Juana estuviera viva. Sin embargo, surgía la pregunta de quién gobernaría España si el príncipe iba a Bruselas. El plan era que María de Portugal asumiera un papel similar al de Isabel de Portugal, la esposa de Carlos.

Todo estaba listo para la boda cuando la muerte de Eduardo de Inglaterra sacudió las casas reales de Europa. María Tudor heredaría la corona, y Carlos decidió que era la esposa ideal para Felipe. El emperador envió embajadores a Londres sin avisar a Felipe, ya que el rey de Francia y su hermano también habían enviado embajadores.

Al principio, María Tudor se mostró reacia a casarse con Felipe, pero finalmente aceptó debido a su fe católica y a la reputación de Felipe como defensor de la cruz de Cristo. Carlos informó a su hijo sobre las negociaciones para evitar otra derrota.

El problema era que si Felipe se convertía en rey consorte de Inglaterra, España se quedaría sin regente. Sin embargo, la tuberculosis y la muerte del esposo de Juana permitieron que Felipe aceptara su boda con María de Portugal.

Ruy Gómez intentó contener a los portugueses, pero María de Portugal se quedó sin novio debido a María Tudor. Felipe finalmente tuvo la certeza de que pronto sería rey, pero no de Castilla, sino de Inglaterra.

VIII

En este capítulo, el conde de Egmont es elegido para cerrar las capitulaciones matrimoniales entre Felipe y María Tudor. Felipe hace viajar a Antonio Moro para que le haga un retrato a la reina. María se emociona al ver la joya y el cuadro. Sin embargo, a nivel político, las negociaciones no son fáciles. Los ingleses temen la presencia de un rey extranjero y ponen obstáculos en el camino. Finalmente, se acuerdan unas capitulaciones matrimoniales humillantes para Felipe. A pesar de esto, Felipe acepta las condiciones para poder casarse y convertir al catolicismo las tierras inglesas. Felipe queda estupefacto y decepcionado por las condiciones. Egmont representa simbólicamente la boda entre Felipe y María y Felipe se muestra nervioso por el futuro marital que le espera. Cuando vuelve a Castilla, trae consigo el retrato de la reina realizado por Moro. Felipe ve el retrato y su cara refleja su descontento. Esa noche, Felipe admira el cuadro de Dánae de Tiziano y se da cuenta de que el italiano es su pintor preferido por encima de Moro. Al día siguiente, ordena que el cuadro de Dánae sea protegido y embalado para viajar a Londres con él.

IX

En este capítulo, Felipe inicia su viaje hacia Inglaterra y se encuentra con su hermana Juana en Alcántara. Juana seguirá hasta Valladolid, donde se instalará la corte, mientras que Felipe continuará su camino hacia La Coruña para zarpar hacia Inglaterra. El emperador no confía mucho en Juana debido a informes de Portugal que hablan de su altivez y rebeldía. Felipe recibe la orden de hablar con ella y recuerda la frase de su hermana: "Mi alma nunca será domada". En Lisboa, Juana se enfurruña al enterarse de la mala opinión que su padre tiene de ella y de las restricciones impuestas. Felipe decide calmarla proponiéndole un viaje juntos a Tordesillas para visitar a su abuela Juana, quien se encuentra en un estado de debilidad evidente. La abuela les pide que nadie la encierre como han hecho con ella. Felipe promete cumplir su petición. Felipe comprende las dudas de su padre sobre Juana debido a su carácter indómito y su falta de pudor al expresar sus sentimientos. Juana le cuenta sobre su difunto esposo, Juan Manuel, y su hijo Sebastián, a quien tuvo que dejar en Portugal al cuidado de su tía. Juana regresa a Castilla como regente y debe gobernar con la desconfianza de su padre. Felipe también se siente manipulado por su padre al tener que casarse con la reina de Inglaterra. A pesar de su vanidad y deseos de ser rey y emperador, a veces se pregunta si no sería más feliz siendo un campesino o un carpintero.

7 Dios, llévame de aquí (1554)

I

En este capítulo, Felipe llega a Inglaterra después de un viaje de siete días desde La Coruña. Acompañado por una flota de 125 barcos y tres mil hombres, Felipe se siente deprimido y ansioso por convivir en un lugar extraño y escuchar un idioma desconocido. Ruy Gómez le explica que su estado de ánimo no es bueno. Felipe también se entera de que su padre estuvo prometido con María Tudor cuando era niña. Al llegar al puerto de Southampton, Felipe es recibido por los anfitriones ingleses y se convierte en rey de Nápoles. Además, recibe un regalo de un hermoso caballo blanco. A medida que el cortejo se dirige a Londres, los españoles y los ingleses se miran con desconfianza y desagrado. Al llegar a Londres, los españoles son recibidos con hostilidad y se celebra una fiesta. Durante el viaje, Felipe se empapa bajo la lluvia y se muestra melancólico. A pesar de las tensiones entre los dos bandos, la imagen de Felipe impresiona incluso a aquellos que no querían su llegada.

II

En este capítulo, Felipe llega a Winchester y cambia su ropa mojada por una seca. Luego, pide ser llevado a un lugar donde pueda rezar y finalmente es llevado a una sala donde conocerá a su futura esposa, María Tudor. Mientras espera, el duque de Alba intenta animar a Felipe diciéndole que María no puede ser fea porque su madre era hija de Isabel la Católica. Sin embargo, cuando María llega, Felipe se arrepiente de haber creído en esas palabras. María está envejecida y con una sonrisa que provoca más terror que simpatía. Felipe muestra cortesía y sonríe, aunque siente un gran malestar. Ruy Gómez intenta animarlo sugiriendo que María parecería menos vieja y flaca si usara los vestidos y tocados de las mujeres españolas, pero Felipe lo mira con odio. Finalmente, Felipe besa la mano de María y ella lo besa en la boca. María considera que la vida le ha dado dos regalos inesperados: la corona y un esposo joven y poderoso. María ha soñado con Felipe y ahora está delante de ella, pero debe contenerse para no abrazarlo. Hablan durante más de una hora y Felipe se muestra encantador y cordial. María cree que su actitud es sincera y se siente subyugada por él. Felipe recibe la Orden de la Jarretera, la máxima condecoración inglesa. Al despedirse, Felipe dice unas palabras en inglés que lo hacen sentir ridículo, por lo que decide no volver a hablar en ese idioma.

III

En este capítulo, se narra la celebración de la boda entre Felipe y María el 25 de julio de 1554. Después del banquete, los recién casados pasaron su primera noche juntos. Durante los cuatro días siguientes, María estuvo agotada y apenas pudo salir de su habitación debido a los esfuerzos de Felipe en sus obligaciones maritales.

A pesar de amar a María, Felipe cerraba los ojos y recordaba noches más emocionantes con amantes más hermosas. Durante esos cuatro días, Felipe se dedicó a cazar y organizó una excursión por las tierras donde se decía que tuvieron lugar las aventuras de Amadís de Gaula. También visitó la famosa mesa redonda del rey Arturo, aunque no le pareció tan impresionante como esperaba.

A sus veintisiete años, Felipe era consciente de sus responsabilidades como rey de Inglaterra y Nápoles, y esperaba convertirse pronto en rey de las Españas y sus territorios americanos y de Flandes. Para lograr sus objetivos, decidió ser cariñoso con su esposa y tener un hijo con ella. Además, se propuso convertir a Inglaterra al catolicismo y hacerla aliada en sus luchas contra Francia.

Sin embargo, Felipe se sentía como su padre cuando llegó a Castilla siendo joven, un extranjero que no hablaba el idioma de sus súbditos. A pesar de sus dificultades con los idiomas, decidió ganarse al pueblo inglés mostrándose amable y cercano. Para ello, perdonó a aquellos que habían sido perseguidos por herejía y concedió pensiones a sus leales.

Otro objetivo de Felipe era mejorar las relaciones entre los castellanos y los ingleses. Organizó juegos y justas e intentó familiarizar a los ingleses con el juego de las cañas. María también contribuyó a evitar conflictos al decretar que todo lo aprobado en el Parlamento se tradujera al latín y al castellano, y que su esposo lo firmara junto a ella.

En agradecimiento, Felipe ordenó al duque de Alba, duque de Milán, que partiera hacia Italia para recuperar territorios recién tomados por los franceses. Sin embargo, si Felipe hubiera sabido que se había planeado un atentado contra él y María durante uno de los juegos de cañas, tal vez no habría enviado al duque de Alba, ya que su presencia asustó a los conspiradores y el atentado no se llevó a cabo.

IV

En este capítulo, María anuncia que está embarazada y los reyes se trasladan al palacio de Hampton Court en espera de confirmar la noticia. La reina hace construir una cuna y dicta un testamento a favor de Felipe en caso de que ella muera durante el parto. Felipe se muestra agradecido y busca ganarse su afecto. Por otro lado, Carlos envía a su secretario Eraso para recordarle a Felipe sus obligaciones, pero él no le contesta directamente y habla con Eraso en su lugar. Eraso le informa a Carlos que todo está en orden y que la reina espera un hijo. Felipe también se queja de cómo se está tratando el asunto de Siena, pero Eraso no toma partido. Finalmente, María no da a luz porque no estaba embarazada, lo que afecta a Felipe y hace que empiece a dudar de la salud mental de su esposa. María, por su parte, se deprime y ordena encarcelar a su hermana Isabel en la Torre de Londres.

V

En este capítulo, se narra cómo la reina María de Inglaterra lleva a cabo una serie de persecuciones y ejecuciones en nombre de la religión católica. Se menciona que la historia de crueldad de María viene desde hace tiempo, con la represión de una rebelión encabezada por Thomas Wyatt y la decapitación de Juana Grey. Felipe, el príncipe y ahora rey de Inglaterra, se da cuenta de la impopularidad de su esposa y teme que esto afecte su imagen. Por ello, intercede para liberar a su hermana Isabel de la Torre de Londres y a otros prisioneros. Además, Felipe forma un consejo de vigilancia para supervisar el comportamiento de sus hombres y pide a teólogos de Castilla que evangelicen Inglaterra sin recurrir a la fuerza. Todo esto con el objetivo de ganarse el favor del pueblo y demostrar que tiene control sobre la reina.

VI

En este capítulo, se narra cómo los esfuerzos de Felipe II por ganarse el favor del pueblo inglés resultaron en vano. A pesar de haber gastado una gran cantidad de dinero en regalos y pensiones, beber cerveza inglesa y aprender algunas palabras en inglés, Felipe no logró mejorar su imagen ni obtener el cariño del pueblo. Por el contrario, fue odiado y apodado como el "demonio del mediodía". Incluso los nobles a quienes había salvado la vida no hablaron a su favor en público.

Además, se describe la difícil situación de la expedición española en Inglaterra. Los hombres no se sentían cómodos con la cerveza inglesa, el clima lluvioso y la idea de belleza femenina diferente a la suya. Se menciona una copla popular entre los españoles que expresa su descontento con Inglaterra.

A pesar de las dificultades, Felipe no dejó de intervenir en la política del reino. Mantuvo reuniones secretas con el cardenal Reginald Pole y sugirió medidas para mejorar la armada inglesa. También se menciona la relación confidencial que tenía con Pole y las reuniones secretas que comenzó a tener con mujeres inglesas.

La reina María, preocupada por los rumores de infidelidad de Felipe, decidió preguntarle directamente en latín. Felipe respondió negando las acusaciones y llevó a cabo un acto de pasión para convencerla de su amor. Sin embargo, en realidad, Felipe pensaba en sus amantes durante el acto sexual.

Después de recuperarse de su encuentro con Felipe, María ordenó ejecutar a varias personas cada vez que le llegaban noticias de las infidelidades de su esposo. Felipe no entendía la rabia asesina de María y llegó a la conclusión de que ella era una víctima de su época.

En medio de la política inglesa, Felipe sufrió un intento de ataque en el Parlamento. Aunque su escolta lo protegió, el agresor logró escapar. María propuso sentenciar a la hoguera a una docena de vecinos como ejemplo, pero Felipe se negó. Esto causó una gran desazón en él y se recluyó en sus aposentos.

Atormentado, Felipe se preguntó qué debía hacer para ser amado por el pueblo inglés. A pesar de sus esfuerzos por evitar muertes y buscar la concordia, llegó a la conclusión de que nunca sería amado en Inglaterra. Desde una ventana, bajo la lluvia, Felipe pidió a Dios que lo sacara de allí y lo devolviera a Castilla, ya que Inglaterra no era para él.

VII

En este capítulo, se describe la situación política en Castilla en la primavera de 1555. La hermana de Felipe, Juana, se encuentra en constante discusión con aquellos que intentan controlar sus decisiones. Eraso, enviado por el emperador para controlar las finanzas del reino, parece estar más interesado en sus propios intereses políticos que en los de la corona. Sin embargo, Eraso intenta no enfadar demasiado a Juana debido a la adoración que Felipe siente por ella.

Ruy Gómez, hábil negociador, exige a Eraso que sea leal a sus intereses y no al duque de Alba, quien está luchando en Italia contra los franceses. El duque, desesperado por la falta de fondos para pagar a sus hombres, escribe a Felipe en busca de ayuda. Felipe, ocupado con sus problemas en Inglaterra, pasa la carta a Ruy Gómez para que se encargue del asunto.

En cuanto a la vida familiar, Juana recibe la visita de Francisco de Borja, quien ha sido testigo de la historia de su familia desde que era niño. Juana disimula su congoja y demuestra ser una mujer apasionada e inteligente en los asuntos del reino. Borja nota la rabia contenida y la rebeldía de Juana, y siente que ella y Felipe comparten la soledad y el gasto emocional de luchar por un mundo mejor.

Borja decide acompañar a Juana en su nueva responsabilidad como cabeza visible de la Compañía de Jesús en España y Portugal, en memoria de su madre y como parte de su misión religiosa.

VIII

En este capítulo, se narra la historia de Francisco de Borja y su encuentro con Ignacio de Loyola. Ambos compartían un pasado militar y decidieron abandonar esa vida para unirse a la Compañía de Jesús. Borja explicó a Loyola que su decisión se debía a la muerte de la emperatriz y a su propia conversión. Ignacio sabía que Borja había sido un gobernador eficaz y magnánimo en Cataluña y Gandía, donde mejoró las condiciones de vida de sus gobernados. Ignacio aceptó que Borja se uniera a la Compañía, pero le pidió que estudiara teología antes de hacer votos solemnes. Borja aceptó y legó todas sus posesiones a su primogénito para iniciar su carrera religiosa. Aunque prefería ser un predicador, Borja fue nombrado responsable de la Compañía en España y Portugal. Más tarde, Juana, la joven regente, pidió a Borja que la ayudara a entrar en la Compañía de Jesús. Aunque la Compañía no admitía mujeres, Borja insistió en que Juana era una persona creyente y justa. Ignacio finalmente aceptó y Juana ingresó en la Compañía con el nombre de Mateo Sánchez, jurando guardar el secreto hasta la muerte.

IX

En este capítulo, la situación de Felipe en Inglaterra se vuelve cada vez más insostenible, tanto políticamente como personalmente. Sin embargo, no todo son malas noticias. El papa Julio III, animado por el trabajo de Felipe en Inglaterra y satisfecho con el trabajo de Reginald Pole, promueve un tratado de paz definitivo entre Francia y los Habsburgo, algo que el emperador y su hijo siempre habían deseado.

Se elige Calais como lugar para debatir el tema y se llega a acuerdos basados en el matrimonio de Carlos, el hijo de Felipe, con Isabel de Valois, la hija mayor de Enrique II. Felipe, sabiendo del carácter de su hijo, piensa que nada le gustaría menos que estar en el lugar de la pobre niña y decide callar.

La otra condición exigida por Francia es que Milán forme parte de la dote del príncipe español. A pesar de las ganas de Felipe de poner fin a las continuas hostilidades con Francia, acepta esta condición. Parece que finalmente uno de sus objetivos se va a cumplir, pero el destino no lo permite. Julio III muere en marzo y aunque las negociaciones continúan, se vislumbra que todo lo pactado quedará en nada.

Mientras Felipe lamenta su mala suerte, recibe la noticia de la muerte de su abuela Juana en Tordesillas el 12 de abril de 1555. Con ella en vida, Carlos nunca se sintió capacitado para entregarle a Felipe la corona de las Españas, ya que no le pertenecía totalmente. Ahora todo se aclara y Felipe recibe la orden de acudir a Bruselas para ver al emperador, en lugar de asistir al entierro de su abuela.

Felipe intuye las razones de esta orden y se las expone a Ruy Gómez, quien no termina de creerlas. Felipe está seguro de que su padre va a abdicar y decide decirle a su esposa que se va. María llora al enterarse de la noticia y no para hasta que Felipe la despide el 29 de agosto en Greenwich. Todos ven sus lágrimas y alguien, conociendo su dolor, compone una canción en la que se menciona al "gentil príncipe de España". Felipe, por su parte, no llora. Cuando siente la brisa del mar acariciando su rostro, se siente libre como nunca antes y tararea sonriente: "¡Ay, Dios de mi tierra, llévame de aquí! ¡Ay, que Inglaterra ya no es para mí!"

8 Rey pero no emperador (1555)

I

En este capítulo, Felipe llega a Bruselas y se encuentra con su padre, el emperador Carlos V. Felipe nota que su padre está agotado y envejecido, y se da cuenta de que la abdicación del emperador es inminente. Carlos le recuerda a Felipe que cuando nació, le susurró al oído que heredaría el mundo. Sin embargo, Felipe se siente abrumado por la cantidad de problemas que va a heredar, como la beligerancia de los príncipes alemanes, las disputas con Francia, la inestabilidad en el Mediterráneo y el crecimiento del luteranismo en los Países Bajos. Además, se nombra un nuevo Papa, Marcelo II, que resulta ser enemigo de los Habsburgo. Después de la muerte de Marcelo II, su sucesor, Paulo IV, también muestra hostilidad hacia el imperio. Paulo IV organiza una alianza con el papado, Francia, los estados italianos rebeldes y la flota turca contra los Habsburgo. Felipe se da cuenta de que nunca será emperador y renuncia a ese título en una carta a su familia. A cambio, exige compromiso contra la nueva alianza. Aunque no recibe respuesta, se entera de que su tío Fernando ha aceptado sus peticiones durante una reunión en Augsburgo. La reunión resulta en la Paz de las Religiones, donde se acuerda que cada príncipe alemán puede elegir su credo sin provocar conflictos con el imperio. Felipe se siente aliviado de resolver uno de sus problemas.

II

En este capítulo, el príncipe Carlos se aburre con las ceremonias y recuerda su coronación como rey de Nápoles en Southampton. Temiendo la larga ceremonia de abdicación de su padre, Carlos se retrasa en llegar al palacio de Bruselas debido a su deterioro físico. Durante su discurso, Carlos recuerda sus hazañas y emociona a la audiencia veterana que vivió esos momentos de gloria. Destaca el heroísmo del rey de Hungría y exige unidad a los Habsburgo, mirando a su hermano Fernando. Carlos menciona a su familia y se emociona al hablar de su esposa Isabel de Portugal y sus hijos. Luego, Carlos informa que transferirá sus territorios de los Países Bajos a su hijo Felipe. Felipe rompe el protocolo y abraza a su padre, pero las crónicas falsamente afirman que le rogó que no abdicara. Felipe lee su discurso en francés y declara su deseo de que su padre no abdique, pero lo hace como una gentileza, ya que sabe que su padre no puede más. También promete quedarse en Flandes para garantizar la paz y prosperidad, pero su deseo de volver a Castilla crece cada día más fuerte.

III

En este capítulo, el duque de Alba le ruega desesperadamente a Felipe que elija entre la paz o el dinero. A pesar de la falta de recursos para mantener las plazas en Italia, Felipe le pide paciencia y le ordena dirigirse a Nápoles para evitar que la alianza de Paulo y Francia ataque su reino. Mientras tanto, Carlos y Felipe exigen a Juana que Castilla siga pagando las cuentas del imperio. Aunque Felipe se da cuenta de que está pidiendo a su hermana lo que no tiene, pronto se olvida de ello. Juana se da cuenta de que Felipe está siguiendo los pasos de su padre al exprimir los recursos del reino. Mientras esperan el dinero, Felipe y Carlos discuten sobre quién gobernará los Países Bajos en ausencia de Felipe. Deciden no nombrar oficialmente a Manuel Filiberto, duque de Saboya, como regente para evitar confusiones. Felipe piensa que su padre solo abdicará cuando muera y no descarta que su espíritu le siga dando instrucciones. Carlos se niega a vivir en la corte y prefiere retirarse a un monasterio. Felipe acepta su negativa y visita a Antonio Moro para ver sus últimas pinturas. A pesar de los problemas financieros, las tensiones con Francia y las instrucciones de su padre, Felipe reconoce que ha tenido momentos peores en su vida.

IV

En este capítulo, Felipe es nombrado rey de España en una ceremonia en Valladolid. Aunque prefería la soledad de su despacho, nunca imaginó que no viviría personalmente la noticia de su coronación. A diferencia de su coronación como rey de Nápoles y de Inglaterra, esta vez fue celebrada en Valladolid mientras él comía solo con unos pocos criados. Su padre, Carlos, estaba más preocupado por pagar deudas y preparar su retiro. Felipe recibió dinero de Castilla a través de Gonzalo Pérez, a quien quería como su secretario para asuntos fuera de España. Aunque estaba enamorado de su esposa, Ana de Mendoza, aún no la había visto y quería que se uniera a él en Flandes. Su relación con la reina María de Inglaterra estaba deteriorada y él evitaba volver a Londres. Felipe recibió cartas de María suplicándole que regresara, pero él le respondía diciendo que sus tareas de gobierno eran demasiado importantes. Además, había recibido información sobre el extraño comportamiento de María, lo que lo hacía preferir no volver a verla. Felipe también recibió una carta de felicitación de Isabel de Osorio, a quien asignó una cantidad de dinero para que pudiera vivir sin problemas. Felipe reflexiona sobre cómo los hombres poderosos intentan curar sus sentimientos con dinero y cómo las personas cambian sin darse cuenta, especialmente cuando se es tres veces rey.

V

En este capítulo, en julio de 1556, el papa Paulo excomulgó a Carlos y a Felipe. Carlos salió de Bruselas hacia Flesinga, donde embarcaría a España para su retiro definitivo, y Felipe le acompañó. Durante el viaje, Carlos expresó su descontento con el Papa, llamándolo un hijo de puta. Felipe se sorprendió al escuchar a su padre hablar así, ya que era maestro en ocultar emociones. Aunque él compartía la misma opinión sobre el Papa, guardaba su odio en silencio. Carlos recordó las palabras de su abuela sobre los curas y su papel en la sociedad. Felipe se despidió de su padre en Gante y regresó a Bruselas, donde recibió noticias de la movilización de tropas francesas hacia Italia. Carlos continuó su camino hacia Flesinga, donde una flota lo acompañaría hasta Laredo. Antes de despedirse, Carlos aconsejó a Felipe que buscara una solución en Inglaterra, ya que su hermana no les daría suficiente dinero para enfrentar la guerra. Felipe dudó sobre este consejo, pero al no tener éxito al pedir dinero a su hermana, decidió regresar a Inglaterra.

VI

En este capítulo, Felipe llega a Greenwich en marzo de 1557 y se reencuentra con su esposa, María Tudor. Felipe se sorprende al escuchar cañonazos, pero se da cuenta de que son salvas celebrando su regreso. María se ha arreglado y luciendo su figura, abraza a Felipe y no le deja hablar, ya que quiere tener un hijo lo antes posible. Felipe se da cuenta de que sus soldados son bien vistos y felicita a Ruy Gómez y al conde de Feria. Ruy Gómez está triste porque no puede consumar su matrimonio con Ana de Mendoza y Felipe sugiere enviar a un hombre de confianza para protegerla. Felipe también atiende una petición de Ruy Gómez para legitimar a su hijo Antonio Pérez. Luego, Felipe intenta convencer a María de que Inglaterra apoye a España contra Francia y haga las paces con su hermana Isabel. María acepta lo primero, pero muestra disgusto cuando se menciona a Isabel. Felipe intenta tener relaciones con María para que ella atienda sus ruegos sobre Isabel. Felipe decide emplear al conde de Feria como interlocutor secreto con Isabel, pero ella solo simula abrazar la fe católica.

VII

En este capítulo, se narra cómo Felipe intenta obtener ayuda de Inglaterra mientras continúa solicitando ayuda económica a su hermana Juana. Juana, como regente de España, se enfrenta a un dilema: ¿cómo ayudar a su hermano sin dañar la economía de las tierras que gobierna?

Juana atribuye la ruina de Castilla, Aragón y el resto del reino a su padre, Carlos. Carlos, obsesionado con convertirse en emperador del Sacro Imperio Germánico, saquea Castilla y Aragón para financiar sus campañas militares y obtener el apoyo de los nobles. Además, se endeuda con banqueros genoveses, florentinos y alemanes, imponiendo préstamos con intereses impagables.

Para asegurar el flujo de dinero, Carlos y su esposa enajenan la riqueza de la corona. Los maestrazgos, antes propiedad de las órdenes militares, son concedidos a los banqueros Fugger. Los banqueros Welser se hacen con Venezuela en 1528. También se subastan las recaudaciones de impuestos y se emiten los llamados "juros" con un interés del diez por ciento.

Juana descubre que la llegada de oro y plata de Perú había equilibrado la balanza de pagos entre 1530 y principios de 1540, pero ahora esa fuente se ha agotado. Ante la miseria en España, muchas personas emigran a las Indias en busca de fortuna.

Ante esta situación, Juana declara la suspensión de pagos en junio de 1557, lo que sorprende a Felipe y enfurece a su padre. Sin embargo, pronto ambos suavizan las medidas en relación a los banqueros alemanes y genoveses.

Juana demuestra valor e inteligencia al enfrentar la realidad y recordar a quienes siempre han ignorado los problemas del reino.

VIII

En este capítulo, Felipe pasa cuatro meses en Inglaterra tratando de resolver la cuestión sucesoria. Propone casar a Isabel con Manuel Filiberto de Saboya, pero no obtiene la respuesta que esperaba. Al llegar a Bruselas, Felipe se siente abrumado por las cuestiones que debe resolver por sí solo. Extraña la presencia de su padre y de María de Hungría, quienes solían aconsejarlo. La partida de su tía deja a Felipe sin un regente en su ausencia y sin la sabiduría de alguien experimentado. Los banqueros Fugger lo amenazan por la suspensión de pagos de su hermana Juana. Felipe excluye a los banqueros de las medidas tomadas por su hermana para evitar que ayuden a sus enemigos. Además, tiene problemas con Paulo IV y Francia. Reúne un ejército de sesenta mil hombres y nombra a Manuel Filiberto de Saboya como comandante. Aunque Felipe es considerado tímido, decide seguir el consejo del duque de Alba y atacar en lugar de defenderse. Viaja al frente de batalla junto a su primo y el conde de Egmont. Manuel Filiberto explica que atacarán San Quintín, una plaza fuertemente protegida por el ejército francés.

IX

En este capítulo, Felipe recuerda con gran emoción la victoria de San Quintín el 10 de agosto de 1557. Juró celebrar esta fecha como su cumpleaños y construir un monumento en su honor. A pesar de que muchos creían que Felipe estaba en decadencia, él demostró su poder y respeto al dar órdenes a sus comandantes y prometer cinco días de saqueo a sus hombres si ganaban la batalla. Aunque el ejército español sufrió pocas bajas, el ejército francés sufrió grandes pérdidas y la derrota fue humillante para Francia. Además, el duque de Alba logró victorias impresionantes en Italia, derrotando a un ejército francés y llegando a Roma. Felipe le exigió al duque que no causara daño en el saqueo de Roma, solo temor. Finalmente, el Papa Paulo IV se vio obligado a firmar un tratado en el que se comprometía a no declarar guerra a Felipe, no apoyar a sus enemigos y no construir fortificaciones en sus tierras. Felipe pensó que ahora el Papa tendría más tiempo para rezar.

9 Nada permanece (1557)

I

En este capítulo, Felipe recibe dos cartas después de la victoria de San Quintín. La primera es de su esposa María, quien celebra la victoria y le informa que está embarazada. Felipe duda de la veracidad de la noticia debido a un falso embarazo anterior. La segunda carta es de su padre Carlos, quien se atribuye el mérito de la victoria y muestra su decepción con Felipe. Felipe se enfada y decide no seguir leyendo la carta. A pesar de esto, Carlos da una lección de estrategia en los siguientes párrafos, advirtiendo sobre la respuesta de Francia y la importancia de armar al ejército. Sin embargo, Felipe no puede seguir los consejos de su padre debido a la falta de fondos después de la campaña en Francia. Finalmente, el ejército francés toma Calais y Felipe se enfurece por la negligencia inglesa. María también se entristece por la pérdida de Calais.

II

En este capítulo, a pesar de la tristeza por la pérdida de Calais, María continúa persiguiendo a sus enemigos y enfrenta una epidemia de gripe. Mientras descansa durante su embarazo, las hogueras siguen encendiéndose, pero ahora en secreto para evitar la propagación de la enfermedad. María, preocupada por su salud y edad, escribe su testamento y nombra a Felipe regente de Inglaterra. A pesar de las dudas iniciales, Felipe se ilusiona con el embarazo de María y promete visitarla pronto. Sin embargo, una enfermedad lo debilita y le impide cumplir su promesa. María vuelve a caer en depresión y enferma, y los médicos sospechan que hay una enfermedad estomacal detrás de su hinchazón. Felipe, en lugar de consolarla, insiste en la cuestión sucesoria y trata de convencerla de que su hermana Isabel es la idónea para heredar la corona. María, sin embargo, se prepara para lo que pueda venir y no desea seguir viviendo.

III

En este capítulo, se nos cuenta que el rey de Inglaterra, Felipe II, se olvidó de su esposa y dejó que el conde de Feria le comunicara lo que tenía que decirle. El rey tenía otros problemas que resolver y las obligaciones del poder habían endurecido su corazón. Por otro lado, Enrique II de Francia volvió a enfrentarse a los Habsburgo y el Papa Paulo IV amenazó con saltarse los tratados que le exigían rezar más e incordiar menos. El Papa no estaba de acuerdo con la paz de las religiones firmada por Fernando, Rey de Romanos, en Augsburgo. Felipe solucionó los problemas con Roma por carta y le advirtió a Paulo que combatir con alemanes era mal negocio. Además, invitó al duque de Alba a visitar los alrededores de Roma para que el Papa recordara contra quién se estaba enfrentando. Con Francia, las cartas no bastarían, ya que Enrique había reclutado nuevas tropas y había pedido ayuda marítima al sultán. Los franceses se movieron hacia Flandes y amenazaban a Felipe con un gran ejército. Felipe deseó una muerte lenta y dolorosa a Enrique II, pero no era momento de maldiciones y lamentos. Reunido con Manuel Filiberto de Saboya y el conde de Egmont, tomaron decisiones drásticas. Diseñaron un plan de engaño para distraer al enemigo y el enfrentamiento decisivo sería en Gravelinas. El conde de Egmont lideró un ejército más disuasorio y el 13 de julio de 1558, dio una lección de estrategia en la batalla. Los arcabuceros españoles demostraron su habilidad en el desorden y la histeria. Manuel Filiberto de Saboya pidió a Felipe que movilizara fuerzas navales vascas e inglesas, y finalmente, Gravelinas cayó en manos de Felipe.

IV

En este capítulo, se destaca el odio y la intolerancia que reinaban en España durante la época de la Santa Inquisición. Castilla había abandonado la idea de ser la patria de las tres culturas para imponer una única fe verdadera, tratando a otros cristianos como herejes. Viajar se convirtió en una forma de abrir la mente, pero para la Inquisición, era motivo suficiente para sospechar de alguien, incluso si había servido al emperador. Este fue el caso de Agustín Cazalla, un clérigo acusado de promover el protestantismo en Valladolid. También se había arrestado a Constantino de la Fuente, capellán real y acompañante de Felipe en un viaje. Estas detenciones sorprendieron a Juan Vázquez de Molina, quien escribió a Felipe para informarle de lo que estaba sucediendo. A pesar de no ser partidario de las limpiezas de sangre, Felipe decidió dejar que el fanático Fernando de Valdés, inquisidor general y arzobispo de Sevilla, actuara libremente. Juana, la esposa de Felipe, también apoyaba completamente a la Inquisición y había firmado una ley que prohibía la posesión de libros considerados inapropiados. La delación se convirtió en algo común, y cualquier denuncia anónima podía llevar a una visita del Santo Oficio. El auto de fe celebrado en Valladolid fue presidido por Fernando de Valdés y Juana de Habsburgo, y en él se juzgó y condenó a Agustín Cazalla. Después de ser torturado, Cazalla abjuró de su herejía y se le perdonó la muerte en la hoguera a cambio de ser estrangulado. También fueron ejecutadas varias monjas y una mujer llamada Ana Enríquez, quien solo recibió la pena de subir al cadalso con el sambenito y ayunar tres días debido a su belleza. Más de cien mil personas presenciaron el espectáculo y se indignaron cuando se le perdonó la vida a Ana Enríquez. El gran inquisidor se sintió satisfecho al ver la reacción del pueblo y la hermana del rey rezaba por la redención de los pecadores.

V

En este capítulo, el rey Felipe II desea regresar a España debido a su añoranza por su hogar y su preocupación por la expansión del luteranismo en Castilla. Sin embargo, sus obligaciones le impiden hacerlo de inmediato. En una carta a su hermana Juana, expresa su deseo de dejar todo en orden antes de regresar, pero reconoce que el trabajo es demasiado y el dinero escaso. Juana se alegra al leer esto, ya que está cansada de la regencia y de ser cuestionada constantemente por su padre. Felipe busca un sustituto en Bruselas para poder regresar, pero no encuentra a la persona adecuada. Finalmente, convence a su tía María de Hungría para que vuelva a Bruselas, solicitando la mediación de Juana. Sin embargo, Juana se niega a pedirle a su tía que abandone su retiro espiritual, ya que ella misma desea hacer lo mismo. Juana desea dejar de ser princesa y convertirse en Mateo Sánchez, un personaje ficticio con el que ingresó en secreto en la Compañía de Jesús. Aunque esto beneficia a la Compañía, Juana también se siente satisfecha por otros logros, como la creación de monasterios de mujeres y evitar que Francisco de Borja sea nombrado cardenal. Además, ayuda a la Inquisición en la lucha contra la herejía luterana. Mientras escribe una carta a su hermano, Juana recibe la noticia de que han descubierto otro sospechoso de herejía, Bartolomé de Carranza, quien formaba parte del equipo cercano del emperador y ahora de Felipe. A pesar de esto, Juana continúa escribiendo la carta, centrando su atención en las sospechas sobre el arzobispo de Toledo, a quien la Inquisición quiere interrogar de inmediato.

VI

En este capítulo, Fernando de Valdés decide poner a prueba su poder acusando a Bartolomé de Carranza, el principal asesor religioso del rey Felipe. Valdés había jurado odio eterno a Carranza debido a que este lo criticó en el pasado por no contribuir lo suficiente para ayudar al emperador Carlos. Ahora, Valdés quiere demostrar que nadie tiene más poder que la Santa Inquisición. Aunque Felipe duda de las acusaciones, no protege a Carranza. El rey tiene dos problemas: convencer a María y convencer a Carranza de que se ponga en manos de Valdés. Felipe ideó un plan para que Carranza vaya a Valladolid a convencer a María, y una vez allí, Juana se encargaría de él. Carranza no sospecha lo que le espera y Felipe le adiestra para que convenza a María de que todo está en paz en España. Sin embargo, Carranza se sorprende al descubrir que lo que dice el rey no es verdad. A pesar de todo, Carranza es un hombre de Dios y no está dispuesto a mentirle a María.

VII

En este capítulo, María escucha al arzobispo en Cigales y sonríe ante la gran mentira de que Bruselas está en calma. Decide responder a Carranza por carta y le pide a Felipe que remedie los problemas en los Países Bajos. A pesar de enviar su respuesta a Felipe y a su hermano, Carlos logra convencerla de cambiar de opinión. Sin embargo, María pone tres condiciones para su regreso: gobernar ella sola, que Felipe permanezca allí y tener suficiente dinero y un ejército. Carlos espera la carta de María, pero no puede enviar una respuesta ya que está enfermo. Al ver a Carranza, Carlos parece muerto, pero aún no lo está. Ordena enviar dinero a Bárbara Blomberg y avisa a Luis de Quijada sobre su hijo bastardo. Carlos muere esa noche aferrado al crucifijo de su esposa Isabel. La tardanza del arzobispo evita la pesadilla de María, pero Felipe no puede regresar a Castilla. El arzobispo le da la extremaunción a Carlos y oficia un funeral por él en el monasterio de Yuste.

VIII

En este capítulo, Juana recibe la noticia de la muerte de Carlos junto con otra noticia impactante: su padre tenía otro hijo secreto. Juana contacta rápidamente a Luis de Quijada, quien ha estado a cargo de la educación de Jerónimo, el hijo secreto. Quijada ha cumplido las órdenes del emperador y ha educado a Jerónimo como un príncipe. Juana decide ver a Jerónimo y se impresiona por su mirada y su comportamiento exquisito. Juana promete velar por su futuro, pero primero debe consultar con el rey. Mientras tanto, Juana tiene otros asuntos que resolver, como capturar a Carranza.

IX

En este capítulo, se relatan las tres muertes que afectaron profundamente a Felipe. Primero, su padre, Carlos, falleció el 20 de septiembre, dejando un gran vacío en la vida de Felipe. Luego, su tía, María de Hungría, también murió el 18 de octubre, sumando más dolor a su corazón. Finalmente, su esposa, María Tudor, reina de Inglaterra, murió el 17 de noviembre, mientras aún sufría por la pérdida de su embarazo imaginario. Felipe recibió las noticias de estas tres muertes casi al mismo tiempo, lo que aumentó su dolor. Aunque Juana había hecho bien en ocultar la existencia de Jeromín, Felipe se enteró de todo. La tardanza en conocer estas tristes noticias se debió a los problemas causados por Enrique II y las comunicaciones afectadas en los Países Bajos. Mientras tanto, Manuel Filiberto de Saboya atacó a Francia y logró que comenzaran las negociaciones de paz en Arras. Fue allí donde Felipe recibió, con un mes y medio de retraso, la noticia de la muerte de su padre. Esta noticia dejó a Felipe sin palabras y sumido en un profundo dolor. Carlos no solo era su padre, sino también su maestro y guía. Desconsolado, Felipe se refugió en el convento agustino de Groenendaal. Dos semanas después, el 25 de noviembre, Manuel Filiberto visitó a Felipe para darle la noticia de la muerte de María de Hungría. Y finalmente, el 7 de diciembre, Felipe supo de la muerte de su esposa, lo que significaba que dejaba de ser rey de Inglaterra.

X

En este capítulo, se narra el homenaje de despedida que Bruselas rindió a su emperador, Carlos V, el 29 de diciembre. La multitud asistió en silencio a un desfile en honor al fallecido, iluminado por miles de antorchas. El desfile comenzó con la participación de los poderes religiosos, seguidos por doscientos pobres que simbolizaban la justicia divina. Luego desfilaron todos los funcionarios de la Casa del Rey, seguidos por el estandarte imperial anunciado por trompetas fúnebres. El pueblo admiró el resto del desfile, que incluyó una nave con imágenes de los logros del emperador, veinte caballos enlutados representando sus posesiones, y los símbolos del poder imperial. La emoción alcanzó su punto máximo cuando el caballo enlutado de Carlos cruzó la calle seguido por Felipe, el duque de Alba y Ruy Gómez. Los caballeros del Toisón de Oro, incluyendo a Egmont, Horn y Guillermo de Orange, también participaron en el desfile. Después de ellos, los consejeros vivos caminaron más lentamente, seguidos por la doble guardia real. Todos asistieron a misa en la iglesia de Santa Gúdula. Al día siguiente, Felipe y los caballeros del Toisón de Oro repitieron el desfile y la misa. Después del oficio, rodearon el catafalco y Guillermo de Orange golpeó el ataúd, declarando que Carlos estaba muerto y que otro se alzaría en su lugar. Uno de los encapuchados dio unos pasos hacia adelante y fue revelado como Felipe. Luego regresaron en desfile a palacio. El rey se sintió orgulloso de tener a hombres tan grandes a su lado, pero su depresión y su ira crecieron al enterarse de que en Inglaterra no se había realizado un funeral por su padre. Sin embargo, una carta de pésame de Isabel, la hermana de su difunta esposa, le dio esperanza. Escribió al conde de Feria para acercarse a Isabel, la nueva reina de Inglaterra, y también pidió perros de caza ingleses para criar cachorros en Bruselas.

XI

En este capítulo, Felipe se presenta en público por primera vez como rey en una cena. Aunque oficialmente ya era rey desde la abdicación de su padre, sentía que cada paso que daba era examinado mientras su padre y su hermana María estuvieran vivos. Sin embargo, tras la muerte de ambos, Felipe se siente libre e independiente como nunca antes.

Pero su optimismo se ve afectado cuando recibe una carta de su hermana informándole de la existencia de un hermano. Felipe no puede creerlo, ya que este hermano es casi de la misma edad que su hijo y su hermana lo describe como vivaz, inteligente y con habilidades en el arco y la esgrima. Además, habla perfectamente castellano, francés y latín, lo cual perturba aún más a Felipe.

Después de asimilar la noticia, Felipe responde a su hermana, quien le pide consejo sobre cómo actuar. Aunque ella es la regente, estos asuntos también son familiares. Felipe escribe su carta de respuesta con muchas dudas, tachando y volviendo a escribir. Finalmente, le ordena a su hermana que oculte la identidad del niño hasta su llegada a España, ya que su existencia podría tener graves consecuencias dinásticas.

Felipe se da cuenta de que la única solución a este dilema es volver a casarse y tener descendencia, ya que si su hijo Carlos no puede heredar la corona, este nuevo hermano podría hacerlo. Felipe se enfrenta a la necesidad de asegurar la continuidad de su linaje y evitar conflictos sucesorios.

XII

En este capítulo, Felipe II busca una esposa y decide volver a mirar hacia Inglaterra. Isabel, la hermana de María Tudor, le envía una carta de duelo escrita por ella misma. Felipe ya había enviado al conde de Feria para establecer contacto con Isabel, y ahora decide acelerar las negociaciones. Las cartas comienzan a viajar constantemente entre Londres y Bruselas, con el conde informando a Felipe sobre cada avance. Sin embargo, Felipe no se da cuenta de que Isabel está jugando con él.

Felipe cree que logrará convencer a Isabel y se atreve a imponerle condiciones para que se realice el matrimonio. Pero Isabel, una mujer orgullosa, rechaza todas las condiciones. No tiene intención de casarse con nadie, pero si lo hiciera, sería con alguien que no tuviera asuntos más importantes que los del reino de Inglaterra. Además, no renunciará a su fe protestante y los ingleses no quieren que se case con un extranjero.

Después de explicar sus condiciones, Isabel despide cordialmente al conde de Feria y muestra su aprecio por Felipe, Flandes y España. Promete su apoyo a España en las negociaciones de paz con Francia y renuncia a Calais como muestra de buena voluntad. El conde informa personalmente a Felipe sobre el rechazo de Isabel.

Felipe se siente decepcionado, pero su diplomático intenta consolarlo diciendo que al menos mantienen la amistad con Isabel. Sin embargo, Felipe solo piensa en encontrar una nueva esposa.

Ni el rey ni el conde comprenden las verdaderas intenciones de Isabel. Ella quiere llevarse bien con España para tener un aliado contra Francia. En Escocia, María Estuardo, casada con el heredero del rey de Francia, es animada por su madre, María de Guisa, a alzarse contra Inglaterra.

Si el conde de Feria hubiera escuchado la conversación de Isabel con sus asesores, se habría dado cuenta de que ella no tiene ningún cariño por Felipe. Isabel se enfurece al pensar en las condiciones que él le impone y jura que mientras ella reine, Inglaterra no se someterá al Papa de Roma. Además, promete ser una enemiga de Felipe hasta su lecho de muerte.

El conde de Feria no comprende las verdaderas intenciones de Isabel y no ha aprendido la lección de ser un buen diplomático al no intuir lo que hay detrás de sus palabras.

XIII

En este capítulo, Felipe decide buscar una nueva opción de matrimonio después de desechar a su esposa inglesa. Siguiendo el consejo de Antoine Perrenot y Gonzalo Pérez, decide incluir en el tratado de paz su matrimonio con Isabel de Valois, hija de Enrique II. Aunque inicialmente había pensado en que fuera para su hijo, decide aprovechar la oportunidad de casarse con una mujer joven que seguramente dará buenos hijos. Además, en el tratado también se acuerda el matrimonio entre Manuel Filiberto, duque de Saboya, y Margarita, hermana del rey de Francia.

El resto de las cláusulas del tratado se refieren a cuestiones territoriales. España devuelve a Francia varias plazas y obispados, incluyendo Metz, que evoca recuerdos de su padre y su declive. Las condiciones impuestas por Felipe son firmes e innegociables, y Enrique se compromete a devolver las plazas conquistadas en Flandes y los territorios italianos invadidos, así como a combatir como aliado de España contra la herejía protestante.

El tratado se firma el 3 de abril de 1559, y un día antes se acuerda el traspaso de Calais a manos francesas durante los siguientes ocho años. Si Francia desea mantenerla después de ese periodo, deberá pagar una suma de dinero a Inglaterra. Aunque esto ya no le importa a Felipe, ya que ha logrado lo que quería: una esposa joven y la paz con Francia, lo que supone un alivio para las arcas del reino. Felipe sabe que no hay negocio más ruinoso que las guerras.

XIV

En este capítulo, se celebra la boda por poderes de Felipe e Isabel de Valois en la majestuosa catedral de Notre Dame. En lugar de Lamoral, conde de Egmont, quien representó al príncipe de España en la boda con María Tudor, esta vez el elegido es el gran duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel. Felipe acepta el consejo de Antoine Perrenot de no repetir a Egmont como representante, ya que podría resultar humillante para el rey de Francia. El duque de Alba, ansioso por recibir el cariño de su rey, ve esto como un premio a su campaña italiana y una promesa de mejores relaciones futuras, pero se equivoca.

El duque de Alba cumple con el rito de pisar el lecho matrimonial en ausencia del esposo. Después de la boda, se organizan grandes festividades en París, incluyendo torneos en los que participa la nobleza francesa y el propio rey. A pesar de que muchos animan al duque de Alba a combatir en las justas, él se conforma con el papel de espectador. Cuando el rey francés le pregunta en privado por su ausencia en los combates, el duque responde que él no juega a la guerra, sino que la hace. Para él, la guerra es algo muy serio y no debe tomarse a la ligera.

Sin embargo, lo que el duque no esperaba es que este juego de niños se convirtiera en un duelo mortal. Durante uno de los torneos, el rey francés combate contra el conde de Montgomery y recibe una herida mortal en el ojo. Se llama al cirujano real, Ambroise Paré, quien a pesar de no tener formación académica, es respetado por sus habilidades médicas. Paré ha inventado remedios para aliviar heridas por arma de fuego y ha descubierto que la ligadura de las arterias es más efectiva que cauterizarlas. Su última hazaña fue salvar la vida del duque de Guisa.

Al ver la herida del rey, Paré pide herir a presos condenados de la misma manera para probar si puede salvarlos, pero todos mueren. El rey Enrique II, quien había provocado tantas guerras contra España, muere en el torneo mientras celebraba la boda de su hija. Felipe, al enterarse de la muerte de su suegro, recuerda cómo deseaba una muerte dolorosa y lenta para Enrique y no puede evitar sonreír al pensarlo.

10 El regreso (1559)

I

En este capítulo, Felipe encuentra a Margarita de Parma, su hermana, para que lo reemplace en Bruselas. Aunque no ha tenido mucho contacto con ella, Felipe la considera la opción más adecuada debido a su relación con los Países Bajos y su experiencia en la vida política italiana. Margarita ha sido casada dos veces y es madre de dos hijos. Felipe sabe que le deja una agenda llena de problemas, pero no puede quedarse más tiempo en Bruselas y necesita regresar a España para resolver asuntos importantes. Antes de partir, debe instruir a Margarita para que esté preparada para asumir su cargo.

II

En este capítulo, se narra cómo Carranza, quien había dedicado su vida a Carlos y a su hijo, se encuentra ahora indefenso y enfrentando acusaciones de herejía. A pesar de la reacción negativa del Papa y de religiosos como Bartolomé de las Casas, el proceso continúa. Carranza elige a Martín Azpilicueta como su abogado y juntos urden una estrategia para dilatar la causa. A cambio de evitar torturas, Carranza renuncia al arzobispado de Toledo. A pesar de esto, Carranza sabe que el proceso será largo y difícil. Por otro lado, Valdés se dedica a otros asuntos, como la confección de una nueva lista de libros prohibidos, en la que se incluyen autores como Copérnico, san Juan de Ávila, fray Luis de Granada, Erasmo, Lutero, Carranza y Francisco de Borja. Borja, quien ha recibido cartas del rey pidiéndole consejo para la elección de nuevos altos cargos eclesiásticos, sugiere que se elijan "obispos puros", es decir, aquellos que no sean conversos. Sin embargo, esta condición contradice las anteriores, ya que la nobleza castellana se ha perpetuado a través de la herencia de posesiones y armas al primogénito, dejando la carrera eclesiástica para los segundones y tercerones. Valdés decide que es necesario limitar la influencia de Borja en la corte y Juana intenta mediar ante la Inquisición, pero es demasiado tarde. Borja decide marcharse y refugiarse en Portugal y luego en Roma.

III

En este capítulo, Felipe regresa a España y se encuentra con su hermana Juana en Valladolid. Ruy Gómez, que lo acompañaba en el viaje, también se reencuentra con su esposa Ana de Mendoza. Ruy Gómez había esperado mucho tiempo para poder consumar su matrimonio con Ana, y ahora ve un futuro esplendoroso para ellos. Felipe ha sido generoso con Ruy Gómez, quien ha ascendido en poder y riqueza a su lado. Al ser nombrado rey de Nápoles, Felipe le otorga el título de príncipe de Éboli, lo que le da respeto y temor. Ruy Gómez finalmente disfruta de la felicidad de estar con su esposa.

IV

En este capítulo, el rey Felipe tiene la obligación de conocer a Jeromín, un niño de doce años. El encuentro es frío debido al carácter desconfiado del rey. A diferencia de Jeromín, el hijo de Felipe, Carlos, es amargado y solitario. Jeromín, por otro lado, es educado y discreto, gracias a la educación que le ha dado su tutor, Luis de Quijada. A pesar de no saber que es el hijo del emperador, Jeromín tiene amigos y disfruta de su vida. Cuando Felipe le revela que es su hermano y el hijo del emperador, Jeromín sigue siendo el mismo, pero comienza a soñar despierto. Felipe, sin embargo, desconfía y cumple las condiciones que le pide Carlos en una carta. Felipe acepta a Jeromín como su hermano y le proporciona una carrera eclesiástica y una casa propia. Además, le cambia el nombre a Juan de Austria. Jeromín se acuesta repitiendo su nuevo nombre y se compromete a no decepcionar a su hermano, el rey.

V

En este capítulo, Juana insiste a Felipe para que Juan de Austria sea educado junto al príncipe Carlos. El rey promete pensarlo, lo cual significa que aunque ocurran grandes eventos, él seguirá considerando la propuesta. Felipe decide ralentizar los acontecimientos y controlar el tiempo a su alrededor como si tuviera un reloj mágico. Pronto, el inquisidor Valdés visita al rey, quien lo recibe junto a Juana. Ambos creen que hablará sobre el caso Carranza o Borja, pero no lo hace. Valdés propone que Felipe presida el auto de fe que se celebrará en octubre. Felipe acepta, pensando en ganar popularidad. Después de que Valdés se va, Juana critica a Felipe por no mencionar el tema de Borja y la prohibición de su libro. Felipe le responde que un rey debe defender su corona y que no puede contradecir una ley que Juana misma firmó. Juana se va enfadada, sintiéndose cómplice de un gran error.

VI

En este capítulo, comienza el trasiego de gente hacia el auto de fe a las cinco y media de la mañana. Todo está preparado, incluyendo el cadalso, los postes de los reos y la hojarasca seca. La expectación es máxima, con todas las pensiones llenas y las tabernas abarrotadas. La presencia del rey atrae aún más público y la nobleza se viste con sus mejores galas. Decenas de miles de personas han llegado a la ciudad para presenciar el espectáculo. Alrededor de la multitud, hay ladrones, descuideros y limosneros que aprovechan la ocasión. El ceremonial comienza y el pueblo aclama al rey, retrasando la llegada de los condenados. Después de que el pueblo deja de rugir, se escuchan los insultos habituales hacia los condenados y sus familias. Antes de comenzar las acusaciones, el rey empuña su espada para jurar su apoyo al Santo Oficio, pero no se queda a ver las ejecuciones debido al olor a carne quemada. Mientras el rey se marcha, cuarenta personas son juzgadas y trece son quemadas vivas en la hoguera, incluyendo a fray Domingo de Rojas, alumno del arzobispo de Toledo, Bartolomé de Carranza, quien había sido preso por hereje con la colaboración del rey.

VIII

En este capítulo, Felipe visita a Isabel de Osorio en su palacio en Saldañuela. Aunque Felipe extraña a Isabel, decide no tener relaciones con ella debido a los cambios en su relación y el miedo a volver a caer en la tentación. Isabel muestra gratitud hacia Felipe y le aconseja tener cuidado al elegir a sus amantes ahora que es rey. Felipe acepta el consejo y esa noche se acuesta con una dama desconocida. Mientras tanto, Isabel llora en su cama porque ya no es la amante del rey y desea seguir siéndolo.

IX

En este capítulo, se describe la intensa carga de trabajo del rey Felipe, quien gobernaba un vasto imperio sin tiempo para conocer todos sus territorios. El rey se mostraba cada vez más reacio a hacer apariciones públicas y prefería revisar informes y cartas en su despacho hasta altas horas de la madrugada. Esta actitud generaba diferentes interpretaciones: algunos la veían como una muestra de responsabilidad, mientras que otros la consideraban una evasión de los problemas del reino y de la corte.

En la corte, los allegados del rey se dividieron en dos facciones conocidas como "albistas" y "ebolistas", lideradas respectivamente por el duque de Alba y Ruy Gómez. El duque de Alba contaba con el apoyo de la nobleza castellana y tenía amistad con Antoine Perrenot, hijo del principal asesor del emperador Carlos. También mantenía una estrecha relación con los caballeros Guillermo de Orange, Egmont y Horn, con quienes había combatido en el pasado.

Por otro lado, Ruy Gómez representaba la rama portuguesa de la corte, que se había fortalecido gracias a los matrimonios entre princesas portuguesas y reyes españoles. Ruy Gómez había llegado a Castilla siendo niño, formando parte del séquito de Isabel de Portugal, y contaba con el respaldo de su sobrino Vázquez de Molina, encargado de las cuentas del reino. Aunque no tenía una gran relación con los caballeros del Toisón de Oro, clave para la política en los Países Bajos, había equilibrado el poder del duque de Alba en la nobleza castellana tras su matrimonio con una Mendoza. Además, Francisco de Borja era un aliado cercano debido a los lazos familiares y personales.

Cada decisión del rey generaba disputas entre las facciones, ya que cada una defendía sus intereses y riquezas. Aunque Felipe intentaba mantener a todos satisfechos, su preferencia por Ruy Gómez desequilibraba la balanza. A pesar de su aversión personal hacia el duque de Alba, el rey reconocía su lealtad y eficacia en tiempos de guerra.

Con el objetivo de unir a ambos bandos y elevar su prestigio, Felipe decidió que era hora de recuperar Trípoli, una acción que igualaría los logros de su padre en toda la cristiandad.

X

En este capítulo, se narra cómo Carlos, después del desastre de Argel, decide centrarse en sus conflictos europeos. Trípoli había caído en manos de Solimán gracias al corsario Dragut, quien fue recompensado con el puesto de gobernador de la ciudad. Felipe, agobiado por otros problemas, no respondió. Trípoli había sido conquistada por Fernando el Católico y su pérdida hirió el orgullo castellano. Los otomanos volvieron a atacar y la Ciudadela de Menorca fue arrasada por el corsario Piali. Felipe preparaba una respuesta y negociaba la formación de un ejército con fuerzas napolitanas, sicilianas y genovesas. El 10 de febrero de 1560, una flota se dirigió a Trípoli, pero la batalla se perdió y la mitad de la flota fue hundida o capturada. Ante la imposibilidad de tomar Trípoli, las tropas se dirigieron a la isla de Los Gelves, donde se levantó una fortificación que resultó inútil. Una flota turca llegó desde Constantinopla y la mitad de la flota cristiana fue hundida o capturada. En el fuerte, dos mil hombres resistieron durante tres meses sin comida ni agua. El resultado final fue de diez mil hombres muertos y cinco mil prisioneros. Entre los prisioneros se encontraban nombres ilustres como Álvaro de Sande, Berenguer de Requesens y Rodrigo Zapata. El rey quería recuperar Trípoli para agrandar su figura, pero solo consiguió empequeñecerla.

XI

En este capítulo, Felipe se encuentra indignado por la derrota sufrida en Trípoli y la humillación de los héroes españoles. La nobleza exige la liberación de los nobles y comandantes apresados, especialmente Álvaro de Sande, quien es considerado una gloria de los ejércitos de Castilla. La gente se pregunta por qué el rey no actúa y cuándo responderá con sus ejércitos a la derrota. Además, están cansados de dar dinero al imperio sin recibir ayuda a cambio. La respuesta del rey, autorizando el abandono de Orán, es considerada cobarde y aumenta las críticas hacia él. Se rumorea que no está a la altura de su padre y que es ineficaz en el gobierno. Felipe se entera de estos rumores a través de una red de información organizada por Ruy Gómez. La crítica más dolorosa para el rey es que lo tachan de vago y de rey de pobres. Enfurecido, estalla delante de su hermana Juana, quien intenta calmarlo y le recuerda la pobreza del reino. Juana le muestra un libro prohibido por el Santo Oficio, "La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades", que cuenta la miseria del pueblo español.

XII

En este capítulo, Felipe sueña con una España que no esté a la zaga de la culta Bruselas. Muchos nobles que estuvieron con él en los Países Bajos también reniegan de la incultura y el atraso en el que está sumido el reino. Valladolid y Toledo, donde se ha trasladado la corte, son ciudades hermosas pero lejos del cosmopolitismo de Bruselas. Los nobles apenas tienen colecciones comparables a las de allá y los pintores les parecen de menor alcurnia. Además, las ciudades carecen de servicios que ahora parecen imprescindibles.

Felipe sabe que limar estas diferencias será una tarea difícil. Al terminar de leer "El Lazarillo", piensa que es una misión imposible. Queda estupefacto al darse cuenta de que el libro ha sido impreso en Burgos hace seis años, pero la edición que tiene en sus manos es de Amberes. No quiere ni imaginar que esa sea la imagen de su reino en el extranjero.

Aunque no está seguro de que la realidad sea así, sabe que si solo una cuarta parte de lo que se dice es verdad, sería terrible. Caballeros sin honor, pícaros sin vergüenza y clérigos avariciosos son los protagonistas. Felipe se pregunta dónde está la España del honor y la fe en Dios, y dónde están sus servidores. Juana le anima a salir de palacio camuflado para que lo vea por sí mismo.

Felipe ya sabía que su reino no era un paraíso, pero no sabía que se había convertido en un infierno. Lo peor es que no sabe qué medidas tomar para solucionar el problema. Se le ocurre una política de limosnas, pero Juana le dice que lo que necesitan los súbditos son medidas que cambien la forma de trabajar en el reino.

Juana también le aconseja que conozca a Luis Ortiz, contador de Hacienda, quien ha escrito un memorial titulado "Memorial al rey para que no salgan los dineros de España". Lo hizo después de la bancarrota declarada por Juana. Felipe ordena que se presente en palacio.

XI

En este capítulo, Luis Ortiz, un hombre instruido y elocuente, expone sus ideas ante el rey Felipe y Ruy Gómez. A pesar de la desconfianza de Ruy Gómez, Ortiz logra captar la atención del rey con su discurso sobre los problemas de España y sus propuestas para solucionarlos. Ortiz sugiere reorganizar administrativamente el reino, acusar a la nobleza de ser improductiva y promover la repoblación y el desarrollo de la agricultura. También critica los intereses de la banca extranjera y propone intervenir en América para beneficiar al reino. Además, sugiere medidas para controlar el consumo, mejorar la política aduanera y equilibrar los impuestos. El rey queda impresionado y anima a Ortiz a seguir trabajando en sus propuestas. Después de la entrevista, el rey pasea con Ruy Gómez y expresan sus dudas sobre la ambición de Ortiz y la posibilidad de cambiar España. El rey le pide a Ruy que guarde los informes de Ortiz para leerlos más tarde. La conversación se interrumpe cuando se encuentran con la esposa de Ruy Gómez, Ana. El rey les da permiso para retirarse juntos. Felipe se queda admirando la belleza de Ana y sueña con ella esa noche.

11 El ángel (1560)

I

En este capítulo, se narra la historia de Isabel de Valois, una joven de catorce años que llega a Guadalajara para convertirse en la nueva reina de España. Isabel es descrita como una niña hermosa y encantadora, con una mirada curiosa y traviesa. A pesar de su juventud, Isabel muestra una madurez y elegancia sorprendentes al responder al rey Felipe en perfecto castellano. Felipe, por su parte, se siente asombrado por la belleza y el dominio del idioma de Isabel. Aunque sus familias han estado en conflicto durante mucho tiempo, Felipe se da cuenta de que Isabel es un verdadero ángel que ha descendido del cielo.

II

En este capítulo, se celebra la boda en el palacio del Infantado de Guadalajara. La ceremonia es oficiada por el cardenal Mendoza, con el duque del Infantado como padrino y la princesa Juana como madrina. Sin embargo, los recuerdos asociados a la boda no son dulces para ninguno de los protagonistas. Juana recuerda su propia boda, cuando se casó siendo apenas una niña con un marido aún más joven que ella. Aunque ambos eran conscientes de las razones políticas detrás del matrimonio, pocos comprendían las obligaciones que conllevaba. La hermana del rey, aunque se alegra por la boda, no ve con buenos ojos que una niña de catorce años se case con un hombre de treinta y tres, especialmente considerando que Felipe ya tiene un hijo casi de la misma edad que Juana. Felipe, por su parte, recuerda sus bromas sobre enamorarse de una niña cuando descubre que ahora él se casa con otra. Las celebraciones posteriores a la boda también están marcadas por los recuerdos, ya que el padre de la novia murió el verano anterior en una justa. Para evitar que Isabel recuerde este triste momento, se prohíben las justas y torneos y se celebran juegos, corridas de toros, bailes y banquetes. A pesar de dormir en habitaciones separadas, Felipe se divierte conversando con su nueva esposa durante el día y pronto se da cuenta de que la desea como mujer. Isabel, lejos de ruborizarse, coquetea con él. Afortunadamente, la adaptación de Isabel a la corte castellana es exitosa y se hace amiga del príncipe Carlos, lo que alegra a Felipe. También se une a su círculo de juegos Juan de Austria y Alejandro Farnesio. Isabel muestra un gran interés por la pintura y hace venir a su lado a la pintora genovesa Sofonisba Anguissola como dama de compañía. Además, requiere mucho acompañamiento y muestra un carácter caprichoso en su forma de vestir. Elige a Ana de Mendoza como su dama preferida y le pregunta sobre el parche en su ojo derecho, pero Ana le cuenta el motivo en secreto. Isabel juega a las muñecas y Juana se enterneció al verla jugar por primera vez. Isabel también disfruta de excursiones y prepara cada una con meticulosidad. Además, celebra bailes, juegos de máscaras y representaciones teatrales. Fuera de la corte, la vida es un infierno, pero dentro, todos son felices gracias a la presencia de Isabel. Ella escribe una carta a su madre, Catalina de Médici, para contarle lo feliz que es con su marido.

III

En este capítulo, se muestra cómo la felicidad y las buenas obras requieren mucho esfuerzo para florecer, pero apenas necesitan tiempo para marchitarse. Felipe, como gobernante, se enfrenta constantemente a la realidad, lo que le hace perder la sonrisa. Los héroes de Los Gelves siguen presos y la nobleza exige su liberación, al igual que España busca vengarse de los turcos. Margarita de Parma no puede controlar la situación en Flandes y la nobleza flamenca se pregunta por qué los príncipes alemanes tienen libertad religiosa mientras que ellos son controlados por España. Solo Francia da un respiro al rey, ya que está ocupada con sus propios problemas religiosos y la reina de España nació en Fontainebleau. En la corte, vuelven las críticas hacia el rey por su falta de acción y lentitud política, además de sus excursiones y bromas con los bufones. También se plantea la cuestión de quién heredará la corona. Carlos parece más tranquilo, pero su aptitud para ser rey es cuestionada debido a su personalidad dual. La llegada de Isabel de Valois ha maquillado la situación, pero la tormenta puede volver a desatarse en cualquier momento. Carlos demuestra su falta de habilidad en la esgrima y se enfrenta a su tío Juan de Austria, quien lo humilla y deja en el suelo. El rey se ríe de la situación y Carlos se siente humillado. Isabel intenta animarlo y le asegura que será un buen rey. Sin embargo, alguien ve un abrazo entre Carlos e Isabel y comienza a difundir rumores de una relación amorosa entre ellos. Felipe confía en su hijo y su esposa, y para demostrarlo nombra a Carlos como heredero al trono.

IV

En este capítulo, se narra cómo en mayo de 1560, las Cortes de Castilla nombraron a Carlos heredero del reino. La ceremonia de nueve horas en la catedral aburrió a Felipe, pero emocionó a su hijo y a su esposa. Aunque el rey disimuló sus dudas sobre la capacidad de Carlos para ser un digno heredero, las celebraciones posteriores mostraron el descontento del pueblo. Carlos, tras ser reconocido oficialmente como heredero, no mantuvo su cambio de actitud por mucho tiempo y volvió a ignorar los consejos médicos. Esto resultó en fiebres constantes y un carácter imposible. Las discusiones entre padre e hijo aumentaron la amargura de Felipe y su preocupación por la salud de Carlos. Felipe consideró enviar a Carlos a Valencia para mejorar su salud y descansar de su presencia. Sin embargo, la reina Isabel también comenzó a quejarse de la situación en Toledo, añorando París. Para evitar que su esposa se deprimiera aún más, Felipe decidió trasladar la corte a Madrid, a pesar del consejo de Ignacio de Loyola de no hacer mudanzas en tiempos de tribulación.

V

En este capítulo, se revela que el rey Felipe había planeado trasladar la corte a Madrid desde hacía tiempo. Aunque oficialmente lo anunció el 6 de mayo de 1561, cualquiera que hubiera analizado las cuentas del reino habría sabido que esto era inevitable. El Alcázar llevaba años siendo remodelado, lo que implicaba un gran gasto. El duque de Alba, mayordomo mayor del rey, se sorprendió al enterarse de esto por Gonzalo Pérez en lugar de por el propio rey. Pérez le explicó que el rey quería mantener la duda para evitar despertar recelos en la nobleza castellana. Madrid no era del agrado de los nobles, ya que la mayoría no tenía sus casas allí. Sin embargo, el rey prefería mantener a la aristocracia lejos y repartir ciertas capitales. Barcelona seguiría siendo un enclave marítimo importante, Sevilla la capital económica, Toledo la ciudad más rica y Santiago la capital religiosa. Madrid sería la sede de la corte, ya que no tenía obispo y los nobles estarían lejos. Además, Madrid cumplía con las necesidades personales del rey, como la cercanía a El Escorial, la Casa de Campo y Aranjuez. Aunque muchos cortesanos añoraban Flandes, Madrid parecía ser la mejor elección.

VI

En este capítulo, Isabel de Valois se adapta bien al cambio de vivir en España. Disfruta de excursiones más variadas y no tiene que subir cuestas, lo cual es beneficioso para su salud. Sin embargo, la única pena que tiene es no poder ver al príncipe Carlos, ya que el rey Felipe lo ha enviado a Alcalá de Henares junto a sus inseparables compañeros, Juan de Austria y Alejandro de Farnesio. Aunque Alcalá no está lejos, Felipe prefiere que la reina no lo visite para evitar rumores y también para evitar ver a su hijo con quien ha tenido discusiones cada vez más frecuentes.

Carlos, consciente de los rumores que afectan a su padre, los utiliza en cada disputa para criticar su indecisión en Flandes y recordarle a los héroes apresados en Los Gelves que ahora están cautivos en Estambul. Durante estas discusiones, Carlos se convierte en la voz del pueblo y defensor de la dignidad del reino frente a su padre. Sin embargo, es curioso que tenga esta actitud siendo conocido por tratar mal a sus sirvientes e incluso haber estado a punto de tirar a uno de sus pajes por la ventana por no servirle como quería.

En lo personal, las discusiones entre Carlos y Felipe son aún peores. Carlos sabe que su padre ha tenido amantes a la espera de poder tener a Isabel, y se atreve a decirle lo que ni siquiera Juana se había planteado insinuar. Felipe reacciona con una bofetada y le reprocha su atrevimiento, mencionando los rumores sobre los gustos sexuales de Carlos en los burdeles de Madrid.

Carlos no se amedrenta y continúa diciendo cosas que enfurecen a su padre, como que pelea con él porque es más débil, pero que no es más fuerte que él, ya que nunca ha oído hablar de sus hazañas en el campo de batalla. Felipe se contiene de matar a Carlos en ese momento, pero decide que a partir de ahora lo verá lo menos posible. Felipe se pregunta cómo pudo engendrar a un hijo tan monstruoso.

Felipe prefiere no ver a Carlos ni a Isabel. Prefiere que Isabel juegue con Juana y la princesa de Éboli, o que pinte con la dama genovesa que ha traído a España, o que juegue con los bufones. Incluso prefiere que vaya al teatro, aunque él piensa que ver a los saltimbanquis en el escenario es lo más absurdo que ha visto en su vida. En definitiva, prefiere ver las ocurrencias de Lope de Rueda que aguantar las impertinencias de su hijo.

VII

En este capítulo, se narra cómo en agosto de 1561, Isabel se convierte en mujer, lo que era esperado tanto por Felipe como hombre y como rey. Felipe rezaba para que Isabel le diera un hijo cuanto antes, ya que tenía decidido desheredar a su hijo actual en cuanto tuviera más descendencia. Sin embargo, el camino no fue fácil, ya que Isabel sufría terribles dolores cada vez que se unían. A pesar de esto, ella nunca decía que no, ya que sabía que su misión era parir príncipes. Debido a los dolores, Isabel se refugió en la enfermedad, sufriendo dolores de cabeza, fiebre y erupciones en la piel. Catalina de Médici, al enterarse, envió a sus médicos a Madrid, ya que pensaba que Felipe tenía sífilis. Sin embargo, tras muchas disputas, se llegó al diagnóstico de que Isabel tenía varicela. Los médicos acordaron aplicarle clara de huevo mezclada con miel o leche de burra para prevenir que la enfermedad dejara huellas en su rostro. Felipe siempre acompañaba a su esposa, y cuando no podía estar presente, la princesa de Éboli, otras damas o la princesa Juana la acompañaban. A pesar de su debilidad, Isabel conservaba su belleza delicada, mientras que Felipe estaba envejecido y sufría dolores de cabeza y pérdida de pelo y dientes debido a las responsabilidades.

VIII

En este capítulo, pasó la varicela y terminó el año. Isabel no lograba quedar embarazada y nadie quería hablar del tema, ya que se sabía que la obsesión afecta la fertilidad. A pesar de esto, los reyes continuaron intentando tener un hijo, incluso rompiendo la etiqueta borgoñona que les obligaba a dormir separados. El rey sufrió varias lumbalgias debido a su esfuerzo físico.

Mientras tanto, en Alcalá de Henares, el príncipe Carlos sufrió un accidente al caer por unas escaleras persiguiendo a una doncella. Aunque en un principio parecía no ser grave, después de unos días la herida se infectó y el príncipe comenzó a delirar. Felipe regresó rápidamente a Alcalá acompañado de Ruy Gómez y la princesa Juana.

En la puerta de los aposentos del príncipe, Juan de Austria les informó que los médicos no creían que el príncipe sobreviviría a la noche. Juana rompió a llorar y Felipe sintió un profundo dolor, a pesar de odiar a su hijo. Decidió hacer todo lo posible para salvarlo, incluso recurriendo a reliquias y llamando al famoso médico Andrés Vesalio.

Vesalio, conocido por su conocimiento directo del cuerpo humano, diagnosticó al príncipe con un absceso extradural y recomendó una trepanación urgente. Sin embargo, los médicos de la corte se negaron y ninguno de los otros doce médicos presentes apoyó a Vesalio. Incluso se consultó la opinión de un curandero llamado Pinterete.

Finalmente, Felipe expulsó a todos los médicos de la sala y le dio a Vesalio la libertad de hacer lo que creyera conveniente para salvar a su hijo. Vesalio procedió rápidamente y, mientras tanto, Felipe y sus allegados rezaron y pagaron para que se hicieran oraciones en los conventos cercanos.

Carlos sobrevivió, y algunos atribuyeron su recuperación al tocar la momia del santo, mientras que otros creían que fue gracias a Vesalio.

IX

En este capítulo, Isabel llora de alegría al enterarse de que el príncipe se ha recuperado y ha recibido a embajadores en Alcalá. Aunque asiste a una corrida de toros, su estado de salud es preocupante, ya que está extremadamente delgado. Felipe se siente culpable y deprimido, y su mal humor aumenta a medida que su cuerpo se debilita. Isabel lo consuela constantemente. En un intento de redención, Felipe intenta que su hijo viaje a Monzón para ser reconocido como futuro rey, pero los médicos recomiendan que siga en reposo. Carlos, sin embargo, no muestra gratitud y lanza reproches a su padre a su regreso. Lo acusa de querer apartarlo de la corona y amenaza con arrebatarle el trono. Felipe se encierra en su despacho y llora en secreto, adoptando una actitud de desesperación y aislamiento.

X

En este capítulo, se describe la división en la mente del rey Felipe II, quien tiene dos archivos: uno donde ordena sus problemas y otro donde busca evadirse de ellos. Sus principales preocupaciones son su hijo Carlos y el hecho de que su esposa Isabel no le dé descendencia. Estas preocupaciones afectan su salud y lo llevan a la depresión. Además, la situación en Flandes se deteriora y su amigo, el conde de Egmont, cuestiona su actitud hacia la nobleza flamenca. El rey se siente herido por una carta de Egmont llena de cariño y tacto. En el Mediterráneo, las cosas se complican aún más, ya que su padre sufrió un desastre en Argel y él sufre una humillación en Trípoli. Ahora, se prepara para enfrentar una nueva derrota en Orán. Hasán Bajá propone tomar los enclaves españoles de Orán y Mazalquivir, y Felipe reacciona reuniendo una flota en Barcelona. Sin embargo, una tormenta reduce la flota a solo tres galeras y causa grandes pérdidas humanas. Esto provoca la pérdida del respeto del sultán y el aumento de las fuerzas enemigas. El enemigo, liderado por Hasán Bajá y respaldado por Solimán, planea atacar Mazalquivir y luego tomar Orán. Sin embargo, el hijo de Barbarroja no esperaba encontrar a héroes como Alonso de Córdoba y su hermano Martín, quienes se preparan para resistir hasta la muerte. Alonso motiva a sus hombres antes de la batalla, diciéndoles que todos morirán pero que deben matar a más enemigos que cristianos mueran. La batalla es feroz, pero Alonso demuestra ser un buen estratega y ordena una defensa escalonada. A pesar de estar en una situación desesperada, los sitiados luchan con rabia y odio. Finalmente, llegan refuerzos liderados por Francisco de Mendoza y Álvaro de Bazán, quienes logran la retirada de los infieles. La victoria mejora la salud de Felipe y él se va a cazar, sin importarle las alabanzas o críticas.

XI

En este capítulo, se describen las pasiones del rey Felipe II, que incluyen los libros, la jardinería, la pintura y la arquitectura. Estas pasiones simbolizan su grandeza y son disfrutadas solo por los elegidos. El rey no escatima en gastos para crear paisajes inalcanzables y mejorar sus lugares predilectos. Además, el rey es un apasionado de la caza y funda un zoológico en la Casa de Campo. Su biblioteca crece tanto que planea construir un lugar especial para ella. También se dedica a crear un proyecto que muestre la geografía, la historia y la economía de su reino. El rey encarga mapas detallados y trabaja en la restauración del Archivo de Simancas. Sin embargo, su mayor obsesión es la construcción de una obra que simbolice su grandeza, que finalmente decide que sea un palacio, una basílica y un monasterio a la vez. El 23 de abril de 1563, se coloca la primera piedra de la obra, que es llevada a cabo por el arquitecto Juan Bautista de Toledo y su trazador principal, Juan de Herrera. A pesar de la mala noticia de que su esposa aborta, las obras de El Escorial continúan sin detenerse.

12 Las furias (1565)

I

En este capítulo, se plantean las preguntas sobre la capacidad de Isabel de Valois para concebir un hijo y si la semilla del rey era mala. A pesar de la falta de embarazo y la delicada salud de Isabel, tanto ella como Felipe no se rinden y continúan intentando tener un hijo. A medida que se recuperan de un aborto, su tristeza se convierte en dulzura y complicidad. Felipe se pregunta si alguna vez ha amado tanto a una mujer y recuerda a su antigua amante, Isabel Osorio. Sin embargo, reconoce que su esposa es la que tiene el futuro de España en sus manos. Por otro lado, el rey decide cancelar el matrimonio de su hijo Carlos con Ana de Austria, ya que no quiere envenenar a su hermana. El barón Adam von Dietrichstein es enviado como embajador para conocer a Carlos y, aunque su informe no es negativo en cuanto a su carácter, destaca su inoperancia sexual, lo que lleva a la cancelación del matrimonio. A pesar de esto, Felipe sigue sintiendo dolor por su hijo y se pregunta por qué no puede ser tan amable y esforzado como Juan de Austria. Observa cada acto de su hermano y sabe que está enamorado de María de Mendoza. Aunque agradece la actitud de Juan hacia Carlos, Felipe sigue desconfiando de él y de todos los demás.

II

En este capítulo, se informa sobre las noticias inquietantes que llegaron desde Flandes. Las cosechas habían sido escasas debido a un invierno duro, lo que provocó el descontento de los nobles flamencos y el hambre del pueblo. El rey no ayudó a suavizar las tensiones, ya que mantuvo la pena de muerte por herejía y reorganizó los obispados flamencos sin consultar a sus súbditos. Detrás de estas decisiones polémicas se encontraban el inquisidor general Fernando de Valdés y Francisco de Borja, quien había sido nombrado general de la Compañía de Jesús. Gonzalo Pérez, con cuarenta años de servicio a la corona, estaba preocupado por la inoperancia del rey y trató de hablar con él, pero siempre recibía la misma respuesta de que estaba ocupado. Finalmente, logró hablar con el rey y expresó su preocupación sobre Flandes. El duque de Alba también intentó hablar con el rey, pero fue ignorado. La situación se volvió humillante para él cuando intentó abrir la puerta del despacho del rey y no pudo. Más tarde, se enteró de que el rey estaba ocupado discutiendo sobre plantas y jardineros de Bruselas. Gonzalo Pérez y el duque de Alba expusieron sus quejas a Ruy Gómez, quien planteó el problema al rey. Felipe decidió nombrar a Diego de Espinosa como consejero personal y coadjutor del inquisidor general, pero esto no solucionó nada. El rey seguía sin delegar ningún asunto y todo se paralizaba en Espinosa.

III

En este capítulo, el conde de Egmont se presenta en la corte con peticiones de Margarita de Parma y un mensaje de Guillermo de Orange y el conde Horn. El objetivo del mensaje es lograr un diálogo que evite problemas mayores. Sin embargo, el rey Felipe está ocupado con otros asuntos, como el ataque turco a Malta y la guerra religiosa en Francia. A pesar de hablar con Egmont y transmitirle simpatía, el rey lo critica a sus espaldas por consentir a los herejes. Finalmente, Felipe promete abolir la pena de muerte por herejía para que Egmont regrese a Bruselas, aunque no cree en lo que dice. Gonzalo Pérez es cómplice de esta estrategia, mientras que Eraso no es informado debido a su enriquecimiento ilícito. Egmont regresa a su tierra creyendo que cuenta con el favor del rey, pero en realidad es olvidado. Felipe se centra en Malta y en el encuentro con la regente de Francia en Bayona. Isabel se ofrece a ir en lugar del rey, lo cual sorprende a todos. A su regreso, Isabel ha actuado como una verdadera española y ha cumplido todas las órdenes de Felipe. La corte la admira y respeta, y su madre exclama que es muy española. La reina le pide a Felipe que traiga los restos de san Eugenio a la corte para rezarle todos los días y poder quedarse embarazada.

IV

En este capítulo, se narra la historia de la defensa de Malta contra los turcos. A pesar de saber del ataque con anticipación, las fuerzas cristianas no actuaron con la diligencia necesaria, lo que resultó en una gran inferioridad de fuerzas. Malta contaba solo con seis mil hombres para su defensa, la mitad de los cuales eran soldados reclutados sin experiencia. Las fuerzas turcas, por otro lado, sumaban doscientas cincuenta naves y más de veinte mil hombres. El 18 de mayo comenzó el sitio de Malta, que se caracterizó por la heroicidad de los sitiados y la crueldad de los combates. En venganza por la toma del fuerte de San Telmo, los turcos crucificaron a los caballeros cristianos y arrojaron sus cadáveres al mar. El gran maestre La Valette, al ver esta crueldad, ordenó matar a los presos turcos y utilizar sus cabezas como proyectiles. En la corte, el rey Felipe organizó una flota de refuerzo y muchos voluntarios se embarcaron para luchar contra los turcos. Juan de Austria también quería embarcarse, motivado no solo por la fe y el honor, sino también por el dolor de ser abandonado por la mujer que amaba. Sin embargo, el rey se negó y Juan desobedeció, viajando a Barcelona y luego a Madrid, donde fue llevado por la fuerza. Juan no pudo presenciar la retirada de las tropas turcas y recibió una regañina del rey como premio. La resistencia de Malta se convirtió en un símbolo y el gran maestre La Valette fue considerado un héroe. En agradecimiento, el rey Felipe le regaló una espada y una daga. El encargado de entregar el regalo, fray Rodrigo Maldonado, quedó impresionado al ver a La Valette, quien había gastado todas sus fuerzas defendiendo Malta.

V

En este capítulo, se revela que mientras algunos hombres mueren, otros conspiran por el poder. Ruy Gómez se destaca como el campeón de las intrigas en la corte, habiendo luchado mucho para llegar a donde está y no dispuesto a perder ni un gramo de poder.

Las intrigas de la corte llevan a la destitución de Francisco de Eraso, secretario de Hacienda, debido a sus oscuros negocios y ambiciones. Eraso creía que el rey lo salvaría, pero esto no sucedió. El duque de Alba considera esto como un triunfo, pero Ruy Gómez rápidamente coloca a Juan de Escobedo, un hombre de su confianza, en el puesto vacante.

Ruy Gómez ha logrado atraer incluso a Juan de Austria a su causa. Además, cuando Gonzalo Pérez muere, propone a su "sobrino" Antonio Pérez como su sustituto. Antonio, en realidad, es su hijo y ha sido enviado a estudiar en las mejores universidades europeas. Con tan solo veintiséis años, Antonio es ambicioso e inteligente, y ha aprovechado bien su educación, dominando el italiano y el francés, y teniendo amplios conocimientos de los asuntos del estado.

Los albistas reaccionan rápidamente y proponen a Gabriel de Zayas para evitar el nombramiento de un nuevo Pérez. El rey, de manera sabia, decide no nombrar a ninguno de los candidatos, pero ordena que acudan a los consejos de Estado sin tener un cargo oficial.

El duque de Alba resume acertadamente la actitud del rey al decir: "Este hombre se cae en un río y no se moja".

VI

En este capítulo, se narra cómo en abril de 1566, trescientos caballeros flamencos se presentaron en el palacio de Bruselas para hacer una demostración de fuerza ante Margarita de Parma. Llevaban un escrito llamado el Compromiso de Breda, en el que exigían la anulación del delito de herejía, la libertad religiosa y la abolición de la Inquisición en sus tierras. Aunque Guillermo de Orange y Egmont apoyaron la petición, no la acompañaron para dejar una puerta abierta a la negociación. Margarita se negó a aceptarla.

Un mes después, la furia de Flandes se encendió, orquestada por los calvinistas. Estos seguidores de Juan Calvino, exiliado en Ginebra, propugnaban reformas religiosas y se enfrentaban a la Iglesia católica. El calvinismo se había convertido en una doctrina que reunía a miles de personas en Flandes y respondía a la violencia de la Inquisición con más violencia.

Egmont intentó frenar la violencia, pero fue en vano. Horn se deprimió y se retiró a su casa de campo. Guillermo de Orange, temiendo lo peor, sondeó la posibilidad de contratar tropas en caso de conflicto. Egmont propuso hacer una nueva petición a Margarita, pero esta vez fue rechazada de forma iracunda. Margarita acusó a sus antiguos amigos de traidores y informó a Felipe de la situación.

Los calvinistas continuaron con su furor iconoclasta y se convirtieron en una fuerza desatada. Felipe no heredó la capacidad de negociación de su padre y no logró evitar la guerra.

VII

En este capítulo, Felipe se siente incómodo compartiendo lecho con los huesos de san Eugenio Mártir mientras hace el amor con su esposa. Sin embargo, cuando Isabel da a luz a su hija, Felipe disimula su decepción y decide amarla como a sus hermanas. Mientras tanto, en Flandes, los calvinistas continúan expandiendo su furia y Felipe se enfurece al enterarse de que unos niños han decapitado estatuas de santos en Gante. Dos emisarios llegan a Madrid con una propuesta para solucionar los problemas en Flandes, pero Felipe decide responder defendiendo la fe católica y envía al duque de Alba con un gran ejército. El duque acepta encantado y considera ir a combatir a Flandes como un regalo. Montigny y Berghen, al enterarse de esto, deciden centrarse en el hijo de Felipe, quien tiene el título de príncipe heredero.

VIII

En este capítulo, se narra cómo los moriscos, tras la conquista de Granada por los Reyes Católicos, tuvieron que elegir entre la conversión al catolicismo o el exilio. Muchos de ellos se establecieron en las Alpujarras, conservando su lengua, cultura y tradiciones. A cambio de mantener sus costumbres, aceptaron pagar más impuestos durante cuarenta años. Sin embargo, la Inquisición siempre desconfió de ellos y presionó para que se les quitara sus privilegios. Tras la muerte de Carlos y la llegada de Felipe al trono, las presiones aumentaron y se decidió poner fin al pacto en 1566. En ese momento, la religión se convirtió en la principal razón de Estado para Felipe, debido a los conflictos en Flandes. La Inquisición aprovechó esta situación para acabar con los moriscos, prohibiendo el uso del árabe y sus vestimentas y ceremonias propias. A pesar de los intentos de los moriscos por negociar y defender su continuidad, la nueva pragmática los desposeyó de sus costumbres y lengua, lo que provocó su sublevación. Comenzó así una nueva guerra, en la que la religión fue nuevamente la causa principal.

IX

En este capítulo, los soldados se preparan para ir a las zonas de combate, mientras en la corte todo sigue su curso. Felipe muestra preferencia por Antonio Pérez en lugar de Gabriel de Zayas. Ruy Gómez presenta manjares en la mesa del rey para mantener su posición. Felipe muestra actitudes religiosas debido a su matrimonio con su esposa cerca de los huesos de un santo. Al principio, no ve con buenos ojos a Pérez debido a su hijo ilegítimo, pero Pérez se casa con la madre para legitimarlo. Pérez llega a la corte con la intención de quedarse y se convierte en el protegido de Felipe. El príncipe Carlos se siente excluido y considera a todos sus enemigos. Tiene celos de Pérez por tratar asuntos de Estado con el rey. Carlos intenta hablar con su padre, pero este siempre está ocupado con su hija y esposa. Carlos también se siente frustrado al intentar hablar con Isabel de Valois, ya que siempre está rodeada de gente. Su única esperanza es su posible matrimonio con Ana de Austria. Carlos acumula deudas en juegos de azar mientras espera noticias de la boda. Finalmente, Carlos confronta a su padre y descubre que la boda nunca se celebrará. Carlos pierde el control y se vuelve indisciplinado y soberbio. Intenta agredir al duque de Alba y quema una casa en un ataque de furia. Felipe considera encerrar a Carlos, pero su esposa le suplica que no lo haga. Felipe se pregunta cuál será la próxima fechoría de Carlos.

X

En este capítulo, el duque de Alba llega a Bruselas acompañado de ocho mil hombres de los Tercios Viejos. Su llegada es vista por los flamencos como una declaración de guerra, y el duque crea un nuevo tribunal llamado Consejo de Trublas para juzgar a los herejes y rebeldes. Además, el duque debe poner en marcha nuevos impuestos para financiar la campaña de los Tercios. El rey Felipe le ordena detener a los condes de Horn y Egmont, a pesar de que fueron sus antiguos amigos. Antes de arrestarlos, el duque cena con ellos y luego los detiene junto con sus secretarios y otras personas. Después de la detención, se lleva a cabo la tortura y los condes se acusan mutuamente y a sí mismos de instigar la sublevación y tener simpatía por el movimiento calvinista. El informe del proceso llega a Felipe, quien lo lee mientras está con su esposa e hija. A pesar de su aparente felicidad, Felipe alimenta el odio en su corazón todas las noches, creyendo que así nunca será atacado por las Furias.

XI

En este capítulo, el duque de Alba se convierte en gobernador general de Flandes después de la abdicación de Margarita de Parma. Margarita se retira a Italia debido a que nadie la respeta como interlocutora y es acusada de ser cómplice en la detención de Horn y Egmont. El duque de Alba comienza a ajusticiar a más personas en la hoguera que Valdés en dos años, creando un nuevo mundo en el que se queman libros, se expulsan profesores sospechosos y las amistades se pudren en mazmorras. Mientras tanto, Guillermo de Orange lidera la rebelión en Flandes y recluta tropas en Francia, Alemania e Inglaterra. Envía un mensajero a Madrid para informar al barón de Montigny de la situación en Flandes, quien decide reunirse con el príncipe Carlos. El príncipe muestra su disposición a ir a Flandes y critica a su padre, el rey Felipe. Montigny le recomienda que sea prudente y espere un transporte para sacarlo de Madrid. Sin embargo, el príncipe se emociona y le cuenta la propuesta a su tío Juan de Austria. Juan informa al rey Felipe, quien decide actuar con cautela y vigilar a Montigny. Intercepta una carta de Montigny destinada a Guillermo de Orange y lo detiene. Felipe interroga a Montigny, quien habla pero el rey no cumple su promesa de liberarlo. Felipe reconoce la forma de expresarse de Carlos en las palabras de Montigny y decide detener a su propio hijo.

XII

En este capítulo, Carlos espera noticias de Montigny y se pone en estado de alarma al no recibir ninguna. Pide a un criado una pistola, pero este se ve obligado a descargársela para evitar una tragedia. Poco después, Juan de Austria visita a Carlos y se sorprende de que su sobrino sepa que ha hablado con su padre. Carlos acusa a Juan de traicionarlo y apunta con la pistola, pero no sale ninguna bala. El criado teme las consecuencias de su engaño, pero teme más al rey que a su hijo. Esa misma noche, el rey visita a Carlos acompañado de cuatro hombres armados. Carlos se prepara para lo peor, pero mantiene la compostura y le pregunta a su padre qué va a hacer con él. Felipe no responde y ordena que Carlos quede confinado en sus aposentos.

XIII

En este capítulo, Isabel de Valois decide llevar luto por Carlos, a pesar de la prohibición de Felipe. La reina insiste en visitar a Carlos, y finalmente el rey acepta. Al ver a Carlos, Isabel se encuentra con un fantasma del muchacho que conocía, ya que su salud está cada vez peor. Carlos le pide a Isabel que no vuelva a verlo y ella rompe a llorar. Carlos muere poco después y el rey no llora su pérdida. Isabel, embarazada de siete meses, muere durante el parto de su tercer hijo. Antes de morir, dicta sus últimas voluntades y se despide de su marido. El rey llora desconsoladamente y se sumerge en su dolor. Las furias han entrado en palacio.

13 Funerales, bodas y bautizos (1569)

I

En este capítulo, se narra la muerte del príncipe Carlos, que fue llorada profundamente por Isabel de Valois y el rey Felipe. Además, se relata la ejecución de los condes de Egmont y Horn en Bruselas, lo cual causó gran dolor en Flandes. El duque de Alba creía que al matar a estos dos condes, eliminaba a sus principales enemigos en el campo de batalla, lo cual resultó ser cierto. Sin embargo, esta acción también cortó cualquier posibilidad de negociación futura. Antes de morir, Egmont pronunció unas últimas palabras en las que afirmaba su lealtad al rey y pedía que sus hijos no fueran castigados. Aunque estas palabras no afectaron al duque de Alba, sí conmovieron al público presente. La ejecución de los condes no solo significó la muerte de dos caballeros, sino también la pérdida de toda esperanza de paz. Egmont y Horn fueron considerados mártires de la libertad y la independencia flamenca. Por otro lado, se menciona la rivalidad entre España e Inglaterra, y cómo la reina Isabel Tudor buscaba hacerle la vida difícil a Felipe. Isabel pactó con piratas como Francis Drake y William Hawkins para atacar los barcos españoles que regresaban de América. Felipe, por su parte, decidió incrementar los impuestos en Flandes, corregir la situación con los moriscos y volver a casarse para tener un hijo varón. Antes de tomar estas decisiones, buscó consejo en Dios.

II

En este capítulo, se nos presenta a Juan de Austria, quien es bautizado dos veces: una como hombre y otra como soldado. Después de la muerte de Carlos, Juan pierde su función como acompañante del príncipe de Asturias y busca a su amada, María de Mendoza, sin éxito. Decidido a olvidar su desamor, Juan busca luchar en las Alpujarras y, para su sorpresa, Felipe accede a su petición. Felipe tiene varias razones para permitirlo, una de ellas es que la guerra en las Alpujarras está siendo un desastre. Los moriscos se han organizado y han nombrado a Aben Humeya como su rey. Juan intenta convencer a los habitantes del Albaicín de unirse a su causa, pero fracasa. Los moriscos reciben ayuda de Argelia y su número aumenta rápidamente. La guerra se vuelve brutal, con ambos bandos cometiendo saqueos y asesinatos. En medio de la lucha, los moriscos se dividen en dos facciones y asesinan a Aben Humeya, siendo reemplazado por Aben Aboo. Felipe destituye al marqués de Mondéjar y reemplaza a la milicia por un ejército regular reclutado en Italia y el Levante. Aunque Felipe hubiera preferido que el duque de Alba estuviera al mando, decide que Juan de Austria sea el comandante de sus ejércitos. Ruy Gómez critica esta decisión, ya que considera que Juan es demasiado joven y teme por su vida. Felipe duda si desea la victoria o la derrota de Juan en la guerra, ya que si gana, todos valorarán a su hermano como un gran soldado.

III

En este capítulo, Juana sugiere a Felipe que se case nuevamente para tener un heredero varón. Felipe, aunque dolido por la pérdida de su esposa Isabel, sabe que Juana tiene razón. Recuerda sus dos matrimonios anteriores, que fueron tormentosos. El primer matrimonio con María Manuela fue arruinado por las intromisiones de su padre, y el segundo matrimonio con María Tudor fue con una mujer que fingía estar embarazada. Sin embargo, su matrimonio con Isabel de Valois fue diferente y feliz. Juana sugiere que la hermana de Isabel, Margarita, sea la elegida, pero Felipe se niega porque le recordaría demasiado a Isabel. Entonces, Juana propone a su sobrina Ana, hija de María y Maximiliano. Felipe acepta y Ruy Gómez se encarga de obtener el permiso del Papa Pío V, quien constantemente presiona a Felipe para que invada Inglaterra. Ruy Gómez viaja a Roma y Felipe se despide de él, notando el deseo que siente por la esposa de Ruy Gómez, Ana de Mendoza.

IV

En este capítulo, Felipe se siente atraído por la belleza de Ana de Mendoza, pero se niega a traspasar la barrera de ser la esposa de su amigo Ruy Gómez. Además, el cariño que Isabel, la esposa de Felipe, mostró hacia la princesa de Éboli también es una barrera infranqueable. Sin embargo, la soledad y la lujuria comienzan a mezclarse en el interior del rey, y las barreras que había levantado en relación a Ana caen. En un encuentro en su despacho, Felipe intenta besar a Ana, pero ella se aparta y le recuerda que es la esposa de Ruy Gómez. Ana se marcha enfadada, pero Felipe le pide que nadie se entere de lo sucedido. Ana, enojada, le responde que ella también guarda secretos que él desconoce. Al salir al pasillo, Ana llora y es consolada por Antonio Pérez, quien se entera de lo sucedido y promete guardar el secreto. Sin embargo, la noticia se convierte en un arma en manos de Pérez.

V

En este capítulo, Guillermo de Orange acusa a Felipe de ser el asesino de su propio hijo, lo que provoca la reacción inmediata de Felipe de poner precio a la cabeza de Guillermo. Felipe se pregunta si hay un crimen mayor a los ojos de Dios que matar a tu descendencia y se siente incómodo por no haber podido controlar sus instintos con Ana de Mendoza. Además, se preocupa por qué secreto de la corte conoce la princesa de Éboli que él desconoce. Cuando Ruy Gómez llega con buenas noticias de Roma, Felipe disimula su tribulación y le pide al duque de Alba que consiga la cabeza de Guillermo de Orange. El duque, sin embargo, se sorprende y piensa que invadir Inglaterra no es tan fácil como Felipe cree. A pesar de esto, el duque acepta quedarse en Flandes, pero empieza a desconfiar de Felipe y decide guardar sus espaldas ante su propio rey.

VI

En este capítulo, se narra la participación de Juan de Austria en la rebelión de las Alpujarras. A pesar de su juventud, demostró ser un líder valiente y determinado. Su hermano, el rey, lo apoyó con refuerzos militares, pero fue la determinación de Juan la que destacó. Luchó con ferocidad, incluso después de ser herido, y su fama creció entre sus soldados y otros comandantes. Se le comparó con leyendas militares y se le llamó el nuevo duque de Alba. Juan diseñaba las estrategias de ataque y lideraba a sus soldados en la batalla. Su actitud valiente impresionó a sus compañeros, quienes comentaron que parecía buscar la muerte. Juan no hacía prisioneros y castigaba a los rebeldes quemando sus cultivos y convirtiendo a los sobrevivientes en esclavos. Finalmente, la rebelión fue sofocada y Juan de Austria pactó la rendición. Esta victoria fue un regalo de bodas para su hermano Felipe.

VII

En este capítulo, Ana de Austria llega a Segovia en noviembre de 1570. Felipe recuerda la única vez que vio a su sobrina cuando era niña y le dijo que sería una mujer hermosa. A sus veintiún años, Ana tiene el cabello rubio y la piel pálida, pareciendo más alemana que española. María, la madre de Ana, sonríe al ver a Felipe y menciona que pronto lo llamará esposo en lugar de tío. Juana, presente en la escena, se siente aliviada al ver que Ana tiene un carácter abierto y alegre. Ana parece físicamente diferente a Isabel de Valois, lo que ayuda a Felipe a no recordar dolorosas similitudes. La noche de bodas, Ana deja claro a Felipe que está feliz de cumplir su destino de darle un heredero. En el lecho, Ana actúa con elegancia y pasión, sorprendiendo a Felipe. Él le pide una tregua debido a su edad y ella se muestra decepcionada. Ana le dice que no es viejo, sino eterno, y que sus hijos gobernarán tierras lejanas. Felipe se emociona y abraza a Ana, sintiéndose feliz de nuevo. Aunque Felipe no se siente eterno debido a sus problemas de salud, sabe que Dios le ha dado otro regalo en forma de Ana.

VIII

En este capítulo, se narra la consecuencia principal de la victoria cristiana en las Alpujarras, que fue la deportación de los ochenta mil moriscos supervivientes a otros territorios de la corona. A cambio, se repobló la zona con cristianos de Galicia y Asturias. Los moriscos se marcharon dejando atrás sus hogares, bienes, ancianos y enfermos. Muchos de ellos no llegaron a sus destinos y quedaron diseminados o muertos. Juan de Austria, impresionado por las condiciones del traslado, decidió volver a la corte y pensar en nuevas empresas. En la corte, Juan fue recibido por el rey Felipe, Ruy Gómez y Antonio Pérez. Juan expresó su deseo de buscar un nuevo destino, lo cual molestó a su hermano. Después de la reunión, Antonio Pérez comentó la ambición de Juan, lo cual preocupó a Felipe. Ruy Gómez intentó calmar la situación, pero Felipe le pidió que continuara hablando. Ruy Gómez aconsejó a Felipe que apoyara a su hermano, ya que lo consideraba leal y valiente. Además, mencionó que no siempre se podía confiar en el duque de Alba en tiempos de guerra. Felipe, conocedor de las disputas entre albistas y ebolistas, respondió con una puya. Ruy Gómez le aseguró que no había ambición detrás de sus palabras y reveló que estaba enfermo de pena. Finalmente, confesó a Felipe que sospechaba que su esposa le estaba siendo infiel y estaba investigando para confirmarlo. Felipe, sorprendido, disimuló su reacción.

IX

En este capítulo, el rey Felipe II nombra a Juan de Austria como capitán general de la Armada de la Santa Liga y se embarcan rumbo a Chipre. Mientras tanto, el rey sigue supervisando las obras de El Escorial y pasa tiempo en Aranjuez y Valsaín con su nueva esposa Ana de Austria, quien está embarazada. Felipe se siente aliviado al ver la naturalidad con la que Ana lleva su embarazo. Además, Ana se convierte en una madre para las hijas que Felipe tuvo con su anterior esposa, Isabel. Felipe decide evitar a la esposa de Ruy Gómez y le pide a Ana que elija a las damas de su compañía, excluyendo a la princesa de Éboli. Por otro lado, Juan de Austria se prepara para liderar la flota cristiana en la batalla contra los turcos en el golfo de Lepanto. A pesar de las discrepancias entre los comandantes, Juan logra imponer su estrategia y ordena que soldados españoles combatan en los barcos venecianos y genoveses. La batalla comienza y, a pesar de la superioridad numérica de los turcos, los cristianos aceptan el desafío. La batalla es confusa y sangrienta, pero finalmente los cristianos logran la victoria. Juan de Austria es elogiado por su determinación y estrategia en la batalla. La flota captura numerosas galeras enemigas y prisioneros. Después de la batalla, los supervivientes regresan a Mesina. Juan de Austria regresa en silencio, impresionado por la batalla y agradecido por seguir con vida.

X

En este capítulo, Venecia envía a su embajador, Leonardo Donà, a informar al rey Felipe de todo lo sucedido en la batalla de Lepanto. Aunque Felipe ya estaba al tanto de los acontecimientos, escucha atentamente a Donà para no hacerle sentir que su viaje fue en vano. Al final de la conversación, Donà le pide ayuda al rey para convencer al Papa de asesinar a los prisioneros turcos, ya que las torturas no han dado resultados. Felipe acepta. Sin embargo, días después, el Papa exige que los prisioneros no sean ejecutados y que sean llevados a Roma. Felipe accede para quedar bien con el Papa.

Luego, se celebran fiestas y se encargan obras conmemorativas del triunfo en Lepanto. Felipe encarga un cuadro a Tiziano y el Papa a Giorgio Vasari. Juan de Austria envía el estandarte del almirante otomano y faroles de las galeras turcas al Escorial. Felipe también encarga a Ambrosio de Morales y Fernando de Herrera que escriban crónicas sobre la victoria. Incluso un poeta portugués dedica un poema épico al rey. A pesar de todas las celebraciones, el rey tiene tres preocupaciones: la tristeza de Ruy Gómez, la popularidad de su hermano Juan y el embarazo de su esposa Ana.

En cuanto a Ruy Gómez, el rey decide ponerlo a prueba y ordena a Antonio Pérez que le envíe cartas hablando mal de él. Pérez se sorprende ante esta petición, pero finalmente entiende que el rey quiere conocer los verdaderos sentimientos de su hermano. Pérez acepta el encargo y se muestra admirado por la estratagema del rey.

14 Nadie es de fiar (1572)

I

En este capítulo, se describe la época de desconfianza y temor en la que vivía España durante la Inquisición. Se menciona cómo la Inquisición perseguía a aquellos que pensaban diferente y cómo esto llevó a la muerte de inocentes en la hoguera. Se destaca el caso de fray Luis de León, un hombre de gran calidad humana e intelectual, y de Teresa de Jesús, una mujer apasionada por la religión, quienes fueron perseguidos por el Santo Oficio. Felipe II, el rey en ese momento, no mostró interés en reparar estas injusticias, ya que la Inquisición era su policía y se basaba en la desconfianza. El poder había cambiado a Felipe, quien ahora gobernaba basándose en la prevención y la desconfianza. Era conocido por ser prudente y receloso, y se decía que guardaba sus pensamientos para sí mismo. Felipe era curioso y violaba la correspondencia privada, incluso interceptaba las cartas de sus ministros y de su difunta esposa. Contrató y adiestró a funcionarios para abrir y cerrar cartas sin dejar rastro. Su capacidad de lectura era extraordinaria y se decía que había llegado a firmar más de cuatrocientas cartas en un día. Felipe era obsesionado con el secreto y la disimulación, y exigía a sus ministros que no se dejaran vigilar por nadie. Daba órdenes de palabra y destruía las cartas que podían traerle problemas. A pesar de su habilidad investigadora, no pudo descubrir el secreto sugerido por Ana de Mendoza ni obtener información sobre si la princesa de Éboli había revelado lo ocurrido entre ellos.

II

En este capítulo, se plantea la incertidumbre sobre la presencia de la gran armada de la Liga Santa en Mesina después de la victoria en la batalla de Lepanto. Se cuestiona por qué no se dispersa y se especula sobre las posibles razones. Los diferentes reinos y países desconfían de esta fuerza militar, ya sea por motivos políticos o religiosos. El Papa desea que la flota parta hacia Inglaterra para derrocar a la reina Isabel, quien también teme a esta poderosa flota debido a un complot reciente descubierto en su contra. Por otro lado, se menciona la matanza de San Bartolomé en Francia y la amenaza que representa Gaspar de Coligny para los Países Bajos. Mientras tanto, las tropas españolas acuarteladas en Mesina intentan olvidar los horrores de la batalla y Juan de Austria se siente frustrado por la falta de reconocimiento de su hermano, el rey Felipe II. Juan sospecha de las intenciones de su secretario, Antonio Pérez, y decide esperar el momento adecuado para pedir los honores que cree merecer. Pronto, se le presenta la oportunidad de convertirse en rey de Albania.

III

En este capítulo, Ruy Gómez revela al rey Felipe II que ha sido propuesto como rey de Albania, lo cual sorprende a todos en la sala. Aunque el rey rechaza la oferta, Ruy Gómez sugiere mantener una relación cordial con los albaneses para asegurar una posible alianza en el futuro. Mientras Antonio Pérez conversa con el rey, Ruy Gómez se abstrae y reflexiona sobre su aburrimiento en su trabajo y su deseo de retirarse y pasar tiempo con su esposa e hijos. A pesar de haber sido quien aconsejó al joven Felipe sobre las relaciones amorosas, Ruy Gómez se siente traicionado por Pérez, quien intentó seducir a su esposa. Además, Ruy Gómez nota que su influencia en el rey ha disminuido debido a la ascendencia de Pérez y Diego de Espinosa. Aunque Ruy Gómez odia a los papas, debe cumplir con su trabajo de tratar con ellos. A pesar de preferir a Espinosa, el rey le informa a Ruy Gómez que Espinosa ha fallecido. Ruy Gómez finge seriedad, pero en realidad se siente satisfecho por la muerte de Espinosa, a quien había deseado la muerte. Sin embargo, disimula su alegría y muestra su pesar por la noticia.

IV

En este capítulo, el rey Felipe II lamenta la muerte de Espinosa y le dedica unas palabras en su funeral. También se entera de la muerte de Francisco de Borja, y aunque Ruy Gómez siente la pérdida, critica que no haya estado más atento a predicar para los pobres en lugar de negociar cargos eclesiásticos. La princesa Juana entra en depresión por la muerte de Borja y se recluye en su monasterio. El rey recibe una carta de su hermano Juan pidiendo el título de infante, pero decide no responder debido a otros problemas más importantes, como la intervención de tropas protestantes francesas e inglesas en los Países Bajos. El duque de Alba resiste en Flandes, pero su petición de relevo es denegada y el rey tarda en enviar al duque de Medinaceli en su lugar. Al llegar a Flandes, Medinaceli se encuentra en medio de una batalla y el duque de Alba lo recibe con desagrado. Medinaceli se ofende por las palabras de Alba, pero este último le hace ver que los flamencos ya no le temen. A pesar de ofrecerle el relevo, Alba decide seguir luchando en Flandes. Sus soldados, que no reciben sueldo, saquean y violan para mantenerse satisfechos. Los Tercios españoles se diferencian de los extranjeros en que los españoles se sublevan después de la batalla cuando no cobran.

V

En este capítulo, Felipe está decidido a poner fin a la guerra de Flandes a cualquier precio. Está dispuesto a perdonar y pactar todo lo que no había hecho antes. La situación económica precaria está logrando lo que la lógica política no pudo. Sin embargo, su principal problema resulta ser el duque de Alba, quien está obsesionado con terminar "su" guerra lo más rápido posible. Ha olvidado su papel como gobernador y se ha convertido en el azote de Flandes. No importa si la ciudad que se levanta contra él es pequeña o grande, él acude personalmente para arrasarla. Su política de mano dura está convirtiendo a Flandes en un polvorín a punto de estallar. La negativa del duque a abandonar su puesto de gobernador en manos del duque de Medinaceli ha contrariado al rey y alegrado a sus enemigos. Ruy Gómez y Antonio Pérez ya no tienen que desacreditar al duque de Alba, él se basta solo. Felipe tampoco está contento con el duque de Medinaceli, ya que en lugar de controlar al otro duque, parece gastar sus fuerzas en criticar ferozmente a Alba en largas cartas al rey. Como respuesta, el rey decide que ninguno de los dos siga en Flandes y nombra a su amigo de la infancia, Luis de Requesens, como gobernador. A Requesens le da pánico ir a Flandes, ya que como gobernador de Lombardía, ha escuchado noticias de la barbarie de la guerra. Sin embargo, las instrucciones que recibe de Felipe son levantar la mano, conceder perdones y bajar impuestos para pacificar la región. Cuando Requesens llega a Flandes, se da cuenta de que es demasiado tarde. La rabia contra los españoles crece cada día y la ciudad de Alkmaar resiste a los invencibles Tercios. Requesens intenta reconducir la situación ofreciendo un perdón general y clausurando el Tribunal de Trublas, pero no tiene éxito. Cada cesión de poder y perdón que ofrece es visto como debilidad por los flamencos, y estos redoblan sus ataques. Requesens se ve obligado a dejar de lado la diplomacia y luchar. Se da cuenta de que el duque de Alba es el emisario del horror y recuerda la ejecución pública de Egmont y Horn, quienes se han convertido en mártires de la causa flamenca. Contemplando los campos de Flandes y los pueblos humeantes, Requesens se siente como un mártir sin causa.

VI

En este capítulo, se destaca la inteligencia y astucia de Antonio Pérez, quien es protegido por Ruy Gómez en la corte. Ruy Gómez es un hombre muy apreciado por todos, y cuando descubre que Pérez está escribiendo cartas difamando al rey Felipe a su hermano don Juan, se da cuenta de que Pérez está siguiendo órdenes del propio rey. Ruy Gómez advierte a Pérez sobre las consecuencias de sus acciones y la falta de pruebas en su favor. Sin embargo, Pérez reacciona con ira y humilla a Ruy Gómez. Poco después, Ruy Gómez sufre un ataque al corazón y se encuentra al borde de la muerte. El rey Felipe intenta disculparse con él, pero Ruy Gómez revela que también guarda secretos. Finalmente, Ruy Gómez fallece y el rey siente un profundo odio hacia Ana de Mendoza, la princesa viuda de Éboli, a quien considera responsable de los secretos que le ocultan. El capítulo termina con la llegada del segundo hijo del rey en agosto de 1573.

VII

En este capítulo, se describe la vida familiar del rey Felipe y su esposa Ana. A pesar de sus responsabilidades, el rey encuentra paz en su vida familiar. Ana, quien prometió darle un heredero, está a punto de dar a luz nuevamente. Ella se esfuerza por asegurar un posible nuevo embarazo. Felipe se siente rejuvenecido y lleno de energía gracias a Ana. Como esposa del rey, Ana se enfoca en su papel familiar y evita hablar de asuntos de gobierno para permitir que su esposo se relaje. Las hijas de Isabel de Valois, Clara y Catalina, se llevan bien con Ana y la consideran su madre. Felipe tiene una predilección especial por Clara, quien a los siete años muestra habilidades excepcionales en el lenguaje y la lectura. Ana enseña a las hermanas palabras en alemán, y Clara muestra un gran conocimiento del latín. Clara también destaca por su prudencia y discreción al no alardear de sus conocimientos. Un día, Clara lee un libro en latín sobre Cristo y sorprende a su padre con su habilidad para leerlo. Felipe llama a sus maestros para que confirmen la destreza de Clara en el latín. Impresionado, Felipe se siente orgulloso de su hija y la anima a seguir siendo humilde. A partir de ese momento, Clara acompaña a su padre al despacho y tiene acceso a su biblioteca. Felipe despide a los profesores de Clara, ya que considera que no supieron reconocer su talento.

VIII

En este capítulo, Ana, la esposa de Felipe, está a punto de dar a luz a su segundo hijo. Mientras tanto, la princesa Juana, hermana de Felipe, ha estado retirada en un convento desde la muerte de Francisco de Borja. Sin embargo, ahora está de regreso en la corte para apoyar a Ana durante el parto. Felipe nota que Juana ha cambiado, está más delgada y su carácter ha suavizado. Parece menos preocupada por los asuntos mundanos y tal vez tenga dudas sobre su fe. Durante el parto, Ana da a luz a un niño llamado Carlos Lorenzo. Juana sostiene al bebé y se emociona hasta el punto de llorar, considerando cada nacimiento como un milagro. Después del parto, Felipe habla con Juana y se preocupa por su salud emocional. Juana le dice que está disfrutando cada momento de la vida y que sueña con su hijo y su pasado. Felipe se preocupa aún más cuando Juana menciona que los muertos la visitan en sueños. A pesar de las preocupaciones de Felipe, Juana le asegura que está lista para partir. Juana muere poco después del nacimiento de Carlos Lorenzo y es enterrada en el monasterio de las Descalzas Reales. Felipe reflexiona sobre la injusticia de que los jóvenes mueran antes que los ancianos y también descubre que Juana era en realidad una mujer disfrazada de jesuita llamada Mateo Sánchez. Este secreto fue guardado por Ignacio de Loyola y Francisco de Borja. Felipe se da cuenta de que incluso las personas más cercanas no son de confianza.

15 Intrigas y desatinos (1573)

I

En este capítulo, se narra cómo Felipe decide añadir a Mateo Vázquez a su equipo de secretarios, junto a Zayas y Antonio Pérez, después de las muertes de Espinosa y Ruy Gómez. Mateo Vázquez era considerado un hombre eficaz y trabajador, aunque también ambicioso e intrigante. Su motivación para llegar tan alto no era la ambición ni la vanidad, sino la lucha por salir de la pobreza gracias al sacrificio de su madre, Isabel. La historia oficial sobre su infancia cuenta que fue capturado por piratas berberiscos junto a sus padres, pero solo se sabe de la liberación de su madre embarazada y de su hermana en Sevilla. Se desconoce qué pasó con su padre. Mateo Vázquez comenzó a ascender en la escala social al servicio de Juan de Ovando y luego de Diego de Espinosa. Tras la muerte de Espinosa, el rey lo llamó a su servicio y le informó de que sería uno de sus secretarios. Felipe elogió a Espinosa y dejó claro a Vázquez lo que esperaba de él en su nuevo cargo. Vázquez salió de la reunión decidido a ser leal al rey y a no involucrarse en intrigas ni formar parte de bandos. Aceptaría lo que el rey le diera, pero nunca le pediría nada. Al recordar a su madre, Vázquez se sintió orgulloso de haber llegado tan lejos y le prometió que no la había fallado.

II

En este capítulo, Mateo Vázquez recibe la orden de vigilar a la viuda de Ruy Gómez, Ana de Mendoza. Sin embargo, Ana decide ingresar a un convento carmelita en Pastrana, pero no renuncia a sus privilegios de gran dama y obliga a su madre y a dos de sus damas a acompañarla. La priora del convento se muestra preocupada por la llegada de Ana, ya que vive de forma cómoda y exige ser tratada con respeto. Muchas de las monjas deciden pedir ser trasladadas a otros conventos bajo el auspicio de Teresa de Jesús. Ana y Teresa tienen un enfrentamiento debido a sus personalidades fuertes y finalmente las monjas de Pastrana son trasladadas a un nuevo convento en Segovia. Despechada, Ana ordena traer monjas franciscanas y Mateo Vázquez informa al rey sobre la situación. Aunque el rey ordena que Ana cuide de sus hijos, ella decide vengarse de Teresa y hace una denuncia anónima a la Inquisición sobre el Libro de la Vida. Además de vigilar a Ana, Vázquez decide también vigilar a Antonio Pérez, a quien considera un intrigante y su enemigo natural. El rey divide los problemas en dos, asignando a Vázquez la tarea de vigilar a Ana y a Pérez la de vigilar a Juan de Austria. El rey se encargará personalmente del duque de Alba.

III

En este capítulo, Felipe II planea cómo deshacerse del duque de Alba, quien es una figura legendaria en Castilla. El rey está convencido de que el duque debe pagar por su rebeldía, sus excesos en la guerra y su descuido de las finanzas en Flandes. El duque de Medinaceli informa al rey sobre todas estas culpas y sugiere que se le castigue. Sin embargo, Antonio Pérez advierte al rey que no sería conveniente castigar públicamente al duque por su actuación en Flandes, ya que esto desacreditaría la política del rey en esa región. Pérez propone castigar al duque por otro motivo: su hijo Fadrique había prometido matrimonio a Magdalena de Guzmán, pero no cumplió su palabra, lo que resultó en su arresto y el encierro de Magdalena en un monasterio. Después de las gestiones de su padre, Fadrique fue liberado a cambio de un destierro de tres años en Orán. Sin embargo, el rey también olvidó su promesa y ordenó que Fadrique cumpliera el resto de su destierro. Esto enfureció al duque de Alba, quien comenzó a quejarse públicamente. Muchos nobles tomaron partido por él y el rey decidió permitirle vivir en Tordesillas a cambio de casarse con Magdalena. El duque se enfrenta al rey y le reprocha su falta de gratitud. A pesar de su enfado, el duque logra que su hijo permanezca en Tordesillas, pero se niega a casarse con Magdalena. El duque se siente humillado y considera que el rey no tiene sentido del honor. Aunque Felipe II es el rey, el duque sabe que debe callarse.

IV

En este capítulo, Felipe está molesto por el abandono de Venecia de la Santa Liga y su pacto de paz con el sultán, dejando a España sola en la defensa del Mediterráneo. Incapaz de mantener dos frentes abiertos, decide mirar hacia otro lado y olvidarse de recuperar plazas que serían difíciles de defender. Sin embargo, Juan de Austria y el nuevo Papa, Gregorio XIII, no están de acuerdo. El 9 de octubre de 1573, Juan desembarca en Túnez y Bizerta se rinde sin luchar. A pesar de tener el apoyo del Papa, Felipe ordena abandonar los fuertes de Túnez, pero Juan se enfrenta a él y manda construir otro. Felipe se exaspera y se enfada al enterarse de la construcción del nuevo fuerte. El Papa propone que Juan invada Inglaterra y se case con María Estuardo, pero Felipe se niega. Aunque Juan está amargado, sigue siendo leal a su hermano y no cae en las trampas de Antonio Pérez. Sin embargo, empieza a dudar si Pérez está escribiendo las cartas por orden de Felipe o si el verdadero intrigante es su hermano.

V

En este capítulo, el duque de Alba recibe noticias de la batalla de Mook, donde los Tercios derrotan a las tropas de Luis de Nassau, hermano de Guillermo de Orange. A pesar de la victoria, los Tercios se amotinan debido a la falta de pago de sus sueldos. Luis de Requesens propone medidas alternativas para poner fin al conflicto en Flandes, como anegar las tierras o quemar las villas. También se considera la opción de asesinar a Guillermo de Orange, líder enemigo. Se intentan tres atentados, pero ninguno tiene éxito. Mientras tanto, una flota turca se acerca a Túnez y Don Juan de Austria pide permiso para defender la plaza, pero Felipe le ordena ir a Génova. La flota real intenta defender Túnez, pero no logra evitar su caída. La noticia llega a Flandes y Guillermo de Orange aprovecha la debilidad de España para proponer negociaciones. En octubre de 1574, el ejército real sufre continuas derrotas y los rebeldes destruyen los diques, inundando las trincheras españolas en Leyden. Guillermo de Orange entra triunfante en Leyden y los ciudadanos le piden una universidad como recompensa por su heroica defensa.

VI

En este capítulo, Ana de Austria intenta consolar a un abatido Felipe, pero ya no pueden negar la realidad de las derrotas y problemas del reino. Felipe confiesa a su esposa sus problemas en Flandes, Túnez y La Goleta, pero nunca le habla de su hermano Juan ni de sus triunfos. A pesar de esto, Felipe encuentra consuelo en su esposa y en sus hijos antes de dormir. Sin embargo, al despertar, sus problemas lo esperan y su salud se debilita. Decide partir hacia El Escorial para distraerse y ocupar su mente en otros asuntos. Una vez allí, se dedica a supervisar la construcción del monasterio y se muestra interesado en la arquitectura y el mobiliario. Su principal interlocutor en El Escorial es Juan de Herrera, quien ha asumido el desarrollo de la construcción. Felipe demuestra tener amplios conocimientos sobre pintura, arquitectura y mobiliario. Aunque Herrera trabaja más a gusto sin la presencia del rey, reconoce que Felipe sabe mucho sobre arquitectura sin haber estudiado. Felipe muestra su amor por la traza urbana a la italiana y explica que El Escorial no está hecho a medida del hombre, sino de Dios. La magnitud del edificio y su multitud de usos lo convierten en un complejo arquitectónico y una cámara de las maravillas. A pesar de que ya se han construido algunas partes, Herrera calcula que pasarán otros diez años hasta su culminación. Felipe se pregunta si estará vivo para entonces y si tendrá menos problemas. Sin embargo, encuentra consuelo en su esposa, quien acaba de anunciarle que está embarazada nuevamente.

VII

En este capítulo, Felipe se encuentra abrumado por los problemas y las demandas de dinero que llegan a su despacho. A pesar de ser el rey, se cuestiona si los demás creen que es Dios. Las derrotas y la miseria han disminuido su espíritu de grandeza. El nuncio del papa en Madrid, Nicolás de Ormanetto, insiste en que su hermano, Juan de Austria, lidere la invasión de Inglaterra. El secretario de Juan de Austria, Escobedo, llega a Madrid en busca de fondos para la flota que vigila el Mediterráneo. Ovando, temiendo que venga por dinero, se queja al rey de la situación económica del reino. A pesar de la crisis, Felipe no comprende la gravedad de la situación y se queja de estar agotado. El rey se sumerge en la lectura de documentos y no presta atención a los consejos de sus secretarios. Finalmente, accede a dar fondos a su hermano para la flota y lo nombra Vicario de las regiones italianas. Antonio Pérez se preocupa por el poder de Juan de Austria y no está dispuesto a dejarlo escapar. Requesens advierte al rey sobre la situación en Flandes y cuestiona la utilidad de la empresa inglesa. Mientras tanto, Felipe sufre la pérdida de su hijo Carlos Lorenzo y trata de consolar a su esposa Ana de Austria, quien da a luz a otro niño llamado Diego Félix.

VIII

En este capítulo, se relatan una serie de acontecimientos que afectan a Felipe y a la corte. Felipe se ve presionado por el Papa para apoyar a Juan, pero su apoyo resulta ser solo una promesa vacía. La corte se ve inundada de malas noticias y los problemas económicos se agravan cuando Felipe se ve obligado a suspender los pagos de la deuda pública. Además, la deuda con los soldados que luchan en Flandes y esperan ataques turcos asciende a seis millones de ducados. Mientras tanto, Guillermo de Orange aprovecha la situación para propagar su propaganda contra España. La Navidad y el nuevo año son tristes para Felipe, y la situación empeora cuando Luis de Requesens muere de peste. Flandes queda en manos de un consejo sumiso y las villas leales al rey comienzan a cambiar de bando. La revolución se desata y Requesens se siente como un mártir sin causa.

IX

En este capítulo, Felipe recibe la noticia de la muerte de su amigo de infancia, Luis de Requesens, pero no derrama lágrimas. En honor a él, ordena que su cadáver sea trasladado a Barcelona. Aunque por unos minutos los recuerdos de su infancia lo invaden, Felipe decide no perder tiempo en el pasado y seguir trabajando. Además, la pérdida de su hijo Carlos Lorenzo y los problemas diarios lo han llevado a un nuevo ensimismamiento. Ahora, Felipe necesita encontrar una solución al conflicto en Flandes y su única opción es su hermano Juan, a quien quiere enviar como gobernador. Aunque Juan siempre ha sido leal a Felipe, recibe la noticia con desconfianza y se pregunta si podrá superar esta prueba y qué ganará si lo logra. A pesar de sus hazañas, Juan no ha logrado cumplir sus sueños de ser tratado como parte de la familia real. Felipe ha negado varias oportunidades a Juan, como ser rey de Albania o Túnez, y ahora lo envía a Flandes sabiendo que la suspensión de pagos está cerca. Juan teme morir crucificado como Pedro a Cristo.

16 La mala semilla (1576)

I

En este capítulo, se narra cómo Felipe II comienza a enfrentar las consecuencias de sus acciones. A pesar de ser previsor, no calculó correctamente el impacto que tendrían sus actos. Aunque la corona le permite no pedir perdón por sus errores, Felipe nunca se disculpó con su hermano Juan por negarle su condición de alteza. En mayo, Felipe nombra a Juan gobernador de Flandes, sin esperar ninguna objeción por parte de su hermano. Sin embargo, la respuesta de Juan no fue de alegría ni lealtad, sino que informó sobre la próxima visita de su secretario, Juan de Escobedo, a la corte. Antonio Pérez, al intuir problemas, entra en pánico y pide a Escobedo que se reúna con él en Alcalá de Henares antes de llegar a Madrid. Pérez había destituido a su anterior secretario, Juan de Soto, y había elegido a Escobedo como su reemplazo para vigilar y controlar a Juan. Sin embargo, ahora Escobedo se presenta ante el rey como portavoz de Juan, lo que desconcierta a Pérez. En su encuentro en Alcalá, Pérez le pregunta a Escobedo sobre su actitud, pero este responde con serenidad y firmeza. Pérez intenta cambiar su actitud y le pide a Escobedo que cene en su casa después de su entrevista con el rey. Escobedo acepta la invitación y se despiden. Pérez cree que ha logrado engañar a Escobedo, pero en realidad, ambos han sido engañados. Mateo Vázquez, el nuevo secretario, sigue buscando errores en la conducta de Pérez y envía a un criado para informarse sobre la reunión entre Pérez y Escobedo.

II

En este capítulo, Juan le pide a su hermano Felipe, a través de su secretario Escobedo, medios y reconocimiento. También le pide que le permita invadir Inglaterra una vez que se haya logrado la pacificación de Flandes. Juan está obsesionado con convertirse en rey y ya ha tenido la oportunidad de serlo en Albania y Túnez, pero su hermano se lo ha negado. Sin embargo, ahora cuenta con el apoyo del Papa para ser rey de Inglaterra y no quiere desaprovechar esta oportunidad.

Felipe no puede responder con su famoso "ya me lo pensaré" porque las noticias que le llegan de Flandes confirman el pesimismo del fallecido Requesens: la revolución total está cerca y es necesario actuar de inmediato. Por lo tanto, en lugar de eso, Escobedo recibe una respuesta afirmativa y se va contento.

Después de que Escobedo se va, Felipe se queda a solas con Antonio Pérez y se enfada, reprochándole que le había dicho que podían confiar en Escobedo. Pérez podría haberle respondido que fue el propio Felipe quien nombró a Escobedo, pero discutir las contradicciones con Felipe no era una buena idea. Además, un rey solo recuerda sus aciertos y nunca sus errores.

Antes de recibir otro reproche, Pérez tranquiliza a Felipe diciéndole que encontrará la manera de que Escobedo regrese a sus filas. Felipe le dice que haga lo que tenga que hacer.

Cuando Pérez se va, Felipe no puede dejar de pensar en su hermano Juan. Recuerda la primera vez que lo vio cuando era solo un niño, tímido y humilde, cuidando cada palabra que pronunciaba. Ahora, ese niño es un hombre de casi treinta años y se atreve a ponerle condiciones. Felipe considera a Juan como el ejemplo más terrible de ingratitud.

Sin embargo, otros consideran que la actitud de Felipe hacia su hermano es el claro reflejo de los celos. Dicen que el rey no puede soportar que, a pesar de su juventud, Juan sea ya un mito para toda la cristiandad y esté protegido por el Papa.

El rey tiene el poder, pero su hermano tiene la fama. Es como si el emperador Carlos hubiera repartido sus virtudes entre sus dos hijos. Felipe es el cerebro y Juan es el guerrero.

En realidad, esta no es la única diferencia entre los dos hermanos, aparte de haber nacido de madres diferentes. Son diferentes incluso en sus defectos. Felipe es víctima de la desconfianza y la intriga, mientras que Juan es ambicioso y desea la gloria.

Demasiados ingredientes para un mismo guiso.

III

En este capítulo, Escobedo visita la lujosa casa de Antonio Pérez y queda impresionado por su mobiliario y obras de arte, incluyendo dos pinturas de Tiziano. Durante su reunión, Pérez intenta averiguar la opinión de Escobedo sobre la aceptación de don Juan de Austria como gobernador de Flandes. Escobedo muestra desconfianza hacia Pérez, pero este intenta ganarse su confianza revelándole información confidencial. Pérez revela que el Papa apoya a don Juan en su enfrentamiento con su hermano, el rey Felipe. También revela las razones por las que el rey teme a don Juan, incluyendo el hecho de que el pueblo castellano considera a don Juan como el nuevo duque de Alba. Pérez afirma que el rey teme que don Juan pueda reclamar el trono de España si algo le sucede. Escobedo intuye que algo de esto ha estado sucediendo durante algún tiempo. Pérez también revela que ha estado informando a don Juan sobre estos asuntos durante más de tres años.

IV

En este capítulo, Escobedo llega a Milán y le cuenta a don Juan de Austria todo lo que le ha dicho Antonio Pérez. Don Juan se sorprende al enterarse de las cartas que Pérez les escribe y les pregunta si alguna vez le han respondido. Escobedo le asegura que siempre han respondido, pero nunca han hablado mal del rey en sus respuestas. Don Juan le pregunta si guardan las cartas de Pérez y Escobedo confirma que las guardan todas.

Ambos guardan silencio y Escobedo comienza a dudar de qué hacer. Mirando a don Juan, se da cuenta de que lo han enviado a espiarlo, pero ahora se ha convertido en su consejero más fiel. Escobedo se sorprende de su cambio de actitud y cree que es gracias a la nobleza de don Juan. Descubre en él una virtud inusual en esos tiempos: la sinceridad. Don Juan no sabe intrigar ni tiene doblez.

A sus treinta años, don Juan vive la vida con la misma alegría que cuando era niño en las calles de Leganés. Aunque ahora sabe que es hijo del emperador, sigue siendo el mismo en esencia. Escobedo también destaca la humildad y el temor de Dios como características de don Juan. Recuerda cómo don Juan le habló de sus victorias, no mencionando su estrategia o los enemigos que mató, sino la pena que sintió al ver a las familias dejar sus hogares en las Alpujarras y el miedo que experimentó en la batalla de Lepanto.

Don Juan, joven y atractivo, disfruta de la vida en fiestas y amoríos. No muestra vanidad en su comportamiento, pero sí busca el reconocimiento y el amor de su hermano. Quiere que el rey reconozca no solo sus servicios, sino también su sangre, que es la misma que la del rey, heredada del emperador Carlos.

Escobedo ha dejado de ser un espía para convertirse en el hermano mayor de don Juan. Cree que es hora de que ellos también se conviertan en intrigantes y pongan trampas para atrapar a sus enemigos. Deciden escribir una carta al rey agradeciéndole que haya aceptado todas sus condiciones y citarán cada una de ellas en la carta. Escobedo se asegurará de que varios notarios den fe de lo escrito en la carta. Si el rey responde, significará que ha aceptado las condiciones tácitamente.

Don Juan reflexiona sobre la idea de Escobedo y se pregunta qué sucederá si su hermano no responde. Escobedo sabe que Felipe suele dar órdenes complicadas de viva voz para evitar pruebas de sus errores. Pero ahora tendrá que comprometerse y cumplir con lo prometido.

V

En este capítulo, Felipe está desesperado porque solo ha recibido una carta de agradecimiento de su hermano por aceptar las condiciones que le había pedido. El rey pregunta por qué Juan no ha ido a Flandes y su secretario, Antonio Pérez, responde que está esperando la respuesta del rey a su carta. Felipe se enfada y dice que no puede creer que su hermano lo esté poniendo a prueba. El rey intenta atenuar la situación enviando una carta al consejo de Bruselas para negociar con los rebeldes, pero cuando llega su mensaje, los fieles al rey en el consejo han sido detenidos por Guillermo de Orange. Guillermo responde que solo aceptará a Juan de Austria como gobernador si las tropas españolas se retiran por completo. En la corte, hay pesimismo y se siente que se está perdiendo la guerra y el orgullo.

VI

En este capítulo, se muestra cómo Mateo Vázquez se siente cada vez más aislado en la corte mientras España pierde la guerra en Flandes. Su papel se reduce a leer y resumir documentos que el rey apenas lee. Las reuniones importantes se llevan a cabo sin su conocimiento. Vázquez se da cuenta del poder de Antonio Pérez cuando intenta investigarlo y no encuentra ayuda. A pesar de tener espías vigilando la casa de Pérez, Vázquez no encuentra pruebas de que venda secretos de Estado. Descubre que su amigo Ovando también visita a Pérez, lo que le lleva a sospechar de él. Vázquez odia a Pérez y a todos los que visitan su casa, ya que viven en el lujo mientras el reino está en bancarrota. Aunque Vázquez es religioso, se pregunta por qué la gente no se une para exigir justicia en lugar de participar en procesiones mendicantes. Se siente derrotado hasta que descubre que la princesa de Éboli también visita a Pérez, lo que le da fuerzas para continuar su cruzada personal.

VII

En este capítulo, Antonio Pérez se encuentra preocupado por las intrigas que tiene abiertas y decide escribir una carta a Escobedo instándole a que don Juan marche a Flandes. Pérez se ofrece a arreglar el asunto de Inglaterra buscando fondos para la empresa. Por otro lado, Juan de Austria lee la carta y pregunta a Escobedo qué deben hacer. A pesar de la impaciencia de Juan, Escobedo le aconseja esperar. Juan teme que la espera arruine la oportunidad de conseguir la corona de Inglaterra.

VIII

En este capítulo, se narra cómo Flandes se estaba deteriorando debido a la inacción del rey Felipe y el silencio de don Juan de Austria. Antonio Pérez continuaba siguiendo al hermano del rey y a su secretario a espaldas de Felipe. En una carta, Pérez mencionó a Escobedo que había asegurado el apoyo del embajador francés y del nuncio papal para financiar la invasión de Inglaterra. Sin embargo, en realidad, solo había realizado un par de gestiones y ninguno de ellos se había comprometido realmente. A pesar de esto, la capacidad persuasiva de Pérez por escrito era igual de efectiva que cuando hablaba en persona.

Finalmente, don Juan de Austria decidió viajar desde Milán hasta Génova para luego embarcar hacia Barcelona y, desde allí, dirigirse a Madrid, ante las nuevas garantías ofrecidas por el secretario del rey. Al enterarse de la noticia, Felipe mostró su enfado hacia Pérez, ya que la orden era que don Juan se dirigiera directamente a Flandes. Sin embargo, Pérez logró calmar al rey, asegurándole que lo importante era que su hermano venía a verlo y que eran ellos quienes no aguantarían el pulso.

Para evitar problemas, Pérez aconsejó a Felipe que se mostrara cordial con su hermano y solicitó la ayuda del nuncio del Papa. El nuncio visitó a Felipe y le pidió que tratara a su hermano con mesura y astucia, siguiendo las ideas de Pérez. Aunque el rey obedeció, lo hizo a regañadientes, ya que preferiría reprender a su hermano. Sin embargo, al ver a don Juan, Felipe disimuló su irritación y lo recibió con un abrazo.

La reunión entre los hermanos tuvo lugar el 1 de septiembre de 1576 y se desarrolló en privado, sin secretarios. Durante la reunión, Felipe fue cordial con Juan, escuchó sus razones y aceptó cumplirlas, a pesar de la falta de recursos económicos. Además, Felipe aseguró a don Juan que si conquistaba Inglaterra, no tendría objeciones para que fuera rey y aceptó la condición de que don Juan fuera el mando único sin tener que esperar noticias del rey.

Aunque el rey se mordió la lengua ante las palabras de su hermano, le dio una serie de consejos, incluyendo el control de sus instintos y la discreción en la preparación de la invasión de Inglaterra. Felipe también le pidió a don Juan que no lo mencionara como instigador del asunto y que pensara en la posibilidad del fracaso. Don Juan asintió a todo sin darse cuenta de que su hermano se estaba desentendiendo de la situación. La emoción de sentirse tratado con tanto cariño nubló su entendimiento.

IX

En este capítulo, don Juan llega a Flandes después de hacer varias paradas en el camino. Antes de llegar a su destino, visita a Magdalena de Ulloa, quien lo cuidó de niño, y le pide que lo ayude a viajar de incógnito como criado morisco. Luego, decide visitar a su madre en Luxemburgo, a quien nunca había visto antes. A pesar de no estar contento con el estilo de vida de su madre, decide protegerla y le ordena que se vaya a España para estar más segura.

Después de cumplir con todos sus compromisos, don Juan finalmente llega a Flandes. Al presentarse ante el mando militar, es confundido con un espía debido a su apariencia. Sin embargo, él deja en claro quién es y cuál es su propósito: pacificar la región. Su llegada es bien recibida por las tropas españolas, pero Guillermo, su nuevo enemigo, siente temor al conocer las habilidades de don Juan y cómo logró llegar a Flandes sin ser detectado.

Don Juan es consciente de que su llegada genera optimismo entre sus seguidores y desconfianza entre sus enemigos. Su misión es pacificar la región, lo cual requiere ser tanto militar como diplomático. Solo recurrirá a la fuerza si falla la diplomacia, ya que solo cuenta con un ejército reducido y en malas condiciones. Además, debe lidiar con otros soldados españoles que están fuera de control y representan un peligro aún mayor para lograr la paz. Los amotinados, después de seis años sin cobrar, se vuelven más violentos y saquean Amberes.

X

En este capítulo, los amotinados de Aalst se enteran de que Amberes está sitiada por un ejército español y deciden ir en su ayuda. A pesar de ser solo dos mil hombres, se dirigen hacia Amberes sin descanso, llevando imágenes de la Virgen María como sus enseñas. En el camino, se encuentran con unidades leales al rey y el líder de los amotinados les propone una alianza para salvar a los hombres de Dávila. Aceptan y juntos llegan a Amberes el 4 de octubre, donde luchan contra el enemigo en una proporción de uno contra diez y logran la victoria. Después de la batalla, los amotinados saquean la ciudad, dejando a su paso miles de muertos. Juan de Austria se entera de lo ocurrido y reconoce la valentía de los amotinados, pero lamenta el saqueo. Esto provoca la indignación de todas las provincias, que se unen en los Estados Generales Independientes y exigen la salida de las tropas españolas de Flandes. Para lograrlo, firman la Pacificación de Gante el 8 de noviembre. Juan se lamenta de haber aceptado ser gobernador de Flandes.

XI

En este capítulo, Felipe decide viajar al monasterio de Guadalupe para alejarse de las tribulaciones de la corte y atender una petición de su sobrino Sebastián, rey de Portugal. Aunque Felipe nunca ha conocido personalmente a Sebastián, sabe que es frágil de cuerpo pero con alma de soldado de Dios. Sebastián quiere organizar una cruzada contra Fez y pide la ayuda de Felipe, pero este no está interesado en provocar nuevos conflictos en el Mediterráneo. Llama al duque de Alba para que le acompañe en la reunión y evalúe la viabilidad del plan. El duque se niega a participar y considera una locura el plan de guerra de Sebastián. A pesar de esto, Felipe accede a proporcionarle barcos y soldados españoles, siempre y cuando Portugal se haga cargo de los gastos. El duque de Alba está preocupado por la seguridad de los soldados españoles. Felipe aconseja a Sebastián que no combata, recordándole las palabras de su padre sobre la importancia de la vida de un rey. Sebastián ironiza con el duque sobre el miedo y promete a Felipe que no combatirá, aunque en realidad está decidido a empuñar su espada.

XII

En este capítulo, Juan de Austria aprende que la diplomacia no tiene la nobleza de la guerra y que la guerra de Flandes no es solo una cuestión religiosa o de diferencias culturales, sino una guerra civil aderezada con temas religiosos y lucha contra el invasor. A través de sus cartas al rey, Juan describe las dificultades de llegar a un acuerdo de paz debido a las múltiples opiniones y propuestas contradictorias. A pesar de los sacrificios, Juan logra firmar el Edicto Perpetuo el 17 de febrero, comprometiéndose a que los Tercios abandonen Flandes en veinte días. Aunque esto perjudica sus planes de invadir Inglaterra, Juan acepta la exigencia de Guillermo de Orange de que los soldados se retiren por tierra. Juan paga a los soldados con el dinero que el papa Gregorio XIII le dio como premio por la victoria en Lepanto, pero aún necesita pedir préstamos personales para saldar las deudas. A pesar de que las cláusulas del acuerdo no contentan al Papa, Juan considera que lo importante es lograr la pacificación y deja que otros resuelvan los problemas posteriores. En abril de 1577, los combates se detienen y el 15 de mayo, Juan jura como gobernador, aceptando a Guillermo de Orange como estatúder de Holanda y Zelanda. Sin embargo, Juan comienza a sentir que todo ha sido una mentira y que su calvario está comenzando.

17 Justos por pecadores (1577)

I

En este capítulo, se narra cómo, a pesar de la aparente paz entre España y los turcos, la tensión seguía presente en Flandes. Guillermo de Orange y Juan de Austria esperaban ansiosos a ver quién rompía el pacto de paz. Juan se vio obligado a despedir a los Tercios, lo cual aumentó su sensación de soledad en tierras extranjeras. La nobleza local también le aborrecía, y no estaban conformes con el reparto de poder entre Guillermo y Juan. Guillermo descubrió un complot para apresar y posiblemente matar a Juan, lo cual llevó a Juan a tomar la fortaleza de Namur. Sin embargo, Felipe no movió pieza y Juan tuvo que pedir ayuda a los Tercios. Guillermo planteó un ultimátum a Juan, exigiendo su salida de Flandes. Juan envió mensajes de auxilio a Felipe y a los grandes capitanes de los Tercios. Felipe convocó un Consejo de Estado, donde se decidió utilizar el dinero proveniente de las Indias para romper el pacto con los turcos en lugar de con Flandes. El duque de Alba defendió la importancia de Flandes y criticó a Pérez, lo cual despertó el orgullo de Castilla. Finalmente, Felipe decidió romper el Edicto Perpetuo de Flandes.

II

En este capítulo, se destaca la importancia de tener buenas cartas para ganar en el juego de cartas. Desafortunadamente, ninguno de los jugadores tenía buenas cartas. Felipe se veía cada vez más opacado por la figura de su hermano, y además cometió el error de herir el orgullo de la nobleza castellana, algo que su padre y tutor le habían aconsejado que no hiciera.

Antonio Pérez estaba en una situación complicada, ya que había jugado a varios bandos y estaba a punto de quedarse sin ninguno. Escobedo y Juan de Austria tenían información comprometedora sobre él, que podrían utilizar en su contra si descubrían que estaba jugando con ellos.

Por otro lado, Guillermo de Orange se encontró con un ejército de veinte mil hombres bajo el mando de Alejandro Farnesio, lo cual representaba una amenaza para él.

Juan de Austria, por su parte, estaba feliz porque finalmente había logrado lo que quería, pero su felicidad no duró mucho.

Las órdenes de Felipe eran claras: los Tercios debían hacer cumplir los puntos aceptados en el Edicto, sin recurrir a la táctica de tierra quemada utilizada por el duque de Alba en el pasado. Sin embargo, no pudo evitarlo.

El 31 de enero de 1578, los Tercios viejos derrotaron a los Estados Generales en Gembloux, lo que significaba que el sur de los Países Bajos volvía a estar bajo control español.

Guillermo reaccionó pidiendo ayuda a Francia e Inglaterra. El ejército francés llegó desde el sur bajo el mando del duque de Anjou, mientras que la reina Isabel financió otro ejército que invadió Flandes desde el este. Los Tercios se encontraban en inferioridad y ya no podían atacar Inglaterra por sorpresa. Guillermo había captado mensajes sobre la posible invasión y los había informado a la reina como muestra de su ayuda.

Juan de Austria volvió a pedir ayuda, pero esta vez no había engaño en su solicitud. Simplemente, si no llegaban refuerzos, estaba condenado.

En resumen, nadie ganaba y todos perdían.

III

En este capítulo, Juan Escobedo viaja a Madrid para ayudar a su señor, don Juan. Antes de partir, avisa a su esposa para que viaje desde Colindres y así poder verla. Al enterarse de que Ana de Mendoza, a quien él protegió, ha regresado a la capital, decide visitarla. A pesar de no haber avisado previamente, una criada despistada le permite entrar, pero otra no. Le informan que Ana está indispuesta y no quiere ver a nadie. Escobedo deja un mensaje deseándole una pronta recuperación. Al salir, se da cuenta de que la carroza de Antonio Pérez se dirige hacia la casa de la princesa de Éboli. Intrigado, decide esperar y observar lo que sucede. Después de una breve conversación, el cochero se va sin que nadie baje de la carroza, lo que hace sospechar a Escobedo que Antonio Pérez ha ido a recoger a alguien de esa casa. Pasa el tiempo y llegan seis hombres que se quedan en la puerta. Después de casi una hora, sale Antonio Pérez de la casa y se aleja rodeado de cuatro hombres, mientras los otros dos permanecen en la puerta. Escobedo da la vuelta a la manzana y entra en la alcoba de Ana de Mendoza sin ser detenido por ningún criado. Le pregunta sobre su relación con el secretario del rey, pero ella se niega a responder. La princesa de Éboli está vestida con una bata y la cama está revuelta. Escobedo le recrimina por no respetar a su difunto marido y le advierte sobre las consecuencias si el rey se entera de su relación con Antonio Pérez. Ana de Mendoza responde con rabia, afirmando que prefiere a Antonio Pérez que al rey. Escobedo queda petrificado ante sus palabras y ella le dice que debería preocuparse más por lo que haga Antonio que por lo que haga el rey, ya que tiene más poder que él.

IV

En este capítulo, Ana le cuenta rápidamente a Antonio Pérez lo sucedido con el rey. Al enterarse, el secretario se alarma, ya que sabe del odio que el rey siente hacia su amante. Sin embargo, Pérez, acostumbrado a las intrigas, rápidamente ideó un nuevo plan.

Inmediatamente, Pérez envió un mensaje a Escobedo para cenar juntos en La Casilla. En la nota, le pide discreción y le ofrece ayuda para resolver los problemas de su señor en Flandes.

El odio del rey hacia la princesa de Éboli era conocido por todos, aunque nadie sabía su origen. Algunos rumores indicaban que habían tenido relaciones, pero Pérez lo duda, ya que sabe que Ana y su esposo, Ruy Gómez, tienen un matrimonio perfecto. Además, confía tanto en el príncipe de Éboli que si algo hubiera ocurrido, él lo habría sabido y se lo habría comunicado a Escobedo.

Después de elaborar muchas estrategias, Escobedo acepta la invitación de Pérez para el 8 de marzo. Sin duda, el secreto que ha descubierto le será de gran ayuda para obtener beneficios en la negociación en beneficio de don Juan.

Falta una semana para esa fecha, tiempo suficiente para que Antonio Pérez tome la delantera. Primero, busca entre las cartas recibidas de Escobedo las más comprometedoras y quema las que podrían incriminarlo. Luego, falsifica otras cartas con la ayuda del embajador francés, quien está bajo su control debido a sus excesos sexuales.

En estas cartas falsas, se mencionan mensajes de Juan de Austria para el duque de Anjou, aliado de Guillermo de Orange, en busca de una solución al conflicto con la promesa de obtener un buen botín de la conquista de Inglaterra.

Cuando el rey lee las pruebas de la supuesta traición de su hermano, se enfurece, exactamente lo que Pérez quería. El rey desea hacerlo público, pero Pérez le advierte que eso solo aumentaría las sospechas sobre él y mancharía su imagen. Además, le recuerda lo que Guillermo de Orange dijo de él cuando murió su hijo Carlos.

Felipe se enfurece al recordar que Guillermo lo acusó de matar a su propio hijo. Pérez sugiere arrestar a Escobedo, pero el rey no lo considera conveniente. Pérez propone darle muerte utilizando un veneno que no deje rastro, para que parezca una muerte natural. El rey guarda silencio y finalmente da su consentimiento.

Esta vez, la orden no se da por escrito ni de palabra, un simple silencio es suficiente.

V

En este capítulo, se relata cómo Antonio Pérez intenta en varias ocasiones asesinar a Escobedo. En primer lugar, intenta envenenarlo en su propia casa durante una cena, pero la dosis es tan leve que solo causa una leve indisposición en Escobedo. En un segundo intento, Pérez utiliza una tarta envenenada con arsénico y solimán, pero nuevamente Escobedo solo cae enfermo por unos días. Finalmente, Pérez chantajea a un pícaro para que envenene la comida de Escobedo en su propia casa, lo que provoca una enfermedad más grave que lo obliga a pasar una semana en cama. La esposa de Escobedo sospecha de las constantes enfermedades y alimenta al perro con la comida envenenada, lo que causa la muerte del animal. La criada morisca confiesa ser la culpable del envenenamiento, alegando que la comida era para la esposa de Escobedo, quien la maltrataba. El rey ordena colgar a la criada y visita a Escobedo para interesarse por su salud. Pérez es llamado al despacho del rey, quien muestra su descontento con la situación y exige una solución creíble. Pérez promete no fallar la próxima vez y planea asaltar a Escobedo en la calle para matarlo. Martínez, el mayordomo de Pérez, se muestra reticente, pero Pérez le asegura que el rey lo protegerá. Escobedo, preocupado, busca protección y se cita con Vázquez en la plaza del Arrabal, pero antes de que la reunión tenga lugar, Escobedo es asesinado en un callejón por una cuadrilla de hombres. Vázquez se aleja del lugar para no verse involucrado y se rumorea que el asesinato fue por un asunto de faldas, aunque Vázquez sabe que no es así.

VI

En este capítulo, se menciona que en la corte se habló poco sobre la muerte de Escobedo, lo que hizo que Mateo Vázquez se mantuviera tranquilo. Además, Felipe estaba ocupado ya que su esposa estaba a punto de dar a luz. Felipe consideró buscar un sustituto para su hermano y pensó en su primo el archiduque Fernando, pero este no aceptó. El 14 de abril, nació el cuarto hijo de Felipe sin complicaciones y fue bautizado con el mismo nombre que su padre. Se celebraron grandes fiestas en la corte por el nacimiento. Mientras tanto, en Flandes, Don Juan de Austria estaba deprimido por la muerte de Escobedo y se sentía desanimado. No sabía quién defendería su causa ahora. Además, su salud se vio afectada por fiebres inoportunas. A pesar de todo, Don Juan escribió una carta a su hermano pidiendo ayuda y confiando en que Dios haría lo que tuviera que hacer. También mencionó la muerte de Escobedo y expresó su deseo de saber quién lo mató. Felipe, al leer la carta, la quemó y se ocupó de otros asuntos, como escribir una carta de pésame a la corte portuguesa por la muerte del joven rey Sebastián en la batalla de Alcazarquivir.

VII

En este capítulo, Juan de Austria, debilitado por la fiebre, nombra a su sobrino Alejandro Farnesio como su sucesor y escribe una carta a su hermano pidiéndole que respete este nombramiento y que sea enterrado junto a su padre. Juan fallece el 1 de octubre de 1578 en Namur y el rey acepta que sus restos sean enterrados junto a los de Carlos y ordena la construcción de una escultura en su honor en El Escorial. Se difunden rumores sobre la muerte de Juan, incluyendo la acusación de envenenamiento por parte de Felipe y Farnesio. El rey ordena a los cronistas que escriban que la causa de la muerte fueron fiebres, aunque en realidad fue una operación fallida de hemorroides. Felipe reflexiona sobre la muerte de su hermano y la importancia de mostrar entereza. Poco después, el 18 de octubre de 1578, fallece su primogénito Fernando.

18 Héroes y villanos (1578)

I

En este capítulo, se informa sobre el asesinato de Escobedo y don Juan de Austria, y cómo la rabia parecía haber desaparecido con ellos. Al principio, se especuló que el asesinato fue por asuntos amorosos, pero esto no tenía sentido ya que Escobedo era un hombre intachable en ese aspecto. Luego se dijo que fue un robo, pero esto también era difícil de creer ya que el cadáver de Escobedo aún llevaba sus joyas y una bolsa llena de dinero que los supuestos ladrones no se molestaron en llevarse. Vázquez decidió investigar el asunto y descubrió que los agresores huyeron rápidamente debido a la intervención de los vecinos. Lo único claro era que Escobedo murió por una espada. Antonio Pérez se enteró de las investigaciones de Vázquez y le preguntó por qué estaba interesado en el caso. Vázquez sospechaba que Pérez estaba más interesado en su investigación que en lo que realmente sucedió aquella noche. Vázquez también sospechaba que el rey no apreciaba a su hermano y que había algo extraño en la relación entre Escobedo y Pérez. Vázquez decidió difundir el rumor de que él estaba detrás del crimen para intentar llegar a la verdad.

II

En este capítulo, las coplas y chascarrillos acusando a Pérez de estar detrás del asesinato llegaron a la corte. Vázquez aprovechó esto y solicitó una audiencia privada con el rey para pedir que se investigara la veracidad de los rumores. Sin embargo, el rey estaba ocupado con otro asunto: la batalla de Alcazarquivir, donde la nobleza portuguesa fue apresada debido a la mala estrategia del rey Sebastián. El sultán de Marruecos ordenó prender a los enemigos que más lujosamente vistieran, incluyendo al propio rey Sebastián, quien murió en la batalla y fue enterrado en el desierto.

El rescate de la nobleza portuguesa estaba arruinando Portugal, por lo que Felipe quería ayudar rescatando al duque de Barcelos y a ochenta hidalgos por cuatrocientos mil ducados. Vázquez cuestionó el alto precio, pero el rey consideraba que la sucesión al reino de Portugal no estaba clara y podrían beneficiarse de ello. Además, desde Lisboa podrían vigilar mejor a Francis Drake.

Vázquez mencionó el asesinato de Escobedo y el rey disimuló su descontento. Vázquez propuso investigar para probar la inocencia de Pérez, a lo que el rey accedió. Vázquez solicitó la ayuda de tres personas: Quiroga, el arzobispo de Toledo; fray Diego Chaves y el duque de Alba. Aunque el duque y Chaves eran enemigos de Pérez, el rey concedió la solicitud de Vázquez.

Vázquez salió de la entrevista sorprendido pero con esperanzas, ya que había logrado todo lo que quería.

III

En este capítulo, se narra cómo la alegría de Vázquez por su ascenso en la corte se ve rápidamente truncada cuando el rey ordena el destierro del duque de Alba. Aunque el rey podría haber castigado al duque por sus desmanes en Flandes, decide castigarlo a través de su hijo Fadrique por una promesa de matrimonio incumplida hace doce años. Sin embargo, el rey no se conforma con esto y se enfrenta a Antonio Pérez en el Consejo de Estado, lo que supone enfrentarse al propio rey. El rey descubre que el duque de Alba ha permitido las visitas de una mujer, María de Toledo, a su hijo Fadrique, a pesar de que solo el rey tiene el poder de tomar ese tipo de decisiones. El rey solicita a Pérez que investigue la relación entre María de Toledo y Fadrique, y descubre que están casados en secreto desde hace años con el consentimiento del duque. Como resultado, Fadrique es encerrado en el castillo de Mota y el duque, su esposa y sus dos secretarios son desterrados. Además, el duque cede sus beneficios de Indias a María de Toledo. A pesar de la humillación, el duque escribe una carta al rey expresando su lealtad y su descontento por la injusticia cometida. La carta es destruida por el rey para evitar que se haga pública. Vázquez reflexiona sobre la falta de límites en las venganzas del rey y de Pérez, ya que no buscan la justicia. Además, menciona la situación de Magdalena de Guzmán, la mujer engañada por Fadrique, quien ha sido recluida en un monasterio durante diez años. La detención del duque de Alba sorprende a todos, y el embajador toscano de Lucca expresa su asombro ante la caída de alguien tan importante. Vázquez se siente culpable por haber mencionado al duque en la investigación del caso Escobedo y teme las consecuencias si comete un error.

IV

En este capítulo, Vázquez teme perder su puesto o morir en un callejón como Escobedo, por lo que decide abandonar su tenacidad en el caso. Sin embargo, una llamada del rey lo lleva a su despacho, donde teme ser cesado por su enemistad con Antonio Pérez. Para su sorpresa, el rey le muestra la correspondencia de su hermano Juan y le entrega una carta que Escobedo le envió antes de morir. En la carta, Escobedo revela que Ana de Mendoza, la princesa de Éboli, mantiene relaciones con Antonio Pérez y que ambos negocian con potencias extranjeras. El rey se muestra preocupado por la relación amorosa entre Pérez y la princesa. Luego, el rey le entrega las demás cartas, donde se revela que Pérez intentaba predisponer a su hermano contra él. El rey le da instrucciones a Vázquez sobre cómo abordar el caso y le pide discreción. Vázquez promete mantener el secreto y salir del despacho feliz. Al encontrarse con el secretario de Hacienda, Ovando, Vázquez se muestra sonriente y le da la impresión de que ha logrado un aumento de sueldo. Sin embargo, Vázquez guarda silencio y reflexiona sobre su nuevo papel como secretario predilecto del rey.

V

En este capítulo, se narra la difícil investigación del crimen. El rey se retractó de sus palabras y organizó un enfrentamiento entre los dos sospechosos frente a Vázquez para demostrar que no había enemistad. Sin embargo, Vázquez sospechaba que el rey había hablado con Pérez y lo había intimidado. Pérez afirmó no tener enemistad con Vázquez, pero en la corte no le dirigía la palabra y cuando lo hacía era para increparlo. La situación llegó a oídos de los embajadores de otros reinos, lo que llevó a muchos de ellos a dejar de visitar La Casilla. Incluso algunos declararon a Vázquez que esperaban lo ocurrido con Escobedo y no entendían la actuación del rey. Felipe intentó resolver el asunto diplomáticamente ofreciendo el cargo de Pérez a Antoine Perrenot de Granvela, pero esperaba una respuesta positiva antes de prescindir de Pérez. Mientras tanto, intentaba mejorar las relaciones entre Pérez y Vázquez para evitar consecuencias. El rey lamentaba la tenacidad de Vázquez y la falta de condescendencia de Pérez. Cuando el rey obtuvo la aceptación de Granvela, supo que debía decidir entre Vázquez y Pérez, ya que el conflicto estaba afectando las decisiones de gobierno. Si elegía a Pérez, todos sospecharían de su complicidad en el caso Escobedo, y si se decantaba por Vázquez, corría el riesgo de que Pérez revelara todos sus secretos. Finalmente, el rey decidió encarcelar a Pérez y a la princesa de Éboli, poniendo fin a la crisis. El duque de Alba había sido desterrado anteriormente y ahora Pérez, el hombre con más poder del reino, también estaba encarcelado. Felipe había resuelto la crisis, aunque nadie sabía las consecuencias que esto traería.

19 Lejos del lugar del crimen (1580)

I

En este capítulo, el rey Felipe se libera del problema de Escobedo y se enfoca en dos asuntos: el embarazo de su esposa y la oportunidad de unir España y Portugal en un solo reino. Tras la muerte del rey Enrique de Portugal, Felipe ve la posibilidad de convertirse en rey de Portugal. Sin embargo, no es la única opción, ya que hay otras seis candidatas al trono. Poco a poco, algunas de estas opciones se descartan, como María de Austria y Ranuccio Farnesio. Manuel Filiberto de Saboya también aspira al trono, pero sus problemas de salud lo debilitan. Los duques de Braganza quedan fuera de la carrera debido a la intervención de los jesuitas portugueses. Finalmente, solo quedan Felipe y don Antonio, prior de Crato, como aspirantes al trono. Se constituye una junta para decidir quién será el rey de Portugal, y Felipe espera con tranquilidad la noticia de su coronación mientras disfruta del nacimiento de su hija María. Sin embargo, el prior de Crato se proclama rey de Portugal y Felipe se ve obligado a preparar un ejército para intervenir militarmente. Para sorpresa de todos, Felipe llama al duque de Alba para que lo guíe en esta empresa.

II

En este capítulo, se nos presenta a Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, duque de Alba, un hombre de setenta y dos años que aún conserva su fuerza física pero no tiene la energía suficiente para liderar un ejército. Sin embargo, su mera presencia en el campo de batalla genera pánico en el enemigo y le asegura la victoria.

El duque impone condiciones para aceptar el encargo de luchar en Portugal: la liberación de su familia y de sus secretarios, así como el levantamiento de la pena de encierro de su hijo para que luche a su lado. También elige a otros mandos de confianza, como Sancho Dávila y Fernando de Toledo, quienes habían combatido con él en Flandes.

El rey Felipe acepta estas condiciones, ya que confía en la lealtad del duque y ve en él una garantía de éxito. En junio, el duque de Alba y su ejército entran en Portugal por Elvas, mientras que en Cádiz, el marqués de Santa Cruz reúne una flota para partir hacia Lisboa al mismo tiempo.

La batalla decisiva tiene lugar el 25 de agosto en Alcántara. Aunque las fuerzas comandadas por el prior de Crato son ligeramente superiores, el duque de Alba demuestra una vez más su habilidad militar y logra la victoria. Tres mil portugueses resultan heridos o capturados, mientras que mil mueren. Por parte española, las bajas ascienden a quinientas.

Tras la batalla, el prior de Crato huye hacia el norte, perseguido por Dávila, quien toma Coimbra y Oporto en el camino. El 12 de septiembre, Felipe II de España se convierte en Felipe I de Portugal.

Sin embargo, el rey no puede asistir a la celebración debido a una gripe que lo retiene en Badajoz. La enfermedad casi le cuesta la vida, y su esposa Ana también se contagia y fallece el 26 de octubre. Antes de enfermar, Ana y Felipe tienen una discusión sobre la confianza y el papel de regente, lo que deja a Ana sintiéndose despreciada.

III

En este capítulo, Felipe decide mudarse a Lisboa después de la muerte de su esposa para evitar los malos recuerdos de Madrid. Quiere demostrar a los portugueses que no es un invasor y que solo usó la fuerza porque el prior de Crato se lo obligó. En las Cortes de Tomar, se confirma la unificación de España y Portugal y Felipe promete gobernar con los portugueses. El duque de Alba le pide permiso al rey para regresar a España, pero Felipe se lo niega. Fadrique, hijo del duque, intenta interceder por él, pero su padre se niega. Felipe se siente revitalizado al llegar a Lisboa y se esfuerza por demostrar que es uno de ellos. Realiza varias acciones para dejar huella en su nuevo reino. Sin embargo, su presencia despierta el nacionalismo portugués, que lo considera un usurpador extranjero. Además, las derrotas en Alcazarquivir y Alcántara muestran que Portugal necesita resurgir y no lo logrará con un rey extranjero. A pesar de sus esfuerzos por evadir su pasado, la leyenda negra de Felipe lo sigue persiguiendo.

IV

En este capítulo, se publica el libro "Apología" el 13 de diciembre de 1581. Guillermo de Orange es su autor y en él describe la barbarie de Flandes. El libro es una respuesta al edicto de proscripción que Felipe había ordenado contra Guillermo. En la Apología, Guillermo responde a las acusaciones de ingratitud, herejía, traición y enemigo de la raza humana. Acusa a Felipe de incesto y bigamia, así como de asesinar a su hijo Carlos y a Isabel de Valois para casarse con Ana de Austria. Aunque algunas de estas acusaciones son falsas, otras son verdaderas. El libro mezcla verdades, mentiras y rumores para contar algo que Guillermo no necesita demostrar: que Felipe había apartado al duque de Alba del gobierno de Flandes por sus desmanes. Guillermo sabía que su libro tendría eco, ya que las heridas de las guerras contra el imperio y España aún estaban abiertas. No solo ataca al rey, sino que también critica a todos los españoles, considerándolos avaros, orgullosos, fanáticos y despreciadores de lo extranjero. También cuestiona que España se erija como líder de la defensa de la fe católica, ya que la sangre de los españoles es mayoritariamente judía o mahometana. El duque de Alba es especialmente criticado en el libro, siendo descrito como un auténtico criminal. Guillermo no ve diferencia entre Juan de Austria, el duque de Alba y Luis de Requesens, considerándolos igualmente malvados. Felipe, al enterarse del libro, se enfurece y aumenta la recompensa por el asesinato de Guillermo. El duque de Alba se ofrece a ir a Bruselas para matarlo personalmente. Guillermo se asegura de que su obra se traduzca a varios idiomas para difundir sus ideas. Aunque alguien logre asesinar a Guillermo para cobrar la recompensa, el daño ya está hecho.

V

En este capítulo, Portugal deja de ser un refugio para Felipe, ya que Mateo Vázquez descubre que Antonio Pérez sigue cobrando su sueldo sin el conocimiento del rey. Felipe reacciona retirando la custodia de los hijos y la administración de los bienes de Ana de Mendoza, y la recluye en el torreón de su palacio sin derechos civiles. Vázquez se sorprende de la crueldad del rey hacia Ana y la falta de castigo para Pérez. Además, recibe la noticia de la muerte del príncipe Diego y la entrada en vigor del nuevo calendario gregoriano. Felipe sueña con tener nueve días sin que pase el tiempo para despedirse de su hijo. Recibe una carta sobre el regreso de su hermana María y su hija Margarita a Madrid. Inglaterra ataca los barcos españoles y el duque de Alba cae gravemente enfermo. Felipe visita al duque en su lecho de muerte, pero sus hijos no le agradecen su presencia. El duque muere unos días después. Felipe decide abandonar Lisboa en febrero de 1583.

VI

En este capítulo, Felipe llega a Madrid después de dejar a su sobrino como regente de Portugal. Su principal preocupación es volver a casarse para tener más hijos varones. Cuando ve a Margarita, la hija de María, se enamora de ella porque le recuerda a su difunta esposa Ana. Felipe le comenta a su hermana María sobre la posibilidad de casarse con Margarita, pero ella se horroriza ya que Margarita había venido a Madrid para ser monja. Aunque María no dice nada a su hermano, le duele pensar en la posibilidad de que su hija se case con él. A pesar de esto, María deja la decisión en manos de su hija y Margarita decide no casarse con el rey. Felipe intenta convencerla una última vez, pero Margarita se niega y le escribe una carta explicando sus razones. Finalmente, Margarita toma los hábitos de monja y Felipe asiste a la ceremonia con sus hijas. Se dice que al ver cortar el pelo de Margarita, al rey se le escapa alguna lágrima.

VII

En este capítulo, Felipe continúa teniendo relaciones amorosas efímeras mientras busca una esposa. A pesar de esto, viste con colores más llamativos de lo habitual. Sin embargo, su hija María fallece a los tres años de edad en agosto. Al recibir la noticia, Felipe se encuentra frente a un espejo arreglándose para salir y murmura en soledad sobre la pobre niña. Al mirarse nuevamente en el espejo, se ve a sí mismo como el hombre más ridículo del mundo, un petimetre que olvida sus problemas al jugar a ser joven. En ese momento, piensa en su esposa Ana y llora por todo lo que debió haber hecho en su momento. Felipe reflexiona sobre cómo los seres humanos suelen evitar las tribulaciones para sobrevivir, pero nunca a costa de no llorar por sus seres queridos. Lamenta la pérdida de Ana, una mujer dulce que siempre estaba en segundo plano y que lo convenció de que el deseo de un hombre tarda más en apagarse de lo que él creía. Felipe llora en soledad por su esposa y por todos los hijos que ha perdido. Luego, se quita el traje que lleva puesto, que ahora le parece estúpido, y se viste de negro, el color que nunca abandonará.

20 La Empresa (1584)

I

En este capítulo, se menciona que en tiempos de crisis siempre aparecen profetas que predicen la caída del reino. Miguel de Piedrola era uno de esos profetas y afirmaba haber anticipado la muerte de Carlos de Austria y la muerte de don Juan de Austria en Namur. Aunque sus predicciones eran previsibles, logró convencer al pueblo, a los procuradores en Cortes y a la gente de palacio. Felipe ordenó una investigación sobre él cuando Piedrola anunció que la Armada española sufriría una derrota sin precedentes y que España sería invadida. La Inquisición investigó pero no encontró nada relevante. Piedrola se autodenominaba el soldado profeta y contaba historias sobre su pasado, aunque muchos creían que era un personaje inventado. Algunos pensaban que estaba vinculado con Antonio Pérez y otros creían que el rey le había solicitado sus servicios. Por otro lado, Mateo Vázquez continuaba su cruzada contra Antonio Pérez con la ayuda de Pedro, hijo del asesinado Escobedo, y de su hermanastro Bernardo y su primo Pedro de Quintana. Felipe estaba preocupado por el caso y también por la situación en Inglaterra. Aconsejado por Álvaro de Bazán, Felipe debía decidir si atacar Inglaterra, pero aún no había tomado una decisión. Mientras tanto, la reina Isabel de Inglaterra había comenzado a construir una flota moderna para convertirse en una potencia marítima.

II

En este capítulo, Felipe disfruta de su nuevo palacio de El Escorial, pero su felicidad se ve interrumpida cuando Pedro de Escobedo logra encontrar y obtener la confesión de uno de los asesinos de su padre, Antonio Enríquez. Este confiesa por miedo después de enterarse de que sus cómplices han sido asesinados misteriosamente. Al enterarse de que hay sicarios buscándolo, Enríquez se esconde y escribe al rey confesando ser uno de los asesinos y revelando que lo hizo por engaño de Antonio Pérez, quien le aseguró que el rey fue el instigador del crimen. Sorprendentemente, el rey firma un documento de pago a nombre de Pérez por 350,000 maravedíes, lo cual podría ser un intento de comprar su silencio o confundirlo dándole confianza. Pérez intenta escapar pero es detenido y llevado a la fortaleza de Turégano, donde es condenado a dos años de encierro y una multa. Desde su celda, Pérez clama que el crimen fue organizado por orden del rey. El rey utiliza la confesión del líder de los asesinos, quien afirma que Pérez lo engañó mencionando al rey, y todos creen al rey. Mientras tanto, el profeta soldado Piedrola predice la muerte del papa Gregorio y el ascenso de un nuevo papa llamado Sixto.

III

En este capítulo, Felipe informa a Catalina que se casará con el duque de Saboya, Carlos Manuel, para demostrar su lealtad a la corona. Catalina se siente traicionada y llora ante su hermana Isabel. Nadie en la corte comprende la decisión de Felipe y se sorprenden por la gran dote que paga por el matrimonio. A pesar del disgusto de Catalina, Felipe asiste a la boda y la acompaña a Barcelona, donde se despiden tristemente. Catalina le pregunta a su padre por qué le ha hecho esto, a lo que él responde que la quiere mucho. Isabel Clara nunca se atreve a preguntar a su padre por qué tomó esa decisión.

IV

En este capítulo, se narra cómo el rey Felipe no mostró agradecimiento hacia Alejandro Farnesio, a pesar de que este había tomado la ciudad de Amberes. Aconsejado por Perrenot, Felipe consideró nombrar a Farnesio como príncipe, ya que reunía las condiciones para ser clave en una futura paz. Sin embargo, el rey pensó en Farnesio para dirigir una invasión a Inglaterra, en lugar de agradecerle. Pronto, Isabel de Inglaterra comenzó a atacar los intereses comerciales de Felipe en las Indias, lo que llevó al rey a tomar medidas y pedir un plan de invasión a Santa Cruz. Mientras tanto, la reina inglesa propuso una alianza con los holandeses. El profeta soldado, Piedrola, había anticipado la muerte del Papa Gregorio XIII y el ascenso de Sixto como su sucesor. Además, había predicho una invasión extranjera a España, que se cumplió cuando Drake saqueó Bayona en Galicia. En diciembre, fuerzas inglesas lideradas por Robert Dudley llegaron a los Países Bajos para luchar contra España. Ante esto, Felipe no tuvo más opción que declarar la guerra a Inglaterra, enfrentándose a su cuñada, Isabel de Inglaterra, quien siempre había sido su enemiga.

V

En este capítulo, el marqués de Santa Cruz presenta su plan de invasión de Inglaterra al rey Felipe. Sin embargo, el rey ya había encargado otro plan a Alejandro Farnesio, lo que provoca la molestia del marqués. A pesar de esto, el rey decide atacar Inglaterra siguiendo el plan de Farnesio, lo que hace que el marqués se sienta despreciado. Además, se menciona que la intendencia no funciona correctamente y que el Papa no cumple con los pagos prometidos. Por otro lado, se menciona la presencia de un flamenco llamado Jean de L'Hermite, quien educa al hijo del rey y también es inventor. Finalmente, se menciona que el embajador en Londres, Bernardino de Mendoza, está involucrado en conspiraciones para asesinar a Isabel y reemplazarla por María Estuardo, pero estas conspiraciones son descubiertas por el servicio de espionaje inglés.

VI

En este capítulo, se unen nuevos profetas a Piedrola, destacando Lucrecia de León, conocida por sus sueños premonitorios. En uno de ellos, predijo la derrota de la Armada que se dirigía a Inglaterra. Mientras tanto, La Empresa continuaba desarrollándose y la marina española seguía atacando barcos ingleses en la ruta hacia las Indias. Aunque el marqués de Santa Cruz logró evitar el robo de dieciséis millones de ducados, Drake capturó un galeón portugués con 500,000 ducados. Inglaterra financiaba su guerra con el dinero que robaba a España. Drake también atacó Cádiz y escapó hacia Portugal, dejando a las naves españolas sin poder seguirlo debido a su velocidad. Estos ataques sembraron la incertidumbre en la corte y Felipe fue criticado por su lentitud de acción. El rey culpó al marqués de Santa Cruz por los fracasos. A pesar de su confianza en la victoria, Felipe no entendía la diferencia entre las marinas inglesa y española, y permitía que un clérigo enloquecido trazara estrategias marítimas. Por otro lado, Dios evitó que Antonio Pérez escapara y castigó a su esposa e hijos hasta que ella revelara información secreta. Juana entregó dos baúles llenos de documentos y fue liberada. Vázquez y Pedro, hijo de Escobedo, no entendían lo que estaba sucediendo. Pedro, al ver que los asesinos de su padre no serían castigados, mató al antiguo mayordomo de Pérez y fue detenido. Sin embargo, su acción obligó al rey a ordenar la detención de los demás asesinos.

VII

En este capítulo, la Empresa se encuentra estancada debido a las constantes discusiones entre el marqués de Santa Cruz y Alejandro Farnesio. El rey Felipe, enfadado, les ordena dejar de lado sus disputas personales y centrarse en su trabajo. Álvaro Bazán, enfermo y cansado, se retira a su casa. El rey cree que su enfermedad es solo una excusa y se equivoca, ya que Álvaro de Bazán muere en Lisboa, donde iba a partir la Armada. El rey nombra al duque de Medina Sidonia como comandante de la Armada, a pesar de no tener experiencia en navegación. Lucrecia de León había propagado rumores sobre la muerte del marqués y la Armada española. El apoyo a los profetas aumenta, incluso entre personas cercanas al rey. Isabel en Inglaterra está confundida debido a los movimientos contradictorios en España. Además, Felipe sufre un ataque de gota, lo que paraliza la toma de decisiones.

VIII

En este capítulo, se muestra que el duque de Medina Sidonia carece de experiencia en asuntos marítimos. Aunque es eficiente en la administración y mejora de los asuntos de intendencia, como almirante demuestra ser incompetente. Muchos marineros se dan cuenta de esto y Juan Martínez de Recalde, un experimentado marinero, se ofrece como consejero del duque. Sin embargo, el duque rechaza su oferta debido a cuestiones de rango y orgullo. A pesar de las quejas del duque sobre la falta de preparación, la flota zarpa de Lisboa el 25 de mayo. La flota, llamada La Invencible y Felicissima Armada, está compuesta por 130 naves y 31,000 hombres, con más soldados que marineros. Sin embargo, un temporal en las costas gallegas pone en peligro a la flota, pero el rey Felipe ordena que continúen. Después de recomponer la flota en julio, se dirigen a Flandes para encontrarse con los Tercios de Farnesio. Sin embargo, la flota inglesa y holandesa bloquean los puertos españoles. Cerca del puerto de Plymouth, el duque convoca un Consejo de Guerra para decidir qué hacer. La vieja guardia de Bazán aconseja atacar, pero el asesor naval del duque insiste en ir a Flandes. Desafortunadamente, no logran llegar a Flandes y la Armada es atacada por la flota inglesa. Los barcos españoles sufren graves daños y muchos se rinden sin luchar. En su huida, la Armada es llevada hacia las costas de Escocia e Irlanda, donde sufre una terrible derrota debido al desconocimiento de los pilotos españoles y la falta de alimentos y agua potable. En septiembre, lo que queda de la Armada regresa a Santander con el duque de Medina Sidonia al mando, habiendo perdido diez mil hombres y solo sesenta y siete embarcaciones.

21 Cuentas pendientes (1588)

I

En este capítulo, se revela que el fracaso de La Empresa no se debió a los elementos, sino a la lentitud del rey Felipe II para tomar decisiones. Aunque muchos sabían esto, nadie se atrevió a criticarlo en la corte. A pesar de pasar muchas horas en su despacho, el rey tardaba demasiado en tomar decisiones y no delegaba en nadie. Durante la preparación de La Empresa, el rey sufrió un ataque de gota que paralizó todo. Sin embargo, el rey no hizo un análisis de las causas de la derrota y su entorno cerró filas a su alrededor. Nadie se dio cuenta de que las idas y venidas en la toma de decisiones permitieron a Inglaterra reaccionar. Además, el rey eligió al duque de Medina Sidonia como su sucesor, a pesar de ser un ignorante en temas marítimos. El rey también influyó en el diseño de la flota, desautorizando al marqués de Santa Cruz. Los ingleses, por otro lado, tenían barcos más pequeños pero más veloces y mejor armados. El engreimiento y la falta de preparación llevaron a la derrota de la Armada. A pesar de cuidar aspectos como el comportamiento de los soldados, hubo problemas con la cartografía y la intendencia. Muchos alimentos se pudrieron y el agua se corrompió. Además, se revela que desde el segundo viaje de Colón, muchos mercaderes se enriquecían a costa de la corona. Felipe II no reconocería nunca su responsabilidad en el fracaso de la Armada, pero en privado se mostraba deprimido. Además, recibió la noticia del fallecimiento de Isabel de Osorio, su primer gran amor. Aunque ya no quería saber nada de ella, la nostalgia se apoderó de él.

II

En este capítulo, se narra cómo fuera del reino, Enrique III de Francia y Isabel de Inglaterra aprovecharon la oportunidad para atacar a sus enemigos. Enrique III decidió eliminar al duque de Guisa, líder de la Liga Católica, mientras que Isabel de Inglaterra envió una flota para conquistar Portugal y establecer una alianza con el sultán de Marruecos. Sin embargo, la suerte cambió cuando Enrique III fue asesinado por un monje dominico de la Liga y el sistema de recompensas de Felipe volvió a funcionar. Por otro lado, Isabel de Inglaterra cometió el mismo error de optimismo que Felipe con la Armada Invencible al no considerar la superioridad de los Tercios en tierra. La Armada inglesa, liderada por Drake, atacó La Coruña, logrando entrar en la ciudad pero enfrentando la resistencia del pueblo liderado por María Pita, quien mató al alférez inglés que había asesinado a su esposo. Después de esta derrota, los ingleses se dirigieron a Lisboa, donde los Tercios los esperaban y lograron derrotarlos. Estas victorias no compensaron la pérdida de la Armada Invencible, pero consolaron al rey.

III

En este capítulo, se muestra cómo el pueblo reacciona ante la derrota de la Armada y las consecuencias que esto trae consigo. La consternación y el silencio son seguidos por los comentarios sobre la ineptitud del rey y la indignación por lo que está por venir. Los profetas, liderados por Piedrola y Lucrecia de León, comienzan a ganar seguidores y a predicar la caída de la casa de los Habsburgo. Lucrecia es castigada y se prohíbe su regreso a Madrid y Toledo. El secretario Mateo Vázquez sospecha de Antonio Pérez y logra encontrar pruebas de su relación con los profetas. Además, revela que Juan de Austria tuvo una hija con María de Mendoza. Felipe toma medidas contra Ana de Mendoza, privándola de sus derechos y encerrándola en el torreón de su palacio. También se busca y se enclaustra a la hija de Juan de Austria, María Ana de Austria, para proteger la herencia de sus hijos.

V

En este capítulo, Mateo Vázquez se encuentra agotado debido al largo proceso de Antonio Pérez, que ya lleva once años. A pesar de esto, su fortaleza y espíritu de trabajo lo mantienen en pie. Vázquez se alegra de que Pérez esté pasando por tiempos de desgracia y duda que pueda ver su victoria final. Cuando se entera de que Pérez ha escapado de la cárcel, está seguro de que esto es así.

Pérez sabe que si sigue en Madrid corre peligro de muerte, por lo que necesita escapar. Sin embargo, no es una tarea fácil, ya que él no tiene experiencia en fugarse de la cárcel. Aunque ha intentado escapar una vez antes y ha fracasado. A pesar de su estancia en Turégano, la mayor parte de su tiempo en prisión ha sido domiciliario. Incluso ha alquilado una casa en la plaza del Cordón para atender las vistas de su propio juicio.

A pesar de sus intentos de fuga, Pérez ha tenido cierta libertad durante su prisión, lo cual ha generado el odio de Vázquez. Esto se debe a su relación con el rey Felipe, quien sabe que Pérez es inteligente y tiene documentos que podrían implicarlo en el crimen de Escobedo y dejarlo en una posición comprometida por sus decisiones de gobierno. Sin embargo, el miedo de Pérez desapareció cuando su esposa entregó al rey toda la documentación que tenía en su casa.

Aunque Felipe podría haberse ensañado con Pérez, como solía hacer con sus enemigos, no lo ha hecho. Vázquez no entiende las razones detrás de esta actitud, pero Pérez sí. Él sabe que el rey lo apreciaba y admiraba, pero ahora su vida no vale nada. Está encerrado en la casa de Cisneros y está siendo vigilado más de cerca que en Turégano.

Pérez espera que su esposa, Juana, pueda hacer todos los recados que le ha ordenado, ya que su vida depende de ello.

VI

En este capítulo, Juana Coello, a pesar de estar embarazada de ocho meses, cumple con todas las peticiones de su marido, a pesar de saber que siempre le ha sido infiel. Aunque al principio le dolía, con el tiempo se acostumbró a las infidelidades de su marido. Sin embargo, cuando se entera de la relación duradera entre su marido y la princesa de Éboli, sufre un dolor aún mayor. A pesar de que su madre le aconseja dejarlo, Juana decide quedarse con él por ser su esposa y madre de sus hijos. Para ayudar a su marido a escapar de la cárcel, Juana recupera el dinero que él tenía escondido en el huerto y se aprovecha de su relación con un noble que le debe favores a su marido. Luego, lleva comida y vino a los carceleros, y utiliza unos polvos para dormirlos. Aunque logra que su marido escape, Juana sabe que a partir de ahora todo será aún más difícil.

VII

En este capítulo, Antonio Pérez es ayudado por su esposa para escapar de Castilla. En la puerta, dos hombres lo esperan y lo acompañan hasta el límite con Aragón. Otros se encargan de los caballos de relevo y un mensajero avisa en Zaragoza de su llegada. Pérez es recibido como un héroe y es aclamado por cientos de personas como defensor de la libertad. A pesar de ser encarcelado, tiene libertad de movimientos y logra contactar con nobles aragoneses para convencerlos de unirse a su causa. El rey Felipe se entera de su paradero y escribe al justicia para que le devuelva al preso. El justicia apela a los derechos de los aragoneses y el rey delega la gestión en Mateo Vázquez. Sin embargo, Vázquez muere antes de poder cumplir su misión. El rey decide acusar a Pérez de hereje y este es condenado a muerte. En un intento de trasladarlo a la cárcel de la Inquisición, se produce una algarada y Pérez vuelve a quedar bajo la protección de Lanuza. El rey decide invadir Aragón, pero los aragoneses se mantienen firmes en su negativa de entregar a Pérez. El hijo de Lanuza se enfrenta al comandante del ejército del rey y es ejecutado sin juicio. Pérez logra escapar a Francia y el rey ordena detener a varios nobles y abrir procesos contra sospechosos. La Inquisición ejecuta a los líderes de la revuelta. Felipe pierde el respeto de Aragón y muchos aragoneses lamentan que el rey haya despreciado sus Fueros.

VIII

En este capítulo, se relata cómo Felipe intentó obtener ocho millones de ducados de las Cortes castellanas para pagar a su ejército. Sin embargo, los alcaldes de dieciocho ayuntamientos se negaron a ayudar al rey debido a la miseria en la que se encontraban y al fracaso de la Armada en Inglaterra. Además, los impuestos habían aumentado considerablemente y los ciudadanos se quejaban de ciertas medidas de la corona, como la prohibición de trabajar en la vía pública en Madrid. Cuando los comerciantes se manifestaron, fueron encarcelados y condenados. Estos conflictos se extendieron a otras ciudades como Sevilla, Toledo y Ávila, donde hubo represalias violentas por parte del rey. Felipe parecía empeñado en que nadie le recordara con cariño.

22 Relaciones (1592)

I

En este capítulo, se nos presenta a Felipe, un rey obsesionado por la idea de tener un hijo varón que pueda continuar su legado. A sus sesenta y cinco años y con problemas de salud, Felipe sabe que es imposible engendrar un nuevo hijo. Su único hijo superviviente, también llamado Felipe, tiene trece años y ha mostrado una salud endeble desde pequeño. El rey se preocupa tanto por la salud de su hijo como por su competencia para gobernar. A pesar de haber seguido los mismos pasos que su padre en la educación del príncipe, Felipe no entiende en qué ha fallado. Luego de darse cuenta de que el preceptor del príncipe no está cumpliendo con su deber, el rey decide reemplazarlo. Sin embargo, el nuevo preceptor tampoco logra mejorar la situación. El príncipe sigue mostrando una salud débil y vive en un estado de melancolía constante. Pero cuando todo parece perdido, aparece Jean de L'Hermite, un humanista que logra despertar la curiosidad del príncipe por el conocimiento. A través de actividades como patinar y enseñarle idiomas, L'Hermite logra que el príncipe se interese por aprender. Sin embargo, esta efervescencia no dura mucho y el príncipe vuelve a ser apocado y mustio. Felipe, desesperado, se lamenta de no haber tenido un hijo capaz de gobernar sus reinos.

II

En este capítulo, se informa sobre la muerte de Ana de Mendoza, princesa de Éboli, y cómo el rey Felipe II no mostró ningún interés en su fallecimiento. A pesar de esto, el rey continuó cuidando de los hijos de la princesa, lo cual generó especulaciones sobre la posibilidad de que uno de ellos fuera fruto de una relación con el rey, aunque esto no era cierto. El rey deseaba que la muerte de la princesa tuviera el mismo efecto en Antonio Pérez que un ejército no pudo lograr en Zaragoza: atraparlo. Sin embargo, Pérez no cesó en sus ataques al rey y se mantuvo prudente debido a la capacidad del rey para enviar asesinos a sueldo. Pérez publicó un libro titulado "Relaciones de Antonio Pérez", en el cual buscaba desprestigiar a Felipe II. El libro estaba dividido en tres partes: la relación de los hechos desde el asesinato de Escobedo hasta la llegada de Pérez a Pau, el levantamiento de los zaragozanos contra las tropas del rey, y la transcripción del memorial presentado ante el tribunal del justicia de Aragón. El objetivo principal del libro era desprestigiar a Felipe y fue traducido al francés con el apoyo de Catalina de Béarn. Pérez también mencionó la actitud de Aragón y cómo el rey continuaba atacando los movimientos populares. Pérez se enteró de la muerte del conde de Aranda y del duque de Villahermosa en circunstancias misteriosas, así como de la rendición de los aragoneses y la renuncia a parte de sus Fueros. Cada detalle de lo que ocurría en Aragón confirmaba la veracidad de su libro. Pérez reflexionó sobre su participación en los hechos que criticaba en su libro y reconoció que había pecado por acción y omisión.

III

En este capítulo, se describe la humillante exhibición del rey Felipe en Zaragoza después de aplastar la rebelión en Aragón. A pesar de su aparente victoria, muchos aragoneses juraron venganza en silencio. Sin embargo, sin un ejército propio, la venganza llegó en forma del frío viento aragonés, que debilitó la salud de Felipe. Aconsejado por sus médicos a delegar el poder, el rey formó una junta de gobierno compuesta por Juan de Idiáquez, Jerónimo Fernández de Cabrera y Bobadilla, y Cristóbal de Moura. Este último, un confidente cercano al rey, se convirtió en su sombra y privado. A pesar de la creencia de que los privados actúan por interés propio, Moura demostró lealtad y amistad hacia el rey. Felipe, consciente de su inminente muerte, instruyó a su hijo a permanecer a su lado y a preparar su testamento.

IV

En este capítulo, se narra cómo en marzo de 1594, Felipe II dictó un exhaustivo testamento que reflejaba su visión del mundo. Además de establecer cómo debía ser su entierro y el de sus familiares, el rey dejó instrucciones detalladas sobre la distribución de sus posesiones. También especificó lo que iban a heredar sus hijos, otorgando a Felipe una corona, una armería, caballos, un diamante, una colección de pintura, joyas y tapicerías. A pesar de los fracasos de Catalina Micaela como esposa y espía, no fue olvidada en el testamento. Clara Eugenia, por su parte, recibió una mayor cantidad de dinero que su hermana.

V

En este capítulo, el rey Felipe II reflexiona sobre su longevidad y las pérdidas que ha sufrido a lo largo de su reinado. A pesar de haber sobrevivido a sus comandantes y secretarios, se siente desconectado de lo que sucede en el mundo y prefiere no escuchar malas noticias. Se entera de que sus tropas han dejado París y de que su hija nunca será reina de Francia. Sin embargo, se alegra de la muerte del corsario Hawkins y de la derrota inglesa en las Indias. Felipe II se enorgullece de haber elegido a un hombre competente, Antonelli, para liderar las fuerzas reales, pero lamenta haber elegido a un inútil para la Grande y Felicissima Armada.

23 Crucifijos y unicornios (1594)

I

En este capítulo, el rey Felipe experimenta un resurgimiento repentino debido a dos asuntos que son de gran importancia para él: la defensa de la herencia de sus hijos y la elección de una esposa para su hijo. Se descubre un complot que afecta a la corona de Portugal y se informa a la corte de que un fantasma, que resulta ser el sobrino del rey, Sebastián, está caminando por las calles de Madrigal. Felipe inicialmente teme que sea verdad, pero luego decide que debe ser una conspiración. Se descubre que el supuesto Sebastián es en realidad Gabriel de Espinosa, un pastelero que habla varios idiomas y que ha seducido a Ana María de Austria, hija de don Juan de Austria. Espinosa planea vender las joyas de Ana María y escapar a Portugal, pero es arrestado después de presumir de su riqueza en una taberna. El rey ordena que se trate el asunto con severidad y tanto Espinosa como el confesor de Ana María son ejecutados. Ana María pierde sus privilegios y es trasladada a Ávila. Aunque se rumorea que tuvo un hijo con Espinosa, ella lo niega y nunca se encuentra evidencia de ello. La vida de Ana María es trágica y víctima de su propio destino.

II

En este capítulo, se plantea la importante tarea de elegir una esposa para el príncipe Felipe, quien ya tiene diecinueve años. La elección no es sencilla debido a la indecisión del príncipe. Se presentan cuatro posibles candidatas, las hijas del fallecido archiduque Carlos. Sin embargo, una de ellas, Leonor, es descartada debido a su mala salud. El archiduque, al enterarse del interés de Felipe por casarse con una de sus hijas, manda hacer retratos de las tres candidatas y los envía a Madrid. En presencia del rey, el príncipe y su hermana Isabel Clara Eugenia, se lleva a cabo la decisión. Para identificar a las princesas, Felipe ordena colocar la inicial de su nombre en el cabello de cada una. A pesar de las preferencias de Isabel Clara, el príncipe no se decide y deja la elección en manos del rey. Ante la indecisión de su hijo, el rey se enfada y finalmente decide que la futura reina será Catalina, la mayor de las candidatas. Sin embargo, mientras se redacta la carta para informar al archiduque de la elección, llega la noticia de que su hija Catalina Micaela ha fallecido. Esto provoca la tristeza de Isabel Clara y Felipe, mientras que el príncipe simplemente observa en silencio.

II

En este capítulo, Felipe se enfrenta a la pérdida de Catalina Micaela y sufre una profunda depresión. Finalmente, decide pedir perdón a su hermana Isabel Clara, pero durante la conversación, se dirige a ella como si fuera Catalina Micaela. Isabel Clara se conmueve y le informa a Moura sobre lo sucedido.

La depresión de Felipe se agrava y sufre un nuevo ataque de gota. Al darse cuenta de que su muerte se acerca, decide ser llevado a El Escorial, a pesar de la negativa de los médicos. Acompañado por el Consejo de Estado y sus dos hijos, Felipe emprende el viaje hacia su gran obra.

El viaje resulta complicado, ya que deben hacer frecuentes paradas para relevar a los porteadores de la silla. Además, una tromba de agua inunda el camino hacia El Escorial, llegando incluso a mojar el asiento del rey.

Isabel, la madre de Felipe, le había contado sobre el viaje que ella y su padre hicieron de Granada a Valladolid cuando Felipe aún estaba en su vientre. Felipe recuerda la cara iluminada de su madre al contarle la historia y reflexiona sobre la diferencia entre ambos viajes: uno representaba la vida y el otro, la muerte.

III

En este capítulo, Felipe se niega a despedirse de la vida a pesar de su extrema debilidad. Durante seis días, sus allegados van a despedirse de él, pero él sigue resistiendo. Su aspecto es terrible, su cuerpo está deteriorado y sus heridas están infectadas. A su lado, su hija Isabel Clara y su fiel Moura cuidan de él. La habitación comienza a oler mal debido a la falta de higiene. L'Hermite hace un agujero en la cama para evitar que la suciedad se extienda. Felipe ordena a su hijo que se quede y observe su miserable estado. El príncipe se retira hacia la puerta, pero el rey le prohíbe salir. Finalmente, Moura convence al rey de que libere a su hijo de ese sufrimiento. Luego, el rey pregunta por el matrimonio de su hijo y se entera de que Catalina ha muerto. Su hijo se casará con Margarita, la única opción que queda. El rey reflexiona sobre cómo la vida siempre nos obliga a hacer cosas diferentes a pesar de nuestras decisiones. Moura promete cuidar de su hijo.

IV

En este capítulo, el rey Felipe se siente débil y pide la extremaunción. Ordena que coloquen alrededor de su cama su colección de reliquias de santos y las besa mientras reza. Al día siguiente, pide que coloquen al lado de las reliquias su colección de cuernos de unicornio. El rey sigue rezando y ordena que su confesor traiga frailes para rezar por su alma. Está aterrorizado pero no tiene el valor para decírselo a nadie. El rey pasa dos semanas en duermevela, apretando un crucifijo en sus manos. El 13 de septiembre, a las tres de la madrugada, Felipe nota que su mirada se nubla y sabe que ha llegado su hora. Oye voces a su alrededor y su hija llorando, pero no puede distinguir a quién pertenecen. El miedo se apodera de él mientras empiezan a volar imágenes por su mente. Recuerda una conversación con un capitán de los Tercios en Bruselas y se pregunta si se está muriendo. El capitán le dio consejos sobre rezar por los hombres que había matado y sobre llevar el recuerdo más bonito de su vida al otro mundo. Felipe busca el mejor recuerdo de su vida y finalmente recuerda cuando era niño y Francisco de Borja lo levantó en su caballo. En ese momento, Felipe deja de oír las oraciones y los llantos y se siente el rey del mundo.

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